Junio 26, 2006

Entrevista a Schiffrin sobre el juicio a Etchecolatz

EL JUEZ DE LA PLATA LEOPOLDO SCHIFFRIN ANALIZA EL JUICIO A MIGUEL ETCHECOLATZ
"No me quería sentar encima de la prueba"
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A partir de las audiencias del juicio por la Verdad, este magistrado
dio el puntapié inicial para que se realizara el juicio contra Miguel
Osvaldo Etchecolatz, que comenzó esta semana.

Por Victoria Ginzberg

En 1999, después de escuchar durante más de un año testimonios de
sobrevivientes y familiares de desaparecidos en el Juicio por la
Verdad, el camarista de La Plata Leopoldo Schiffrin pidió a sus
compañeros del tribunal que el represor Miguel Osvaldo Etchecolatz
fuera citado como sospechoso. Todavía estaban vigentes las leyes de
impunidad. Se trataba de iniciar un camino y forzar una declaración
sobre la invalidez de esas normas. La iniciativa de Schiffrin fue
discutida, rechazada y, finalmente, girada a un juez de primera
instancia para que se investigaran los crímenes que habían conmovido
al juez en las audiencias públicas. Al magistrado le disgustó la
medida, pero ese hecho culminó en el juicio oral contra el ex director
de Investigaciones de la Policía Bonaerense que comenzó esta semana.
Schiffrin cuenta ese proceso y analiza los avances de los expedientes
sobre el terrorismo de Estado. "Tenemos una Justicia tardía, tenemos
que evitar que sea más tardía aún", señala.

­En La Plata dicen que esta causa se inició por hartazgo, porque usted
se cansó de escuchar tantos testimonios en el Juicio por la Verdad sin
poder hacer nada, ¿es así?

­Es así, sólo que está simplificado. En 1999, cuando ya llevábamos más
de un año de juicio y se veía que la prueba era abrumadora, preparé
con mis colaboradores de entonces una iniciativa dirigida al pleno de
la Cámara ­que no era una denuncia­ para que Etchecolatz fuera citado
en declaración indagatoria. No podíamos citarlo como testigo.

­Pero era difícil citarlo porque todavía estaban vigentes las leyes de
Punto Final y Obediencia Debida.

­Sí, pero más por el espíritu que existía, porque las leyes ya estaban
muy cuestionadas. La ley de Obediencia Debida tenía una parte procesal
que impedía el llamado a indagatoria, pero como estaba derogada, eso
no se aplicaba más. Nada impedía llamarlo por esos hechos. Después, él
podía invocar la ley de Obediencia Debida, que se podía aplicar como
ley penal más benigna.

­¿Y luego había que dejarlo libre?

­Si él invocaba la Obediencia Debida había que definir si la ley era
válida o nula, por eso nadie lo quería agarrar. En definitiva, hasta
que no hubo una corriente de opinión muy fuerte y avalada
legislativamente, en los tribunales no se dio el paso. El paso se dio
a la rastra de la opinión pública.

­¿Usted intentaba iniciar un camino y ver qué pasaba?

­Es que la derogación, para mí, fue un gran paso. En la Cámara Federal
de La Plata hubo un gran debate. Las posiciones estaban tan divididas
que al final esto lo decidieron jueces de primera instancia que
actuaron como conjueces y decidieron que esto fuera considerado una
denuncia, que no era tal. Yo me quedé muy lesionado. Estuve tres meses
sin ir a las audiencias. Me empezó a dar vergüenza.

­¿Vergüenza porque no lo citaban a Etchecolatz?

­En general... que se estuviera acumulando prueba... Me acuerdo que en
un momento en que habíamos ordenado una inspección ocular, un militar
me dijo: "Muy bien, usted acumula una montaña de prueba y después,
¿qué hace con eso?, ¿se sienta encima?" Yo no me quería sentar encima.
Entonces, ahí fue que la mayoría que no quiso tomar indagatoria lo
mandó como denuncia a primera instancia. El juez (Arnaldo) Corazza se
declaró incompetente y fue a Capital Federal, donde quedó en manos del
juez Sergio Torres, que la instruyó bien. Cuando toda la causa 44
(Camps) con sus derivados vuelve a La Plata, llega esta causa, que
estaba a tal punto preparada que ya tenía el pedido de elevación a
plenario. Así, quedó lista después de obstáculos procesales menores y
llegó a ser el primer juicio que se llevó a cabo. Llevó por años la
carátula Schiffrin sobre denuncia, hasta que la cambiaron por
Etchecolatz. Es decir que soy denunciante, pero no en el sentido
clásico de la palabra. Primero por lo que acabo de narrar, pero
también porque es una denuncia que se hizo por obligación del oficio.

­Los juicios por la Verdad fueron criticados porque no se podía
condenar a los represores. Las denuncias que salieron de La Plata
demostraron que tuvieron su utilidad, pero ahora que las leyes están
anuladas, ¿siguen teniendo sentido?

