C. Torturas (continuación: 7)

 

El 20 de enero de 1976, por la noche, mientras cenaba, secuestraron a Santos Aurelio Chaparro, de su casa en el Ingenio La Florida de Tucumán. Los secuestradores se desplazaban en tres automóviles y vestían uniforme militar de fajina. Algunos iban de civil. Reconoció el lugar al que lo llevaron. Se trataba de la Jefatura de la Policía de Tucumán. Dice que lo obligaron a permanecer en una sala con otros detenidos. Y sigue:

«...Que el segundo día de permanecer detenido ilegalmente en esas condiciones dos personas que no eran los que lo secuestraron, lo trasladan a otra sala más chica donde lo desnudan y lo atan a una cama que es denominada "parrilla". Que le colocan alambres en la cabeza y lo comienzan a torturar con corriente eléctrica. Que le pasan picana por todo el cuerpo preferentemente en la zona genital, pectoral y en la cabeza, boca, encías, etc. Que lo torturan por espacio de dos horas aproximadamente. Que luego lo sacan de allí, llevándolo a otra sala del citado edificio, donde un grupo de personas lo someten a una brutal golpiza de puñetazos y patadas. Que esto se prolonga durante muchas horas. Que el dicente manifiesta que perdió el conocimiento. Que luego es llevado a la sala donde lo tenían al principio. Que esta forma de tortura se efectuaba todos los días y por espacio de 20 días» (Legajo N° 5522).

 

El señor Chaparro es llevado a reponerse de su estado lamentable a un campo de "recuperación". Después de 25 días vuelve a la Jefatura de Policía y le aplican tortura en forma más leve por cinco días. Le prometen dejarlo en libertad pero cancelan la orden en el momento de firmarla. Esto ocurre en la Escuela de Educación Física el 24 de marzo de 1976 y continúa:

«Que después de este período es nuevamente trasladado a una salita donde nuevamente lo torturan. Que en esta oportunidad, el dicente manifiesta que le hacen ingerir gran cantidad de agua, mientras es torturado con picana eléctrica. Que le colocan una botella en la boca diciéndole que le iban a hacer tomar toda el agua del río Salí. Que toma dos botella de agua. Que es reiteradamente sometido a la picana. Que luego de esto, es brutalmente golpeado volviendo a quedar inconsciente y completamente ensangrentado. Que le salía agua por distintos orificios del cuerpo. Que aparentemente se asustaron de la condición del dicente ya que luego de esto lo tratan de rehabilitar. Que permanece en este lugar durante unos 20 días. Que luego lo trasladan a otro lugar que no puede determinar precisamente.

Que allí es torturado en una mesa con picana eléctrica. También es sometido a "submarino" con el tacho de 200 litros. Que cuando se encontraba adentro de este golpeaban el tacho y también le aplicaron en esas condiciones electricidad.

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Que le es comunicado al dicente que sería eliminado. Que lo llaman por su apellido y lo someten a una brutal sesión de tortura que consistió en picana eléctrica y que luego de esto es obligado a colocarse contra una pared. Un hombre de gendarmería (al que le había visto una gorra militar) le da una patada de "karate" en la espalda tras la cual el dicente manifiesta que se desvaneció.

Que posteriormente es brutalmente golpeado con palos. Que presume que le rompen el esternón, le fracturan falanges de los dedos. Que de los golpes se rompen los grilletes que tenía colocados. Que pierde el conocimiento. Que le quedan lesiones permanentes, como zumbidos en el oído izquierdo, insensibilidad de dedos de los pies, etcétera.

Que luego fue trasladado al Penal de La Plata dándole el 23 de marzo de 1982 la libertad vigilada» .

 

Para no extendernos innecesariamente omitiremos los detalles del procedimiento del secuestro del señor Orlando Luis Stirnemann, de Río Gallegos, detenido en la Provincia de Santa Fe. Solamente haremos mención a la frase de uno de sus secuestradores. En el momento de ocurrir el hecho al preguntársele por qué no lo tabicaban, contestó: «No es necesario y él lo sabe. Es boleta» .

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« 15 días después de haber sido detenido en ese Centro de Detención, fui trasladado a otro centro, presuntamente dentro de la misma jurisdicción del Ejército, del cual se adjunta croquis.

Para interrogar a los detenidos utilizaban métodos de tortura, entre ellos picana eléctrica, para la cual utilizaban un aparato de alta potencia que, cuando era aplicado, provocaba la contracción de la lengua, de manera que al detenido le resultaba imposible gritar durante la aplicación. Otro sistema era colocar un gato dentro de la ropa del interrogado al que le aplicaban la picana, reaccionando violentamente y lastimando al interrogado» (Legajo N° 4337).

