Persona, Estado, Poder

IV. Asistencia y Terapia

 

 

Una práctica de asistencia al interior de los penales

 

Comunicación preliminar de una práctica de asistencia al interior de los penales. (*)

 
Introducción

La actual práctica de asistencia integral a los prisioneros políticos chilenos deberá ser comprendida como un proceso continuo que se inicia al poco tiempo de instalarse una Dictadura en nuestro país, luego del Golpe Militar de 1973. Son muchos los organismos y personas que, de una u otra manera, se suman a la ayuda solidaria y a la atención de los prisioneros. A pesar de ésto, no se cuenta aún en Chile con comunicaciones de experiencias sistemáticas desde el punto de vista terapéutico hacia los presos políticos encarcelados

En 1982, el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), a través de su comisión médica, crea un grupo especializado en los problemas derivados de la represión directa y más específicamente de la Tortura y que se preocupará de la atención de las víctimas al interior y al exterior de los penales. Esta actividad ya venía siendo desarrollada por miembros del actual equipo de CODEPU desde 1973. Por el concepto del fenómeno Tortura que el CODEPU tiene, desde 1983 se impulsa la creación de un equipo multi disciplinario que se concreta a comienzos de 1984. Es esta experiencia la que deseamos comunicar en este trabajo y que tiene el carácter de preliminar, en tanto aún lo sentimos en germen, así en lo conceptual como en lo práctico. Lo central de esta comunicación está puesto en la dinámica de relación entre estos dos grupos humanos, estructurados y definidos en función de objetivos diferentes aunque con una amplia y clara zona de intersección que los vincula estrechamente.

Diremos que, así como ocurre con muchos procesos, también en éste ha pasado que las exigencias de una práctica han ido relegando a un segundo plano nuestras propias definiciones conceptuales. Se verá entonces que de pronto usamos términos para definir un rol que no pueden dejar de sentirse provisorias e insuficientes. Y es que ese rol está gestándose, intentando definirse ahora mismo. Ocurre esto, por ejemplo, con los términos de "asistencia", "asistente", "asistido" y que se verá mencionar con frecuencia en el trabajo. Los usamos por ahora, a falta de otros mejores. Tenemos presente la objeción que surja de una impresión de "prestación de servicios" de carácter estática propia de la clásicamente pasiva acción de salud. Como muestra de que la concepción de asistencia que sustentamos difiere claramente de esto último, sólo podríamos decir que este par antitético "asistente-asistido" funciona de manera impredecible, tomándose a veces el asistente en asistido, y a la inversa. El término que pensamos mejor define nuestro quehacer, es el de práctica compartida, que rescata tanto la dimensión de un "hacer" (práctica), como la de un "hacer juntos" (práctica compartida) y que es precisamente lo que hacemos, aunque no sepamos aún cómo llamarle.

Con respecto a lo "no convencional" en relación a las terapias, ello reside en que, por un lado nuestro objetivo de estudio y trabajo rebasa con mucho todas las "convenciones" académicas y técnicas, y por otro, como se ha dicho con respecto a la concepción que el grupo tiene de la Tortura, es éste un fenómeno que se advierte como globalizante, totalizador de una experiencia humana. Luego, por su naturaleza misma, no reductible a técnicas, herramientas y conceptos convencionales.

  

II. Los presos y las cárceles

Los presos políticos de Chile se encuentran distribuidos en recintos penales a lo largo de más de tres mil Kms. de territorio continental, en la mayoría de las regiones del país. Estos recintos albergan tanto a los presos comunes como a los presos políticos. La dictadura no reconoce la existencia de presos políticos.

El número de presos políticos es variable. Durante el segundo semestre de 1985, el número ha oscilado entre 300 y 350, correspondiendo esta cifra sólo a los presos políticos que permanecen recluidos, ya que existe un número muy alto de ellos que se encuentra en libertad condicional, esperando s ser condenados.

