Introducción

Documento Santa Fe I

 

El continente americano se encuentra bajo ataque. América Latina, la compañera y aliada tradicional de EstadosUnidos está siendo penetrada por el poder soviético. La Cuenca del Caribe está poblada por apoderados soviéticos y delimitada por Estados socialistas.

Ningún gran poder es lo suficentemente fuerte para conducir políticas exteriores hemisféricas como si las diferentes regiones del mundo estuvieran aisladas y no se afectaran entre sí. Históricamente la política de Estados Unidos hacia América Latina nunca ha estado separada de la distribución global de poder, y no existen razones para pensar que lo que suceda en la década de los ochenta entre los mayores Estados en un área del mundo, no afectará las relacoines de poder en los otros continentes. La Doctrina Monroe, la piedra angular histórica de la oplítica de los Estados Unidos hacia América Latina, reconocía una íntima relación entre la lucha por el poder en el Viejo y el Nuevo Mundo. 

Los tres grandes principios de esta doctrina eran:

a.       "No más colonización europea en el Nuevo Mundo".

b.       Abstención por parte de los Estados Unidos en los asuntos políticos europeos".

c.       "Oposición por parte de Estados Unidos a la itnervención europea en los gobiernos del Hemisferio Occidental".

 

Así, la Doctrina Monroe y el principio de no transferencia formaron la base primera y fundamental de la política latinoamericana de Estados Unidos, enfocándose en el impacto de las rivalidades europeas de poder sobre el Hemisferio Occidenta. El objetivo de seguridad de Estados Unidos era prevenir que cualquier poder europeo en expansión obtuviera avances estratégicos en el Nuevo Mundo, como resultado de las guerras, alianzas cambiantes o revoluciones en el Viejo Mundo.

La Doctrina Monroe servía como un sensible dispositivo político para determinar cualquier amenaza a la seguridad de la República. La Doctrina proclamaba que ciertas actividades en el Hemisferio Occidental no podrían ser interpretadas "de ninguna otra forma que no fuera como manifestaciones no amistosas hacia los Estados Unidos". La Doctrina prohibía la adquisición de territorios a poderes no americanos, la introducción de sistemas extraños, y la intervención en el Hemisferio Occidental. La Doctrina fue multinacionalizada y compatibilizada con la Organización de los Estados Americanos por medio de la Declaración de Caracas de 1954, la cual señalaba que:

"La dominación o el control de las instituciones políticas de cualquier Estado del continente americano por el movimiento comunista internacional, que extienda a este Hemisferio el sistema político de un poder extracontinental, constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los Estados americanos, poniendo en peligro la paz del continente, y exigiría la realización de una reunión de consulta para considerar la adopción de una acción apropiada de acuerdo con los tratados existentes".

La proyección del poder global de los Estados Unidos descansa sobre un Caribe cooperativo y una América del Sur que brinda su apoyo. La exclusión de los poderes marítimos del Viejo Mundo de Cuba, el Caribe y América Latina ha ayudado a Estados Unidos a gnerar un poder excelente para desarrollar actividades de balance en los continentes africano, europeo y asiático.

América Latina, tanto como Europa Occidental y Japón, es parte de la base de poder de Estados Unidos. No podemos permitir que se desmorone ninguna base de poder norteamericana, ya sea en América Latina, en Europa Occidental o en el Pacífico Occidental, si es que Estados Unidos debe retener energía extra para ser capaz de jugar un rol equilibrador en otras partes del mundo. Para un Estado equilibrador como Estados Unidos, no hay posibilidad de una acción global flexible si su poder está inmovilizado o bloqueado en cualquier área. En realidad, en áreas vitales para el potencial de poder de cualquier nación, no es suficiente la preservación del statu quo.

Estados Unidos debe buscar mejorar su posición relativa en todas sus esferas de influencia. Si existe una pérdida de firmeza con respecto a la importancia de mejorar la posición relativa de poder de una nación, será entonces sólo cuestión de tiempo hasta que el Estado inactivo sea reemplazado por su competidor.

Estados Unidos está siendo desplazado del Caribe y Centroamérica por un sofisticabo gero brutal superpoder extracontinental, que manipula Estados clientes. La influencia soviética se ha expandido poderosamente desde 1959. La Unión Soviética está en la actualidad instalada con fuerza en el Hemisferio Occidental; Estados Unidos debe remediar esta situación.

