La patria fusilada

por Francisco Urondo
 

 

R.R.H.: En el momento previo a la operación cada cual estaba caracterizado, o se preparaba según las funciones que tenía que cumplir. Me acuerdo que el gallego, Mariano Pujadas, tenía unos bigotazos enormes, y en un momento lo veo aparecer en la celda sin los bigotes, era una figura totalmente desconocida.

M.A.B.: No lo reconocíamos.

R.R.H.: Vos que lo veías a través del agujero no lo reconocías.

M.A.B.: Vos sabés que vino y le dijimos: “¿vos quién sos?” Y “soy Mariano”. “¡No!”

R.R.H.: Después a hacer corbatas. Las corbatas que utilizamos las hizo el costurero oficial del equipo; dentro de las tareas que se hicieron, esa fue una. Hermosas corbatas hechas por nosotros mismos. Los sacos. Vos me prestaste una camisa a mí.

M.A.B.: Nosotros tejiendo pulóveres.

R.R.H.: Las compañeras tejieron pulóveres negros de cuellos alto que eran parte del uniforme que utilizaba el personal del penal.

A.M.C.: Y boinas también.

R.R.H.: Sí, boinas también. Se hicieron los escudos blancos que llevan las gorras de penales, se hicieron repujados. Se arreglaron trajes. Trajes de oficiales del ejército se los arregló a medida del compañero que lo tenía que usar. Cintos y cartucheras.

A.M.C.: Se arreglaban muchos detalles. No vale la pena nombrados a todos. La operación tenía previstos dos anuncios. Dos señales que continuaban que estaba todo listo dentro y fuera del penal. Una era a las 16 horas, la primera, a las 18, la segunda.

R.R.H.: Sí esa hora, en alguna medida, estaba determinada por el momento de partida del avión desde Comodoro. ¿De Comodoro o Buenos Aires?

A.M.C.: De Comodoro.

M.A.B.: No, desde Buenos Aires, porque de Buenos Aires, de Comodoro son 20 minutos.

R.R.H.: Sí desde Comodoro fue el otro que vino después, de Aerolíneas. Así que ese era el indicador para dar la primera señal. Que fue a las 16:20 horas.

F.U.: ¿Y el otro a las 18?

M.A.B.: Que llegó a las 18:22. Me acuerdo que el horario era a las 18:20. No, llegó 18:24. En el último segundo ya se estaba por levantar la operación porque el lapso de tiempo que duraba la operación tenía que ser calculado en relación a la hora de salida del avión como hacer la operación adentro del penal demoraba su tiempo y el traslado del penal hasta el aeropuerto y la toma del aeropuerto era otro tiempo, no podía pasar de un determinado margen, sino, nos quedábamos sin el avión. Empezó a último momento, casi se levanta.

A.M.C.: Sí, fueron los momentos de más tensión.

R.R.H.: Yo creo que la tensión no era accidental., por lo que dijimos antes, pero también nosotros éramos conscientes del riesgo que se corría en esa operación. Nosotros valorábamos que de encontramos en un lugar desguarnecido en que tuviéramos que enfrentar a las fuerzas de represión, sin tener una cubierta, aún cuando estuviéramos armados, con las armas que sacamos del penal, pero sin tener alguna forma de protección o de comunicación, o forma de hacer trascender esta situación, sí nos encontrábamos a campo traviesa con las fuerzas militares, por el hecho de que había superioridad numérica en términos absolutos, considerábamos que era segura una ejecución, una masacre, allí en el campo. Desde ese punto de vista cada compañero que estaba comprendido en la lista para salir, y que ese compañero estuviera consciente de que, aun cuando no participaba en la acción en si misma, en la operación propiamente dicha de toma del penal., el riesgo que tenía era de muerte, de ser ejecutado a mansalva.

F.U.: ¿Cuántos efectivos tenía el asentamiento represivo?

R.R.H.: Sumando las tropas de Trelew y las que estaban asentadas en Rawson, eran alrededor de mil. Infantería de Marina y 200 hombres de gendarmería.

F.U.: ¿El Ejército tenía efectivos ahí?

R.R.H.: No.

A.M.C.: Había un pelotón de vigilancia en Rawson.

R.R.H.: Era Gendarmeria.

A.M.C.: No, era Ejército. Era un pelotón de 60 hombres que tenía asiento en Gendarmería.

M.A.B.: Estaban a dos cuadras del penal.

F.U.: ¿Ese era el asentamiento más cercano?

A.M.C.: Sí.

F.U.: ¿La base, también estaba cerca de Trelew?

R.R.H.: De Trelew estaría a 6 kilómetros, o tal vez menos, a 4.

A.M.C.: ¿La base de Trelew con respecto a Rawson preguntás vos?

F.U.: No. La Base Naval desde el aeropuerto.

R.R.H.: No, desde el aeropuerto serían dos o tres kilómetros. Lo que pasa es que el aeropuerto de Trelew estaba a dos o tres kilómetros aproximadamente.

