"El Libro de Mariel"

de Miguel Corsi

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Capitulo 2

Mi familia, como la de la mayoría de los habitantes de este país, es una combinación de inmigrantes europeos.El apellido materno Barrionuevo, si bien de origen español, quizás oculte algunas gotas semitas. Cuando la diáspora se acercó a los pueblos del viejo continente se agrupó en villorrios periféricos, formando nuevos barrios; Barrionuevo, Castelnuovo o Neustdat llevan implícito un origen común sospechoso para los partidarios de la solución final. Mi abuelo paterno, Corsi, decidió dejar Italia y venir a América luego de eludir fortuitamente una visita hecha entre gallos y medianoche por los acólitos del Duce. Los Barrionuevo tuvieron tres hijos, dos varones y una mujer.Los Corsi, un solo varón.Ambas familias, con gran esfuerzo, lograron darle una educación a sus descendientes.Fue así que la maestra de sordos María Antonia Barrionuevo conoció al futuro ingeniero Aldo Corsi en la pileta del Racing Club de Villa Del Parque.De ese matrimonio nacimos cuatro hijos, dos varones y dos mujeres.La mayor, María Elina, nació en 1955; yo en 1957.Myriam y Mariano vinieron en el '64 y el '69 , respectivamente.

En febrero de 1963, yendo en auto de Necochea a Mar del Plata, tuvimos un accidente serio.Papá estaba en Buenos Aires y viajábamos con mamá y Marielina.La imprudencia de un distraído camionero o, quizás, un movimiento exagerado de volante, hizo que el volkswagen diera dos tumbos y nos dejara diseminados sobre el asfalto estival.Mi madre perdió un embarazo de cinco meses y se fracturó la cadera y el fémur, dejándole una secuela que se agravó con los años;nosotros dos, fractura de cráneo.En ese momento tuve una experiencia a la que durante mucho tiempo no le presté atención, hasta que un día leí algo al respecto.Me refiero a la gente que estuvo a punto de morir y "regresó"; la llamada experiencia OOBE-iniciales de las palabras inglesas out of the body experience:experiencia fuera del cuerpo.Recuerdo que a pesar de tener el cráneo fracturado y aplastado, todo bañado en sangre, nadie reparaba en mi.No sentía miedo ni nada parecido, solo miraba el cuadro.Uno o dos automóviles cruzados en la ruta, mucha gente alrededor y dos hombres llevando a mi madre inconsciente.La cabeza le colgaba hacia un costado mientras los brazos acompañaban en un movimiento de vaivén el paso de los socorristas.Y sobre todo esa sensación de que nadie estaba a mi lado. Todavía es posible encontrar en el álbum familiar fotos del comienzo de clases de ese año: mi hermana y yo, ambos con la cabeza vendada, miramos a la cámara desde la acera del colegio.

Quizás por el accidente y una pequeña secuela motora, de niño fui mas bien retraído y tímido, reacio a integrarme a los demás compañeros de escuela.Marielina, creo recordarla de esta forma, era mas segura de si, tenía su grupo de amigas. Pocos años después del accidente,en 1966 y merced de una antojadiza pero para nosotros benéfica resolución del Ministerio de Educación, mamá se pudo jubilar relativamente joven. Mi hermana y yo, cada uno en su colegio religioso, teníamos nuestro grupo de amigos.Dado el carácter confesional y el criterio imperante en esos años en dichos colegios, el mio era exclusivo de varones y el de ella, lógica elemental, para niñas y señoritas.