Antes de plantear las recomendaciones específicas del Comité de Santa Fe para una política responsable de Estados Unidos hacia América Latina para la década de los ochenta, deben comprenderse las premisas y consecuencias de la política reciente de Estados Unidos hacia América Latina, y presentarse los principios y suposiciones necesarios para enfrentar la peligrosa década de los ochenta.

Las raíces del presente dilema de seguridad de Estados Unidos se ubican a comienzos de los años sesenta, a saber, en el fracaso de Bahía de Cochinos en 1961, y en el posterior Acuerdo Kennedy-Krushchev que puso fin a la crisis de los misiles cubanos en 1962. En aquella oportunidad el incremento en la amenaza más allá de lo que se consideraba previamente como tolerable, hizo que se aceptara lo que anteriormente era inaceptable. La clara adopción por parte de Washington, durante la Guerra de Vietnam, de la posición de que América Latina no era importante estratégica, política, económica ni ideológica mente, erosionó aún más la posición de Estados Unidos. Y las premisas de la distensión posteriores a Vietnam desarrolladas por los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford (de que incluso una Unión Soviética intransigente y disruptiva carecía de la capacidad para desarticular un sistema internacional con una distribución más plural del poder, y en el que China aparecía como un aliado de facto de Estados Unidos en la contención de la Unión Soviética) se transformaron en la base de la política de Estados Unidos.

Las políticas iberoamericanas del presidente Jimmy Carter, intelectualmente apoyadas en los informes de la Comisión para las Relaciones Estados Unidos-América Latina y del Instituto de Estudios Políticos (IPS) son la culminación de este proceso de acomodamiento por medio del cual América Latina es excluida del interés estratégico de Estados Unidos, y los regímenes latinoamericanos independientes son abandonados frente a ataques extracontinentales por parte del movimiento comunista internacional.

Los gobiernos latinoamericanos sabían muy bien que la Administración Carter, al tomar posesión, buscaría normalizar las relaciones con Cuba. Los informes de la Comisión y del IPS planteaban la necesidad de emprender ciertos cambios básicos en el enfoque de Estados Unidos hacia América Latina en general, y hacia el Caribe en particular. Argumentando: a) Que la seguridad militar no necesitaba ser el objetivo dominante ni el principio ordenador para la política de Estados Unidos en América Latina. b) Que Estados Unidos no debería continuar la política de aislamiento de Cuba; c) Que "el apoyo material de Cuba a los movimientos subversivos en otros países latinoamericanos ha disminuido en los años recientes"; (I) Que Estados Unidos debería poner fin al embargo comercial a Cuba, y e) Que un "nuevo acuerdo equitativo con Panamá, respecto al Canal, podría servir a los intereses de Estados Unidos no sólo en Panamá, sino en toda América Latina", la Comisión y el IPS idearon el final de la presencia norteamericana en el Caribe. El informe del Instituto de Estudios Políticos era optimista ante los gobiernos socialistas de Jamaica y Guyana, y empleó la frase "pluralismo ideológico" para provocar una actitud receptiva de Estados Unidos hacia los modelos socialistas prosoviéticos de desarrollo económico y político.

El presidente Carter reflejó esta actitud en su discurso de Notre Dame en 1977, cuando declaró que Estados Unidos había superado un "temor desproporcionado al comunismo" El perdón de los convictos terroristas portorriqueños, la actitud descuidada hacia los esfuerzos de Fidel Castro por llevar al movimiento no alineado a una posición substancialmente más próxima a la soviética, y la cordial recepción en la Casa Blanca en 1979 a tres miembros sandinistas de la junta revolucionaria de Nicaragua, incluyendo a uno entrenado en Cuba, se transformaron en características de la política de Estados Unidos hacia América Latina.

Estados Unidos está cosechando las consecuencias de dos décadas de negligencia, miopía y autoengaño. Ahora, la Administración Carter se enfrenta a una Unión Soviética instalada vigorosamente en el Caribe y a una Centroamérica posiblemente marxista y con una orientación procubana. En contraste con las políticas simplistas norteamericanas, la Unión Soviética ha empleado tácticas sofisticadas tanto para incrementar las conexiones del comunismo internacional en América Latina, romo para reducir la presencia de Estados Unidos en la región.