 

Con el testimonio presentado por el señor Enrique Rodríguez Larreta (legajo N° 2539) nos encontraremos ante nuevas formas de aplicar tormentos. Reduciremos sus dichos a los párrafos indispensables:

«La noche siguiente me toca a mí ser conducido a la planta alta donde se me interroga bajo tortura como a todos los hombres y mujeres que estuvimos allí. Allí se me desnuda completamente, y colocándome los brazos hacía atrás se me cuelga por las muñecas hasta unos 20 ó 30 cm. del suelo.

Al mismo tiempo, se me coloca una especie de taparrabo en el que hay varias terminaciones eléctricas. Cuando se lo conecta, la víctima recibe electricidad por varios puntos a la vez. Este aparato, al cual llaman "maáquina", se conecta mientras se efectúan las preguntas y se profieren amenazas e insultos, aplicándose también golpes en las partes más sensibles.

El suelo, debajo del lugar donde se cuelga a los detenidos, está profusamente mojado y sembrado de cristales de sal gruesa, con el fin de multiplicar la tortura si la persona consigue apoyar los pies en el piso.

Varias de las personas que estaban detenidas junto conmigo se desprendieron del aparato de colgar y se golpearon contra el piso, produciéndose serias heridas. Recuerdo en especial el caso de quien después supe era Edelweiss Zahn de Andres, la que sufrió profundos cortes en la sien y en los tobillos que después se infectaron» .

 

El señor Antonio Cruz, argentino, casado, domiciliado en la Capital Federal, fue miembro de la Gendarmería Nacional desde el 31 de diciembre de 1972 (fecha en que fue dado de alta según el Boletín Reservado 1460, apartado 3-6) hasta el 31 de diciembre de 1977 en que fue dado de baja según el M.M.C. (Mensaje Militar Conjunto-SD5289/77).

De su testimonio transcribiremos las partes más significativas:

«Aquí debo pasar a referirme al LRD (Lugar de Reunión de Detenidos) denominado La Escuelita. Estaba situada en Famaillá, a unas dos o tres cuadras de la vías del Ferrocarril que va a San Miguel de Tucumán. (................................)

En este lugar, y al momento de nuestra llegada, estaba ubicada la sección de perros de guerra.

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Pasaré a describir la Sala de Interrogatorios. Esta Sala de Interrogatorios estaba ubicada en la última aula de la Escuela, encontrándose en su interior una cama tipo militar, de hierro, una mesa y fotos de los detenidos... "Asimismo existía un teléfono de campaña a pilas que al dar vuelta la manija generaba corriente eléctrica. Según la velocidad con que se giraba la misma era el grado de voltaje que se imprimía". "El personal interrogador tenía una goma parecida a la que usa la Policía Federal, con la cual golpeaba a los presos para ablandarlos ni bien entraban detenidos» .

 

Seguidamente Cruz se refiere a la suerte deparada a un detenido cuya custodia se le encomendó:

«Al día siguiente comenzó el interrogatorio de esta persona; primero lo acostaron atado a una cama, ya que por su contextura física no podía ser esposado, por lo que no existían esposas lo suficientemente grandes para sus muñecas. Fue golpeado con una goma duramente y al ver que no se obtenían resultados con dicho método de tortura, comenzaron a pasarle el cable del teléfono; uno de los cables se ataba a la pata de la cama y el otro se lo aplicaban al cuerpo en sus partes más sensibles al igual que por la espalda y el pecho. Como no pudieron hacerlo declarar recomenzaron a golpearlo, hasta que en un momento dado el detenido solicitó ir al baño a lo que se accedió, fui encargado de custodiarlo personalmente lo que me provocó un temor grande. En ese momento comprobé que el mismo orinaba sangre, o sea que aparentaba estar muy lesionado internamente. Cuando lo entregue nuevamente los interrogadores le restaron importancia al hecho. Esa noche antes de marcharse los torturadores lo dejaron atado a una columna al aire libre con la orden estricta de que no lo alimentara y que sólo se le diera a beber agua. A la madrugada dejó de existir allí colgado, pues había sido tan duramente golpeado que no resistió el castigo. Cuando llegaron nuevamente para interrogarlo se les informó a los interrogadores lo ocurrido, los que se lamentaron de no haber podido tener información precisa .

De igual forma se interrogaba a las mujeres, para ello se las desnudaba por completo, se las acostaba en la cama y allí comenzaba la sesión de tortura. A las mujeres se les introducía el cable en la vagina y luego se lo pasaban por los pechos, lo que provocaba un gran sufrimiento y en ocasiones muchas de ellas menstruaban en plena tortura. Con ellas sólo se utilizaba el teléfono, ningún otro elemento.

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Debo relatar que en una ocasión trajeron a un detenido herido. Un día para curiosear me acerqué a la ventana, ya que estaba solo y por el hueco se veía para adentro. Al acercarme a él observé que tenía la cabeza rota y al mirarle las manos comprobé que las misma tenían gusanos. Esta situación me revolvió el estómago porque el pobre tipo se estaba agusanando» . (Legajo N° 4676).

 

 

Torturas: continuación

 

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