Los que no están

Desaparecidos y dictadura cívico-militar en Florencio Varela (1976 – 1983)
 

 

 

FLORENCIO VARELA EN LOS AÑOS '70

 

  

     Sobre la base de la recopilación de datos y de los testimonios de vecinos que vivieron activamente ese período, se sabe que las principales organizaciones políticas que desarrollaron actividades en el Partido de Florencio Varela durante la década de 1970 fueron: Montoneros, el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Es posible que también hubiera otras organizaciones, pero éstas fueron las de mayor  participación.

 

     La agrupación Montoneros se había formado para el año 1970 con jóvenes provenientes de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo (TRP), sumados a los que venían del nacionalismo católico del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT). Su estrategia era construir un movimiento armado peronista para lograr la toma del poder y el desarrollo del ‘socialismo nacional’; su táctica política se basó en la lucha por el retorno de Perón al país (quien permanecía exiliado por los militares argentinos) y, hasta 1973, el enfrentamiento al gobierno militar. En Septiembre de 1975, y luego de las diferencias con María Estela Martínez de Perón (quien había asumido la Presidencia de la Nación luego de la muerte de su esposo en Julio de 1974), los Montoneros decidieron pasar a la clandestinidad y alejarse de las estructuras orgánicas del movimiento peronista. La organización de Montoneros abarcaba distintos frentes: las escuelas, las fábricas, las villas, etc. Muchos jóvenes participaban de la organización, aunque no todos estaban enrolados en el sector armado (como sí lo estaban los responsables zonales de los distintos frentes).

 

     El Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) se crea en el año 1970, luego del 5º Congreso realizado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PTR), en donde se decide la formación de un ‘brazo armado’ que respondiera a la organización. La estructura del ERP estaba bastante jerarquizada y era muy amplia en cuanto a los frentes que cubría, tanto urbanos como rurales. El ERP siempre se movió en la clandestinidad, y todos sus integrantes, además de pertenecer al ejército revolucionario, desempeñaban actividades en distintos frentes.

 

     El Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) se creó en el año 1972 como un desprendimiento de Vanguardia Comunista (VC). La lógica de la organización también obligaba a  sus miembros a moverse en la clandestinidad, tanto en el frente estudiantil como en el fabril. No todos sus integrantes formaban parte del frente militar o Frente Popular de Liberación (FPL), algo a lo que se llegaba de acuerdo a las acciones realizadas y por decisión de las autoridades del partido.

 

  

     La acción de Montoneros en Varela se desarrolló principalmente en dos frentes: el gremial y el estudiantil. El frente gremial era manejado por la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP), y el estudiantil  por la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). La UES desarrolló fundamentalmente sus actividades en el Instituto Santa Lucía, mientras que la JTP lo hizo en las principales fábricas del distrito, como la Peugeot y F.I.F.A.

 

 

     Algunos alumnos del Instituto Santa Lucía, pertenecientes a la Juventud Comunista Marxista Leninista Argentina (juventud del PCML) formaron, para fines de 1973, un frente llamado Grupo de Resistencia Estudiantil (GRES), que tuvo una importante influencia dentro de Instituto en 1974. El PCML también tenía un frente fabril que desarrollaba actividades en algunas de las importantes fábricas de Varela como Alpargatas, Adabor, F.I.F.A, AGFA.

 

     Es interesante remarcar que los dos frentes estudiantiles, tanto la UES como el GRES, focalizaron su militancia en el Instituto Santa Lucía. Si bien no era fácil contar con la cantidad  suficiente de jóvenes como para desarrollar actividades en los otros colegios de Varela, esa no puede haber sido la única razón para explicar por qué fue esta escuela, y no las otras, la que prefirieron las organizaciones para realizar su trabajo militante. Podría suponerse que, debido al nivel intelectual y socioeconómico de los alumnos que asistían, se hicieran posibles la comprensión y el debate y, por otra parte, las condiciones económicas facilitaran la labor y el tiempo dedicado a la militancia.

