La Iglesia perseguida

Iglesia y Dictadura, por Emilio F. Mignone (Capítulo octavo)

 

Instrumentación de la Iglesia

Las fuerzas armadas llevaron adelante una política muy elaborada con respecto a la Iglesia católica, por la complejidad de los objetivos fijados.

De acuerdo con sus parámetros ideológicos, la dictadura quería destruir los sectores posconciliares de la Iglesia. Para esta finalidad no escatimó medios, utilizando el terror, la tortura y el crimen. Al mismo tiempo necesitaba evitar conflictos con el episcopado y trataba de utilizar a su favor la estructura eclesiástica.

De esta manera, la Iglesia católica argentina sufrió un verdadero martirologio, negado por sus máximas autoridades. ¡Curioso caso de una Iglesia que niega a sus mártires!

Esta estrategia surge no solamente de los hechos sino también de las directivas secretas de los comandos del ejército y la aeronáutica, remitidas por el ministerio de Defensa a la causa “Giorgi”, que tramitó por el juzgado federal de San Martín, provincia de Buenos Aires y dadas a conocer por los letrados del CELS.

“Dichas pautas o normas de acción –dice un documento del comando en jefe de la fuerza aérea–, han sido analizadas y adoptadas como más convenientes, de acuerdo con la opinión de los ministerios nacionales y como corolario de gestiones celebradas con autoridades del más alto nivel de la Iglesia católica. (1)

¿En qué consisten tales indicaciones? Están contenidas en forma circunstanciada en el anexo 5 (ámbito religioso) de la directiva del estado mayor del ejército 504/77, que lleva la firma del general Roberto E. Viola, agregada al expediente antes mencionado.

“El ejército –expresa–, accionará selectivamente sobre organizaciones religiosas... en coordinación con organismos estatales... para prevenir o neutralizar situaciones conflictivas explotables por la subversión, detectar y erradicar sus elementos infiltrados y apoyar a las autoridades y organizaciones que colaboran con las fuerzas legales”. “Iniciado el PRN (Proceso de Reorganización Nacional) –agrega–, si bien no hay una participación activa de la Iglesia, la misma se manifiesta mediante la comprensión y aceptación de los principios básicos enunciados, sin dejar e advertir sobre ciertos aspectos y puntualizar sobre determinados errores que podrían llegar a afectar el apoyo al mismo”.(2)

El documento continúa: “la existencia de una corriente de sacerdotes progresistas con algunos de sus integrantes enrolados con el oponente y otras de renovadores, no puede condicionar el alto concepto del clero argentino ni justifica un alejamiento de la Iglesia, tan necesario para la consecución de los objetivos básicos... Las características con que debió encararse la LCS (Lucha contra la Subversión) produjeron secuelas que, en forma de denuncias diversas, el oponente condujo hábilmente hacia la Iglesia, para colocarla en el compromiso de cumplir su misión pastoral de defensa de todos aquellos principios que son esencia de la doctrina cristiana, enfrentando al gobierno nacional y a las FF.AA. ... Esta situación se agravó circunstancialmente con algunos hechos fortuitos que afectaron a miembros del clero, particularmente como consecuencia de la ejecución de ciertas operaciones, que no fueron acertadas pero sí justificadas... También en el orden internacional los hechos señalados tuvieron su repercusión negativa, proyectando al exterior una imagen del país totalmente distorsionada y produciendo una reacción del Vaticano que en nada favorece al PRN y a las FF.AA.”.(3)

Como procedimiento, la directiva promueve “un acercamiento mediante el diálogo y la cooperación constructiva con las distintas diócesis de la Iglesia católica en todos los niveles eclesiásticos, para revertir la situación señalada y lograr la comprensión y el apoyo del clero... que permita aprovechar la acción persuasiva que puede llevar a cabo la Iglesia católica... Este diálogo, objetivo indispensable a ser alcanzado para el cumplimiento de la finalidad impuesta, no deberá limitarse sólo a nivel de los comandos de zona, subzona o jefatura de área.(4), con los arzobispos y obispos. Obviamente deberá ser extendido hasta las jerarquías más subalternas... Paralelamente el estrecho acercamiento que se pretende en todas las diócesis a fin de obtener un apoyo sin retaceos en la LCS, permitirá detectar problemas de carácter subversivo en los que están o pueden estar involucrados miembros del clero... Dichos problemas, por más importantes que sean, no deberán convertirse en cuestiones irritativas que los transformen en factores de gran repercusión. Por el contrario, se los manejará con mucho tacto y serán derivados cuanto antes a los niveles superiores. para lograr las soluciones adecuadas.. Los capellanes de la Fuerza tendrán en este accionar gran relevancia como asesores y actores de ese acercamiento".(5).

Ofrece igualmente interés la estrategia diseñada por la fuerza aérea frente a los problemas planteados por eventuales documentos de la Iglesia o de algunos de sus sectores. "Estas actitudes públicas de eclesiásticos -dice el documento antes mencionado, que lleva la firma del brigadier Teodoro G. Waldner-, pueden ocasionar fisuras, fricciones o una atmósfera negativa a los fines del PRN... También se han presentado diferendos a raíz de ciertas publicaciones que reconocen origen en ciertos sectores de la Iglesia católica y que pueden lesionar el necesario clima de convivencia".(6).

Se enumeran luego las "Capacidades del Enemigo", entendiendo por tal a la Iglesia. "Por su carácter confesional -continúa- la Iglesia católica difícilmente pueda desarrollar actividades de oposición frontal, sin embargo, pueden asignársele las siguientes capacidades... Brindar por medio de documentos y declaraciones, las bases de crítica a ser utilizadas por las entidades intermedias en oposición al gobierno nacional... Apoyo, especialmente de los sectores progresistas, de las campañas desarrolladas por las organizaciones de solidaridad... Facilitar la acción de grupos de interés para que reuniones y actos religiosos puedan poseer o revertir connotaciones políticas o sociales (celebración de San Cayetano).(7)

Los párrafos transcriptos y subrayados no requieren mayores comentarios. Confirman las tesis desarrolladas a lo largo de este libro acerca de la colusión de gran parte de la jerarquía eclesiástica con las fuerzas armadas.

Implican también un reconocimiento de crímenes -"consecuencia de operaciones que no fueron acertadas pero sí justificadas"- como el de los sacerdotes palotinos y de Chamical, en los cuales las autoridades militares negaron su participación.

Señalan, por último, que la Iglesia fue instrumentada por la dictadura militar para el logro de sus fines políticos y socioeconómicos. El episcopado se dejó instrumentar, lo que implica un acuerdo táctico en el cual uno de los aliados se pone al servicio del otro.

Los autores del documento castrense advierten con claridad que los métodos represivos colocan a la Iglesia "en el compromiso de cumplir su misión pastoral de defensa de los principios que son esencia de la doctrina cristiana". Las directivas tienden 'a impedir que esa obligación se cumpla, evitando un enfrentamiento. El objetivo se alcanzó plenamente.

 


La Iglesia perseguida

A partir de la década de 1970, las fuerzas armadas pusieron su mira en los sectores progresistas de la Iglesia católica considerándolos subversivos. En esa época, tienen lugar frecuentes conflictos particularmente con las diócesis de Neuquén, La Rioja y Goya, cuyos obispos, Jaime de Nevares, Enrique Angelelli y Alberto Devoto-, eran vistos con desconfianza.

He relatado en el capítulo primero el diferendo que se suscitó entre de Nevares y el presidente de facto Lanusse con motivo de una huelga en el Chocón. Al referirme a la trayectoria de monseñor Angelelli expondré una situación similar.

Hay un alivio en 1973, pero al año siguiente comienza una sangrienta persecución religiosa, como nunca habla conocido la Iglesia argentina. Hasta el 24 de marzo de 1976 los crímenes cometidos aparecen signados por el misterio y realizados por la triple A (Alianza Anticomunista Argentina), cuya creación se atribuye a José López Rega.

Sin negar las actividades delictivas impulsadas por ese personaje, estoy convencido que los ataques contra sacerdotes y otros miembros de la Iglesia fueron concebidos y ejecutados por los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas, que comenzaron a actuar clandestinamente mucho antes del golpe de estado militar. La llamada triple A no era más que la cobertura de la represión ilegal desatada por los mandos castrenses, con la colaboración de algunos civiles que integraban las bandas organizadas por éstos. Lo prueba el hecho que el 24 de marzo de 1976 la triple A desapareció como por arte de encantamiento. Los asesinatos se siguieron cometiendo, en su mayoría como secuela de desapariciones, pero el disfraz ya no era necesario,

Por esa razón mi análisis abarcará el periodo 1974-1983. El saldo del acosamiento es impresionante y constituye un capitulo dramático de la historia de la Iglesia del cual no existe conciencia pública por el silencio del episcopado, que no ha dado a conocer una reseña de lo ocurrido ni el nombre de sus mártires.(8)

Para realizar el resumen que sigue he confrontado distintas investigaciones; no siempre concordantes (9). Surge de las mismas que entre 1974 y 1983, fueron asesinados o desaparecieron definitivamente 16 sacerdotes católicos. Algunas de las fuentes consultadas incluyen además a José Colombo. Con éste la cifra ascendería a 17. No los incluyo, sin embargo, porque carezco de datos confirmatorios.

