Matar para robar, luchar para vivir
por Carlos del Frade
II Parte - Desaparecedores, Resistentes e Impunidades
Capítulo 13 - Galtieri y su reich
"Por algo será. Usted lo sabrá... sorgos bien criados y de buena familia", decía
la publicidad de sorgos híbridos Sordan.
A principios de octubre de 1976 el Ministerio de Justicia de la Nación informaba
que "los jueces y magistrados actuales no adolecen de defectos de corrupción, de
subversión, ni son politizados". Las estadísticas ofrecidas marcaban que el 32,2
por ciento de los magistrados porteños fue cesanteado; 42 por ciento en el
interior; mientras que se produjeron 98 ascensos y 53 reincorporaciones. En la
propia repartición, sobre 170 funcionarios cesantearon a 40.
El entonces canciller ante las Naciones Unidas, el contralmirante César Augusto
Guzzetti, decía que "la Argentina tiene tradición y bien ganada reputación como
país respetuoso de los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona
humana". El secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger,
destacaba los progresos en las relaciones entre su país y América latina.
En Rosario, el arzobispo Guillermo Bolatti alertaba contra el marxismo y contra
"el relajamiento de las costumbres". A su lado estaban los buenos cristianos
Ramón Genaro Díaz Bessone, por entonces titular del II Cuerpo de Ejército; el
rector de la Universidad intervenida, Humberto Riccomi, y el jefe de la Policía
local, el comandante de Gendarmería Agustín Feced. La ocasión que los reunió fue
el día de la Virgen del Rosario, el 7 de octubre. Esa mañana se informaba,
oficialmente, la identificación de tres de los cinco "subersivos muertos" días
anteriores. Eran Ruth González, Estrella González y Héctor Antonio Vitantonio.
El Día de la Raza de 1976 no iba a ser uno más en la ciudad de canallas y
leprosos.
"Asume hoy el nuevo titular del Comando". Galtieri fue segundo del cuerpo y jefe
del estado mayor desde el 13 de diciembre de 1974. Venía de la Tercera Brigada
de Infantería de Curuzú Cuatiá y había nacido en Caseros, en la provincia de
Buenos Aires. Egresó del Colegio Militar en diciembre de 1945 y estuvo destinado
en la escuela de ingenieros, en Concepción del Uruguay, en Entre Ríos. En 1952
ingresó a la Escuela Superior de Guerra y luego fue ascendido a capitán. Hacia
1954 estuvo en el Batallón de Ingenieros Zapadores en Santo Tomé, muy cerca de
la ciudad capital de Santa Fe. En 1960 realizó un curso en Estados Unidos en el
que resultó reprobado, y en diciembre de 1962 ascendió a teniente coronel; a
partir de entonces dictó cursos en la Escuela Superior de Guerra hasta 1964.
Siendo coronel en 1968, es jefe del batallón de Ingenieros de Construcciones
121, en Santo Tomé, hasta 1970, y pasó a ser segundo comandante de ingenieros.
El primero de diciembre de 1972 fue nombrado comandante de la Brigada de
Infantería IX en Comodoro Rivadavia y es ascendido a general de brigada.
En el momento del regreso definitivo de Perón a la Argentina, en junio de 1973,
Galtieri fue nombrado jefe de Logística y Finanzas del Estado Mayor General.
Luego ocupó el cargo de comandante de la VII Brigada de Infantería en Corrientes
y luego segundo comandante y jefe del Estado Mayor del Segundo Cuerpo de
Ejército con asiento en Rosario.
En setiembre de 1975 era titular de la jefatura III del Estado Mayor General y
luego segundo jefe del Estado Mayor.
Ese mismo día de la asunción de Galtieri como comandante del Segundo Cuerpo de
Ejército en Rosario, José Alfredo Martínez de Hoz, ex presidente de Acindar y
ahora devenido en ministro de Economía, hablaba maravillas del "proceso de
reorganización nacional" en Japón. Mientras tanto, la Sociedad Interamericana de
Prensa señalaba amenazas al ejercicio de la libertad de prensa en la Argentina.