F.U.: Entonces habría más o menos cuatro kilómetros. Bueno, seguí Estabas hablando de la tensión que había.

R.R.H.: Como te decía, teniendo en cuenta ese riesgo y la cantidad de compañeros que entraban en la operación y todo lo que se estaba jugando, hizo que esos momentos previos a la iniciación de la operación fueran muy largos. Comenzaron desde las 18:05 hasta las 18:10, el tiempo en que tenía que llegar la señal de iniciación. Llegaron las 18:10 y no pasaba nada, hasta las 18:15 y tampoco pasaba nada, hasta las y dieciocho y hasta las y veinte y hasta las y veintidós.

M.A.B.: A las y veinte ya se levantaba, entonces se dijo: “bueno, cinco minutos más”, y en esos cinco minutos llegó la señal.

R.R.H.: Realmente se largo sobre la hora. Ya estábamos al límite de la flexibilidad del tiempo de la iniciación. Por supuesto, toda esa tensión fue in crescendo.

M.A.B.: Yo creo que en si la ejecución de la operación fue impecable.

F.U.: ¿Cuánto tiempo duró la operación adentro?

M.A.B.: Creo que en total no pasaron de diez a quince minutos, porque cuando se van son más o menos las y treinta y cinco.

R.R.H.: Primero hubo cinco minutos que perdimos en la iniciación porque se había extraviado una llave. Se perdieron ahí minutos muy importantes. Desde las seis y media hasta las siete que se fueron los compañeros de la vanguardia media hora, o veinticinco minutos. A las siete menos cinco se habrán ido.

A.M.C.: Si, ya estaba realizado totalmente el copamiento.

R.R.H.: Yo digo hasta el momento final, incluyendo al grupo que tomaba la parte de talleres, incluyendo la toma de eso.

A.M.C.: Pienso que el copamiento debe haber durado entre diez y quince minutos. Después hubo minutos de espera. Por el problema que no entraban los camiones. Pero el penal ya estaba copado.

M.A.B.: ¿Se podrá decir qué es lo que se copó? Yo no se si salió en los diarios qué es lo que se copó.

F.U.: Creo que no.

M.A.B.: No se. Es para dar una idea de la envergadura de la operación.

F.U.: Eso lo saben los servicios, así que aunque no se haya dicho se puede decir, no hay ningún problema, ¿qué cosas se coparon?

R.R.H.: La distribución del penal, como la de todos los penales, desde la entrada, el acceso a los pabellones, es a través de un largo pasillo. Nosotros, el grupo que iniciaba la operación, partió del último de los pabellones. A partir de ahí fue una sucesión de toma de puestos. Se tomaron concretamente cuatro puestos, cuatro centros que controlan respectivamente dos pabellones cada uno. A medida que se iba tomando esos puestos se iba reemplazando a los controles de personal del penal por compañeros nuestros que se quedaban ahí y controlaban el tráfico y los movimientos, ordenaban toda circulación de los compañeros. De ahí en adelante se fue copando la sala de biblioteca y un aula, que quedaban a la izquierda del pasillo.

M.A.B.: Fue un copamiento por zonas, a medida que se avanzaba se iban controlando las zonas. Es decir, se tomaba un centro y todo lo que dependía directamente de él. Como ser, cocina, enfermería, biblioteca, y una puerta que daba hacía los pasillos al fondo, para llegar después al centro neurálgico, que era todo el pasillo de dirección donde estaban todas las oficinas y sobre todo la sala de armas.

R.R.H.: La parte fundamental de toda la cuestión era la toma del pasillo de la parte de adelante, donde estaba toda la administración, donde estaban los oficiales, donde podía estar el director. En ese momento no estuvo. Posteriormente, el paso siguiente fue la toma de la sala de armas, que era el punto neurálgico.

M.A.B.: Porque hasta ese momento era todo personal desarmado. La cosa se ponía más pesada cuando se tomaba la parte donde había armas. Ahí se hacía una toma simultánea de la sala de armas, la conserjería y creo que los dos puestos.

R.R.H.: No. Primero se tomaba la sala de armas. Previamente coparon la parte de pasillo los compañeros de vanguardia; después quedaban grupos que asentaban ese copamiento, reduciendo oficinas secundarias. La vanguardia pasó a copar la sala de armas, en la cual había alrededor de 20 guardias que estaban armados. El copamiento se hizo con la participación de un compañero que estaba vestido con un uniforme de capitán del ejército. Previamente, al subir a la sala de armas, que estaba en un primer piso, se copó una pequeña salita de guardia que hay junto al hall de entrada del penal, en el que había dos guardias también armados. De esa salita de guardia, por una escalera, hasta la sala de armas. Ahí se irrumpió.

M.A.B.: El factor sorpresa.

