Capítulo I. Recuerdos del olvido

CAMPO SANTO - Parte I

 

 

(Del testimonio del ex-sargento Víctor Ibañez) 


"Nací en un lugar del que no me acuerdo y al que nunca volví, en Tucumán. Soy, como quien dice, hijo natural. No conocí al que fue mi padre. A lo mejor alguna vez lo vi, me lo crucé cuando mi vieja iba de compras al pueblo conmigo en brazos, en una de esas él me vio a mí. Pero no me reconoció. Yo soy Ibañez de apellido por mi vieja, que fue madre soltera." 

"Tuve una hermana mayor que falleció poco tiempo después de mi nacimiento. Yo no la recuerdo, era muy chico. Pero sé que tuve una hermana por lo que cuenta mi vieja, cada vez que se acuerda de María Elvira." 

"Se podría decir que nunca viví en Tucumán. Antes de mi primer cumpleaños y por razones que ignoro, mi madre juntó unos pocos bultos, me cargó a mí y a las valijas que se había armado -mi vieja es chiquitita pero de esas mujeres fuertes- y se fue a la estación para tomarse el tren a Buenos Aires." 

"Le habían dado una recomendación para trabajar como mucama en la casa de una familia acomodada de la Capital, con cama adentro para ella y para su hijo; es decir yo. En esa época había más tolerancia que ahora. Porque hoy ¿quién le va a dar trabajo a una sirvienta que anda arrastrando a un guacho de un lado para el otro, eh? Nadie." 

"Mi mamá trabajó en unas cuantas casas. Fuimos de una a otra hasta que llegamos a la de los Coria. Ahí yo fui el niño mimado, me trataban como si fuera un hijo más de la familia. Incluso el patrón, que era director del hospital Rawson, aceptó ser mi padrino de confirmación. Se lo había pedido mi vieja porque ella quería que alguien importante como el patrón se hiciera cargo de mí por si a ella le llegaba a pasar algo." 

"En esa casa vivimos muchos años como si fuéramos parte de la familia. El doctor Coria era la mejor persona que podíamos haber conocido. Para mí fue un maestro, en cierto sentido el padre que no tuve. Y eso que él tenía a su hijo verdadero que hoy es abogado y tiene un estudio en la calle Talcahuano, cerca de Tribunales. Es unos cuantos años mayor que yo, ahora debe andar por los sesenta. Pero no era como su padre, a él le gustaba mantener las distancias. En cambio el doctor siempre me dio un lugar, se ocupaba de mí; prácticamente me crió. Puedo decir que tengo las mejores cosas, las más honestas, las más importantes gracias al doctor Coria." 

"Todo fue bien hasta que un día le dijeron a mi vieja que ya no me podían seguir teniendo con ellos. Que ya había crecido y no podía seguir viviendo en la casa. Que mantenerme con ellos sería un problema. Esto es lo que le dijeron a mi mamá: o me buscaba un lugar fuera de la casa donde ubicarme, o ella debería irse conmigo. 'Ya no podemos seguir alojándola a usted y a su hijo', le dijeron. Y mi mamá me internó como pupilo en el Roca, un hogar para hijos de familias indigentes, que quedaba en Alvarez Junte y Segurola. Ahí estuve más de diez años, como hasta los catorce."

 

 

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