¿De qué estará hecho el mañana?
Los caminos de la memoria en una sociedad de frontera

por Diana Arellano, Silvia Waskiewicz y Yolanda Urquiza

 

 

De la construcción del "otro" a su exterminio
 

 
Si la re-construcción de estas historias de violencia extrema nos demandó un gran esfuerzo, particularmente en el proceso de recolección y construcción de datos, la etapa en que comenzamos una mirada transversal de estos hechos, para constituir un umbral en la investigación de la dictadura que estamos iniciando, nos puso frente a problemas metodológicos y teóricos que aún no están resueltos de modo satisfactorio.

Alterar la escala de observación -reduciendo su espacio pero haciéndolo transnacional- y extendiendo su tiempo a través de una cadena de pequeñas prácticas de genocido, ignoradas en los relatos históricos oficiales y públicos, nos permite no sólo revisar los vínculos de relación interdisciplinar entre antropología e historia, sino que se constituye en un instrumento metodológico eficiente para revelar redes entre comunidades, grupos, etnias, que no resultan visibles en abordajes más globales.

Si bien el riesgo de esta operación consiste en simplificar el proceso analítico, al extremo de quedar reducidos a nuestros ejemplos, por el contrario nuestras expectativas epistemológicas se centran en explorar en estas microhistorias -o mejor, a través de ellas- facetas y rasgos que se vinculan a cuestiones más generales; tales como las tensiones que genera la conjunción de frontera-etnicidad-nación y la configuración de mitos como "crisol de razas"; "integración"; "ciudadanía". De hecho, las evidencias empíricas parecen mostrar que configuraciones como etnia, ciudadanía, extranjeridad, en espacios regionales como el nuestro operan, en forma alternativa o simultánea, tanto para reforzar sentidos de pertenencia como para hacer de ellas un elemento de confrontación con otros grupos.

En estos eventos, las memorias constituyen un proceso complejo, integrado por recuerdos y olvidos, que son reestructurados, construidos y enlazados con acontecimientos, para vincular el presente con el pasado. Así las cosas, el campo de la historia, de la política y de la memoria están estrechamente vinculados y mutuamente realimentados; y el pasado no es nunca un capítulo cerrado, muy por el contrario, está siempre sujeto a procesos de re-evaluación a la luz de los actuales eventos. En otros términos, las memorias de estos hechos aparecen como narrativas recordadas y "revividas", con una fuerte carga de emotividad en la instancia de la entrevista, particularmente en quienes están vinculados, familiar o afectivamente, a las víctimas. Aparecen también, como una forma de transmisión intergeneracional y de reflexión sobre lo vivido.

Las entrevistas, las circunstancias que caracterizaron el acceso a los informantes, los múltiples obstáculos para concretarlas y las dificultades para construir narrativas explícitas parecían indicar que el mismo recuerdo adquiría un sentido amenazante. Así por ejemplo, en el caso de la Masacre de Oberá, algunos entrevistados, como realizando un pliegue temporal en su memoria, al recordar los acontecimientos ocurridos el 15 de marzo de 1936, los enlazan con la represión, de los colonos del Movimiento Agrario Misionero, en la última dictadura militar en Misiones. La memoria de los colonos construye el pasado y ese pasado se enlaza con el presente, en el proceso de recordar y olvidar. El testimonio de un entrevistado resulta muy esclarecedor al respecto:

"El caso era que había pasado algo y solo hablaban los viejos casi cuchicheando el tema, uno no podía sacar más información y tampoco no podía hablar mucho de eso. Todos creían que si hablaban iban a ser reprimidos. Uno escuchaba por ahí una versión, y por ahí otra pero no se podía calificar bien el tema. Había un clima de miedo, cualquier otro tema que se hablaba no había problemas pero el que hablaba de esto a veces lloraba, era un tema tabú que infundía mucho miedo.

Pasó un tiempo y nosotros crecimos, y más o menos a fines del '60 y comienzos del '70 antes de la creación del Movimiento se recordaba que antes hubo otro gremio, que hubo una manifestación, y ya se creaba ese clima "mirá los otros fueron y les pegaron, ahora van a ir ustedes y les van a dar lo mismo". Previo a la primera concentración del M.A.M. mucha gente, los mayores, temblaban de miedo, eso de ir a Oberá a una concentración era cosa de muerte. Entonces uno empezaba a establecer una relación entre una cosa y la otra, y en las primeras reuniones del M.A.M. en nuestra zona la gente mayor se acordaba de eso, del hecho". (Peczak Enrique, 1994).