 

     Los trabajos en el frente estudiantil tenían, entre otros objetivos, lograr la incorporación de jóvenes a la estructura de las organizaciones, en las que paulatinamente se podía ir ascendiendo en virtud del compromiso y la capacidad, adquiriendo nuevas responsabilidades. Las tareas iniciales iban desde la lectura de distintos textos a la participación en algunas actividades  y el diálogo con otros alumnos, para generar un efecto multiplicador en la incorporación de militantes. Desde ya que esta labor estaba facilitada por la gran predisposición de los jóvenes a participar y a comprometerse. La política era parte de lo cotidiano, todos tenían una postura política, discutían, se formaban y participaban, y los pocos que no lo hacían tenían, también, una actitud política (negativa) muy fuerte como para mantenerse al margen de algo que era parte de la cultura de los años ‘70. 

 

     Tanto la UES como el GRES realizaban actividades independientes entre sí, las que respondían, en muchos casos, a las directivas de los respectivos responsables. En el caso del GRES, los responsables eran alumnos del Santa Lucía (algo que era ignorado por muchos, ya que su tarea era clandestina), y en el caso de la UES, la mayoría de los responsables que pasaron por Varela no eran alumnos del Santa Lucía y, en algunos casos, tampoco eran vecinos de Varela, sino que venían de otras ciudades, como Avellaneda o La Plata. El GRES se ocupaba particularmente de los derechos de los estudiantes, o de la elaboración de los planes de estudio. La mayoría de sus integrantes desconocía la vinculación que la organización estudiantil  tenía con el PCML, actuaba de acuerdo a sus inquietudes y, en función del grado de compromiso demostrado, algunos de ellos eran incorporados a la juventud del partido.

 

     Al igual que en el resto de la sociedad, dentro del grupo de profesores del Santa Lucía había distintas tendencias políticas. Pocos docentes son recordados por haber sido formadores de una postura de cambio, y son mencionados por sus ex alumnos como los que tuvieron una influencia positiva. Algunos de los que integran este grupo son la profesora de Historia Alicia Yrigoyen, el profesor de Física Norberto Álvarez y, principalmente, el profesor de Religión, el sacerdote Joaquín Carregal, quien tenía una postura tercermundista y facilitaba un espacio en una Iglesia de Avellaneda para realizar reuniones de índole política.

 

     Otro de los profesores que es recordado, pero en este caso por su postura reaccionaria, es el sacerdote de apellido Tamburu, quien se desempeñaba como profesor de Religión en 4º y 5º años. Este religioso tenía un trato muy autoritario con los alumnos, a punto tal de sacar a una alumna de la clase, quien había sido mamá, acusándola de sacrílega. Esta y otras actitudes similares hicieron que los alumnos comenzaran una lucha interna para lograr el desplazamiento de este profesor. El conflicto se profundizó cuando Tamburu expulsa de la clase a Horacio Gushiken, y el director, Tino Rodríguez, expulsa, finalmente, al alumno de la escuela. A partir de ahí, muchos de los compañeros de Horacio deciden no entrar a clase mientras Tamburu siguiera siendo parte de la institución. Se realiza un petitorio que es entregado a Tino Rodríguez y en el cual se pide, entre otras cosas, el alejamiento de Tamburu del establecimiento y la inmediata reincorporación de Horacio Gushiken. Rodríguez, que apoyaba a este profesor y era contrario a toda actividad política y contestataria de los alumnos, terminó cediendo, aunque buscó la manera de no hacer de esto un triunfo de los alumnos. Es así que el sacerdote Tamburu dio una clase más y se fue, pero también dejaron el Instituto, por decisión del Director, otros profesores. Tiempo antes había sido apartado el sacerdote Joaquín Carregal por su postura tercermundista, cosa que irritaba profundamente a Tino Rodríguez.

 

     Algunos de los alumnos que integraban la UES también participaban de las reuniones y actividades de la Juventud Peronista (JP), que tenía su local en la calle San Juan, entre España y San Martín. Ahí se contactaban con otros militantes, algunos de los cuales, como Francisco Bartucci (el gordo Pancho), militaban en la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP) y tenían una actividad volcada al mundo sindical de las grandes fábricas de la zona.