"Empieza la búsqueda de cien años nuevos de paz y fecundidad para el pueblo",
dijo Galtieri, secundado por el entonces presidente, Jorge Videla, y Jorge
Desimoni, gobernador de Santa Fe, Alfredo Cristiani, intendente rosarino, el
arzobispo Guillermo Bolatti, el ministro Jorger Berardi y los integrantes de la
Corte Suprema de Justicia.
"Conozco la jurisdicción palmo a palmo, conozco a los habitantes de cada una de
las provincias: Rosario, Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes...
Repechar la cuesta no es fácil. Llegaremos a la cresta, visualizaremos el
horizonte, el sol radiante, la luz divina", profetizó Galtieri.
"Para los que aún persisten en la subversión -por las armas y por los valores-
el Segundo Cuerpo aplicará toda su fuerza y su potencia hasta lograr el
aniquilamiento de los delincuentes subversivos", advirtió.
Momentos después, en el casino de oficiales se sirvió un vino de honor. El
general Díaz Bessone, hasta ese día titular del Segundo Cuerpo, dijo que "el
balance de la lucha antisubversiva es altamente positivo. Creo que más que mis
palabras lo dicen los hechos. Se respira un clima de paz cada vez más evidente".
Galtieri no desaprovechó la oportunidad de hablar con el enviado de "La
Capital". Sostuvo: "En Rosario me siento como en casa. Estamos en presencia de
un ejército casi victorioso, no empleará más violencia que la que sea
necesaria".
Al otro día, el Decano de la Prensa Argentina exhibía la despedida que le
tributaba Ovidio Lagos, uno de sus directores, al general Díaz Bessone, quien
dos días después era "homenajeado" por el rector de la Universidad, Humberto
Riccomi.
Cuatro días después de la asunción Galtieri visitó al intendente Cristiani,
quien lo recibió acompañado de su director de relaciones públicas, Antonio Merli,
el secretario de hacienda, Ronald Esmendi, de Salud Pública, Sánchez Ordóñez, y
de Servicios Públicos, Carlos Longhlin. Díaz Bessone, mientras tanto, era
nombrado, el 23 de octubre, ministro de Planeamiento de la Nación.
Los comunicados oficiales del Comando del Segundo Cuerpo informaban sobre las
caídas de "subversivos" en Rosario: Juan José Martínez y Edith Ana Cravero en
Entre Ríos 6012; y la maestra Ana María Mónica Gutiérrez.
A fines de octubre Videla se iba a Bolivia para encontrarse con Hugo Banzer, al
tiempo que se destacaba el "gran momento de las relaciones entre los dos
países".
Un mes después, el 26 de noviembre, Banzer devolvería la cortesía. El Segundo
Cuerpo informaba el 11 de noviembre que fueron "abatidos tres extremistas":
Víctor Labrador, Palmiro Labrador y Edith Koatz. Un día más tarde, Albano
Harguindeguy visitaba Rosario para entrevistarse con Galtieri. El general ya
había sido recibido con todos los honores por el entonces titular de la
Universidad Nacional del Litoral con asiento en Santa Fe, Jorge Douglas
Maldonado.
En un acto para recordar a los muertos por la subversión, Galtieri sostuvo que
"la enfermedad imponía que iba a ser necesario operar. Y el país se ha visto en
la necesidad de operar para tratar de recuperar el cuerpo social argentino
gravemente enfermo".
El 15 de diciembre de 1976 asumió como titular de la Guarnición Santa Fe del
Segundo Cuerpo Juan Orlando Rolón, y tres días después Carlos Landoni se hacía
cargo de la jefatura del Batallón de Comunicaciones 121 con asiento en Rosario.
En el Día de los Santos Inocentes Galtieri recibió a los periodistas en el
casino de oficiales del Comando, por entonces ubicado en Córdoba y Moreno.
