Quinta Parte
Los derechos humanos y el pluralismo ideológico

Documento Santa Fe I

 

 

A. RELACIONES ESPECIALES CON PAÍSES

BRASIL, MÉXICO CUBA

 

Propuesta Nº 1

 

Estados Unidos debe consagrar una atención particular a tres naciones -Brasil, México y Cuba-, en virtud de su especial importancia en el Hemisferio Occidental.

Una nueva política para el continente americano supone más que la suma de sus partes. Estados Unidos necesita más que un conjunto de relaciones bilaterales satisfactorias con más de 20 países que van desde Canadá hasta Argentina. Sin embargo, no es posible pasar por alto las partes individuales.

Tres países en especial necesitan una atención minuciosa por su importancia intrínseca y por los fracasos que han tenido los esfuerzos de la Administración Carter para mejorar las relaciones con cada uno de ellos. Estos países son Brasil, México y Cuba. Brasil y México son seleccionados porque su tamaño y su fuerza ocupan el primero y segundo lugar en América Latina. Cuba, por otro lado, a pesar de su tamaño pequeño y de sus recursos insignificantes, se ha convertido en nuestro adversario mmás importante en el Hemisferio, extendiendo su influencia y la de la Unión Soviética mucho más allá del continente americano.

 

Propuesta Nº 2

 

Estados Unidos debería anunciar públicamente una política de estímulo a la adquisición y al uso apropiados y razonables de tecnología avanzada por parte de Brasil, inclusive el uso pacífico de la energía nuclear. Estados Unidos no debe hacer comentarios públicos sobre los los derechos humanos en Brasil, y debe abrogar el requerimiento impuesto por el Conreso de informar sobre la condición de los derechos humanos en países amigosd y  aliados.

El próximo presidente de Estados Unidos debería extender una pronta invitación al presidente de Brasil a una reunión de trabajo en Washington con el fin de preparar pláticas que incluyan el comercio, la deuda y las cuestiones de energía. Además, Estados Unidos debería estimular activamente el acercamiento entre Argentina y Brasil, ya que abre nuevas posibilidades para el desarrollo económico rápido del Cono Sur, un desarrollo que ayudará a estimular el crecimietno en los países de la periferia del Cono, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

Brasil. Braisl es la república gigante de América del Sur. Su población (120 millones), su tamaño (mayor que Estados Unidos continental), su fuerza económica (200 mil millones de dólares de PNB) y sus recursos naturales legendarios hacen ya de él una potencia regional formidable. Para fines de este siglo, Brasil deberá convertirse en una potencia mayor en el contexto mundial.

Como resultado de la suerte, las circunstancias y la política racional, Estados Unidos casi siempre ha disfrutado de buenas relaciones con Brasil, en agudo contraste con nuestras relaciones frecuentemente tumultuosas con las repúblicas de habla hispana. Brasil fue, por ejemplo, el único país de este Hemisferio que, junto con Estados Unidos y Canadá, hizo una contribución sustancial de sangre y tesoro a la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

En 1976, durante el último año de la Administración Ford, las relaciones entre Brasil y Estados Unids probablemente habían llegado a su apogeo. Se cimentó una relación especial dej trabajo en un memorándum de entendimiento firmado por los ministros de relaciones exteriores de Estados Unidos y de Brasil. Ese memorándum prometía consultas estrechas entre los dos países en todos aquellos asuntos que los afectaran.

Sin embargo, la Administración Carter puso rápidamente fin a la relación especial, haciendo una fuerte presión sobre Alemania Occidental para que ésta cancelara su acuerdo nuclear con Brasil en una actitud que la Casa Blanca ni siquiera se molestó en notificar de antemano a los brasileños.

Las tentantivas de la Administración Carter para fortalecer la no proliferación nuclear en América del Sur fueron almism o tiempo torpes y sin éxito. Para Brasilia significó que Washington había emprendido una indebida interferencia en sus propios asuntos. Peor todavía, sintieron que Estados Unidos tenía la intención de negar tecnología de avanzada a una economía en desarrollo, una sospecha que los funcionarios brasileños tenían desde hacía mucho tiempo.

