ANCLA

por Natalia Vinelli

 

 

Acerca de ANCLA

Dijimos en el capítulo anterior que la Agencia de Noticias Clandestina nació como necesidad frente a una situación de opresión y autoritarismo. Política del área de Inteligencia de Montoneros, la agencia de contrainformación buscó "parar la ofensiva militar con respuestas políticas" (29). Esto significaba que todo el trabajo estaba destinado a generar grietas que minaran el muro del poder, al tiempo que se desarrollara, lentamente, la resistencia popular al régimen.

ANCLA empezó a funcionar en junio de 1976. Tan solo un mes después, los documentos confidenciales cursados por la embajada de Estados Unidos en nuestro país hacia el Departamento de Estado norteamericano dieron cuenta de la feroz interna entre los militares que se habían adueñado del gobierno argentino: la división entre "duros" y "moderados", la posibilidad de abrir cierto diálogo con los partidos políticos, el plan económico diseñado por José Alfredo Martínez de HOZ  (30), las maniobras de cada arma para imponer a sus hombres en los lugares de poder. Un breve repaso a estas tensiones entre el Ejército, la Marina y la Aeronáutica es fundamental a la hora de comprender el trabajo de la agencia, puesto que en su agudización iba la tarea central de la política de contrainteligencia.

 

Marco político

Una lectura rápida pero atenta a los cables de ANCLA, escritos hace unos 25 años, revela la oscura trama que se desenvolvía tras la aparente unidad de concepción del bloque en el poder. Las luchas intestinas entre las tres armas, que fueron una constante del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional", siempre tuvieron un lugar de análisis acertado en aquellos cables que llegaban por correo a las redacciones, a los militares, a los miembros de la Iglesia, a los empresarios.

Según documentos de la embajada estadounidense en la Argentina desclasificados recientemente (31), algunos de los sectores que antes habían apoyado el golpe comenzaron a alejarse tímidamente debido a la evidente política de exterminio sistematizado sobre cualquier opositor a la Junta Militar, por un lado, y debido a los estragos causados por la política económica de Martínez de Hoz, por el otro. Esto posiblemente favoreció el acopio de información por parte de ANCLA, ya que entre sus fuentes se encontraban "informantes calificados". La agencia retrata, en diferentes cables, los efectos de esa represión sobre todos los ámbitos de la sociedad argentina: la violencia del Estado terrorista, el abandono de la producción científica de nuestro país, las diferencias entre los miembros de la Iglesia, la crisis del aparato productivo.

En el cable del 30 de agosto de 1976, titulado "Campaña de censura y represión contra el periodismo", la agencia da cuenta de la situación represiva a través de un comunicado de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA); "Un agudo malestar ha causado en medios allegados a la Secretaría de Información Pública, que preside el capitán de navío Carlos Carpintero, la declaración emitida por ADEPA (...) La nota (...) cuenta como objetivo primordial el reclamo de poder informar más libremente y la condena abierta a los actos de violencia que sufren los hombres de prensa en la actualidad".

Asimismo, en otro cable (3 de enero de 1977, "La 'liberación' de los presos políticos en Argentina") ANCLA utiliza el discurso referido directo para dar cuenta del engaño de los "liberados", donde las comillas vienen a negar lo que la palabra ajena, la de los militares, afirma. Su propia opinión, que abre y cierra algunos de los cables, está puesta además en función reveladora: descubren la inexistencia de los enfrentamientos, de los liberados, de la opción de abandonar el país e, incluso, de la ambigüedad de la afirmación de que muchos detenidos por el poder ejecutivo habrían sido liberados, cuando habrían pasado a ser encausados por la justicia (es decir que seguirían detenidos), denunciando -a su vez- la función propagandística de tales anuncios.

Los efectos de la represión sobre la sociedad pueden verse también en el parte del 18 de septiembre de 1976, "La ola de violencia sobre los profesionales": "Los intelectuales argentinos acorralados por la violencia indiscriminada, buscan refugio en lugares del mundo más propicios para realizar sus actividades, produciéndose una verdadera 'fuga de cerebros'. Los científicos, técnicos e intelectuales que por distintos motivos no se alejan del país, permanecen en un estado de parálisis que redunda en un deterioro de la producción intelectual y de la investigación científica argentina".

Y con respecto a la Iglesia, el cable de ANCLA del 30 de agosto de 1976 ("Habría sido asesinado monseñor Angelelli") sostiene que "este conjunto de hechos ha creado una situación de creciente tensión entre la Iglesia Católica y el gobierno militar argentino, mitigada por las gestiones de algunos miembros de la alta jerarquía eclesiástica en un esfuerzo por detener la propuesta masiva del conjunto de los integrantes de esta institución religiosa".

En este marco, las luchas intestinas por el poder se proyectaban y complicaban cada vez más el sistema de gobierno diseñado por los militares golpistas. "Tres factores (…) acentúan las 'diferencias normales de opinión' (entre las Fuerzas Armadas) -dice al respecto un informe secreto de la embajada norteamericana en julio de 1976-: a) El difícil sistema de manejo de la Junta. La Junta, no el presidente, es la autoridad suprema del país. El gabinete y las áreas de responsabilidad están divididos entre las tres fuerzas. Esto traslada rivalidades al gobierno y fomenta el que los ministros e interventores tiendan a reportarse y a responder más al jefe de su arma que al presidente. b) La incapacidad de (Jorge Rafael) Vide la para afirmarse (...) c) Las ambiciones del almirante (Emilio Eduardo) Massera (... ya que) no quedan dudas de que apunta a la presidencia. (…) Videla es consciente de las maniobras de Massera, desconfía de él y probablemente le gustaría librarse de Massera antes de que este último intente liberarse de él (...) Videla y Viola supuestamente también se consideran adversarios" (32).

