desaparecidos

Sin Marcos


La masacre de Margarita Belen: la dictadura de la ignorancia.






Desde (y antes aún) los fusilamientos en las estepas patagónicas, el bombardeo a Plaza de Mayo, los sucesos de la Semana Trágica y el ajusticiamiento en los basurales de José León Juarez, por citar algunas gangrenas históricas que ignora o mutila la historiografía oficiosa, la impunidad en todas ellas es un signo emblemático. Los hermanos Reinafé oscilaron, como péndulos expiatorios, en los patíbulos federales del crimen de Juan Facundo Quiroga, pero el verdadero asesino intelectual persiste en las sombras del manipulado anonimato. La impunidad es la mercenaria actriz en la tragicomedia política de la nacionalidad: Lavalle se desangra por las ráfagas de una partida, Moreno se hunde, previa matanza, en el vasto mar, Peñaloza mira vacío desde la pica en la plaza de Olta, y sus responsables - encubiertos y protegidos- sobreviven a sus víctimas. Los victimarios son los inocentes paradojales a la luz del espejo viscoso de nuestra patética identidad.

Aquí, en la comarca de Impunia, seudónimo inequívoco del Chaco, el fenómeno homónimo caracteriza su crónica viviente que apenas trasciende la centuria fundacional. En esas diez décadas, ínfimo guarismo en la gesta de un pueblo, sucedieron dos genocidios sucesivos: Napalpí (20 de Julio de 1924) y Margarita Belén (13 de Diciembre de 1976), denominados con el sustantivo idéntico de "masacre".-

El primero, una ejecución (una "limpieza étnica") de 200 nativos tobas, incluidos mujeres y niños, y criollos solidarios con su lucha por un salario digno, ametrallados y desollados en masa; el segundo una ejecución castrense, con procedimiento nazi, de veintidós militantes, previamente torturados. Uno bajo el gobierno de Fernando Centeno; el otro, durante la intervención militar de Antonio Facundo Serrano. Hasta esta edición periodística, el dueto de sangre no conoce, ni reconoce, condena a los culpables. Los retratos de ambos lucen en la galería de la casa de Gobierno aldeana.-

Hoy, a 24 años de la "Masacre en Margarita Belén", perpetrada por fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía del Chaco, los homicidas caminan, comercian, sufragian, evaden, ocultan, sobornan y simulan, junto a cualquier ciudadano honorable de la provincia. Gozan de privilegios inmerecidos y se jactan de su bárbara tropelía. Todos están sueltos: ninguno fue investigado, ni llamado a declarar. Tácitamente, fueron absueltos.

La legitimación de este auténtico Terrorismo de Estado se consolidó, en democrática plenitud, por la perversa complicidad de la mayoría de la clase dirigente y social y la estructura judicial de la provincia del Chaco, que mantuvo y mantiene relaciones ideológicas y económicas con los cancerberos de la dictadura setentiana. Los organismos internacionales y tribunales específicos de Derechos Humanos han condenado desde una ética ecuménica al gobierno, funcionarios y ciudadanos argentinos comprometidos, tácita y fácticamente, con el Proceso de Reorganización Militar.

El asalto armado a las instituciones republicanas fue, en su ontológica sustancia de veracidad, un Golpe de Estado Económico, que utilizó a sus Fuerzas Armadas de ocupación como legiones pretorianas en defensa del estilo de vida y los valores del orbe occidental. El 24 de Marzo de 1976 se instauró en la historia de los magnicidios contemporáneos un auténtico régimen subversivo: La Junta Militar fue la traducción operativa de la única subversión comprobada en la República Argentina que abolió la Constitución, los poderes representativos y los derechos y garantías de sus habitantes. Desde un punto de vista mas lato, se trató de un operativo delincuencial que se adueñó, ilegitima e ilegalmente, del patrimonio de la Nación. El latrocinio desolador y la expoliación obscena de los militares autóctonos emerge, de modo paulatino e inexorable, como la masa oculta de un inmenso iceberg de miseria, entrega y deshonra del heroico testamento de las luchas por su liberación del pueblo anónimo y unánime.

Inscripto en tal perspectiva abominable, la resolución del crimen fratricida de los jóvenes mártires está sentenciada al premeditado olvido y al concertado ocultamiento. Entraremos al inminente milenio con dos asignaturas pendientes en la conciencia - ciencia del entendimiento- de las generaciones argentinas: la dilucidación racional y sistémica de las causalidades protohistóricas de la Guerra del Atlántico Sur y del Proceso de Reorganización Nacional, respectivamente. Su ausencia provocada de los programas de estudio en las escuelas secundarias y en las universidades, en la investigación disciplinar y en la documentación periodística, configuran la continuidad, bajo otras condiciones objetivas, de una persistente dictadura de la ignorancia premeditada.

Pero la justicia histórica consuma su victoria, minuciosa e indetenible, con el testimonio inapelable de la realidad, única verdad enajenable. La historia, como sostiene Ludovico Vico, tiene sus cursos y recursos, sus meandros indetenibles por donde circula la eólica potencia de la dignidad humana. Somos ese río del tiempo que continúa su cauce madre sobre esplendores y atrocidades. Debemos ser testigos lúcidos de su paso ante las orillas de nuestra conciencia y animarnos a entrar en ella hasta el mar final.-

Bosquín Ortega.
Movimiento Popular en Defensa de los DD.HH del Chaco





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