Persona, Estado, Poder

II. La Tortura

 

 

¿Quién tortura (y miente) en Chile?(*)

"¿Cuándo hemos sido tan importantes para que revistas, prensa, radio y televisión exhiban a este Chile como si fuera un país de esclavos y donde no se respetan los Derechos Humanos? "
(General Augusto Pinochet en discurso del 14 de Junio de 1983 en Copiapó al referirse a los "ataques" propagandísticos contra su Gobierno desde el exterior. "El Mercurio", 15 de Junio de 1983).

¿Qué tipos de torturas se aplicaban?
"Corriente, los colgábamos, golpes de manos y pies".
-¿Murió gente en ese lugar?"
"Sí, uno fue el llamado "Camarada Díaz". Tenía unos 50 años, medio canoso, bajito, de contextura regular. El otro era un joven al que le decían "El Yuri". Fue colgado de una ducha y como le habían aplicado corriente tenía mucha sed. Abrió la llave y tomó agua. Luego llegó un centinela y le cortó el agua, pero el nuevamente la volvió a abrir y nosotros dejamos que el agua corriera. Debe haber estado unas horas con el agua de la ducha corriendo por el cuerpo. En la noche falleció de una bronconeumonía fulminante
".
(Del testimonio de Andrés Valenzuela - Tarjeta de Identificación militar No 66.650-, ex funcionario y desertor de la Fuerza Aérea de Chile. Publicado en el Diario de Caracas, Venezuela, los días 7, 8 y 10 de Diciembre de 1984.

"La tortura de detenidos políticos a manos de las fuerzas de seguridad chilenas se ha venido denunciando con regularidad desde que el actual gobierno del General Augusto Pinochet Ugarte tomó el poder en 1973 . "Tortura". Informe de Amnistía Internacional. Abril de 1984.

  

¿Se tortura en Chile?

Quien lea estas páginas sabe cuál es nuestra respuesta. La respuesta es la razón de ser del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, (CODEPU), así como de otras instituciones chilenas de defensa de los Derechos Humanos, creadas a partir de 1973 y que ya suman más de una decena.

En nuestro documento de denuncia sobre la tortura correspondiente al primer semestre de 1984, tomábamos clara posición sobre la existencia en Chile de la tortura institucionalizada por el Estado. Avalábamos nuestra denuncia con el testimonio directo de ciudadanos chilenos torturados por los organismos de seguridad del régimen.

El presente documento es la continuación del esfuerzo por erradicar este crimen contra la Humanidad. Una obligación moral mínima, y al mismo tiempo agotadora, si tenemos en cuenta a la máquina de manipulación ideológica a que nos enfrentamos. Una máquina estatal que amordaza a la opinión pública y que ha hecho del cinismo una práctica oficial.

Esa máquina dispone de fondos secretos, al parecer inagotables (por lo menos, todavía). Ante ella no tenemos otra cosa que oponer más que los testimonios de compatriotas que han sufrido la tortura.

Pero tampoco nada menos que ésto, la pura y aterradora verdad.

Generales, Ministros y Directores Nacionales aseguran en todos los tonos que en Chile no se tortura a nadie ("¿Y Lonquén, general? - "Esos no son desaparecidos. Fueron muertos y escondidos, y en ese caso está resuelto, no hablemos de él". General Humberto Gordon, Director General de la CNI). O simplemente recomiendan que nos "olvidemos" de los secuestrados muertos en tortura, como es el caso del ciudadano J.A. Aguirre Ballesteros, secuestrado por Carabineros en Pudahuel el 4 de septiembre de 1984.

¿A quién creerle?
¿Al verdugo o a la víctima?

Parece obvio que el verdugo tenga que negar su crimen; lo que no es tan obvio es que existan tantas víctimas dispuestas a testimoniar. Escapa a la lógica de la propia máquina represiva el hecho de que cada día que pasa sean más las víctimas que sobrepasando las amenazas de represalias encaran su propio temor y testimonian por la vida. Y no por la propia, ya quebrada y humillada, sino por la nuestra, la de todos, por todas las vidas expuestas al flagelo.