El traslado de "rivalidades al gobierno" se hace presente en muchos de los cables de ANCLA: "La Marina argentina propuso como presidente de la república al general Luciano Benjamín Menéndez, reservando al actual titular del Poder Ejecutivo general Videla, el cargo de comandante en Jefe del Ejército. La posición de la Marina incluye un abanico de posibilidades que cubre desde la candidatura presidencial (...) hasta el nombramiento de otro alto jefe militar en un eventual cargo de 'primer ministro'. Pero en todos los casos supone el desdoblamiento de la función ejercida por Videla", explica el cable del 20 de diciembre de 1976, "La crisis en la cúpula militar". El mismo cable luego continúa que "las propuestas manejadas por el sector orientado por el general Viola privilegian la titularidad del Poder Ejecutivo para el general Videla (...) y ubican al general Viola en la Comandancia en Jefe del arma. Tanto la Marina, la Aeronáutica, como el sector del Ejército orientado por el general Menéndez cuestionaron al general Viola (...) por su relación con políticos y sindicalistas. Los enfrentamientos en la cúpula militar (…) se agudizaron a partir de que el general Viola lograra mejorar su relación de fuerzas con los cambios producidos en el arma por la Junta de Calificaciones. En dicha oportunidad, si bien la llamada 'línea Viola' perdió la Brigada I de Caballería y debió pactar en algunos casos con el ala liderada por Menéndez, pudo pasar a disponibilidad a cuatro opositores (Paladino, Vilas, Buasso y Mujica), promover a altas funciones a generales afines (Vaquero y Olivera Rovere) y mantener sus posiciones en el gobierno (...). La contraofensiva emprendida por la Marina, Aeronáutica y el sector aliado del Ejército, se ha centrado en dos ejes: la relación Junta-Poder Ejecutivo, y la cuestión sindical, a través de la Ley de Asociaciones Profesionales".

Las consecuencias de ese pase a disponibilidad de "cuatro opositores" se evidencian cuatro meses después, en el cable del 14 de abril de 1977 ("Campaña por tres generales retirados"). Allí, la agencia sostiene que "volantes reclamando por el retiro forzado de los generales Acdel Vilas, Juan Antonio Buasso y Rodolfo Clodomiro Mujica fueron arrojados en el centro de Buenos Aires, como un síntoma más de las divisiones que agitan a la cúpula militar argentina (...) Los tres formaban parte del ala ultraderechista del Ejército, enfrentada con (...) Viola y apoyada por (...) Massera".

Estas luchas internas se vieron representadas también en el allanamiento de la vivienda del general de brigada Arturo Amador Corbetta (del ala "Iegalista") poco más de un mes después de la detonación de una bomba en la Superintendencia de Seguridad Federal, reivindicada por Montoneros. Corbetta, luego de "una verdadera rebelión de la plana mayor policial-en reclamo de sangrientas represalias-"  (33), relevó a los superintendentes de dos unidades operativas de la Policía Federal y presentó su propia renuncia como jefe policial.

"Las diferencias entre Corbetta y (el ministro del Interior, Albano) Harguindeguy datan de tiempo atrás, habiéndose evidenciado al decidir el ministro (...) que los jefes policiales relevados (…) en la crisis de julio se desempeñaran como asesores de su ministerio". El cable puntualiza que "el general Corbetta se ubica entre los más firmes sostenedores de la posición 'legalista' en cuanto a la represión antisubersiva (…) Su oposición (...) se manifestó especialmente a raíz del asesinato del general boliviano y ex presidente de ese país Juan José Torres y de la 'ejecución' de los cinco religiosos de la orden de los palotinos, en los primeros días de julio".

Asimismo, en la crónica y el análisis de los hechos del cable del 19 de diciembre de 1976, "Malestar en la Policía provincial", ANCLA desarrolla su argumentación poniendo de relieve la oposición interna entre policías y militares. Así, la agencia aparece como conocedora de sucesos "secretos": las divisiones internas de las Fuerzas Armadas y de seguridad, y las previsiones que éstas proyectan para un futuro inmediato ("comisarios generales y jefes regionales (…) estarían dispuestos a realizar un planteo (…) al comandante del Primer Cuerpo del Ejército"). El cable parte de la detonación de un artefacto explosivo durante una reunión de la plana mayor de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PPBA), "reivindicada para sí por la organización peronista Montoneros".

Otro de los múltiples y violentos reflejos de las diferencias internas entre las tres armas tuvo lugar con el secuestro, en Buenos Aires y por parte de un grupo de tareas de la Marina, del embajador argentino en Venezuela nombrado por Vide la, Héctor Hidalgo Solá (julio de 1977). Esa era una de las nada sutiles trabas de la dictadura para nombrar civiles en cargos de gobierno. Pero la imagen norteamericana de Videla como militar de un ala supuestamente "democrática" ("Soldado profesional decente, honesto y sincero, obviamente aborrece las confrontaciones políticas y las luchas internas", dice uno de los documentos desclasificados) se desvaneció rápidamente, cuando fue el mismo Videla el que cerró toda posibilidad de apertura hacia los partidos políticos tradicionales. A esa supuesta apertura no solo se enfrentaba la Marina: también Martínez de Hoz, enfrentado a Massera -y ahora a Videla-, la descartaba. Es que necesitaba "más tiempo para que sus medidas de austeridad reviertan la economía" (34).

El plan económico de Martínez de Hoz, apoyado y alentado por Estados Unidos, no podía "aplicarse sin un considerable sacrificio de una parte de la clase trabajadora", explicaba entonces el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en un documento confidencial. Este "considerable sacrificio", al decir del funcionario, se tradujo entre 1976 y 1978 en un descenso de los salarios reales industriales básicos de entre el 57,7 Y el 28,3 por ciento, de acuerdo a la rama de la producción. Al mismo tiempo, la deuda externa "creció un 50 por ciento, pasando de 5.189 millones de dólares en el 76 a 8.357 millones en el 78. Las inversiones extranjeras, en cambio, treparon de 4.115 millones de dólares (...) a 147.070 millones" (35). Esas inversiones, en 1981, se transformarían en la sideral deuda externa argentina.

En otras palabras, en el diseño norteamericano de nuestra economía, el "sacrificio" era parte de un programa que, en líneas generales, incitaba "a la Argentina a que aceptara su 'papel productor de alimentos' y dejara controlar su potencial nuclear, además de impulsar las políticas de apertura y endeudamiento externo, que derivarían en un proceso de desindustrialización" (36). Esos 147.070 millones de dólares en inversiones extranjeras no se traducían en inversiones productivas, sino -por el contrario- en el endeudamiento a través de préstamos a las empresas estatales y privadas. Es decir que esa "inversión extranjera" se daba gracias a los préstamos que Estados Unidos otorgaba a las empresas vinculadas al poder militar o a las empresas estatales obligadas a endeudarse. Luego el total de la deuda sería absorbida por el Estado.

