C. Torturas (continuación: 8)

Con el testimonio de Carlos Hugo Basso, argentino (hoy exiliado) volvemos a la ya tristemente conocidas La Perla y La Ribera. Fue secuestrado el 10 de noviembre de 1976 en el barrio Alto Alberdi de la ciudad de Córdoba. Después del procedimiento habitual, mezcla de golpes y viaje en el piso de un auto bajo los pies de los captores hasta llegar al centro clandestino de detención:

«...abrieron una puerta que por el ruido podía ser de metal, uno de los que me llevaba me advirtió que a continuación conocería al "Cura", que se encargaría "de confesarme". Esta persona a la que llamaban "Cura" debía ser de talla bastante grande ya que apenas entré me tomó con sus manos por los costados y me levanto en vilo... "...posteriormente me golpearon con palos y un martillo que usaban para golpear los dedos cuando las manos se apoyaban en el piso; me desvistieron y ataron de pies y manos a un elástico de cama que llamaban "parrilla". Por un período de tiempo que calculo en una hora me aplicaron descargas eléctricas en los lugares más sensibles del cuerpo, genitales, caderas, rodillas, cuello, encias... Para el cuello y las encías utilizaban un instrumento pequeño con varias puntas, pasadas directamente a los cables de la instalación de 220 voltios, por debajo de la venda pude observar que cada vez que se producía una descarga disminuía la luz de una lamparita ubicada sobre la "parrilla". Durante este tiempo sentí que a uno de los torturadores lo llamaban "gringo". Luego de este espacio de tiempo alguien me aplicó un estetoscopio en el pecho y me desataron, comprobé que no podía caminar, me arrastraron unos veinte o treinta metros hasta una colchoneta ubicada en un salón grande, junto a una pared, donde permanecí hasta el día siguiente» . (Legajo N° 7225).

 

Teresa Celia Meschiati fue secuestrada en la ciudad de Córdoba el 25 de septiembre de 1976, y trasladada al centro de La Perla (Legajo N° 4279).

Nos dice:

«Me trasladan inmediatamente después de mi llegada a "La Perla" a la "sala de tortura" o "sala de terapia intensiva". Me desnudan y atan con cuerdas los pies y las manos a los barrotes de una cama, quedando suspendida en el aire. Me ponen un cable en un dedo del pie derecho. La tortura fue aplicada en forma gradual, usándose dos picanas eléctricas que tenían distinta intensidad: una de 125 voltios que me producía movimientos involuntarios en los músculos y dolor en todo el cuerpo aplicándome la misma en cara, ojos, boca, brazos, vagina y ano. Otra de 220 voltios llamada " la margarita " que me dejó profundas ulceraciones que aún conservo y que produce una violenta contracción, como si arrancaran todos los miembros a la vez, especialmente en riñones, piernas, ingle y costados del tronco. También me colocan un trapo mojado sobre el pecho para aumentar la intensidad del shock.

Intento suicidarme tomando el agua podrida que había en el tacho destinado para otro tipo de tortura llamada "submarino", pero no lo consigo.

Así como fue gradual la intensidad de las picanas, fue gradual el sadismo de mis torturadores, que fueron cinco y cuyos nombres aquí figuran: Guillero Barreiro, Luis Manzanelli, José López, Jorge Romero, Fermín de los Santos» .

 

El señor Nelson Eduardo Dean, uruguayo, casado, secuestrado en el barrio de Almagro de la Capital Federal el 13 de julio de 1976, a las 22 horas (Legajo N° 7412), en sus partes esenciales dice:

 

«En ese lugar fuimos ubicados en diferentes sitios. Esposadas las muñecas a la espalda, vendados los ojos y sangrando abundantemente comenzó una nueva andanada de golpes. A la media hora de estar detenido fui trasladado a un cuarto de la planta alta. Allí me quitaron toda la ropa, me volvieron a esposar las muñecas a la espalda y comenzaron a tirarme baldes de agua. Acto seguido me colocaron cables alrededor de la cintura, el tórax y los tobillos. Ataron una cuerda o cadena a las esposas y me subieron los brazos hasta donde éstos podían soportar sin desarticularse. En esa posición, literalmente colgado y a una distancia aproximadamente de 30 centímetros del piso, estuve por un espacio de tiempo que no es posible determinar en horas, sino en dolor. Se pierde, por el gran sufrimiento que causa esta forma de tortura, toda noción de tiempo formal.

Luego los torturadores aflojaron la cuerda unos 20 centímetros, tanto como para poder con algún esfuerzo tocar el suelo y descansar en algo los brazos. En este sentido, lo que antes dije es sólo en apariencia, pues cuando traté de tocar el piso y lo logré, comencé a recibir choques eléctricos. En realidad es muy difícil llegar con palabras a expresar todo el sufrimiento que éstos ocasionan. Pienso que es posible sólo reproducir una caricatura trágica de lo que fueron aquellos momentos.

Quizás a título de ejemplo y para dar una idea sirvan dos cosas, algunos hechos físicos concretos y algunas sensaciones. En cuanto a los hechos físicos pienso que hay dos que les darán a ustedes la medida del tormento:

A) Las plantas de los pies, luego de la tortura, quedaban quemadas y se formaban capas de piel dura que luego se desprendían. Evidentemente, la piel se quemaba con los choques eléctricos.

B) Durante el tiempo que se aplicaba la electricidad se pierde todo control posible sobre los sentidos, provocando dicha tortura vómitos permanentes, defecación casi constante, etc.

C) En cuanto atañe a las sensaciones, la electricidad comienza a subir por el cuerpo y todas las zonas en las cuales colocaron cables parecen arrancadas del cuerpo. Así es que, en principio, son los pies que se sienten como arrancados del cuerpo, como luego las piernas, los testículos, el tórax, etc.

Estas sesiones de tormento se extendieron por espacio de cinco días yendo en aumento en cuanto a su intensidad. En los últimos días repitieron todos los métodos antes mencionados y, además, me introdujeron cables dentro del ano, los testículos y el pene. Estas prácticas se desarrollaban dentro de un marco diabólico; los torturadores, unos bebiendo, otros riendo, golpeando e insultando, pretendían extraerme nombres de uruguayos radicados en la República Argentina y opositores al actual régimen imperante en mi país.

En estos interrogatorios y torturas comprobé que participaban directamente oficiales del Ejército uruguayo. Algunos decían pertenecer a un grupo llamado OCOA (Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas)» .

 

 

Torturas: continuación

 

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