La tortura es una institución del actual régimen de Gobierno en Chile.

Una institución negada, oculta. Una institución vergonzante para el verdugo y para las víctimas.

¿Será también por vergüenza que no nos atrevemos a hablar de ella?

¿Calla la gente sólo por miedo?

¿Qué temen todavía, a quién temen los que callan y prefieren sufrir en silencio?

Y los testimonios, ¿son invenciones?

En esta cuestión de a quién creerle, quién miente y por qué la gente calla, es interesante rastrear algunas opiniones, difíciles de descalificar simplemente por quienes gobiernan hoy al país.

Orlando Sáenz R., ex presidente de la SOFOFA ("... En el período de la Unidad Popular me dediqué por entero a ser un subversivo profesional"), escribe en la revista Hoy No 371 del 27 de agosto de 1984. "Se dice que los países tienen los Gobiernos que se merecen y ese refrán, como todos, no es más que la expresión liviana y sintética de una verdad más profunda y compleja. Quiere señalar que la acción de un Gobierno, por autocrático y arbitrario que sea, no puede realizarse sin algún grado de colaboración, activa o pasiva, de importantes sectores sociales. Y ése es el caso de Chile, por cierto.

Tomemos, por ejemplo, el problema de la violación de los Derechos Humanos. Si bien en su aspecto material ha sido obra de los mecanismos de represión creados por el régimen y de quienes los han comandado, no puede dudarse de que ella no habría sido posible, a lo menos en la escala y prolongación que ha tenido, sin la complicidad culpable de amplios sectores ciudadanos: el Poder Judicial, que no ha sabido ni querido proteger a la población de la violencia institucional; los medios de difusión, que han callado y tergiversado sistemáticamente el sufrimiento del cuerpo social al intentar hacer aparecerlo como normal y sin importancia; las clases privilegiadas que, vendiendo su conciencia por el plato de lentejas de la seguridad del orden establecido, han suspendido la severa sanción moral con que debieron y pudieron evitar la mayoría de los atropellos; los políticos que, con su ambigua posición, han pretendido hacer compatible el apoyo de este régimen con un verdadero ideario democrático...".

Bien pocos escapan a la fustigante crítica del arrepentido empresario golpista. Veamos una muestra de esa actitud que se critica: el ex senador del Partido Nacional Engelberto Frías, responde con absoluta frivolidad:

- "Ustedes tienen bastante responsabilidad en este asunto de los Derechos Humanos. ¿Por qué se quedaron callados?

- "Pero dígame una cosa, ¿usted cree que en plena bonanza económica como la que hubo, íbamos a ir a plantear lo de los Derechos Humanos?. Nos habrían tildado de locos". ("Cosas", No 160, 18 de noviembre de 1982).

De esta respuesta -por lo menos- se puede deducir claramente que para el entrevistado la cuestión de los Derechos Humanos no es una cuestión de principios y universal, sino una cuestión coyuntural y táctica, que se puede y debe callar según soplen los vientos de mezquinos intereses económicos.

Pero veamos ahora como un Ministro de Estado (no un simple particular) compite en frivolidad para referirse al tema:

- "¿Qué opinión le merece el pronunciamiento de los Obispos, en orden a excomulgar a los torturadores?
" Yo no torturo a nadie, pero lo estamos estudiando"
"¿Qué significa eso?"
"- Estamos estudiando todos los antecedentes y es posible que contestemos, pero todavía no lo hemos resuelto".
"¿Qué pasa con la nómina de los lugares de detención de la CNI, cuya ubicación se iba a publicar?"
"- No hay ninguna clarificación de ese tema".
"¿Por qué se ha demorado tanto"?
"- Porque los abogados deben ser lo bastante lentos o se van de veraneo como Ud., que la veo muy quemadita". Jaime del Valle, Ministro de Justicia. "Las Ultimas Noticias", 20 de diciembre de 1983.

