Introducción
La amenaza para las Américas

Documento Santa Fe II

 

Las Américas aún son objeto de ataque. Advertimos este peligro en 1980 (1). El ataque se manifiesta en la subversión comunista, el terrorismo y el narcotráfico. La capacidad de lucha de las democracias latinoamericanas para combatir estos ataques ha sido socavada por un estancamiento económico de toda la región, agravado por la deuda. La violencia política y el empeoramiento de la pobreza resultante, han producido una creciente crisis de emigración tanto dentro de la región como procedente de esta. A pesar de los esfuerzos iniciales del gobierno de Reagan para hacer frente a estos problemas y sus causas fundamentales, la situación, lejos de mejorar, se ha vuelto más grave, en el momento en que EEUU se encamina hacia la última década del Siglo XX. Gran parte de la falta de progreso puede atribuirse al hecho de que no se ha llegado a un acuerdo bipartidario que aborde los problemas de América Latina con un enfoque coherente y eficaz.(2)

 

Problemas en el horizonte

 

La red comunista subversiva y terrorista se extiende desde Chiapas en la parte sur de México hasta Chile, haciendo toda la costa del Pacífico, al sur del Río Grande, un escenario de conflicto abierto. Es evidente que la estrategia de conflicto comunista para la región es obtener el poder, o por lo menos, involucrar a las fuerzas de seguridad occidentales en prolongadas operaciones simultáneamente en varios países. La magnitud de esta operación tiene la implicación estratégica de reducir los compromisos futuros de EEUU en el continente euroasiático y aumentar así la capacidad de coerción soviética. Esto es real, incluso si se produce una reducción de  las fuerzas nucleares estratégicas soviéticas, debido a los acuerdos sobre control de armamentos. Al mismo tiempo, la estrategia de conflictos soviética extiende las posibilidades de EEUU para enfrentar sus responsabilidades mundiales.

Esta amenaza terrorista subversiva no disminuyó, sino creción en la pasada década. Nicaragua y Cuba, Estados satélites de la Unión Soviética en el Hemisferio, se han involucrado en el narcotráfico y establecido relaciones posiblemente dominantes y de cooperación con la mafia que se dedica a las drogas en Colombia. Los vastos recursos que produce el narcotráfico han aumentado la capacidad de la amenaza subversiva, más allá de lo que se concibió inicialmente. La posibilidad de tener que involucrar las fuerzas militares norteamericanas para combatir está públicamente expuesta ante comités del Congreso.

Al mismo tiempo, las economías latinoamericanas se tambalean con tasas de crecimiento sólo marginalmente positivas. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) en su informe preliminar de 1987, señala que en términos per cápita, el PBI global de la región aumentó sólo en un 0,5 por ciento de 1987, comparado  con el todavía bajo aumento del 1,4 por ciento de 1986. El informe concluye que estas cifras significan que “el deterioro de las condiciones de vida sufrido por la mayoría de las economías latinoamericanas relativamente más pobres, continuó en 1987”. Además, ha habido una aceleración en la tasa de inflación. Al frente se encuentra Nicaragua, con un 1.226 por ciento; Brasil, 338 por ciento; Argentina, 178 por ciento y México, 144 por ciento. Lo más preocupante es la alta tasa de inflación entre las tres naciones latinoamericanas más grandes, que también tienen la deuda más altas. Cuando se recuerda que la deuda externa total aumentó en más del 4 por ciento de 1986, parece real que el problema del servicio de la deuda se volverá más oneroso en la década que se avecina.

La mayoría de los norteamericanos ven la emigración latinoamericana como un problema de inmigración de EEUU. Es visto fundamentalmente en el sentido de cómo absorber o rechazar  los millones de personas desplazadas que se dirigen hacia EEUU. La respuesta inicial y probablemente la primera de muchas, fue la ley Simpson-Rodino. La m isma aspira a aceptar a inmigrantes ilegales que puedan probar que comenzaron a vivir en EEUU antes de 1982 y rechazar las migraciones posteriores mediante la imposición de multas a empleadores que con conocimiento hayan contratado a inmigrantes ilegales desde que la ley se aprobó el 6 de noviembre de 1986. sin embargo, el problema no es simplemente el atracivo de EEUU para los inmigrantes voluntarios, sino el desplazamiento de millones de personas debido a la violencia marxista, la pobreza, la mala administración gubernamental y el crecimiento de la anarquía y la corrupción generalizadas dentro de la propia América Latina. La fuente de este problema yace en las presiones que produce la emigración.