No obstante los aspectos particulares de cada uno de los hechos -incluida su diacronía- es posible reconocer rasgos comunes y formular conclusiones de mayor alcance. Por ello, y desde el supuesto de un enfoque de microhistoria -que convierte en parte del relato tanto nuestro proceso de investigación, como nuestras interpretaciones- queremos cerrar nuestra comunicación y abrir el diálogo con varios interrogantes y unas pocas hipótesis:

Para cerrar esta comunicación, consideramos necesario explicitar nuestra posición en relación con la práctica de la investigación y la condición de intelectuales. Desde nuestra perspectiva, las problemáticas vinculadas con las prácticas sociales genocidas deben ser analizadas por varias vías: una indagación sistemática de acontecimientos políticos, económicos y sociales en una perspectiva histórica; y una indagación más próxima a la memoria social que intenta dar cuenta de las formas de recuperación de ese pasado y los modos en que actores sociales e institucionales resignifican ese pasado a la luz de posicionamientos presentes. Finalmente, para los intelectuales de países como los nuestros, las problemáticas de memoria y olvido, lejos de ser una cuestión de consumos, asumen un cariz militante e implican debates culturales y políticos. En estos adquieren relevancia las cuestiones relacionadas con los derechos humanos, las minorías y el género. Sería interesante que cada uno de nosotros reconozca el lugar desde donde ejerce su práctica.


 

Nota

(6) La recurrencia de algunas prácticas en relación con la construcción del otro, se revelan como constantes. A modo de ejemplo basta citar párrafos de una editorial aparecida en el Diario La Nación el año pasado (2002) y compararlos con artículos que ese mismo diario publicaba en la época de los sucesos de 1936, algunas de cuyas expresiones incorporamos en apartados posteriores.
"Un hecho de extrema gravedad se ha registrado en la región misionera fronteriza con Brasil, en la que se verificó una invasión de tierras por parte de intrusos argentinos y extranjeros…La legión de intrusos tendría vinculación con el Movimiento de los Sin Tierra (MST), ya de larga vigencia y gran expansión en Brasil y Paraguay; por ello, varias y trascendentes facetas tiene esta invasión de propiedades que es necesario puntualizar. En primer lugar, estos actos reconocen generalmente la participación de líderes vinculados con expresiones ideológicas, que en principio podrían alcanzar dimensión regional. En Brasil, por ejemplo, se han caracterizado por propiciar una reforma agraria consistente en la arcaica y desacreditada subdivisión de tierras cuya explotación se califica siempre como de baja productividad debido a la presunta desatención de sus propietarios…La aparición de este fenómeno en nuestro país no puede ser pasado por alto ni merecer una consideración menor. La agricultura es el principal recurso de la Argentina y no es sensato que se encare bloquearlo mediante la utilización de iniciativas que han demostrado su esterilidad en el mundo entero; por lo contrario, debe ser resguardado de corrientes disolventes que desalienten las inversiones… La invasión de tierras conculca el derecho de propiedad y la garantía jurídica, columnas vertebrales del orden, sin las cuales el progreso de la nación y el bienestar general se transforman en utopía. La erosión sufrida por estos derechos fundamentales ha tenido ya gran magnitud en nuestro pasado y las penosas consecuencias que se derivaron de ese proceso deberían impulsar a que se impidiera su reiteración. Hay que señalar, por lo pronto, que las ocupaciones ilegales mencionadas se han visto acompañadas por procedimientos agresivos colaterales tales como el corte de rutas en reclamo de supuestos derechos que justificarían la apropiación compulsiva. En los casos de extranjeros indocumentados, lo conveniente es devolverlos a su país, en tanto que para los nacionales quizás haya que implementar formas de ayuda en vista de las dificultades que el presente descalabro económico les impone. Actuar con celeridad y firmeza ante la situación planteada ahorrará muchos y graves problemas para el país." LA NACION SABADO 5 de octubre de 2002: Editorial II Los sin tierra en Misiones.

 

 

 

    

  
   

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