Persona, Estado, Poder

IV. Asistencia y Terapia

 

 

Una experiencia psicoterapéutica con prisioneros políticos al interior de las cárceles (*)

 

I. Introducción

Desde el golpe de estado de 1973, nunca ha dejado de haber presos políticos en Chile. El cuadro 1 muestra una relación del número de presos políticos durante diferentes períodos de los últimos años.

 

Cuadro 1.

Presos políticos 1984-1987

Período

Número de prisioneros

1984

204

1985

324

1986

454

1987

433

 

Desde el año 1982 el CODEPU ha venido otorgando asistencia integral a aquellos que han sido víctimas de la represión y, muy en particular, a los prisioneros políticos. A partir de 1984, se consolida un equipo interdisciplinario (médicos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y abogados) cuyos objetivos fundamentales son la Denuncia, Investigación y Tratamiento del Torturado y de su núcleo familiar (DITT). Con ello, la asistencia al interior de las cárceles se toma, además de integral, sistemática. A través del presente informe queremos dar cuenta de dicha experiencia.

Dos conceptos se han deslizado en el párrafo precedente y que nos ponen tempranamente en dificultades: asistencia y víctima. Nuestro trabajo al interior de las cárceles, ¿es un trabajo terapéutico o asistencia en el sentido que dichos conceptos se aceptan en el campo de la clínica o del trabajo social? ¿Son los presos políticos víctimas, pacientes, sujetos en terapia..? Estas y otras cuestiones intentaremos responder.

Nos anima antes que nada el deseo de comunicar la experiencia de trabajo. La interacción técnico-profesional con otros grupos que trabajan en este campo o en áreas afines permitirá avanzar en el rigor conceptual, en los instrumentos de evaluación, en la metodología, en suma, en la elaboración teórica.

Deliberadamente hemos optado por suprimir al máximo el empleo del entrecomillado. El lector quizás se sorprenda al leer indistintamente paciente o preso político, terapeuta o asistente (o profesional de la salud o miembro del equipo), relación terapéutica o entrevista, etc. Dos razones nos impulsaron a ello. En lo formal, nos parece cansador y generador de equívocos abusar de un recurso gráfico (el entrecomillado) que nada en verdad soluciona y que sólo consigue postergar artificialmente las dudas conceptuales: ¿se trata de pacientes?, ¿somos terapeutas? ¿es ésto terapia?. Hay una segunda razón, más de fondo, para desentenderse de ciertas preocupaciones semánticas: creemos que la comunicación de la experiencia más que la nominación de ella, es la cuestión crucial. Volveremos sobre ello en el curso de las reflexiones finales.

Estamos por cierto en atraso. La tarea que hace algunos años iniciáramos y que hoy comunicamos es una reacción a otra tarea de signo opuesto y finalidad abyecta: hace más de 14 años que otros se han perfeccionado utilizando la ciencia y manipulando la conducta para intentar destruir o dañar severamente al individuo. Nuestra tarea, será siempre, pues, de carácter reactiva y provisional, esencialmente limitada. Sospechamos que mientras subsista la prisión política, mientras persista la tortura como práctica sistemáticamente empleada y sistemáticamente negada por la dictadura, mientras subsista la dictadura en Chile, la teoría respecto de nuestro trabajo tendrá que postergarse frente a una prioridad imperiosa: combatir la tortura y la prisión política, luchar por su erradicación, contribuir a disminuir sus efectos o secuelas, en suma, luchar contra el sistema que las utiliza.

 

 

II. Aspectos Descriptivos

En materia de atención médica-psicológica convencional preguntarse ¿dónde ocurre la entrevista, a qué hora ocurre, cuál es el tiempo disponible?, son, sin duda, preguntas que no se formularan o cuya respuesta poco importa. Por el contrario, en lo que se refiere a nuestra experiencia de trabajo al interior de las cárceles, responder dichas preguntas no sólo importa mucho sino que constituye, más que una descripción, una forma de intervención y de práctica. Para poder introducirse en la comprensión de la experiencia de trabajo al interior de las cárceles el cómo, el cuándo, y el dónde ocurre la interacción son de una importancia decisiva.

 

1. Sobre el encuadre.

La relación terapéutica tiene lugar durante un tiempo y en un lugar muy particulares: la hora de visita regular. Gendarmería de Chile establece reglamentariamente un total de 6 horas semanales de visita. En las cárceles de provincia este horario se distribuye a lo largo de la semana (martes, jueves y sábado, de 14 a 16 horas). Los penales de Santiago (Penitenciaría, San Miguel y Cárcel Pública) tienen un régimen de visitas de dos veces por semana (de 9 a 12 horas, lunes y sábados en el caso de Penitenciaría; miércoles y sábados para el caso de los otros dos penales). La mayor parte de la asistencia sistemática brindada por nuestro equipo ha tenido lugar en los recintos carcelarios de la Región Metropolitana. Durante los últimos años, además, el CODEPU ha venido realizando tareas similares en Concepción, Temuco y Valparaíso visitando los respectivos recintos carcelarios. De manera menos sistemática, miembros del equipo de Santiago viajan hasta provincias para atender demandas específicas o individuales al interior de las cárceles.

Nosotros entramos como una visita más. No cabe aquí identificación técnico-profesional. Para efectos del registro de visitantes, declaramos ser amigos de un determinado preso político. Somos allanados, habitualmente se revisa incluso el interior de los zapatos. En rigor del allanamiento físico sigue los vaivenes de las situaciones represivas que se viven tanto al interior como al exterior de los penales. En la Penitenciaría de Santiago, a los visitantes varones se les estampa en el antebrazo un sello de tinta el que es borrado con algodón y alcohol a la salida luego de la devolución de la ficha y la recuperación del carnet de identidad. Al cabo de varios controles (3 rejas) se accede al gimnasio, lugar de la visita.

Amplio e inhóspito, frío durante el invierno, agobiante durante el verano. 400 a 500 personas comparten ese espacio: es el caso, por ejemplo, de la Penitenciaría donde hay alrededor de 100 presos políticos cada uno de los cuales recibe entre 4 a 5 visitas. El prisionero viene desde su celda (franqueando otro tanto número de rejas) con una banca de madera bajo el brazo. Ocupa dentro del gimnasio un sitio constante, ya sea con la banca adosada a la pared o a algunos metros de ella. Una larga franja central del gimnasio queda así de "libre tránsito". Junto a cada banca, en tomo a ella, se dispone la familia y se agrupan las visitas: familiares más o menos cercanos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, varios niños ... La disposición -descrita de las bancas permite localizar sin dificultades a cada uno en medio de lo que en apariencia constituye una multitud desordenada. Los visitantes traen termos, alimentos y publicaciones, todo lo cual es acuciosamente revisado al ingreso. Salen con encargos, con cartas y diferentes artesanías para comercializar o para regalar. Estos objetos deben ser autorizados por gendarmería y los visitantes resultan así nuevamente allanados al momento de la salida.

Gendarmería vigila desde lo alto metralleta en mano. Parejas de gendarmes, desarmados, se pasean de un extremo a otro del gimnasio y se esquivan, sin saludarse, con presos y visitantes. Como es de suponer todo este grupo humano determina un bullicio, una suma de voces que no se distingue, interrumpida de vez en cuando por el llanto o los gritos de algún niño que juega o corre. La celebración de cumpleaños se manifiesta por el ritual del "manteo", por cánticos y por la repartición siempre difícil de una pequeña torta. Fechas conmemorativas de carácter político derivan en actos culturales y en fogosos mítines en los que se dice lo que se piensa, se gritan consignas y se despliegan lienzos. Gendarmería, hasta un límite que no consta en ningún reglamento, mantiene una aprensiva tolerancia. Con cierta frecuencia el visitante es "castigado" con la suspensión temporal de la visita (de 1 a 6 meses) por haber gritado consignas políticas. A las 12 en punto suenan, estridentemente, los timbres. En menos de cinco minutos se produce la separación de los grupos: los presos políticos se van retirando por el afondo del gimnasio con la banca bajo el brazo. Por el extremo opuesto, se retiran, haciendo señas, los familiares.