Alrededor del 50% de los presos políticos se encuentran recluidos en cinco penales de Santiago, en tanto que el porcentaje restante está distribuido en más de 30 penales a lo largo del país.

Las condiciones generales de los recintos carcelarios son muy malas. En la gran mayoría de éstos, destaca una construcción vetusta, en riesgo de sufrir derrumbes tal como ha sucedido en algunos; con múltiples fallas del sistema de alcantarillado y agua potable lo que determina que las condiciones sanitarias sean de pésima calidad, posibilitando así la diseminación de lodo tipo de enfermedades infecciosas. Los servicios higiénicos son escasos. Existe uno o dos inodoros, una ducha y un bebedero por galería o calle (cada galería o calle tiene un promedio de 100 detenidos).

En cuanto a la situación de salud y atención médica de los presos, ésta es grave, ya que en todo Chile existe un solo centro carcelario que cuenta con un servicio hospitalario, el Hospital de la Penitenciaría de Santiago, el que, por lo demás, otorga una mala e insuficiente atención; sus condiciones de asepsia son pésimas y carece de recursos materiales en general. En el resto de los recintos carcelarios, la atención médica (cuando la hay) es esporádica, no permitiéndose el acceso de médicos solicitado por el preso o sus familiares sino después de un prolongado y engorroso procedimiento judicial i que lo hace inefectivo en la práctica. También el ingreso de medicamentos está restringido.

Los presos políticos están sometidos constantemente a una serie de medidas represivas y de hostigamiento aplicadas directa o indirectamente por Gendarmería en complicidad, muchas veces, con los organismos de seguridad. Estas medidas represivas, como se verá, afectan también a los familiares y a las organizaciones solidarias con los prisioneros políticos.

Tal represión, unida al hecho que se exacerban en relación a situaciones políticas nacionales bien características y que muchas de las acciones represivas son selectivas para los presos políticos (y no para los Presos comunes) demuestran que la privación de libertad no es el único objetivo de la reclusión carcelaria de un ciudadano opositor.

El hostigamiento, el amedrentamiento, las humillaciones, la tensión continua, la privación de los derechos más elementales, incluso la inseguridad dentro de la prisión, constituyen un conjunto de técnicas destinadas a aniquilar psíquicamente a las personas. Si la tortura que siguió a la detención ;no consiguió tal fin, el prisionero continua expuesto a técnicas solapadas o más o menos directas de tortura durante la reclusión en las cárceles públicas. Se le deshumaniza, se le hace perder sus vínculos familiares y sociales, se le denigra y trata de desgastar físicamente a través de las malas condiciones de vida.

La represión a los familiares se da en múltiples aspectos: registro vergonzante y vejatorio a los visitantes en el momento de ingresar al penal; restricciones, disminución del tiempo o supresión temporaria de las visitas; empeoramiento de las condiciones en que éstas se realizan. A ésto se agrega represión directa y violenta en algunos casos (secuestro y violación).

Todo ésto, en su esencia y en sus fines, implica tortura.

Se ha visto un aumento notorio en el número total de presos políticos. De 192 que eran en el primer semestre de 1984, se produce un aumento a 266 en el segundo semestre del mismo año. Entre enero y junio de 1985 la cantidad es de 320. La cifra al 30 de septiembre de 1985 es de 316 presos políticos distribuidos entre Arica y Puerto Montt. Sólo en Santiago hay 137: 74 en la Cárcel Pública, 48 en la Penitenciaría y 15 mujeres en la Cárcel de San Miguel.

Ya decíamos al comienzo que la dictadura, sin embargo, niega la existencia de presos políticos calificándolos de "delincuentes subversivos", intentando confundirlos con los presos comunes y aún con los más peligrosos de entre estos últimos. No puede dejar de verse ésto sino dentro del mismo objetivo señalado más arriba: el aniquilamiento de ellos en todas las formas a su alcance.

