desaparecidos

Sin Marcos


UBI SUNT?







¿Dónde están -ubi sunt- los desaparecidos,
los que un día salieron de casa y no volvieron,
los que estaban en casa y fueron detenidos,
los que iban por la calle y desaparecieron?

¿Dónde los que tomaban tranquilamente el mate
después de la rutina del banco o la oficina,
o aquel cuya existencia era un duro combate
con el destino adverso, el andamio o la mina?

¿Dónde los estudiantes que amaban la utopía
y buscaban la forma de transformar el mundo,
dónde aquel compadrito de la melancolía,
dónde el último grito del preso moribundo?

¿Dónde pueden estar esos hombres cabales
que entregaron su vida a la ciencia o al arte,
dónde los que cayeron en manos criminales,
dónde el perfil tranquilo de Irene Bonaparte?

¿Dónde el patio que Borges soñara en las afueras,
con aljibe y con hiedra, con pérgola y con parra,
dónde el muro cubierto por las enredaderas,
y la mano que sueña tocando la guitarra?

¿Dónde aquel Mar del Plata que recuerda a Alfonsina?
¿Dónde los arrabales de Evaristo Carriego?
¿Dónde está Buenos Aires? ¿Dónde está La Argentina?
¿Dónde el poeta vidente a pesar de estar ciego?

¿Dónde el Guapo que amaba a la luz de la luna?
¿Dónde está la garufa que inició la reyerta?
¿Dónde el cielo lunfardo que los sueños acuna?
¿Dónde el cielo estrellado en la noche desierta?

¿Dónde está la milonga que Discépolo puso
en los labios ausentes de Gardel? ¿Dónde el tango
que afilaba cuchillos, ese tango difuso
que hablaba de los héroes de la noche y del fango?

¿Dónde las noches tristes como bandoneones
que lloran en los versos de Oliverio Girondo?
¿Dónde las madres muertas que desde los aviones
tiraron sobre el mar? ¿Dónde mi rabia escondo?

¿Dónde los maniatados, los tiros, las mordazas
en la boca del pueblo, dónde la última foto
que nos hicimos juntos, dónde las amenazas
que hicieron de nuestro sueño un sueño roto?

¿Dónde, con sus acólitos, se ocultaba Videla?
¿Dónde los cuerpos muertos colgados de los techos?
¿Dónde los golpes sordos que no dejan secuela?
¿Dónde los electrodos mordiéndoles los pechos?

¿Dónde están los milicos que firmaron papeles
para que a cada cual le llegara su hora,
dónde echaron la sangre que había en los cuarteles,
esa sangre que aún grita, esa sangre que aún llora.

¿Dónde la voz del pueblo que apagó la picana,
el tango que evocaba el arrabal porteño,
la viejita que se asomaba a la ventana
a ver pasar la vida como si fuera un sueño?

¿Dónde la madre aquella de la Plaza de Mayo
que murió sin saber dónde estaba su hijo?
¿Dónde la dulce abuela que luchó sin desmayo
hasta el último aliento? ¿Dónde aquel que bendijo

a los usurpadores de la Casa Rosada?
¿Dónde los desalmados que infringieron torturas?
¿Dónde los que lo vieron y no dijeron nada?
¿Dónde los delatores de inocentes criaturas?

¿Dónde Rodolfo Walsh? ¿Dónde Francisco Urondo?
¿Dónde Irene o Alicia, los que nadie conoce?
¿Dónde están los anónimos que yacen en el fondo
de una fosa común ? ¿Dónde se reconoce

a todos los culpables, a los abominables
autores de la muerte de miles de personas?
¿Dónde se generó el ruido de los sables?
¿En qué sitio del mundo esconden sus poltronas?

¿Dónde llamo, a qué puerta, a qué tierra, a qué cielo,
dónde lloro, en qué río, en qué mar? ¿Quién responde?
¿Dónde mi soledad? ¿Dónde mi desconsuelo?
¿Dónde puedo seguir preguntando? ¿Dónde? ¿Dónde?...


Por Antonio Casares



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