La insensibilidad de Estados Unidos respecto al acuerdo nuclear fue igualada, si no seobrepasada, por la crítica abierta de la Administración Carter hacia la situación de los derechos humanos en Brasil, país que, dicho sea de paso, aun aplicando los criterios de la Administración, para finales de la década de los setenta se encontraba entre los mejores de la región. Además, el señor Carter todavía agravó el error de su Administración adoptando una actitud fría hacia el gobierno de Geisel durante su visita oficial a Brasil en 1977, un retraimiento que se complementaba con pláticas cordiales con activistas de los derechos humanos. En la segunda escala de su viaje, Carter incrementó el fastidio de Brasil al abrazar al dictador militar de Nigeria, que no era por cierto un ejemplo en materia de derechos humanos.

Estas políticas gemelas de no proliferación nuclear y de derechos humanos envenenaron las relaciones con nuestro tradicional amigo y aliado en un momento de la historia en el cual Brasil está empezando a materializar su potencial. En el futuro cercano las relaciones podrán componerse, pero no mejorarse totalmetne. Los brasileños han planteado claramente que la vieja relación nunca podrá ser restaurada completamente, porque futuras administraciones podrían hacer lo que hizo el señor Carter, a saber: destruir los antiguos supuestos, literalmente, de un día a otro.

En vista de nuestros equivocados esfuerzos recientes para manipular a Brasil y a la poca atención puesta en la mejoría de las relaciones entre Estados Unidos y Brasil, defendiendo así los intereses norteamericanos, la nueva Administración debe tomar la iniciativa de mejorar las relaciones con este país clave.

 

Propuesta Nº 3

 

México. Este país debe tener la más alta prioridad para la próxima Administración. Si no es por otra razón lo es porque las relaciones entre Estados Unidos y México se encuentran en su punto más bajo desde la primera presidencia de Woodrow Wilson. Los errores de la Administración Carter no es todo lo que no está bien en nuestras relaciones con nuestro vecino del Sur. Nuestra relación con México es una relación inherentemente difícil, de las más difíciles que Estados Unidos tiene en el mundo. Pero la clara ineptitud de la Casa Blanca ha llevado casi al punto de ruptura a una relación siempre difícil.

El primer error del señor Carter fue prometer demasiado y realizar demasiado poco. La promesa inicial en los primeros meses de 1977 sugirió que podría concretarse una relación especial con México. El entonces recientemente electo José López Portillo creía en esta promesa y necesitaba desesperadamente de nuestra ayuda después de la debacle de los últimos años de su predecesor.

La confianza de México en esta relación especial fue socavada en los primeros meses de la Administración Carter cuando el Departamento de Energía bloqueó un acuerdo sobre gas natural elaborado por México y por las compañías de gas norteamericanas. Fue socavada todavía más después del nombramiento de un embajador norteamericano sobre quien existía consenso acerca de su incompetencia. Estos errores iniciales fueron agravados por una visita presidencial a la Ciudad de México que no incluía negociaciones de importancia, pero que  fue deteriorada por errores diplomáticos del mandatario norteamericano, después de haber recibido un reproche de su contraparte mexicana. Finalmente, la Administración Carter hizo una tentativa de encubrir su poca comprensión de los asuntos mexicanos y nombró a un segundo embajador para asuntos mexicanos con sede en Washington. Se suponía que este embajador coordinaría las negociaciones de un cierto número de asuntos pero sólo tuvo éxito en aumentar la confusión.

 

 

Hemos perdido tres años. Desafortunadamente casi todos los asuntos que necesitan resolverse deben concretarse antes de fines de 1981. El gobierno de López Portillo tiene un año más d e poder efectivo después de 1980. Durante su último año de  presidencia (1882) el poder se deslizará de sus manos a medida que su sucesor desarrolle poder político. Además si se sigue el patrón de política mexicana del último medio siglo, el próximo presidente mexicano se encontrará políticamente más a la izquierda y, por lo tanto, será más difícil de tratar.

