El Rosario de Galtieri y Feced

por Carlos del Frade
 


   

Capítulo 7
Los fusilamientos y los curas del infierno

 

La matanza de los Surgentes

Galtieri inició su proyecto del “nuevo orden de paz de cien años” con fusilamientos de detenidos torturados en el Servicio de Informaciones.

En la madrugada del 17 de octubre de 1976, Cristina Constanzo, María Cristina Márquez, Analía María Murgiondo, José Oyarzábal, Sergio Jalil, Eduardo Laus y Daniel Oscar Brajacoba, fueron trasladados de la ochava de San Lorenzo y Dorrego hasta Los Surgentes, en la provincia de Córdoba.

Allí fueron bajados, los formaron en fila y los fusilaron.

Dejaron las cápsulas servidas.

Luego transportaron los cuerpos hasta el Hospital San Roque y terminaron en una fosa común en el cementerio de San Vicente, en la ciudad de Córdoba.

El caso sirvió para demostrar la práctica de algunos sacerdotes que vendían información falsa a los familiares, como el padre Héctor García, secretario del entonces arzobispo rosarino, Guillermo Bolatti; o el accionar del capellán policial, desde 1964, Eugenio Zitelli que no condenaba la tortura si no que solamente podía alarmarse si le decían que violaban alguna mujer. Y de hecho, ni Feced ni ninguno de los suyos le iban a decir que violentaban adolescentes torturadas.



El dolor y la valentía de Nelma

Nelma Jalil, la mamá de Sergio.

Su testimonio sintentiza el drama y la esperanza de las Madres.
La simpleza de una mujer de barrio que se enfrenta, a puro amor, contra los responsables del terrorismo de estado y sus socios de sotana.

“El 14 de octubre de 1976 empieza nuestro drama.

Se presentaron en mi casa quince o veinte hombres fuertemente armados, que vestían ropa de fajina, parecía que tenían peluca, barba y bigotes postizos. Estaban tan excitados que parecían drogados. Dijeron ser de la policía, de la jefatura y que venían a buscar a mi hijo Sergio. El no estaba en casa. Lo mismo pasaron, revolvieron y buscaron hasta el último rincón. Al ver que no estaba se fueron diciendo “vamos, vamos que está todo levantado”.

“Después que se fueron el comentario en la familia, vivían mi hija, mi yerno y mi marido. Viste lo que dijeron, que estábamos todos levantados. Mirá vos, con un ejército dentro de la casa íbamos a quedar durmiendo...

No tonta, no es eso...

“El 15 a la tarde a Sergio lo detienen en calle República 3635 en un procedimiento que matan a una chica que le decían Lala. Eso nos enteramos después por los vecinos, recorriendo, íbamos con fotos. Los vecinos nos contaron que esta chica Lala estaba de rodillas implorando que no la maten, totalmente desarmada y la mataron a quemarropas. A Sergio lo detienen, le vendan los ojos con un pulover rojo que tenía en la cintura, lo esposan y lo llevan en un auto blanco a Jefatura donde lo torturan salvajemente...Esto pasó el 15 y el 17 a la madrugada junto a seis compañeros son llevados a Los Surgentes donde son fusilados.



Los sacerdotes Zitelli y García

“Yo fui a hablar con el padre Zitelli que era muy amigo del padre Griffa que se crió con mi marido y en una carta muy extensa le pidió, le suplicaba que hiciera todo lo posible por informarnos”, siguió diciendo Nelma.

“Y entonces el padre Zitelli nos recibió y me dijo que no le correspondía a ellos. Que tenían otra misión. Son tantas las que vienen por lo mismo. Yo no puedo hacer nada. No me corresponde, yo tengo otras cosas más importantes de las que ocuparme. Así que dígale al querido Antonito, por Griffa, que lamentablemente no lo puedo complacer en su pedido”, explicó la increíble rosarina de la zona norte.

Pero quizás el caso de mayor vergüenza para los cristianos sea la práctica del cura García, el secretario de monseñor Bolatti.

“El padre García me tuvo engañada tanto tiempo. Me decía que Sergio estaba bien, que como se había recibido ese año de agrónomo lo tenían trabajando de agrónomo en el campo que estaba perfectamente y que de un momento a otro iba a estar con nosotros. Y me decía siempre ya falta menos, falta menos, ya va a llegar y un día, víspera de navidad, las navidades eran terribles para mi y siguen siendo, me dice Señora póngase contenta, vaya a su casa, prepárele la camita, ventílele toda la ropita, prepárele la comida que más le gusta porque esta navidad Sergio la pasa con ustedes. Yo me fui enloquecida a mi casa y empecé a hacer todo lo que él había dicho. Y me dispuse a esperarlo... y Sergio no llegó. El padre García era el secretario del obispo Bolatti y él se encargaba de dar falsas noticias a los familiares de los desaparecidos a cambio de regalos que él mismo nos pedía. Me acuerdo que un día me pidió un maletín de cuero y yo en ese momento no contaba con dinero porque había abandonado todas mis actividades, yo trabajaba en el comercio con mi esposo y me dediqué únicamente a buscar a Sergio, entonces no contaba con dinero y juntando las moneditas y fui y le compré el maletín y se lo regalé. Le llevaba vinos finísimos y como yo desfilaban las madres porque a todas nos tenía igual. Hasta que un día me convencieron sobre lo que estaba pasando y yo nunca más le llevé regalitos pero tampoco tuve más audiencias”.



