5. Cómo funcionaba el centro clandestino

"Mansión Seré” de Norberto Pedro Urso

 

 

Si analizáramos la responsabilidad que le cupo a la Fuerza Aérea Argentina en la llamada “lucha contra la subversión”, tomando como base la condena impuesta a su máximo responsable, el brigadier Orlando Ramón Agosti, en el Juicio a las Juntas Militares, caeríamos erróneamente en la cuenta de que el papel que desempeñó la mencionada arma fue menor que el de las otras fuerzas represivas, y que el centro clandestino de detención denominado Mansión Seré, más que un campo de tortura y exterminio, fue un “jardín de infantes”, o un “lugar de retiro espiritual” donde a los detenidos se les daba la oportunidad de reflexionar, abdicar de sus ideas “disolventes del ser nacional”, corregir su conducta y salir de allí “derechos y humanos”.

A igual conclusión arribaríamos si reparáramos en la argumentación que planteó la defensa del brigadier Agosti –en ocasión de realizar el descargo– al formular:

“¿Cómo puede salvarse la contradicción que surge del alegato acusatorio del señor fiscal, donde palmariamente se demuestra que la Fuerza Aérea comandada por el brigadier Agosti, la menos señalada en declaraciones testimoniales y restante prueba colectada en el juicio, sea su comandante, el acusado a quien se le imputen mayor número de hechos delictuosos?”.

Pero si observamos uno a uno los hechos que allí se suscitaron, y los analizamos también individualmente, llegamos a la triste conclusión de que el accionar perpetrado por la Aeronáutica Militar –durante la llamada “guerra sucia”– fue tan despiadado y siniestro, que nada tiene que envidiarle a los implementados por el Ejército o la Armada, en cualquiera de los centros de detención de la República Argentina que les tocó administrar por aquella época.

 Para sostener estas afirmaciones deberíamos tener en cuenta que la Mansión Seré sólo funcionó como centro clandestino de detención por el “breve lapso” de un año y cuatro meses (desde diciembre de 1976 hasta marzo de 1978) y que el personal militar que allí operaba llevó a la práctica una sincronizada metodología, cuyo resultado le permitió ocultar, hasta hoy, su perverso accionar, la cantidad de crímenes cometidos y hasta las identidades de sus responsables, a tal punto que si los cuatro detenidos que intentaron la fuga no hubiesen logrado su cometido,* o Pilar Calveiro de Campiglia no hubiese sido liberada por la Armada, probablemente la condena al brigadier Agosti hubiera sido mucho más benigna de lo que fue, ya que casi no habrían existido pruebas ni motivos por los cuales juzgarlo.

 A diferencia de otros centros clandestinos de aquella época, los represores a cargo de la Mansión Seré cuidaron al extremo cada detalle que, en el futuro, pudiera involucrarlos en ilícitos relacionados con la "guerra sucia", para lo cual llevaron a la práctica determinadas estrategias que les permitió pasar lo más inadvertidos posible. Como ejemplos válidos –entre tantos otros que describiré en el presente capítulo– se pueden  citar que: 

 

1) Ningún detenido, que posteriormente fuera liberado, estuvo ni un solo instante dentro del centro clandestino sin tener obstaculizada la visión, lo que implicó que nadie pudiera reconocer la identidad real de sus captores.

 2) En la mayoría de los casos, las personas alojadas en el centro clandestino no permanecieron allí más de treinta días, con lo que lograron que muy pocas de ellas pudieran conocer en detalle su funcionamiento.

 3) No existía el contacto entre detenidos de distintas habitaciones, lo que hizo que nunca nadie supiera a ciencia cierta ni las identidades ni la cantidad de gente que se encontraba alojada en la casa.

 

En el momento de establecer los motivos por los cuales se sabe tan poco de la Mansión Seré, comprendemos que los tres puntos –entre otros– recién expuestos revisten una significativa importancia, ya que a diferencia de la actitud adoptada por los marinos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) –que mantuvieron privados de su libertad, durante años a gran cantidad de personas, asignándoles diversas tareas, para las que debían formar grupos de trabajo y mantener permanente contacto con ellas–, los responsables de la Fuerza Aérea ejecutaron un minucioso plan que les proporcionó un efectivo anonimato, a la hora de enfrentar a la justicia y a la opinión pública en general.

Por último, es interesante resaltar que, de acuerdo con la base de datos que se logró conformar (gracias a los invalorables testimonios recibidos), se ha podido establecer una estadística aproximada  con relación a la metodología utilizada por los grupos de tareas que operaban desde la Mansión Seré, que revela lo siguiente:

El 81% de los detenidos permanecieron alojados menos de 30 días; un 11,5 % menos de 90 días,  y otro 7,5 %  por un lapso no mayor a 180 días.