Un año después del golpe, ANCLA revela que "el único éxito que el ministro José Alfredo Martínez de Hoz pudo exhibir ante sus ceñudos interrogadores castrenses fue un superávit de 1.100 millones de dólares en el balance de pagos, lo cual no es extraño si se considera que se produjo un ingreso de 1.300 millones de dólares por créditos obtenidos del Fondo Monetario Internacional y de bancos de Estados Unidos, Japón y Europa para refinanciar la agobiante deuda externa argentina de 12.000 millones de dólares. El producto bruto descendió un 2,9 por ciento y el consumo casi un 8 por ciento, creando situaciones críticas a importantes sectores industriales como la producción automotriz (...) Esta grave recesión hizo trepar al 10 por ciento el índice de desocupación, pese al plan del ministro (...) de evitar un desempleo masivo por la vía de una caída generalizada del poder adquisitivo del salario. Temeroso de los estallidos sociales, el gobierno militar anunció a los empresarios que podrían mantener sus ganancias congelando los salarios. Pero (… restringiendo) al mínimo los despidos de personal" (37).

A esta situación también se refiere uno de los documentos de la embajada norteamericana: "Los trabajadores no son el único problema de Martínez de Hoz. También tiene sus críticos dentro de los militares", en referencia a las ambiciones de Massera y su aliado Guillermo Suárez Mason.

Todas estas "diferencias" tuvieron otro capítulo en la discusión sobre la elección del llamado "cuarto hombre", impulsada por el Ejército a finales de 1977 y en cierta forma adelantado por ANCLA casi un año antes ("La contraofensiva emprendida por la Marina, Aeronáutica y el sector aliado del Ejército, se ha centrado en (...) la relación Junta-Poder Ejecutivo"). Ese "cuarto hombre" sería Videla, que ya retirado como comando en Jefe asumiría como presidente "civil" con autoridad superior a la Junta, la que sólo en casos de emergencia ejercería el poder de veto. La Armada y la Fuerza Aérea, en cambio, proponían un "cuarto hombre" sometido a la Junta como órgano supremo.

Videla asumió como presidente en 1978, cargo que hasta ese momento había ejercido, pero en calidad de miembro de la Junta. Massera seguió en la Junta como jefe de la Armada. En la jefatura del Ejército Roberto Viola reemplazó a Videla, pero en una tormentosa y dividida votación del alto mando de la fuerza: Viola no contaba con el apoyo unánime de los comandantes de cuerpo, "donde está el verdadero poder del Ejército", tal como consta en los documentos secretos.

Las maniobras aquí mencionadas brevemente conforman parte del marco político en el que se desarrolló ANCLA, entre 1976 y 1978 (38). En cada uno de los partes pueden verse en juego la identificación propia, los objetivos político ofensivos de la agencia, el tratamiento de las fuentes y la construcción de un destinatario múltiple para consumar sus tareas de contra inteligencia y contra información. La agencia, que se presentaba en forma difusa, cuidó todo el tiempo su redacción a fin de que no aparecieran marcas explícitas de identidad; mientras que las contradicciones militares aparecían siempre puestas en relación con alianzas y hechos.

 

Informaciones e inteligencia: el origen de la agencia

En el organigrama montonero, el Departamento de Informaciones e Inteligencia dependía de la estructura militar de la organización (39). Su función era la de realizar evaluaciones acerca de la situación del "enemigo" (40), de la situación militar, de los posicionamientos de los partidos políticos y de la Iglesia y de la situación del campo popular. Su objetivo, servir a la toma de decisiones políticas y a las actividades internas de Montoneros, entre cuyas tareas estaba la de armar un "ejército popular" (Ejército Montonero).

Para cumplir con su trabajo, el departamento contó con un importante bagaje de información. Por un lado, manejaba el archivo periodístico del diario Noticias (que Walsh integró en 1974), y recopilaba y analizaba los informes publicados por la prensa legal; por el otro, cada sector de la organización hacía llegar información referente a fuerzas de seguridad, operativos, patronos, etc., a esa estructura, formando una red interna a través de los canales orgánicos.

La información, que se archivaba y se procesaba, se complementaba con los datos arrojados por interceptaciones a la red de transmisión policial y de las Fuerzas Armadas. Esta actividad se denominaba "escucha", puesto que requería escuchar cotidianamente las transmisiones y desentrañar sus códigos para captar algún operativo o secuestro.

Las fuentes de la información, por lo tanto, podían ser internas (estructura orgánica), públicas (diarios y revistas) y clandestinas (interceptaciones y contactos "calificados"), además de los colaboradores "por afuera" de la organización: un trabajador, un vecino que había visto un operativo, un estudiante, un familiar, un conscripto, etc. Esta última modalidad fue básica en el caso de ANCLA, sobre todo a medida que la represión iba deteriorando cada vez más las estructuras orgánicas.

Rodolfo Walsh, a cargo de una de las áreas del departamento (41), le daba una importancia fundamental a la información política que se desprendía de diarios y revistas de circulación legal. Solía prestar especial atención a los discursos de los generales para descubrir las diferencias entre cada uno de los sectores de las Fuerzas Armadas, a quienes respondían en el plano económico, sobre qué sector de la Iglesia se apoyaban.

"Una de las tareas centrales de Informaciones, y después también de ANCLA -explica Lila Pastoriza, quien participó en Inteligencia- era recopilar los recortes de los diarios todos los días: se publicaba mucha más información de la que se cree, y complementada con los datos obtenidos por las demás vías se empezaba a armar el rompecabezas" (42).

Es decir, más que grandes contactos en las altas esferas del Partido Militar, la información que llegaba a informaciones e inteligencia emanaba "desde los conscriptos hasta el tipo que era policía desde mucho antes, que era peronista y pertenecía o colaboraba con Montoneros. No era información 'central', porque un colimba (43) no tiene información central, pero -por ejemplo- todas las informaciones acerca del funcionamiento de la ESMA se recopilaron gracias a colimbas que cumplían el servicio militar en ese lugar. Si bien existían algunos contactos a más alto nivel, no eran tan fundamentales" (44).