¿En el encuadre que venimos de describir: ¿es posible conversar? ¿hay tiempo para ello? La disponibilidad de tiempo y espacio parece pobre, pero lo es sólo en apariencia.

a) la cuestión de la privacidad: en una comunicación anterior ya señalábamos esta dificultad:"... el lugar no invita justamente al desarrollo de una entrevista en la que puedan ser tratados aspectos tan íntimos y tan delicados como aquellos que un sujeto que ha sido torturado puede referir o evocar. Pues bien, ha sido este prejuicio uno de los primeros en erradicarse... Hemos podido observar como se crea un espacio, una atmósfera de intimidad en el pequeño recinto ocupado el que a menudo ni siquiera es un .rincón. Aún el intenso bullicio parece apagarse y se establece asiese "microclima" del encuentro interpersonal..." (1). Necesariamente circunscrita por el espacio carcelario, la entrevista, sin embargo," se hace su propio lugar" y permite grados suficientes de intimidad y de privacidad. Como veremos más adelante, una vez establecida la confianza interpersonal, ni el espacio físico, ni la presencia cercana de los gendarmes pueden impedir la consolidación de un espacio tan privado como seguro.

b) la cuestión del tiempo disponible : hay tres relojes que suman sus carreras: el del preso, que quiere estar con su gente, el nuestro, que queremos estar con muchos presos y el de gendarmería quejamos olvida hacer sonar los timbres a las 12 en punto. En la práctica, y tal como lo veremos a propósito del vínculo terapéutico, pronto el preso y el visitante aprenden a detectar los intereses mutuos y en función de ellos, a invertir los tiempos precisos, estableciendo prioridades más o menos naturales y fluidas en la comunicación interpersonal.

 

2. Sobre el motivo y la modalidad de la consulta.

Al ingresar al recinto nos dirigimos al Encargado de Salud de la Organización de Presos Políticos (O.P.P.), quién no necesariamente es profesional del área médica. Nos comunica las novedades tanto a nivel individual como a nivel colectivo ocurridas durante la semana, la salida en libertad de alguien o la llegada de nuevos prisioneros políticos ya sea en régimen de incomunicación, aislamiento o libre plática.

¿Quién consulta? ¿Cómo nos llega la petición de consulta? Son varios los caminos. Frecuentemente es el Encargado de Salud quién nos dice:
"hay un compañero con problemas, sería bueno que conversaras con él". Otras veces, el Encargado de Salud nos manifiesta su preocupación, porque actitudes o conductas de algún preso político están generando conflictos en la interacción de grupos de celdas o de todo el colectivo. Discutimos entonces, conjuntamente con el responsable de salud, la mejor forma de abordar el caso, pues a menudo no existe noción de trastorno, o a poco conversar intuimos el riesgo de estar en presencia de un paciente designado por el colectivo. (2)

Otras veces sontos familiares o personas vinculadas a un prisionero político quienes nos solicitan que conversemos con él, preocupados por su estado de salud durante las últimas visitas. La consulta espontánea y directa por el propio preso político es, sin lugar a dudas, el camino menos frecuente.

El motivo de consulta, en nuestra experiencia, se nos muestra como el eslabón fundamental. Para el prisionero político no resulta fácil, por cierto, reconocer y comunicar las vivencias traumáticas, expresar los síntomas, afrontar experiencias particularmente dolorosas. De ahí que las más (te las veces, el motivo de consulta viene pasando por un tercero (compañero de celda. Encargado de Salud, familiares que lo visitan). Y cuando es el mismo sujeto el que se nos acerca lo hace casi siempre a través de demandas secundarias (atención para algún familiar, encargos ligados a la defensa jurídica, preguntas sobre cuestiones técnicas, síntomas somáticos bastantes circunscritos). Estas demandas, con el paso del tiempo y de algunas entrevistas, adquieren recién el significado de demandas psicoterapéuticas.

 

3.- Sobre la primera entrevista.

¿Cómo se habla de la experiencia vivida? ¿Cuál es la forma de preguntar y de conversar con alguien que abandona por algunos minutos a sus familiares para atender a un "desconocido" en relación a una experiencia traumática que "todos quisieran olvidar"? Puede decirse que no existe una forma única ni una técnica precisa para realizar este abordaje interpersonal.

La aplicación sistemática de encuestas pre-elaboradas que persiguen obtener amplia información sobre el prisionero político, es un método no sólo inadecuado sino formalmente contraindicado. Pues, interrogar dirigidamente a un prisionero en ese lugar, es un procedimiento que genera fuerte reticencia y malestar, con lo cual se compromete la esencia de la relación interpersonal.

Cada prisionero político tiene su modus y su tempo expresivo - comunicativo. Asimismo, cada miembro del equipo que ingresa a cárceles tiene su propio modus y tempo de aproximación interpersonal. Atendidas estas circunstancias, resulta obvio que la entrevista tendrá un dinamismo muy particular. A la salida de la visita, el miembro del equipo apunta y memoriza los hechos más relevantes y se confecciona así un apretado historia que incluye aspectos médicos, psicológicos y sociales.

No obstante las limitaciones recién señaladas, la primera entrevista puede dividirse, esquemáticamente, en cuatro partes:

a) presentación y explicación de los objetivos de nuestro trabajo : comenzamos por completar la breve presentación que de nosotros hiciera el Encardado de Salud. Explicamos las finalidades de nuestro trabajo: denuncia, capacitación y asistencia médica-psicológica en los casos que fuera necesario. Al enfatizarla denuncia establecemos un primer contacto que permite al prisionero, sin negarla, aproximarse a la experiencia traumática vivida. Nuestro acercamiento no lo interpela inmediatamente en lo individual, en su propio yo traumatizado, sino en su experiencia en tanto y cuanto parte de un colectivo. El preso político está llano, así, a relatar o referirse a la experiencia vivida. Manifestaciones de comprensible reticencia y de resistencia psicológica impregnan la primera parte de la entrevista. La confianza interpersonal se va construyendo de manera casi imperceptible, venciendo cautelas, a través de un rico lenguaje actitudinal, de variados eufemismos o intrincados circunloquios. Nuestra pertenencia a un organismo reconocido y legitimado por la OPP cumple un papel fundamental: el prisionero político necesita saber con quién habla, donde trabaja y a quién representa su interlocutor.

b) el testimonio del prisionero político : cada prisionero político relata con mayor o menor profundidad, con mayor o menor resonancia emocional, los hechos represivos de que ha sido objeto. Esta parte puede tomar la forma de un testimonio directo y fluido apenas interrumpido por algunas preguntas nuestras de intención aclaratoria. Otras veces, la dinámica es casi la de un cuestionario no escrito. El propio prisionero da la pauta:"... pregúntame y yo respondo..." Las respuestas van decidiendo y orientando las sucesivas preguntas. Hay quienes ya en el curso de la primera entrevista no sólo relatan la experiencia de detención y tortura, sino que además manifiestan y reconocen sintomatología física o psíquica ligada al trauma. En otros casos, serán necesarias 3 a 5 entrevistas para recién abordar el núcleo vivencial traumático, esto es, la tortura.

c) análisis conjunto de la experiencia vivida por el prisionero : dependiendo de cada caso, esta parte de la primera entrevista, tiene el valor de una intervención en crisis. En el curso de ella, explicamos las finalidades generales de la represión política y en particular la tortura, el por qué del empleo de ciertas técnicas específicas, así como las reacciones o sentimientos que todo ello puede llegar a provocar en un individuo. Esta intervención temprana busca, antes que nada, aminorar los inevitables niveles de angustia que acompañan a la verbalización de una experiencia psicotraumática. Dos mecanismos se ponen en juego: la racionalización que permite inteligir, aunque sea parcialmente, una experiencia que como la tortura puede resultar de suyo incomprensible y la socialización de la experiencia vivida, esto es, remitir la experiencia individual al cuerpo social.

d) demandas específicas y líneas de acción futura: la parte final de la primera entrevista incluye la constatación de demandas específicas (medicamentos, exploraciones médicas, atención externa a familiares) así como el contrato más o menos explícito respecto de futuras entrevistas y de sus finalidades.

 

4.- Sobre el intervalo de las entrevistas.

Nuestra visita a las cárceles es regular y sistemática. En la Penitenciaría, cada lunes. En los otros penales, cada miércoles. Suele ocurrir que "algunos casos no acuden a control". El intervalo que separa dos entrevistas es altamente variable. En un lapso de 3 meses, hemos sostenido 8 a 10 entrevistas con algún prisionero y apenas 1 a 2 con otro de ellos. A veces la segunda entrevista tiene lugar meses después de la primera y a petición del prisionero.

Diversos factores parecen incidir en la determinación del intervalo de la entrevista: el tipo de problema (a mayor intensidad se observa una mayor asiduidad y regularidad en las entrevistas) el vínculo establecido (sintonía, empatía, transferencia) el tiempo disponible por el miembro del equipo y el tiempo disponible por el prisionero respecto de sus visitas. Así mismo, la atención programada o concertada puede sufrir contratiempos o postergaciones a causa de hechos circunstanciales (huelgas de hambre, hostigamiento y represión intracarcelaria, necesidad de priorizar la atención de nuevos prisioneros políticos).

Otro de los motivos que explica que algunos casos no demuestren interés por una segunda o por una tercera entrevista es la expectativa frustrada: demandas concretas de asistencia médica especializada que no está a nuestro alcance, por dar un ejemplo. La resistencia (en tanto mecanismo psicológico) y la cautela (en tanto conducta de seguridad política) determinan igualmente abandono o interrupción del proceso.