El 37,5 % de las personas detenidas y alojadas en la Mansión Seré aún hoy permanecen desaparecidas.

 

Si tomamos este último dato como referencia y calculamos que, por el permanente flujo de gente, habrían pasado por este centro clandestino aproximadamente entre seiscientas y ochocientas personas, podemos llegar a la conclusión de que alrededor de trescientos detenidos pudieron haber perdido la vida,  a raíz de fusilamientos o bien como consecuencia de la tortura padecida.

 

El grupo de tareas

El Grupo de Tareas 100 tenía su asiento en la I Brigada Aérea de El Palomar, provincia de Buenos Aires. Esto pudo ser corroborado entre otros por Gustavo Sergio Fernández, hermano del entonces detenido Guillermo Fernández, cuando en ocasión de tratar dar con el paradero de su hermano, concurrió a dicha dependencia militar.

 En una oportunidad, acompañé a mi padre a ver a un señor Destefano, a la I Brigada Aérea del Palomar. Recuerdo que primero nos hicieron ingresar a una sala que tenía un cartel que decía ‘F.100’ [Fuerza 100]. Ya en el interior de dicha sala pude reconocer a dos de las  personas que estuvieron en el procedimiento llevado a cabo en nuestro domicilio y a quienes, de volver a ver, reconocería. Recuerdo que Guillermo [su hermano], una vez en libertad, me comentó que todos los que estaban allí detenidos sabían perfectamente que el grupo pertenecía a la Base de El Palomar, por infidencia de alguno de sus miembros,  y que se denominaba Grupo 100.


Este grupo estaba subdividido en diferentes comandos operativos, de los cuales dos de ellos eran los encargados de los secuestros y el restante realizaba los interrogatorios y trabajos de inteligencia, aunque este último también participó de muchas detenciones.

Por declaraciones recibidas de ex detenidos-desaparecidos, se ha podido establecer que las tareas de inteligencia se basaban fundamentalmente en la información a la que podían acceder a través de los interrogatorios que realizaban a personas capturadas. 

 

Detenciones

Cuando reunían los datos necesarios para realizar un secuestro, los oficiales planificaban la operación en una sala pequeña, ubicada en la planta alta, y designaban al grupo que la iba a llevar a cabo. El número de personas que componían estos grupos variaba entre ocho y veinte. Iban vestidos de civil y fuertemente armados, casi siempre en una camioneta del tipo F100 color blanca y dos o tres móviles, entre los que se encontraban un Peugeot 504 de color amarillo, un Renault 12 de color rojo y un Ford Falcon de color azul; todos provistos de transmisores que les permitían comunicarse entre sí y con la base. El jefe del operativo se comunicaba con el Primer Cuerpo de Ejército, o con la jefatura de la subzona a la que correspondía el procedimiento, quienes –a su vez– se contactaban con las demás fuerzas y la policía, informando de la presencia en el lugar de un grupo operativo de la subzona 16, ordenando "área libre" (no intervenir) y, eventualmente, apoyo. Una vez que la víctima era detenida, se le obstruía la visión, se la esposaba y era ubicada en la caja de la camioneta o en el piso de la parte trasera de algún automóvil que formara parte del contingente. La columna se encaminaba a la Mansión Seré, y una vez allí el secuestrado era llevado indefectiblemente a la sala de interrogatorios.

A los efectos de ordenar nuestra investigación, seguidamente describiré algunos patrones comunes que utilizaban los grupos operativos en ocasión de producirse una detención.

El 71% de los procedimientos se realizaron en horas de la noche. 

El 94% de los casos  fueron llevados a cabo fuera de la subzona 16.

El 78% del total de los procedimientos se efectuaron  en el domicilio de las víctimas.

En el 67% de las detenciones los grupos operativos se identificaron como pertenecientes a la Policía Federal o Seguridad Federal.

                 

Como referencia y con el afán de aportar datos concretos acerca de este punto, a continuación transcribiré  algunos testimonios de  personas que fueron víctimas de secuestros por parte del personal de la Fuerza Aérea que operaba desde la Mansión Seré.

El operativo que terminó con el secuestro Daniel Rossomano lo relató el propio Rossomano, en oportunidad de brindar testimonio en el juicio a las Juntas Militares.

“El 10 de enero de 1978, a la una de la mañana, llegan a casa vehículos con gente armada. Yo, en esa época, vivía en la calle Espora al 3800 de Villa Lynch, partido de San Martín, [en el domicilio] que compartía con mi familia, que son mis padres y mi hermano, que se encontraban en ese momento en la casa. Tocaron el timbre y abrió la puerta mi mamá. Entraron sin exhibir ninguna orden de allanamiento, no revisaron la casa ni tocaron ningún efecto personal; no tocaron nada. De ahí me llevan y me suben a un coche, me arrojan contra el piso y me llevan a un lugar que en ese momento no sabía dónde era y me dejan en una habitación sólo, esposado y vendado, donde proceden a interrogarme.”