De todas maneras, el instinto propio de la Administración Carteer para tratar con regímenes a la izquierda de este país es moverse hacia la izquierda en un intento vano de compatibilidad mutua.

Desafortunadamente en el caso de México tal movimiento por parte de Estados Unidos resulta en que el régimen mexicano se desplaza aún más hacia la izquerda, con el fin de conservar la muy necesaria distancia entre Estados Unidos y México.

El novelista mexicano Carlos Fuentes ha criticado a Estados Unidos  por considerar a México solamente como un pozo petrolero, pasando por alto a la gran civilización que efectivamente es México. El señor Fuentes tiene un buen argumento. Pero con demasiada frecuencia los escritores olvidan que los gobiernos tratan asuntos tan terrenales como el precio del gas, del petróleo y del tomate. El problema es que Estados Unidso ha fracasado en su manejo de lo terrenal, pero lo terrenal en este caso es fundamental.

La próxima Administración debe enfrentar las cuestiones críticas de coemrcio, energéticos e inmigración, y los acuerdos negociados deben estar en vigor para 1982.

Estados Unidos debería iniciar inmediatamente pláticas interrelacionadas de alto nivel acerca de los energéticos, la inmigración y el comercio.

Se debería eliminar la embajada especial para asuntos mexicanos, y el embajador de Estados Unidos en México debería ser el jefe de la delegación en las negociaciones. Estados Unidos debería mantener sus mercados abiertos a los productos mexicanos. La meta no es el establecimiento de un mercado común  en Norteamérica, sino mantener abierto un mercado norteamericano  para los bienes mexicanos, particularmente aquellos que provienen de industrias de mano de obra intensiva.

Estados Unidos y México deben buscar una solución al flujo de trabajadores indocumentados a Estados Unidos. La meta es proporcionar empleo temporal para un número determinado de ciudadanos mexicanos. La aplicación estricta de la cuota será responsabilidad tanto de las autoridades mexicanas como de las norteamericanas.

Estados Unidos y México deben elaborar acuerdos de largo plazo para el abastecimiento de gas y de petróleo. La meta para las importaciones norteamericanas de petróleo es alrededor de dos millones de barriles por día para principios de la décadas de los ochenta. Tal acuerdo podría beneficiar a ambos países. Para Estados Unidos, sin embargo, la importación de petróleo mexicano junto con compras mayores a otros productores del Hemisferio Occidental, aliviaría su dependencia del petróleo del Golfo Pérsico para 1985.

 

 

Propuesta Nº 4

 

Estados Unidos debe lanzar una nueva política para el Gran Caribe incluyendo Centroamérica. Esa política proporcionará una ayuda múltiple para todos los países amigos que se encuentren bajo el ataque de las minorías armadas que reciben asistencia por parte de las fuerzas externas hostiles. El programa combinará los elementos más exitosos de la Doctrina Truman y de la Alianza para el Progreso. Asimismo, Estados Unidos reafirmará el principio fundamental de la Doctrina Monroe, a saber, que no se permitirá a ninguna potencia hostil el desarrollo de bases o de aliados militares y políticos en la región. Una Doctrina Monroe revitalizada será multilateral, un punto de vista que desde hace mucho tiempo sostienen las repúblicas claves de latinoamérica.

Estados Unidos ya no puede aceptar el status de Cuba como Estado vasallo de los soviéticos. Hay que calificar a la subversión cubana claramente como tal, y hay que resistirla. El precio que La Habana debe pagar por tales actividades no debe ser un precio bajo. Estados Unidos solamente puede restaurar su credibilidad tomando una acción inmediata. Los primeros pasos deben ser francamente punitivos. Los diplomáticos cubanos deben irse de Washington. Hay que reanudar la exploración aérea. Hay que cortar los dólares de los turistas norteamericanos. Hay que revaluar el acuerdo de pesca de 1977, altamente ventajoso para la flota de pesca cubana.