R.R.H.: Se quedaron todos inmovilizados por la cantidad de compañeros que subieron, por el armamento de que disponían y por la sorpresa. Simultáneamente que se subía a la sala de armas, estaba el grupo que iba a la conserjería.

M.A.B.: Claro, era lo que yo decía, que se hacia simultáneamente, la sala de armas, y la conserjería. Sería bueno aclarar todo el asunto de conserjería porque es el único lugar donde se arma el enfrentamiento armado.

A.M.C.: Sí tiene todas las características de un enfrentamiento armado. Por lo menos en esta etapa. Cuando se le da la voz de alto a cualquiera de los integrantes de las fuerzas represivas, y es acatada, no pasa nada. Es decir, cuando hay resistencia por parte de ellos no queda otra posibilidad que hacer fuego, considerando que es personal armado. Podría nombrar otros detalles, como el trayecto que tenían que recorrer esos compañeros, que había mucha más luz que la que se esperaba, pero pienso que estos detalles no son determinantes. Pero si fue un enfrentamiento armado. Los guardias que estando armados recibieron la orden de rendición, la exigencia de su rendición, se resistieron haciendo fuego. Que es el caso de los numerosos enfrentamientos que se dan. Era importante, eso si, el copamiento de la conserjería. Era determinante de las posibilidades de salida, porque era una casilla un poco alejada del grupo de edificios. Eso aumenta la responsabilidad de los compañeros que fueron a coparla: asegurar ese copamiento. Después si se daba, no simultáneamente; fue la única parte de simultaneidad que hubo. Después había los grupos de taller y copamiento de los puestos de vigilancia, se ocuparon únicamente dos puestos, los que daban hacia el frente. El resto de los puestos no quedaban con el personal del penal. De ahí se les sacaba porque era de donde tenían visión directa sobre la entrada a los camiones, que era lo que más podía llamarles la atención. Aparte, ellos tenían órdenes más o menos precisas de no moverse de esos puestos y si comunicarse por teléfono ante cualquier novedad.

M.A.B.: Salió todo como se esperaba, salvo la parte de los vehículos, de la retirada, donde nos faltaron los vehículos, eso determinó la cantidad de compañeros que se fueron en un primer momento.

R.R.H.: Para completar el copamiento, lo que nos faltaba decir era que, inmediatamente que se toma la sala de armas, se realiza el copamiento de los puestos uno y once de la pasarela, y de los que se llamó talleres, que eran salones de dos cuadras donde estaba asentado el personal de retén y que era una cantidad de doce a quince guardias armados que estaban en condiciones de entrar en acción en caso de que no se los dominara.

F.U.: ¿Cuánto personal fue reducido en total?

R.R.H.: Haciendo una estimación muy gruesa serán 60, 70 personas.

A.M.C.: Puede ser, porque las previsiones en muchos casos fueron superadas, donde se pensaba encontrar 5 personas había diez o quince.

F.U.: ¿Y en el momento que salían se encuentran que no tienen los vehículos suficientes para irse? ¿parten los compañeros de vanguardia?

A.M.C.: Claro, inmediatamente copado el penal se hace una señal y debían ingresar varios vehículos, cuatro. Una camioneta, dos camiones y un auto. El único vehículo que ingresa es el auto, que informa que los vehículos están, que vienen hacia el penal. Se llaman taxiflets de todas maneras, taxis de la zona, y se los espera un tiempo determinado por la afirmación que hacían los compañeros de que los vehículos estaban y que venían para el penal. Cuando se ve que se empieza a hacer demasiado tarde, se decide que parta el grupo de vanguardia hacia el aeropuerto para asegurar el copamiento del mismo.

M.A.B.: Sí. El grupo de vanguardia sale para allí y también para ver sí ve los camiones.

A.M.C.: Para buscar los camiones.

M.A.B.: Eso queda en la mente de los compañeros, ver también qué pasa con los camiones que no llegan.

A.M.C.: Si lo hacen, salen a buscar los camiones, no los encuentran. Y en cambio se encuentran un par de veces con un patrullero que les da orden de alto, a lo cual el teniente responde con la venia y sigue.

M.A.B.: Era un auto en que iban siete compañeros.

A.M.C.: Iban bastante amontonaditos, por supuesto. Deciden ir hacia el aeropuerto. El resto de la gente que queda sigue esperando a los camiones, estos no aparecen. En el ínterin llegan los taxis de la zona, se les hace ingresar, se reduce a los conductores. Siempre esperando a los camiones, pero como no llegan se decide iniciar la retirada, aparte porque ya había habido problemas en conserjería. Se combino una contraseña: gritar desde conserjería podría significar alerta.

M.A.B.: Estábamos a dos cuadras del ejército y además estábamos rodeados por todo un barrio de oficiales del penal, que podían darse cuenta. Supuestamente, podían estar con una mentalidad más avispara para darse cuenta de que algo raro sucedía. No se podía esperar mucho tiempo. Es decir, no era el mejor terreno.