La calidad del servicio de informaciones montonero pudo, en un sentido amplio, notarse en más de una oportunidad. "Aramburu, Villar, los Born, la fábrica de armas Halcón, el Hércules y muchos otros fueron posibles porque compañeros como usted nos pasaron la información necesaria", sostiene un artículo de la revista Evita Montonera (45). De ahí se desprende su importancia dentro de la estructura militar de la organización, en tanto servicio de inteligencia.

La revista continúa: "Todos manejamos alguna información sobre el enemigo: el cana que vive en el barrio, la pinza que vimos, el plano de la comisaría o el cuartel donde hicimos la colimba, el matón del sindicato, la casa de un traidor del movimiento, el dueño de la fábrica donde trabajamos. Esa información, tal vez, en sí misma no sea muy importante o tal vez no sirva para una acción militar espectacular, pero para nosotros por más pequeño que sea cualquier dato es útil, porque lo unimos a otros datos y así vamos armando nuestra red de información" (46).

Cuando comenzó la acción represiva de la Triple A (47), el departamento de informaciones cumplió una tarea esencial: envió fotografías de los sospechosos de participar en ese organismo paramilitar a cada una de las áreas de la organización, con el objeto de identificarlos. Según Richard Gillespie, la apelación a la policía de la Provincia de Buenos Aires realizada en 1975 por los Montoneros, además de otras peticiones, sirvieron para cosechar aún más datos acerca de las tres AAA, los que más tarde se utilizarían para estimular la denuncia del accionar de ese organismo por parte de políticos y personalidades (48).

Los militantes que participaban del departamento cumplían diversas actividades relacionadas a contrainteligencia. Hacia 1976, Walsh se encontró con la necesidad de dar salida a todo ese bagaje informativo que se venía construyendo desde 1973. Reunido con Lila Pastoriza, Lucila Pagliai, Eduardo Suárez (desaparecido en agosto de 1976) y Carlos Aznárez, discutió acerca de la posibilidad de crear una agencia de noticias. Luego, hizo el planteo formal en la estructura superior de la que dependía el organismo, posiblemente la dirección de Inteligencia (supuestamente a cargo de Horacio Campiglia, alias "Petrus", a quien Walsh nombra en uno de sus papeles personales) (49) o la Secretaría Militar, en ese entonces a cargo de Horacio Mendizábal.

"Rodolfo era muy habilidoso en ese sentido. Por eso, cuando se arma la agencia, la discusión se da en buenos términos con la organización. ANCLA parecía una tarea absolutamente racional", señala Carlos Aznárez (50), y luego agrega que Walsh aparecía como "el más capacitado para llevar adelante un proyecto de esas características: tenía inserción en el gremio, contactos cualificados y gente en distintas áreas que le facilitaban la información, a él y a ningún otro".

Según Aznárez, Walsh "estaba al día con toda la tecnología que pudiera servir para la contrainteligencia. Rodolfo era un minucioso investigador en ese área y en muchas ocasiones mandaba a comprar artilugios al exterior, que luego servirían para hacer 'escuchas'. Además, era uno de los más grandes 'descriptadores' que tenía la 'orga', podía descifrar una clave policial o militar (a nivel de mensajes 'tabicados') en muy poco tiempo. Y a la vez, era un maestro para generar mensajes en clave, que -luego nos enteramos- a los milicos les costaba mucho entender" (51).

Esta experiencia, no individual sino colectiva, sirvió para encontrar una herramienta que permitiera dar a conocer, por otra vía, lo que estaba pasando: todos los órganos legales de prensa partidaria estaban definitivamente clausurados, la represión cada vez era más dura y muchos medios de comunicación masiva desecharon rápidamente la posibilidad de publicar informaciones provenientes de fuentes no oficiales.

 

ANCLA: objetivos

En virtud del material recopilado y de las entrevistas realizadas, puede observarse que ANCLA tuvo tres objetivos centrales: "informar a los que informan", es decir, brindar información veraz a los periodistas a fin de romper el bloqueo informativo; funcionar como una herramienta de denuncia no sólo acerca de las violaciones a los derechos humanos, sino también acerca de aspectos de la política económica, la situación social que se vivía en el país, y de la movilización obrera sistemáticamente silenciada; y, fundamentalmente, agudizar las contradicciones existentes en el seno de las fuerzas armadas y demás sectores de poder.

 

Agudizar las contradicciones

La Agencia de Noticias Clandestina, como dijimos más arriba, fue parte de la política del aparato de Inteligencia, y en ese sentido orientó su accionar. Ya desde la elección del nombre, Walsh buscó generar confusión entre las Fuerzas Armadas. Por eso utilizó la sigla ANCLA: las competencias en el seno de las FFAA permitieron que la agencia funcionara con relativa tranquilidad durante unos meses, ya que cada arma sospechaba de la otra en la autoría de los cables. Pero lo cierto es que lo que más preocupaba a los militares era el contenido de esos misteriosos partes: por la calidad de la información, evidenciaban un conocimiento de la situación para ellos sólo posible a través de fuentes militares.

Según Lila Pastoriza, responsable del ámbito que llevaba adelante la agencia, Walsh planteó la importancia de realizar un trabajo político entre las Fuerzas Armadas y de seguridad, destinado a agudizar sus contradicciones internas: había que enfrentar al sector de la Iglesia "X" con el sector del capital "Y", o con alguna de las tres armas. En este sentido era necesario "generar instrumentos de acción psicológica para producir o acelerar las contradicciones dentro del campo del enemigo. Como lo que de alguna manera hacía la guerrilla era unificarlo, nuestro objetivo entonces era dividirlo" (52).

Para lograrlo, los cables -redactados de manera ambigua en cuanto a la identidad de la agencia y de las fuentes- eran enviados por correo a personajes cruciales elegidos de antemano en función de las necesidades políticas; al tiempo que la difusión entre periodistas aportaba a la circulación de rumores y generaba un marco más amplio para la acción política y la agitación. Para conseguir las direcciones más importantes, allí estaba el trabajo de inteligencia: según Roberto Perdía, existía en la organización una nómina de oficiales a los que enviar la información "para provocar despelote entre ellos, opiniones", aunque "se sabía de dónde venía esa información" (53).