Estados Undios debe ofrecer a los cubanos alternativas claras. Primero debe quedarle absolutamente claro al gobierno cubano que si siguen con el pasado se tomarán otras medidas apropiadas.

Cuba. Esta nación ha sido un problema para los formuladores de política norteamericana desde más de dos décadas. El problema no está más cerca de resolución actualmente que en 1960: de hecho, el problema ha crecido hasta tener proporciones verdaderamente peligrosas. Cuba no solamente es un arma efectiva para la Unión Soviética en África y en el Medio Oriente, sino que es crecientemente efectiva como una fuerza para la subversión de nuestro flanco sur: el Caribe y Centroamérica.

La próxima Administración debe entender que La Habana no quiere relaciones normales, salvo bajo sus propios términos, que son opuestos a los intereses de seguridad más fundamentales de Estados Unidos y de nuestros amigos en el Hemisferio Occidental. Cuba no aceptará un modus vivendi con este país que comprometa su relación con la Unión Soviética.

Por más de una década, la subordinación de La Habana a las metas de política exterior de Moscú ha llevado a ambas potencias comunistas a nuevas alturas de influencia en el mundo. En África y Medio Oriente, los cubanos han contribuido con la fuerza mlitar que mantiene en el poder a los regímenes marxistas de Angola, Etiopía y Yemen del Sur. Estos países, a su vez, proporcionan a Moscú y a La Habana todavía más oportunidades en África Central y Meridional (zona rica en minerales) y en el Golfo Pérsico (región rica en petróleo).

Mientras tanto, la ayuda cubana movimientos de izquierda en Nicaragua, El Salvador y Guatemala en los últimos dos años ha convertido a Centroamérica en una región de gran inestabilidad. Esto, a su vez, presenta oportunidades tanto para Cuba como para la Unión Soviética en México, con su petróleo, y en Panamá, con su canal.

Finalmente queda el problema obvio de la creciente presencia militar y de inteligencia de la Unión Soviética en la misma Cuba. La Administración Carter no ha hecho nada acerca de los pilotos soviéticos que hacen misiones de defensa aérea supersónicos (MIG 23) ni de los submarinos que están siendo transferidos a los militares cubanos. No ha hecho nada acerca del mejoramiento de las bases militares de Cienfuegos y de San Antonio de los Baños, ni acerca de las instalaciones de la inteligencia soviética cerca de La Habana.

Cuba tendrá que responder en algún momento acerca de su colaboración con los soviéticos en una política exitosa de subversión y desestabilización de este Hemisferio. Al mismo tiempo, debemos fortalecer a nuestros amigos que quedan en la región y llevar a cabo, al fin, algunas medidas preventivas.

La Habana tendrá que responder por sus políticas de  agresión contra Estados hermanos en el continente americano. Entre estas medidas estará el establecimiento de Radio Cuba Libre bajo el patrocinio abierto del gobierno de Estados Unidos, que proporcionará información objetiva al pueblo cubano que, entre otras cosas, detalle los costos de la lamentable alianza de La Habana con Moscú. Si fracasa la propaganda, hay que lanzar una guerra de liberación nacional contra Castro.

La segunda alternativa consistirá en alentar a que los cubanos hagan un cambio radical en su política exterior. Aunque es improbable que Estados Unidos pueda recuperar  a Cuba del control de la Unión Soviética, debemos poner en claro que si se termina la alianza cubano-soviética, Estados Unidos será generoso. La economía cubana está en ruinas, demolida por veinte años de mala gestión y modelación soviética. La ayuda de Estados Unidos debería sobrepasar con mucho lo que aún el régimen de Castro está exigiendo como un paso norteamericano hacia la normalización de las relaciones. Así, hay que presentar a La Habana dos opciones claras. Esta tendrá la libertad de escoger una u otra, pero Estados Unidos debe llevar a cabo la amenaza o la promesa con igual vigor.