A.M.C.: Además, a las 19:30 se realizaba el cambio de guardia, o sea, que empezaban a llegar los celadores en reemplazo de los que estaban adentro. Esto también comprometía el tiempo de espera. Entonces se decide empezar la retirada en los tres vehículos. Para ello se respetó la lista de que hablábamos antes, la lista de prioridades. Y sube un total de 19 compañeros. Ya, por supuesto, a esa altura, con los diecinueve compañeros que se iban, se daba por fracasado el intento de una fuga masiva, que era el plan máximo de la operación.

M.A.B.: Eso siempre se había hablado. En toda operación pueden producirse imprevistos yeso se había discutido mucho y daba esa posibilidad, el criterio era que fueran siempre el mayor número de compañeros posible pero siempre, aunque se fueran sólo algunos, eso era también importante.

A.M.C.: Otro criterio que se manejaba era que salían del penal aquellos compañeros que se podían asegurar la retirada, que no saliera nadie que no tuviera un plan de retirada concreto.

M.A.B.: Y que se encontrara, por ejemplo, a campo traviesa.

A.M.C.: Por las fuerzas represivas. Incluso después el problema de la entrega era criterio discutido. En el caso de que alguno tuviera que entregarse, que lo hiciera con las garantías como las que se solicitaron después de Trelew. En presencia del juez público, televisión, reporteros, periodistas.

R.R.H.: Había todo un plan que contemplaba las distintas posibilidades que se podían dar.

A.M.C.: Por la alerta que viene de conserjería, aparentemente también se había alertado al enemigo. Además, los camiones no habían llegado y se da la orden de marchar hacia el aeropuerto. Salen en caravana los tres autos, un Valiant y dos Falcon, creo, que los manejaban los propios dueños porque ninguno de nosotros conocía la ruta como para hacerse cargo del volante. Un poco pesaba en el ánimo de todos la idea que seguramente había habido algún tipo de enfrentamiento por la ausencia de los camiones. Un auto iba mucho más rápido que los otros dos, y tuvo que parar en la ruta a esperar a los que venían atrás e incluso disminuir la velocidad. Siempre considerando la posibilidad de que tuviéramos un enfrentamiento y que era necesario tener las fuerzas agrupadas. Ese fue otro de los elementos que nos fue retrasando la llegada al aeropuerto. El horario de salida, creo que fue alrededor de las 19:20, y la llegada fue 19:45. Nosotros no nos ponemos de acuerdo en eso.

M.A.B.: Unos dicen y cuarenta.

A.M.C.: Lo cierto es que llegamos y, me acuerdo, escuchamos el despegue del avión.

M.A.B.: No solo eso, sino que se lo vio, y yo por lo menos lo vi también.

A.M.C.: No, yo no lo vi porque estaba fijándome qué había. Todavía no sabíamos bien con qué nos íbamos a encontrar. Eso suscitó cargadas después en la base. Cuando estábamos en la base, antes de la masacre, decíamos: “¿aviones? ¡aviones hay muchos!”, un poco copiando una propaganda de un tipo que pierde un avión, pero por otros motivos.

R.R.H.: Yo estaba diciendo algo hoy respecto de los planes. Nosotros teníamos previstas distintas posibilidades en el caso de que no pudiéramos irnos; había un plan de resistencia dentro del penal, que implicaba una distribución de la gente y de las armas en posiciones adecuadas para efectuar una resistencia. Nuestra intención era entregamos en las mejores condiciones que garantizaran nuestras vidas; de no tener esa garantía nosotros nos resistiríamos. Para eso, teníamos preparado adentro del penal un plan de resistencia.
Un plan de difusión que consistía en llamar a los diarios, a las radios, a un juez, para que vengan al penal. Líneas generales de negociación con las fuerzas represivas, incluso cuando nosotros nos vamos en taxi, queda un grupo de compañeros a cargo del penal, que seguía tomado, por supuesto, yesos compañeros son los encargados de llevarlo adelante todo. Se monta todo, pero sin llegar a la resistencia, porque se da la negociación, y a través de ella se logra garantizar la vida de quienes estaban allí adentro, rindiéndose.
Y, concretamente, los compañeros que estaban adentro del penal fueron los que avisaron a la policía de que el penal estaba tomado. Por ejemplo, como dato anecdótico de la forma en que nosotros controlábamos la situación: la jefatura llamaba al penal periódicamente, preguntando a una determinada hora como estaba la situación; era un llamado de rutina. En el momento se le respondió que la situación estaba bien y si estaba saliendo. Después se los llamó por teléfono y se les informó. Contestaron: “¿cómo, si recién llamamos y nos dijeron que todo estaba bien?” “si, recién Sí pero ahora está tomada”. Y lo mismo para el aeropuerto: si nosotros en el trayecto teníamos algún problema, algún enfrentamiento, teníamos que tratar de llegar a algún lugar donde nos pudiéramos atrincherar. Cuando llegamos al aeropuerto vimos que el avión partía, ya había despegado, la gente se había retirado, había confusión entre la gente. No sabían a ciencia cierta qué era lo que estaba pasando. El personal del aeropuerto estaba utilizando radios, mucha gente salió. Cuando nosotros llegamos al aeropuerto había autos que se retiraban y que ya estaban en conocimiento del copamiento del avión que había hecho la vanguardia. Porque los compañeros hicieron detener el avión diciendo que habían colocado un artefacto explosivo, lograron detenerlo y subieron. Era una situación anormal, porque después resultó que no había artefacto y los compañeros después se subieron al avión y se fueron. Era una situación anormal que aun cuando no hubiera sido aclarada por la radio, era una situación que de hecho no encajaba en ningún esquema. Así es que nosotros partimos y al llegar ahí, al aeropuerto, en esas condiciones, habiéndose retirado gente, ya estaba alertado. Se podía producir la alerta de las fuerzas represivas. Un poco esa fue la razón de que no se haya hecho regresar al avión, porque los compañeros estaban dispuestos a regresar, como ellos mismos nos dijeron.