La forma de ordenar los datos servía, además, para dar relieve a las diferencias entre los sectores de poder, mientras que la cantidad de fuentes en diferentes sectores de la sociedad y ciertos "informantes calificados" les permitían realizar análisis tan certeros que provocaban dudas y preocupación entre sus destinatarios. Este objetivo, en sí mismo, descubre a la agencia como un instrumento ofensivo de contrainteligencia: "Se generaron todo tipo de cables cruzados, que provocaron desde temor hasta incredulidad" en el seno del poder, señala Carlos Aznárez (54). De ahí que su ámbito natural estuviera vinculado a la estructura de inteligencia de Montoneros.

La política de contra inteligencia no se agotaba con el funcionamiento de ANCLA: también se editaban papeles y estudios acerca de temas conflictivos, como por ejemplo la soberanía o la política económica. Entre ellos figuran los Cuadernos de la Soberanía, redactados y distribuidos por Horacio Verbitsky y donde también participaba, entre otros, Patricia Walsh. Según expresó la hija menor de Rodolfo en la presentación de la primera edición de este libro, en los Cuadernos... trabajaba "un grupo no muy grande de compañeros, que en plena dictadura y en la absoluta clandestinidad, nos dedicamos a escribirlos".

Los Cuadernos... -explica a su vez Verbitsky- "eran como la contraimagen de lo que la dictadura planteaba a los oficiales jóvenes", era mostrarle a los militares la posibilidad de una forma distinta de ser militar. "Nos planteábamos la disputa ideológica en ese sentido -continúa-, con la idea de que no era inevitable que todos los militares fueran secuestradores, asesinos y lapidadores del patrimonio nacional. Pensábamos que, en general, cuando un adolescente comienza la carrera militar lo hace con intenciones generosas, no con la idea de convertirse en un asesino y un ladrón. Sin hacemos demasiadas ilusiones, procurábamos fortalecer esas contradicciones".

Entre los cables de la agencia donde se deja entrever este objetivo, se destacan: "Malestar en la policía provincial", "La crisis en la cúpula militar" y "Divergencias en las Fuerzas Armadas argentinas", emitidos durante 1976; "Explicaciones económicas para el asesinato de un jefe militar", "Polémica por una obra recientemente inaugurada", "Brasil desplaza a la Argentina en la fabricación de aviones", algunos apartados del "Servicio especial: a un año del golpe militar en la Argentina" y "Campaña por tres generales retirados", durante la primera mitad de 1977; y "El cuarto hombre recién en 1979", y "¿Qué está pasando en la Junta Militar?", correspondientes a la reanudación de los servicios de ANCLA a partir del mes de agosto (para más información sobre las etapas de ANCLA, ver el apartado sobre funcionamiento) (55).

Ahora bien, el1 9 de abril de 1977, en conferencia de prensa, el Comando en Jefe del Ejército dio a conocer un informe sobre "La subversión en la Argentina". La conferencia duró cuatro horas y la introducción estuvo a cargo del comandante en jefe, teniente general Jorge Rafael Videla (en ese entonces presidente). También expusieron Roberto Viola (titular del Estado Mayor de esa arma), Carlos Alberto Martínez (jefe II -Inteligencia- del Estado Mayor General), y Luciano Adolfo Jáuregui (titular de la jefatura III-Operaciones-) (56).

Lo que más interesa aquí es la "exposición" de Martínez, entre comillas dado que los medios de comunicación de la época hicieron una transcripción exacta del documento oficial leído durante la conferencia. En uno de sus apartados, dice: "La acción sicológica (AS) ha desempeñado un importante papel en el accionar subversivo y ha recurrido a diversos medios que van desde publicaciones clandestinas, inscripciones murales, panfletos, pegadas de obleas, emisiones radiales clandestinas, propaganda y/o intimidaciones por vía postal o telefónicas, visitas domiciliarias, etc., hasta el empleo de propaganda armada y uso de explosivos de alto poder sobre lugares de concentración de personas (Cine Círculo Militar, Superintendencia de Seguridad Federal, Secretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa Nacional) con fines no sólo de destrucción, sino propagandísticos" (57).

"En general, la AS está dirigida a: Captar. Disminuir el espíritu de lucha y fracturar la cohesión de las Fuerzas Legales. Enfrentar a distintas instituciones con el gobierno, especialmente la Iglesia. Mantener en estado de agitación al campo laboral buscando hacer fracasar el plan económico. Desprestigiar al gobierno y las FFAA. Lograr una resistencia de la población al gobierno" (58). En otras palabras, el informe desnudaba los objetivos de la agencia clandestina.

Más adelante y después de enumerar el empleo de la "AS a nivel internacional", la investigación describe las "estructuras propias (dentro del país)", que "envían información falsa o distorsionada a corresponsales extranjeros, tratando de aparecer como una agencia independiente clandestina. Tal es el caso de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), organizada por la bdsm (59) montoneros y que funciona en el 'sector FFAA del Departamento Informativo de la Secretaría Militar' bajo la responsabilidad de la DS (60) (alias) 'Lidia"' (61).

'Lidia' era el pseudónimo de Lila Pastoriza. Después de más de medio año de funcionamiento y en virtud de los datos que ahora manejaba el ejército, puede suponerse que el objetivo de "agudizar las contradicciones internas" perdió su razón de ser. Las FFAA habían descubierto la identidad de la agencia, por lo tanto los destinatarios de la información estaban precavidos acerca de las intenciones políticas de sus autores: dividirlos disfrazándose de unos y otros, sembrar la discordia.

Pero no fue así. Por el contrario, la preocupación y las sospechas se mantuvieron: el problema no era tanto la identificación del emisor, sino la calidad de una información que presuponía que contactos secretos en cada una de las tres armas (o en alguna de ellas) colaboraban con la estructura de la agencia. Además, tal como señaló Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta Patria (1810), la acción psicológica no es tan simple de contrarrestar: Moreno aseguraba que el envío de cartas políticas con nombres y firmas falsificadas generaba cierta desconfianza entre los enemigos, de la cual -aunque "protesten que son imposturas"- nunca podrán desprenderse (62). Las cartas estaban sobre la mesa, pero las tensiones entre las tres armas favorecían la incredulidad y la desconfianza.