Gran cantidad de mujeres tuvieron que vivir la experiencia del secuestro.  Alejandra Tadei –también detenida por el mismo grupo– nos cuenta:

 Se presentaron en mi domicilio aproximadamente diez personas vestidas de civil con diferentes y curiosas indumentarias  (gorros, etc.), con armas cortas y largas. Al estar ausente, me esperaron durante una hora y media. Traían detenido a un muchacho (Carlos García), quien identificó mi nombre y domicilio. Revisaron toda la casa llevándose libros. Me introdujeron en un Ford Falcon, en el piso posterior del mismo y me condujeron al lugar de detención”. 


Muchos de los aprehendidos por aquellos días aún hoy permanecen desaparecidos, y la tarea de llevar a cabo las denuncias posteriores ante la justicia y organismos de derechos humanos tuvo que quedar en manos de sus familiares. El secuestro de Alejandro Marcos Astiz –ejemplo de esta situación– me lo relató su hermana Juana Eloísa Astiz:  

Se presenta en su domicilio un grupo de hombres de civil armados que se identifican como de la Policía. Entran preguntando por ‘el Vasco’, alias que le decían a Alejandro. Lo van a buscar al dormitorio y hablan con él. Otro se queda con nuestra madre  y le dicen si no sabía que su hijo era montonero. Le preguntan si tienen armas. No revisan y se lo llevan esposado. Una semana después vuelve un grupo de hombres de los cuales nuestra madre reconoce que participaron de la detención de Alejandro. Le avisan que van a buscar una muda para Alejandro porque va a volver pronto”.

 

Robos y saqueos

Con respecto a los robos realizados en ocasión de las detenciones, todo hace presumir que entre los comandos operativos que llevaban a cabo los mismos había diferencias sustanciales en el método que empleaban, ya que existen casos muy puntuales en los cuales los miembros de los mencionados grupos se empeñaban en hacerles saber a las personas que las presenciaban, que “se fijaran bien que ellos no habían robado nada”; pero, en otras ocasiones, el robo y saqueo de las pertenencias de las víctimas era descarado y alevoso.

Como referencia a este tipo de situaciones, es interesante destacar el testimonio que al respecto brindó a la CONADEP el señor Rafael Sabino Fernández, padre de Guillermo Fernández.

Mi hijo fue detenido en casa el 21 de octubre de 1977, a las tres de la mañana, por unas diecisiete personas vestidas de civil, portando todo tipo de armas; todos jóvenes, no mayores de treinta años. Se presentaron diciendo que pertenecían a la Policía y estaban secundados por varias camionetas y automóviles, manifestando que estaban realizando un rastrillaje. Ofrecí la casa a disposición de ellos, con el mejor ánimo de colaboración. Ordenaron a todos los varones ponernos contra la pared con las manos en alto. A mi esposa y mi suegra las dejaron dentro del comedor, sentadas y mirando hacia un rincón, mientras en tropel se dedicaron a requisar todos los rincones de la casa, advirtiendo que sobre el techo de la casa y paredes medianeras había varios hombres armados. Después de haber revisado todo y como no encuentran nada le piden a mi hijo Guillermo que los acompañe a su dormitorio; volviendo al rato con él, nos dicen que se lo llevan en averiguación de antecedentes, negándonos todo tipo de aclaración. Ordenan esposarlo, lo que hacen en nuestra presencia, con las manos hacia atrás. Lo sacan de nuestra casa, advirtiendo uno de ellos a mi esposa que se fije si faltaba algo porque ‘si mañana hacen alguna denuncia, "vuelven y dinamitan la casa’, y me piden  que los acompañe hasta mi oficina. En el camino y a mi requerimiento de por qué se lo llevaban, me informa que ‘se encuentra comprometido por su actuación siendo alumno del colegio Mariano Moreno’, rogándome no le haga otro tipo de pregunta pues lo comprometía. Al llegar a mi oficina encuentro la puerta derribada y en el interior de la misma se encontraban varias personas fuertemente armadas. El que parecía ser el jefe me pide que observe si falta algo dentro de la oficina, a lo que después de dar una mirada a vuelo de pájaro me solicitan que lo manifieste por escrito, recomendándome [que escriba] que en dicho día se había llevado a cabo un procedimiento en mi oficina y casa particular ‘no habiendo faltado nada de los mismos’; lo que,  por supuesto, hice”

 