M.A.B.: Yo comparto la evaluación que se hizo en aquel momento. Lo que se dijo fue no avisar a los compañeros que iban en el avión, justamente porque se pensaba que si regresaban no se iba a poder garantizar que volvieran a despegar. Y en ese sentido era mucho mejor que ellos se fueran a que fallara eso. Eso fue lo que nos determinó enseguida a pedir la presencia del juez. Al poco rato nos empezaron a rodear, pero también aquí surgió .la posibilidad del otro avión, que no estaba de ninguna manera en nuestros planes.

R.R.H.: Cuando llegamos al aeropuerto descartamos la posibilidad de hacemos pesar e irnos en ese avión. También descartamos toda otra vía de escape porque no la había, no entraba dentro de las condiciones de seguridad que mínimamente se requerían. El hecho de que, por ejemplo, nos largáramos en un vehículo (cualquiera de los que había en abundancia en el aeropuerto), al tratar de lograr un escape por tierra, lo consideramos una cosa suicida; teníamos muchos kilómetros antes de llegar a una zona segura. Consideramos que ellos nos iban a alcanzar antes de que nosotros pudiéramos realmente tener un mínimo de seguridad. Y en el momento en que nos agarraran era una masacre, entonces descartábamos esa posibilidad y nos quedamos ahí, aplicamos el criterio que ya habíamos analizado, y que también se utilizó en el penal: atrincheramos, negociar, hacer trascender la noticia. y negociar las mejores condiciones con el objeto de garantizar nuestras vidas.

A.M.C.: Irse en otros vehículos no garantizaba nada. En el momento que se copa el aeropuerto, se ve que en la pista aterriza un avión. O sea, que la idea de encontrar un medio más o menos seguro existía, porque hubo compañeros que se acercaron a ver el tipo de avión que era. Si había en los angares, si había pilotos. Por supuesto, todos estos elementos ya eran cosas espontáneas que surgían pero no se pudo organizar. Incluso había una avioneta que recién terminaba de aterrizar, pero que no era apta para vuelos nocturnos. Entonces ese grupo se retiró al edificio central, que fue lo único que se copó en realidad, ya que el aeropuerto tiene otras instalaciones; se copó únicamente el edificio central donde está la torre de control y otras dependencias. En realidad fue en el comedor donde se concentró a toda la gente.

F.U.: ¿Cuántos tipos había?

R.R.H.: Calculo que eran 100 más o menos.

A.M.C.: Después, en la torre de control se intentó tomar comunicación con los compañeros, no con la idea de hacerlos regresar, como decía el turco, porque creíamos que no se podía asegurar, no sabíamos la velocidad de respuesta del enemigo. Pero se les envió un saludo revolucionario.

F.U.: ¿Llegaron a comunicarse con ellos?

A.M.C.: No, se intentó, pero la torre de control aseguraba que ya no daba el alcance de los aparatos. Pero de todas maneras se les transmitió un “chau”. Y posteriormente como decía Maria Antonia, apareció ese avión que no figuraba, totalmente inesperado, al que se intenta hacer aterrizar.

M.A.B.: Sí pero a esa altura ya estaba la marina rodeándonos, al mando del capitán Sosa.

A.M.C.: Sí de todas maneras se intenta hacerlo aterrizar. Lo que pasa es que se establece un verdadero duelo entre la radio de la base y la del aeropuerto, dándole instrucciones al piloto.

F.U.: ¿Quién transmitía por la radio, alguien tenía que conocer técnicamente?

A.M.C.: Había un compañero con conocimientos suficientes para evitar que se cometiera algún error.

