Centros Clandestinos de Detención

Informe de la Comisión Bicameral - Tucumán 1974-1983 (Anexo II)

 

3. Campo de Concentración L.R.D. 
Arsenales Miguel de Azcuénaga


La sigla L.R.D. pretendió ser un eufemismo (Lugar de Reunión de Detenidos) pero su funcionamiento demuestra la existencia de un atroz campo de concentración.

El campo estaba ubicado en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga de la 5ta. Brigada de Infantería del Ejército, sobre ruta nacional 9, cuando era Comandante de la 5ta. Brigada y gobernador de la Provincia el General Antonio Domingo Bussi.

Alojó “masivamente” a “desaparecidos”. Diversos testimonios coinciden en que la capacidad “prevista” habría sido de 80 personas, aumentando este número cuando se alojaba a las víctimas en los “pasillos”.




3.1. Testimonios de liberados del Arsenal Miguel de Azcuénaga

“Cuando llegamos a la ciudad Capital, cruzamos las avenidas periféricas hasta el Arsenal Miguel de Azcuénaga situado al norte de la ciudad. Entramos al mismo por un camino de tierra que se encuentra más al norte de la entrada principal del Arsenal. En este lugar me colocaron las vendas en los ojos, que no la abandonaría durante los cinco meses de mi secuestro.”

(...)

“Al llegar al lugar me introdujeron en un local que me daba la impresión de que había mucha gente y escuchaba ruido de platos, pero una sola voz, era el que repartía la ración (...) cuando rechacé la comida escuché una voz baja cerca de mí, alguien me dijo que la aceptara y me llamó la atención que dijo “doctor” trató de consolarme diciéndome que no me aflija (...) el que me habló era un hombre joven de la ciudad Capital, que había sido dirigente gremial de los Talleres de Taif Viejo llamado Viterbo Corbalán, hacía ya 5 meses que estaba secuestrado”. (Viterbo Corbalán se encuentra desaparecido según denuncia presentada ante esta Comisión en Leg. 330-C-84)

“... después e la requisa me entregaron dos frazadas y me dijeron que no podía hablar con nadie y que desde entonces me llamaría por el número 55 (...) por el ruido de vehículos que llegaban y bultos que eran tirados en el suelo, esos bultos eran seres humanos que venían a hacernos compañía en ese infame cautiverio”.



3.2. Las torturas “al caer la tarde”. Interrogatorios – Un vía crucis

“... al caer la tarde se inicia la hora de las torturas, los ayes desesperantes de hombres y mujeres sometidos a los más crueles y sofisticados tormentos, como ser: enterramiento, colgadura en la pared con alambres atados a los brazos, introducción en tanques de estrecho diámetro con agua con el extremo cefálico, la cama eléctrica, la picana eléctrica aplicada en las partes más sensibles como ser lengua, genitales, fosas nasales, etcétera...”