Ilustrando algo más con referencia al mismo tema, en una charla personal que mantuve con la señora María Rosa Luppino, madre de Jorge Infantino –quien todavía permanece desaparecido–, me contó lo siguiente:

El 22 de noviembre de 1977, siendo aproximadamente las 4 y 30 horas, golpean en forma insistente a la puerta de casa varias personas fuertemente armadas, quienes sin identificarse y sin exhibir ningún tipo de credencial que lo avalara, se titularon policías [y] revisaron la casa con el pretexto de que buscaban armas que no había ni existieron nunca. Preguntaron por Jorge Infantino y se les informó que estaba durmiendo; penetraron en su dormitorio y se lo llevaron con las manos atadas a su espalda y los ojos vendados. Antes de retirarse una de las personas que formaba parte de este grupo se me acercó y me entregó un montón de joyas que eran de mi propiedad y me manifestó que me las entregaba en mano para que después no anduviéramos diciendo por ahí que nos habían robado”.

 

Otro de los comandos que también operaba desde la Mansión Seré robaba sin ningún miramiento, en forma continua y sistemática. Por tal motivo, vale la pena consignar que de las denuncias analizadas en función de la presente investigación, en el 66% de los casos, los declarantes hicieron expreso hincapié en que fueron víctimas de este tipo de ilícitos.

Conon Saverio Cinquemani fue uno de los tantos que resultaron damnificados por este tipo de proceder.

El 22 de octubre de 1977, a las 2 de la madrugada, un grupo de aproximadamente diez personas golpean la puerta y ventanas de mi domicilio. Inmediatamente abro la puerta y trato de calmarlos indicándoles que no poseo armas, y en ese momento soy tomado por la fuerza y me golpean fuertemente. El grupo no solo requisa la casa sino que roban dinero; yo en ese momento trabajaba en Sancor y tenía en mi poder el importe de la recaudación del reparto, aproximadamente treinta mil pesos, y se lo llevan; además se llevan infinidad de libros y objetos de valor.

  

Otra modalidad que llevaban a cabo con frecuencia, era la de concurrir con posterioridad a la detención de la víctima al domicilio de ésta, para apropiarse de todo tipo de muebles y enseres domésticos. Con relación a esta metodología, el testimonio que brinda Pilar Calveira de Campiglia, es más que elocuente:

 El martes 10 de mayo, por la noche, allanaron la casa de mis padres. El allanamiento fue dirigido por un individuo que se hacía llamar Juan, y participaron en él los sujetos que operaban en la casa en la que estaba secuestrada. Ellos mismos me contaron el procedimiento. Por relato de los vecinos de mis padres supe que esa misma noche allanaron mi casa de Padua. Los vecinos presenciaron la llegada de un camión al que subieron todos los muebles y pertenencias de mi casa, la que dejaron totalmente vacía”.

 

Por ultimo es interesante resaltar que estas circunstancias se tornaban aún mucho más graves, si tomamos en cuenta que, cuando los familiares de las víctimas concurrían a la sede policial, con el objeto de realizar las denuncias correspondientes a los robos y/o saqueos, en la gran mayoría de los casos, éstas no eran aceptadas.

 

Registro de detenidos

Hasta el presente no se ha podido contar con información suficiente que permita desarrollar con absoluta certeza el registro y control de detenidos, aunque en oportunidad de una charla con Carmen Floriani (ex detenida), pude conocer un antecedente acerca de la forma, en que los responsables del centro clandestino manejaban el tema:

Cuando me van a liberar pude enterarme que ellos tenían un cuaderno de entrada y salida de detenidos, donde había un oficial responsable para cada persona, entonces cuando alguien iba a ser liberado, ese responsable tenía que firmar el cuaderno de salida, como que autorizaba la libertad de esa persona”. 

 

La guardia

Dentro de la casa, había un grupo bien diferenciado de personas, encargadas de la seguridad. Éstas se ocupaban de que ningún detenido-desaparecido escapara, de conseguir y proveerles comida y hasta de conducirlos al baño.

Un testimonio singularmente descriptivo, con respecto a las guardias, lo brindó Claudio Tamburrini en oportunidad de declarar ante la Cámara Federal. En esa ocasión, entre otras cosas, describió casi a la perfección su funcionamiento:

