Informe de la situación carcelaria

Informe de fusilamientos en el UP 1 - Córdoba, Marzo de 1977

 
 

En esta breve síntesis intentaremos describir, como presos políticos de la cárcel Penitenciaria de Córdoba, cuál ha sido nuestra situación durante los primeros meses de la dictadura militar. El sábado 20 de marzo de 1976 fue nuestro último contacto con el exterior a través de la visita de nuestros familiares. En la semana siguiente, el 24 de marzo de 1976 para ser más precisos, las marchas militares a través de las radios y TV. que había en la celda informaban del golpe militar. Nos enteramos por estos medios del nuevo gobierno, inmediatamente se nos comunica que las visitas quedan suspendidas hasta nuevo aviso. Este escueto anuncio puesto en un simple papel y pegado en los pasillos de los pabellones iba a ser el prólogo de una situación que a partir de allí se va agravando más y más hasta la actualidad. Esos sucesos son los que queremos referir, mostrando al pueblo los detalles más objetivos y crudos de los mismos para restablecer de algún modo ese querido lazo brutalmente cortado. Ese lazo que nos une indisolublemente al pueblo con sus presos políticos. No dudamos que con esta crónica ese lazo se fortalecerá, crecerá haciéndose más fuerte, más sólido aún. Que desarrollará, en definitiva, el amor, el respeto de los presos a su pueblo y de éste a aquellos.



Crónica de los primeros días

El jueves 1 de abril de 1976 se ejecuta una requisa a cargo de la guardia interna y externa. Para hacerla nos llevan al patio, siendo ésta la última fecha que gozamos del sol algunos momentos, pues ya se habían suspendido los recreos de una hora por la mañana y una por la tarde que pasábamos en los patios de la cárcel hasta hacia una semana. El procedimiento aludido consistió en retirarnos: dinero, radio, TV, tocadiscos y elementos de trabajo, lana, cuero, máquinas de coser, herramientas, etc. A esta fecha no contábamos con libros, pues antes del golpe habían sido requisados. Esta situación y lo producido el 1 de abril de 1976 nos deja sin ningún material de lectura; ni siquiera el diario local ingresaba a los pabellones en ese momento; es desde ese día también que se nos prohibe usar la cantina del penal, siendo desde entonces la comida del penal nuestra única alimentación. Unos días después, el lunes 5 de abril, se realiza una nueva requisa, en la que se nos retiran los elementos que aún usábamos: papeles de carta, cartas y fotos de seres queridos, de valor afectivo; afiches, apuntes, mapas, etc. Estos elementos, junto con los calentadores, pava, etc., siguen el camino de la desaparición o la ruptura; hasta los recibos que nos habían dado son ahora retirados. A esa altura tampoco contábamos con cigarrillos ni tabaco para fumar. Como se ve, nos querían limitar a una vida puramente vegetativa, impidiéndonos realizar cualquier tipo de tarea, escribir una carta, leer una revista, hacer trabajos manuales, fumar. Esta escalada, lejos de parar, había de continuar hasta limites insospechables, limites que se describen en esta crónica de la inhumanidad.



Hacen aparición los militares

El domingo 11 de abril de 1976 comenzó la primera sesión de vejámenes; ese día irrumpieron en los pabellones gendarmes y militares armados, sacándonos de las celdas con gran violencia. A lo largo de cinco horas fuimos saliendo celda por celda, en tanto permanecíamos en ellas con llave. Se nos prohibe abrir ventanas que daban a los patios ni prender luz. Desde las celdas escuchábamos los gritos de los otros golpeados, entremezclados con corridas, objetos destrozados y órdenes de los militares. Uno a uno nos hacían desnudar en el patio de la prisión, nos ponían las piernas abiertas al máximo, los brazos estirados con todas las fuerzas del cuerpo, apoyados con los dedos. Entretanto, en los pabellones no entendíamos lo que pasaba afuera. En el patio eran obligados a arrastrarse por el suelo arenoso grupos de 15 a 20 compañeros vigilados por unos 30 soldados armados con fusiles-ametralladoras. Las botas de los oficiales subrayaban dolorosamente, con patadas en la espalda de los presos, cada orden que daban. En fecha cercana al 11 de abril de 1976 los pabellones 6, 8 y 14 sufrieron un tratamiento similar de golpes y vejaciones. Destrucción total de elementos, saqueos indiscriminados de bienes y objetos de valor, relojes, cartas, elementos de trabajo, remedios, frazadas. Una nube de langostas no hubiera causado más daño. A partir de ese día no contamos con los elementos indispensables para higienizarnos, nos mantenían encerrados en las celdas durante las veinticuatro horas del día, nos daban unos minutos para ir al baño, nos sacaron los calefones y los bidones de agua para beber. Dos o tres días después del 11 de abril de 1976 un teniente entra en los pabellones al mando de una sección de soldados dándonos órdenes a gritos. Nos intima a no pedir médico ni a quejarnos de nada de "lo que iba a suceder".





