El “Rincón de Campana” no era una isla

Sobre ausencias y exilios

 

Post-scriptum del pago chico


Es probable que a la fecha de publicación de este trabajo, el mismo haya tenido oportunidad de ser presentado en alguna Jornada o Congreso; tanto como haber sido leído, comentado o criticado por compañeros, amigos o por pacientes lectores de dispares horizontes ideológicos en este fin de siglo que todo lo agobia.

Es probable también que finalmente,para bien de algunos,consuelo de otros y meditada displicencia de otros, este trabajo haya aparecido fugazmente antes de su publicación, a la consideración y estima de algún medio de comunicación local (o no).

Y es probable (diríamos más que probable) que ninguno de estos supuestos se haya cumplido cabalmente, como especulaban ocurriría los hacedores de estas líneas.

Pero lo que excede y supera cualquier cálculo probabilístico futuro (y hasta pretérito)es, simplemente, la persistencia de una memoria que se niega, se resiste a claudicar, a ceder, aunque Obediencias Debidas, Puntos Finales o Indultos dictaminen o hayan legalizado el Olvido.

Memoria que trasciende el intento de este ensayo en torno a las ausencias y exilios de nuestras gentes (las campanenses en particular), bifurcándose en cada recoveco, en cada meandro memorioso y sentido de doña Ramona; en cada distancia de afectos devorados de Tito o Hugo; en cada día de tantas y pocas ganas de Marta; en cada recuerdo y convicción de Norma o en cada cuerda de guitarra acariciada desde el fraseo sentido de “el Hugo”...y así,todos y cada uno, cada uno y todos: los que no están, los que se fueron, los que reclamaron, los que callaron, los que sufrieron, los que lloraron, los que volvieron, los que rezaron, los que maldijeron, los que esperaron... pero siempre, todos, los que no olvidaron.

Y es ahí, donde mengua, a veces se calma, pero persiste ese lugar que ha sido (es) el lugar (los lugares) desde donde se mantiene y reconstruye la memoria de una comunidad que parece suponer que los desaparecidos no son de acá, que los exiliados tampoco lo fueron y que una placa para difuntos o el seguir mirando solo para el lado de una “isla” pujante, patentizada en empresas y proyectos, son el sino, el destino único y la razón de ser excluyente para considerarse personas, pueblo, comunidad, sociedad, gente...

Es probable.

Tan probable como que la memoria colectiva rompe en olas espumosas que se diluyen, socavan, penetran y en su eterno reflujo, vuelven a ese mar-océano que nos rodea, nos contiene, nos trasciende y también eterniza.

Como a Juana, Cholo, Héctor, Julio, Manu, Ana, Nillo, Oso, Lito.....

A todos y cada uno, a cada uno y todos: no olvidamos.

Rincón de Campana, 26/08/99.

 

  

 

   

Página Inicial del Sitio