El discurso "no, compañero, yo estoy bien, a mí no me quebraron" es una etapa casi obligada del período inmediato post-tortura. A nivel del colectivo y de la organización de los presos políticos, la demanda psicológica, esto es, el reconocimiento de la propia inestabilidad emocional, sigue siendo una situación políticamente "mal vista", difícilmente reconocible y habitualmente negada.

Otro factor lo constituye la propia expectativa del terapeuta o miembro del equipo respecto de futuras entrevistas, expectativa que puede ser excesivamente alta o distorsionada. Muchas veces, el prisionero consigue superar espontáneamente en el seno de su colectivo las dificultades que originaron la primera entrevista.

En algunos casos somos nosotros, ex-profeso, los que dejamos pasar algunas semanas sin acercamos al prisionero determinando así el intervalo. Puede ocurrir y ha ocurrido, que el no acercamos un día lunes tal como fuera acordado, ha comprometido severamente la relación. Pero también, la entrevista sistemática, más cerca de la rutina que de la necesidad, ha determinado grados importantes de dependencia o estancamiento de ciertos conflictos. Aproximación y distancia son técnicas pues, útiles de aplicar aún cuando no siempre se consigue el objetivo principal: la mantención de una relación terapéutica.

 

5.- Sobre el vínculo terapéutico.

Hemos explicado como accedemos al recinto, como nos acercamos al preso político y de que manera se va estructurando una entrevista cuyas finalidades son compartidas, total o parcialmente, por ambos interlocutores. Señalábamos también que sin motivo de consulta no hay vínculo terapéutico. Pero si no se establece un buen vínculo, el motivo de consulta puede extinguirse o re enderezar su dirección bajo otra forma hacia el colectivo interno o hacia los familiares. El prisionero político carece, evidentemente, de la posibilidad de ejercer la libre elección del profesional de salud. Pero dispondrá siempre de la libertad y de la opción para dejar de conversar con alguien ...o para retomar la conversación cada semana con algún otro. Creemos firmemente que el primer logro terapéutico es la consolidación de un vínculo adecuado y suficiente. Numerosos ex-presos políticos destacan este hecho: "la sola presencia, la sola visita, nos ayudaba".

Para ello es importante captar y evaluar correctamente el grado de interés por la entrevista. Este se manifiesta sólo pálidamente por la mayor o menor fluidez del relato, de la conversación misma. Mejores indicadores de dicho interés son los gestos y las actitudes que la práctica enseña pronto a identificar: el largo del paseo (3) mientras se conversa, la energía o la indolencia en el giro de retomo al llegar al final del trayecto, la actitud corporal ante el reinicio del paseo luego del giro. Igualmente importante es observar la actitud del preso político en relación al micro mundo circundante mientras va conversando con nosotros: su mirada, la preocupación o no por saludar a otros, la forma con que atiende a quién recién llegado se acerca a saludarlo, todo ello va configurando el nivel de interés por la entrevista y determina la conveniencia de abreviada o prolongarla.

La calidad del vínculo no tiene relación alguna con la duración de la entrevista. A menudo, un saludo o un breve intercambio de informaciones f aparentemente de contenido trivial o de carácter ritual, tiene un efecto mantenedor del vínculo y fortalece por ende el proceso terapéutico. Otras veces, la prolongación de la entrevista impide al prisionero político atender debida1 mente a visitantes no habituales que él aprecia especialmente y dicha circunstancia puede repercutir negativamente sobre la relación interpersonal.

 

 

III. Algunas situaciones y modos de intervención

La totalidad de los presos políticos ha pasado por la experiencia de tortura. Aún cuando dicha experiencia pudo haber sido similar (fechas, lugares y técnicas) la reacción del prisionero siempre resulta diferente. Como ya hemos señalado en otro capítulo al analizar un cierto número de casos atendidos, no existe un síndrome post-tortura que permita proveer determinada. constelación sintomática frente a determinado trauma psico-físico.

Por otra parte, la observación con fines diagnósticos y la intervención con fines terapéuticos realizadas al interior de las cárceles, resultan claramente influenciadas tal cual como lo señaláramos a propósito de la metodología de trabajo descrita. Sin perjuicio de lo anterior nos parece útil reseñar ciertas situaciones generadoras de demanda asistencial a las cuales nos hemos enfrentado a lo largo de varios años de trabajo sistemático al interior de las cárceles y con prisioneros políticos liberados. Destacaremos entre muchas otras, sólo aquellas situaciones que por su peculiaridad o por su frecuencia dan mejor cuenta de la dimensión perturbadora que conlleva toda experiencia de detención-tortura tanto para la salud mental individual como grupal.

Frente a cada situación, hemos llegado a desarrollar ciertas estrategias terapéuticas que son fruto de numerosos factores, entre ellos la intuición personal de los miembros del equipo y la adaptación de conocimientos teóricos. A estas estrategias las llamamos modos de intervención, que no modelos, pues lejos de pretender alcanzar la categoría de técnicas repetibles, representan el fruto de un cierto empirismo que se disculpa a sí mismo por su propia condición inevitable.

 

1.- El prisionero político y la familia.

a) actitudes de las familias: en una comunicación anterior (4) establecíamos tres categorías familiares según el comportamiento ante una situación represiva directa, como es el caso de la prisión por razones políticas de uno de sus miembros.

Cuando el comportamiento del grupo familiar cae dentro de la categoría rechazante (los miembros no aceptan el compromiso político ni aceptan al familiar preso) se genera algún tipo de trastorno que el prisionero siempre es capaz de verbalizar y manejar. En este caso, habitualmente la incongruencia política y el rechazo se remontan en el tiempo y la prisión política no inventa nada nuevo, quizás sólo agudice o haga más evidente dicho conflicto interaccional. El preso político asilo entiende y logra rápidamente adaptarse a una situación equívoca en la cual una familia le visita por el mero hecho de ser pariente, pero que le reprocha, con o sin palabras, su conducta.

La situación puede resultar bastante más compleja cuando se trata de una familia dividida, es decir, cuando alguno o algunos de los miembros del guipo familiar se comportan de manera solidaria, otros son pasivos o indiferentes y otros lo son francamente rechazantes. Esta categoría de familia es, sin lugar a dudas, la fuente externa más generadora de conflictos y, por ende, de síntomas en el prisionero político. Y paralelo a ello, es este grupo familiar el que tolera más difícilmente y presenta los mayores fracasos adaptativos a la situación de prisión de uno de sus miembros.

Pero vislumbrar el comportamiento familiar tan sólo en su vertiente de congruencia o incongruencia ideológica-política no deja de ser un esquema reduccionista. Las relaciones familiares son siempre más complejas. La prisión política sorprende al prisionero en un determinado estado o calidad de sus relaciones de pareja, de relaciones con sus hijos o con sus padres. La prisión política puede ser entonces un hecho aglutinador o por el contrario, gatillar una crisis de pareja latente desde mucho tiempo antes de la detención. Y si la terapia de pareja o los conflictos intergeneracionales son de suyo un desafío terapéutico en el exterior, dicha situación se toma aún más difícil cuando uno de los protagonistas está privado de la interacción natural con su grupo. Las tres horas de visita devienen así tres horas de tensión, de reproches o de ocultamiento de reproches. El modo de nuestra intervención es siempre sistémico, con atención al preso y con atención a miembros de la familia en nuestra consulta externa.

b) la pugna familiar durante la visita: hemos observado al menos cuatro casos en que la madre y la esposa "se disputan"al preso político durante la hora de visita. Cada una pretende monopolizar al prisionero y se desarrolla así una pugna más o menos explícita, de la cual el prisionero en apariencia resulta "víctima". Casi siempre el disturbio de la comunicación se ha iniciado mucho antes de la detención, y ésta no ha hecho más que agudizarlo. En la generación del conflicto el ahora víctima ha desempeñado una responsabilidad importante. Madre o esposa (una de ellas) ha sido mantenida al margen de las actividades políticas y la detención de su hijo (o esposo) le "sorprende": reacciona entonces con actitudes de reproche y descalificación. En cambio, el familiar que ha conocido y respaldado dicha actividad política se adapta mejor y más rápidamente a la condición de visitante del preso político.

Para el preso político, la hora de la visita deviene una situación muy difícil de gobernar. Debe dosificar la atención que dispensa a cada una de las visitas, so riesgo de provocar reacciones adversas de una de las partes. El rígido espacio-tiempo carcelarios impiden el desarrollo de conductas evitativas eficaces. Todo ello genera síntomas en alguno de los tres miembros del subsistema en conflicto. Hemos presenciado una crisis disociativa en la madre desbordada por la transitoria superioridad de la esposa. En una ocasión, ambas dejaron de visitar al prisionero durante 10 días, cada una con sus personales razones.

