6. Los sesenta

Tito Martín..., por José Ernesto Schulman

 

 

Comenzado el verano del 95’, una hermosa noche en que recorrimos en un auto prestado (el viejo Citröen hace tiempo que pasó a cuarteles de invierno) la ciudad de norte a sur hasta llegar al Arroyo del Medio, y después de quedarnos un rato largo mirando el espectáculo impresionante de la Planta Integrada iluminada a pleno en medio de la oscuridad charlamos largo con Tito sobre un periodo que para la “generación del  Cordobazo” (la mía, por cierto) fueron sencillamente los años en que empezábamos a trabajar, a estudiar, aprendíamos a vivir, a amar y, también, a luchar.  Para Tito fueron años de pequeños triunfos, de objetivos logrados, de plenitud.

 

 “Ahora quiero hablar de mis inquietudes culturales. Ya que nunca me dejaron trabajar de maestro normal, en los 60’ me saqué el gusto: me recibí de Licenciado Consular en la facultad de Ciencias Económicas y Políticas de Rosario, fundé un colegio secundario que empezó en La Fraternidad y luego se legitimó como colegio oficial; fui parte del grupo que organizó el CINE CLUB de Villa Constitución. Lástima que los documentos de mis estudios no los puedo mostrar porque me los robaron en uno de los tantos allanamientos que sufrí por parte de la policía. En algún sucio armario policial deben haber quedado la libreta de estudiante como Licenciado Consular, como tantos miles de rastros de vida de nuestro pueblo… Muchos años después en la cárcel de Coronda, ¿o en la de Rawson?, ¿o acaso era en la de Resistencia?, bueno el caso es que después del Villazo, en los momentos en que podíamos estar juntos con los compañeros de Villa que habíamos caído, nos divertíamos acordándonos de todos los compañeros que habían pasado por mis clases de Educación Democrática. Algunos nombres me acuerdo: Alberto Piccinini, Del Bó, Febre y Carlos Sosa entre tantos otros.

La escuela comenzó como nocturna en el local de La Fraternidad y luego pasó a la escuela 500 del barrio Talleres.  Mientras estuvo bajo el control de La Fraternidad fui su Director, cuando paso al estado, fui profesor de Educación Democrática. La escuela, que había empezado a funcionar en 1959, fue clausurada por la dictadura de Onganía en 1966. Allí descubrí que la carrera elegida treinta años atrás, de maestro, era mi vocación profunda.  Sentía una gran satisfacción por poder hablarles a esos jóvenes, la mayoría trabajadores y sobre todo metalúrgicos de Acindar o de Marathon, de los deberes cívicos de los hombres pero desde una visión proletaria, popular no libresca.  Yo les hablaba del valor de la solidaridad, de que la justicia está por encima de la conveniencia, de que el hombre no vino al mundo solo para reproducirse. Que había que tener ideales por los cuales luchar y vivir.  Parece que las clases eran buenas porque saqué buenos resultados por lo que se vio; y pensando, ahora me doy cuenta de la enorme importancia que tuvo en esos años (claves para los combates memorables de los 70’) la importante labor cultural popular, democrática y revolucionaria que desarrollamos.

Todos los lunes yo viajaba a Rosario a elegir películas para el Cine Club.  Eran películas en 35’’, como las de los cines comerciales, y siempre traíamos las que estaban prohíbidas o censuradas. Conseguimos pasar una película muy famosa y trascendente: “Morir en Madrid” y como siempre al terminar la película hicimos un debate  entre los asistentes. Esa vez estaba Amelong, un personaje que sería Intendente de la ciudad y que hoy un barrio lleva su nombre. Amelong era cursillista, es decir que era miembro de un movimiento de la Iglesia Católica que por esos años tuviera gran auge preparando cuadros con las visiones más preconciliares que se pudiera pensar. Ellos fundaron la primera Democracia Cristiana, que era un partido tan de derecha que no pudo nunca consolidarse y terminó absorbido por las dictaduras o el peronismo. Amelong era tan fanático que su casa quinta (que estaba en el lugar donde ahora está el camping de la Unión Obrera Metalúrgica) había sido construida en forma de cruz. 

Otro que era compañero de Amelong en esos años era Raúl “el caballo” Aznares, un intelectual católico que iba a ser alto funcionario de Acindar y uno de los que fundamentaba ideológicamente  la represión. No estoy seguro de que haya participado directamente en las torturas y ejecuciones pero sí de que las planeaba y justificaba. La Iglesia de Villa siempre fue muy pre-conciliar, muy conservadora.  En el 75’ el cura Párroco Samuel tocaba las campanas para celebrar los hechos terroristas y nunca se dignó a hacer un gesto solidario hacia las víctimas de la represión salvaje. Onganía y Martínez de Hoz también eran cursillistas, incluso no pocas veces habían venido a Villa a hacer “retiros espirituales” de formación fascista. El cursillismo brindó una buena parte de los dirigentes civiles y militares de la “Revolución” de 1966 que tumbó a Illia y colocó a Onganía en el poder. El caso es que esta gente estaba muy bien preparada y nos trenzamos en un debate que todavía hoy recuerdo sobre la Guerra Civil Española, tema querido si los hay para mí. 