Pasaron los años.Empecé el secundario junto con la década del '70.Mi pequeño grupo de amigos de la escuela primaria se disolvió y a pesar de seguir en el mismo colegio me encontré con caras nuevas,no necesariamente amigables.Siempre a alguien le toca ser el centro de las burlas; y me tocó a mi. A mi hermana le gustaba ir a bailar con su grupo. Yo por temor a quedar excluido del mio , aceptaba ir a regañadientes a los bailes.Esto significaba quedarme sentado cavilando acerca de cual era la mejor táctica para invitar alguna niña a bailar.De esta forma, pasada la medianoche comenzaba a dormirme y a proponer a mis acompañantes el retorno a casa. En los veranos íbamos de vacaciones a Mar de Ajó, a la casa que mis abuelos habían comprado hacia tiempo. A veces salíamos de caza nocturna quebrando toda ética del deporte de reyes.Mi padre manejaba, mi hermana alumbraba con un reflector el costado del camino mientras que yo, sentado en el capot con mi escopeta, buscaba alguna pieza para abatir.Cuando aparecía algo en el haz de luz golpeaba la carrocería, mi padre detenía el coche y Marielina cerraba los ojos porque no soportaba el desenlace.Algunas veces, por no mirar , se escapaba la afortunada liebre , lo cual provocaba un rápido intercambio de mutuas recriminaciones.

Quizás por ese impreciso antepasado marrano o tal vez por la sugerencia que los camisas pardas de Benito Mussolini le hicieron al nono, lo cierto fue que mis padres rehuyeron en su juventud al tufillo fascistoide de los dos primeros gobiernos de Juan Peron. Si había que definirlos politicamente, podrían haber sido adjetivados tibiamente de no-peronistas.Esto no era incompatible con su esfuerzos por inculcarnos sentimientos altruistas.Así se explica nuestra inscripcion en escuelas religiosas, como forma de crecer en un ambiente de caridad cristiana. Mi colegio tenía una metodología algo distinta al de mi hermana, en lo referido a la formación de generaciones de creyentes.Quizás por ser exclusivo para varones, el aglutinante primario de las actividades extra escolares eran los campamentos o los torneos deportivos.El de ella, en cambio, escogió como camino la visita a hospitales y villas de emergencia.Recuerdo algunos almuerzo de domingo, cuando Marielina volvía impresionada por las cosas que veía en sus visitas de caridad.Posiblemente eso era algo demasiado difícil de digerir para una adolescente de clase media. Ella termino el secundario en 1972 y se inscribió en la facultad de veterinaria.Yo, mientras tanto, pasaba a cuarto año y aún no tenía bien en claro que carrera deseaba seguir.Mi interés en el funcionamiento de las armas me sugería que ingeniería quizás fuese mi vocación,pero todavía tenía dos años mas para decidirme.

En el verano de 1973 presencié por primera vez en forma consciente, al igual que muchos otros jóvenes, lo que una campaña electoral representaba.Aun hoy después de tantos años recuerdo los slogans.Escuchar por radio "...ganaremos la primera y no habrá segunda vuelta" me parecía una impudicia;no era posible que los peronistas ganaran.¿sabia realmente la gente a lo que se exponía? Llegaron por fin las elecciones y en casa el triunfo de Campora-Solano Lima fue tomado como una derrota.Pasó Marzo y mi hermana empezó sus estudios universitarios en un clima de euforia estudiantil ya que la aplastante victoria garantizaba la total libertad de los centros de estudiantes.A principio de mayo bajo prescripción medica comencé a nadar para superar un problema asmático.

El país se iba preparando para el cambio de gobierno.Un profesor mio de filosofía, Jordan Bruno Genta, sostenía que semejante mayoría podía ser explicada únicamente bajo la inspiración diabólica.El 25 de mayo, mientras la multitud les gritaba "se van, se van y nunca volverán" un grupo de militares abandonaba la Plaza de Mayo.Hacia la tarde de ese día la atención de los argentinos se dirigió a la calle Bermudez, de Villa Devoto donde ahora se cantaba "primera ley vigente, libertad a los combatientes" y se recibía en libertad al grupo de amnistiados que abandonaban la cárcel. El año fue pasando. Cada vez más me fui entusiasmando con la actividad acuática. Mariel empezó a militar en el centro de estudiantes de veterinaria.La participación popular es la llave para promover cambios profundos en la sociedad, según se decía entonces.Cuando fue a manifestar a la histórica plaza en contra del golpe de Pinochet, me pidió prestada una campera que tenía capucha, según ella para evitar ser fotografiada por la C.I.A.; en mi opinión una excusa cualquiera para usarla. En ese tiempo, contiguos a nuestra casa, teníamos dos departamentos que estaban alquilados.El más antiguo de los inquilinos, un pacifico oficial del ejercito, gozaba de cierta confianza con nosotros y se permitió bromear acerca de la fantasía de mi hermana.