Aznárez profundizó este punto con el relato de situaciones posibles: "Cada fuerza suponía que la información de los cables pertenecía a la otra. Por ejemplo, algún empresario vinculado a la Aeronáutica, que recibía los partes, creía que los responsables pertenecían a la Marina; lo mismo con determinado miembro jerárquico de la Iglesia que comentaba la información con un capellán". De esta forma, la agencia consiguió seguir desvelando a las FFAA durante un tiempo más. Pastoriza, quien dos meses después de aquella conferencia fue secuestrada por la Marina, recuerda su sorpresa al descubrir que "todavía se mantenía nuestro objetivo. Incluso cuando yo 'caí', en junio del '77, pude comprobar que la Marina todavía pensaba que el informe era un bolazo del Ejército, ¡y el Ejército a su vez no terminaba de creer que ANCLA perteneciera a Montoneros!".

Dadas las competencias internas de las FFAA y demás sectores de poder, un arma creía que la agencia era parte de una maniobra de la otra. Los recelos entre ellos permitieron, así, dar más "aire" y continuidad al trabajo, cada vez más difícil ya que "el enemigo estaba tras nuestros pasos" (63), Mientras tanto, retenida clandestinamente en la ESMA, Pastoriza enfrentaba a unos secuestradores que se empeñaban en descubrir "cuál era el gran contacto" que les permitía obtener las informaciones que se publicaban en los cables. No podían entender que esa información estaba implícita en la prensa legal, en sus propios discursos, en los libros de historia..., razón por la cual también insistieron con su interrogatorio acerca de "dónde se encontraba el mimeógrafo. Nunca lo encontraron, ni tampoco el sello con la sigla ANCLA que encabezaba todos los cables" (64).

Esta insistencia recuerda la situación que se vivía en el centro de detención clandestina "Quinta de Funes", en Rosario, donde el ejército retenía ilegalmente a miembros de la dirección de la columna Rosario de Montoneros, "tres mimeógrafos y una rotaprint", para imprimir folletos firmados como Montoneros: una maniobra destinada a infiltrar y aniquilar a la guerrilla peronista (65). Presumiblemente, la Marina tenía intenciones de llevar adelante una política de ese tipo con los secuestrados del grupo de ANCLA, pero nunca lo logró. Así lo demuestran no solo los testimonios recopilados y la ausencia de "caídas" posteriores a los secuestros, sino también el hecho de que periodistas como Horacio Verbitsky decidieran, hacia agosto de 1977, reanudar los servicios informativos.

 

Instrumento de denuncia

A medida que la acción represiva se fue incrementando, comenzaron a llegar a la redacción itinerante de ANCLA muchos hechos denunciables. Así fue que al objetivo de acción psicológica se le unió la necesidad de generar un instrumento de denuncia acerca de las crecientes violaciones a los derechos humanos. Denunciar lo que ocurría en el país no sólo se circunscribía a ese ámbito, sino que incluyó también la evaluación de la política económica, de la situación social y de la movilización obrera.

"Cuando empezaron a llegar los rumores acerca de lo que pasaba en la ESMA o en otros campos de concentración, muchos de nosotros sentimos incredulidad. Estábamos pensando que tal compañero estaba muerto, su sangre estaba ahí, pero después alguien nos decía que estaba secuestrado... Fue un golpe muy fuerte. Y fue cuando reaccionamos que, junto a Rodolfo (Walsh), empezamos a pensar en formas de contar toda esa historia. Pero no sólo en relación con los derechos humanos, sino también con todas las tropelías que estaban haciendo los milicos. ANCLA abarcaba todos los temas, desde las primeras huelgas y medidas de resistencia hasta la corruptela de la junta", explica Aznárez (66).

Esa denuncia no era masiva, porque la represión hizo que los receptores de la información se redujeran cada vez más. El "multiplicar y difundir" fue quedando acotado a los medios extranjeros y a los medios nacionales que, si bien no publicaban los cables, permitían una retransmisión subterránea de boca en boca. Pero ante el bloqueo informativo, la agencia servía para incidir, para generar grietas en la uniformidad de los medios nacionales.

El trabajo generado se fue constituyendo, entonces, en una molestia permanente para la dictadura. "En el exterior conseguimos publicar un montón de cables -sostiene Aznárez-. Y si no se publicaban todos, muchos de los receptores en el exterior, que eran periodistas elegidos 'a dedo', retransmitían la información por otras vías".

Ese "horadar el muro del silencio", sumado a la acción incesante de los organismos radicados en el exterior, preocupó al régimen al punto de instalar el "Centro Piloto" de París, que esperaba contrarrestar con propaganda paga las numerosas denuncias que los militares golpistas llamaron "Campaña Anti-Argentina". Porque ANCLA no trabajaba aisladamente: además de los familiares y exiliados que planteaban la situación argentina afuera del país, se le unió la acción de las organizaciones políticas y de derechos humanos.

El despacho de ANCLA del10 de agosto de 1977 es claro al respecto. El tema es la reanudación de los servicios de la agencia luego de un mes de suspensión en razón de los secuestros de miembros del grupo y de la salida al exterior de otros. El cable establece que ANCLA, desde su creación, "se propuso proporcionar información fidedigna y con un alto grado de elaboración", para luego detallar la lista de temas que la Junta censuraba: "la situación interna de las Fuerzas Armadas (...); los procedimientos clandestinos, secuestros, torturas y ejecución de rehenes, que en un año y medio han sembrado de cadáveres el territorio nacional y sus aguas jurisdiccionales (...)", y "la repercusión de estos hechos más allá de las fronteras argentinas" (67).

Según Manuel Gaggero, miembro en aquel entonces de la sección Legal (68) del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), "nosotros teníamos un equipo de prensa que comenzó a formar una agencia de noticias, con el fin de elaborar notas de denuncia y enviarlas al exterior esperando el rebote. Es decir, esperábamos que el rebote de alguna noticia publicada en el exterior permitiera que un secuestro o una desaparición lograra un espacio en los medios de prensa argentinos. Ese era nuestro objetivo y creo que también el de ANCLA, con quienes intercambiábamos información" (69).