Notemos, primero, que el Sr. Ministro se apresura en dejar claro (a confesar, diríamos) que él no es un torturador. ¿No habla un ministro en entrevista pública siempre a nombre de su gobierno? ¿Qué le motivó de inmediato a poner la cuestión en términos personales?

Lo que pasa es que la cuestión de la tortura apesta, no tiene argumentación ninguna que la valide, en ninguna circunstancia. Lo mejor es distanciarse rápidamente de ella. Como que pillado en falta el Sr. Ministro trata de rehacer rápidamente su imagen, ¿y cómo?, pues galanteando a la periodista.

¿A quién creerle?

En las páginas siguientes dejaremos a los hechos hablar por sí mismos, pero antes de seguir, queremos reflexionar juntos sobre algunas interrogantes que surgen alrededor de la Tortura y de los Derechos Humanos.

¿Quién viola los Derechos Humanos en Chile?
¿Quién defiende los Derechos Humanos en Chile?
¿Quién tortura en Chile?
¿Por qué se tortura en Chile?
¿Para qué?
¿Para quiénes?
¿Al servicio de qué intereses?
¿Cuántos han sido torturados?
¿En razón de qué un régimen se siente con derecho a torturar?
¿Quién necesita torturar?
¿Quiénes son los que creen que tienen la prerrogativa de hacerlo?

  

¿Quién es torturado en Chile?

A pesar del ocultamiento, algunas apreciaciones reveladoras se han deslizado al público:

"Cuando un ciudadano se comporta como criminal, se le trata como tal, el trato es apropiado, es decir bueno". General César Mendoza. "Ercilla" Nº 2014, 12 de marzo de 1974.

"A los extremistas hay que juzgarlos como prisioneros de guerra. Si es necesario obtener información a la fuerza, hay que hacerlo". Maximiano Errázuriz, ex diputado. "Hoy" Nº 228. de 2 de diciembre de 1981.

Mucho más esclarecedor sobre las cuestiones planteadas, es el relato de un ex "boina negra" (Fuerzas especiales del ejército), entrevistado en el extranjero, después de 1973, quien hace referencia al entrenamiento que recibiera en 1970-1971:

"Nos decían (los oficiales) que eso de torturar gente se hacía por la Seguridad Nacional. De lo que esa persona hablara, dependía la Seguridad Nacional y la paz y tranquilidad. Que esa gente, la gente de izquierda, era gente que no tenía nada que ver con los intereses nacionales, que eran como extranjeros".

Por tanto, la Seguridad Nacional (que no es lo mismo que la tradicional concepción de Soberanía Nacional) justifica y hace necesario el uso de la tortura. Entre chilenos. Por un lado los defensores de la Seguridad, por el otro "esa gente" que son "como extranjeros". Absolutamente coherente con las proclamas ideológicas del régimen a anatomizar al "enemigo". Este tiene ideas de " afuera", está entregado a "ideologías foráneas" cuando no es directamente un "agente pagado" de una "potencia" extranjera.

¿Dónde está la lógica más elemental, el sentido común en todo esto?

Veamos lo que a este respecto -de que sean los "enemigos" agentes pagados de potencias extranjeras- dice el testimonio del caso Nº 74 presentado en este documento:
"...después de todo eso (haber sido torturado por casi 30 días) me volvieron a pegar. Ahora por pegarme no más. "por huevón" me dijeron, porque no cobraba nada por hacer lo que hacía, poique nadie me pagaba".

¿Cómo es posible que hayamos llegado a ésto?

La "respuesta" oficial es muy vasta, siempre oblicua, sesgando la responsabilidad. pero claramente dicha en defensa de la "Seguridad Nacional", hecha propia por los militares chilenos y originaria de los EE.UU. en Norteamérica. No necesitamos más argumentos que las solas declaraciones de personeros del país del Norte para demostrar quién defiende y aplica ideologías foráneas.

