Ven.
Vamos a sembrar sueños por toda Buenos Aires.
Mientras despega el cometa
de tus ojos
déjame creer un instante
que aún estás aquí abajo
conmigo.
Vení Marcelo.
Lejos de las bombas
lejos
de las astillas de tu casa
y de tus huesos.
Lejos del horror
y del vacío.
Vuelve a ese lugar en el que un día
fuimos.
Vení Marcelo.
Hablemos otra vez
de amor y penas.
Aquí está tu guitarra:
nuestras canciones nos esperan.
Dejemos dormir a la revolución:
está enferma y revienta
Marcelo
después de habernos reventado.
Ven.
Hablemos de nuestros amantes traicionados.
Mejor aún
hablemos
de sus traiciones.
Nosotros
estábamos más allá
de todo eso.
Ven Marcelo.
Ven.
...Déjame creer un instante
que aún estás aquí abajo
conmigo.
Ven.
Buscaremos tesoros entre las telarañas.
La lluvia será de oro bajo los cielos malvas.
Ven.
Construiremos castillos en las alcantarillas
y todo será hermoso
verás
sonarán las trompetas y saldremos
heraldos
a buscar el príncipe y a buscar la princesa
que querrán querernos
para siempre jamás.
Marcelo:
mira allí.
Se abre en el horizonte como una perla salvaje
nuestra isla.
¿Recuerdas?
Ese sitio en el que seríamos
eternamente libres
y felices.
Ven.
Sembraremos de sueños los surcos de la vida.
Déjame creer un instante
que aún existe esa isla
y el futuro es posible.
Ven Marcelo.
Ven.
Déjame llorar tus veinte años segados
tus veinte años
y la eternidad que nos robaron.
Déjame llorar por el tiempo que vendrá
huérfano de vos
desamigado
déjame llorar por el jamás aprendido
sobre el boquete infinito de tu ausencia
cierta
como imposible es el olvido.
Ven Marcelo.
Sembraremos de sueños los surcos de la vida.
Ven.
...Déjame creer un instante
que aún estás aquí abajo
conmigo.
Ramat ha Kovesh, 1976
Por Adriana Stein Fourman