Las guardias estaban perfectamente identificadas y cambiaban sistemáticamente cada tres días, al mediodía; se quedaban tres días y luego venía la nueva guardia. Había una guardia, que era la de Lucas y Tino. Estaban juntos siempre y eran dos. Las otras tres guardias estaban siempre compuestas por tres individuos. De estos cuatro turnos, dos eran fijos, o sea que volvían cada nueve días; la de Lucas y Tino una, y la del Tucumano otra; las otras dos eran movibles; es decir, que no se repetían los guardias. Nosotros sabíamos qué día y a qué hora entraba la guardia nueva, y qué día se iba; sabíamos a qué hora se iba uno de los tres, o los dos –en el caso de la guardia de Tino y Lucas–;  uno de los dos o tres se iba con el coche para ir a buscar la comida; tardaban  –aproximadamente una hora o una hora y cuarto– en hacer ese viaje de ida y vuelta, y vimos repetidas veces, desde la ventana, el sitio circundante; era como yo había sentido la primera vez, un amplio espacio de césped, plantas y árboles, y luego una calle bastante transitada por automóviles a unos cien metros. La función específica de estas guardias era evidentemente controlar el sitio, cuidar el lugar y ver que los secuestrados no salieran del sitio; en cuanto a la aplicación práctica de estas instrucciones generales –para decirlo de una cierta manera–, la aplicación práctica dependía mucho de la interpretación personal que hiciera el sujeto encargado de la guardia; había guardias que eran peores que ‘la patota’; había guardias que nos pedían perdón por lo que estaba sucediendo y que nos expresaban con convicción que ellos con ‘la patota’ no tenían nada que ver, y que lo único que tenían que hacer ahí era cuidar, simplemente, para que no nos escapáramos. Con estas guardias charlábamos sobre lo que se haría cuando saliéramos de ahí; uno de ellos me invitó a ir a jugar al fútbol con él, cuando yo saliera de ahí –un poco recordando el hecho de que yo fui jugador profesional de fútbol–, otro trajo en un momento azúcar, un poco de azúcar, para que comiéramos un poco de glucosa porque nos notaba flacos; yo perdí diez kilos durante esos cuatro meses; [había] gente que nos preguntaba sobre –por ejemplo– nuestra situación civil, si nosotros teníamos familia, nos hacían un poco hablar de ella. Con una guardia, con uno de los integrantes de esa guardia, llegué a conversar, me llegó a manifestar su desacuerdo con esa metodología y me confesó su pertenencia a la Fuerza Aérea. Otro hecho que yo recuerdo, fruto de nuestra intimidad con ciertas guardias, fue el hecho de que había teléfonos en la casa, nos mostraron un teléfono desde el cual habló Jorge Infantino, que se manejaba con un sistema de conmutador; es decir, había un vecino en la zona que había cedido, había prestado la línea telefónica a este grupo; cuando sonaba el teléfono, si la llamada cesaba era signo de que la llamada era para el dueño de la línea, de la casa vecina; si a los quince segundos sonaba nuevamente era que la llamada había sido pasada para la casa. Por el mes de febrero, Lucas realizaba las guardias con un chico, un suboficial, y cuando se iba a buscar la comida al mediodía y a la noche, este chico sacaba a García y a Fernández del cuarto y los llevaba a la cocina y hablaba con ellos. El chico este estaba siempre muy shockeado, según ellos decían, sorprendido de ver todo eso, y les hacia carne en la plancha y les daba de comer y después cuando Lucas volvía le decía que se había comido el bife, que tenía hambre, que no pudo esperar y que se lo había comido él . A Tino nunca lo vi. Guillermo lo vio, lo describió como un tipo morrudo. En realidad Tino era un tipo así del interior, chabacano, gritón, yo nunca lo interpreté como jodido. Lucas era más jodido, por ejemplo, era psicológicamente más jodido. Un tipo que intentaba destruirlo a uno psicológicamente. Con la guardia del Tucumano, que también era fija, salí a barrer la casa dos o tres veces. Mientras que Guillermo y Carlos también lo hacían con la guardia de Lucas, además de dar una mano en la cocina. Ellos también con estas guardias solían llevar al baño a  otros detenidos. En una ocasión, recuerdo que vimos, por ejemplo, con la guardia del Tucumano, una carrera de Reutemann en Interlagos, cuando ganó, en el 78, por televisión en la cocina. Fue una cosa muy loca, porque ganó la carrera y nos pusimos a gritar todos, el guardia y nosotros dos: ‘¡Argentina, Argentina!’. Una cosa loquísima. Alucinante”.

 

La comida

La comida que se les proporcionaba a los detenidos provenía de la VII Brigada Aérea de Morón. Era traída en grandes ollas, al mediodía y a la noche,  por algún integrante de la guardia, que demoraba alrededor de una hora en ir a buscarla. Generalmente se trataba de guisos o fideos, acompañados con pan, aunque debo reconocer que en una ocasión, durante mi cautiverio, tuve “el privilegio” de recibir un sándwich de milanesa.

Como bebida para acompañar el almuerzo o la cena, agua servida en jarros de plástico, y excepcionalmente postre se proveía a cada detenido de una naranja como postre. Por la mañana, en contadas ocasiones, se entregaba un desayuno que consistía en mate cocido con pan.