La espera permanente

“Para mi Sergio está presente en cada niño que muere de desnutrición, en cada padre que no tiene trabajo, en cada marcha de los maestros, en la lucha de sus compañeros, con los jubilados, está todos los jueves en la plaza junto con las madres...por eso yo te digo, Sergio no estás desaparecido. Estás presente en la lucha de tu pueblo y todas la mañanas cuando me despierto, veo el rostro de mi hijo que me sonríe y me dice dale gorda, adelante, vos podés, fuerza”, se emociona al contar su creencia íntima y social.



Detalles del caso Los Surgentes

En 1997, a veintiún años de los fusilamientos de Los Surgentes, recién se reconstruyó parte de la historia a través del relato de algunos testigos.

Dionisio Tesán, productor de cerdos de la zona, fue el primero que durante la mañana de aquel 17 de octubre de 1976, vio los cuerpos de los muchachos.

“Vi allá a lo lejos un bulto grande, en la calle, en una huella, del lado izquierdo, yendo de acá para el lado del norte y cuando me arrimé cerca y me encontré con una gente y le pegué el grito desde arriba de la chata. Vi que no se movieron, me fui a mi casa, tomé unos mates, le conté a un pariente que había gente durmiendo y que me extrañaba porque estaba muy frío y estaban con remeras rotas, con pantalones cortos”, relató Tesán.

El médico que los atendió en primera instancia fue el doctor Alberto Minella que emitió los siete certificados de defunción.

“Yo le conté al juez que había cápsulas y que incluso había chicos que se las llevaban de recuerdo y me preguntó la diferencia entre cápsula y proyectil y le dije que si.

Después pasé un día por ahí, por la ruta, y habían desaparecido las plantas y lo habían tapado con tierra a ese lugar. Era una alcantarilla. Un cunetón de 20 metros de largo donde estaban todos los cadáveres, como si hubieran estado formado y hubieran caído, no dispersos, si no todos juntos”, sostuvo el profesional.



Un arqueólogo del horror

Francisco Oyarzábal buscó a su hermano desde su desaparición y fue el último en pedir la continuidad de la Causa Feced porque se hizo cargo del rumor que señalaba la sobrevida del ex comandante de gendarmería en Paraguay.

En 1997 se animó a acompañar a este periodista para recorrer el camino de la muerte.

“A nosotros nos han negado y robado cosas.

“En mi caso no solamente nos mataron un hermano, si no que también nos imposibilataron saber cómo fue su muerte. Tenemos algunos datos, pero nos faltan otros. Nos han robado el último minuto, nos han robado su último pensamiento, su último sentimiento”, sostuvo.

“La primera noticia que hay de esto es a través de otras dos personas que estaban presas que en su momento escriben una carta avisando que ese grupo de siete los habían sacado y los habían matado en Los Surgentes.

“Cuatro varones y tres chicas son sacados el 17 de octubre del 76 de la jefatura de policía y son llevados a Los Surgentes. Por lo que puede establecerse correctamente ahora son muertos ahí. A partir de ahí la información que hay es el camino de la muerte. Y se sabe que los cuerpos son llevados a la ciudad de Córdoba, al Hospital San Roque primero y después al Cementerio San Vicente.

“La reconstrucción es relativa porque obviamente faltan los datos de los que en esa historia quedaron vivos que son precisamente los que apretaron los gatillos. Como esa parte nunca creo que la vayamos a tener, la historia va a quedar parcial”, remarcó con cierto pesimismo, conociendo, fundamentalmente, la cobardía de los matadores.



Zitelli fue ascendido por el Vaticano

El presbítero Eugenio Zitelli, actual cura párroco de la iglesia San Pedro Apóstol de Casilda, fue nombrado monseñor a fines de 1998 por el Vaticano y el honor será conferido por el arzobispo Eduardo Vicente Mirás.

Zitelli fue capellán de la Jefatura de Policía rosarina desde finales de los años sesenta hasta el inicio de la democracia. Fue denunciado como colaborador de los torturadores y su nombre aparece en el informe de la CONADEP, conocido como “Nunca Más”.