 

B. LAS RELACIONES HEMISFÉRICAS

 

Propuesta

 

En vista de los problemas comunes que enfrentaremos en el continente americano en las próximas dos décadas, los Estados americanos deberían establecer un Comité de Desarrollo Energético, abierto a todos los países del Hemisferio, que se dedique a fomentar la cooperación en el desarrollo racional de los recursos de gas y de petróleo en todo el Hemisferio, a revitalizar el Comité Interamericano de Defensa, el Mando Continental Interamericano y el Tratado de Río, a revitalizar la propia OEA y a reubicar la secretaría en Panamá.

La idea del Hemiserio Occidental como un lugar especial, políticamente distinto del Viejo Mundo -sobre todo de Europa-, ha sufrido altibajos desde el momento de su concepción en el siglo XVIII. A veces la idea ha sido exagerada; se esperaba demasiado de ella, demasiado pronto. En otros momentos, como el actual, era pasada por alto, particularmente en Estados Unidos. Asimismo, en ocasiones la idea ha sido utilizada por una nación persiguiendo su estrecho propio interés. Promover el auto interés nacional no es, por supuesto, un comportamiento patológico, pero pocas veces basta para convencer a los demás de que la idea hemisférica es ventajosa para ellos también.

Sin embargo, durante toda la historia de este Hemisferio se puede decir que la idea misma nunca ha sido completa y definitivamente repudiada. A menudo ha servido a los intereses de la comunidad americana, y las instituciones e instrumentos creados por consentimiento común, aunque lejos de ser perfectos, han ido perfeccionándose por medio del método de aproximaciones sucesivas, durante casi dos siglos. El Hemisferio como idea, entonces, es un proceso por el cual los miembros de esta comunidad se han unido en beneficio común.

La meta de este proceso no es clara, aunque nadie propone una federación hemisferica de Estados, una sola América, en oposición a un mundo único. Las Américas son plurales en la cultura, en la historia y en las instituciones políticas, pero están unidas por aspiraciones similares, por la fuerza de la geografía y por la experiencia histórica compartida. En las últimas décadas de este siglo estarán también unidas por necesidades, peligros y oportunidades comunes.

Hay dos intereses básico primordiales que combinan los tres factores recién señalados: primero, la seguridad nacional; segundo, la estabilidad económica.

El primer factor refleja simplemente el hecho de que la mayoría de las repúblicas en el continente americano han adoptado, en mayor o menor medida, los principios de un gobierno representativo y democrático limitado en su autoridad.

No hay ninguna pretensión de que todos los regímenes cumplan perfectamente con estos requisitos, pero todos ellos son medidos en términos de estos valores, y en grado notable el ideal de las formas de gobierno no totalitarias tiene todavía vigencia. Además, este principio se encuentra atacado por una ideología hostil y ajena, cuyos partidarios, principalmente la Unión Soviética y Cuba, están apoyando a las minorías armadas inclinadas a la revolución, una revolución basada en principios radicalmente antidemcráticos, antilibertarios. La resistencia ante estos ataques es vital y no se puede hacer solamente sobre una base bilateral. El contraataque debe ser multilateral, como fue el caso en la Segunda Guerra Mundial.

Existe un instrumento disponible para la multilateralidad: la Organización de Estados Americanos. El principal reclamo en contra de la OEA  es que sirve solamente a los intereses de los Estados Unidos. Este no ha sido siempre el caso, pero la dispersión de las funciones de la OEA en todo el Hemisferio podría ayudar a superar tal sospecha. Además, proponemos que la sede de la OEA se traslade de Washington a Panamá para fines de siglo.

