Una estrella se enredó en tu pelo
como una daga
callada
te abrió como una res para extraer
la raíz del dolor
y la esperanza.
Una estrella se clavó en tus ojos
multicolores
multiraciales
hasta dejarte dos cuencas vacías
y ciegas lágrimas
blancas.
Una estrella asaltó tu pecho
quemó tus manos
truncó tus pasos
y andás ahora
enloquecida convulsionada
fiera y digna agonizando renaciendo
Cristo de estrellas
Dagas y espadas
Blancas.
Barcelona, 1978
Por Adriana Stein Fourman