Los tormentos no reconocen límites en el tiempo ni en la magnitud

“En el mes de diciembre me llaman de nuevo a interrogatorio y comienza mi vía vía, un día de intenso calor me tuvieron de pie dormido medio del sol, por supuesto vendado y esposado con las manos hacia atrás, por la noche me llevaron al cuarto de las torturas que era una pequeña habitación de madera, el interrogador trajo un puñado de plantas con espinas y me colocó sobre las manos esposadas en las espaldas esas plantas en forma tal que al menor movimiento las espinas se clavaban en la piel, no sé cuánto tiempo permanecí en esa situación, me trasladaron luego hacia la tela metálica que rodeaba el penal, el sueño y el cansancio me vencían, caí inconsciente sobre los ladrillo que me produjeron una herida en la cabeza, la sangre me corría por el cuello y el cuerpo, era más de la media noche y en ese lugar las noches son frías, el guardia me vigilaba; al ver que yo sentía frío y perdía sangre me echaba agua helada para aumentar mi tormento, pero la mano de Dios me protegía y el agua helada al echarme me transformaba en una tibia protección, entonces el enfriamiento era atroz y el guardia satisfecho continuaba en su trabajo, al llegar al día siguiente no podía sostenerme en pie y el guardia exigía que me levante, no se de dónde sacaba fuerzas y llegué al otro día, pensé que a lo mejor terminarían mis infortunios pero me equivoqué, temprano llegó un vehículo con el más perverso de los interrogadores, un tal SABA, así después de insultarme me preguntó si iba a confesar quiénes eran los guerrilleros que yo conocía, como no tenía la menor idea de la cuestión, después de atacarme a golpes de puño le dijo a un guardia que cave un hoyo, sentí que la sangre se me helaba porque sabía que mi destino era “el enterramiento” y así después de ponerle recortes de ladrillos me introdujeron en el mismo, me taparon con tierra con excepción sólo de la cabeza, tenía una sensación que mis brazos y piernas se quebraban y mis órganos internos estallaban, no podía ni pensar en morir porque estaba completamente obnubilado; no se cuánto tiempo permanecí en esta situación, mis compañeros de prisión me dijeron que estuve varios días enterrado, lo que recuerdo es que una lluvia me despertó y comencé a gritar, deben haber sido muy desgarradores mis gritos pues un interrogador ordenó que me sacaran del hoyo y me bañaran; fue mi resurrección, porque de esos días que permanecí enterrado no recuerdo nada: había muerto.

Cuando pensé que mis sufrimientos habían llegado al final me trasladan nuevamente al cuarto de torturas, allí me aplicaron la picana eléctrica en todas las regiones de mi cuerpo, no sé lo que declaré pero todo lo que dije fue para que me dejaran de torturar, después de esto me llevaron a mi celda, debe haber sido el momento más feliz de mi cautiverio...”



3.3. La muerte

“Luis Maldonado, estudiante con domicilio en calle España o Italia al 2000 o 2200 de San Miguel de Tucumán, fue traído desde la Capital Federal y era acusado como encumbrado dirigente guerrillero, ocupaba la celda N° 47, es decir cerca de la mía que era la N° 55. Desde ese mismo día comenzaron las jornadas de torturas, después de la picana eléctrica, el apaleamiento y el entierro lo trajeron en un estado lastimoso a su celda; sufría tanto que le solicitamos al guardia algo para calmarlo, por suerte en ese momento nos tocaba una guardia un poco humana y me trajo para ver qué medicamentos podía aplicarle en un pobre botiquín que tenía, le di un analgésico y le apliqué un antibiótico (...) una tarde lo sacaron después de colgarlo con alambres, sus gritos de dolor nos conmovían durante 3 o 4 horas hasta que se silenció, así como estaba lo arrastraron por un suelo arado lleno de espinas y piedras, cuando lo tiraron en la celda, estaba inconsciente, yo lo vi al otro día, era una masa informe cubierta de sangre, traté de curarle las heridas más grandes de la cabeza, por seis días nos tuvo angustiados con sus ayes de dolor hasta que aparecen los signos del tétano que ya había previsto, a un guardián le dije que debíamos hacerle suero antitetánico e internarlo en algún servicio (...) a las dos horas me contestaron que lo deje como está y así con intensos dolores y sufrimientos dejó de existir Luis Maldonado, víctima de los más crueles asesinos, esa noche lo taparon totalmente y así permaneció el cuerpo 24 horas más, como si hubieran querido simular un velatorio donde todos nosotros éramos testigos de tan cruel y despiadado procedimiento”.

(...)

“Esto sucedió una noche que no puedo precisar, trajeron de Santa Rosa de Monteros un señor de apellido Rodríguez (mo estoy seguro) con un hijo de más o menos 11 años de edad (...) el chico que presenciaba le decía en medio del llanto “papá contestá”, el padre le decía “hijo, no sé nada”, después de más de una hora de torturas le dispararon un tiro en la cabeza, así asesinaron a ese padre delante de su hijo. Este pobre chico nos acompañó más de un mes hasta que lo llevaron, ignoro su suerte”.