Son los siguientes:

-Carlos Francisco Mugica, asesinado en Buenos Aires el 11 de mayo de 1974.

-Carlos Dorniak, asesinado en Bahía Blanca el 21 de marzo de 1975.

-Nelio Rougier, detenido en Córdoba en 'setiembre de 1975. Desaparecido.

-Miguel Angel Urusa Nicolau, detenido en Rosario el 10 de enero de 1976. Desaparecido.

-Francisco Soares, asesinado en Tigre al igual que un hermano inválido a su cargo, el13 de febrero de 1976.

-Pedro Fourcade, detenido el 8 de marzo de 1976. Desaparecido.

-Pedro Duffau, asesinado en Buenos Aires el 4 de julio de 1976.

-Alfredo Kelly, asesinado en Buenos Aires el 4 de julio de 1976.

-Alfredo Leaden, asesinado en Buenos Aires, 4 de julio de 1976.

-Gabriel Longueville, asesinado en Chamical, La Rioja, el 18 de julio de 1976.

-Carlos de Dios Murias, asesinado en Chamical, La Rioja, el 18 de noviembre de 1976.

-Héctor Federico Baccini, detenido en La Plata el 25 de noviembre de 1976. Desaparecido.

-Pablo Gazzari, detenido en Buenos Aires el 8 de abril de 1977. Desaparecido.

-Carlos Armando Bustos, detenido en Buenos Aires, el 8 de abril de 1977. Desaparecido,

-Mauricio Silva lribarnegaray, detenido en Buenos Aires el 14 de junio de 1977. Desaparecido.

-Jorge Adur, detenido el 7 de enero de 1980. Desaparecido.


A esta lista habría que agregar la del sacerdote salesiano reducido al estado laical, José Tedeschi, detenido el 2 de febrero de 1976 en una villa de emergencia denominada Itatí, en la localidad de Bernal. Su cadáver apareció unos días más tarde con señales de haber sido torturado. En cuanto a Héctor Federico Baccini, que figura como profesor de música en la lista de la A.P.D.H., tenía en trámite su reducción al estado laical.

Hay que sumar igualmente a la nómina los obispos Enrique Angel Angelelli, de La Rioja y Carlos Ponce de León, de San Nicolás de los Arroyos. Ambos fallecieron en sendos accidentes automovilísticos ocurridos, respectivamente, el 4 de agosto de 1976 y el de julio de 1977.

Con respecto al primero el juez actuante en la causa -como se verá en las páginas que siguen-, ha calificado el hecho de homicidio calificado. En cuanto al segundo existen igualmente fuertes presunciones de que se trata de un asesinato.

Tenemos en consecuencia un total de 19 ordenados, eliminados físicamente.

En ocasión del asesinato de monseñor Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de 1976, el ministro del Interior Albano Harguindeguy informó que había 10 sacerdotes presos. Según los datos que he podido recoger serían los siguientes: Francisco Gutiérrez, Hugo Mathot, Gianfranco Testa, Silvio Liuzzi, Elias Musse, Raúl Troncoso, Francisco Javier Martín, René Nievas, Joaquín Núñez y Omar Dinelli. Este último fue liberado el mismo año y se exilió en Francia. Los restantes sufrieron largos años de prisión.

Fueron detenidos, torturados, liberados y expulsados del país -o prefirieron exiliarse- los clérigos Néstor García, Patricio Rice, José Czerepack, Orlando lorio, Santiago Renevot, Rafael lacuzzi, Julio Suan, Bernardo Canal Feijóo, Luis López Molina, Jaime Weeks y Francisco Jálics, es decir un total de 11. lacuzzi regresó al país pero ha debido salir nuevamente por un proceso pendiente en la justicia federal de la capital federal. Rice es secretario ejecutivo de la Federación de Familiares de Desaparecidos de América Latina, FEDEFAM, con sede en Caracas, Venezuela; lorio está incardinado en la diócesis de Quilmes y Jálics, de origen húngaro, ha permanecido con la Compañía de Jesús en Alemania del Oeste. Weeks, estadounidense, desarrolla su labor pastoral en la República Dominicana.

Entre los que sufrieron algún período de detención -generalmente con tortura-, he recogido una lista de 22, a saber: Marciano Alba, Aníbal Coerezza, Pace Dalteroch, Jorge Galli, Gervasio Mecca, Luis Quiroga, Angel Zaragoza, Raúl Acosta, Roberto Croce, Juan Dieuzeide, Esteban Inestal, Diego Orlandini, Eduardo Ruiz, Joaquín Muñoz, Juan Testa, Pablo Becker, Roberto D'Amico, Juan Filipuzzi, Antonio Mateos, Agueda Pucheta, Víctor Pugnata y Jorge Torres.

La nómina precedente involucra a 62 sacerdotes directamente afectados sin incluir a aquellos que, por precaución, abandonaron el país definitivamente o por un tiempo cambiaron de diócesis. Recuerdo entre estos últimos al presbítero y sociólogo Duilio Biancucci, radicado en Alemania Occidental, que fuera profesor de la Universidad Nacional de Luján. No seria exagerado fijar el número total en un centenar.

Otro sector eclesial que sumó duros golpes fue el de los seminaristas. Entre los asesinados y desaparecidos en forma definitiva cabe mencionar a Salvador Barbeito y Emilio Barletti, de la comunidad palotina, muertos el 4 de julio de 1976; Marcos Cirio, novicio de la Fraternidad del Evangelio, detenido y desaparecido el 17 de noviembre de 1976; Carlos A. Di Pietro y Raúl E. Rodríguez, asuncionistas, detenidos y desaparecidos el 4 de junio de 1976; y Juan Ignacio Isla-Casares de la parroquia Nuestra Señora de la Unidad de Olivos, provincia de Buenos Aires, detenido y desaparecido el 3 de junio de 1976. Con el P. Weeks, de la Comunidad de La Salette, fueron detenidos y torturados en Córdoba, el 3 de agosto de 1976, los seminaristas Alejandro Dauza, Alfredo Velarde, Daniel García, José Luis de Stéfano y Humberto Pantoja. Permanecieron largo tiempo en prisión (11 en total).

Entre los religiosos, el caso más conocido es el de las hermanas francesas de las Misiones Extranjeras, Alice Domon y Léonie Duquel, detenidas, respectivamente, el 8 y 10 de diciembre de 1977, la primera en la iglesia de Santa Cruz y la segunda en su domicilio. Nada se ha sabido oficialmente de ambas, pero numerosos testimonios acreditan que permanecieron en la escuela de mecánica de la Armada, donde fueron torturadas y posteriormente asesinadas. Pueden agregarse los Hermanos Julio San Cristóbal, de la congregación de las Escuelas Cristianas de La Salte, detenido y desaparecido el 5 de febrero de 1976 y Henri del Solan Betumali, de la Fraternidad del Evangelio, que estuvo preso desde 1976 a 1978 y fue luego deportado a Francia, (4 en total).

 


Cristianos comprometidos

El número de cristianos -católicos y protestantes-, comprometidos en actividades apostólicas que fueron víctimas del terrorismo de Estado, es difícil de estimar. Involucra, sin duda, una cantidad importante de los miles de asesinados, detenidos-desaparecidos, presos y exiliados que produjeron las fuerzas armadas entre 1974 y 1983. Prefiero no arriesgar cifras y limitarme a reseñar algunos casos significativos.

El 9 de mayo de 1975 fue secuestrada en Mar del Plata por un grupo de hombres fuertemente armados, la decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Católica de esa ciudad, Maria del Carmen Maggi. El 23 de marzo de 1976, un día antes del golpe de estado, apareció su cadáver en la playa, cerca de la laguna de Mar Chiquita. Permaneció desaparecida diez meses. La licenciada Maggi estaba vinculada con el entonces obispo de la diócesis monseñor Pironio, hoy cardenal en la curia  romana. Se sindicó como responsables a los miembros del CNU (Concentración Nacional Universitaria), muy activos en la zona atlántica y ligado a la marina de guerra y al ejército.

En el mes de noviembre de 1975 efectivos del ejército, dependientes del comandante de la VI brigada de infantería de montaña de Neuquén (subzona represiva 52), general de brigada Juan Antonio Buasso, allanaron la escuela-hogar "Mamá Margarita" de Junín de los Andes. Detuvieron a dos maestras y a una celadora (a quienes intentaron vejar) y al P. Antonio Mateos. El episodio dio lugar a un duro entredicho público entre el obispo de la diócesis Jaime de Nevares y el general Buasso, quien defendió el procedimiento.

En diciembre de 1975 fueron secuestrados Daniel Bombara, militante de la Juventud Universitaria Católica (JUC) de Bahía Blanca y José Serapio Palacios, dirigente de la Juventud Obrera Católica (JOC), de El Palomar, provincia de Buenos Aires. El primero apareció asesinado poco después con señales de tormentos y el segundo permanece desaparecido.