Nuestra intervención es fundamentalmente de carácter adaptativo, pues sólo busca mejorar la calidad del tiempo de interacción durante la visita. Mantenemos entrevistas con los familiares involucrados estableciendo, según niveles de introspección, alianzas que sin negar el conflicto, protejan de la ruptura o del abandono de la visita familiar. El trastorno de la comunicación grupal, originado antes de la detención, sólo podrá ser superado en el período que sigue a la puesta en libertad.

c) la coterapia directa: al comienzo de nuestra experiencia se planteó la hipótesis de que los familiares del preso político podrían devenir auténticos coterapéutas. En la práctica ello ha ocurrido así, aún cuando nos parece que de una manera menos frecuente y menos efectiva que la esperada.

Habitualmente sostenemos algunas entrevistas apartes (ya sea en el recinto carcelario, a la salida de él o en nuestra consulta externa) con el familiar más próximo o el visitante más asiduo del preso político. Discutimos y analizamos juntos las repercusiones que ha traído la prisión para el conjunto del grupo familiar. Junto con recoger los antecedentes médicos y sociales del preso político, evaluamos la calidad de los vínculos familiares y las actitudes (solidaridad o rechazo).

El objetivo de nuestra intervención a este nivel consiste en que los familiares junto con racionalizarla nueva situación de prisión política desarrollen conductas adaptativas. La consigna "hay que aprender a visitar al preso" gráfica este modo de intervención queden el plazo inmediato, reporta buenos resultados.

Se puede apreciar que nuestra intervención representa, en rigor, un manejo ambiental en situación de crisis, en y a través de los familiares, y no una coterapia en el sentido estricto.

d) la coterapia inversa: por el contrario, no es extraño que el propio preso político, con mayor o menor preocupación, nos refiera sus dificultades para inter actuar con la familia durante las 3 horas que dura la visita. Graves dificultades de adaptación familiar a la situación de cárcel determinan que la visita resulte para el preso más un sufrimiento que un agrado. Establecemos grados variables de alianza con el prisionero político bajo consignas del tipo: "... no intentes solucionar ahora y desde aquí lo que lleva años funcionando mal...." Frecuentemente, como es de comprender, la coterapia es mixta y nuestra intervención tiene lugar en ambos polos del sistema comunicacional.

 

2.- El prisionero político y la situación jurídica.

a) La prolongación inesperada de la reclusión: cada prisionero sale de la experiencia de secuestro-tortura y pasa al recinto carcelario en situación procesal que, aunque diferente, comporta un rasgo común: la incertidumbre. Esto determina que la estimación del tiempo de reclusión que le espera es siempre una conjetura. Es bien cierto que la mayoría de los presos políticos intuye más o menos cuantos años le esperan, cuanto tiempo va a estar adentro.

En algunos casos, pocos por desgracia, el prisionero se ha hecho una expectativa grave al tenor de las acusaciones que se le imputan y de pronto, inesperadamente, es puesto en libertad. La experiencia inversa es mucho más frecuente. El preso político calcula estar un par de semanas, los abogados le hablan de apelar la encargatoria de reo con posibilidades de obtenerla o en su defecto solicitar la excarcelación bajo fianza. En fin, el detenido estima que antes de 3 o 4 semanas volverá junto a su familia. Y suele ocurrir que la libertad demora y pasan así meses o años de reclusión. Esta situación de expectativa ansiosa ("yo ando con la cabeza afuera", nos refieren) determina, por una parte, pobres actitudes o conductas de adaptación o integración al régimen grupal interno y por otro lado, influye en la aparición de síntomas tales como trastornos del sueño, aislamiento, depresión del ánimo. El preso político oscila entonces entre el reproche a los de afuera que "no se mueven como es necesario" y la resignación fatalista "de aquí no salgo nunca más".

Un caso bastante ilustrativo a este respecto corresponde a un preso político que compareció a testificar en una investigación sobre acciones criminales de las fuerzas armadas. El juez le acusó de portar artefactos incendiarios y, de manera insólita, el testigo pasó a ser reo. Fue sometido a interrogatorio y tortura en recinto secreto, siendo amenazado para que se retractara de su declaración. Cuando conversamos con él ya llevaba tres meses en prisión. Nos refiere: "yo jamás pensé estar preso... luego los abogados me dijeron que un par de semanas y saldría..." Nuestra intervención se orientó a la intelección de la prisión como castigo a un testigo que acusa al aparato represivo. Desde allí rescatamos la dignidad de testigo como núcleo central donde anclarla terapia, la recuperación de la autoestima. La expectativa permanente de salir en libertad en cualquier momento había desplazado en la memoria y en la significación, la razón primera de su detención. La acción coordinada con los abogados de la defensa permitió reforzar la autoestima. La sintomatología, manifestada sobre todo en conflictos de interacción con su grupo de celda, cedió casi totalmente sin necesidad de psicofármacos. Al cabo de tres entrevistas, luego de seis meses en prisión, fue puesto en libertad.

b) el conocimiento de la condena: luego de largos períodos en etapa sumarial, el prisionero es condenado pasando a la categoría de preso rematado (condenado en última instancia). En lo formal, ello conlleva casi siempre un cambio de régimen carcelario, con traslado a otro penal. En lo vivencial, ello significa un cambio las más de las veces, perturbador. Hasta entonces, el preso político ha vivido una situación marcada por la incertidumbre, y por eso mismo, con la posibilidad latente de obtener la libertad provisional en cualquier momento. Al tomar conocimiento de la condena, cualquiera sea el rigor de ella, la situación de certidumbre le golpea. Hemos observado abatimiento, apatía, desinterés, fatalismo, fuertes sentimientos de impotencia. Se trata de una reacción de carácter depresivo que suele tener un buen pronóstico relativo

 

3.- Reacciones hipomaníacas.

Al pasar a régimen carcelario de libre plática luego de largos períodos de incomunicación, muchos prisioneros se muestran alegres, exaltados de ánimo y conductas, pródigos y con excelente humor, gran iniciativa verbal generalmente centrada en la experiencia recién vivida. Abrazan acuanta persona se le presenta, bromean, aparecen a los ojos de los demás sorprendentemente bien. Y en realidad lo están. Luego de un período de deprivación, están viviendo una etapa de sobre estimulación sensorial y afectiva.

Durante estas dos a tres primeras visitas regulares, el prisionero "calma toda sed acumulada", se harta egosintónicamente de los nutrientes de la comunicación del afecto interpersonal.

Esta reacción euforizante se ve reforzada por la percepción de ser "alguien importante" para los demás, alguien que es visitado masivamente no sólo por los familiares más cercanos, sino por amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Todos ellos vienen a decirle sin palabras "te admiramos porque debe ser difícil pasar por ésto....." Para el prisionero, percibir este mensaje (predominantemente actitudinal) resulta, por un lado, gratificante y su figura expresivo-comunicativa así lo denota. Pero, por otra parte, este mensaje le asigna un rol, real o mistificado, de "héroe" o al menos de "valiente" que las más de las veces él no está dispuesto a ejercer. En los pocos casos en que lo ejerce, la prolongación de la prisión y la disminución en frecuencia e intensidad de sus visitas pronto determina que el ánimo pase de la exaltación inicial a estados depresivos más o menos manifiestos.

De más está decir que las reacciones hipomaníacas no plantean mayor demanda terapéutica y por el contrario, durante la entrevista nos sentimos estorbando la intensa actividad social y afectiva del prisionero respecto de sus visitantes. Pasada esta fase, será el colectivo interno, particularmente el grupo de celda el que contribuya a la contención y a la integración adaptativa. A través del grupo, en la eventualidad que aparezcan síntomas de la esfera depresiva, se nos planteará demanda terapéutica.

 

4.- Reacciones agresivas.

El preso político viene llegando desde una experiencia brutal y abyecta en la cual fue objeto de la agresión física y psicológica de un otro disponiendo de todo el poder. Durante las primeras entrevistas ello se manifiesta por rabia, descontrol de la impulsividad, violencia verbal h icia el grupo, violencia física con ocasión de las actividades deportivas al interior de la prisión.

En un caso atendido por nosotros, la experiencia límite incluyó grados extremos de violación de la intimidad y vejación. El detenido manifestaba una suerte de agresividad difusa, catatímica, una forma de rabia imposible de racionalizar durante la interlocución. Eran los días siguientes a Semana Santa y comentando las noticias referentes al sofocado golpe de Estado en Argentina, manifestaba: "debieran matarlos a todos, los militares..." "...si yo salgo ahora voy y mato a unos cuantos..." Gradualmente en el curso de las entrevistas fuimos analizando las técnicas de tortura aplicadas en su caso, las finalidades de ellas, las experiencias similares en otros presos políticos.

La rabia inicial fue dando paso a una agresividad circunscrita susceptible de racionalizar y autoanalizar. Pronto es capaz de asignarle a la experiencia significados correctos, establecer el origen preciso desde donde se origina la agresividad y redestinarla de manera congruente.