Si las tendencias actuales continúan, es virtualmente seguro que nos enfrentaremos a:

- Mayores actitudes hostiles latinoamericanas;

- Más Estados prosoviéticos;

- Más subversión;

- Mayores amenazas al sistema financiero internacional;

- Más crímenes y  narcotráfico impulsado por elementos subversivos;

- Más olas de inmigración; y por último,

- Mayor probabilidad de participación militar norteamericana.

Lo que observamos es una continuación de la actitud de indiferencia estratégica advertida por este comité en el pimer informe, realizado en 1980. A menos que EEUU enfrente los problemas de la región de una forma coherente, seria y bipartidaria, no existen perspectivas de cambiar estas tendencias. El costo de hacer frente a cada uno de los síntomas ya se ha elevado súbitamente, y el precio que quizás EEUU está obligado a pagar sobrepasará cualquiera que hayamos pagado en nuestros 200 años de historia.

 

La necesidad de democracia

 

Al parecer, el mayor éxito del gobierno de Reagan en Ame´rica Latina fue el retorno a la democracia. Este logro, no obstante su apoyo bipartidario, puede ser más frágil d elo que se piensa en la actualidad. Debe prestarse atención a las vulnerabilidades del régimen democrático.

Nuestro concepto del régimen comprende tanto el gobierno temporal como el permanente. En una democracia, el gobierno temporal es el funcionario electo. El gobierno permanente lo constituyen las burocracias y estructuras institucionales que no cambian como resultado de las elecciones, por ejemplo, las fuerzas armadas, el poder judicial y la burocracia civil. Para uqe la sociedad se mantenga democrática, esta debe exigir al regimen responsabilidad. Ello requiere una comprensión de la verdadera naturaleza del estatismo.

El estatismo ocurre cuando la sociedad está perdiendo o ha perdido la capacidad para exigir responsabilidad al régimen. En América Latina, el estatismo es un problema profundo y persistente. Tocqueville reconoció esta persistencia del estatismo en Francia, a pesar de la Revolución. Señaló que el ancien regime (*) aún se aferraba al poder incluso después que la Revolución había reemplazado, al parecer de forma permanente, al gobierno monárquico por la Asamblea Constituyente. El mismo escribió:

"No debemos continuar maravillándonos de ver con qué asombrosa facilidad se restableció la centralización en Francia a principios de este siglo. Los hombres del '89 destruyeron el edificio pero se mantuvieron los cimientos, incluso en las mentes de sus destructores y sobre esos cimientos, pudieron construir uno nuevo de repente, y más sólido de lo que se había fabricado nunca antes".

La actitud arraigada de muchos pueblos latinoamericanos es de tal naturaleza, que aun cuando las formas gubernamentales pueden cambiar el régimen, es decir, el gobierno permanente o temporal del momento, aún produce estatismo. Los gobiernos pueden ser inestables y cambiar, pero todos tienden a abogar  por la extensión del papel del régimen durante su mandato. Los amplio s y absorbentes poderes del régimen continúan en todo país donde esta perspectiva domine la cultura política.

Si un gobierno electo no está acompañado por un cambio de régimen y un cambio en l acultura política, entonces EEUU y América Latina se separarán aún más. No debe ser una sorpresa, como aparentemente lo es, que la Unión Soviética haya recibido una cálida acogida por parte de los gobernantes recientemente electos. Sin embargo, es sorprendente que gran cantidad de informes periodísticos de EEUU señalen el incremento de cntactos soviéticos con gobernantes latinoamericanos recién electos. Los logros soviéticos incluyen la firma de convenios de cooperación económica e intercambio cultural con Brasil y Uruguay en 1987, realizada por el minstro de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze; arreglos de la Unión Soviética con Perú, en torno a la deuda, donde Moscú acordó comprar 80 barcos pesqueros y comerciales de los astilleros navales de Perú, como parte de un plan de reducción de la deuda; y el primer acuerdo pesquero importante de Moscú con Argentina en 1986.

No es irónico que los esfuezos soviéticos por fomentar vínculos con esas naciones latinoamericanas deben haber sido ayudados por la nueva ola de gobiernos electos que se han extendido por la región. Esto no es simplemente el resultado de los esfuerzos de los gobernantes por distanciarse de los gobiernos militares que ellos reemplazaron, que en muchos casos también habían cooperado con los soviéticos. Ni fue simplemente un esfuerzo por aplacar a los izquierdistas prosoviéticos del país o una respuesta natural a una táctica soviética diferente hacia los Estados del Tercer Mundo.

