Memorias enfrentadas. El voto a Bussi en Tucumán
por Emilio Ariel Crenzel
12. Conclusiones
A lo largo del texto, se han
desenvuelto e ilustrado las motivaciones del voto y las representaciones
sociales de votantes y no votantes a Bussi en las elecciones para gobernador del
2 de Julio de 1995. Su descripción y análisis, puso de manifiesto la existencia
de identidades políticas e ideológicas contrapuestas, estableciéndose que esta
diferenciación no es coyuntural, que obedece a una historicidad específica y a
memorias colectivas enfrentadas, vinculadas a los procesos políticos y sociales
vividos durante el período dictatorial.
Por una parte, el votante bussista, en su versión "orgánica", expresa ser
portador de componentes se sentido centrales de la matriz político-ideológica de
la dictadura de 1976, expresando más claramente representaciones sociales
propias de un tipo de autoritarismo moderno, de carácter predominantemente
político, en el cual, la defensa del "orden" y de la "lucha antisubversiva"
ocupan un espacio central.
El significado de la adhesión a Bussi entre estos entrevistados a Bussi, es
elaborado, con arreglo a valores, e integrado en una mirada que privilegia las
consideraciones de orden político y filosófico moral, acerca de la forma y
contenido que debe asumir el orden social.
Por otra parte, los bussistas "intermitentes", de manera dominante, basan su
adhesión a Bussi y a su partido a partir de una creencia en que este reactive la
economía provincial, genere empleo e impulse la obra pública. En su memoria del
gobierno dictatorial, se eclipsa el componente represivo y se pone en primer
plano la dinámica que asumió la economía tucumana durante el mismo. A la vez,
este segundo grupo, manifiesta componentes de sentido autoritario a la vieja
usanza, una memoria social de la costumbre, de la reiteración de pautas de
comportamientos tradicionales dentro de un universo de valores de corte
autoritario de tipo tradicional.
Así como es indudable que en el bussismo se expresó una articulación, una
alianza de fracciones de clase que recorría verticalmente la estructura social
tucumana, es posible suponer a partir de esta investigación, que la
articulación, la argamasa social entre estos dos autoritarismos de los cuales
son portadores "orgánicos" e "intermitentes" fue el soporte de las
representaciones sociales dominantes que se hicieron presentes durante la década
del noventa en Tucumán y que, finalmente, llevaron a Bussi a la victoria
electoral en las elecciones del invierno de 1995.
En contraposición, los "no bussistas sistemáticos", más allá de sus diferencias
en términos de sus identidades políticas, sociales y culturales expresan,
especialmente el grupo mayoritario de perspectiva antagónica, un rechazo a Bussi
que se funda en un enfrentamiento de carácter político e ideológico con la
subjetividad y los valores dictatoriales, en especial con la política de
violaciones a los Derechos Humanos ejercida durante la última dictadura militar.
La confrontación que se desenvolvió en estos últimos años en el plano electoral
en la provincia, expresó la prolongación bajo otras formas, contenidos e
identidades, de un enfrentamiento que hunde sus raíces en el pasado.
El mismo, opone por un lado a la identidad bussista como continuación de la
tradición de décadas de autoritarismo y su punto de inflexión original, la
dictadura de 1976 y, por el otro, a una subjetividad que se le opone,
heterogénea en términos de las identidades políticas y culturales presentes en
la misma, pero que, sin embargo, encuentra dominantemente su punto de mayor
homogeneidad en el rechazo a la dictadura militar y a Bussi como su
personificación.
Por otra parte, se ha dado cuenta de las condiciones específicas que, en el
plano histórico-social, hicieron posible la emergencia y desenvolvimiento del
bussismo como identidad política exitosa en la provincia de Tucumán.
Por un lado, estas condiciones remiten a la política particular que ejercitó la
dictadura militar en ese territorio, como parte de su estrategia de combate
antisubversivo y la repolitización de la sociedad que la misma produjo
especialmente en el plano de la memoria colectiva, en el recuerdo y la
valorización del pasado militar, en una porción importante de la población.
Complementariamente, a ello ayudó la deficiente diferenciación, entre las
fronteras de la democracia y la dictadura, producto de la violencia política,
que caracterizó a la historia del país en los finales del gobierno de Isabel
Perón, que resultó potenciada en la provincia por las características
específicas que asumió el último tramo constitucional previo al golpe de Estado
de 1976 y, con una importancia análoga, por la continuidad a cargo del poder
político de quién comandara política y militarmente el territorio provincial
tres meses antes del golpe de Estado, haciéndose cargo como gobernador y
conservando el mando militar una vez iniciada la dictadura.