R.R.H.: Nosotros, los 19, estábamos armados con pistolas y fusiles FAL, municiones y cargadores en cantidad. Estábamos pertrechados con todo el armamento que habíamos recuperado del penal. En esas condiciones estábamos atrincherados en el aeropuerto. Incluso la gente que se quedó ahí se quedó por su propio deseo, no se ejerció ninguna presión para que se quedara. Posteriormente si se exigió que se quedara un grupo, pero se fue evacuando a niños, a mujeres, a la gente de edad.

F.U.: ¿Cómo reaccionaba la gente? ¿Estaban muy asustados?

M.A.B.: Bueno, estaban desde los sorprendidos, los asustados, hasta los curiosos.

R.R.H.: Cuando estábamos adentro había unas chicas, y ya estaban que se iban y les digo: “pero ¿por qué se van?, no les va a pasar nada”, y me dicen: “no, lo que pasa es que estoy con los ruleros”. Una relación muy buena con los compañeros que fueron a cubrir la confitería se dio con la gente que estaba ahí.

M.A.B.: Hubo una señorita que le dio un ataque de nervios y se le permitió que se fuera.

F.U.: ¿Cuánto tiempo estuvieron en el aeropuerto?

A.M.C.: Como cuatro horas.

M.A.B.: Si, como a las doce de la noche salimos.

F.U.: ¿Y el avión que llega de sorpresa, fina/mente no aterriza?

R.R.H.: El avión había llegado atrasado, por eso apareció en ese momento. En realidad, no correspondía.

M.A.B.: En ese momento se están haciendo simultáneamente varias cosas: por un lado se está intentando que ese avión aterrice, por otro lado ya están el juez y las fuerzas de seguridad que nos rodean. Hay un doble juego donde nosotros intentamos ganar tiempo esperando a que aterrice el avión (lo del avión como última posibilidad), y por otro lado ir haciendo las negociaciones de la entrega. Ya estaba el juez, un oficial de la policía de Trelew, y estábamos por tropas de la marina, las veíamos, estaban a una distancia bien cortita. Lo que le pedimos al juez era que nos aseguren nuestra integridad física, se llama a un médico para que nos revise y que nos devuelva al penal de Rawson. Por otro lado, lo que también se pide es que dejen entrar a los periodistas de la televisión, de la radio, que ya también para esa altura estaban allí. Vinieron muchos periodistas, la televisión la radio, que colaboraron y tomaron nota de todo. A esa altura habíamos elegido un representante por cada organización; éramos un poco los que llevábamos las tratativas: Mariano Pujadas, y Pedro Bonet, y yo, que estuvimos discutiendo tanto con el juez como con el capitán Sosa.

F.U.: ¿Cómo eran esos diálogos?

M.A.B.: Con el juez eran buenos, ya lo conocíamos del penal, habíamos hecho una vez un recurso de amparo por una ley que era un preanuncio de la que después fue la de máxima peligrosidad. Por eso había estado en el penal. Con el que era muy difícil discutir era con Sosa, no sabía como tomarlo. Por un lado nos quería tratar como a soldados, dándonos órdenes, y como nosotros todos estábamos muy tranquilos y poníamos las cosas en su lugar y lo tratábamos de igual a igual, estaba descolocado. No sabía, se le escapaba así un poco de las manos la charla, porque nosotros íbamos con proposiciones firmes y el no tenía muchos argumentos para decirnos que no, porque su objetivo y la orden que había recibido era llevamos a la base. Y nosotros no queríamos irnos a la base Comandante Zar, porque ya sabíamos que íbamos a estar muchos mas seguros con la gente del penal que con la marina., cosa que no era nada errada. Sosa sabía, incluso, que tenía que pasar por encima de la autoridad del juez, una actitud bien milica. En un principio me acuerdo que nos gritaba y Mariano le dice: “Calma, calma, que acá no hay ninguna necesidad de gritar, hablemos normalmente”, porque el 'no hablaba, sino que gritaba. Mariano se lo tomo con mucha tranquilidad. Y yo, que era mujer, me miraba medio así, porque para colmo una mujer que lucha" para los esquemas de los milicos, es todavía más. Por ejemplo, no se dirigían a mí, siempre la hablaban a Mariano, y a mí me miraban medio con sorna, por supuesto que yo no le daba bolilla. Bueno, muchos argumentos para llevamos a base no tenía y así que tiene que aceptar eso de no llevamos. Además, el juez le pregunta qué inconvenientes hay en que volviéramos al penal, y más o menos queda en que nos llevan a Rawson.

F.U.: ¿Él acepta entonces las condiciones?

M.A.B.: Sí, en principio acepta. Porque está el juez y no le queda otra alternativa. Es la autoridad de él o la autoridad del juez. Lo que pasa es que pocos momentos después se dicta la ley del Estado de Emergencia" con lo cual queda todo bajo el mando unificado del ejército, del V Cuerpo de ejército. Es entonces cuando se produce nuestra entrega.

F.U.: ¿Justo en ese momento?