­Son irreemplazables. Esto funciona como una central de reunión de
información. En realidad, no hemos hecho ni la mitad del trabajo.
Hemos tomado más de mil cien declaraciones. Hay cantidad de casos que
no se conocen. Desaparecidos tenemos contados mil ciento ochenta y una
gran cantidad de ellos son nuevos con relación al Nunca Más. Y todos
los días aparecen nuevos. La capacidad de los juzgados de instrucción
no da para hacer estas cosas. Por esto es como una central de reunión
de información que los fiscales la toman para abrir causas o
enriquecer causas abiertas.

­Lo de central de reunión de información suena a la SIDE.

­Bueno, no sé cómo llamarla (se ríe). Pero no se olvide que se trata
de información pública a la que se puede acceder por Internet.

­Otra denuncia que salió del juicio por la Verdad es la del cura
Cristian Von Wernich, ¿en qué estado está la causa?

­Creo que tendría que ser elevada pronto a juicio. Hasta ahora nunca
se juzgó a un miembro de la Iglesia por estos hechos.

­Justo ahora que la Iglesia hace esos llamados a la reconciliación.

­La reconciliación es una idea que podría tener sentido cuando ambas
partes se han inferido iguales lesiones. Las más de mil declaraciones
y la documentación revelan que los blancos favoritos de la represión
no eran los pocos resistentes armados que podían quedar, sino la masa
de los activistas, por ejemplo, del campo gremial. Los dirigentes
gremiales de base y los estudiantes eran los favoritos. A la Cámara
viene gente muy humilde que nunca tuvo oportunidad de declarar. En
realidad, hay gente de dos tipos: los que agradecen la oportunidad y
dicen que por fin han encontrado un lugar donde los oigan y han podido
vertir sus penas y otros que están enojados que dicen "después de
tantos años y ¿qué pasa..?".

­Y los dos tienen razón, ¿no?

­Los dos tienen razón. Otra de las cuestiones que se ha comprobado en
estos juicios es la fenomenal desaparición de pruebas. Se supo que se
destruyeron 23 libros de la morgue policial de La Plata que eran
preciosos. El único que sobrevivió lo están usando en el juicio contra
Etchecolatz.

­En algunas jurisdicciones los juicios están avanzando y en otras
están estancados. ¿Se puede hacer algo al respecto?

­Yo siempre sostuve que hay que dictar una ley especial que obligue a
los jueces a actuar, no digo en términos muy breves, porque no se
puede, pero sí en términos muy claros. Y se debe establecer que si no
se cumple es causa de mal desempeño. Además se necesitan reglas para
agilizar algunos actos procesales, como las apelaciones.

­Es que se trata de delitos imprescriptibles, pero se corre el riesgo
de no hacer los juicios y de que se mueran los represores y las
víctimas.

­Claro. Cuando hay buena voluntad, por ejemplo en La Plata, los jueces
mandan incidentes de apelación y siguen instruyendo la causa. Pero,
para mí, tiene que haber una ley que obligue a los jueces a actuar. Yo
llevé un proyecto a (el presidente Néstor) Kirchner cuando se reunió
con la Comisión Provincial por la Memoria, al inicio de su mandato.
Fui como consultor de la Comisión y lo llevé, pero hasta ahora no pasó
nada.

­¿El destino de las causas termina dependiendo de la buena voluntad de
los jueces?

­No puede ser que dependa de la buena voluntad de los jueces. Muchos
dicen que no se puede establecer reglas especiales. Pero también está
esta circunstancia: acá hubo una sistemática denegación de Justicia
por 20 años. No sigamos atrasando el procedimiento. En Buenos Aires y
La Plata más o menos camina, pero en el interior...

­¿Cómo evalúa el accionar de los jueces en general?

­Está el problema genérico que tiene siempre una corporación
burocrática con un pasado ligado a la antigua república oligárquica.
Hoy hay muchos hombres nuevos, que no pertenecen a ese sector social,
pero aún así, el espíritu general es estar ligado a esa vieja
república no del todo desaparecida. Pero es una corporación en
transición. Yo quisiera que este momento crucial fuera de reflexión.
Ya que la judicatura está respondiendo en la forma que la Justicia
reclama, que las medidas legislativas también puedan impulsarlo.

­¿Por qué es un momento crucial?

­Si estos juicios no se hacen ahora y con cierta premura no se hacen.
Tenemos una Justicia tardía, tenemos que evitar que sea más tardía
aún. Hay desaparición de pruebas, testigos muertos.

­¿Por qué cree que ahora surge un grupo que defiende públicamente la dictadura?

­Porque empezó a verse que la lucha contra la impunidad produce
algunos resultados. Y eso conmueve la estructura de autojustificación
complaciente que subsistió tantísimos años.FIN.

Posted by federico at Junio 26, 2006 5:11 PM | TrackBack
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