Panamá, por supuesto, fue la sede de la primera reunión interamericana en 1826, convocada por Simón Bolívar. Panamá está ubicado en una posición central en el Hemisferio, y su economía basada en los servicios podría  acomodar a una secretaría interamericana dentro de dos décadas. Además, la ubicación de la secretaría de la OEA en Panamná estimularía la interamericanización del canal transístmico y fortalecer a la economía panameña por la presencia adicional del Comité Interamericano de Defensa y de sus fuerzas defensivas de protección. Otra necesidad es la de proporcionar estabilidad económica en el Hemisferio. Ninguna nación de éste es invulnerable al colapso económico. La economía norteamericana tiene un impacto importante sobre las economías de los Estados latinoamericanos. Pero la economía de América Latina -especialmente sus mayores economías- tiene un impacto creciente sobre Estados Unidos. Esa tendencia continuará durante lo queu queda del siglo, por lo menos. Así, cada parte del continente americano se ha convertido en dependiente de las demás para el comercio y la inversión. Sin embargo, la política norteamericana no ha reflejado este hecho en lo absoluto.

Para garantizar la prosperidad futura de todo el Hemisferio, los mercados nacionales deben mantenerse relativamente abiertos. Hay que permitir que la tecnología fluya libremente con base en los principios del mercado. No deberíamos restringir indebidamente la inversión, sino hacer que trabaje para el desarrollo ecnómico racional de cada país.

Más importante aún, hay que dejar claro que durante las próximas dos décadas el continente americano deberá aprender a depender de sus propios recursos naturales, especialmente de los energéticos, si es que el Hemisferio quiere seguir siendo económicamente sano. Las dos mayores naciones del continente americano, Brasil y Estados Unidos, son peligrosamente dependientes de los abastecedores extranjeros de petróleo, es decir, extrahemisféricos. Estos mismos abastecedores son extremadamente inestables y demasiado cercanos a la Unión Soviética para ser considerados como confiables en el futuro.

Es solamente una cuestión de prudencia que nuestro Hemisferio se vuelva independiente en materia de energéticos en la próxima década. Se puede hacer. No solamente México y Venezuela son ricos en petróleo actualmente, virtualmente todas las naciones del Hemisferio -inclusive Estados Unidos-poseen fuentes de gas y petróleo que hasta ahora no han sido explotadas. Especialmente este es el caso de Argentina. Lo que necesita cada nación productora es una política racional para el desarrollo de los energéticos; desafortunadamente el principal pecador en este aspecto es Estados Unidos. Ya existe conciencia de la necesidad de desarollar el mercado intrahemisférico de energéticos. Los brasileños y los argentinos toman la delnatera. México y Venezuela los siguen de cerca. solamente Estados Unidos y Canadá, entre los principales países, parecen poco conscientes de las posibilidades.

 

C. CANADÁ Y EL CONTINENTE AMERICANO

 

Propuesta

 

Hay que inducir a que Canadá asuma más responsabilidades en la defensa americana y en el desarrollo, extendiendo su influencia a las antiguas colonias británicas en el Caribe y alrededor del Caribe.

La idea hemisférica en su versión máxima siempre ha tenido sus límites geográficos en el Cabo de Hornos y en el Paralelo 49. El gran espacio blanco, por supuesto, es Canadá, país que por razones históricas y culturales ha mirado hacia Gran Bretaña y en un menor grado hacia Francia, más que hacia el Hemisferio Occidental.

Aunque Canadá se ha mantenido generalmente retirado de la comunidad itneramericana, ha sido observador de la OEA durante muchos años, y es miembro del Banco Interamericano de Desarrollo. La plena participación de Canadá en la OEA y en sus instrumentos es una cuestión que Canadá debe decidir, por lo que no debe hacerse ninguna presión en el futuro cercano o lejano.

No obstante, hay que alentar con entusiasmo a que Canadá cumpla con sus responsabilidades en la región, promoviendo el desarrollo económico y la civilidad política del Caribe de habla inglesa. Canadá tiene que hacerlo en su propio interés y en atención a sus nexos históricos, culturales y económicos con los Estados isleños. Por el hecho de hacerlo, Canadá se convertiría en un genuino socio en la seguridad y creciente prosperidad del Hemisferio. De hecho, esto debería ser solamente un paso en un proceso evolutivo en el cual Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, la antigua alianza ABC (América-Britain-Canada), trabajarían en conjunto para proteger la herencia política angloparlante en el Caribe.

 

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