 

     Luego de las diferencias entre el gobierno de Isabelita (definitivamente influenciada por López Rega y la Triple A) y Montoneros, éstos deciden, como ya se ha señalado, pasar a la clandestinidad (septiembre de 1975). En Varela, la JP abandonó el local de la calle San Juan, y las reuniones comenzaron a tener lugar en el bar ‘La Candela’, sobre la calle Monteagudo, a pocos metros de la estación de trenes. Lugar de encuentro no sólo para los sectores peronistas sino también para otras agrupaciones políticas.

 

    En Varela, para esa época, también se produjo una división dentro de la JP: algunos de sus integrantes, pertenecientes al sector de intelectuales menos comprometidos con la lucha política y más cercanos al gobierno, se fueron alineando en las filas de la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA) o ‘jota perra’, como era llamada despectivamente por la facción peronista más combativa.

 

    Los sectores peronistas, además del frente estudiantil y del obrero, llevaban adelante actividades en los barrios periféricos que se fueron formando en Florencio Varela (ya se ha mencionado que la población de Varela creció significativamente entre 1970 y 1980). Una de las campañas recordada por sus integrantes es la recolección de juguetes para el día del niño (1974).  Los juguetes fueron entregados en la Escuela Nº 15 (actual EGB Nº 15), ubicada en Villa del Plata. Esta actividad fue impulsada bajo el lema ‘Los únicos privilegiados son los niños’ y se denominó ‘Operativo General Perón de Solidaridad Popular’; se llevó a cabo a partir de la inquietud social de los estudiantes secundarios enrolados en la UES, y era una forma directa de participación y compromiso, tanto como la lucha por el boleto escolar, o la creación del centro de estudiantes en el Santa Lucía.

 

 

     En 1974, un grupo de alumnos, apadrinado por Tino Rodríguez, formó el ‘Club Colegial’, con el propósito de evitar la expansión e influencia de alumnos que tenían una postura contestataria. Al año siguiente (1975) se logró, a pesar de la oposición de Tino Rodríguez, la creación del Centro de Estudiantes en el Instituto Santa Lucía. Si bien esto era un logro de los estudiantes radicalizados, nuevamente las autoridades del establecimiento intentaron que esta acción no fuera aprovechada políticamente por ellos. Es por eso que se formó una lista con alumnos fieles al estilo Rodríguez. El objetivo era impedir que el Centro de Estudiantes fuera ganado por aquellos alumnos con inquietudes de cambio; dicho de otra manera, se intentaba mantener el ‘statu quo’ institucional. En las elecciones triunfó la lista que impulsó Tino Rodríguez, aunque de todos modos el Centro tendría muy poca vida, ya que a partir del Golpe de Estado de 1976, tanto ésta como todas las demás actividades políticas quedarían prohibidas.

 

     Ya durante el año 1975 las actividades políticas estaban condicionadas, debido al riesgo que acarreaban. El paso a la clandestinidad de Montoneros, y las persecuciones y asesinatos llevados a cabo por la Triple A, fueron desplegando cierto grado de temor. Muchos militantes peronistas quedaron expuestos porque eran bastante conocidos en Florencio Varela, y ya no tenían la posibilidad de ocultarse o moverse dentro de la clandestinidad. Distinto fue el caso de los que militaban en el PCML, ya que al ser una organización que siempre se movió en la clandestinidad y con los mayores recaudos, estuvo más cubierta en este aspecto.  

 

      A partir del golpe, la mayor parte de los que habían integrado el frente estudiantil del PCML en Florencio Varela fueron enviados por el partido a trabajar y a desplegar su acción militante dentro del frente fabril. La mayoría de sus militantes abandonaron Varela y comenzaron a desarrollar actividades políticas en otros lugares de la provincia de Buenos Aires. No fue igual el caso de los militantes de Montoneros que permanecieron en el Distrito, muchos de los cuales fueron secuestrados por los ‘grupos de tareas’ en sus domicilios o en las calles varelenses -esto último especificado en la Parte I de este trabajo.

 

     El ascenso al poder de la junta militar se hizo notar rápidamente a escala local. Como parte de la política económica implementada por la dictadura, en Julio de 1977 se llevó  a cabo, entre otras medidas, el cierre del ramal  provincial del ferrocarril Belgrano, que unía La Plata y Avellaneda, haciendo escala en la estación Ingeniero Allan (en las instalaciones de aquella estación funciona actualmente la Comisaría 6ta de Varela); al mismo tiempo, en el plano municipal, se disponía el arancelamiento de los servicios del Hospital Municipal. Los objetivos económicos de la dictadura también llegaban a Varela.