Domingo de Pascua (18 de abril de 1976)


Se efectuó una requisa destructiva y vejatoria llevándose las escasas ropas que nos quedaban, rompiéndolas. En esta semana de abril a las compañeras se les cortó el pelo por la mitad, quedando humilladas. Cuatro compañeras: la señora de Bauducco, Baronetto, Carrera y Salís, que tenían sus bebés consigo, fueron posteriormente obligadas a entregarlos a sus familiares. Algunos de ellos, que viven lejos, debieron retirarlos de la Casa Cuna; al no ingresar ningún alimento para bebés debieron resignarse a esa medida. Los padres y las madres de éstos debieron agregar a la pena de que sus hijos sufrieran esta violencia irracional. Una embarazada, la señora de Sacchi, dio a luz en el penal en esos días, siendo despojada de su hijito al otro día de nacer. Ante situaciones tan dolorosas las reacciones espontáneas se traslucieron, demostrándonos la solidaridad aún en momentos tan difíciles. Los médicos declararon a los pabellones zonas insalubres; un preso común alcanzó leche en polvo para los bebés, conmovido por esa situación. Este gesto no fue el único, sino que viendo la crueldad del trato los presos comunes demostraron su solidaridad de mil maneras. Un ejemplo nos muestra cómo, cuando a continuación de una requisa nocturna, con gritos y golpes, un preso común dijo: "Déjenme dormir, que mañana tengo que trabajar". En respuesta, un oficial golpeó con ganas uno por uno en las celdas mientras los insultaba. Algunos fueron castigados y sancionados arbitrariamente y se les aumentó la severidad en los pabellones con cierres de celda, prohibición de visitas, traslados y castigos.

 


La tortura llega también a la cárcel

En las últimas semanas de abril la situación se agravó. En esa oportunidad nos sacaron celda por celda en distintas horas del día y de la noche, un teniente y tres suboficiales con fusiles y bayonetas caladas, pistolas y gomas, descargando su odio sobre nuestras espaldas. Desnudos, de espaldas sobre los pasillos, prohibiéndosenos mirarnos, se nos preguntaba sobre la actividad que desarrollábamos afuera, sindicatos, partidos políticos, etc. Nos golpean con bastones de goma, con núcleos de acero. Como rúbrica, elegían uno al azar y, le daban sesiones más prolongadas de golpes. Ya no venían más los soldados como en las primeras semanas; algunos de ellos también mostraban su solidaridad con nosotros, y seguramente no ofrecían garantías a sus jefes de tortura. El hecho de las interrupciones nocturnas hacia que mantuviéramos un silencio expectante y nervioso. No se sabia a quién de nosotros golpearían esa noche y si era de una celda vecina, tanto o más doloroso que recibir los golpes, pues los gritos desgarradores sonaban en todos los pasillos y se transmitían al resto de la cárcel, expandiéndose en el silencio de la noche. El resultado de estas dos ultimas semanas de abril fue: 80 por l00 de golpeados, con hematomas en cualquier parte del cuerpo, heridas cortantes, espaldas moradas. Fuimos víctimas así la totalidad de los presos. Los más graves: el compañero Bird, con bayonetazo en un riñón; el compañero Balustra, con hemiplejia a causa de los golpes, trasladado en dos oportunidades en estado de coma al Hospital de Urgencias; el compañero

Barrera, con hematomas en los genitales; el compañero Rudnik, convaleciente con muletas debido a los golpes, reingresa al Hospital de la Unidad Penitenciaria. Junto a ellos, quizá el más golpeado es el compañero Carlos Sgandurra. Este compañero fue elegido por un cabo del Ejército al azar porque tal vez le molestó la presencia física del prisionero, sacándolo en calzoncillos en medio de una noche fría. Cayeron sobre sus espaldas, sus hombros, su cabeza, los golpes más terribles, las laceraciones más agudas. Cuando regresó a su celda su cuerpo era una llaga viva, su frente hinchada por los golpes. Pero sus torturadores no se conformaron con eso: tres veces al día en distintas horas volvieron a caer sobre él. Una de las veces sus verdugos se entretuvieron pasándole las hojas de sus cuchillos, de plano o de punta sobre sus llagas. Mientras tanto nosotros asistíamos impotentes al desarrollo de esa salvaje práctica.

 



Tras la tortura, el asesinato

El 19 de abril de 1976 son sacados de las cárceles, rumbo al Departamento de lnformaciones de Policía, cinco detenidos alojados en este penal: JORGE GARCÍA, RAÚL GUEVARA, DANIEL JUEZ, DIANA FlDELMAN y EDUARDO BARTOLI (éste no regresó jamás).