De alguna manera, el régimen cumple con el objetivo de aislarlos del conjunto de la sociedad. No es infrecuente encontrar en nuestro país personas que ignoran la existencia de presos políticos y de las condiciones en que viven.

Es esta última situación la que determina una de las principales reivindicaciones del grupo de presos políticos, esto es, el que su condición sea reconocida, manteniendo una permanente lucha por sus derechos, tanto a través de su propia organización interna como a través de las organizaciones de familiares de presos políticos. (AFPP) y otros organismos de Derechos Humanos. La misma solicitud de atención o asistencia médica propiamente tal muchas veces parece quedar algo postergada en función de la realidad de los presos políticos.

Ya hemos advertido que no es éste un intento de caracterización de la realidad de los presos políticos en Chile, sino más bien una comunicación de experiencias que tiene precisamente el carácter anunciado: ser preliminar. Y que en definitiva pretende detenerse más en la modalidad de relación sostenida con ellos que en el análisis de una particular y compleja realidad como es la de los prisioneros de la dictadura.

En términos generales, sin embargo, podríamos enunciar algunas apreciaciones del equipo respecto del grupo de presos políticos. Por un lado, este último es visto como una organización sólidamente estructurada tanto internamente como en una red de relaciones con múltiples instancias (políticas, familiares, organizaciones de ayuda, etc.) solidez que está básicamente dada por la determinación ideológica y política. Por otra parte, aparece con una cierta fragilidad, que está determinada, a la vez, por la situación de reclusión. Esta consideración estructural general, no es capaz de dar cuenta de las dinámicas, de los procesos, de las realidades y de las verdaderas experiencias que viven los presos políticos. El equipo tiene la sensación de visualizar apenas algunos de estos componentes sin llegar a percibirlo en toda su magnitud, lo que será abordado en más detalle más adelante.

 

   

III. El Equipo de Trabajo

 
a) Estructura de equipo.

El equipo DIT-T del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU) se constituye en grupo de trabajo multi disciplinario, determinado esto por la complejidad de las cuestiones en estudio. A principios de 1984 incluye un médico neurólogo, un médico psiquiatra, un psicólogo, un jurista, un psicólogo con formación en sociología (miembro del equipo de capacitación de CODEPU), una asistente social, tres asistentes de investigación (las tres con experiencias personales de haber pasado por la cárcel y tortura) y dos delegados de la Agrupación de Familiares de Presos Políticos (AFPP). Desde el comienzo del trabajo, la visita a las cárceles se plantea como una tarca fundamental en función de dar cumplimiento a los objetivos
del equipo, esto es. reunir y elaborar material sobre la tortura en Chile con fines de denuncia, tratamiento y prevención. El ingreso a las cárceles significa el contacto directo con quienes han sufrido más recientemente la tortura, permite acumular material en forma rápida, uniformar criterios y establecer directrices terapéuticas y de prevención.

En el esfuerzo por cumplir con esta tarea el equipo se encuentra con dificultades de diferentes tipos: teóricas, prácticas y operacionales. Desde un principio son las dificultades prácticas las que resultan más evidentes, en tanto el sistema represivo, como ya se ha dicho, imposibilita la entrada oficial de profesionales de la salud a los recintos carcelarios, ya sea para realizar consultas, exámenes o tratamientos.

Además de uno de los médicos del equipo, comienzan a visitarlos penales en forma sistemática las asistentes de investigación mencionadas que, como se expresara, son también ellas ex-presas políticas. Es esta una cuestión que el equipo ha jerarquizado como muy importante ya que se ha ido demostrando que la aproximación que ellas tienen a la problemática del prisionero político es necesariamente diferente del que no lo ha sido, facilitando su experiencia el contacto y la confianza que alcanza con el preso político.

Las primeras experiencias de encuentro sistemático con el preso político iban determinando la necesidad de configurar una modalidad de trabajo al interior del penal. De esta manera se va delineando un instrumento que, al mismo tiempo que posibilita una completa y adecuada recolección de la información, permite estructurar o semi-estructurar una entrevista.