 

 

      Estas medidas del gobierno de facto no encontraron una decidida oposición en los medios locales de prensa; sólo el diario ‘El Varelense’ criticaba tímidamente al Intendente Hamilton. En general, los diarios locales (durante el gobierno militar se publicaban los periódicos ‘El Varelense’, ‘El Vecinal’ y ‘Mi Ciudad’) adoptaron una postura menos crítica, poblándose sus páginas de notas de corte social, prevaleciendo los agasajos y los festejos por los quince años de las niñas de las destacadas familias varelenses por sobre los atropellos cometidos hacia la ya numerosa población de la periferia. A lo sumo se publicaban artículos que referían algunos problemas que el municipio podía resolver inmediatamente -como reclamos por las tasas tributarias, la recolección de basura o el deficiente alumbrado público-, apelando más a la ‘comunicación civilizada’ de los ciudadanos con el Intendente que a una crítica directa hacia la gestión de gobierno. Fue notable la predisposición de estos diarios a abandonar, a partir de 1976, sus notas políticas e ideológicas, ganando espacio las sociales y, en su mayoría, de carácter inofensivo.

 

 

     Una de las importantes fábricas del distrito era la Peugeot. Para 1976, la fábrica  contaba con una planta permanente de alrededor de 5000 obreros. Era un importante polo industrial al que acudían trabajadores procedentes de las localidades que unía el Ferrocarril General Roca: Quilmes, Don Bosco, La Plata, Lanús, Lomas de Zamora, etc. En tiempos de la Triple A hubo secuestros de obreros de la fábrica, los que luego aparecieron. Por lo general, los activistas eran marcados, y fueron ‘los que se tuvieron que ir’. Existía una especie de pacto implícito entre el Estado, la empresa y la cúpula sindical, sellado a partir de cierta coincidencia de intereses. La protección estatal a las automotrices de capital extranjero, y la persecución ideológica de la conducción del SMATA para no ceder espacios de poder, confluían en la necesidad de apartar de la empresa a los activistas ‘subversivos’. Luego del Golpe de Estado del ’76, “la mayoría de los dirigentes sindicales a nivel interno arreglaron con la empresa y se fueron, la mayoría, y cuando intervinieron los gremios muchos directivos a nivel nacional se quedaron asesorando a los interventores, que la mayoría eran coroneles. Inclusive yo llegué a preguntarles, a algunos que hoy todavía son directivos, algunos que están en algunas delegaciones de zona norte: ¿cuál es el papel que ustedes juegan ahí en la intervención militar? ‘Y... estamos tratando de salvar lo poco que queda del Gremio’ (respondieron). Fueron colaboracionistas. Los dirigentes realmente combativos del PJ (Partido Justicialista) han desaparecido, muchos han desaparecido. En Luz y fuerza, Smith... muchos dirigentes de base del PJ han desaparecido”8. La burocracia sindical no podía permitir que, en una fábrica donde trabajaban 5000 operarios, éstos estuvieran influenciados, aunque fuese mínimamente, por las agrupaciones de izquierda. Por eso el ingreso a la Peugeot de técnicos egresados de las escuelas industriales (Escuelas Nacionales de Educación Técnica) era considerado un riesgo por la cúpula sindical, ya que estos jóvenes, en su mayoría, estaban formados políticamente en una ideología contestataria, más cercana a la lucha y a las necesidades obreras que a los pactos con los representantes de la empresa. También eran una preocupación, para quienes manejaban el SMATA, las comisiones internas y las filtraciones de algún obrero con independencia de criterio en las negociaciones paritarias.