Tras haber sido torturados hasta quedar sin conciencia, fue asesinado a sangre fría, junto a otros detenidos que estaban en el Departamento citado, VÍCTOR CHIARAVINI y la señorita IRAZUSTA. Las noticias que daban de las muertes: "intento de fuga". Es una burla a nuestro pueblo, pues hay testimonios de cómo murieron. Preguntarse cómo procesados con causas iniciadas son llevados nuevamente a Informaciones; preguntarse también acerca de las garantías mínimas que la justicia debería dar a los detenidos. Los jueces y secretarios sólo atinan a decir: "Nosotros nada podemos hacer, todo está en manos de los militares". Pero en el mes de mayo es donde estos asesinatos cobran su mayor cuota. El 17 de mayo de 1976, a las veintiuna horas, fueron sacados de esta cárcel, sin explicaciones, MIGUEL ANGEL MOSSE, OTTO YOUNG, ALBERTO SVAGUZZA, ALBERTO HERNANDEZ, RICARDO VERON y DIANA FIDELMAN. Minutos después eran asesinados. El estupor, el dolor y la angustia, la impotencia ante tanta barbarie parecía haber llegado hasta un limite critico. Sin embargo, algunos días después, el 25 de mayo de 1976 se llevaron a la muerte a José A. PUCHETA y CARLOS SGANDURRA. Los militares los sacaron de sus celdas y les dijeron: "Respiren hondo, que ya no van a volver más". Efectivamente, troncharon sus vidas pocas horas después. Los nueve presos políticos que en los meses de abril y mayo son asesinados por la dictadura militar fueron un claro ejemplo de la ferocidad de la misma y demuestran hasta qué límites pueden llegar. También son un ejemplo de vidas entregadas al pueblo en pos de un objetivo histórico. En el plano personal, vidas de un profundo amor a sus semejantes. Esas nueve vidas son ahora banderas de los oprimidos y sus nombres serán pronunciados con fervor y admiración por todos aquellos que luchan por la libertad, la democracia y un trato más humanitario hacia los presos. Serán también estandarte de lucha contra los opresores y explotadores.





Más amenazas - más traslados - más asesinatos

Si mayo fue un mes triste y amargo para los presos políticos de Córdoba, no lo fue menos el mes de junio. El 8 de junio de 1976 el compañero OSCAR ROSETTI es sacado con rumbo desconocido. Regresa al hospital torturado y con amenazas de que volvería a serlo en un Campo Militar (La Perla). El día 11 de junio de 1976 son sacados vendados y esposados a una dependencia militar el licenciado Federico Bazán, el doctor Hugo Vaca Narvaja y el compañero Christian Funes. Allí son mantenidos dos o tres días sin sacarles las vendas ni las esposas. En posición de sentados o acostados el día y la noche. Al llevarlos a ese lugar se les hace simulacro de fusilamiento, además de darles golpes, culatazos e insultos. Les explican que por cada civil que ajusticien las organizaciones armadas morirán cinco presos políticos, y por cada militar, 12 presos políticos, y que ellos encabezan la lista. Al tercer día y con la impresión cruda de las horas vividas, son traídos nuevamente al penal. Ahora sí empezamos a entender los asesinatos de mayo. Ahora pesa sobre los presos políticos de Córdoba esa amenaza. El 16 de junio de 1976 se producen más traslados con rumbo desconocido. La incertidumbre acerca de su paradero y destino final llena de interrogantes e impotencia a los presos políticos, 470 seres humanos que viven en la más completa inseguridad jurídica sometidos a la Dictadura Militar. Ese día, a las veintitrés horas y treinta minutos, sacan del penal a MlGUEL BARRERA, Claudio ZORRILA, MlRTA ABDÓN DE MAGGI y ESTHER BARBERlS. Horas más tarde se encuentran sus cadáveres en el Parque Sarmiento de Córdoba. Esta vez el argumento oficial fue "ajuste de cuentas entre la guerrilla".

Antes de ser sacados habían obtenido los cuatro el sobreseimiento definitivo y la libertad, por lo que el Poder Judicial se compromete abiertamente con los militares en el asesinato de presos políticos. días antes del 19 de junio de 1976 había venido un capellán del tercer Cuerpo de Ejército ofreciendo asistencia espiritual a los detenidos. Hablamos con él pidiendo que intercediera por nuestra seguridad e integridad física. Prometió que esto no sucedería más, pues venia en nombre de monseñor Tortolo, del cardenal Primatesta y del general Menéndez. No obstante, al día siguiente continúan los traslados, los golpes, los asesinatos. El 1 de julio de 1976 se efectúan nuevamente estos traslados de la muerte. Ese día se trata de los compañeros MARTA ROSETTI de ARQUEOLA y CHRlSTlAN FUNES.


 

Indice del Informe