3.4. Describe el Campo y la vida en cautiverio

“... estaba ubicado en terrenos pertenecientes al Ejército en el Arsenal Miguel de Azcuénaga extremo norte de la ciudad Capital sobre la ruta 9, se penetra por un camino de tierra al norte de la entrada principal al Arsenal, distancia de 2 o 3 kilómetros, se encuentra en un lugar apartado rodeado de montes una construcción antigua, que según informes fue utilizado como depósito de explosivos y le llamaban “el polvorín” (...) se trata de un galpón de dos aguas separado internamente por un tabique de material que lo divide en dos secciones, las dimensiones son más o menos de frente, que considero al oeste 10 metros de largo por 25 metros de fondo, cada sección estaba dividida en 46 compartimientos, cada uno de los cuales constituía una celda, las dimensiones de ésta eran de más o menos 80 cm de ancho por 1,50 de fondo separadas por tabiques de más o menos 1,20 de alto, es decir al ponernos de pie podíamos vernos, a no ser por las vendas”.

Toda la bestialidad de un campo de concentración

“Nos despertaban al toque de pito a las 6 horas manteniéndonos de pie; en esa posición debíamos esperar hasta que nos sacaban al campo para orinar, para lo cual nos daban cinco minutos, nos entregaban un tarro de cerveza que será muestro jarro para lavarnos la cara y tomar a las 9 horas más o menos un poco de leche, a veces nos proveían de pan, a las 10 horas nos sacaban para “arrancar” el pasto y demás hierbas con las manos, para salir afuera nos hacían formar fila dentro del local, tomados de la cintura uno del otro, tocaban el pito y teníamos que salir corriendo; como estábamos con los ojos vendado, al tropezar uno caíamos todos, entonces los guardias con látigos hechos de cable sin forro nos castigaban hasta que teníamos la suerte de levantarnos. Al retornar a la celda si no pasaba nada nos quedábamos sentados, a veces nos hacían estar de pie toda la mañana con la cara contra la pared, luego nos hacían hacer flexiones hasta que nos caíamos agotados y en medio de improperios e insultos nos castigaban con látigos o golpes de puño, a las 14 horas más o menos nos traían la comida, unas veces sopa con muy pocos fideos, nos proveían de una taza y una cuchara, también polenta hervida era la comida, lo mejor era el locro, carne no se conocía. A las 15 horas, nos llevaban al campo a defecar para lo cual nos daban 5 minutos, estaba el campo lleno de plantas con espinas, teníamos que caminar rápido, como el suelo era desparejo nos caíamos, especialmente los nuevos, que no conocían el terreno, para higienizarnos el ano nos hacían arrastrar por el pasto, casi todos sufríamos pinchaduras de espinas. Algunos guardias hacían que se tiren en el suelo y otros lo subían encima haciendo los movimientos propios del coito y estos guardias depravados gozaban de sus bajos instintos. En esta situación lo más deseable era comida, por favor pedían un pedazo de pan duro (..) comprobé que el ser humano se adapta a todas las condiciones y medios cuando no tiene otra salida (..) impresionaba la forma de comportamiento que la mayoría de los jóvenes exhibía, se reían, cantaban, algunas de aquellas canciones se me grabaron como ser aquella en que la madre le pide al médico que cure al hijo pero no tiene dinero”.



3.5. La organización criminal y las guardias

“De acuerdo a lo observado me parece que la organización criminal estaba constituida de la siguiente forma: “los jefes ordenaban que se capture a un ciudadano, a este acto le llamaban “chuparlos” y estaba a cargo de la Policía Federal, quienes los trasladaban a las cárceles clandestinas, allí se entregaba al cautivo a la guardia interna, éstos pertenecían a la gendarmería y los turnaban de tiempo en tiempo con contingentes de Mendoza, Córdoba y Buenos Aires (...) las torturas e interrogatorios estaban a cargo de los interrogadores que de acuerdo a lo conversado con algunos de ellos pertenecían a la oficialidad de Gendarmería, a la Federal y a los oficiales de las Fuerzas Armadas. De estos individuos, la mayor parte estaba preparado para practicar las más crueles torturas y los más sofisticados métodos de tormento (..) mientras que la guardia interna, es decir, los que estaban directamente en contacto con nosotros había un número importante de gente con más sentimientos, con algunos de ellos teníamos confianza y hasta les contábamos chistes y nos dejaban cantar y por eso quiero expresarles mi reconocimiento a Carlitos, al Rector, al Chino...”.