Este instrumento consiste en una encuesta que contiene una amplísima cantidad de información del preso político, abarcando desde datos generales hasta los más complejos sentimientos experimentados en relación a la tortura. El cuestionario define, por otra parte, toda una concepción de carácter globalizante del fenómeno tortura como acto humano complejo y que incluye necesariamente todos sus determinantes: biológicos, psíquicos, ideológicos y de contexto histórico y social del individuo.

La forma definitiva de este cuestionario sólo se adquiere después de una elaboración y discusión prolongada de todos sus puntos durante las sesiones de trabajo de todo el colectivo.

 

b) Metódica de trabajo:

Los datos recogidos individualmente en los recintos carcelarios son expuestos y canalizados en conjunto durante las sesiones de trabajo dando énfasis a la jerarquización de problemas de cada caso, a la completación de cada informe y a discutir las medidas de solución de los problemas. Cuando es posible, se establecen diagnósticos o hipótesis diagnósticas y se indican las medidas terapéuticas necesarias, canalizadas al interior de los penales por los miembros del equipo o del grupo de familiares de los prisioneros.

El intercambio de información de primera mano posibilita ir reconociendo las modificaciones de los métodos represivos en general y de las técnicas de tortura en particular, sus lugares de aplicación y organismos que las realizan.

La aplicación del cuestionario va sufriendo modificaciones en el tiempo determinadas por la receptividad a éste de los mismos Presos Políticos. Un intento de introducir el cuestionario a los penales para ser contestado directamente por los presos, fue rechazado en forma casi unánime por los presos, ¡quienes lo vieron como un potencial peligro a su seguridad, por un lado, y por otro, fue posible apreciar una fuerte resistencia a contestar determinadas áreas del cuestionario, las que debieron ser reformuladas en su totalidad.

Luego de esta experiencia se produce una modificación en la modalidad de la entrevista, para lo cual los miembros del equipo que ingresan a las cárceles deben ir recogiendo datos, memorizarlos y llenar la parte correspondiente de la encuesta una vez fuera del penal. Esto determina que la completación de una encuesta sea, por lo general, un proceso largo, a pesar de que los asistentes han llegado a tener un muy buen manejo del cuestionario y de la modalidad de aplicación.

Durante el segundo semestre de 1984 se inicia la asistencia en provincias (Concepción y Temuco). El equipo de trabajo en Santiago no sufre mayores modificaciones, debiéndose destacar que se incluye un miembro permanente de la AFPP. Hay además una red de colaboradores médicos que prestan servicios sin formar parte del centro.

En Concepción existe un psicólogo clínico, un jurista (ex-preso político), un profesor de estado (ex-preso político), un médico general, un odontólogo y un asistente social. En Temuco aún no se logra constituir un grupo autónomo.

En este período se confirma la eficacia del uso del cuestionario, a pesar de que es justamente este tiempo en el que se producen las dificultades descritas más arriba.

El equipo actual está conformado de manera muy similar al inicial, aunque se ha agregado otro miembro de la AFPP y tres médicos psiquiatras, estos últimos sin constituir parte formal del equipo, sino más bien colaborando en forma específica en la tarea al interior de los penales.

Aunque todos los miembros del equipo han entrado a prestar asistencia a los penales, hay algunos de ellos (o de los colaboradores) que lo hacen en forma sistemática y programada. De los penales que se consignan a continuación y en los cuales se ha realizado algún tipo de asistencia, actualmente son visitados en forma periódica dos de ellos: la Cárcel Pública de Santiago, penal de prisioneros hombres y que reúne la mayor cantidad de presos políticos a lo largo del país (más de 80 en promedio) y la Cárcel de San Miguel, en donde está la mayoría de las mujeres.