Todo el proceso de acumulación, catarsis e intelección de la agresividad está marcado por el daño a la autoestima, a la propia dignidad. En un comienzo el discurso era del tipo "han hecho conmigo lo que han querido..."

Al verbalizar la experiencia, pero sobre todo al ir recuperando la confianza en el otro, el sujeto va gradualmente recuperando la autoestima e invierte la perspectiva llegando a un discurso del tipo"... no han conseguido lo que han querido ..." Más adelante, el prisionero logra superar esta oscilación de significados extremos y asume "de mi dependerá que ellos consigan lo que pretendían conseguir..."

 

5.- La pérdida del vínculo político.

Ya sea por decisión (con o sin sanción) del grupo político, ya sea por automarginación, la ruptura del vínculo con su grupo de pertenencia ideológica siempre denota para el preso político una situación perturbadora. Sentimientos de no saber que hacer con el tiempo, de cómo emplearlo, pérdida de motivación para el estudio o para el trabajo, autopercepción de discriminación por parte del colectivo, son trastornos frecuentes de observar. Ello suele agravarse por animosidad en el plano interpersonal con el o los encargados político - partidario.

Se produce entonces una situación de fricción y de distanciamiento. En el prisionero político pueden aparecer o agravarse trastornos del sueño, hiperestesia emocional, irritabilidad, y '

Nuestra intervención ha contemplado, aparte de la atención individual, el enfoque sistémico, en el cual el subsistema en crisis lo constituye el prisionero y su grupo político. Se evalúa con el responsable respectivo la situación de ruptura, la viabilidad o no de la reincorporación, el análisis de las descalificaciones que han precedido o seguido a la ruptura. La resolución del conflicto puede resultar en la interrupción definitiva o en el restablecimiento del vínculo.

 

6.- Técnica de tortura y repercusión psicológica.

Como hemos advertido en otra parte de esta misma comunicación, resulta casi imposible establecer un correlato entre la técnica de tortura aplicada y un síndrome clínico consecutivo. No obstante ello, dos situaciones valgan como ejemplo para mostrar de qué manera cada técnica de tortura persigue una finalidad racionalmente planificada y de qué manera dicha finalidad puede llegar a ser alcanzada.

-la droga de la verdad: está demostrado fehacientemente el empleo sistemático del tiopentotal sódico (pentotal) en administración forzada pero anunciada, durante el secuestro y tortura en recinto secreto. Y decimos anunciada, porque los funcionarios torturadores (médicos o paramédicos, frecuentemente) explican al detenido que le van a suministrar una droga que lo hará dormir y le va a hacer "hablar de corrido" todo aquello que "no ha querido hablar". Es creencia extendida dentro de la población general la existencia de drogas con tales propiedades.

La experiencia de administración de pentotal provoca, como es sabido, un sueño equivalente en todo a aquél de la anestesia con fines quirúrgicos y deja una amnesia lacunar, un período de tiempo reciente para el cual no se guarda recuerdo. Ello determina niveles importantes de angustia y sentimientos de autoinculpación durante el período que sigue a la salida del recinto secreto. Percepciones de "haber hablado", de "no recordar lo que dije", de "me aplicaron la droga de la verdad", son frecuentes de observar.

Nuestra intervención consiste fundamentalmente en aportar la información técnica que, desmitificando, pruebe la inexistencia de la tal droga de la verdad. Explicamos que la manipulación psicológica del período amnésico no es justamente para arrancar información, sino más bien para internalizar en el detenido la sospecha o la convicción ominosa de haberse comportado como un delator.

- El segundo ejemplo, con igual finalidad, emplea una técnica diferente. No se utiliza medicamento alguno. Se trata de un interrogatorio bajo intensa manipulación psicológica. El detenido responde entregando información evidentemente trivial y ya disponible por parte del aparato represivo. Pero a través de la manipulación, se le hace sentir que ha delatado, que ha hablado cosas "importantes" que gracias a ello "lo tratarán bien" y lo que es peor, que gracias a la "tal información entregada" han podido dar con sus compañeros. Se trata, como es fácil apreciar, de atentar contra la autoestima, de dañar la dignidad de la persona. El obtener información tampoco es aquí el objetivo de la técnica empleada. Como en el ejemplo anterior, nuestra intervención es fundamentalmente desmitifícadora de la omnipotencia del aparato represivo y aclaratoria sobre las características, el empleo rutinario y las verdaderas finalidades de la técnica aplicada. A través de nuestra intervención contribuimos a yugular las dinámicas de angustia y culpa que acompañan la experiencia y a la recuperación de la autoestima de la persona.

 

7.-Angustia o pánico anticipatorios.

Como señaláramos en otra publicación (5) la tortura no sólo se ha intensificado sino que además ha irrumpido, de manera sistemática y sofisticada, en los llamados Tribunales Militares, donde el empleo de variados procedimientos de manipulación psicológica los convierte de hecho en una prolongación policial pseudo-jurídica del aparato represivo.

No es de extrañar entonces, que algunos prisioneros vivan angustiosamente la inminencia de una nueva comparecencia ante el Fiscal Militar. El temor a cometer algún error, el temor a ratificar o negar alguna declaración previa, el sentimiento de "que yo lo tengo todo muy claro aquí, pero cuando entro a la Fiscalía es como si se me borrara la película" son verbalizados por los prisioneros. Equivalente al pánico de escena descrito para aquellas manifestaciones que preceden y acompañan la presentación en público, este pánico o angustia anticipatoria a la Fiscalía Militar requiere una prevención primaria, tarea para la cual resulta crucial el grupo de pertenencia política al interior del pénalo el apoyo de quienes han pasado ya por igual experiencia. Ellos están en condiciones de preparar y disponerla mejor forma de enfrentar un nuevo interrogatorio pseudo-jurídico.

 

8.- Los síntomas somáticos.

En la Medicina General hay quienes sostienen una hipótesis tan difícil de probar como de negar: toda enfermedad es psicosomática. Psicosomática en el sentido que es influenciada, abreviada o prolongada por el nivel psíquico de la función biológica. Esta aseveración, que no deja de ser atrevida en la atención médica general ambulatoria u hospitalaria, lo es menos en la experiencia de atención médica al interior de las cárceles. Con relativa frecuencia escuchamos variadas quejas referidas al soma (cefaleas, trastornos del tránsito intestinal, palpitaciones, dolores de localización y curso vagos, etc.). Constituyen un motivo de consulta y son expresados abierta y directamente por los prisioneros. Nuestra intervención, en el plano de la medicina física propiamente tal, suele ser pobre cuando no nula, dadas las circunstancias en que ocurre la consulta y la imposibilidad de disponer de los recursos mínimos de diagnóstico y tratamiento.

Las más de las veces atendemos la queja, explicamos, intentamos tranquilizar. Sin damos cuenta, ni nosotros ni el sujeto en consulta médica, practicamos una forma no explicitada de psicoterapia. El prisionero, tiempo después, suele confesarlo:"... me sirvió de harto conversar...".

Otras veces observamos de qué manera se reagudiza la sintomatología claramente ligada al soma en circunstancias particularmente conflictivas a nivel psico social. En la situación de cárcel, más que en ninguna otra circunstancia, el acto médico adquiere categoría terapéutica por sí mismo, lo que explica la evolución favorable y la remisión de los síntomas somáticos en ausencia de intervenciones terapéuticas fórmales.

Por otra parte, cabe consignar que el síntoma somático suele constituir una buena puerta de entrada para penetrar en las vivencias más traumáticas que dejara la experiencia. La consulta a un psicólogo, a un psiquiatra, sigue siendo vista, al igual que en el exterior de la cárcel, como la demanda de "alguien que no es capaz de salir adelante con sus problemas". En cambio, la demanda ligada a un alza febril, a un lumbago o a una cefalea permite consultar sin aparecer responsable del síntoma. Son estos síntomas los que se comportan como verdaderas salas de espera antes de ingresar de lleno en el nudo traumático vivencial.

 

9.- Síndrome de perseveración del síntoma.

Observado en los campos de concentración, consiste en la reaparición de trastornos inicialmente ligados a la experiencia traumática y que ahora lo hacen frente a estímulos menores o parcialmente evocadores de aquella. El siguiente caso ilustra suficientemente la forma en que se presenta este síndrome.

Se trata de un detenido de 25 años de edad. Tomamos contacto con él unos tres meses después de su detención. Refiere haber sido sometido a diferentes técnicas de tortura, entre otras las siguientes: golpes de pies y puños, amenazas de muerte reiteradas, "teléfono", aplicación de corriente eléctrica en parrilla y en picana en diferentes partes del cuerpo, amenazas a familiares.

Desde la primera entrevista nos manifiesta experimentar cada día náuseas sin llegar al vómito y nos demanda medicación. La asociación de ansiolíticos y antiespasmódicos logra aliviar el síntoma. Presenta, no obstante, en varias ocasiones, vómitos post-esfuerzo. Activamente niega haber padecido situaciones específicas de tortura que pudieran relacionarse directamente con la sintomatología:"... creo que ésto tiene que ver con todo, con toda la experiencia, pero con ninguna en especial..." Gradualmente inicia verbalización de la experiencia traumática.