En la madrugada del 14 de mayo de 1976 fueron detenidos en sus respectivos domicilios Beatriz Carbonell de Pérez Weiss y su esposo Horacio Pérez Weiss; María Marta Vásquez Ocampo de Lugones y su esposo César Amadeo Lugones; Mónica Maria Candelaria Mignone y Maria Esther Lorusso Lammle. A primera hora de la tarde ocurrió lo mismo con Mónica Quinteiro, ex-religiosa de las hermanas de la Misericordia, Nada se ha sabido de ellos. Este grupo de jóvenes desarrollaba

Una activa labor de promoción humana, social, religiosa y política en la villa de emergencia del Bajo Flores y había misionado en la Patagonia.

Estaban vinculados con la parroquia Santa Maria Madre del Pueblo. Por el interrogatorio sufrido por el P. Orlando lorio -que vivía 'en el mismo barrio-, y otros indicios, se sabe que fueron trasladados a la escuela de mecánica de la Armada, donde sin duda fueron torturados y asesinados.

Un núcleo prácticamente diezmado fue el que se reunía alrededor de la parroquia de Nuestra Señora de la Unidad de Olivos y colaboraba con el barrio La Manuelita. Algunos de ellos estaban vinculados con la Fraternidad del Evangelio y otros con la JIC (Juventud Independiente Cristiana). Lo integraban, entre otros, María Fernanda Noguer, José Villar, Alejandro Sackinan, Esteban Garat, Valeria Dixon de Garat y Roberto van Gelderen. La mayoría fueron detenidos y desaparecieron en el mes de junio de 1976.

En los últimos meses de 1976 "desaparecieron" los militantes cristianos Ignacio Beltrán, de Buenos Aires; Alberto Rivera, Horacio Russin, Néstor Junquera y María Eugenia González, de Bahía Blanca; Luis Oscar Gervan, de Tucumán; y Luis Congett, dirigente de Caritas de San Justo, provincia de Buenos Aires.

A lo largo de 1977 corrieron la misma suerte el ciudadano paraguayo y miembro de la JOC de Lomas de Zamora Antero Darío Esquivel; Eduardo Luis Ricci, dirigente de la JEC (Juventud Estudiantil Católica) de La Plata; Leonor Rosario Landaburu de Catnich y su esposo Juan Carlos Catnich, militantes cristianos de la capital federal; Susana Carmen Moras, presidente de la rama juvenil de la Acción Católica y Susana Antonia Marco, miembro de Cristianos para la Liberación, ambas pertenecientes a la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Villa Urquiza, Buenos Aires; Roque Agustín Alvarez, de un grupo católico de Avellaneda; Armando Corsiglia, dirigente de la JUC  de Florencio Varela; Cecilia Juana Minervine, de Cristianos para la Liberación de la Capital Federal; y el matrimonio Laura Adhelma Godoy - Oscar de Angeli, de la Universidad Católica de Mar del Plata.

La sangrienta persecución no decayó en 11978. En enero de ese año los represores se ensañaron con los matrimonios Gertrudis Hlaszick -José Poblete y Mónica Brull - Juan Guillén y con Gilberto Rengel Ponce. Cuatro de ellos eran lisiados y participaban en organizaciones cristianas que los reunían. Todos fueron salvajemente torturados. También fue secuestrado el militante cristiano Adolfo Fontanella, hasta hoy desaparecido.

Las iglesias evangélicas, comúnmente llamadas protestantes, fueron igualmente víctimas de terrorismo de Estado. El caso más resonante es el de Mauricio López, con quien me unía una cálida amistad. Notable teólogo y filósofo, actuó durante muchos años en el Consejo Mundial de Iglesias, con sede en Ginebra. Vuelto a la patria -era mendocino-, fue designado en 1973 rector de la Universidad Nacional de San Luis cargo que ocupó hasta el 24 de marzo de 19.76. El 10 de enero de 1977 fue detenido en Mendoza y pese a las intensas gestiones realizadas tanto dentro como, fuera del país, nunca hubo noticia oficial acerca de su suerte. Informaciones confidenciales indican que fue asesinado en marzo del mismo año.

Las hijas de dos pastores protestantes, uno alemán y otro estadounidense fueron igualmente víctimas de la represión. La primera Elizabeth Käsemann , fue detenida, torturada, y asesinada en 1977. La segunda, Patricia Anna Erb, sufrió un secuestro el 13 de setiembre de 1976.

El 4 de abril de 1976 fueron detenidos Víctor Pablo Boinchenko y Lilian Jane Coleman de Boinchenko, miembros activos de la Iglesia Evangélica de Cosquín, Córdoba. Se tiene la certeza que fueron llevados al campo clandestino de La Perla y eliminados. El 4 de mayo "desapareció" en Buenos Aires un feligrés de la Iglesia Metodista Oscar Alajarin, integrante del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH).

Existen testimonios impresionantes sobre las humillaciones sufridas por los cristianos comprometidos en los centros clandestinos de detención. Estos episodios ponen de manifiesto el odio al mensaje evangélico y la deformación religiosa de sus captores.

Transcribo a continuación algunos relatos: "Para Navidad de 1977 ocurrió algo inaudito. Alrededor de 15 prisioneros fuimos llevados a una misa oficiada en el casino de oficiales de la ESMA. Todos estábamos engrillados, esposados con las manos detrás de la espalda y encapuchados. Entre tanto se oían gritos de los que eran torturados y el ruido de las cadenas arrastradas de los que eran llevados al baño en la sección 'Capucha'.(10).

"En una fecha próxima al 24 de diciembre de 1976 se hizo presente (en la ESMA), el almirante Massera, junto con el contraalmirante Chamorro, el capitán Acosta, y algunos miembros del grupo tres de tareas. En esa oportunidad, exhibiendo un cinismo sin limites, ante una treintena de prisioneros con sus piernas sujetas con grilletes, nos deseó una feliz Navidad".(11).

"Luego sufrí dos simulacros de muerte: uno por fusilamiento y otro por envenenamiento. Previamente a esos simulacros me preguntaron si quería rezar y me ofrecieron un rosario. Por el tacto (conservaba los ojos vendados) pude reconocer que el objeto que me hablan dado no era un rosario sino la cruz que mi hija llevaba siempre al cuello (un objeto muy característico de tipo artesanal). Entendí que se trataba de un modo sádico de anunciarme que mi hija se encontraba también allí. Yo rezaba y lloraba. Entonces me respondían con obscenidades, amenazas y gritos. Decían: 'Callate, esto te pasa por andar con ese barbudo, con ese puto (se referían a Jesucristo). Por eso estás así ahora".(12).

"Nos llevaron a la comisaría 36 de la policía federal de Villa Soldati. Cuando gritaba ellos silbaban, hacían ruido para tapar los gritos. Después me llevaron a un calabozo y al rato vinieron otros a decirme que 'iba a ver a los militares', que iba a ver que los romanos no sabían nada cuando perseguían a los primeros cristianos en comparación con los militares argentinos".(13)

 

 


Memoria y juicio

La reseña precedente es, sin duda, incompleta y sólo proporciona una idea aproximada de la magnitud y las características del ataque sufrido por el sector progresista de la Iglesia argentina. Es de esperar que surjan iniciativas dirigidas a una investigación' minuciosa de lo ocurrido 'y a la rememoración de los mártires.

En casi cinco siglos. la Iglesia rioplatense no había sufrido una persecución sangrienta como la relatada. Los conflictos anteriores del Estado con la Iglesia fueron de distinta naturaleza. La expulsión de los jesuitas por Carlos III en 1767 sólo significó el destierro de los miembros de la Compañía de Jesús y la apropiación de sus propiedades. La reforma religiosa de Rivadavia en 1822, se limitó a la supresión de conventos y a la confiscación de bienes. Los choques con Rosas no trajeron mayores consecuencias. Los sucesos de la década de 1880, durante la presidencia de Roca, tuvieron como episodio culminante la partida obligada del nuncio Luis Matera y la ruptura de relaciones con la Santa Sede.

Vale la pena detenerse en el antagonismo de Perón con la Iglesia en los años 1954/55. Además de medidas legislativas y administrativas. los hechos más salientes fueron la expatriación del obispo auxiliar de Buenos Aires Manuel Tato y del canónigo Manuel Novoa y los incendios y destrozos provocados en la noche del 16 de junio de 1955 en la curia metropolitana y los templos de San Francisco, Santo Domingo. San Ignacio de Loyola, la Piedad, San Miguel Arcángel, el Socorro, San Nicolás de Bari, las Victorias y San Juan Bautista. La muerte del sacerdote redentorista Jacobo Wagner, único episodio de este tipo, se debió a las lesiones que sufrió al tratar de salir por los techos de la casa parroquial. No existen indicios que haya sido golpeado, como lo afirma Juan Carlos Zuretti (14).

No pretendo justificar esos actos de barbarie. Fui testigo presencial desde las arcadas del Cabildo, del comienzo de la quema del edificio de la curia y me consta que actuaban pequeñas bandas con elementos incendiarios, ante la pasividad de la policía y el ejército. Es decir; no  se trató de una reacción espontánea del pueblo, que había sido afectado ese mediodía por el sangriento y brutal bombardeo de la plaza de Mayo por los aviones de la Marina de Guerra, que causó centenares de muertos y heridos.