Son varios los testimonios de detenidos que indican haber recibido la comida en platos que tenían grabado el instintivo de la Fuerza Aérea.

Las tareas de limpieza de la cocina y utensilios estaba a cargo de las detenidas.

En varias oportunidades, a cualquier hora, incluso despertándome, me llevaban a la cocina para lavar platos, sartenes y planchas de bife que los guardias habían utilizado para su comida. ” (Carmen Floriani.)

Todas las noches la guardia me llevaba a la cocina para lavar los platos del almuerzo y de la cena. Esa tarea siempre estuvo asignada a las detenidas.” (Julia Ruiz.)

 

Apremios ilegales y torturas

Una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó el país en el año 1979. Durante su permanencia dicha comisión recibió informes, testimonios y declaraciones que señalaban la práctica de apremios ilegales y torturas en Argentina, en abierta violación de los derechos fundamentales de la persona humana, de las disposiciones constitucionales e inclusive de los propósitos enunciados por la Junta Militar de Gobierno de dar vigencia a los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino.

Estas mismas prácticas eran llevadas a cabo por los represores que operaban en la Mansión Seré, lo que no hace más que corroborar que los métodos aplicados no diferían en absoluto de los empleados en el resto de los centros clandestinos que funcionaban en aquella época.

Los apremios físicos y las torturas se llevaban a cabo principalmente en la etapa de los interrogatorios, como se deduce de las denuncias presentadas a la Comisión relativas tanto a detenidos en las cárceles argentinas como a personas desaparecidas o secuestradas cuya situación ha podido trascender.

Muchos son los medios que para la aplicación de apremios ilegales y para la ejecución de la tortura –tanto física como psíquica y moral– se habrían puesto en práctica. Estos procedimientos se prolongaron en muchas ocasiones hasta por varios meses en forma continua, en las llamadas sesiones para interrogatorios. Entre esas modalidades, analizadas y escogidas por la Comisión de los muchos testimonios que obran en su poder, figuran los siguientes:

1) Golpizas brutales en perjuicio de los detenidos, que significaron en muchas ocasiones quebradura de huesos y la invalidez parcial; en el caso de mujeres embarazadas, la provocación del aborto, y también, según determinadas alegaciones, coadyuvaron a la muerte de algunas personas. Este tipo de palizas fueron proporcionadas con diferentes clases de armas, con los puños, con patadas y con instrumentos metálicos, de goma, madera o de otra índole. Hay denuncias que refieren casos en que la vejiga fue reventada, quebrados el esternón y las costillas o se han producido lesiones internas graves.

2) El confinamiento en celdas de castigo, por varias semanas, de los detenidos, por motivos triviales, en condiciones de aislamiento desesperante y con la aplicación de baños de agua fría.

3) La sujeción de los detenidos, maniatados con cadenas, entre otros lugares en los espaldares de camas y en los asientos de los aviones o de los vehículos en que eran trasladados de un lugar a otro, haciéndolos objeto, en esas condiciones, de toda clase de golpes e improperios.

4) Simulacros de fusilamiento y, en algunos casos, el fusilamiento de detenidos en presencia de otros prisioneros, inclusive de parientes.

5) La inmersión mediante la modalidad denominada “submarino”, consistente en que a la víctima se la introduce por la cabeza, de manera intermitente, en un recipiente lleno de agua, con el objeto de provocarle asfixia al no poder respirar, y obtener en esa forma su declaración.

6) La aplicación de la picana eléctrica, como método generalizado, sujetándose a la víctima a las partes metálicas de una cama a efecto de que reciba elevados voltajes de electricidad, en la cabeza, las sienes, la boca, las manos, las piernas, los pies, los senos y en los órganos genitales, con el complemento de mojarles el cuerpo para que se faciliten los impactos de las descargas eléctricas. De acuerdo con las denuncias, en algunos casos de aplicación de la picana se mantiene un médico al lado de la víctima para que controle la situación de ésta como consecuencia de los shocks que se van produciendo durante la sesión de tortura;

7) La quemadura de los detenidos con cigarrillos en distintas partes del cuerpo, hasta dejarlos cubiertos de llagas ulcerosas.

8) La aplicación a los detenidos de alfileres y otros instrumentos punzantes en las uñas de las manos y los pies.

9) Las amenazas y/o consumación de violaciones tanto a mujeres como a hombres.

10) El mantenimiento de los detenidos encapuchados por varias semanas acostados y atados de pies y manos mientras reciben golpes.