La agencia a la que se refiere Gaggero funcionó entre abril y diciembre de 1976, aproximadamente. Muchos de los que participaron habían trabajado antes en El Mundo, diario nacional vinculado al PRT (situación semejante a la de Noticias, vinculado a Montoneros). Al igual que ANCLA, esta agencia era clandestina y no funcionaba en un lugar fijo. El intercambio entre estos dos instrumentos no solamente se daba en el plano de la elaboración de notas, sino que incluía las direcciones a donde mandarlas.

El contacto con Montoneros era, según el testimonio de Gaggero, Miguel Zavala Rodríguez, ex-diputado peronista desaparecido en 1976, con quien se mantenían relaciones prácticamente semanales. Durante la entrevista, explicó que "cuando perdíamos el contacto con la gente de ANCLA, recurríamos a él". Si bien los entrevistados del grupo de ANCLA, consultados sobre esta relación, manifestaron no tener conocimiento, es muy posible que haya existido cierta vinculación entre las estructuras de prensa de ambas organizaciones. Y, a partir de allí, el contacto con el grupo de ANCLA.

Lo cierto es que en el Secretariado Nacional se fundían las conducciones de la estructura militar (de donde dependía la agencia) y de la estructura de Prensa y Propaganda y en ese ámbito unificado se coordinaban todas las tareas ejecutivas, aunque con los golpes y el paso del tiempo las estructuras orgánicas comenzaron a degradarse y confundirse entre sí. Además, en uno de sus papeles, Walsh puntualiza que durante algunas semanas compartió un ámbito de funcionamiento con Zavala Rodríguez, Sergio Puiggrós, Paco Urondo y "Eduardo", del área de Prensa (70).

 

Informar a los que informan

Para Lucila Pagliai, el objetivo más importante de la agencia clandestina era "informar a los que informan". Porque si bien sus despachos, salvo honrosas excepciones, no fueron publicados en la prensa argentina en razón de la censura y el bloqueo informativo, "en las redacciones se sabía lo que estaba pasando: al menos nuestros cables llegaban con regularidad".

Entre junio de 1976 y junio de 1977, se enviaron 200 cables de ANCLA, ya que el parte de reanudación de los servicios de agosto de 1977 es el número 200. Sin contar el período julio-agosto de 1977, durante el cual ANCLA no funcionó por la salida al exterior de Pagliai y Aznárez y la caída de Pastoriza, los cables se mandaron con una regularidad estimada de uno día por medio (71).

"Muchos periodistas tenían información pero no la daban a conocer, algunos porque se hacían los distraídos, otros por temor, otros porque no tenían más alternativa. La idea, entonces, era 'recordarles' lo que estaba pasando, horadarles un poco los sentimientos para que colaran alguna información aunque sea entre líneas", explica Aznárez. De no ser posible, que los cables sirvieran para "radio bemba, para que un periodista se lo cuente al otro, para generar una cadena mínima de información".

Lo cierto es que, además de la información sistematizada que llegaba a las redacciones a través de los cables de ANCLA, en los diarios y revistas "la información seguía circulando sin alcanzar su consumación natural en el contacto con el público", sostiene Verbitsky en su libro sobre Rodolfo Walsh y la Prensa Clandestina. La agencia, entonces, venía a llenar ese vacío, de acuerdo a "la línea general de la organización" pero sin recurrir a "la propaganda".

Sobre este punto, Pagliai señala que la información enviada a los medios "no era del tipo de la que se publica, sino de la que se corre". Y como "la información tiene un poder concientizador", la llegada de los cables a las redacciones estimulaba a los periodistas a comentar y difundir como les fuera posible las nuevas noticias acerca de lo que estaba sucediendo. Es decir, "manteníamos informados a los informadores".

Al mismo tiempo, algunos periodistas que no podían publicar una información en su medio la hacían llegar a ANCLA, e incluso a veces elaboraban informes. Esto demuestra, aunque precariamente, una relación de ida y vuelta. En ese sentido, escribe el periodista Alberto de Arriba: "Durante el año posterior al golpe, podíamos sacudirnos un poco la indignidad que nos cubría colaborando con los sistemas informativos clandestinos que había creado Rodolfo Walsh (...). No sabíamos dónde serían publicadas esas notas impublicables en la Argentina del Proceso. Pero era como tragar un poco de aire" (72).

Sin embargo, en el exterior se publicaron varios cables de ANCLA. Y cuando esto no fue posible, los receptores de la información la hicieron llegar "al entorno argentino y latinoamericano en el exilio. Así la bola se corría, hasta que la información llegaba a publicarse en medios alternativos (73). Esa era una de las tantas formas de perforar el muro del silencio.

Este objetivo, entonces, estuvo estrechamente vinculado a la idea del rumor, a la idea de que pese a las condiciones negativas el hombre se las ingenia para seguir comunicándose. El trabajo desarrollado por Rodolfo Walsh en Cadena Informativa, otro de los instrumentos nacidos del Departamento de Informaciones e Inteligencia, apuntó también a este objetivo -aunque superaba el ámbito periodístico para abarcar a toda personalidad destacada-: comprometer al receptor de la información a que se convierta en un nuevo emisor, con los medios que tuviera a su alcance.

 

   

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Notas

29 Cfr. Lilia Ferreyra, entrevista personal realizada por la autora. Ferreyra fue la última compañera de Rodolfo Walsh (diciembre de 1997).

30 Martínez de Hoz fue ministro de economía del gobierno de facto desde 1976 hasta marzo de 1981, cuando fue reemplazado por Lorenzo Sigaut.

31 Los documentos, 35 en total, cursados entre 1976 y 1978, fueron publicados en la edición del 21 de marzo del Suplemento dominical Zona del diario Clarín. Los artículos publicados en dicho suplemento y a los que nos remitimos llevan las firmas de Alberto Amato ("Anatomía de una dictadura"), María Seoane ("Un plan simple: deuda y cereales") y Vicente Muleiro ("Las fantasiosas salidas politicas").

32 Idem. Artículo de Alberto Amato.

33 ANCLA, 24 de agosto de 1976, "Allanan la vivienda del general Corbetta". Ver reproducción de cables en el anexo.

34 Idem cita N° 32.

35 Idem. Artículo de María Seoane.

36 Idem.

37 ANCLA, "Servicio especial: a un año del golpe militar en la Argentina", parte 2, "La situación económica". Fechado el15 de marzo de 1977.

