desaparecidos

Sin Marcos


ELEGÍA PARA FRANCISCO URONDO






	"Puedo estremecer el corazón..."
                                                               (F. U.)

En un lugar de América de cuyo nombre quiero
y puedo y hasta debo acordarme -Argentina-,
un hombre soñador, un poeta verdadero
se encontró de repente con la noche asesina.

Era, digo, un poeta que no cayó en la trampa
Del verso huero y vano que se mira el ombligo.
Su verso es una flor solitaria en la pampa,
Testigo del amor y del dolor testigo.

Vinieron como sombras que surgen de la noche
Hasta su domicilio de amor y fantasía.
Amordazado, solo, maniatado en un coche,
Se lo llevaron los que odian la poesía.

Conoció la mazmorra en la que se tortura,
El relámpago amargo, brutal, de la picana.
Eran los enemigos de la literatura,
El torvo polizonte, el bacán con canana,

El que piensa que el mundo está hecho a su medida,
El que hace de la patria un negocio, el milico, 
El que siente un profundo desprecio por la vida,
Aquel que sólo tiene sonrisas para el rico.

La noche fue su cómplice. Bajo la luna quieta
Pasaron como sombras por calles clandestinas.
En cárceles de odio encerraron al poeta
Y sembraron el odio por todas las esquinas.

Mataron al poeta, pero no, nadie ha sido,
Nadie es el responsable de los asesinatos.
Por las calles oscuras del más trágico olvido
Se ve pasar la sombra maldita de Pilatos.

Pero yo sé sus nombres: el general Videla,
Galtieri, Agosti, Viola, violadores de sueños,
Que hacen que lo real parezca una novela,
O los crímenes nazis nos parezcan pequeños.

En sus manos cayeron, como en un sueño roto,
Otros cuyo delito fue el del amor al arte:
Alicia Eguren, Gleyzer, Delfor Santos Soto,
Rodolfo Walsh -qué triste- e Irene Bonaparte.

A veces da vergüenza considerarse humano,
Compartir la existencia con el que fue perverso,
Pisar donde ha pisado la bota del tirano,
Saber que estamos todos en el mismo universo.

Se nos fue  casi anónimo, se marchó como el  rayo.
Nadie sabe bien dónde, nadie sabe bien cuándo.
Aún lo lloran las madres en la Plaza de Mayo.
(Estos versos que escribo también lo están llorando).

Sangre de la memoria, escribo esta elegía
Con  mi verso más triste y  mi dolor más hondo.
En nombre de la libertad y de la poesía,
Yo recuerdo al poeta  Francisco Urondo.

Por Antonio Casares



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