Justificó las torturas ante el ex sacerdote Angel Presello al decir que “sin tortura no hay información”. Una de las sobrevivientes del centro clandestino de detención que funcionó en el servicio de informaciones, en la esquina de San Lorenzo y Dorrego, aseguró que “Zitelli se indignaba frente a las denuncias de violaciones, pero ante las demás torturas manifestaba que son un medio para obtener información”.

Angel Presello fue uno de los tantos sacerdotes que abandonaron los hábitos a principios de los años setenta, como consecuencia de la distancia práctica que evidenciaba la jerarquía de la Iglesia Católica argentina con respecto a los postulados del Concilio Ecuménico II, que había inaugurado el Papa Juan XXIII, en octubre de 1961, con la clara consigna de "nutrir de aire fresco al interior de la Iglesia".

Contemporáneo de Zitelli, Presello se encontró varias veces con el capellán de la Jefatura de Policía de Rosario, y le preguntó sobre los hechos que se vivían durante los años de plomo.

"Sin tortura no hay información", fue la frase que más le impactó a Presello que, hasta el día de hoy, no puede entender la participación del sacerdote casildense como calma espiritual de la banda de Feced.

"No tiene nada que ver con el cristianismo ni con el compromiso con la vida que supone el sacerdocio. Decir semejante cosa escapa de cualquier intento de justificación", indicó Presello.

Por su parte, la abogada Olga Cabrera Hansen, secuestrada el 9 de noviembre de 1976 y detenida en el Servicio de Informaciones hasta diciembre de aquel año, también denunció al padre Zitelli como colaborador de los torturadores.

"Por presión de nuestros familiares, se logró que el capellán de alcaidía preste asistencia espiritual. Se presentó el cura Zitelli quien solo se indignó frente a las denuncias de violaciones, manifestando que le habían prometido que eso había terminado. Respecto a las demás torturas manifestó que son un medio para obtener información".

Zitelli, como consecuencia de las denuncias realizadas por el grupo defensor de los derechos humanos casildense UMANO (Unidos por la Memoria y Ante el Olvido), sostuvo, por medio de la televisión lugareña, el 26 de setiembre de 1995, que se explicaba la represión. "No justifico la represión, pero me la explico. No me consta que se torturaba allí (por la jefatura)", dijo entonces.
También pidió perdón en nombre los "policías creyentes y no creyentes, incluido Feced, que atentaron contra la dignidad humana".

"Perdimos nueve hombres y otros treinta terminaron heridos y llenamos los hospitales y sanatorios", agregó incluyéndose en las filas policiales a las cuales, efectivamente, pertenecía desde el año 1964.

A raíz de estas declaraciones, un suboficial retirado de la policía provincial, destacó ante este cronista que "Zitelli miente”. A principios del 76, cuando me tocó hacer guardia en ese entrepiso que daba a la ochava de San Lorenzo y Dorrego, donde una escalera comunicaba a las piezas donde estaban, por separado, las mujeres y los hombres detenidos, asistí a una sesión de tortura donde él estaba presente".

El ex integrante de la fuerza de seguridad que prestaba servicios cuando la Jefatura pedía colaboración a la unidad del departamento Caseros, recordó que "era un muchacho joven. Lo habían atado a una cama metálica, de esas que hay en los consultorios, con una manija que hacía abrir la cama a medida que aumentaba la electricidad que le aplicaban con la picana. Eso era destructor", indica el suboficial que quiso mantener el anonimato.

Agregó que "en esa oportunidad estaban presentes el comandante Agustín Feced y a su lado el padre Zitelli, así que no puede decir semejante mentira sobre que no había o no sabía si se torturaba". Cuando este diario le preguntó si podía haber sido otra persona, otro sacerdote, el ex policía contestó que "no. Es imposible que me equivoque porque lo conozco de verlo tantas veces en la ciudad de Casilda".

Mirás, tanto en Rosario, como en Casilda, repitió que "no se ha demostrado nada de todo lo que se dice sobre Zitelli". El arzobispo agregó que "la Iglesia hizo lo que pudo durante aquellos años".

A fines de 1995, Eduardo Vicente Mirás, ex presidente de la Comisión de Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, fue uno de los redactores del informe que la Iglesia hizo en relación la corresponsabilidad de la cúpula con los jerarcas de la dictadura.

La "corresponsabilidad" es un término utilizado por el Papa Juan Pablo II, en la carta pastoral de fines de 1994, "Mientras se aproxima el tercer milenio". Allí se postulaba que, durante distintos períodos de la historia del siglo XX y en diferentes países del mundo, las iglesias regionales dieron a los regímenes totalitarios.

A pesar de los testimonios, el Vaticano, a través del arzobispo rosarino Eduardo Mirás, convirtió al presbítero Eugenio Zitelli en monseñor.

 

   

 

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