  

c) Lugares de reclusión visitados:

 

IV.- El Vínculo: La Práctica Compartida

En los capítulos anteriores hemos tratado de hacer una breve reseña de lo que en síntesis representan estos dos grupos, cuyo encuentro y dinámica de relación constituye precisamente el motivo de esta presentación. Intentaremos a continuación, mostrar de qué manera se va dando este encuentro. , Cualquiera sea el tipo de asistencia que se quiera prestar, ésta tendrá que verificarse en un momento especial en la vida de los prisioneros, esto es, el momento de "la visita". Las posibles dificultades que tendrá una práctica que, entre otros fines, tiene el de resultar "terapéutica", pareciera saltarnos de inmediato a la vista, aún sin que nos hubiésemos enterado de lo que cabalmente ese momento de visita significa. Lo cierto es que esto último resulta difícil de clarificar. Y no sólo para los miembros del equipo, también para los familiares de los presos, también para quienes han sido prisioneros políticos, también para quienes lo son ahora.

Este momento, un espacio de unas cuatro horas dos veces en la semana, constituye un momento de quiebre en la rutina del prisionero, que no deja de tener algo de brutal. Nada es igual antes, nada vuelve a ser igual después de la visita. En algo hay consenso sobre este momento: no resulta natural. En ese tiempo y en ese espacio deben recrear el prisionero v su familia, sus amigos y compañeros, aquello que dejó de ser luego de la detención o el secuestro. Luego de la tortura., en ese tiempo y en ese espacio debiera ser inventada una nueva forma de establecer el vínculo roto, trastornado por la implacable voluntad de aniquilamiento del régimen. Los padres y sus hijos presos, los presos y sus hijos, las parejas, los amigos, en fin, todos ellos vuelven a encontrarse (cuando vuelven) en cada visita, reiterando este intento de revivir.

b. Así, entonces, a cada visita vuelven a verse niños que parecen jugar en una plaza, amantes en un parque, amigos en un café, padres conversando con sus hijos en la puerta de calle. Sólo que ésto pasa dentro de una suerte de galpón de muros de ladrillo interminablemente altos, frío, húmedo, inhóspito. Sólo que ha sido necesario cruzar reja tras reja y luego de sentirse vejado y humillado por guardianes oscuros, el visitante se instala allí con su visitado, inaugurando la mejor cara del día. Sólo que el prisionero debió trasponer aún más rejas para llegar hasta allí, desde un lugar aún más frío, húmedo e inhóspito, a recibir a sus visitas con un rostro que desmentirá hasta para el más perspicaz, la menor impresión de derrota o desaliento.

El asistente del equipo ingresa pues a este contexto, sin poder dejar de sentirse, al menos en las primeras oportunidades, completamente ajeno al mismo. Sin excepción, este sentimiento inicial va siendo gradualmente reemplazado por un fuerte sentido de pertenencia. Todo lo que al principio parecía insoslayablemente artificial, poco natural y tenso, va cobrando riqueza y calidez humana. Será el prisionero entonces quien, a partir de una incorporada sabiduría de la situación del otro, va facilitando el ingreso, la llegada de quienes son ajenos a la experiencia.

Es necesario en este punto dar cuenta de las diferentes formas de aproximación que existen dentro del equipo y que están determinadas por un conjunto de factores que serán considerados.

Ya está dicho que la calidad multi disciplinaria del equipo se configura a partir de una clara concepción del fenómeno tortura como una experiencia global y, por tanto, de la necesidad de acercamiento a ésta de manera no convencional. Así podrá entenderse que un rol determinado, el terapéutico por ejemplo, puede estar desempeñado tanto por profesionales como por quienes no lo son. Otras tareas no específicamente terapéuticas, como la recolección de información, son desarrolladas por cualquiera de los miembros del equipo en forma espontánea. Sin embargo, y con la incorporación de nuevos profesionales médicos al equipo, se ha venido dando una mayor especialidad en la función encargándose particularmente estos últimos de aquello que es visualizado como más propiamente terapéutico. Esto último, también tiene que ver con las propias necesidades de los presos políticos.