Reconoce un cierto sentimiento de culpa por haber sido sometido a "torturas más suaves que otros". En entrevistas sucesivas va relatando que la peor tortura fue el ser obligado a presenciarla tortura de un compañero. Más adelante nos contará que dicho compañero está muy próximo en lo afectivo ("casi como un padre") y no sin dificultades relatará como fue obligado a presenciar, no sólo la tortura eléctrica, sino también la tortura con introducción de ratas en la boca. En el curso de las entrevistas consigue desplazar gradualmente el síntoma (náuseas) al plano psíquico (la vivencia traumática). Nuestra intervención se orienta y con- sigue el establecimiento de una buena interacción grupal (particularmente con el compañero cuya tortura fue obligado a presenciar) lo que influye favorablemente en la evolución clínica. El cuadro psicosomático remite, habiendo suspendido la medicación al cabo de tres semanas.

Dos situaciones muy posteriores determinaron la reaparición temporal de la sintomatología. Se trata de situaciones evidentemente evocadoras de la experiencia traumática vivida.

La primera de ellas, con ocasión de tener que declarar ante un Juez Civil que investiga la existencia de torturas a partir de una querella interpuesta por los familiares. Al relatar todos los detalles de la experiencia vivida, presentó náuseas sin llegar al vómito durante 24 horas. No precisó medicación y la sintomatología remitió en forma espontánea.

La segunda y más reciente situación alcanzó la categoría de un riesgo más que de una evocación: fue trasladado intempestivamente, por la noche, desde la Penitenciaría de Santiago al norte del país con el fin de "reconstitución de escena". Durante varios días permanece en el mismo recinto donde meses antes fuera torturado. De regreso a Santiago, nos refiere haber presentado náuseas y vómitos, debiendo retomar la medicación sintomática anteriormente prescrita. El trastorno reactivo cede a las tres semanas de haber vuelto a la cárcel de Santiago y actualmente se encuentra sin medicación.

 

10.- La agresión sexual.

La vejación y la degradación referida a las regiones sexuales, han sido técnicas de mortificación empleadas de una manera sistemática por los aparatos represivos, muy particularmente en el caso de las mujeres prisioneras. La violación sexual, ocurrida en recinto secreto durante el secuestro practicado por agentes de las fuerzas de seguridad constituye una técnica de tortura que, en lo fundamental intenta destruir a apersona.

Entre septiembre y diciembre de 1986, en el curso de las visitas regulares en la cárcel de San Miguel, brindamos asistencia a una prisionera de 18 años de edad que pasó por cuatro experiencias límites sucesivas. Detenida el día 4 de septiembre, es sometida a diversas formas de torturas en recinto secreto. Estando encapuchada, es violada por uno de sus aprehensores (primera experiencia límite).

Para ella esta era su primera detención y la prisión inmediata y el recuerdo de la tortura reciente (segunda experiencia límite) desencadenan un severo síndrome angustioso. Durante este periodo el apoyo de su familia que la visita miércoles y sábados y la solidaridad activa de la OPP (alrededor de 40 mujeres) logran yugular parcialmente la sintomatología.

Algunas semanas después sobrevendrá la tercera experiencia límite: la ominosa posibilidad de un embarazo como consecuencia de la violación. Fue éste, quizás, el momento más delicado de todo el itinerario por el horror, el momento en que el riesgo de desestructuración de la personalidad fue mayor. La negligencia y la arbitrariedad de las autoridades judiciales y sanitarias del Estado para certificar o para descartar prontamente dicho embarazo prolongó en el tiempo una situación que afectó profundamente a la prisionera. Ni sus compañeras de prisión, ni sus familiares o visitantes estaban en condiciones de apoyarla frente a una incertidumbre. Por otra parte, ¿cómo hacerla catarsis, la significación y la elaboración de la violencia experimentada en circunstancia que dicha violencia seguía vigente a través de un fantasma cada día más probable: el embarazo?

La cuarta experiencia límite la constituiría el aborto espontáneo y la desprotección médica intracarcelaria que significó riesgo vital para la prisionera durante 12 días.

Las cuatro experiencias límites descritas no son sino etapas de un mismo proceso, la tortura. Su objetivo final, la destrucción de la persona, no fue conseguido. A principios de diciembre de 1986 la prisionera política formula la denuncia pública de toda la experiencia vivida. La denuncia sólo fue posible una vez superada la emergencia vital y a partir de una opción reflexiva personal de la prisionera. Representa una etapa fundamental del proceso psicoterapéutico al devolver al cuerpo social una experiencia criminal que no puede ser explicada por la mera desviación psicopatológica de un determinado individuo en un momento dado. Al relatar públicamente, con nombre y apellido todo lo vivido, la prisionera se hace otra vez protagonista.

Se desprende así del empobrecido rol de víctima que parte de la sociedad en paternal y cómoda solución quiso adjudicarle.

En este caso nuestra intervención incluyó más de 18 entrevistas con la prisionera política en su lugar de detención, una entrevista en el hospital público, la prescripción de ansiolíticos en algunos momentos de la evolución, la permanente coordinación con la defensa e instituciones humanitarias del exterior. Mantuvimos una serie de entrevistas con su madre en nuestra consulta externa y coordinación permanente con la OPP de San Miguel, en particular con su grupo de celda.

 

  

Algunas Reflexiones Generales.

1.- La cuestión de la catarsis.

En una comunicación anterior, señalábamos: "...la necesidad imperativa de no quebrarse se presenta entonces como un inconveniente en tanto resistencia que impide penetrar en las vivencias más íntimas del sujeto y que sentimos como limitante de la acción terapéutica.... necesidad psicológica que impedirá que ese mismo sujeto se derrumbe sin que podamos ofrecerle nada a cambio, a diferencia de lo que ocurre en una situación habitual de consulta exterior en la cual el terapeuta está siempre disponible frente a la crisis emergente..." (6)

Dos años de trabajo han modificado sensiblemente nuestra visión de la catarsis como hecho posible de ocurrir o de alentar que ocurra. Sigue siendo cierto que la condición de reclusión contraindica de manera relativa el empleo de técnicas habituales en la consulta externa (tales como la confrontación o la contraparadoja) que buscan develar el motivo real de consulta, hacer evidente el síntoma. Frente al discurso explícito "yo estoy bien", "a mí no me han quebrado", "no, gracias, no necesito nada", sólo cabe de nuestra parte la convalidación y una oferta pasiva de ayuda ("... en todo caso, cuando necesite algo..."). Sabemos hoy día, que en régimen carcelario, la catarsis de la experiencia vivida es siempre posible, pero no siempre es conveniente provocarla.

En el curso de la entrevista, frecuentemente intuimos la inminencia de la catarsis ya sea a través del quiebre en la fluidez del discurso, del esbozo de llanto, de la negación consciente y explicitada respecto de algún tema. Ello nos plantea siempre una opción que hay que resolver ahí mismo: favorecemos o contenemos. Naturalmente que no hay dos casos iguales. Pero es necesario señalar que la mera insinuación de una reacción catártica, la más incipiente de las manifestaciones de crisis emocional, representa una declaración de confianza y de expectativa en el interlocutor. Por decir lo mismo de manera inversa, para el preso político siempre tenemos algo que ofrecerle a cambio, pese a nuestra externalidad carcelaria, a los siete días de inevitable intervalo terapéutico.

Por otra parte hemos venido observando que la población de prisioneros está aceptando con mayor naturalidad la asistencia psicológica y médicopsiquiátrica. Y por otra parte, muchos de los nuevos presos políticos de los años 86 y 87 han pasado por experiencia de tortura particularmente brutales y tienen por delante expectativas de largos periodos de reclusión. La intensidad del trauma y la lejana eventualidad de ser liberados, determinan la necesidad de reconocer más que negar, el quiebre o trastorno.

No obstante todo lo anterior, pensamos que ciertos mecanismos de defensa psicológicos (negación, racionalización, sublimación, etc.) representan auténticas formas de supervivencia psicológica dada la agresión permanente que conlleva la prisión política. Desde esta perspectiva, una intervención terapéutica fundamentalmente de apoyo, que enfatice los mecanismos adaptativos más que los confrontativos, pareciera serla indicada.

 

2. La triple des(confianza)

El prisionero político representa a un colectivo político-ideológico, ha pasado por la experiencia límite de la tortura y dispone de una estructura y de un funcionamiento psíquico que le son peculiares. Todos los presos políticos desarrollan, en grados variables y entremezclados, resistencia, cautela y desconfianza.

