Capítulo V.

EL CASO RODOLFO WALSH: UN CLANDESTINO

 
 

 

Un asceta insolente
Las respuestas asediadas por un escritor inasible desde la prisa irreverente de un fatigado oficio.


Los apuntes aquí esbozado tienen por objetivo dar un pantallazo general a la vida y obra de Rodolfo Walsh. Es imposible agotar en pocas páginas la riqueza de cincuenta años de creación. Tal vez sería conveniente desarrollar cómodamente el análisis de alguna de sus obras literarias, o esbozar líneas sobre su trabajo periodístico, o quizá escribir sobre los nuevos caminos que abrió y recorrió en el mundo de las letras. Tal vez en éstas páginas se podía haber redactado las contradicciones de su vida, o tomar alguna etapa de su existencia para ver la influencia que tuvo en su obra, o conjeturar lo que hubiera pasado si el 25 de marzo de 1977 no hubieran tronchado su existencia. Pero las estructuras no sirven para comprender la real dimensión de un hombre, la totalidad es lo que nos aproxima a la grandeza y la miseria de una persona, es por eso que no alcanza abordar a Walsh por etapas, ni por un aspecto de su arte.

Muchos preguntan ¿cómo sería su pensamiento en ésta hora que nos toca vivir? Y sería difícil, porque él no tenía respuestas eternas sobre lo contingente, actuaba cuestionando y asediando la realidad que enfrentaba en ese momento. No era un santo, las paradojas de su vida lo han hecho caminar por puntos extremos. Tal vez podamos decir que era coherente, hacía lo que pensaba, vivía lo que creía, y no traicionaba ni canjeaba sus convicciones por conveniencias personales. Su vida de aprietes económicos constantes nos muestran a una asceta, un hombre desprendido en pos de algo mejor, se coincida o no con su postura.

Además de su excepcional literatura, es su ‘ethos’ lo que hoy lo hace trascender de los oscuros días y proyectarse al presente; un modo de ser, una línea de acción que no le permite claudicar ante aquello que ve como injusto o falso, aunque en ello se le vaya la vida. Hay un compromiso no discursivo sino vital, lo que firmaba era porque lo vivía, buscando el milagro de la coherencia, sin dualismos ni hipocresías. Walsh era un lobo estepario, vivió varias vidas llevado a comprometerse con aquello que más fuerte le pegaba y que le quemaba las entrañas.

El abogado Eduardo Luis Duhalde lo definió como “el exponente más alto de la narrativa latinoamericana de testimonio y denuncia, capaz de alcanzar la difícil síntesis de poner al desnudo la realidad, directa y sin eufemismos, sin desmedro de la creación literaria y artística”.

Cordero atado/ Lobo suelto

Todo estaba armado para una vida burguesa prometedora: una esposa, dos hijas, un trabajo fijo, cuentos editados, un premio municipal de literatura, pero de golpe el mundo se transformó y se dio vuelta. Un disparador interno se activó ante la noticia del ‘fusilado’ que lo hace cambiar y comprometerse; resiste, revela, devela, se juega en cada palabra que pronuncia, se arriesga con cada frase que escribe. Se transforma en un hombre peligroso para ‘el sistema’, un lobo que ante el menor atisbo de injusticia, de maldad, de inclemencia se rebela, muestra sus dientes, deja ver sus garras. Como todo lobo, vive oculto porque no entra dentro de ciertos esquemas, es un escritor escondido, fuera de los ámbitos académicos.

Clandestino porque debió ocultarse para poder dar a conocer la luz de lo que él ve; clandestino porque no dudará un momento entre jugarse por una verdad antes que vender su dignidad de periodista; clandestino porque será siempre perseguido por lo que escribe y publica; clandestino porque no quiso conformarse con una vida rutinaria y fofa; clandestino porque las circunstancias lo obligaron pasar a la clandestinidad; nunca pensó que tirar la primera piedra a un estanque generarían semejantes olas contra sí. 

En febrero del '70 escribía: “...acaricio la idea de una literatura clandestina, quizá escrita con seudónimo. Es difícil llegar a concebir esto: se ven, sí, sus enormes posibilidades, pero el problema reside en aprovecharlas al máximo. Decididamente, tendría que ser anónima (o seudónima), ¿pero podrá el pequeño pot (sic) renunciar a la vanagloria que ha inundado totalmente su vida?”.