La Habana acepta la doctrina de Moscú de que no existe un único camino de acceso al poder para el comunismo, y que los marxistas locales pueden emplear la persuasión pacífica, medios violentos o una combinación de la vía pacífica y la acción directa en el camino hacia el poder, y que el gobierno de Estados Unidos y las instituciones financieras privadas pueden otorgar reconocimiento diplomático y apoyo financiero a los movimientos marxistas latinoamericanos, si se les maneja adecuadamente.

El Kremlin busca unir el marxismo al nacionalismo y el antinorteamericanismo latinoamericanos, y explotar la incapacidad o la falta de decisión de los formuladores de política norteamericanos, para apoyar alternativas a los movimientos marxistas en la búsqueda de una Iberoamérica progresista y estable. Habiendo definido así el parámetro intelectual para los clientes, adversarios y objetivos, la Unión Soviética ha conseguido expandir sus nexos con los gobiernos de América Latina, a la vez que simultáneamente fomenta la subversión y la revolución allí donde la oportunidad aparece. La polít~ca exterior soviética está basada en la creación del caos y la explotación de oportunidades, y la base del poder norteamericano en América Latina no es inmune.

El régimen de Castro ha estado dando apoyo directo a las guerrillas urbanas y rurales en todo el Hemisferio desde 1959.

Cuando en 1967 Castro activó la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), lo hizo bajo la consigna de que "es el deber de todo ejército revolucionario hacer revoluciones".

El éxito cubano en el Caribe y Centroamérica es asombroso. Guyana, bajo el gobierno del primer ministro Linden Forbes Burnham, es un Estado rnarxista prosoviético. Forbes Burnham solicitó ser miembro asociado del COMECON en enero de 1977. Georgetown le permitió a Cuba utilizar el aeropuerto internacional de Guyana para el reabastecimiento de combustible durante la incursión inicíal cubana en la guerra civil de Angola en 1975. Adernás, cuando 70 delegados de 18 países del

Caribe asistieron a una conferencia de sindicatos en George town, pidieron mejoras en las condiciones de trabajo en el Caribe por medio de la copia "del moclelo socialista cubano"; deploraron la explotación "capitalista e irnperialista" de los pueblos del Caribe y alabaron a la Cuba comunista por haber eliminado la explotación.

El primer ministro de Jarnaica, Michael Norman Manley visitó Cuba en julio de 1975, Granma, el periódico comunista cubano, lo calificó de "un sincere amigo de la Revolución Cubana". El hijo de Manley estudia en La Habana. Su gobierno dio aprobación oficial a la aventura cubana en Angola, y su policía, que es rnavor que el ejército jamaiquino, es entrenada en Cuba. En la teoría de que el gobierno laborista de Manley era nacionalista y de que no tenía ninguna conexión forzada con Moscú, Jarnaica recibió 22 millones de dólares de ayuda nortearnericana en 1978.

Maurice Bishop llegó al poder en Granada en marzo de 1979. El nuevo aeropuerto de Bishop está siendo construido por los cubanos. Este campo aéreo controla el canal de agua profunda que bordea a la isla de Granada, a través del cual fluye el 52 por ciento de todo el petróleo importado por Estados Unidos. Buques tanques de Arabia, Africa y América Latina Ilegan al Caribe y entregan el petróleo a las refinerías de Bahamas y las Islas Vírgenes, Trinidad, Aruba y Curazao para su procesa miento y transporte posterior a Estados Unidos. Además, cerca de la mitad del aluminio importado por Estados Unidos del Caribe llega de Jamaica.

 

EI Canal de Panamá también juega un papel vital en el abastecimiento de petróleo a Estados Unidos. Panamá se encuentra bajo el control de un régimen militar de izquierda, el cual, de acuerdo con la CIA, fue el intermediario en la transferencia de armas cubanas y norteamericanas a los sandinistas en la toma del poder por los marxistas en Nicaragua, en julio de 1979. El Salvador y otras naciones de Centroamérica están ahora amenazadas por las guerrillas revolucionarias. Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos continúa con una clara actitud de indiferencia estratégica, a la vez que exige reformas sociales, económicas, agrarias  y de derechos humanos, como si incluso la más perfecta resolución de estos problemas pudiera detener a la expansión colonial castroide y a la subversión, y pudiera, por lo tanto, resolver las cuestiones estratégicas como un subproducto.