La resistencia, fenómeno que es consustancial al funcionamiento psíquico, expresa los intentos del sujeto por mantenerse inconsciente de los aspectos provocadores de angustia dentro de sí mismo. Actitudes del tipo "a mí casi no me torturaron", "...no vale la pena hablar de esas cosas...."son manifestaciones frecuentes de resistencia. El análisis y la superación total o parcial de las resistencias del sujeto en prisión, es un proceso que no difiere sustancialmente de aquel que ocurre en el sujeto en consulta externa.

La cautela, tiene que ver con la propia seguridad individual y de su grupo. Ocultamiento inicial de la militancia política o de la participación en determinados hechos políticos, son actitudes frecuentes de observar y que se inscriben en la estrategia de hablar lo estrictamente necesario con el menor número de personas. (7)

La desconfianza tiene en el caso del sujeto recién sometido a tortura, una connotación muy particular: se trata de una desconfianza esencial en el género humano. (8) Durante el secuestro en recinto secreto, el preso político ha pasado poruña experiencia planificada, racional y científicamente, desde el opresor (el funcionamiento torturador y la doctrina que lo sustenta) y quizás por ello mismo le resulta casi imposible, desde su condición de sujeto objeto ultrajado, comprenderla como una práctica de la interacción humana. "Sus responsables y ejecutores son chilenos, son los mismos que antes o después de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los mismos cafés, en los mismos cines donde se reúnen aquellos que hoy o mañana pueden ser víctimas. Lo digo sin ánimo de paradoja: más felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de la ocupación extranjera. Más felices sí, porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otra manera de ser.

Cuando la tortura es manipulada por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestra mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente más hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo" . (9)

Verbalizaciones del tipo "ya no soy el mismo de antes...", "es mejor no esperar nada de nadie...." y actitudes de aislamiento y asociabilidad son todas ellas manifestaciones de esta etapa de desconfianza esencial en el género humano.

Para sortear con algún éxito los escollos de la cautela, de la resistencia y de la desconfianza esencial, el proceso psicoterapéutico al interior de los penales deberá cumplir tres requisitos fundamentales (la triple desconfianza):

a) la confianza política: el origen último de la experiencia de tortura y prisión es político. Está en relación a una concepción crítica de la sociedad por parte del prisionero y a una praxis concordante con dicha concepción. El prisionero necesita pues, confiar políticamente en su terapeuta, lo que no implica necesariamente militancia o proclamación de militancia política de parte de éste último.

b) la confianza profesional: en tanto relación operativa, establecida a partir de una demanda (ver motivo de consulta) el prisionero valorará la competencia o destreza técnico profesional, la experiencia, la capacidad de compartir con él la evocación y significación de los eventos psicotraumáticos. Pero el preso político espera del asistente no sólo capacidad de empatía, esto es, capacidad de colocarse en el lugar del que ha sido víctima de la tortura. Demanda además el derecho a la contra-empatía, esto es, necesita colocarse en el lugar del que asiste y sentir y saber que ambos, frente a la circunstancia política y la represión, son iguales.

En la práctica, hemos comprobado que la confiabilidad política y la percepción de competencia técnico-profesional son vertientes de un sólo proceso, aún cuando existe un matiz valorativo: más que como un médico de confianza política, el prisionero nos vislumbra como alguien de confianza política, que además es médico.

c) la confianza interpersonal: sustrato fundamental en cualquier modelo comunicacional, precede y acompaña, impregnando las relaciones asistenciales (médicas) o solidarias (políticas). Si fracasa la tarea de alcanzar una adecuada confianza interpersonal (ver vínculo terapéutico) la coherencia ideológica-política y la destreza profesional de poco sirven y el proceso psicoterapéutico quedadlas más de las veces, gravemente comprometido.

A este respecto, jamás será majadero destacar la importancia de la visita como terapia por sí misma, independiente de los contenidos movilizados durante la entrevista y de las acciones técnico profesionales implementadas. Pero el objetivo final de cualquier proceso psicoterapéutico es contribuir a que el sujeto adquiera o recupere una autoimagen confiable y positiva. Con los prisioneros políticos, el proceso psicoterapéutico debe salvar el grave escollo de la desconfianza esencial en el género humano. Revertir el fenómeno de la desconfianza esencial hasta acceder a vínculos confiables con los demás seres humanos será siempre el objetivo final. La psicoterapia representa aquí un lento proceso de reconstrucción en el sentido opuesto de aquel otro proceso, demoledor de la persona humana, iniciado por el arresto-tortura.

 

3. La prisión como etapa de un proceso.

La prisión política no representa, para la vida de un sujeto, un hecho aislado, fortuito o accidental. La prisión constituye la consecuencia previsible de un riesgo conocido. En la generalidad de los casos la prisión no sorprende y resulta coherente con una biografía y una conducta sociopolítica. El período pre-detención ha incluido diversas formas de trabajo más o menos clandestino bajo el régimen dictatorial. Ello representa un estrés psico social que puede manifestarse en el plano individual con marcada cautela, variados trastornos del sueño y la sexualidad, sentimientos de persecución con o sin base real. La interacción con el grupo de pertenencia ideológica basta por sí sola para contener dichas manifestaciones.

Ocurrida la detención, sobreviene la tortura, es decir, una situación extrema (10) que busca la agresión-destrucción de la persona. Frente a esta situación extrema, el sujeto puede, pese a todo, desarrollar ciertas estrategias de resistencia y dé adaptación. La denuncia y la solidaridad activa son tareas prioritarias a realizar desde el exterior, con el fin de reforzar o favorecer tales estrategias individuales.

Luego de diferentes períodos de reclusión, el preso político sale en libertad lo que puede significar o no, su partida al exilio. Se trata de un nuevo período de estrés psico social que determina grados variables de marginalización, estigmatización social, estados transitorios de verdadera "conmoción cultural", sentimientos de culpa o de delación con o sin base real. En este período, la prevención terciaria, esto es, las acciones asistenciales que promuevan la reinserción vital (laboral, familiar, política, cultural) es requisito indispensable para alcanzar la elaboración y la resolución integrales de la experiencia psicotraumática vivida.

En resumen, pre-detención, detención-tortura y liberación constituyen otras tantas etapas inseparables de un mismo proceso. La prevención secundaria (intervención terapéutica clásica) incluye todas las acciones que permitan la detección precoz de los trastornos emocionales así como las acciones reparadoras a nivel individual o sistémico. Estas acciones, deben estar articuladas necesariamente con la prevención y la denuncia y prolongadas en la reinserción vital.

Estamos en condiciones de afirmar, a partir de nuestra experiencia de trabajo al interior de las cárceles, que el proceso terapéutico puede y debe iniciarse ya en el período de reclusión. Vislumbrar la prisión política como un hecho aislado, como un evento situacional limitado a sí mismo determina formas de abordaje técnico-profesional tan pobres como reduccionistas. Sólo la consideración de los factores que preceden a la detención y la estimación realista de las limitaciones y perspectivas que la acompañan o que surgen con la puesta en libertad permitirá el desarrollo de procesos psicoterapéuticos verdaderamente integrales.

 

4.- El pronóstico: aspectos afectivos e ideológicos.

Hemos mostrado más arriba de que manera el deterioro de los vínculos políticos afectivo-familiares inciden fuertemente en la aparición o mantenimiento de diversos síntomas en el prisionero.

La privación de la libertad determina, de facto, pérdidas o duelos que en función de la personalidad de base y las experiencias previas, adquieren un significado particular. Quizás si la pérdida más sentida por el prisionero es la interrupción del proceso vincular habitual con sus grupos de pertenencia afectiva"... en lo que más concretamente los presos políticos comienzan a percibir la necesidad de ayuda médico-psicológica, es al darse cuenta de que al estar en prisión cambia radicalmente el rol que han desempeñado en su familia. A partir de su encarcelamiento, poco a poco el rol de "jefe de hogar" pasa a ser desempeñado por la compañera que se convierte en ese mismo instante no sólo en el "jefe de hogar" que impone disciplina a los hijos, sino también en el proveedor de la familia, comenzando a satisfacer las necesidades básicas no sólo de los hijos sino además del antiguo proveedor del hogar, ahora encarcelado... Este cambio de rol en el seno familiar se ve acentuado por nuestra innegable condición machista, que aún no hemos logrado superar...o que muy pocos han hecho esfuerzos por superar. El preso político comprueba a través de cada visita como afuera, en su hogar, ya no es alguien indispensable y quizás ni siquiera necesario....se crea así un cierto conflicto, surge cierto celo, rivalidad con el cariño de los hijos, por conservar su antiguo rol, pero al mismo tiempo, experimenta un cierto acercamiento a la familia, especialmente a su compañera que ha sabido valerse y sortear muy bien la situación de supuesto desamparo que significa la prisión nuestra....es contradictorio, por un lado se fortalecen los lazos, se superan las posibles dificultades de comunicación o relación con la pareja y con los hijos que puedan haber existido antes del encarcelamiento y por otro lado, se siente desplazado como alguien no necesario en el hogar o familia...." (11) Es entonces que el grupo de celda, la pequeña comunidad de prisioneros que comparten un mismo proceso, pero por sobre todo, el grupo de pertenencia política al interior de la cárcel, adquiere el carácter de continente sustituto.