Las características que asumió la lucha contrainsurgente en Tucumán que Bussi
comandó, la cuál combinó represión política con "acción cívica" entre la
población y el fuerte apoyo político y económico de la conducción de la
dictadura a su gestión, constituyeron una matriz particular, sobre la que se
instaló en amplias fracciones sociales una valoración positiva de su gobierno.
Las particularidades mencionadas que asumió el período dictatorial, junto a las
condiciones de desenvolvimiento material del presente provincial, constituyeron
las condiciones de posibilidad para la posterior rememoración de ese pasado en
términos favorables, cuando Bussi regresó a la escena política local.
Bussi retornó a la arena política tucumana, en un período en que el ordenamiento
constitucional en la provincia desnudaba un entramado de corrupción,
insensibilidad ante las necesidades más elementales y substantivas de la
población, profundización de la crisis crónica en el ámbito económico y social y
una profunda crisis de legitimidad de su dirigencia política, encerrada en una
especie de patética mirada autoreferencial.
Este fue el momento, el tiempo político y social, en que se fueron articulando y
empezando a constituir y reproducir, de manera ampliada, en la fuerza política
del bussismo, la articulación entre sus votantes "orgánicos" e "intermitentes"
al calor del discurso político bussista que anudó la reivindicación del pasado
dictatorial -el orden, las obras públicas, la derrota subversiva- a la crítica a
la dirigencia política local y al estado de cosas existente, localizándose desde
una aparente exterioridad con respecto al escenario político.
En sus interpelaciones, Bussi asumió y representó el ideario conservador y
clerical tradicional en materia de costumbres y hábitos de la vida cotidiana
vigente en amplios sectores de la provincia, a la vez que convocaba en el
imaginario colectivo a restituir el tiempo dorado del azúcar, perdido pero
añorado, en medio del deterioro exponencial de la situación material de amplias
franjas de la población provincial.
Estos últimos aspectos señalados, vale la pena resaltarlo, deberían servir de
clara advertencia acerca de las potencialidades que adquiere el discurso y la
política autoritaria en contextos de crisis de representatividad y legitimidad
política y desigualdad económica, cuando a la igualdad abstracta entre los
ciudadanos se le corresponden crecientes asimetrías y desigualdades materiales.
Lo que expresa el bussismo como continuidad, como versión nueva de lo viejo, es
la prolongación de la tradición autoritaria, a escala provincial, de la historia
política Argentina pero, de manera más substantiva, es la expresión de un
cambio, de una originalidad dentro de esa continuidad autoritaria: la emergencia
con apoyo popular de una fuerza, de una identidad política exitosa que logra
articular perfiles autoritarios tradicionales y otros de constitución más
reciente y moderna en términos histórico- políticos. Perder de vista este
aspecto, sería no visualizar el árbol dentro del bosque, naturalizar lo
novedoso.
La génesis, histórico-social de diferentes memorias colectivas y
conceptualizaciones diferentes acerca del pasado dictatorial, expresadas en cada
grupo de entrevistados, se constituye en premisa de otros interrogantes.
¿A través de que prácticas sociales se establece la pertenencia orgánica al
partido de Bussi? , ¿Cómo se constituyó la mirada contraria a la dictadura y a
sus personificaciones sociales entre los "no bussistas sistemáticos?"
A su vez, ¿cuáles son las condiciones sociales y políticas que favorezcan la
reversibilidad del proceso de expansión cultural y política del autoritarismo y
el paralelo desarrollo y reproducción ampliada de una conciencia democrática
substantiva?
Pese a que son interrogantes que exceden esta investigación, bien vale la pena
dar cuenta de ellos.
Los años transcurridos desde el retorno constitucional, que supusieron la
posibilidad efectiva de reabrir el debate desde una pluralidad de miradas, claro
que acotadas por la masacre, describen una trayectoria que asume una "pedagogía
política" acerca del pasado dictatorial de carácter dual.
Por una parte, como se señaló, la decisión del poder político de llevar a los
estrados judiciales a los máximos responsables de las violaciones a los Derechos
Humanos durante la dictadura, supuso una orientación diferente de las que asumió
el proceso de transición en otros países del Cono Sur. El "juicio a las juntas",
marcó un hiato simbólico substantivo y referencial tanto al interior de la
sociedad Argentina como para quienes participaban de las luchas democráticas
frente a los poderes dictatoriales entonces vigentes en la región
(313).
Pese a ello el juicio, cuyo dictamen dio cuenta de la existencia de un plan
criminal y sistemático de exterminio conducido por las cúpulas militares, estuvo
enmarcado en su substanciación como un proceso tendiente a establecer las
responsabilidades de las juntas militares en el marco de la "lucha
antisubversiva". Es decir, no se cuestionaba la necesidad y legitimidad de dicha
lucha, sino el sistema y la metodología empleados en el combate
(314).