Estos hechos dieron lugar a una dura reacción de la Iglesia. A fines de julio el Episcopado argentino lanzó una pastoral colectiva -"Nuestra contribución a la paz de la Patria"-, denunciando la existencia de una persecución religiosa. El 16 de, junio de 1955 la secretaria de Estado del Vaticano dio a conocer un decreto de excomunión contra los responsables de la deportación del obispo Tato.

En 1976 los agravios no consistieron en ataques verbales, confiscación de bienes, expulsión de dignatarios y sacerdotes, destrucción de templos de piedra y ladrillo, que se reconstituyen fácilmente. Las víctimas fueron hombres, templos vivos del Espíritu Santo, creados a imagen y semejanza de Dios. Cayeron dos obispos, más de un centenar de sacerdotes, religiosos y seminaristas; millares de cristianos comprometidos. Pero no hubo pastoral colectiva del Episcopado condenatoria de la persecución ni excomunión de los responsables.

¡Curioso espectáculo el de este Episcopado que compartía favores con un régimen que aterrorizaba y masacraba a sus sacerdotes y a sus fieles!

Se dirá -y es cierto- que la persecución sólo alcanzaba a un sector de la Iglesia. Pero esto no excusa a los pastores, que están obligados a defender a todas las ovejas de su grey.

Podrá argüirse que las víctimas estaban sindicadas por el gobierno militar como integrantes de la subversión. Pero ello no excusa los métodos utilizados. El episcopado debió haber exigido un juicio imparcial, sin admitir jamás el asesinato, la desaparición, la tortura, la prisión sin proceso. Como digo en otra parte de este libro, a veces se tiene la impresión que algunos prelados veían con satisfacción la eliminación de estos elementos molestos e incluso daban su visto bueno para que ello tuviera lugar. En una carta de Zaspe a Angelelli, agregada a un expediente judicial, el primero explica que en la reunión de la comisión ejecutiva de la CEA con la junta militar, en mayo de 1976, monseñor Tortolo solicitó que se avisase al obispo cuando se iba a detener a un sacerdote. Como se advierte, no requería el juzgamiento y admitía la prisión sin debido proceso. Sin embargo este mínimo requisito tampoco se cumplió.

Persecuciones y crímenes utilizando el poder del Estado son comunes en la historia de la humanidad. Hitler y Stalin eliminaron a miles de personas. Pero ninguno de ellos se atribuyó la condición de cristiano ni pretendió actuar en defensa de la Iglesia y de la civilización cristiana. Recuerdo que monseñor Daniel Pezeril, obispo auxiliar de París, nos señalaba en una oportunidad a mi esposa y a mi la gravedad de esta circunstancia. "Lo que me desvela -nos decía- es que la junta militar argentina mate en nombre de Dios y el episcopado no señale este escándalo". En esos días Pezeril había publicado una dura crítica al régimen militar en el diario Le Monde, que provocó un intercambio público de cartas con el embajador Tomás de Anchorena.

 

 


Monseñor Angelelli y la Iglesia de La Rioja

Dentro de este contexto interesa de manera especial analizar la persecución a la Iglesia riojana, que culmina con los asesinatos del dirigente cristiano Wenceslao Pedernera, los presbíteros Murias y Longueville y el obispo Angelelli en julio y agosto de 1976.

La Iglesia de La Rioja comenzó a distinguirse de las otras diócesis argentinas a partir de la llegada del obispo Enrique Angel Angelelli. Era éste un sacerdote cordobés nacido el 17 de julio de 1923. Realizó estudios en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma y fue ordenado en 1949. En Córdoba actuó como asesor de la juventud obrera católica (JOC) y de la juventud universitaria católica (JUC) y en 1960 fue designado obispo auxiliar. El 11 de julio de 1968 el papa Paulo VI lo nombró titular del obispado de La Rioja.

Desde su primer mensaje indicó claramente cuál sería su línea pastoral. "Tengo -decía- un oído en el Evangelio y otro en el pueblo". Se identificó con las tradiciones riojanas, con los humildes y desposeídos. Introdujo una clara orientación posconciliar. Pronto se transformó en una figura carismática que revitalizó la diócesis. Alrededor suyo se formó un vigoroso movimiento de sacerdotes -algunos de ellos venidos de otros lugares-, religiosos y laicos. Recorría incesantemente la provincia. Alternaba con las comunidades. Hablaba por radio.

Angelelli no se limitó a denunciar las difíciles condiciones de vida de los pobladores riojanos y la explotación de que eran objeto, particularmente los obreros rurales. Pasó a la acción. Propició la organización de cooperativas agrarias -la más conocida CODETRAL- y la división de los latifundios, como el Azzalini. En cuanto afectó los intereses comenzó una tenaz campaña destinada a alejarlo de La Rioja. Constituía un peligro para los poderosos. Se provocaron incidentes en las fiestas patronales de Anillaco; organizaciones seudorreligiosas como la Cruzada de la Fe publicaban solicitadas en su contra; llovían denuncias en la conferencia Episcopal, en la Santa Sede, en el gobierno militar de Onganía -Levingston- Lanusse. Paulo VI envió en 1973 a monseñor Vicente Zaspe como representante personal a fin de confirmar su línea pastoral. El diario El Sol, propiedad de Tomás Alvarez Saavedra, lo calumniaba diariamente. Otro periódico, El Independiente, lo defendía. Era calificado de comunista, tercermundista, guerrillero.

La Iglesia de La Rioja -comunitaria, activa, profética-, cayó bajo la mira de las fuerzas armadas aliadas naturales de los terratenientes. En 1976 la situación se puso asfixiante. Los comandos del batallón de ingeniería de construcciones de La Rioja (área represiva 314) Y de CELPA, base de la fuerza aérea de Chamical y sus respectivos servicios de inteligencia, se lanzaron a actuar, sin esperar el golpe de Estado del 24 de marzo.

El 1° de enero de 1976, al concluir las fiestas diocesanas, Angelelli advirtió al pueblo sobre la situación. "Pongo a la diócesis -dice- en estado de oración". Monseñor Bonamín predica en la base aérea afirmando que "el pueblo argentino había cometido pecados que sólo se podían redimir con sangre". Esto da lugar a un entredicho con Angelelli quien, en una carta privada a monseñor Zaspe, le dice: "la actuación de Bonamín en Chamical fue descabelladamente desacertadal". El 12 de febrero por orden del ejército son detenidos en Mendoza el vicario general de la diócesis de La Rioja Esteban Inestal y dos jóvenes del movimiento rural diocesano, Carlos Di Marco y Rafael Sifré. Las preguntas giran alrededor de las actividades del obispado. Los oficiales que los interrogan les dicen: "Juan XXIII y Paulo VI trajeron la ruina de la Iglesia. Destruyeron la Iglesia de Pío XII. Los documentos de Medellín son comunistas y no fueron aprobados por el papa. La Iglesia de La Rioja está separada de la Iglesia argentina".(15)

El 20 de febrero Angelelli convoca al presbiterio para una reflexión sacerdotal y pastoral y afirma: "El contexto político argentino nos obliga a discernir evangélicamente nuestra misión pastoral futura". El 25 de febrero escribe a la conferencia episcopal argentina estas palabras definitorias y proféticas: "Entiendo que el asunto va más allá de La Rioja, nos incumbe a todos. Solicito a mis hermanos obispos, porque urge una evaluación más profunda. Necesitamos urgentemente clarificar la misión que nos corresponde a las diócesis y a la vicaria castrense. Es hora que abramos los ojos y no dejemos que generales del ejército usurpen la misión de velar por la Fe católica. No es casualidad el querer contraponer la Iglesia de Pío XII a la de Juan y Pablo. Hoy cae un vicario general; mañana (muy próximo) caerá un obispo. Por ahí se me cruza por la cabeza el pensamiento que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de algún obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra colegialidad episcopal. Son una gracia de Dios para una diócesis estas pruebas ayudan mucho a unir y profundizar el presbiterio y el resto de la comunidad diocesana. Este cuestionamiento que se me hace me replantea, para bien de la Iglesia y de la paz, la opción que ustedes bien conocen: mi renuncia".

En el mes de marzo, el día de la inauguración del curso lectivo, el jefe de la base aérea de Chamical, vicecomodoro Lázaro Aguirre, interrumpió la homilía del obispo Angelelli durante la misa en la capilla de la unidad. Sostuvo que éste hacía política al señalar la responsabilidad social de los cristianos. Como consecuencia del hecho, el 19 de ese mes Angelelli dispuso "suspender la celebración de los oficios divinos en la capilla que está en jurisdicción de esa base aérea".