Felicitaba a los cronistas porque su labor "ha marcado rumbos en la historia. A
través de la prensa, en un cauce ordenado, llegando a los espíritus y a las
mentes de los ciudadanos y a la formación cristiana, occidental, de nuestra
tierra", dijo.
"Vamos a convencer al pueblo rosarino, en este caso, que llegaremos más fácil a
los objetivos del gobierno militar. Estamos convencidos de que cometemos errores
pero también sabemos que hay aciertos. Brindo por el país, por nuestra gran
comunidad rosarina y por nuestra patria por un venturoso porvenir", sostuvo
Galtieri.
En nombre de los trabajadores de prensa hablaron Alberto Gollán y Carlos Ovidio
Lagos. "Estamos orgullosos de poder acompañar a usted y a la fuerza que
representa en esta tarea en que están empeñados. Nosotros los periodistas
apoyaremos siempre esta labor", dijo el ex intendente de la dictadura del 71,
Alberto Gollán.
"Nos sentimos honrados de esta prueba de afecto y solidaridad", dijo a su turno
el representante del diario "La Capital". Es oportuno recordar que "uno de los
ingredientes fundamentales del periodismo es su derecho a discrepar, pero creo
que las palabras del comandante no merecen ninguna oposición. Nunca el hombre se
siente más satisfecho como cuando ha recobrado su libertad, y la Argentina la ha
recobrado para dignidad del pueblo y de la nación. El comandante ha señalado que
los diarios rosarinos han jugado un papel protagónico en estos instantes en que
se están debatiendo fundamentales principios de perdurabilidad de la nación. Yo
agregaría que el ejemplo rosarino es imitado por todos los diarios del país",
dijo el descendiente del fundador del primer diario argentino.
Galtieri calificó de "positivo" el balance de 1976. "En el orden militar los
resultados de la lucha antisubversiva están a la vista. Se normalizó la
educación, hay recuperación económica y se ha logrado el reencauzamiento en el
nivel social. Lo más positivo fue la reacción del pueblo argentino ante un hecho
histórico. Este pueblo, llamado por su conciencia y liderado por las Fuerzas
Armadas, tomó el comando de nuestra patria que caía en una vertiginosa picada",
se entusiasmó el general.
El 29 de diciembre Galtieri fue ascendido a general de división y recibió una
copia del sable corvo de San Martín.
Hacia fines de año, la Unión Obrera Metalúrgica de Rosario publicaba una
solicitada en la que defendía la lucha "día a día en el hogar, en la escuela, en
la fábrica, en el campo, en el cuartel...".
Para los editorialistas de "La Capital", el resumen del primer año de la
dictadura era que "la ciudad, cuyas paredes ostentaban leyendas variadas,
amaneció un día con la cara lavada. En realidad se la lavó en varios días, pero
se la lavó. Luego, la poda, controvertida, discutida, pero apoyada masivamente
por los vecinos, que aportaron su esfuerzo, fue otro signo más que en 1976 se
estaba produciendo un cambio, a primera vista aparente, pero llegando a
profundizar, algo más serio. La vida estudiantil se fue ordenando, la
universidad fue reestructurándose y algo cambió. Claro que en la poda a alguno
se le fue la mano y mutiló algún ejemplar".
Fue el año, el primero de Galtieri como comandante, de la apertura de la zona
franca boliviana en el puerto rosarino. Un hecho político económico que luego
determinaría gran parte de la historia futura.
Ana Cámara fue secuestrada en el primer aniversario del golpe.
Jorge Rafael Videla llegaba a Santa Fe para encabezar un gran acto militar. Las
llamadas fuerzas conjuntas debían garantizar la seguridad al máximo y decidieron
arrestar a los pocos militantes montoneros que todavía estuvieran sueltos. El 23
de marzo cayeron diez chicas y dos muchachos de la JUP.