En términos generales, una visita más o menos típica al penal de Santiago que alberga más presos políticos, la Cárcel Pública, puede estar definida en los siguientes términos: los visitantes del equipo, uno o dos médicos más la asistente de investigación (esta última tiene una experiencia de más de un año de trabajo sistemático dentro del penal), ingresan semanalmente a la cárcel. Además, la asistente de investigación ingresa en otro de los días de visita, esta vez sin los médicos. Todos ellos hacen su ingreso en calidad de amistades de alguno de los presos políticos, debiendo así someterse al mismo trato que recibe cualquiera de los demás visitantes. Al interior del penal, el primer contacto se verifica con el encargado de salud dentro de la organización propia de los presos políticos.

El será quien haga un informe verbal de la situación de salud, sugiriendo las prioridades de atención del momento. Por otra parte, da cuenta de la evolución de los casos que han sido vistos en la anterior visita y de los problemas sanitarios generales. Informa, asimismo, de los nuevos ingresos cuando éstos se producen, cuestión de interés prioritario en tanto se trata siempre de presos sometidos recientemente a tortura. Luego de verificado este encuentro, se reparten las tareas y comienzan a ser efectuadas las entrevistas con quienes se han asignado como "casos".

El primer contacto con el preso político en términos generales, tiende a hacer más fluido el contacto, lo que ya ha sido preparado por el encargado de salud, quien se ha preocupado de informar a su compañero de la realización de la entrevista y de haberlo discutido con él. Este contacto inicial permite también formarse una idea de los problemas que tiene el asistido y de algunas características de su personalidad. Por lo general, la experiencia de la tortura no es abordada en estas primeras entrevistas, a menos que el mismo preso político aluda a ella de modo directo, o de que el problema a examinar esté directamente relacionado con ella.

Si consideramos que durante el momento de la visita el espacio físico del recinto antes descrito está completamente ocupado por más de doscientas personas, incluido un gran número de niños, se podrá tener la idea de que el lugar no invita en especial al desarrollo de una entrevista en la que puedan ser vistos aspectos tan íntimos y delicados como los que un sujeto que ha sido torturado puede referir (evocar). Pues bien, ha sido este prejuicio uno de los primeros en erradicarse en esta práctica de asistencia. Los miembros del equipo han podido observar cómo se crea un espacio, una atmósfera de intimidad en el pequeño recinto ocupado, el que a menudo ni siquiera es un rincón. Aún el intenso bullicio parece apagarse y se establece así ese "microclima" del encuentro interpersonal, y que no pierde nada de la dignidad de los verdaderos encuentros humanos.

Muchas veces el caso que toma a su cargo uno de los profesionales ya ha sido evaluado por la asistente de investigación, con quien se podrá intercambiar impresiones y, de esta manera, aumentar el mutuo conocimiento de la situación del prisionero. A la inversa, el profesional a cargo del caso, discutirá siempre y delegará tareas respecto del preso político tanto en el encargado de salud como en el asistente de investigación.

Respecto de la "patología" hallada, queremos decir que ni estamos en condiciones de hacer un análisis exhaustivo de ésta, ni tampoco constituye ello el objetivo de la presente comunicación. Baste decir al respecto, que así como lo señala la experiencia clínica de atención del torturado fuera de los penales, también es aquí frecuente la patología de la esfera psicosomática, realzada además en estos casos, por una especial preocupación por las falencias nutricionales, otorgando a éstas una relevancia que nos impresiona como desmedida y cuyo real significado aún se nos escapa. Es por el camino de esta sintomatología, sin embargo, por el cual desembocaremos muchas veces en la experiencia de la tortura.

En la mayoría de los casos tenemos la impresión de que es la tortura un tema difícil de abordar, aún comparándolo con la experiencia del sujeto torturado y que es atendido fuera de los penales. Pensamos que esto puede vincularse con aquella especial modalidad de enfrentarla situación de reclusión que hemos observado. Ha sido planteada (en conjunto por el grupo) la hipótesis de que para el preso político se hace necesario, en términos "homeostáticos", mantener una gran coraza defensiva que lo preserve de las agresiones brutales de la situación de encarcelamiento, entendiendo a estas no sólo como las derivadas del entorno mismo, sino de todos los demás aspectos que aquí hemos considerado.