M.A.B.: Además, se ofreció también para ser rehén, decía que dejáramos salir a toda la gente y que se ofrecía él como rehén. Él Y otros se ofrecieron también para ser rehenes.

F.U.: ¿Y vos, Alberto, qué estabas haciendo?

A.M.C.: Yo estaba en la torre de control en ese momento. Después bajé: mientras yo estaba en la torre ya habían sido ocupados todos los puestos, muchos de los compañeros habían almorzado muy livianamente, entonces buscábamos cosas para comer, tropecé con un Perlinger y conseguí rebaja en las compras, porque me habían sorprendido los precios de las cosas. Después ocupé un puesto de guardia: también estaba Perlinger por ahí, buscaba fichar nuestra filiación política, nuestra manera de pensar. Esto también se repetía con los periodistas que circulaban por ahí.

M.A.B.: En la conferencia de prensa que hicimos también hubo gente del público que hizo preguntas, demostraban un interés grande por conocemos.

R.R.H.: ¿Vos te acordás algún detalle de la conferencia? Porque yo no estuve.

M.A.B.: El tema de la conferencia fue un poco la difusión del comunicado. Fue muy linda. Empezó hablando el Indio Bonet, y dijo que esta operación continuaba y retomaba la lucha que se ha dado en la Patagonia, hizo referencia a todos los fusilamientos que se habían hecho allí. Realmente tenía una memoria fabulosa" porque se largó como diez o quince nombres de los fusilados de la Patagonia, en el año veintipico. Les rindió un homenaje, hizo una caracterización del GAN y de todo ese momento político. Eso es más o menos de lo que yo me acuerdo de lo que dijo el Indio. Después habló Mariano Pujadas y dijo que esa operación había sido encarada por las tres organizaciones, entre las cuales había diferencias, y habló un poco de lo que significaban esas diferencias y qué significaba la unidad de las organizaciones armadas, y hablar de las diferencias hizo la explicitación de cuál era nuestra posición política. Es decir, habló de las condiciones que nosotros le poníamos al GAN: “Perón, presidente”. Señaló que ésa era justamente la diferencia que teníamos con el ERP. Ya habían dicho casi todo, así que a mí me tocó contestar las preguntas que hacía la gente, que era sobre todo: “Qué es la violencia”. Me preguntaban desde distintos ángulos.

F.U.: ¿Entonces, después de todo esto, se llegó a las condiciones de rendición entregaron las armas?

M.A.B.: Cuando subimos a los ómnibus, uno por ahí dijo un “viva Perón” haciendo la V.

R.R.H.: Al subir al ómnibus había un clima de fiesta, porque aun cuando había fracasado la operación en parte…

M.A.B.: Lo que nos subió el ánimo, fue cuando escuchamos por la radio que los compañeros habían llegado a Puerto Mont. Ahí ya estábamos felices, porque esa era realmente la palabra. Pensábamos que con eso el objetivo de la operación estaba ya cumplido: por lo menos algunos compañeros habían logrado irse. Y, justamente, por la calidad de esos compañeros. Además, sabíamos que podía darse la contingencia de que fueran pocos los que se pudieran ir, que otra vez sería. Que ya iba a haber una próxima vez: teníamos una gran fe en eso. Y cuando supimos que los compañeros ya habían llegado, pensamos que la operación había sido un éxito.

R.R.H.: Sin embargo, las perspectivas nuestras ahí no estaban del todo claras, porque cuando subimos al ómnibus se nos informó que nos llevaban al penal. Pero subimos al ómnibus y estuvimos ahí como cuarenta y cinco minutos viendo cómo se hacían las conversaciones...

M.A.B.: Ya antes se había informado que estábamos bajo el operativo del ejército. El ómnibus ese, un ómnibus de la marina, subió el juez y el abogado Amaya, que se encontraba en el aeropuerto. Estaban sentados ahí adelante, y tuvimos que esperar que se reagruparan los efectivos de la marina, que realmente, como decía el Turco antes, eran numerosísimos. El despliegue que habían hecho era fabuloso. Incluso hubo un problema, se encontró en el auto, donde se habían ido los compañeros que se fugaron, explosivos. Se nos pidió la colaboración para desarmarlos, porque pensaban que eran trampas cazabobos. Para hacerlo descendieron del ómnibus Mariano y el Indio. O sea, que estuvimos un tiempo bastante largo sobre el ómnibus. Poco antes de salir para la base, sube Sosa y nos informa, en general, que ha sido declarada zona de emergencia. El juez nos explica entonces que él no puede hacer valer su responsabilidad y que quedamos en manos de las decisiones que tome el V cuerpo. Por supuesto, la decisión había sido trasladamos a la base. Hacen descender al juez y al abogado, y ellos se comprometen a acompañamos basta la base, cosa que hacen, no en el micra, pero sí en un auto, no sé si un patrullero o un jeep de la marina.