11) La suspensión de los detenidos, amarrados o esposados de las manos y sujetos por barras metálicas o de madera u otros artefactos del techo, manteniéndoles los pies a pocos centímetros del suelo. También casos en que las víctimas son colgadas de las manos o de los pies produciéndoles fracturas de la cadera o de otras partes del cuerpo.

12) La aplicación de drogas a los detenidos, o de suero e inyecciones como consecuencia de las prolongadas torturas cuando han perdido el conocimiento.

13) La aplicación del llamado “cubo”, consistente en la inmersión prolongada de los pies en agua bien fría y luego en agua caliente.

 

Con el objeto de poder apreciar algunos de los métodos de tortura aplicados específicamente por el personal militar que operaba desde la Mansión Seré, en él capítulo “Víctimas y testimonios” se transcriben aspectos puntuales de algunos damnificados, relacionados con estas prácticas.

 

El lugar

 

Accesos

Si bien el portón principal de acceso a la Quinta Seré se encuentra ubicado por la calle Blas Parera, éste fue utilizado en muy pocas ocasiones por las fuerzas represoras. La entrada por la que habitualmente ingresaban al predio era la trasera, que da sobre la calle E. López, ya que fácilmente accedían a ésta por la calle R. Payró, que los traía directamente de la VII Brigada Aérea, como lo muestra el siguiente gráfico.

 

IUbicación de la Mansión Seré y de la VII Brigada Aérea

 

Aunque el ingreso de vehículos era permanente e incesante (por comentarios de vecinos), nunca había gran cantidad de autos estacionados durante el día, y los pocos que se podían percibir tenían todas las características de ser móviles oficiales de la Fuerza Aérea. 

El trazado de las calles internas, como así también de los senderos, eran de tierra. Las zonas de parque estaban extremadamente descuidadas adrede, pues el hecho de tener altos los pastos dificultaba la visión desde el exterior y contribuía, de alguna manera, a pasar un tanto más inadvertidos.

Otros elementos que utilizaban asiduamente de noche –para impedir la visión de los circunstanciales transeúntes desde el exterior– eran dos potentísimos reflectores con los que encandilaban a la gente que pasaba o se detenía en las inmediaciones. También eran utilizados para identificar y/o acompañar a los vehículos que ingresaban o egresaban del  lugar.

Al respecto, en el mes de febrero de 1984 una vecina le comentó a un periodista del diario La Voz que “ellos [los represores] se movilizaban con más frecuencia durante las noches. Para su accionar se valían de potentísimos reflectores giratorios, los que les permitían controlar el movimiento de la gente que pasaba por el lugar. También cuando ingresaban los coches al predio los iluminaban hasta que los vehículos llegaran hasta la parte trasera de la casa. En ese momento, automáticamente, apagaban las luces y al rato era posible escuchar los desgarradores gritos de hombres y mujeres.

 

El equipo de radio

Sobre el techo de la Mansión se ubicaba una antena de VHF que se encontraba conectada a un equipo de radio ubicado en la cocina. A través de éste mantenían permanente contacto con la I Brigada Aérea de Palomar y con la VII Brigada Aérea de Morón.

Al respecto Claudio Tamburrini recuerda:

En una oportunidad, un mes... un mes y medio antes de nuestra fuga, habían traído al sitio –eso habrá sido en el mes de febrero– a tres personas, que según versiones corridas en la casa, pertenecían al barrio ‘Carlos Gardel’. Como la casa estaba atestada, subieron a uno para interrogarlo y a los otros dos los dejaron en dependencias de la planta baja;  a los quince minutos estos dos secuestrados se lanzaron por la ventana, o sea... salieron simplemente al campo, y se produjo un gran revuelo en la casa, porque la patota estaba interrogando al tercer miembro de ese grupo en el piso superior donde estábamos nosotros. Un gran revuelo se produjo, idas y venidas por las escaleras, y por la radio que estaba en la cocina –sentí yo desde la pieza–: ‘Palomar, Morón, Palomar, Morón, se escaparon dos paquetes, manden gente’ ”.

 

La casa

 

Distribución interna

Son muchas las hipótesis sobre cómo estaba conformado, ediliciamente, el interior de la casa, ya que de acuerdo con los distintos testimonios recibidos de personas detenidas que estuvieron alojadas en ella, ninguno fue coincidente. Probablemente hayan influido en este punto varias circunstancias, que hicieron que cada detenido la haya imaginado a su manera. El estar privado de la visión y el estado de pánico permanente jugaron, seguramente, un papel decisivo en este aspecto.

Charlando en una oportunidad con Julia Ruiz (ex detenida) sobre este tema, me expresó:

Lo que menos me interesaba en ese momento era prestarle atención a la casa, pues tenía la casi absoluta certeza de que no iba a salir con vida de ahí adentro, entonces no tenía ningún sentido reparar en detalles. Lo que menos me interesaba era la casa, porque estaba segura de que no se la iba poder contar a nadie”.