"La ayuda militar de Estados Unidos en forma de adiestramiento, por consiguiente, tiene por objeto la trasmisión de conocimientos o destrezas propiamente militares, sino más bien el cultivo de actitudes políticas internas favorables a los Estados Unidos". Dr. R.K. Baker, Cámara de Representantes del Congreso de EE.UU., octubre, 1970.

"Se trata en suma, de que los oficiales extranjeros (es decir latinoamericanos) identifiquen las metas de la política exterior de los EE.UU. con sus propios intereses nacionales, entendiéndose por tal política exterior, en primer término, la protección de los intereses de las grandes empresas privadas". (Apreciación oficial Norteamericana)

Ahora bien, ha sucedido que en los países de América Latina en donde los militares han salido en defensa del "mundo libre", del "mundo occidental", de la "Seguridad Nacional" derrocando violentamente a los gobiernos democráticos, se ha verificado hasta la saciedad la aplicación sistemática y planificada del secuestro, la desaparición, la tortura, el exilio, la relegación de los ciudadanos. Es la trágica historia de los últimos decenios en Brasil, en Uruguay, en Paraguay, en El Salvador, en la Argentina.

Aunque se esconda en un proclamado y demagógico nacionalismo, el sistema de gobierno que necesita y practica la tortura, no es nacional; es supranacional, es extranjero, no está al servicio de intereses de la Patria que dice defender.

Hay un gobierno nacional, es cierto, pero la ideología, el sistema y los intereses no son los de la Nación. Hasta en detalles se expresa esta realidad. Los torturadores intercambian experiencias y "conocimientos" de país a país (son los "asesores" en asuntos de subversión); intercambian invenciones de ese prontuario del horror que son las técnicas de la tortura. Los militares brasileños popularizaron el "pau de arara" que los torturadores chilenos usan sin ni siquiera tomarse la molestia de cambiarle el nombre. La dictadura de los coroneles griegos "exportó" la falanga (golpes repetidos en las plantas de los pies, hasta provocar invalidez). Hay una jerga internacional en el cono sur latinoamericano para denominar los tormentos físicos más usados: la "picana", "la parrilla", el "teléfono", el "submarino", son uso común en Chile, Uruguay y Argentina.

Revistas norteamericanas especializadas en tecnología militar ofrecen impúdicamente "picanas" portátiles, que ya conocemos en Chile, que son las que se usan para torturar en las calles y en vehículos de los organismos de seguridad. Son las mismas que se usan en África del Sur, el país del Apartheid, para tratar como animales a los discriminados habitantes negros.

¿Es todo esto pura casualidad?

Cuesta creer que en Chile haya casualidades, se cometa "errores" o "excesos" , en circunstancias que domina el Estado un aparato rígidamente jerarquizado, y cuando hay quienes afirman que "en estos 11 años todo se ha hecho meditadamente" y que "en el país no se mueve una hoja sin que yo la mueva".

Nos parece suficientemente demostrado que no hay tales "errores" o "excesos". Detrás de los rigores y tormentos aplicados hay una ideología, un Sistema y un Aparato. A esto es lo que llamamos la Institucionalización de la Tortura, el Terrorismo de Estado.

Pero bien, este sistema, este aparato necesita de hombres que lo encarnen, que lo hagan funcionar.

¿Qué tipo de ser humano es aquel capaz de torturar a otro ser humano?
¿Quién es, pues, el torturador?
¿Cómo una persona se convierte en torturador?

De las declaraciones de Andrés Valenzuela, ya citado en la primera página:

"...Tenía que trabajar en alguna cosa..."

"...Yo decía que al principio, cuando uno empieza, primero llora, escondido, que nadie se dé cuenta.