La situación se iba haciendo crítica. El 20 de marzo fue trasladado detenido a La Rioja el sacerdote español Francisco Gutiérrez García, acusado de estar en conexión con el obispo de La Rioja. El 24, en coincidencia con el golpe de Estado, el personal de la base aérea de Chamical que se había hecho cargo de la comisaría de Malanzán, detuvo durante cuatro días para interrogarlo al párroco Aguado Pucheta. En Olta fue apresado el párroco Eduardo Ruiz junto con el hermano Pedro. Su prisión durará seis meses. La hermana Marisa, de la comunidad que trabaja en la parroquia, fue demorada por el alférez Peseta en Chamical, quien le formuló preguntas en tomo a su relación con Angelelli.

El 28 de marzo el jefe de la base aérea de Chamical vicecomodoro Lázaro Aguirre, advirtió al párroco Gabriel Longueville que permaneciera quieto en su casa y llamó para "conversar" a los sacerdotes Francisco Canobel y Carlos de Dios Murias. El interrogatorio duró cinco horas en presencia del vicecomodoro Luis Estrella, subjefe del CELPA y ministro de Hacienda y del alférez Peseta. Nuevamente fue demorado el P. Pucheta. El 2 de abril el ejército requisa y clausura la casa parroquial de Olta, mientras su párroco, el P. Ruiz, permanece preso.

El 18 de abril las autoridades militares publican en los diarios una carta del P. Ruiz al obispo Angelelli, donde le dice: "está equivocado, no siga". Al salir de la cárcel Ruiz explica que su intención fue que se la entendiera en esa forma. Por precaución Angelelli avisa a las autoridades sobre la realización de ejercicios espirituales para los sacerdotes de la diócesis en Sañogasta. Al concluir el encuentro, el presbiterio da a publicidad un mensaje pascual donde expresa: "nos pareció importante recordar una vez más lo que venimos anunciando desde hace tantos años: la obra de la evangelización no puede olvidar las graves cuestiones que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz del mundo. Igualmente todo lo que la Iglesia enseña acerca de la dignidad de la persona humana y el respeto profundo que nos exige como imagen viva de Dios".

El 26 de abril los sacerdotes de La Rioja escriben a monseñor Zaspe: "Nuestra situación se toma cada vez más asfixiante y difícil; nuestro ministerio es vigilado y tergiversado; nuestra actividad pastoral es tildada de marxista y subversiva. No es el pueblo riojano quien procede de esa manera, sino el grupo de siempre, los que ayer se lanzaron a una campaña de calumnias y hoy ante el cambio de gobierno se presentan ofreciendo listas. Como consecuencia se producen allanamientos y detenciones. Presentan a La Rioja como aguantadero de la guerrilla y a Angelelli como cabecilla principal. Este es uno de los temas principales de los interrogatorios. Existe una confabulación a fin de lograr su objetivo: separar al pueblo de su Iglesia". A esta misiva, Angelelli le añade por su cuenta: "Ciertamente no puedo dejar de recoger la angustia de mis curas, religiosos y laicos. Te diría más: en esta Rioja desprovista de fuentes de trabajo, la alarmante cesantía de gente está creando un panorama muy doloroso. Para colmo aún no se ha clarificado la existencia de dos gobiernos paralelos: uno, ejército, que se hizo cargo el 24 de marzo y el otro, aeronáutico, nombrado por el gobierno central. La caza de brujas anda en toda su euforia. Esta vez no se podrá decir que no informamos (a la Conferencia Episcopal). Por cierto que no somos los únicos, pero es hora que la Iglesia de Cristo en la Argentina discierna a nivel nacional nuestra misión y no guarde silencio ante hechos graves que se vienen sucediendo. Nuevamente pongo a disposición mi renuncia para que no siga La Rioja dando dolores de cabeza ni a la Santa Sede, ni al nuncio ni a mis hermanos obispos. O nos respaldamos en serio o que se busque otro pastor para esta diócesis. Mis sugerencias para el documento que prepara la CEA: replantear la actual realidad argentina... No firmar un cheque en blanco a nadie (solamente con el Evangelio). No renunciar a la crítica constructiva desde el Evangelio. Hacer un llamado para profundizar la unidad eclesial y no dejarnos llevar a la división con el motivo que sea; clarificar la misión y las relaciones del vicario castrense con las diócesis. Profundizar la colegialidad episcopal y la unidad sacramental entre nosotros. Debemos dar este testimonio, lo necesitan todas nuestras comunidades diocesanas".

Seis sacerdotes abandonan La Rioja por sugerencia del obispo. El 17 de junio seis religiosas azules son detenidas al entrar a la ciudad. La policía las hace descender del rastrojero en que viajan, revisan el vehículo, el equipaje y abren la correspondencia que traen. Al día siguiente son citadas a la jefatura y se les abre un prontuario. El jefe de policía les aclara: "este procedimiento se hace solamente con personas sospechosas. La situación en La Rioja es muy grave por las ideologías marxistas, principalmente la del obispo; el papa desconoce la verdadera situación de la Iglesia en La Rioja; está mal informado... Les advierto que si continúan en La Rioja pueden ser nuevamente interceptadas".

En esas horas difíciles, los mensajes de Angelelli se suceden. En uno de ellos señala que desde el 24 de marzo dejó de trasmitirse la misa por la radio local desde el camarín de la iglesia catedral, "por orden superior". La reemplazan por la oficiada por capellanes militares en el batallón del ejército.

La situación alcanza su clímax. Ante la resistencia de la Iglesia de La Rioja el ejército y la aeronáutica deciden recurrir al crimen, para acallar su voz y producir un escarmiento. El 18 de julio de 1976 un grupo de hombres vestidos de civil que dicen pertenecer a la policía federal, piden hablar con los sacerdotes de Chamical Gabriel Longueville y Juan Carlos de Dios Murias. Los clérigos estaban cenando en la parroquia con algunas religiosas. Después de conversar a solas con los visitantes, explican que deben viajar con ellos a La Rioja para una declaración. Se despiden y parten juntos. A la mañana siguiente sus cadáveres aparecen en el Chañar, a pocos kilómetros de Chamical, con signos evidentes de haber sido torturados.

Gabriel Longueville era un sacerdote francés de 45 años, enviado por el Comité Episcopal para América Latina. En 1972, arribó a la Argentina y se desempeñaba como párroco de Chamical, donde gozaba del aprecio general. Su adhesión a la línea pastoral del obispo Angelelli y su predilección por los pobres, le habían atraído la desconfianza de la base de la fuerza aérea. Carlos de Dios Murias tenía 30 años. Pertenecía a la orden de los frailes menores conventuales. Colaboraba con el párroco y tenía la intención de instalar un convento de su orden en La Rioja. Yo lo conocí antes de su ordenación en un viaje a la Patagonia, donde mis hijas estaban misionando. Era un joven presbítero, entusiasta, consagrado a su misión evangélica con una decidida concepción posconciliar.

El asesinato produjo conmoción en La Rioja. El obispo Angelelli se instaló en Chamical y el 22 de julio presidió el sepelio, pronunciando una emocionante homilía. Entre tanto en la capital el jefe del batallón de comunicaciones coronel Osvaldo Pérez Battaglia, prohibía que la noticia saliera en los diarios, incluso como aviso fúnebre.

El 25 de julio otro homicidio. Un grupo armado golpea por la noche en la casa de Wenceslao Pedernera en Sañogasta y al salir lo asesina a mansalva en presencia de su esposa y sus tres hijos. Pedernera era un cristiano activo en las cooperativas agrarias y en la parroquia de Sañogasta ligado a la acción del obispo de La Rioja. Angelelli comprende que su hora ha llegado. Escribe al nuncio. En repetidas oportunidades lo señala a sus colaboradores. Agrega que se tratará de disimular su muerte, tal vez con un accidente. "Varios tienen que morir -expresa- y entre ellos yo". Confía a su sobrina María Elena Coesano que en junio había estado con los integrantes de la junta militar y agrega: "la cosa está muy fea".

En cualquier momento me van a barrer. Pero no puedo esconder el mensaje debajo de la cama". Después de la muerte de Longueville y Murias viaja a Córdoba, visita a la misma sobrina y le explica que ha participado en una entrevista con el comandante del IIIer cuerpo de ejército general Luciano Benjamín Menéndez y el cardenal Raúl Primatesta. En esa ocasión Menéndez le dijo que debla cuidarse mucho. Sale de la reunión con la certeza que su suerte está decidida. Se siente aislado. Ningún obispo asiste al sepelio de Longueville y Murias. A Zaspe, su confidente de siempre, le escribe: "Estoy solo entre mis hermanos obispos de la Argentina".

El 4 de agosto decide volver de Chamical a La Rioja. Lleva en su maletín documentos valiosos que ha recogido esos días y que prueban la autor la del asesinato de Longueville y Murias. La noche anterior, en la casa parroquial, se tiene la sensación que hay hombres merodeando. Almuerza y parte con el sacerdote Arturo Pinto. Elige el camino viejo. Al llegar a Punta de los Llanos -según el relato de Pinto-, un automóvil Peugeot blanco se le acerca por detrás y se le interpone, obligándole a una brusca maniobra. El vehículo vuelca. Pinto queda desvanecido. A las seis horas levantan el cadáver de Angelelli, que, con los brazos en cruz y con el cráneo destrozado está tirado a unos 25 metros. Las pericias de la causa judicial demuestran que no pudo haber salido por el parabrisas ni por la puerta. Todo indica que fue ultimado con un golpe en la nuca y arrastrado varios metros.