Al iniciarse el periodo lectivo en el '74 nos encontramos en el colegio con la novedad tener que armar una versión actualizada de la Unión de Estudiantes Secundarios.Como estábamos en el ultimo año, nos sentimos importantes por la responsabilidad encomendada. Aunque queríamos aparentar un gran dominio dialéctico, la mayoría de nosotros repetía lo que los padres decían.Asi, el que provenía de una familia peronista, se proclamaba defensor incondicional de todos los actos de gobierno.En el caso mio, si bien de tendencia radical, mi familia y yo recibíamos el mote de "gorilas", categoría vaga en la que se incluía desde el tímido no-peronista hasta el furioso antiperonista. Mientras tanto yo iba progresando en mis marcas.A instancias de mi entrenadora y superando mi temor acepté participar en los Inter colegiales que se iban a realizar en octubre.Si bien no terminaba de alcanzar los tiempos mínimos como para representar en forma oficial al club, mi desempeño permitía abrigar alguna posibilidad de éxito.No lo podía creer, que alguien me tuviera confianza era un elemento más que motivante.Se acercaba el ultimo fin de semana de octubre y la posibilidad de obtener mi primer medalla me impedía dormir .Me repetía que el lunes , después de izar la bandera, seguramente se iba a comentar algo delante de todo el colegio.Llegó el torneo y como era previsible ese sábado gane dos pruebas, con medallita y todo.En casa me felicitaron.El domingo a la tarde mientras fantaseaba acerca de la gloria inminente, llamó un compañero para avisar que al día siguiente no iba a haber clase:Habían asesinado al profesor Genta y teníamos que ir al velorio.Colgué el teléfono aturdido.¿Genta muerto? ¿porque? Lo que más recuerdo del velorio fueron los detalles del atentado, contados por los celadores. Acorde con su fervor religioso, repitió ese domingo por ultima vez, y sin saberlo, la tradición de ir a misa de nueve.Al terminar esta y en la misma vereda de la iglesia, se le acerco un muchacho joven.Sin pronunciar ninguna arenga revolucionaria, sin ninguna emoción visible, apuntó con cuidado y a menos de tres metros hizo fuego.No disparo una vez, sino varias.Genta, ya acribillado y sabiendo que lo separaban segundos de la eternidad, hizo un esfuerzo y alcanzo a persignarse. Quede doblemente impresionado, por la muerte violenta y por la valentía de la fe.Me pregunte que haría yo si alguien me acribilla.

Ya cerca de fin de año Marielina había empezado a cuestionar el ideario político familiar.Al principio eran preguntas acerca de la coyuntura nacional.Luego fueron cambiando hacia una mezcla de discusiones domesticas y replanteos de un sinnúmero de legados de la generación anterior.Si me tocaba presenciar este tipo de situaciones por lo general aprobaba la postura de papá, más por una cuestión afectiva que por una razón intelectual. Esto la alteraba.No podía entender como su hermano fuera intelectualmente un perezoso que adaptara las ideas paternas para no analizar las propias .Cuando el enojo se le pasaba, nos contábamos cosas que nada tenían que ver con la política y pasaban mas por lo pequeños proyectos de cada uno.

