desaparecidos

Sin Marcos


PREGUNTAS







                                                               "la poesía
la torturan
                                                                y nace la
sentencian y nace la fusilan
                                                                y nace".
                                                                          
     (JUAN GELMAN)

¿Se pasearán por Buenos Aires                                          
como si fueran héroes
o permanecerán en los cuarteles
esperando que el tiempo y el olvido
borren todos sus crímenes?
¿Preguntarán al mar por su destino?
¿Cultivarán las flores del jardín de la muerte
o esconderán el rostro entre sus manos
para no ver la luz que los acusa?
¿Tomarán la cicuta, emulando a Sócrates?
¿Se sentarán a la mesa con sus nietos
y contarán con minuciosidad,
no exenta de arrogancia,
las cosas que hicieron por la patria?
¿Subirán al Aconcagua
y se arrojarán al abismo como Empédocles
hasta ser consumidos por el fuego
o ser pasto de los zopilotes?
¿Llorarán a los pies de Macchu Picchu
su culpa abominable?
¿Se beberán en largas noches de insomnio
todo el vino de América
para acallar su mala conciencia?
¿Bailarán el tango de la nada?
¿Se esconderán debajo de las piedras
junto a los sapos y los escorpiones?
¿Se mirarán en todos los espejos
o arrancarán sus ojos como Edipo?
¿Se comerán sus propios ojos
porque fueron testigos
de todos sus desmanes?
¿Se sentirán amados por su pueblo
o repudiados como los asesinos?
¿Oirán cada noche la llamada
irrenunciable del remordimiento
o harán reuniones para recordar
las sentencias que firmaron,
los crímenes que cometieron,
las tropelías que no caben
en los libros de historia?
¿Lavarán la sangre de los muros
que todavía conservan los balazos
de los últimos fusilamientos?
¿Saldrán un día en la televisión
confesando su culpabilidad?
¿Tendrán el cinismo de decir
que obedecían órdenes
de otros que obedecían órdenes?
¿Se harán la cirugía estética
para no ser reconocidos
por los familiares de los muertos?
¿Se flagelarán en las plazas públicas?
¿Entrarán voluntariamente en un manicomio?
¿Hablarán por teléfono con Hitler?
¿Conservarán todavía las picanas
con las que torturaban a los presos?
¿Volarán en los mismos aviones
desde los que arrojaban
a hombres y mujeres embarazadas
con las manos atadas a la espalda?
¿Serán amados por sus esposas?
¿Soñarán con los barcos que llenaron
de prisioneros inocentes
para alimentar a los tiburones?
¿Declararán de nuevo
la guerra de las Malvinas?
¿Mentirán con la sonrisa en los labios?
¿Leerán a Manuel Puig?
¿Impugnarán el Informe Sábato?
¿Le pedirán perdón a Julio Cortázar?
¿Se escudarán en un verso de Borges?
¿Irán a ver al Papa
y se darán golpes de pecho
antes de comulgar como buenos cristianos?
¿Se sentirán todavía dignos
de entrar en el reino de los cielos?
¿Defenderán su honor ante los tribunales?
¿Irán a reunirse con las madres 
de la Plaza de Mayo
para pedir a Dios que los perdone
o se suicidarán  a medianoche
para no despertar a los vecinos?
¿Qué dirán cuando alguien les pregunte
qué hicieron con los hijos de Juan Gelman,
qué padre putativo será ahora
el que se arrogue la paternidad
del nieto del poeta?
¿Y qué dirá ese padre cuando el niño,
con ojos de inocencia,
mirándole a los ojos fijamente,
entrecortadamente, le pregunte
durante días y durante años:
papá, por qué te brota tanta sangre,
cada vez que me tocas, de las manos?


 (Bilbao, jueves santo, 8 de abril de 1998)

Por Antonio Casares



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