Desde las instituciones del Estado de derecho, lo que se sucedió al momento
judicial, fue la concesión sucesiva de diferentes formas de absolución y
"perdón" a los responsables de las violaciones a los Derechos Humanos a partir
de prerrogativas constitucionales que limitaron o impidieron las condenas
judiciales, instaurando la impunidad (315).
Pero no sólo eso. Otros procesos sociales menos visibles, reproducen en escala
ampliada modos de constituir y reproducir un conocimiento falaz de la historia,
narrada a partir del prisma de los perpetradores del exterminio. Así lo revelan
las formas de transmisión del pasado reciente del país, a través de una
importante porción de los textos escolares que describen lo sucedido durante el
período de la dictadura militar (316).
Específicamente en Tucumán, a la falta de reconocimiento social y político de lo
acontecido, excepto para su uso instrumental en las confrontaciones electorales
con Bussi, se articula una particular configuración de los espacios sociales
destinados a la transmisión, narración y rememoración del pasado a las nuevas
generaciones. Estos "lugares de la memoria", expresan material y simbólicamente
estar constituidos por, y ser constituyentes de la perspectiva política y la
estética dictatorial acerca de la historia reciente del país
(317).
Con una dirección opuesta, desde la restauración constitucional, fruto de la
pertinaz lucha de los organismos de Derechos Humanos, una y otra vez se ha
logrado reinstalar, en tribunales nacionales y extranjeros, la lucha por la
verdad y la justicia, introducir cambios en la normativa legal - como la
incorporación con rango constitucional de pactos internacionales que protegen
los Derechos Humanos -, tornar presente en la escena pública la incesante
búsqueda por la restitución de la identidad de los menores apropiados por las
fuerzas represivas, etc.
Sin embargo, ha sido endeble de parte del resto de la sociedad civil, la
manifestación y despliegue de una voluntad de saber que implique el
desenvolvimiento de un proceso de conocimiento que dé cuenta, con mayor
certidumbre y claridad, de las responsabilidades particulares y colectivas en el
proceso de violencia política que vivió el país y en la dictadura misma,
específicamente de la génesis y el desenvolvimiento del proceso social de
desaparición de personas.
Estas circunstancias vuelven así, más obscuro e ininteligible el pasado de
violencia y de terror cuando aún se sabe poco acerca del carácter y la
profundidad de las huellas que ha dejado la última dictadura en la subjetividad
social de la población.
Se advirtió anteriormente que no basta el llamado abstracto, la convocatoria a
"tener memoria", si no media un proceso de conocimiento que permita la
conceptualización de los hechos a recordar. Tampoco, un llamado genérico a
"tomar conciencia", como si este proceso fuera la resultante de la aprehensión
más o menos voluntaria por parte del sujeto de un objeto - la conciencia- que lo
preexiste (318).
Quien escribe estas líneas, comparte la advertencia de que erigir un culto de la
memoria, sacralizándola, es una manera sutil de volver estéril su ejercicio
(319).
Sin embargo, queda claro que, en este caso, toda estrategia que refiera a la
"excesiva" insistencia por abordar estos problemas, lejos de cualquier presunta
neutralidad valorativa no hace más que expresar un alineamiento favorable, una
prolongación política posible del terror estatal y se contrapone, ipso facto, a
la decisión que expresa el doble carácter de conocer y entender lo sucedido en
el pasado y transmitirlo, para poder colaborar en el proceso de elaboración y
objetivación de un conocimiento compartido que permita la inscripción social,
con un carácter ejemplar, de los sucesos traumáticos pasados.
(313) Cabe destacar que
inicialmente el gobierno radical procuró vanamente, a través del Consejo Supremo
de las Fuerzas Armadas, que la misma institución militar revisara su propia
actuación durante la "lucha antisubversiva". Luego de ocho meses, dicho
organismo dictaminó que no había responsables que castigar ya que: "la guerra
antisubversiva había sido legítima".
(314) La proposición que se deriva de esta mirada acerca de la política de las
Fuerzas Armadas durante la dictadura militar, refiere a "los excesos" cometidos
en el marco de la lucha antisubversiva.
(315) Las políticas de absolución y perdón se desarrollaron en ámbitos propios
de los poderes institucionales del Estado de derecho: "El Punto final y La
Obediencia Debida" fueron promovidos por el Poder Ejecutivo y fueron aprobados
por el Parlamento, "Los indultos" emanaron del Poder Ejecutivo, no sin mediar en
todos los casos la presión de las Fuerzas Armadas para que se promulgaran estas
leyes y se ejercieran estas facultades presidenciales.