3.6. Compañeros de cautiverio

“Cuando yo llegué (29-10-1976) había cautivos de hacía un año, gente de todas las edades, la mayor parte eran dirigentes, obrero, estudiantes, profesionales (contadores, abogados, médicos, profesores y otros); había artistas, cantores, comerciantes y hasta un viejo puestero que apodaban “El Carancho de Pueblo Viejo”, al oeste de Monteros. Los compañeros de infortunio que recuerdo: Viterbo Corvalán... un muchacho de apellido Ale... Beto Pereyra... César Correa, dirigente gremial de Providencia, el Petiso, así lo llamaban, vivía en una villa miseria de la Avenida Roca... El Cayayo de Taif Viejo... Lito Medina, empleado del Banco Nación de Monteros, Arqueti, un muchacho joven de Santiago del Estero... un muchacho al que le decía Sargento, salteño, el día de su casamiento lo secuestraron junto a su esposa, a quien tenían en otro campo de concentración... Tito llamaban a un muchacho chaqueño... lo militares le permitían ciertas libertades... vivía con una chica que llamaban la Flaca, su nombre no recuerdo, no entendí las relaciones de Tito con los secuestradores... René Argañaráz, es un caso muy particular, vivía en Santa Rosa sobre el camino que va a Simoca, desde el momento que lo secuestraron nunca dijo una palabra... la última vez que lo vimos lo habían llevado a torturar y según uno de los guardias había muerto cuando le practicaban el submarino... Luis Maldonado, el cautivo en la celda N° 60 era el senador Damián Márquez... entre los chicos que nos servían estaba un muchacho de apellido Falú... fue también inhumanamente torturado, de este grupo de chicos que no tenían más de 25 años era numeroso, ellos sabían: su destino y suerte con estos depravados estaba trazado...”.



3.7. Un movimiento especial. Un día de marzo de 1977

“... a veces a altas horas de la noche llegaban importantes personajes militares, recorrían los pasillos de cada sección y el jefe de guardia le informaba nombre de cada uno y la acusación que pesaba sobre ellos”. (...) “...una noche creo que nos visitó el general Bussi por el despliegue que hicieron (...) Una tarde del mes de marzo irrumpieron en el local varios guardias, contaron las celdas vacías, eran nueve más o menos, a los cautivos permanentes nos agruparon para una parte dejando las celdas vacías hacia el extremo del local, luego nos vendaron a todos, la totalidad de la cabeza, dejando apenas libre los orificios nasales, nos colocaron algodones en los oídos y nos esposaron con las manos hacia atrás (...) sabía que algo grave pasaba, como a las 22 horas comenzaron a llegar vehículos con cautivos esposados de pies y manos que eran arrojados con violencia al suelo, ahí fue cuando escuché a n guardia decir que el de la celda 60 era el ex senador Márquez...”. (Testimonio aportado a la Comisión por un testigo en la causa por la desaparición de Luis Falú. Leg. 151-F-84).



3.8. Testimonios concordantes de otro sobreviviente del mismo campo. Los prisioneros actualmente desaparecidos.

“... ese día fueron privados del desayuno y almuerzo... les pusieron algodones bajo las vendas y en los oídos, los hicieron poner boca abajo, una hora después procedieron a sacar a los detenidos que habían traído esa madrugada. Una hora después sintieron detonaciones de armas de fuego, las que fueron reconocidas a pesar de los algodones... pero los que habían sacado no regresaron nunca más...”

(...)