 

      Los conflictos en la fábrica permitían, a los empresarios y a la conducción gremial, obtener información de primera mano de la posición política de cada obrero. Es por ello que, muchas veces, los conflictos eran generados por la propia empresa, para luego confeccionar listas de posibles despidos y empezar, de este modo, un seguimiento personal, el que incluía la revisión de los legajos y el ‘apriete’ a activistas y a aquellos con un alto índice de ausentismo. Si bien en cuanto al salario de bolsillo la Peugeot se encontraba entre las fábricas que mejor pagaba –de un 30 a un 40% más que la industria metalúrgica-, las condiciones reales de trabajo distaban de ser buenas. “Las condiciones de trabajo –apunta Bertassio- más que nada fueron empeorando, esto lo digo porque en las reuniones que teníamos con los delegados, una de las quejas permanentes era del sector de la línea de montaje (que planteaban que) había un sistema que aceleraban la línea de montaje, más rápido, y yo que no trabajaba (en ese sector) y desconocía la línea de montaje, en un momento les planteé en una reunión con la presencia de la comisión interna –y yo planteaba un poco medio queriendo ser práctico-, les decía que si ellos consideraban que la línea de montaje estaba acelerada que dejaran que se vayan los autos, o sea, que se fueran los autos incompletos, porque la empresa aceleraba la línea, eso obligaba a los compañeros a tener una actividad mayor. Si antes armaban 75 autos por turno, si podían le aceleraban la línea para sacar 77...”9. Otro de los recursos de la empresa para bajar el costo de la producción (sin modificar el salario de los obreros) era el ajuste del ‘tiempo de maquinado’. La coordinación del tiempo de operatividad de las máquinas que utilizaban los obreros, hacía que éstos debieran manejar dos al mismo tiempo. Además, la maquinaria no era de última generación, por lo que se apelaba, en muchos casos, al ingenio y a la capacidad del operario. En general, el bajo costo de producción podía mantenerse si se sobrecargaba al obrero en su tarea.

 

     A partir del Golpe de Estado de 1976, varios operarios que habían sido ‘marcados’, ya por la empresa, ya por  la burocracia sindical, debieron irse de la fábrica; los que decidieron quedarse, en cambio, fueron detenidos y desaparecidos, o sufrieron persecuciones que los obligaron no sólo irse de la fábrica sino a alejarse de la zona, ya que sus casas fueron allanadas por los grupos de tareas. De esta manera, la Peugeot se convirtió en otro foco de persecuciones y secuestros en el partido de Florencio Varela, y un ejemplo claro de cómo accionaba el terrorismo de estado sobre el sector obrero.

 

 

      Al calor de las complicidades y el egoísmo de un puñado de ‘correctos vecinos’, se empezó a desplegar la represión hacia los sectores  politizados, que fueron víctimas de los secuestros y las desapariciones. Tal es la suerte que corrieron algunos de los estudiantes del GRES (los que pasaron a militar en las filas del PCML), militantes Montoneros y del ERP, como así también los vecinos que, sin estar enrolados en ninguna organización partidaria, tenían un fuerte compromiso político. De este modo, finalmente, se instaló el miedo y su consecuente paralización y desintegración  político-social. Por ello es lícito hablar, también en Florencio Varela, de una dictadura cívico-militar, ya que no fue en soledad que los militares y las demás fuerzas de seguridad llevaron adelante el genocidio, sino que tuvieron un franco apoyo de sectores civiles, tanto en la delación como en la complicidad y en la colaboración directa.

 

     En Varela es sabido que muchos vecinos,  tanto comerciantes como personas influyentes en la política y en la educación, mantenían encuentros con el General Videla. Estas visitas, que denotaban gran amistad y camaradería, continuaron luego de 1983. Más aún, cuando Videla se encontraba preso en la cárcel de Magdalena (luego de ser condenado en el juicio a las Juntas),  salieron micros desde Varela con ‘vecinos importantes’ que iban a visitar a su líder como una muestra más de fidelidad y apoyo.

 

 

 

 

 

CENTURIONES NEGROS

 

 

Desde las miles de tumbas

que también les negaron,

exigen justicia.

 

Centuriones negros,

asesinos con excusas

De Dios, Patria y Tradición

 

Andan entre nosotros

libres

y encadenados a nuestra memoria,

a nuestro dolor.

 

 

José Agustín Sánchez

 

 

 

 

 

 

Notas


 

8 Entrevista de los autores a Norberto Bertassio.

9 Ìdem.

 

 

 

 
   
Indice  general  del  libro  

 

 


 

Página inicial del sitio nuncamas.org