En ese operativo participaron todos lo conocidos integrantes de la patota
santafesina, desde el "Curro" Ramos al "Pollo" Colombini. Fue una cadena de
caídas.
"A vos te dejaron como una pelotuda para que pongás la cara y tus jefes están en
Europa", le decían los torturadores.
Eran cerca de las nueve de la noche cuando su compañero por fin asomó de la boca
del colectivo 14. Había que irse. Pero creyeron que no tenían el dinero
suficiente. Vuelven a subir al departamento del octavo piso. Cuando tienen la
plata, escuchan el ascensor.
"Abro la puerta y era un ejército. Todos vestidos con camperas y pantalones de
jean, anteojos ahumados y cada uno de ellos como con tres fierros encima, en la
cintura, en las manos. Veo eso y de pronto se meten en el departamento de al
lado. Allí vivía Rolón, uno de los capos militares de aquellos días. Pensar que
estaba ahí y yo vivía guardando gente. Hacía poquito que le había vendido ese
departamento a Rubén "Buscapié" Cardozo, uno que después fue funcionario del
primer gobierno de Menem. Del cagazo que les agarró tuvieron que pasar como diez
minutos hasta aclarar que no tenían nada que ver con nosotros. Aprovechamos eso
y salimos por la escalera al noveno piso. Fue entonces que en un momento de
boludez internacional me acuerdo que mi campera y la de mi compañero con la
guita y los documentos habían quedado en la mesa del departamento de mi mamá. Me
suelto de la mano de él y bajo la escalera. Fue cuando entraron y me dicen:
«¿Adónde creés que vas?» Parecían chupados o drogados. Meto la mano en cartera,
saco un toco de documentos que eran los de mi compañero y solamente los míos
quedan adentro. Ahí me llevan secuestrada", relató Ana.
En la calle estaban dos Falcon, en el primero entran seis de ellos con las
Itakas saliendo por las ventanillas y en el otro se meten tres adelante y dos
atrás. Allí en el medio la llevan a Ana con la cabeza entre las rodillas. Cuando
arrancaron casi son baleados por patrullas policiales que creían que eran
subversivos. Hasta les dieron la voz de alto. Gritaban por el handy diciendo que
eran de la misma banda. Allí se dieron cuenta de que había otra persona y se
recriminan no haber dejado a nadie en el monoblock. El compañero de Ana bajó, se
llevó los documentos y nunca cayó preso. La esperó cinco años y cuando salió en
libertad se casaron.
El 21 de junio de 1977 nació Fernando Dussex, hijo de Cecilia Nazábal y Fernando
Dussex. El 8 de agosto Fernando padre fue secuestrado y llevado a la Quinta de
Funes.
"Había caído la gorda Stella, con la que se tenía que reunir. Llamó para
confirmar la cita y ella le dijo que todo estaba bien. Igual le digo que no
vaya. Me recriminó diciéndome cómo iba a pensar mal de una compañera que venía
jugándose la vida desde los años sesenta. Yo le contesté que no pensaba mal de
ella, sino que pensaba mal de los militares. Ya en ese entonces yo era oficial,
tenía responsabilidad sobre otra gente".
Cuando se produjo la desaparición de Fernando, Cecilia y su pequeño bebé
viajaron a Buenos Aires cortando todo vínculo con la organización. Una táctica
que meses atrás había recomendado Tulio Valenzuela, el hombre que escapó de la
Quinta de Funes en enero de 1978.
A Cecilia le ofrecieron viajar a Francia, pero decidió quedarse para hacer algo
por su esposo.
En Paraná a Beatriz Pfeiffer le hicieron un "consejo de guerra" a cargo del
entonces teniente coronel Zapata.