38 Las internas mencionadas aquí tuvieron lugar durante el mismo período de funcionamiento de ANCLA, pero no se agotan en 1978 sino que continúan hasta 1983.

39 La Secretaría Militar era una de las áreas del Secretariado Nacional, órgano ejecutivo colateral a la Conducción Nacional. Estas dos estructuras, junto a los responsables de las regionales, conformaban el Consejo Nacional, órgano máximo de Montoneros.

40 Se entiende por "enemigo" a los grandes grupos económicos y sus sectores subsidiarios, las Fuerzas Armadas y de seguridad.

41 Los testimonios difieren en este punto. Algunos de los entrevistados manifestaron que Walsh era el jefe de inteligencia, otros que estaba a cargo del sector Policía o FFAA, y otros que sólo participaba en sus ámbitos. La dura realidad del momento, el "tabicamiento", la continua caída de las estructuras orgánicas y los consecuentes contactos cada vez más espaciados explican, posiblemente, las diferencias acerca del papel orgánico que le tocó desempeñar a Walsh. Por su nivel de encuadramiento (era oficial 2do), creemos probable -con Richard Gillespie- que haya estado al frente del sector Policía. Por otra parte, entre otros militantes que cumplían tareas en Inteligencia, se encontraba Pirí Lugones, quien trabajaba junto a Walsh en las escuchas. Ver: García y Fernández Vilar: Pirí (Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1995, pág. 67).

42 Entrevista realizada por la autora a Lila Pastoriza, quien desarrolló su actividad militante junto a Rodolfo Walsh en el Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros. Lila fue la responsable política del ámbito que llevó adelante la Agencia de Noticias Clandestina. Estuvo detenida-desaparecida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) desde junio de 1977 hasta fines de 1978, fecha en la que logró salir del país vía Madrid, junto a Pilar Calveiro. Durante su cautiverio pudo observar el interés que la Marina prestaba a los cables de ANCLA (Diciembre de 1997).

43 Colimba -"corre, limpia, barre"- es el conscripto, el muchacho que está cumpliendo el servicio militar. En la Argentina fue obligatorio hasta 1994.

44 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.

45 "El mejor servicio de informaciones es el Pueblo". Evita Montonera, año 1, número 7, septiembre de 1975. Las menciones son genéricas. Téngase en cuenta que el "ajusticiamiento" del general Pedro Eugenio Aramburu fue en 1970, tres años antes de la participación de Walsh en informaciones e inteligencia.

46 Idem.

47 Alianza Anticomunista Argentina. Grupo paramilitar de ultraderecha formado por el oscuro ministro de Bienestar Social José López Rega (1973-75). Entre sus víctimas contó a los intelectuales revolucionarios Silvio Frondizi y Rodolfo Ortega Peña, al sindicalista combativo cordobés Atilio López y al referente de la Resistencia Peronista y sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez (1956) Julio Troxler, quien se había desempeñado también como subjefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante el mandato del gobernador Oscar Bidegain (1973-1974).

48 Cfr. Gillespie, Richard (1987).

49 Cd. Walsh, "Diciembre 29". En Baschetti (1994), pág. 193.

50 Entrevista realizada por la autora a Carlos Aznárez, miembro del ámbito que generó la agencia ANCLA. Aznárez fue el primero del grupo en salir al exterior con el propósito de "sacar" la agencia del país. Se radicó en Madrid. (Febrero de 1999).

51 ldem.

52 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.

53 Cfr. Roberto Perdía (marzo de 1999).

54 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.

55 Los partes pueden encontrarse en Rodolfo Walsh y la Prensa Clandestina, de Horado Verbitsky, quien los transcribe en el capítulo "Los partes de ANCLA".

56 La crónica se puede encontrar en los diarios del miércoles 20 de abril de 1977. Después de obtener la libertad gracias a las leyes de punto final y obediencia debida primero, y el indulto después, actualmente algunos de los militares citados están bajo arresto domiciliario por el robo sistemático de bebés nacidos en los campos de concentración.

57 Suplemento especial "La subversión en la Argentina". Las itálicas son de la autora.

58 Idem. Las itálicas son de la autora.

59 Mote con que la dictadura militar se refería a las organizaciones armadas. Significa "banda delincuente subversiva marxista".

60 Idem. Significa "delincuente subversivo".

61 Idem. Las itálicas son de la autora.

62 Mariano Moreno: Plan de Operaciones. En Augusto Fernández Díaz, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas, UNL (1960). El párrafo citado refiere al plan de toma de Montevideo.

63 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.

64 Cfr. Lila Pastoriza, op. cit.

65 Cfr. Bonasso, Miguel (1994). Sobre los episodios en la Quinta de Funes, ver los capítulos de la "Segunda Temporada".

66 Sobre este tema, Perdía explicó que frente al detenido-desaparecido "no teníamos preparación ni ideológica ni doctrinaria ni operativa. Nosotros habíamos conseguido algunos documentos gracias a compañeros que estaban 'infiltrados' (en las Fuerzas Armadas). Esos documentos hablaban acerca del golpe y de sus características, inclusive de lugares especiales de detención. Entonces nosotros imaginamos cárceles de máxima seguridad dentro de los cuarteles...". También sostuvo que a poco del golpe Montoneros difundió una consigna que señalaba a la ESMA como centro de torturas y de retención ilegal de personas.

67 "Con este despacho ANCLA reanuda sus servicios". En Verbitsky, Horacio, op. cit.

68 Legal era el nombre de la estructura del PRT destinada a manejar contactos con los partidos tradicionales y organismos sociales.

69 Manuel Gaggero, entrevista realizada por la autora (Noviembre de 1997).

70 Cfr. Walsh, en Baschetti (1994), pág. 193.

71 Carlos Aznárez resaltó que, a veces, se enviaban dos cables por día; es decir que la cantidad dependía de la información obtenida por ANCLA.

72 Cfr. Alberto de Arriba. En Eduardo Blaustein y Martín Zubieta (1998). Págs. 224 a 232.

73 Cfr. Carlos Aznárez, op. cit.

 

   

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