Fue un escritor que no buscaba un lugar en un mundo de injusticias, sino que estaba esperanzado en cambiarlo, y su literatura no era ajena a ello, por eso produce una escritura distinta, inasible, sin posibilidad de encasillarla, trasvasando los géneros, confundiendo el campo que se pisa, lo periodístico se eleva a lo literario, lo literario se fundamenta en lo periodístico, sus relatos tienen base documental e investigativa, lo político no deja de estar presente sin por ello caer en el panfleto. Sostenía en torno a ésta idea: “...es probable que el arte de ficción esté alcanzando su esplendoroso final, esplendoroso como todos los finales, en el sentido probable de que un nuevo tipo de sociedad y nuevas formas de producción exijan un nuevo tipo de arte, más documental, mucho más atenido a lo que es mostrable”. 

Se denota en casi toda su obra, tanto periodística como literaria, una obsesión por la violencia, que se manifiesta en su vida cotidiana en la opción final por la lucha armada. Es otra manera de transformar el mundo, para crear su espacio para desarrollarse como persona. Alguien dijo que Walsh era un esteta de la muerte, cosa que no es así ya que, aunque en su literatura hay muertos, él no hace un vademécum necrológico. Tal vez no sería desacertado definirlo como un esteta de la violencia, nunca escribirá para ser dulce a través de sus textos; es fácil verlo acunar a un bebe, no es fácil pensarlo escribiendo una canción de cuna. 

Hay a lo largo de todo su trabajo elementos que nos señalan esta característica, ya sea en el ciclo Irlandeses, como en su trilogía periodística, en sus obras teatrales, e incluso en sus proyectos de novela. Hay rasgos autoritarios sublimados a través de la literatura, con opciones, que en algunos casos parecen místicas y hasta mesiánicas: nacionalista de choque en la adolescencia; antiperonista acérrimo sin la valentía de enfrentar al ‘sistema’ durante el ‘55; inclaudicable partidario de la verdad, denunciando tres casos donde arriesga literalmente su vida, sin metáforas, con allanamientos ilegales en su casa y con una vida acompañado por un arma para evitar cualquier ataque; finalmente montonero, con el ansia de cambiar por las armas todo un sistema. La inserción en una organización revolucionaria, es parte de su acción para el cambio; pasado el tiempo descubre en su cúpula un ‘culto a la muerte’ a la que él no adhería y se transforma en un clandestino de su propia organización, que había pasado a la clandestinidad. Los personajes, literarios y periodísticos, son similares a su autor, seres que no encuentran su lugar en el mundo: Gato, los fusilados y sobrevivientes, Mauricio, los militantes perseguidos, Renato, la familia Moussampes, el traductor de ‘Nota al pie’, los nutrieros. 

Muchas veces es la violencia la que los lleva a insertarse en el mundo, pero es un método que los vuelve a marginar.

A veces la luz de la verdad es tan contundente que nos encegece y nos obliga mirar para otro lado. Su muerte fue previsible, oculta, secreta, violenta y hasta anónima. Si se revisan los diarios de la época muchos de los casos investigados por el escritor casi no existen, son apenas meras crónicas policiales, es él quien los saca a la luz. Lo mismo ocurrirá con su muerte, no aparece el relato de su brutal enfrentamiento con el ‘grupo de tareas’, nadie la dará a conocer, excepto el Herald. 

Si en la documentación de época no aparece su deceso, ni hubo partes oficiales, y su cuerpo no ha sido hallado, cabe preguntarse: Walsh, ¿ha muerto? Hay una evidencia de 20 años de ausencia, pero también está la certeza de una obra inconclusa, inédita y hasta escondida que en cualquier momento puede sorprendernos. El material que escribió es importante en cantidad y calidad, pero lo que secuestró la gente del almirante Massera lo es mucho más. A pesar de eso, después de su muerte, se siguió publicando escritos suyos. Sus cuentos, notas, investigaciones, relatos, escritos políticos son fuente vital para comprender una época y para comprendernos a nosotros mismos. 

Nuevas generaciones lo descubren como alguien actual, por eso podemos deducir que Walsh sigue vivo.