Después siente pena, se le hace un nudo en la garganta, pero ya soporta el llanto. Y después, sin querer queriendo ya se empieza a acostumbrar. Definitivamente ya no se siente nada de lo que se está haciendo...".

Reafirmamos que el daño causado por la práctica de la tortura no es sólo en la persona del torturado. Es un daño colectivo; ésto es lo que se quiere decir cuando se habla de crimen contra la Humanidad.

¿Es un ser humano el torturador?
¿Siente el torturador?
¿No tiene remordimientos?
Y si los tiene, ¿por qué sigue torturando?

Alguna vez tendrán que aclararse todas estas dudas. Por confesiones de ex-torturadores sabemos, por ahora, que han sido "robotizados" (1), adiestrados de tal manera que ya no piensen ni sientan"...uno actúa, no piensa, solo actúa..." (Andrés Valenzuela).

  

Pero, ¿quién los adiestra ?

Transcribimos de un estudio oficial norteamericano sobre "mentalidad del militar latinoamericano": "El tipo de personalidad atraído a la carrera de las armas suele ser agresivo, tendiente al uso de la amenaza y de la violencia. Este tipo de carácter se siente atraído por el dogmatismo y el autoritarismo y manifiesta aversión por los matices ambiguos, prefiriendo un esquema simplista: el mundo dividido en buenos y malos".

"Tengo el apoyo de mi ejército y de las Fuerzas Armadas, de las cuales soy generalísimo. Tengo el apoyo de la ciudadanía, no de los malos ciudadanos, sino de los buenos..." General Augusto Pinochet. Revista "Hoy", Nº 269, 21 de septiembre de 1982.

Esta es una síntesis de la lógica del Sistema; la lógica del temor:

Buenos y malos
(Enemigos en una guerra sucia)
Al enemigo se le trata como tal. No se le trata como persona. No es persona. No goza de Derechos Humanos.
El torturador (que forma parte de los "buenos ciudadanos"), ése es persona.
¿No es una persona el torturado?
¿Es una persona el torturador?
¿Podrá ser persona alguien que viola, humilla, golpea y mata a otros seres humanos por oficio?
¿Tendrá familia, amigos y vecinos un torturador?
¿Y la familia y los vecinos, no sienten asco y vergüenza de sospechar lo que hace por oficio ese agente de seguridad?
(¿No tenemos vergüenza todos de vivir en un país en que se tortura a nuestros semejantes todos los días?)
¿Es un trabajo torturar?
Es, puesto que los torturadores son funcionarios, y funcionarios privilegiados de este régimen.
Y si es un trabajo, ¿quién le paga al torturador?
¿De dónde sale la plata para pagarle?
¿Cuánto vale, por tanto, una tortura?
¿Cuánto le cuesta al Estado:

¿A cuánto sale una semana de tortura?

¿Cuánto vale decir que no sabemos nada de todo ésto? ¿Y cuánto no hacer nada en contra?

Hemos dicho que el daño es colectivo. El crimen es contra la Humanidad, pero no puede caber duda alguna que es el torturado la víctima directa. Es por ellos que clamamos preferencialmente. Algún día esta Nación tendrá que lavar este crimen y no sabremos cómo hacerlo si no somos capaces de deslindar los terrenos de la justicia.

De la justicia, no del simple perdón por el olvido.

Nuestra denuncia no pretende desquiciar, pretende construir una memoria histórica colectiva, único fundamento para la reparación de los daños y la justicia.

Nuestra denuncia no es sólo voz para ser oída; es compromiso por la vergüenza de vivir aquí. Es decisión de acabar con el sistema del oprobio, de la negación de la Humanidad, del Terrorismo de Estado. Acabar de una vez para siempre.

  

  

Notas:

* Publicado en 'Tortura Documento de Denuncia", vol II. Febrero 1985

1. La expresión es del General Donoso de Carabineros. Entrevista en El Mercurio, domingo 2 de septiembre de 1984.

  

 

   

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