R.R.H.: Pareciera que hubieran estado haciendo un tiempo ex profeso para que saliera el estado de emergencia. Si no, no se explica que habiendo resuelto todos los problemas ahí, se nos entretuviera arriba del ómnibus totalmente al cuete. Porque no teníamos nada que hacer ahí.

F.U.: ¿Sosa estaba contento?

M.A.B.: Sí estaba ordenado.

R.R.H.: Arriba del ómnibus conversábamos, intercambiábamos opiniones sobre cómo se había desarrollado la cosa. Aunque en cuanto al objetivo planteado la operación había fracasado, desde el momento que nosotros planteábamos rescatar a ciento diez compañeros y solamente rescatamos a seis, aun así nosotros considerábamos que la operación había sido un éxito. Por eso había un clima de fiesta. Pero estaba la sombra de cuál iba a ser nuestro destino. Concretamente, nosotros valorábamos que la perspectiva inmediata era la prisión, la tortura. Ellos tenían razones para torturamos a nosotros, ya sea para sacamos información o para practicar un verdugueo al que ellos no son ajenos.

A.M.C.: Sí, ya es una práctica sistemática del enemigo de torturar al militante. Y no sólo al militante sino a cualquier detenido. En los militantes se dan los casos más agudos, porque, por supuesto, buscan quebrar moralmente y obtener información. Uno es consecuencia de lo otro. La quiebra de la moral significa información para el enemigo. Aparte, había sido previsto en la planificación que la actitud iba a ser como siempre, no declarar, ni ante la tortura ni ante el juez, hasta que no estuvieran presentes los abogados. Porque los jueces, sobre todo los de la Federal, son cómplices de las torturas y de las declaraciones obtenidas por ese método. Con la Cámara Federal seguramente no cabe otra cosa que no declarar. Pero aun así el tránsito a la base se vivía una victoria. Yo pienso que política y militarmente se habían obtenido grandes triunfos: ocupar el penal, copar el aeropuerto, y tomar el avión. Lo que no se alcanzó fue el objetivo máximo que se había fijado para la operación, que era la fuga de ciento diez compañeros. Pero todos los otros objetivos se habían alcanzado. Incluso como golpear muy fuertemente al enemigo, en el sentido de demostrar la capacidad militar de las organizaciones armadas. Por eso era el clima de fiesta, incluso se daban los primeros comentarios un poco en privado. “Qué bien, qué suerte, qué bárbaro que se fueron los cumpas” todos los comentarios eran de ese tipo.

M.A.B.: Y estábamos contentos.

A.M.C.: Yo iba sentado con María Angélica Sabelli y Alfredo Kohon, los tres en un asiento, y atrás teníamos un grupo de seis o siete soldados de infantería de marina, que iban como custodios: nos pusimos a charlar con ellos, preguntaban de dónde éramos, qué hacíamos. Hasta ese momento no nos impidieron que conversáramos. Bueno, cuando llegamos a la base seguía el gran despliegue: a medida que iba avanzando el micro, salían soldados de la infantería de marina con las ramitas en la cabeza. Como se había comprometido, el juez prácticamente nos acompañó.

F.U.: ¿Quién era el juez?

R.R.H.: Godoy. El juez federal de Rawson.

A.M.C.: Nos acompañó hasta la entrada, hasta el pasillo de los calabozos. Ahí se despidió de nosotros.

M.A.B.: Ahora me acuerdo que uno de los argumentos por los cuales no nos querían llevar al penal era porque estaba tomado. Y lo que decíamos era que si íbamos nosotros podíamos mediar en la entrega del penal. Nos ofrecimos en todo momento a actuar como mediadores cuando hablábamos con Sosa y con el juez, cosa que no fue aceptada hasta último momento. Cuando ya estábamos en la base le repetimos al juez que nos ofrecíamos alguno de nosotros para ir a mediar.

R.R.H.: El juez nos quería tranquilizar, nos decía: “Ahora van a ser trasladados a la base, pero nosotros con el doctor Amaya los vamos a acompañar hasta allí”. Después nos mandaron a los calabozos. Había un pasillo largo y angosto, de más o menos uno ochenta, con cuatro calabozos de un lado y seis del otro, pero en total se usaban ocho. Necesariamente teníamos que estar de a tres o cuatro por calabozo. No era regular esto había compañeros que estaban de a cuatro y otros que estaban de a dos. Se nos dejó un tiempo ahí hasta que empezó una requisa, una revisación minuciosa, en la cual nos llevaban a una habitación que estaba en el fondo del pasillo, y nos hacían desnudar. A medida que nos desnudábamos, un oficial de la marina nos revisaba la ropa, otro oficial que estaba frente a una máquina nos preguntaba datos personales. Estaban los médicos de la base, que una vez desnudos nos sometían a una revisación superficial, visual, digamos. Nos sacaron los cigarrillos, la plata que teníamos, nos dejaron la ropa nomás, y nos volvieron a la celda.

F.U.: ¿Los trataban mal?.
 

 

 

 
  
   

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