Llegó 1975 y mi ingreso a ingeniería.Para entonces Marielina ya pertenecía a la Juventud Universitaria Peronista, quebrando la tradición de la familia.En mi facultad aprendí a caminar por los pasillos esquivando cartelones de las agrupaciones político-estudiantiles. Estas, a pesar de las insistentes invitaciones a luchar por el cambio, no lograban seducirme.Yo trataba de permanecer el menor tiempo posible ahí.Encontrarme con una exigencia de estudio a la que no terminaba de adaptarme, y el hecho de no profundizar ninguna amistad, me hacia sentir particularmente incomodo.Mariel se daba cuenta de la diferente actitud mia a ir a "paseo Colon" y la de ella de ir a "la facu".Yo lo percibía como un calvario difícil de aceptar Los domingos al atardecer, cuando volvíamos del club, sentía yo algo indefinido al prever los deberes de la semana venidera.Así como yo no tenía amigos o compañeros de estudio en la facultad, ella no los tenía en el club.Y si durante años fue una tradición el asado en el club los domingos al mediodía, ese año Mariel empezó a comer sola en casa, aduciendo que era el único día de la semana en que podía estudiar tranquila con los compañeros. Mis padres empezaron a molestarse con nosotros, aunque por diferentes motivos.Mi hermana,según mi madre, tomaba la casa como una pensión: solamente aparecía para comer y dormir.Y ademas había empezado a fumar delante de ellos. En mi, caso el rendimiento académico no era de los mejores. Mi padre dijo que era por culpa de la natación y marcó un horario restringido de entrenamiento.Yo empece a añorar los días en que era estudiante secundario, cuando todo estaba bien y las peleas en casa eran por quien ponía la mesa. El paisaje porteño también había cambiado; no era raro ver pasar coches a gran velocidad, con sirenas pidiendo paso.El 21 de septiembre, Día del Estudiante, la confitería de enfrente de casa se llenó de chicos festejando.Corrí la cortina del comedor y los mire pensando que ya nunca mas iba a poder festejar esa fecha. Un día, nuestro inquilino militar se acercó a hablar con papá.Gracias a que la relación era más de buenos vecinos que de locador-locatario, le hizo una confidencia.Mientras estaba revisando cierto fichero con otro compañero surgió la dirección de nuestra casa y el nombre de Marielina.Con cierto riesgo para su carrera pudo hacer desaparecer esos datos, pero venia a darle un consejo:que Mariel no apareciera tanto por la facultad, a menos que fuese para estudiar.

- Por las dudas ¿vio?

Para esa época ya se había cumplido un año de lo de Genta y se publicó una solicitada en su memoria.Recorté el panegírico y lo archivé en un cajón. Luego de la charla con el inquilino aquel, mi padre fue probando distintos argumentos para que mi hermana militara menos y estudiara más.Finalmente cambió de táctica y compró una modesta hectárea de tierra en la zona de Pilar, para criar animales. Algunos cerdos y una docena de ponedoras fue el patrimonio inicial de ese albur empresarial. Al principio la idea surtió el efecto buscado ya que viajar dos o tres veces semanales para atender la explotación,si bien producía un deterioro en el estudio , disminuía el carácter participativo en la facultad. Lamentablemente, la cosa no funcionó económicamente como se esperaba. En diciembre Mariel empezó a trabajar como empleada en un comercio cerca de casa, haciendo juegos malabares para poder preparar alguna materia.Si bien ese cambio ella lo tomaba en cierta medida como un retroceso , ser empleada en una casa de artículos para el hogar le traía menos responsabilidades y cierto ingreso mínimo para sus gastos personales. La relación de ella con mis padres y conmigo iba gradualmente tornandose difícil;en ocasiones discutía con ellos insistiendo en seguir trabajando, a pesar de que en casa no faltaba dinero.Otras veces me cuestionaba, diciendo que con dieciocho años era más útil a la familia trabajando, en vez de entretenerme en la pileta.Cuando a veces volvíamos temprano del club, mi madre se quejaba del olor a cigarrillo que ella y sus amigos dejaban, amen de la pila de platos para lavar.En lo personal, eran contados los compañeros de mi hermana que me caían medianamente soportables. Quizás por la molicie que se adivinaba debajo de la ropa, quizás porque los intuía cómplices de Marielina en la actitud contestataria hacia los mayores, el hecho era que mis forzados saludos rayaban con la descortesía