El Comité de Santa Fe sostiene que la política de Estados Unidos se encuentra en desorden, que las normas del conflicto y el cambio social adoptadas por la Administración Carter son las mismas de la Unión Soviética, que el área en disputa es territorio soberano de aliados de Estados Unidos y de socios comerciales que pertenecen al Tercer Mundo, que la esfera de la Unión Soviética y sus apoderados se está expandiendo, y que el balance anual de ganancias y pérdidas favorece a la URSS:

La respuesta norteamericana de huida camuflada ante el imperialismo soviético debe ser invertida. Estados Unidos debe presionar a favor de una solución inventiva, creativa y estratégica a esta situación. El realismo ético proporciona el apoyo moral subyacente a los principios de la política exterior que Estados Unidos ha utilizado tradicionalmente para solucionar el problema del valor y el poder en los asuntos extranjeros. La intervención de Estados Unidos en el extranjero estaba sólo justificada si respondía a la seguridad de la República, y no se legitimaba por la conformación de cualquier orden particular en cualquier otro país, a menos que estas actividades se vincularan con una amenaza extracontinental a Estados Unidos. Estados Unidos puede otorgar esta misma perspectiva nacionalista a todas las naciones de América Latina que no desarrollen una relación de semivasallaje con un superpoder extracontinental. Tal conexión semicolonial introduce un internacionalismo esterilizante en la cultura y en los países del Hemisferio Occidental, y socava una política latinoamericana basada sobre la reciprocidad.

El Comité de Santa Fe quiere subrayar que Estados Unidos no desea perseguir una política de intervención en los asuntos internos y exteriores de cualquier nación latinoamericana, a menos que los Estados iberoamericanos sigan políticas que ayuden e instiguen la intrusión imperialista de poderes extracontinentales. Una política de Estados Unidos hacia América Latina que tenga estas características, tiene el potencial para un sustancial apoyo latinoamericano, especialmente entre los regímenes independientes que aún quedan. Hace muchos años el bien conocido jurista internacional chileno, Alejandro Álvarez, escribió.

La Doctrina Monroe representa a los intereses de todo el continente, y todos los Estados de América han aceptado mantenerla. Además, aunque hasta este momento Estados Unidos haya sido su único defensor, en la actualidad sería posible encontrar Estados latinos lo suficientemente poderosos como para mantenerla si Estados Unidos se rehusara a hacerlo.

Estados Unidos debe desarrollar una política hacia América Latina que fomente la seguridad norteamericana e iberoamericana, que se base en la independencia nacional mutua y en la dependencia interamericana, que promueva el desarrollo económico y político autónomo basado en nuestra herencia cultural y religiosa, que acepte límites a los impulsos norteamericanos para promover reformas internas en Iberoamérica y que reconozca y respete la dignidad y sensibilidad de nuestros vecinos. En 1914, el estadista peruano Francisco García Calderón escribió acerca de la importancia del estilo en la política. Sus palabras deberían ser nuestra guía en los ochenta:

(...) los latinos tienen un sentimiento positivo hacia las formas y un cierto respeto hacia las actitudes apropiadas (...) Nada los irrita más que la tosquedad de los políticos de Washington (...)

La diplomacia, no importa cuan diestramente sea aplicada, es, sin embargo, sólo un método para obtener objetivos de política exterior. La política exterior y la estrategia nacional son, a su vez, instrumentos por medio de los cuales los pueblos buscan expandir o defender sus intereses.

Tanto la defensa de la soberanía de una nación como la preservación de la identidad cultural de un pueblo son fundamentales para garantizar su supervivencia. Estos dos elementos están siendo suprimidos y esterilizados por el comunismo internacional. Sólo una política norteamericana dirigida a preservar la paz, a promover la producción y a lograr la estabilidad política, puede salvar al Nuevo Mundo y garantizar la posición global de poder de Estados Unidos, la cual descansa sobre una América Latina segura y soberana. El continente americanos se encuentra bajo ataque. ¿Duda Washington?.

 

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