El sumario es caratulado como muerte en accidente y rápidamente archivado. Las fuerzas armadas y de seguridad impiden que los civiles y periodistas se acerquen al lugar. Esa noche personal del ejército intenta revisar las habitaciones del obispo Angelelli. El vicario general Esteban Inestal se opone amenazando con comunicarse con el nuncio y desisten. Las autoridades de todos los niveles manifiestan hipócritamente su pesar. Al entierro de Angelelli asisten el nuncio Laghi y diez obispos. Habla su amigo de siempre, monseñor Zaspe, entre otros oradores.

Sin embargo, nadie se engaña. El pueblo sabe que se trata de un asesinato. El cardenal Eduardo Pironio le dice al teólogo José Miguez Bonino, en Roma, que la Santa Sede no tiene dudas y está esperando la palabra de la Conferencia Episcopal para hablar. Pero esa palabra no llega. En cambio, el cardenal Aramburu, en Tucumán, manifiesta: "Para hablar de crimen hay que probarlo y yo no tengo ningún argumento en ese sentido. De las averiguaciones que se hicieron ninguna daba posibilidad de que hubiera podido ser eso que se rumorea" (16). Algo similar afirma el cardenal Primatesta, a pesar de su conocimiento directo de los hechos. En la nunciatura se acumulan evidencias, pero también se calla.

Pasan los años. El 26 de enero de 1983 el ex-oficial de la policía Rodolfo Peregrino Fernández formula una declaración donde explica que vio en el escritorio del ministro del Interior Albano Harguindeguy un maletín con la documentación que portaba el obispo Angelelli sobre el asesinato de Longueville y Murias. El 31 de julio del mismo año monseñor Jaime de Nevares, obispo de Neuquén, expone abiertamente que la muerte de Angelelli fue provocada y proporciona detalles en una conferencia de prensa organizada por el CELS en la Asamblea Pennanente por los Derechos Humanos, el acompañante Arturo Pinto aporta decisivos elementos de juicio. La causa judicial se reabre en La Rioja. Con la instauración del gobierno constitucional y la designación como juez del doctor Aldo Fermín Morales la investigación avanza, El sucesor de Angelelli como opispo de La Rioja, monseñor Bernardo Witte, aporta al expediente valiosísimos elementos de prueba. El gobierno de la provincia, encabezado por Carlos Saúl Menem y la subsecretaria de Gobierno y Derechos Humanos Graciela Petray, presta su firme colaboración. El 19 de junio de 1986 el magistrado interviniente dicta un auto interlocutorio cuya parte resolutiva dice lo siguiente: "Declarar que la muerte de monseñor Enrique Angel Angelelli no obedeció a un accidente de tránsito, sino a un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima". En los fundamentos de la medida aduce que las pruebas son concluyentes. El expediente cambia su carátula de "accidente" a "homicidio calificado", Se evita de esa manera la prescripción.

Pocas semanas después los abogados del CELS se presentan en la causa en representación de la sobrina del obispo María Elena Coesano y obtienen el reconocimiento como parte querellante. Queda por delante la tarea de identificar a los autores mediatos e inmediatos de la muerte del obispo.

Estos acontecimientos tienen lugar en circunstancias en que en todo el país, con motivo de cumplirse diez años del deceso de Angelelli, se desenvuelve un movimiento destinado a exaltar su memoria, su acción y sus enseñanzas. Los actos culminaron con las ceremonias que tuvieron lugar en La Rioja el 4 de agosto de 1986, con asistencia de peregrinos de diversos lugares y en particular de las diócesis de Neuquén, Viedma y Quilmas.

En vísperas de esta celebración litúrgica el directorio de ATC Canal 7, dispuso prohibir el tramo de la grabación correspondiente al abogado del CELS Jorge Baños, en el programa del domingo 3, a las 23 horas, denominado "A Fondo", conducido por Mona Moncalvillo. Según se afirmaba, Baños iba a proporcionar los nombres de quince personas involucradas en el crimen. El hecho pone de manifiesto el poder de veto que mantienen las fuerzas amadas.

En cuanto a la Conferencia Episcopal y sus cabezas, los cardenales Aramburu y Primatesta, nada han rectificado de sus afirmaciones de 1976, a pesar de la resolución judicial que las contradice. Los actos en memoria de Angelelli no han contado con la adhesión de ese cuerpo, aunque sí con la de su sucesor Bernardo Witte y la de algunos obispos enrolados en la misma línea pastoral.

Ninguna explicación se ha escuchado, igualmente, de los oficiales que ocupaban cargos en La Rioja en el momento del homicidio. Me refiero en particular al comandante y segundo comandante del batallón de ingenieros de construcciones 141 (área represiva 314), coronel Osvaldo Pérez Battaglia y teniente coronel (ahora general) Jorge Malagamba; y al jefe y subjefe de la base aérea CELPA de Chamical, comodoro Lázaro Antonio Aguirre y vicecomodoro Luis Estrella.

Por su parte el obispo Bernardo Witte declaró, el 2 de agosto de 1986, que ha llegado el momento de investigar la vida, obra, virtudes y "fama de santidad o de martirio" de su antecesor Enrique Angelelli. Ha constituido para ello una comisión diocesana integrada por teólogos, juristas, pastoralistas, clérigos y laicos. "Sin duda alguna -agrega- fue un verdadero pastor y profeta en la tormenta, fue signo de contradicción según el Evangelio".

Estos son los primeros pasos para que la Iglesia, a través de un proceso, declare santo a una persona.

En el mismo documento el obispo riojano, señala que "en silencio profundo, durante nueve años, hemos investigado pacientemente la vida, los documentos, los gestos, las actitudes y las obras que nos aportarán la luz y la verdad sobre monseñor Angelelli". Subraya, finalmente, que el juez que entiende en la causa ha producido la primera constatación de que nos encontramos frente a un homicidio.

El 5 de agosto de 1986, al cumplirse el décimo aniversario del asesinato de Angelelli, el secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina monseñor Carlos Galán formuló declaraciones que difundió la Agencia Informativa Católica (AICA). Es un comunicado realmente vergonzoso, pues insiste en la tesis del accidente y procura disminuir el valor de las declaraciones judiciales, con afirmaciones inexactas. Expresa: "Ellos (Primatesta, Laghi, Aramburu) hicieron todas las averiguaciones que estaban en sus manos hacer. Nunca los responsables eclesiásticos tienen los resortes que posee el Poder civil para hacer estas averiguaciones y ciertamente entonces, aún los mejores amigos de monseñor Angelelli, pensaron que había sido un accidente. Ahora, al cabo de los años, el juez nos dice otra cosa. Y bueno, es como sabemos, un juez de instrucción. Luego habrá todo un proceso para llegar a una conclusión más personificada". Estas afirmaciones son inexactas. En primer lugar, los amigos de Angelelli y el pueblo riojano siempre sostuvieron que se trataba de un homicidio. El juez interviniente es un magistrado penal, de instrucción y de sentencia. Y el auto interlocutorio que modifica la calificación del expediente ha sido dictado dentro del proceso, que está en pleno desarrollo

 

 


Monseñor Ponce de León

Extracto del libro Nunca más la siguiente valiosa información. "El 11 de julio de 1977, falleció el obispo de San Nicolás de los Arroyos, Carlos Ponce de León, en un sospechoso accidente automovilístico. El prelado se dirigía a la Capital Federal con su colaborador Víctor Martínez con el objeto de llevar documentación a la nunciatura relativa a la represión ilegal (secuestros y torturas) implementadas en la diócesis de San Nicolás y también en Villa Constitución, provincia de Santa Fe. Esta documentación involucraba al entonces general Carlos Suárez Mason, jefe del primer cuerpo de ejército; al coronel Camblor, jefe del regimiento de Junín y más directamente al teniente coronel Saint Amant, jefe del regimiento con asiento en San Nicolás.

La documentación que el obispo de San Nicolás llevaba en su poder desapareció sin ser reclamada por el canciller de la diócesis, monseñor Roberto Mancuso, capellán de la unidad carcelaria de la ciudad.

Víctor Martínez recuerda que el obispo después de asistir al entierro de monseñor Angelelli, obispo de La Rioja, había comentado en una reunión: "ahora me toca a mí”.

A consecuencia del choque automovilístico el obispo fue conducido a la clínica San Nicolás, junto con Víctor Martínez, donde falleció horas más tarde como consecuencia de las heridas sufridas. Pudo establecerse que ni al médico de cabecera del prelado le fue permitido ingresar a la sala de terapia intensiva. A los pocos días del accidente, Víctor Martínez -que estaba haciendo el servicio militar en la prefectura de San Nicolás-, fue arrestado por orden del teniente coronel Saint Amant sufriendo toda clase de vejaciones físicas y síquicas durante su cautiverio. "En ese lugar -declara-, me golpearon hasta desmayarme. Luego comenzaron a preguntarme cuáles eran las actividades del obispo, qué personas lo visitaban, a cuántos extremistas había ocultado" (Legajo N° 734).