En su seno, el prisionero actúa de manera permanente y cotidiana desarrollando las interacciones personalizadoras que la pérdida de libertad no consigue jamás menoscabar. No es de extrañar, pues, que la represión intracarcelaria incluya habitualmente la suspensión de visitas, el aislamiento, la dispersión o traslado de penales.

Nuestra experiencia nos permite adelantar una conclusión que, aunque preliminar, resulta incuestionable: el pronóstico está ligado a la pervivencia o recuperación de adecuados vínculos afectivos y políticos. Cuando dichos vínculos se trizan o se interrumpen, las capacidades de adaptación se toman más pobres y la aparición de sintomatología es la regla.

 

5.- La trampa de la doble omnipotencia.

Por una parte, existe una tendencia omnipotente de los grupos solidarios y de apoyo externo al postular una finalidad terapéutica frente a una situación que, como advirtiéramos en la introducción, es mucho más que un fenómeno médico-psicológico. Por otra parte, existe la tendencia omnipotente de los colectivos de grupos de presos políticos a desconocer o minimizarlas implicaciones subjetivas y emocionales que conlleva una situación vital de claro origen político.

Desde la perspectiva de nuestro trabajo asistencial resulta evidente que bajo las condiciones del régimen carcelario por causales políticas, jamás habrá terapia posible. Suponer lo contrario representa un reduccionismo científico, una peligrosa psicologización del fenómeno.

Desde la perspectiva del colectivo de prisioneros políticos, suponer que la superación de los impactos individuales de la experiencia psicotraumática pasa exclusivamente poruña cuestión de índole político-ideológica constituye una mitificación poco dialéctica al no agotar la comprensión de la tortura y prisión política como experiencias humanas totalizadoras.

Hemos constatado una creciente sensibilización de parte de los presos políticos a la intervención terapéutica externa."...la atención sistemática nos da gran confianza y la apreciamos como un elemento importante, sabiendo eso sí que todo cuanto realicemos conjuntamente será insuficiente para aliviar los trastornos psicológicos que frecuentemente observamos..." (12).

La articulación estrecha de nuestras acciones de terapia con tareas de denuncia y solidaridad concreta, así como la discusión reflexiva en el seno del colectivo de presos políticos respecto de las repercusiones psicológicas que puede provocarla detención-tortura, ha permitido avanzar en la superación de este doble riesgo: reduccionismo científico y mitificación ideológica.

 

 

V. A manera de conclusiones

Hemos descrito situaciones homologables a una experiencia clínica. Hemos comunicado ciertos modos de intervención homologables a una experiencia terapéutica. Se nos preguntará, no sin razón, cuáles son los resultados homologables a la evaluación de esta experiencia clínica terapéutica. Dicha evaluación en términos de casuística, de tipologías y de logros mensurables resulta imposible.

Antes que nada, por las condiciones en que ha ocurrido y por el carácter mismo que tiene nuestra experiencia de trabajo. Y, porque pretender evaluar los resultados se contradice con la concepción integral que hemos ido configurando de nuestra praxis.

Por otra parte, si se nos permitiera fugazmente considerar al prisionero político como paciente en terapia, hay que reconocer que la situación de vida de tal paciente no permite evaluar metodológicamente los logros alcanzados en un proceso psicoterapéutico. Porque en el ámbito carcelario ¿qué significa mejoría? ¿cuándo hablar de fracaso de la terapia? Criterios de alta, de cronicidad, de recidivas, están muy lejos de compadecerse con las condiciones y las finalidades últimas de nuestro trabajo.

Quizás sólo sea posible adelantar una evaluación cualitativa. No nos cabe duda que ella es positiva. Más allá de las insuficiencias y limitaciones,! consideramos que la asistencia regular a los prisioneros políticos ha reportado la superación de determinados trastornos individuales y guípales. Pero, mientras el prisionero político siga prisionero, habremos fracasado. Y sin embargo, en el contexto de dicho fracaso, ocurren éxitos terapéuticos incuestionables.

Nuestra experiencia asistencial al interior de las cárceles, obviamente, no es indispensable. Como tampoco suele ser indispensable la intervención médico-psicológica en grupos de no prisioneros sometidos a un régimen sociopolítico dictatorial. No reside allí la cuestión central. La pregunta es ¿existe o no demanda en materia psicológica al interior de la cárcel? Categóricamente, sí.

Nos han preguntado en Argentina y en Uruguay, países en los cuales los regímenes carcelarios de la dictadura nunca permitieron el desarrollo de parecidas experiencias psicoterapéuticas: ¿Por qué el sistema dictatorial, el mismo que tortura y aprisiona, nos permite entrar a atender a sus víctimas? ¿No estaremos haciendo la contención técnica de un conflicto político? ¿No estaremos contribuyendo a sofocar dicho conflicto, agravando la situación para los que lo sufren, aliviándola para los que la provocan?. Para despejar estos temores basta responder con cinco palabras: la técnica nunca es neutra. La neutralidad del terapeuta, asistente o como quiera llamársele, es aquí, más que nunca, imposible.

Para terminar, hemos de reconocer que resulta difícil conceptualizar una estructura teórica para esta praxis técnico-profesional. Actualmente, observando el comportamiento individual y grupal de los prisioneros por razones políticas e intentando combatirlos síntomas, se obtiene una experiencia de valor inestimable. Más que desarrollar el trabajo psicoterapéutico de acuerdo a una teoría, pareciera que estamos luchando para encontrar una teoría donde encajar la práctica.

No hay modelos teóricos que puedan usarse para describir la conducta natural de estos grupos funcionantes y no existe una terminología para describir cabalmente las relaciones que se establecen. Quizás, sea cierto, aún no hemos hecho la teoría de esta práctica. Ya habrán tiempos más tranquilos para hacerla. Por ahora, los prisioneros políticos y nosotros disponemos de una constatación segura, de una certeza compartida: nuestra interacción se inscribe en la dimensión del trabajo sociopolítico. En esa certeza reside el origen y el destino de nuestra experiencia

  

  

Nota:

* Trabajo libre presentado en el ler Congreso Chileno de Ciencias Neurológicas y Psiquiátricas. Santiago de Chile, Diciembre de 1987.
Publicado en "Tortura, Documento de denuncia", Vol. n. diciembre de 1987. CODEPU. Chile.

1. Ver " Comunicación preliminar de una práctica de asistencia al interior de los penales". (Página 249 de este mismo volumen)

2. Desde una perspectiva sistémica, un paciente designado o paciente identificado es aquél que más directa o intensamente se muestra afectado por los disturbios de la comunicación del sistema, sistema que en este caso está representado por el colectivo de prisioneros políticos y que incluye, por cierto, al propio Encargado de Salud.

3. El paseo, o sea, conversar caminando, es una costumbre muy difundida en la población penal (común y política) y pareciera tener un triple origen que lo explica: el desarrollo de actividad física (no hay rutina carcelaria sin actividades físicas o deportivas), el aprovechamiento o disfrute de un espacio más amplio que el habitual de celdas y pasillos y por último, particularmente importante en el caso del prisionero político, la cautela natural enseña que hablar caminando dificulta ser escuchado por terceros.

4. TORTURA, Documento de Denuncia, Vol. IV. Segundo Semestre de 1985. pág. 21 CODEPU. Santiago de Chile. Junio de 1986. (ver pág. 147 de este mismo volumen)

5. TORTURA, Documento de Denuncia, Vol. VI. Segundo Semestre de 1986, pág.. 9, CODEPU. Santiago de Chile. Mayo de 1987.

6. Ver en "Comunicación preliminar de una práctica de asistencia al interior de los penales en Chile", Página 250 de este mismo volumen .

7. Esta cautela es coherente dentro del proyecto histórico-vital del individuo para poder sobrevivir y para continuar su praxis sociopolítica. La cautela es previa a la detención y frecuentemente la evita, la posterga o la abrevia. Por lo demás, la cautela, en grados diversos, ha llegado a constituirse en un rasgo de comportamiento colectivo durante estos últimos catorce años.

8. A este respecto ver en este mismo volumen. Tortura: una necesidad del régimen y Amedrentamiento Colectivo.

9. Cortázar. Julio. Negación del Olvido Coloquio Internacional, París, enero de 1981.

10. Caracterizada por su inevitabilidad, durabilidad incierta, peligrosidad permanente, imprevisibilidad y sentimientos de inermidad frente a ella. Bettelheim, B. La Forteresse vide. París, 1977.

11. Los presos políticos y la atención psicológica testimonio de un prisionero. Octubre de 1987.

12. Testimonio de un médico prisionero político. Noviembre de 1987.

  

 

   

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