"Era como una película. Nos llevaban en el comando a un salón muy grande donde
nos hacían entrar a todos, éramos nueve, si no me equivoco. Dos o tres nos
conocíamos, el resto no teníamos ni idea, habían juntado los últimos detenidos
legales y habían armado el consejo en función de eso. Nos hacían entrar a una
sala donde muy formalmente nos explicaban que no podíamos hablar entre nosotras
ni faltar el respeto, teníamos que seguir las instrucciones que nos daba las
persona que decía paso a paso cómo eran las instancias de ese tribunal, de ese
juicio. La primera vez nos hicieron entrar a los nueve juntos, nos hicieron
poner de pie. Entraban tres por fuerza, que eran los tres superiores de cada
fuerza.
En aquellos tiempos el grupo de inteligencia del ejército de Santa Fe dependía
de Paraná y éste, a su vez, reportaba directamente a Rosario.
Aquel consejo de guerra se celebraba en un salón que tenía un gran telón rojo
detrás de los nueve representantes de las fuerzas armadas. Estaban vestidos con
sus uniformes de gala, cada uno con el color de la fuerza. A la izquierda de los
detenidos se ubicaba una cantidad de militares también de las tres fuerzas,
sentados en riguroso ángulo de cuarenta y cinco grados. La parodia se completaba
con la designación de un defensor para cada uno de los presos políticos.
"Así se iniciaba la sesión. Se leían los cargos por los cuales el consejo se
reunía, que en nuestro caso había sido que todos habíamos participado del
copamiento de un cuartel que se llamaba Los Blandengues... Yo, sinceramente, con
un agujero muy grande en mi historia pensé que, obviamente como eso no existía y
era una cosa armada, pensé que era una cosa... muy graciosa. Nos reímos los
nueve juntos, y por supuesto nos retaron. Era realmente una película y ellos
eran unos actores que se creían el papel. Era todo perfectamente actuado. Desde
el principio las preguntas eran formales, las de ese tribunal nada que ver con
la acusación, de ninguna manera nos podían preguntar sobre algo; yo en
particular no tenía idea de dónde quedaba eso, si existía o no existía".
También les preguntaban por qué no creían en el sistema, por qué estaban en ese
lugar, qué pensaban del proceso de reorganización nacional, qué les explicaran
qué cosa les decían a los hijos al hablarles de justicia.
Llegado el turno de la actuación del defensor, se argumentaba que era muy joven,
que posiblemente había sido engañada y pedía clemencia en función de los pocos
meses que tenía el bebé de Beatriz. Después venía la parte del descargo de
solamente tres minutos y por último la pena máxima de quince años de prisión.
Cuando se cerraba el consejo de guerra, todos los integrantes de las fuerzas se
reunían a brindar en un salón contiguo. Una verdadera película, como le gusta
calificar a Beatriz.
El Negro, sumergido en el infierno del Servicio de Informaciones de Rosario, en
la esquina de San Lorenzo y Dorrego, soportó un interrogatorio con los ojos
vendados a cargo de un supuesto tribunal militar. Fueron solamente cinco
minutos. La tortura con Víctor no fue para tanto, según cuenta. Sí se ensañaron
con la Lili.
"Cuando me van a trasladar a Coronda me llama Lo Fiego, me saca la venda y me
dice: «Ahora se va a ir a Coronda, ahí va a pasar un añito, vos estás con el
juez, con vos todo está legal, portate bien». Me curó las manos que tenía
lastimadas por la tortura y me habló así. Yo por entonces tenía veinte años".
En la Jefatura rosarina también recibió el relaje del ex comandante de
Gendarmería Agustín Feced, el hombre que rechazó ser jefe oficial de la Triple A
y que inventara su propia muerte años más tarde.
"Le contaron mi caso. El preguntó qué hicieron con la criatura, le dijeron que
ahora estaba con la familia. Me gritó: «No se para qué tienen hijos. A ustedes
les gusta coger nada más, qué van a hacer con los hijos. En realidad a vos me
gustaría verte tirado en un cajón. Andá, rajá de acá». A veces él se sentaba y
se hacía traer a los presos, a los gritos, para darse el gusto, supongo, pero
yo, vendado, no lo podía ver".
Estuvo tres años en Coronda y luego pasó a La Plata.