En el verano de 1976 Marielelina que se quedó a trabajar y fuimos a Mar de Ajó sin ella.Como solía hacer cada verano, aprovechaba cuando el mar se presentaba calmo y, con un exhibicionismo mal disimulado, gustaba de internarme mar adentro.A fines de enero había tomado confianza y trataba todos los días de llegar un poco mas allá.Una mañana , cuando estaba a 300 metros de la costa, me encontré de improviso con un tiburón.Durante una eternidad contemplé paralizado la amenazante aleta .Por esas jugadas de la mente, pensé que prefería el ataque de un puma; al menos podría adivinar la dirección del zarpazo mortal. El escualo describió un circulo a mi alrededor y desapareció de la superficie.El corazón se me hizo pequeño temiendo el desenlace. Después de un tiempo indefinido, me di cuenta que volvía a estar solo en medio del mar.Nadé hacia la costa como si fuera la ultima carrera de mi vida.Al tocar la arena salvadora, me prometí nunca más tentar al destino yendo tan lejos ni tan profundo.

A medida que los días transcurrían en la playa, yo sentía un disgusto creciente por la cuenta regresiva para empezar a preparar los exámenes de marzo.Marielina, sumergida en el verano porteño,arregló en su nuevo empleo cinco días de vacaciones para disfrutar el distendido ambiente familiar. Pero como sucede cuando se comparte la casa de veraneo con los suegros de la nuera, al llegar en el colectivo de las seis de la mañana entró en lo mejor de la tradicional pelea estival.Como resultado de esta escaramuza, los Corsi-Barrionuevo emprendimos a las tres de la tarde un anticipado retorno a la Reina del Plata.En el camino de regreso, por unanimidad, la familia determinó que el próximo verano no lo compartiríamos con los abuelos ;trataríamos de combinar las vacaciones para estar los seis juntos, aunque solo fuese una semana.

Empezó Marzo,el mes más triste de todos.Que termine el verano,significa otra temporada en que muchos nadadores abandonan para siempre la actividad.Y sabia que algún día yo también tendría que imitarlos .Ademas, enfrentarme con el periodo lectivo intacto era algo difícil de digerir.Estaba preparando Física con un circunstancial compañero del cual no retengo ni el rostro, ni el nombre.Previendo que nos costaría prepararla, nos anotamos en el ultimo llamado, el 27.Cuando faltaban cuatro o cinco días para rendir, la incertidumbre sobre la suerte del examen desapareció y se instalo en mi la certeza del aplazo.Le pregunte a Marielina su parecer acerca de la reacción paterna ante lo inevitable.Entre divertida al verme tan asustado y molesta ante mi temor por la opinión de los demas, volvió a preguntarme si realmente estaba convencido de estudiar la carrera de nuestro padre.A veces me gustaba la indiferencia que tenía cuando papá se enojaba; en ese momento quise tener aunque sea la mitad de su seguridad.

El 24 de marzo cuando baje a la cocina a desayunar, "La Nación" mostraba en la portada la foto de un helicóptero abandonando la Casa Rosada.Lo primero que se me ocurrió fue ¡que bueno! por fin la echaron.Luego, un pensamiento especulativo ganó mi mente ¿suspenderían el examen?.Al mediodía el tema central en la mesa familiar fue el golpe.Mi hermana se mostraba particularmente satisfecha con la intervención de las fuerzas armadas.Esto me desconcertó

- ¿Pero, no eras peronista vos?  
- Si, pero esta tipa era una inútil. Asi el país no iba.

Durante los días siguientes toda la gente con la que hable estaba contenta con el cambio.Recuerdo que me pare frente a un quiosco y vi que una revista luego de loar al "gobierno del pueblo" durante tres años, se había apresurado a editar una edición "especial" sintetizando los mil días de la vergüenza, o algo así.Fui a la facultad a rendir el examen y me encontré con una pulcritud desconocida.Las pancartas que antes incomodaban el paso, habían desaparecido.Un sobrio cartel anunciaba lacónicamente que las nuevas autoridades habían suspendido hasta nuevo aviso toda actividad política en la facultad.


Capítulo 3