La necesidad imperativa del "no quebrarse" se presenta entonces a los asistentes terapeutas en su doble vertiente: como un inconveniente en tanto resistencia que impide penetrar en las vivencias más íntimas del sujeto y que sentimos como limitante de la acción terapéutica; y como necesidad psicológica que impedirá que ese mismo sujeto se derrumbe sin que podamos ofrecerle nada a cambio, a diferencia de lo que ocurre en una situación habitual de consulta exterior en la cual el terapeuta estará siempre disponible frente a la crisis emergente. Así, pareciera que mientras no contemos con una sólida experiencia teórico-práctica de asistencia en este campo, sea preferible optar por un contacto en el que prime la empatía, la comprensión, el consejo práctico, el manejo ambiental, la enseñanza de técnicas de relajación y en último término la presencia constante en actitud receptiva detrás de la cual esperar, a veces, una "razonable catarsis".

Luego de un período en el que la presencia de los médicos-psiquiatras en el penal fue observada, por decir lo menos, con reticencia, el equipo observa que se ha ido generando un cambio positivo en el sentido de una apertura gradual hacia esta modalidad de acercamiento (¿ayuda?).

Para todos los que participan de esta experiencia dentro del grupo y que han debido enfrentar el temor abierto a ingresar a los penales, la confrontación siempre amarga con las propias y similares experiencias, la aguda apropiación del dolor del otro y muchos otros sentimientos ambivalentes, no está claro el momento en que se produce la sensación de tránsito de asistente a asistido, experimentando la desaparición del miedo, la reelaboración de la propia experiencia, la fusión de dolor ajeno y propio y su transformación en razón y causa de una lucha y un futuro que nos son comunes. Lo que sí está claro es que tal trasposición se produce a lo largo de esta fecunda relación dialéctica personalizada.

 

 

V. Comentarios y Perspectivas

Hemos pensado que, tomando en consideración las características de comunicación preliminar de esta presentación, no resulta posible aún extraer conclusiones. Sin embargo, algunos comentarios a modo de resumen servirán de apoyo a las que pueden ser consideradas perspectivas legítimas de nuestro trabajo.

Este equipo, a través de una práctica sistemática de asistencia a hombres y mujeres torturados y que aún permanecen encarcelados, ha podido ir comprobando como, de manera gradual, se va perfilando una modalidad de vínculo con ellos. La relación generada de esta manera, ha permitido, a su vez, ir satisfaciendo los intereses comunes de ambos grupos y que podemos agrupar en tres tipos de objetivos:

  1. denuncia de la tortura

  2. tratamiento de las consecuencias que ésta determina (como objetivos asumidos en forma inmediata y por el mismo grupo).

  3. Obtener información de las técnicas de tortura y sus modificaciones, lo que permitirá prevenir dentro de un grupo de riesgo.

Hasta ahora, y desde el punto de vista terapéutico, los resultados obtenidos son alentadores, tanto por la apertura del grupo de presos hacia esta forma de ayuda, como por las respuestas individuales observadas, que en varios casos han sido exitosas.

Es preciso en el futuro ir respondiendo el conjunto de interrogantes que se abren en cada una de las formas de interacción, tanto en nuestra primaria intención solidaria y terapéutica, como en la voluntad de construir un futuro humano a compartir que nos libere para siempre de la tortura y demás crímenes contra la Humanidad.

  

  

Nota:

(*) Presentado en el Seminario Internacional "La Tortura en América Latina", Buenos Aires, Argentina. Diciembre 1985.
Publicado en "Seminario Internacional, La Tortura en América Latina". Ediciones. CODESECH. Noviembre 1987, Argentina
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