Para Salami toda la experiencia platense fue muy buena porque aprendió de la
convivencia con compañeros de todo el país y "la mayoría de las cosas" que tiene
leídas las tomó de la biblioteca que había en el penal.
"En La Plata se veía que ellos se caían y que nosotros salíamos. Incluso algunos
guardias decían que no jodieran con nosotros porque seríamos diputados,
gobernadores. Ahí, en La Plata, estuve casi dos años. Nos condenaron a ocho
años. Pero nosotros, después, le ganamos el juicio, ya en democracia".
En la comisaría cuarta funcionaba uno de los peores centros clandestinos de
detención de toda la provincia. Allí fue donde la llevaron a Ana Cámara. La
juntaron con las diez chicas secuestradas aquel 23 de marzo de 1977 y después
las llevaron hasta el parque Garay. Creían que serían fusiladas. Las tabicaron
con unas capuchas que tenían un fuerte olor a vómito de otros compañeros. Las
subieron en un camión frigorífico y todos tirados en el piso, los trasladaron
hasta una casa en Santo Tomé que hasta el día de hoy no pudo ser identificada.
Para Ana se trataba de una película, estaba como insensibilizada. Allí, en esa
casucha, llegaron las sesiones de tortura. Fueron tres días. Varias veces le
gatillaron la pistola sobre la sien.
"Yo siempre cuento que cuando sentí el gatillo en la sien pensé: «Por fin». Era
una sensación de alivio, porque si estás desaparecido es una cosa que no
termina, que es lo que efectivamente les pasó a los compañeros, es tortura. Si
estás muerto, tu familia te recupera. Yo creía que entregaban los cadáveres.
Pensaba que mi vieja recibiría los restos y ya está, se terminó. Pero no, no
había bala, no era para eso. Hasta en un momento nos dieron un bollo de ropa y
nos vestimos como pudimos. Nos hicieron caminar por el pasto. Y en el medio del
trayecto siento una mano con unas uñas largas que me agarra del brazo y me dice
que levante el pie. Era un camión de asalto. Era María Eva Aevis, la que recién
ahora puede ser juzgada por Baltasar Garzón, en España. Nos metieron a todos ahí
y nos llevaron a la Guardia de Infantería Reforzada".
Las recibió Perisotti, otro de los procesados por Garzón, y fueron manoseadas
cuando las pusieron contra la pared. No llegaron a la violación porque tenían
órdenes de no hacerlo. Allí les avisan dónde están y comenzaron a ser presas
legales. Ana estuvo uno año y dos meses hasta que fue trasladada a Villa Devoto.
"Te decían: «Mirá, te van a venir a ver, te van a pedir que contés, y cuidadito
con cambiar una coma de lo que nos dijiste en la tortura, porque si no nosotros,
una vez que se vaya esta gente que te viene a ver, te vamos a llevar a la
casucha y de ahí ya no volvés». En una cuadra vacía de la GIR, donde había
alrededor de cincuenta cuchetas sin colchones, de hierro, espantosas; en el
medio había una mesita con una máquina de escribir y ahí estaban el sumariante
Núñez y Víctor Brusa, que se presentó como secretario del juzgado federal.
Estaba recién recibido de abogado. Tenía entre 26 y 27 años. Yo empecé a cambiar
mi declaración y denuncié los apremios ilegales. Ahí Brusa se volvió loco.
Parecía drogado, se puso colorado, agarró a las patadas la hilera de cuchetas y
me hacía demostraciones de karate y esas patadas me llegaban a medio centímetro.
Y me decía: «Vos te creés que yo soy estúpido, vos tenés que declarar lo mismo».
Y él me tomaba la declaración con mi declaración de tortura en la mano y quería
que yo dijera lo mismo línea por línea. O sea que la patota y él eran lo mismo",
recordó Cámara.
Estuvo detenida cuatro años y ocho meses. La acusaron de asociación ilícita. No
le hicieron consejo de guerra.