“... le pusieron un diario sobre su cuerpo de forma tal de disimular el bulto y partieron raudamente con rumbo desconocido, al cabo de aproximadamente una hora pararon en un lugar cubierto que podría haber sido una habitación con piso de madera y así parado como estaba fue brutalmente golpeado y a la misma vez le conectaron unos claves a las sienes a través de las vendas, en las medias y en las esposas que sujetaban sus manos hacia atrás, inmediatamente fue picaneado durante un tiempo que no puedo precisar por el sufrimiento que sentía en esos momentos e inmediatamente también empezaron a interrogarlo; las preguntas versaban sobre actividades políticas, conocimiento que podría tener sobre elementos presuntamente subversivos (...) acota en este estado que se encontraba alojado en un pabellón de material, el que se encontraba subdividido en el interior por varios boxes de un metro de ancho, por nueve ladrillos de canto de alto, y de largo puede acotar que sus pies quedaban fuera cuando estaba acostado, por lo que deduce que su largo podría haber sido de 1,60 metros (...) Asimismo existían otros boxes similares a los costados y al frente (...) deja constancia que el personal que lo mantenía cautivo pertenecía a Gendarmería Nacional. También puede asegurar que estuvo recluido en las instalaciones del Arsenal Miguel de Azcuénaga, lo que era de público conocimiento entre los cautivos y además expresado por los mismos gendarmes, a los que no pudo individualizar por estar como dije, con los ojos vendados (...) Identificó entre los detenidos al joven Luis Antonio Cantos Carrascosa y a sus hermanos Germán y Anabel Cantos (...) al hoy desaparecido senador Damián Márquez...”. (De la denuncia obrante en esta Comisión en Leg. 418-J-85).



3.9. Testimonio de un liberado que vio a un desaparecido

“... que tuvo oportunidad de ver y conversar con la nombrada Giménez de Soldatti (...) que en una oportunidad la escuchó cantar canciones españolas y que ella tenía muy buen timbre de voz. Desea acotar que María Isabel se encontraba en el mismo pabellón que él (...) que tenía el N° 52 y María Isabel el N° 55”. (De un testimonio presentado en la Comisión por un liberado de Arsenales en la causa por la desaparición de la ex decana de la Universidad Tecnológica de Tucumán, Ingeniera María Isabel Giménez de Soldatti).



3.10. El ex gendarme Cruz se refiere también a la muerte de un detenido por tétano

“Una noche que estábamos de guardia nos notificaron que había muerto un detenido por tétano. A la mañana lo envolvimos en una manta del Ejército y se nos indicó que atravesáramos un campo que tenía un pequeño sendero por el cual penetrando la maleza llegamos hasta el pozo de unos tres metros de ancho, por seis de largo y tres de profundidad. Allí arrojamos unas ramas secas arriba del cadáver (...) luego unas gomas de automóvil; rociamos todo esto con una mezcla de aceite de coche, con nafta y gasoil y desde lejos le arrojamos una antorcha para que se quemara. Este operativo estuvo a cargo del sargento Américo Gómez, tres gendarmes más y yo, todo ello supervisado por el alférez Montes de Oca, el que se alojaba en la 5ta. Brigada y había venido con ese propósito. También se echaron al fuego todos los documentos del detenido para que no quedaran rastros”.


Queda poco por expresar como conclusión de esta Comisión ante las denuncias recibidas sobre el funcionamiento del Arsenal Miguel de Azcuénaga de la Quinta Brigada de Infantería del Ejército. Todas las características de funcionamiento de un campo de concentración están presentes, desde la asignación de un número tendiente a la pérdida de identidad, los interrogatorios con torturas y los tormentos más tremendos han sido denunciados en este lugar; “únicamente” nos restó conocer qué pasó con los detenidos que allí quedaron. Para ello citamos telegráficamente a declarar a la Comisión al General Antonio Domingo Bussi, comandante de la 5ta. Brigada a la fecha de los hechos narrados. No obtuvimos respuesta alguna.

 

 

 

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