(316) El lunes 23 de Marzo de 1998, el presidente Menem firmaba un decreto por
el cual: "Todos los ámbitos y dependencias educativas nacionales cada 24 de
Marzo destinen la jornada al análisis crítico del golpe de Estado de 1976 y
recuerden a las víctimas tanto de la violencia irracional desatada por los
grupos armados como de la represión ilegal". El decreto insiste, aún en el
aniversario del golpe militar, en la teoría de los dos terrorismos para explicar
el pasado dictatorial. Pero más preocupantes son las narrativas del golpe
militar que incluyen ciertos textos escolares. "El régimen militar derrotó a la
subversión con alto precio de vidas, pero se discute aún la justificación de los
procedimientos. El informe Nunca Más dio por comprobados casi 9 mil casos de
desaparecidos. Es ciertamente difícil formular una ética para situaciones
límite". "Historia de los argentinos II" García Belsunce y Carlos Floria,
Editorial Larousse, 1992. En "La Argentina 1776-1996, una historia para pensar"
de Cristina Rins y María Winter, Editorial Kapeluz, se dice que: "Videla
sostenía posiciones socialcristianas y junto con el general Viola "sostenían la
idea de un gobierno sin plazos, para lograr un país occidental y cristiano, sin
Peronismo ni subversión, con firmes principios morales". En "Argentina y el
mundo contemporáneo" de Martha B.Etchart y otros, Cesarini Editores, 1992 en la
página 433 titulada "La revolución de 1976" se lee que: "el clima que vivía el
país, sumado al deterioro financiero y la falta de idoneidad demostrada por la
presidente, provocaron la intervención de las Fuerzas Armadas" no se hacen
menciones a los desaparecidos, la tortura o los centros clandestinos de
detención, sin embargo la página siguiente esta dedicada a "la agresión y
derrota de la subversión marxista". En "Historia contemporánea" de Santos
Fernández Arlau, Editorial Stella, 1994, se destaca que "En 1986 se dictó la ley
llamada de Punto Final destinada a fijar un plazo para concluir los procesos
iniciados a miembros de las Fuerzas Armadas por su actuación en el ejercicio del
poder desde 1976" sin mencionar a que se debían esos procesos judiciales. Olga
Viglieca, "Letras de golpe" Diario Clarín, Domingo 29 de Marzo de 1998, Segunda
Sección, páginas 16 y 17.
Por otra parte, en el suplemento de historia del diario "Clarín" del Viernes 17
de Julio bajo el título "Terrorismo y represión ilegal" el historiador Felix
Luna afirma, refiriéndose a la dictadura militar: "Comienza entonces el llamado
Proceso de Reorganización Nacional, es decir "Los años de plomo"....."Y sin
embargo el país sigue creciendo. A pesar de todo, la cultura, aquí o en el
exilio, se expresa de diversas maneras"..."En el campo del deporte, el triunfo
argentino en el campeonato mundial de fútbol de 1978, realizado en Buenos Aires,
es, aunque sospechoso, una bocanada de aire fresco"..."Aunque la política esta
formalmente prohibida, los dirigentes partidarios se preparan para el inevitable
momento en que el Proceso deba convocar a elecciones"..."Años inciertos, que el
aplastamiento de las organizaciones guerrilleras no alcanza a cubrir de
tranquilidad".
(317) Si bien Nora, 1984-1992 aplica el concepto de "lugar de memoria" con un
valor heurístico, entendiendo al "lugar" en tanto instrumento simbólico, se
considera pertinente en este caso la utilización de esta caracterización en
ambos aspectos, el material y el simbólico. Los museos, como otras modalidades
de transmisión simbólica son producto de determinada selección sobre los objetos
a conservar y aquellos que no importan perder. El "Museo de la policía",
localizado en el Departamento de policía de San Miguel de Tucumán, era visitado,
hasta hace poco, por estudiantes de establecimientos primarios y secundarios de
dicha ciudad. Este museo exponía además de banderas del Ejército Revolucionario
del Pueblo y "literatura subversiva", frascos de formol conteniendo restos
humanos de presuntos subversivos, pies, fetos de uno a seis meses de gestación,
dedos, cerebros y un corazón infartado. Diario "El Cronista", Lunes 6 de Abril
de 1992, Tapa y página 7.
En el mismo museo, una placa recuerda el agradecimiento "A los hombres de
inteligencia, civiles y militares que con astucia y perseverancia, como el
legendario rastreador, siguen la huella del delincuente subversivo hasta dar
inexorablemente con su madriguera". Esta deshumanización del subversivo -la
referencia a que habita en madrigueras- es parte del proceso de un uso del
lenguaje, de una estigmatización y discriminación del oponente a quien se quiere
eliminar. Al respecto, ver Goffman, 1998. Otras placas colocadas bajo la
dictadura militar en sucesivos aniversarios de la independencia nacional,
continúan existiendo en los jardines de la "Casa de la Independencia".
(318) Esta conceptualización, criticada en páginas anteriores, supone además una
cosificación de las relaciones sociales.
(319) Todorov, 1995, página 51.