 

Asimismo, debemos tener en cuenta que es muy probable que la distribución interna pudo haber sufrido algunas remodelaciones, para adecuarla a las necesidades de sus ocupantes (hacerla más operativa), pues son muy disímiles los relatos de personas que estuvieron alojadas durante los primeros meses del 77, a los aportados por quienes la ocuparon hacia fines del mismo año.

De cualquier modo –y compatibilizando las distintas posibilidades–reconstruir un plano que poco debe distar de la realidad.

Por último, creo interesante destacar que toda mi investigación siempre estuvo centrada en la planta alta, ya que en ese lugar se desarrollaba la principal actividad del centro clandestino. La planta baja sólo era utilizada circunstancialmente para alojar a algún detenido, cuando la capacidad de la planta superior estaba colmada.

 

Plano de las plantas alta y baja de la Mansión Seré

 

1) Habitación pequeña que daba sobre la ochava y en la que alojaban detenidos.

2) Habitación de 4 m x 4 m destinada al alojamiento de detenidos. En esta habitación permanecí alojado por el término de diecinueve días en compañía de Claudio Tamburrini y Saverio Cinquemani (véase el plano).

3) Habitación que era utilizada como dormitorio de las guardias. Tenía una cama de dos plazas y otra marinera.

4) Habitación que oficiaba de cocina. Tenía piso de madera, una mesa con sillas, una cocina a gas y un televisor

5) Pasillo.

6) Baño (véase el plano).

7) Sala de torturas. Cuando la casa estaba atestada de gente se la solía utilizar también para el alojamiento de detenidos. En ella permanecí durante cinco días con Jorge Cardozo.

8) Escalera de madera.

9) Habitación destinada al alojamiento de detenidos.

10) Pequeña habitación con un escritorio o mesa.

11) Pequeña habitación.

12) Baño. Tenía inodoro, bidet, lavatorio y duchas. No había agua

13) Pasillo.

14) Habitación que era utilizada como alojamiento de detenidos. Tal vez la más amplia. En ella permanecieron alojadas Julia Ruiz, Pilar Calveira de Campiglia, Graciela Tauro y Carmen Floriani, entre otras.

15) Sector amplio y techado con piso de material, al que se accedía por (13), y tenía un escritorio en el medio. También era utilizado para dar baños masivos con una manguera. En la planta baja, debajo de este lugar, se encontraba ubicado un sótano, que databa de la construcción original de la casa. Con respecto a este sótano, algunas leyendas indican que se comunicaba con un túnel que llegaba directamente al tanque de agua, y que antiguamente era utilizado por sus primitivos moradores como acueducto.

 

Baño

El baño estaba revestido con azulejos blancos, tenía piso de baldosas, bañera blanca, inodoro, lavatorio y botiquín con espejo. No tenía agua. La sacaban de la cocina.” (Alejandra Tadei.)

 

Plano del baño de la Mansión Seré

1) Puerta de acceso.
2) Bañera.
3) Inodoro.
4) Ventana.
5) Lavatorio.
6) Botiquín.
7) Toallero.

 

En algunas oportunidades, el baño también fue utilizado como sala de torturas, ya que el detenido era llevado hasta la bañera –que estaba llena de agua putrefacta– y se le sumergía la cabeza, con la intención de producirle ahogos. Esta práctica (denominada “submarino”) era muy frecuente con las personas recién capturadas.

 

Habitación

A continuación, se describe el interior de una habitación que era utilizada para el alojamiento de detenidos. En una de similares características permanecí detenido junto a Claudio Tamburrini y Saverio Cinquemani por un lapso de veinte días.

 

Plano de una habitación de la Mansión Seré

1) Camas de una plaza.
2) Ventana-balcón, con postigones de chapa del tipo celosía, hacia el exterior, y hacia el interior con dos hojas de madera, que en la parte superior tenían vidrio repartido. Los vidrios estaban pintados con pintura blanca.
3) Puerta de acceso sin picaporte.
4) Pasillo.

5) Flecha que indica la dirección de la cocina y el baño.

 

El piso era de madera machimbrada de pinotea. La iluminación la proveía una lamparita suspendida del techo, que estaba encendida día y noche. El techo era muy alto y el cielorraso de yeso. Las paredes estaban revocadas.

 

Cocina

 

Plano de la cocina de la Mansión Seré

1) Puerta de acceso desde el pasillo.
2) Arcada que comunicaba con habitación de la guardia.
3) Mesada.
4) Ventana.
5) Pileta.
6) Mesa.

7) Teléfono.

 

 

  

 
  
   

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