Yo hablaba y se me aparecían las imágenes de Neruda recitando sus versos de amor eterno a la España Republicana, la Pasionaria llamando a la lucha desde su dignidad sin tacha, Líster y los combatientes de la Brigada Internacional defendiendo Madrid casi en pelotas como cantábamos en esos años. Fue un debate que si lo hubiéramos entendido nos hubiera dado pánico.  La burguesía de Villa y de todo el país nos estaba diciendo claramente que estaba dispuesta a emular a Franco, a Hitler, a Mussolini para defender lo que los trabajadores, aún inconscientemente, empezaban a amenazar con sus movilizaciones y luchas.  Era un verdadero huevo de serpiente que no supimos interpretar entonces.

Por esos años circulaban nuevos libros y materiales que los muchachos leían más fácil que los libros que yo había leído en mi juventud. También eran señales que no vimos claras. Todavía había una sola izquierda en Villa y esa izquierda era el Partido Comunista, pero yo mismo (sin siquiera imaginarlo) estaba ayudando a que surgieran nuevas fuerzas revolucionarias, que se acumularan nuevas energías. Algunos piensan que historiar los orígenes del Villazo es rastrear minuciosamente la acción de los grupos de izquierda que crecieron por esos años y que aún no existían. Me parece que en cada una de estas pequeñas luchas y acciones culturales se iba incubando el Villazo.

En 1964, por ejemplo, hubo una lucha ejemplar en la textil Cilsa S.A. donde la patronal despidió a una obrera por que intentaba organizar sindicalmente los trabajadores. La compañera se llamaba Miguelina Acierto y se desató una verdadera batalla popular en su defensa. Todas las noches y todas las mañanas, en cada momento en que Miguelina entraba a trabajar estaba acompañada de un grupo importante de compañeros de trabajo o vecinos que impedían cada vez que la policía le cerrara el paso. A veces, para burlar a la policía, un compañero (Farabolini es el nombre) se metía con la motoneta a la empresa, y la sacaba embistiendo al reten policial. 

La lucha duró varias semanas y se logró formar una Comisión Popular en su defensa que organizó una MARCHA desde Cilsa a la Plaza. Cuando salíamos por la ruta la policía embistió brutalmente y las trabajadoras de defendían con sus herramientas de trabajo, es decir, con sus agujas. La que tuvo la iniciativa fue la compañera de Farabolini, que era afiliada al P. Comunista. Era muy cómico ver gritar a los policías que le habían pinchado la cola con una aguja de tejer que nunca habían tenido mejor uso. El caso lo había tomado un conocido abogado de Villa, que “arregló” con la patronal para entregar a la compañera a cambio de una buena comisión. Como Villa es un pueblo chico, nosotros nos enteramos y en oportunidad de realizarse un ACTO PUBLICO en la Plaza Central en solidaridad con la trabajadora cesantes y ante 3.000 personas, Carlos Sosa lo denunció y lo acusó de deshonrar al foro de Villa. El acto había sido organizado por la COMISION POPULAR, de la cual yo formaba parte. En el mismo hablaron Carlos Sosa, la compañera Miguelina y yo. Este abogado interrumpió a Carlos y quiso romper el acto pero nosotros estábamos preparados y un grupo de compañeros nuestros impidió su propósito. Pero el abogado se salió con la suya. Un día lluvioso, la patronal cortó la luz, clausuró las puertas y la policía entró a la fábrica a detener a Miguelina. Es cierto que la largó al poco tiempo, pero ya nunca más volvió a la empresa.

Fue un cuestionamiento muy serio para esa patronal que siempre superexplotó a los trabajadores, obteniendo fabulosas ganancias y que ahora aduce problemas económicos y acaba de despedir a 20 trabajadores contratos y reducir la jornada laboral de lunes a jueves, demora el pago de los salarios y pretende pagar las indemnizaciones en “cuotas”.

Por esos años, (en el 63’ o 64’), se formó la primera lista de oposición a la burocracia sindical en la U.O.M. fue la Lista Verde y la encabezaba un compañero del P.C., el “turco” Salomón, que después del 83’ lo reincorporaron en Metcon y se jubiló de metalúrgico. Por esos años, la seccional la dirigía un vandorista llamado Nartayo que para evitar la presentación de la lista Verde simplemente cerró el sindicato y se fue a la isla hasta que se cumpliera el plazo. Como se ve, el recurso de irse a la Isla era muy común entre los villenses, era como el patio de atrás del pueblo, y toda la vida estuvo siempre muy ligada al río.  

Yo mismo contribuí a fundar el Club Náutico de Villa aunque mi pasión deportiva más fuerte es el fútbol  durante 20 años fui miembro del Tribunal de Disciplina de la Liga del Fútbol Regional Sur; en 1992 me eligieron miembro  del Comité Ejecutivo de la Liga  y desde hace años que soy miembro del Tribunal de Disciplina de los veteranos.

        

 

 

  

 

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