Hacía tiempo que monseñor Ponce de León era objeto de amenazas "Igualmente -prosigue Víctor Martínez-, las amenazas personales que le hacia el teniente coronel Sain Amant: “Tenga cuidado, usted está considerado un obispo rojo”. El mismo jefe militar le había prohibido celebrar misa de campaña en el regimiento por que allí no entraban los curas comunistas" (17).

 

 


Los padres palotinos

En la madrugada del 4 de julio de 1976 fueron asesinados los sacerdotes de la comunidad palotina de la parroquia de San Patricio, en el barrio de Belgrano R. de la Capital Federal, Alfredo Leaden, Pedro Duffau y Alfredo Nelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.

El P. Leaden, de 57 años, era delegado de la Congregación "Sociedad del Apostólico Católico, fundada por San Vicente Palotti; el P. Duffau, de 65 años, era profesor; el P. Alfredo Kelly, de 40 años, era director de catequesis  en Belgrano y profesor en el colegio de las Esclavas del Santísimo Sacramento; Salvador Barbeito, de 29 años, era seminorista, profesor de filosofía y sicología y además rector del colegio San Marón; y Emilio Barletti, seminarista y profesor.

La noche del crimen personas del vecindario vieron un automóvil Peugeot negro largamente estacionado frente a la parroquia, con cuatro hombres adentro y también un patrullero que se detuvo frente a ellos y luego se alejó.

Las primeras personas que a la mañana ingresaron a la parroquia encontraron sobre las paredes y una alfombra leyendas que después fueron retiradas. Las mismas decían: "Así vengamos a nuestros compañeros de coordinación federal" (en cuyo comedor se había colocado hacia pocos días una bomba) y "Esto pasa por envenenar la mente de la juventud". De la parroquia desaparecieron objetos y papeles.

La comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal envió el 7 de julio de 1976 una carta a la junta militar, "sobre el incalificable asesinato de una comunidad religiosa", con las exculpaciones a que ya me he referido. Pero no exigió una investigación ni aportó los elementos de prueba que constaban en la curia de Buenos Aires y en la nunciatura. Por el contrario, al igual que en los casos de Angelelli y Ponce de León, impuso silencio. El cardenal Aramburu demoró hasta 1978 la ordenación del seminarista sobreviviente Roberto Killmeate y le prohibió pronunciar sermones hasta 1982.

Sin embargo, como dije antes, tanto en la curia de Buenos Aires como en la nunciatura se conocían los elementos de juicio que demostraban la responsabilidad de las autoridades. Pese a ello, militares y obispos compartieron la participación en las exequias.

El 20 de agosto de 1986 el fiscal federal Aníbal Ibarra ha solicitado al juez del fuero Néstor Blondi el procesamiento del entonces ayudante Romano de la seccional 37a de la policía federal y del ex-comisario de la misma,  Rafael Fensore. A dicha seccional pertenecía el patrullero que interrogó a los ocupantes del auto que vigilaban a los sacerdotes palotinos. Los agentes del vehículo policial reconocieron las credenciales y autorizaron su permanencia en ese sitio. Sostiene el fiscal que los ocupantes del Peugeot 504, que se encontraba estacionado ese día en las proximidades del lugar, a las dos de la madrugada, fueron los que cometieron el hecho. La actitud sospechosa de dos automóviles, que se comunicaban entre sí a través del juego de las luces, hizo que Julio Martínez, hijo del entonces gobernador de Neuquén, general Martínez, ante el temor de un ataque terrorista contra su padre que vivía en la esquina de la parroquia de San Patricio, alertara a la comisaría 37a, que comisionó a un patrullero para que investigara la cuestión, con el resultado conocido. El 2 de setiembre del mismo año, el magistrado interviniente dispuso procesar a los mismos. Resulta claro que la investigación sobre estos elementos probatorios, que las autoridades eclesiásticas conocían, pudo haberse realizado en 1976.

Recuerdo que ya en 1976 en la nunciatura me dieron el nombre del testigo Martínez.

Actualmente el ex-comisario Fensore es titular, con el 80% de las acciones, de la empresa de seguridad Rosil S.A., una de las más grandes del país, con 956 miembros.

 

 


La Fraternidad del Evangelio

Los Pequeños Hermanos del Evangelio o Fraternidad del Evangelio fueron fundados en Francia por el presbítero René Voillaume en 1933, como rama de la Asociación Charles de Foucauld Sigue las pautas de espiritualidad de este célebre místico francés, asesinado en Africa en 1914.

La característica de los sacerdotes de la Fraternidad es que, además de una intensa vida de oración, se sustentan con su trabajo en labores humildes y viven en comunidades marginales participando de las penurias del ambiente.

Estas características, corno he explicado antes, eran consideradas subversivas por las fuerzas armadas y los integrantes de la Fraternidad, que estaban en la Argentina desde 1960, fueron erradicados, algunos mediante el asesinato y otros por el extrañamiento forzado. En 1973, contaban con quince religiosos distribuidos en seis Fraternidades, ninguna de las cuales subsistió.

Como antes señalé, el hermano Henri del Salan Betumale fue detenido y deportado a Francia en 1978. El sacerdote Pablo Gazzari, fue detenido y desapareció en 1976. El presbítero uruguayo Mauricio Silva Iribarnegaray, que trabajaba como barrendero municipal y vivía en un conventillo corrió la misma suerte en 1977. Nelio Rougier ya había sido secuestrado y asesinado en 1975.

Quien pudo relatar su ordalía fue Patricio Rice, salvado de morir por la enérgica intervención de la embajada de Irlanda, su patria. Según cuenta en una entrevista, en 1976 trabajaba en la villa Fátima de Soldati, cuya persecución presenció y en cuyas luchas participaba. Fue detenido y llevado a la comisaría de Soldati con otras personas. El hecho que hubiera sido registrado su arresto y la solidaridad de sus compañeros contribuyeron a su reconocimiento. La noticia apareció, además, en los diarios. "Después de tres días de torturas -explica- fui sacado y entrevistado por un oficial del ejército que estaba encapuchado. Al otro día fui llevado al departamento central de policía y después de unos días mi propio embajador pudo venir a verme. Estuve preso dos meses y en diciembre del 76 salía expulsado para Europa... Fui sometido a sesiones de ahogo con agua; estuve amarrado de manos y pies durante veinticuatro horas; el segundo día la tortura fue con picana eléctrica y después venía el interrogatorio" (18).

Rice realizó desde el exterior una intensa campaña de esclarecimiento respecto a la dictadura argentina. En la actualidad vive en Caracas, donde se desempeña como secretario ejecutivo de la Federación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de América Latina (FEDEFAM).

 


Otros casos

Me he referido al pasar al P. Santiago Renevot. Este sacerdote de nacionalidad francesa, párroco de El Colorado, provincia de Formosa, fue detenido el 17 de noviembre de 1975 por fuerzas del ejército. El obispo. Raúl Scozzina, y el clero de la diócesis protestaron suspendiendo los oficios religiosos y 17 de ellos realizaron una huelga de hambre. El presbítero Renevot permaneció preso y fue expulsado del país el 27 de mayo de 1976.

Aludí igualmente al presbítero estadounidense Jaime Weeks y a los seminaristas que compartían su casa. Weeks fue sometido a todo tipo de torturas durante un par de semanas, a partir del 3 de agosto de 1976, hasta que la embajada de su país consiguió su liberación. Cuando estaba en Washington visitó al primer embajador de la dictadura argentina, Amaldo Musich, quien lo recibió. Ello dio motivo a una reconvención por parte del entonces ministro de Relaciones Exteriores, almirante César Augusto Guzzetti y a la renuncia de Musich.

Conozco detalladamente la detención, "desaparición" y liberación de los sacerdotes jesuitas Orando lorio y Francisco Jálics.

Ambos residían en el barrio de emergencia del Bajo Flores y fueron detenidos al mediodía del domingo 23 de mayo de 1976, con la intervención de más de cincuenta efectivos de la infantería de Marina, mientras oficiaba misa el presbítero Gabriel Bossini. Aparecieron anestesiados en un bañado de Cañuelas cinco meses más tarde, el 23 de octubre. Según información de los vecinos fueron depositados durante la noche por un helicóptero. De acuerdo con su relato fueron mantenidos tres días en la Escuela de Mecánica de la Armada -que reconocieron-, amarrados y encapuchados. Luego los trasladaron a una casa quinta en Don Torcuato, donde estuvieron encapuchados, engrillados y esposados el resto del tiempo, pero sin ser sometidos a torturas. En declaraciones judiciales y ante la CONADEP, el presbítero Iorio, en la actualidad incardinado en la diócesis de Quilmes, fue interrogado sobre Mónica Quinteiro, María Marta Vásquez de Lugones y posiblemente mi hija Mónica.

