desaparecidos

Sin Marco

Testimonios



Mario Villani




Suarez Mason

"Fuí su víctima"

Fui secuestrado en la mañana del 18 de Noviembre de 1977. Estuve en cinco campos de concentración —“El Club Atlético”, “El Banco”, “El Olimpo”, Div. Cuatrerismo de Quilmes y ESMA— . Los primeros tres campos de concentración estaban localizados en construcciones controladas por el Ejército, la Policía Federal y el Servicio Penitenciario y dependían del 1er Cuerpo de Ejército, cuyo comandante era el General Carlos Guillermo Suarez Mason (a) Pajarito.

En Enero de 1979 (cuando Suarez Mason dejó la comandancia del 1er cuerpo) fui llevado, junto a otros ocho desaparecidos, a la División Cuatrerismo de Quilmes (ex pozo Malvinas), de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, bajo el control de un grupo que había vaciado el Olimpo con desconocimiento del 1er Cuerpo. En Marzo de 1979, el 1er Cuerpo nos descubre y somos secuestrados nuevamente (¡estando secuestrados!) y llevados a la ESMA. Fui dejado en libertad en agosto de 1981.

Desde el momento en que alguien era raptado, él o ella era un desaparecido. La secuencia establecida era desaparición-tortura-muerte. La mayoría de los desaparecidos transcurrían día y noche encapuchados, esposados, engrillados y con los ojos vendados, en una celda llamada “tubo” por lo estrecha. A algunos se les asignaban tareas y, frecuentemente, cuando terminaba su turno, eran devueltos al tubo, nuevamente encapuchados, esposados, engrillados y con los ojos vendados. Podían también volver a ser torturados en el “quirófano” (sala de tortura) y, finalmente, como todos los demás, fueron “trasladados”, eufemismo que encubría su verdadero destino, el asesinato.

Además de la tortura física sufrida durante los interrogatorios, la vida en los campos era una constante tortura psicológica. El trato diario era denigrante en extremo. Al ingresar se nos asignaba un código (el mío era X96) y, a partir de allí no podíamos llamarnos por nuestro nombre, so pena de ser apaleados y torturados. Se nos insistía que habíamos dejado de pertenecer al mundo de los vivos. Que estábamos desaparecidos. Que ni siquiera podíamos suicidarnos. Que ellos —los Dioses— eran los dueños de nuestras vidas y moriríamos cuando ellos lo decidieran.

Los gritos y gemidos de los torturados eran los sonidos que escuchábamos día y noche. La comida era malísima y escasa. Nos vestíamos con los harapos que dejaban de la ropa que robaban en los secuestros.

Estando en El Banco, a comienzos de 1978, llegó la noticia de que Suarez Mason vendría de inspección. Cuando apareció nos encerraron en las celdas a todos los que habitualmente salíamos a trabajar y se endureció la disciplina durante la visita. Esa fue la primera noticia que tuve de él en los campos.

Hacia fines de 1978, ya en El Olimpo, volvió a aparecer Suarez Mason en dos oportunidades. Esta vez me hicieron permanecer en el taller de electrónica que me habían hecho montar para reparar los electrodomésticos que robaban en los operativos, lo que llamaban el “botín de guerra”. En ambas oportunidades, Suarez Mason entró al taller reclamando, en duro tono militar, asesoramiento. Quería saber dos cosas. Cómo localizar las transmisiones de interferencia en la TV que estaban haciendo los Montoneros y cómo podía el 1er Cuerpo hacer interferencias similares, simulando ser Montoneros, para producir confusión política. Si bien la respuesta era técnicamente sencilla, se la hice tan complicada que terminó renunciando a ambos proyectos.

Los que manejaban El Olimpo se consideraban ‘halcones’ de Suarez Mason. Cuando, en enero de 1979, éste deja la comandancia del 1er cuerpo y la asume el General Galtieri, optan por vaciar El Olimpo para no dejarlo en manos de una ‘paloma’ y así deciden el “traslado” (asesinato) de más de cien personas, salvo a ocho a quienes nos llevan, como relaté al comienzo, a la División Cuatrerismo de Quilmes.

Suarez Mason hoy está libre por las leyes de impunidad, pero él y sus secuaces no se podrán librar del repudio del pueblo al que agredieron.



{-- Indice