Todos estos son factorers, pero lo más importante es que el regimen latinoamericano es estatista por hábito, aun cuando esté dirigido por representantes electos democráticamente. El régimen dirigista se sustituye a sí mismo cada vez más por iniciativa del ciudadano y reduce constantemente la esfera autónoma de la sociedad civil. El régimen soviético es más compatible con el estatismo latinoamericano que EEUU. En muchos casos es así aún cuando el régimen latinoamericano sea ostensiblemente democrático. El aumento de las becas soviéticas para estudiantes latinoamericanos es una muestra del reconocimiento de Moscú de que la educación y el adiestramiento soviéticos en los ministerios del Estado soviético e adecuado para la penetración del régimen estatista latinoamericano. En 1978, Moscú ofreció 2900 becas; una década después, el total se triplicó hasta 10000 aproximadamente. El deseo de los soviéticos de comerciar a través del trueque y de crear amplios proyectos del sector públicao, se ajusta a las mentalidades estatistas de las culturas soviéticas y latinoamericanas.

Además, la buena voluntad de Moscú de comprar computadoras y software a Brasil, la está abriendo al país más rico de América Latina. Por otra parte, esto coincide con ofertas para establecer empresas conjuntas de ferromanganeso, por ejemplo, y vender vehículos de lanzamiento para promover el programa espacial de Brasil. A su vez, estas medidas presionan a Argentina a cooperar más con los soviéticos, particularmente porque Moscú continúa preocupándose por el desequilibrio comercial resultante de sus masivas compras de granos argentinos.

Sin embargo, el problema fundamental es cultural -la lucha en torno a cuál es la naturaleza del mejor régimen. Por lo tanto, la cuesitón no es sólo sobre las formas y procesos de losd gobernantes electos. El hecho de centrarse en los procesos eleccionarios opaca los demás requerimientos esenciales para la responsabilidad democrática. Existe una tendencia para los que abogan por la democracia en EEUU de hacer énfasis en las elecciones con exclusión de los demás requisitos. Por ejemplo, el estatismo es a menudo visto simplemente como una forma de bienestar. Lo que no se entiende es que el régimen estatista en América Latina socava la independencia de la sociedad como una sociedad activa y con confianza en sí misma que pueda y haga que sus representantes rindan cuentas de su responsabilidad. El régimen democrático es aquel en el cual el gobierno tiene la responsabilidad de preservar la sociedad existente de ataques externos o intromisión por parte del aparato estatal permanente.

Estados Unidos es resurgente. Hemos rescatado el orgullo y las intenciones que perseguíamos cuando construimos este país y que lo convirtieron en el gran poder que es en la actualidad. Pero con el gran poder surgen grandes responsabilidades y EEUU no puede darse el lujo de seguir actuando con torpeza. En la Unión Soviética hacemos frente a un adversario que no se enfrenta al mismo tipo de responsabilidad que nuestro gobierno; la estructura de poder en moscú permite al Buró Político dirigir una política exterior eficaz, concertada y de largo alcance. Los estrategas políticos norteamericanos tienen que enfrentarse al hecho de que los intereses soviéticos son opuestos a los nuestros, no sólo en términos geopolíticos sino porque los valores e ideología que promueven son fundamentalmente antagónicos a la libertad y a la democracia del régimen. Los estrategas políticos norteamericanos tienen que estar en condiciones de reconocer la amenaza de los soviéticos y luego contrarrestarla. Esto significa que las políticas y progamas específicos y objetivos tienen que ser coordinados con los propósitos e intereses nacionales norteamericanos a largo plazo y que esos intereses y propósitos se mantengan rigurosamente en el centro de la atención.

Además de tener que enfrentar la amenaza soviética, las naciones latinoamericanas también tienen muchos problemas internos y estructurales. Estados Unidos debe ayudar a estos países a ayudarse a sí mismos, garantizando que cualquier esfuerzo genuino por promover la democracia sea premiado. No podemos permitir que sean esclavizados por narcotraficantes, terroristas o un Estado expansivo, de la misma forma que no podemos permitir que se expanda la tiranía imperial de los soviéticos. No podemos ser expectadors pasivos de que el esfuerzo por eleiminar la pobreza sea socavado por polítcas económicas o contra la deuda de miras estrechas que destruyen nuestra economía. Los estrategas políticos norteamericanos deben hacer llegar el mensaje de forma categórica y clara: el buen vecino está de regreso y se va a quedar.

 

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