El 10 de julio me recibió el almirante Oscar Montes, entonces jefe de operaciones navales y luego ministro de Relaciones Exteriores, junto con el señor José María Vásquez, padre de María Marta. Negó saber nada de nuestras hijas pero admitió que los sacerdotes Iorio y Jálics habían sido detenidos por la infantería de Marina. Entre tanto, Massera negaba la participación de su arma. Trasmití la información de Montes, en setiembre de ese año, al coronel Ricardo Flouret el cual, me dijo, informaría de la novedad al general Videla, por orden de quien estaba instruyendo un sumario.

He comentado ya la dudosa intervención en la detención de estos clérigos del cardenal Aramburu y del provincial de los jesuitas, Jorge Bergoglio.

 

 


Carlos Mugica

Cierro este capítulo con una breve referencia a la primera víctima sacerdotal de la persecución, Carlos Mugica, acribillado a balazos frente a la parroquia de San Francisco Solano, en Buenos Aires, el 11 de mayo de 1974.

Lo hago con un extracto de la semblanza biográfica con que su colega Jorge Vernazza inicia la Introducción de sus escritos y reportajes. Dice así: "En el Padre Mugica cuenta su historia, él mismo se encarga de señalar los principales factores que incidieron en la transformación de un joven estudiante de familia acomodada y, por lo tanto, condicionado por la mentalidad propia de esta clase, en un sacerdote marcado por la 'opción preferencial por los pobres', mucho antes que esta consigna fuera lanzada por los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla, en febrero de 1979.

Había nacido el 8 de octubre de 1930. A los 21 años dejó los estudios de derecho para ingresar en el seminario de Villa Devoto. Recién ordenado sacerdote, a fines de 1959, pasó cerca de un año junto a monseñor Iriarte, obispo de Resistencia, en el Chaco santafesino. De regreso a Buenos Aires fue nombrado vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, para desempeñar simultáneamente funciones en la secretaria privada del cardenal Caggiano. También actuó como asesor de jóvenes universitarios y profesor de teología en la universidad de El Salvador. Pero nada de ello le impidió, tal vez mejor lo motivó, como compensación, a buscar en la villa de Retiro la gente a las que quiso dedicar preferentemente su mejor tiempo y energías sacerdotales. Buena parte del año 1968 lo pasó en Francia realizando estudios complementarios. Al regresar a Buenos Aires a fines de ese año se incorporó al Equipo Pastoral para Villas de Emergencia, aprobado por el arzobispo de Buenos Aires cardenal Aramburu, también desde entonces comenzó a participar vivamente en las actividades del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo'. El 11 de mayo de 1974, después de tener una charla con parejas que se preparaban para el matrimonio y celebrar su habitual misa vespertina de los sábados en la parroquia de San Francisco Solano, al salir de la misma fue ametrallado por alguien que bajó de un coche, dentro del cual huyó velozmente. En poco más de 13 años de labor sacerdotal, había llegado a ser ampliamente conocido en el país. Su asesinato conmovió profundamente. Miles de personas desfilaron ante su féretro, primero en la parroquia de San Francisco Solano y después en la capilla de Cristo Obrero en la villa de Retiro. Una impresionante multitud, que reunía exponentes de todas las clases sociales, pero especialmente a los pobres de las 'villas miseria', lo acompañó por más de 50 cuadras hasta la Recoleta, en una manifestación de fe con tal profundo sentido religioso y popular que no se tiene memoria, en nuestra ciudad, de otra similar.

Dentro de un marco tan breve de hechos y fechas, ¿qué puede explicar la extensa irradiación de su figura y la dolorosa conmoción probada por su desaparición? Tal vez pueda sintetizarse la respuesta: fue su religiosidad auténtica, comprometida hasta el fin en el servicio de sus hermanos, en especial los más pobres, con intensa vitalidad humana y espiritual.(19)

Tengo memorias breves pero intensas de Carlos Mugica. Lo recuerdo hablando en actos públicos y en Roma, el 16 de noviembre de 1972, en ocasión del vuelo que compartimos para acompañar a Perón en su regreso al país. Lo tengo presente en una reunión con jóvenes, en mi casa, organizada por mi hija Mónica.

Su muerte fue un preanuncio de lo que vendría. Era una figura simbólica y carismática que la oligarquía -que lo consideraba un traidor a su clase- y las fuerzas armadas no podían tolerar viva mientras preparaban el gigantesco genocidio.

 

 

 

    

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Notas Capítulo octavo
 

(1) Comando de Agrupaciones M.I. – Buenos Aires. Anexo “Lima” (Relación entre autoridades militares y eclesiásticas) Plan de capacidades 1982. Marco interno.

(2) Secreto (Cdo. J. E (EMGE) – Jef. III Op.) Buenos Aires, 2D 1200 abril 1977. CRA – 127. Anexo 5 (Ambito Religioso) a la Directiva del CJE Nro. 504/77 (Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977/78). 1. Situación a).

(3) Id. Id.  1. Situación c. d. e., y f.

(4) A los fines de la represión el país estaba dividido en cinco zonas, que corresponden a los comando uno, dos, tres, cinco y de institutos militares del ejército. Quedaban excluidas de las mismas las regiones que correspondían a la armada y a ala aeronáutica. Las subzonas corresponden, en general, a las brigadas y las áreas a los regimientos, escuelas, institutos y otras unidades. Puede encontrarse un detalle de la estructura represiva en el libro del Centro de Estudios Legales y Sociales, 692 responsables del terrorismo e Estado, Buenos Aires, 1986, 343 págs. (Rodríguez Peña 286, Piso 10 (1020) Buenos Aires).


(5) Id id. 3. Ejecución. 1, 2, 3 y 7.

(6) Comando de Agrupaciones M.I. - Buenos Aires. Anexo “Lima” (Relación entre autoridades militares y eclesiásticas). Plan de capacidades 1982. Marco Interno. J Situación. 2. 3 y 4.

(7) Id id.III Capacidades del Enemigo, Factor religioso. 145. 1, 2 y 3.

(8) Conf. La sangre por el pueblo - Nuevos Mártires de América Latina. Editan: Instituto Histórico Centroamericano. Managua, Nicaragua y Centro de Capacitación Social, Panamá, R.D.P. Managua - Panamá 1983, 288 págs.

(9) Las fuentes consultadas son las siguientes: Comunitá Ecuménico ltalo-Argentina. La Chiesa in Argentina sotto la dittatura militares. Roma sld.. 13 págs.: La persecución a la Iglesia Argentina Buenos Aires, mayo de 1978. 16 págs. La situation de l'Eglise Catholique en Argentine, s/l. s/d. Tiene una anotación que dice: "documento presentado a la UNESCO: Don Antonio Fragoso. Priére et solidarité avec l'Eglise des humbles persecutée en Argentine s/l 1976, 14 págs.: Marcela Bosch de Paulucci. Lista de víctimas de la represión ligadas con la Iglesia. Buenos Aires, s/d, 2 págs.: Trabajo de Investigación: Estructura de la represión en la Argentina. Su acción sobre las Iglesias. Responsable: Dr. Antonio López Crespo. Encargado por Movimiento Ecuménico por las Derechos Humanos. Segunda parte: Acción sobre las iglesias. Buenos Aires. Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, abril de 1986. 25 págs.: Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas: Informe Nunca Más. EUDEBA. Buenos Aires, 1984. págs. 350/360; Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas: Anexos, Anexo l. EUDEBA. Buenos Aires 1984; Asamblea Permanente por los Derechos Humanos: Lista de los detenidos-desaparecidos registrados en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Buenos Aires, s/o 115 págs.


(10) Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Nunca Más. EUDEBA. Buenos Aires. 1984, testimonio de Lisandro Raúl Cubas, Legajo Nro. 6874. pág. 348.

(11) Id id. testimonio de Graciela Daleo y Andrés Castillo, legajo Nro.  4816. pág. 348.

(12) Id. id. testimonio de Leonor Isabel Alonso, legajo Nro. 5263, pág. 348.

(13) Id. id. testimonio del sacerdote Patricio Rice, legajo Nro. 6976. pág. 348.

(14) Conf.: Juan Carlos Zuretti. Nueva Historia Eclesiástica Argentina. Buenos Aires. 972. pág. 423: José Oscar Frigerio. "Perón y  la Iglesia", en Todo es Historia, número 210. Buenos Aires, octubre de 1984. págs. 1/64


(15) Estas referencias y las que siguen pertenecen a documentos del archivo de la Curia riojana. Algunos de el/os han sido agregados a la causa número 23.350 "Angelelli. Angel Enrique slHomicidio calificado y tentativa de homicidio calificado" que tramita ante el juzgado de Instrucción en lo Criminal Nro. 1 de La Rioja a cargo del doctor Aldo Fermín Morales, secretaria Mabel Lucía Fallabrino. Otros han sido extraidas directamente del archivo. Debo estas últimas a una gentileza de mi amigo Rubén Dri.

(16) El Periodista, Buenos Aires. número 97. 18 al 24 de julio de 1986.

(17) Ob. cit., pág. 359/360.

(18) Revista Humor, número 137, octubre de 1984.

(19) Padre Mugica. Una vida para el pueblo. Prólogo de Justo Oscar Laguna, obispo de Morón. Introducción de Jorge Vernazza. Buenas Aires. Pequén Ediciones. 1984. 224 págs.

 

 

 

 

   

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