Cuarta Parte
Futuras crisis de regímenes latinoamericanos
y responsabilidades de Estados Unidos
Documento
Santa Fe II
EEUU
debe prepararse y prestar especial atención a cinco países que constituyen
ejemplos particularmente significativos de las progresivas crisis de regímenes
latinoamericanos: México, Colombia, Brasil, Cuba y Panamá.
Una
nueva política hacia América Latina para la década de 1990 ha de prestar
especial atención a la amenaza genérica que enfrentan las frágiles
democracias latinoamericanas y a la difícil transición después de un gobierno
autoritario o totalitario. Las cinco naciones analizadas aquí proporcionan
ejemplos de los problemas que comparten, hasta cierto punto, la mayoría de los
restantes Estados latinoamericanos. Uno de ellos, México, es un régimen
autoritario que enfrenta una crisi. Al parecer es incapaz de incorporar un
partido o partidos de oposición legítimos. Dos de ellos, Colombia y Brasil,
son democracias, y los otros dos, Cuba y Panamá, son regímenes totalitarios y
autoritarios decadentes. EEUU tiene que rpestarles especial atención como
ejemplos de los problemas más generales de la región.
México
Propuesta
Nº 1
EEUU
tiene que encontrar formas y medios para animar a México a aceptar una oposición
legítima. Los indicio de oposición al predominio de un partido aumentan. La
reforma interna del PRI no será suficiente para frentar el crecimiento de
partidos de oposición.
Propuesta
Nº 2
EEUU
debe apoyar cualquier esfuerzo por vender en liquidación empresas de propiedad
estatal y desarrollar un mercado interno para enfrentar la deuda exteran de la
nación.
Propuesta
Nº 3
Todo
el apoyo que EEUU pueda ofrecer para mejorar el sistema judicial de México,
corrupto y plagado por el soborno, reviste suma importancia. Sin la realización
de mejoras en esta área, la guerra contra los narcóticos continuará siendo
una bufonada macabra.
México
ha comenzado finalmente a experimentar con reformas en el proceso de selección
de candidatos de su partido de gobierno (PRI). En parte como respuesta a la caída
del peso mexicano, ocurrida en 1982, el PRI ha hecho algunos esfuerzos por
adaptarse a la opinión pública. Se ha permitido la celebración de elecciones
primarias para la nominación de algunos candidatos del PRI. Sin embargo, Cuauhtémoc
Cárdenas, descendiente del prominente héroe revolucionario de dicho partido,
llegó a la conclusión de que las reformas internas eran ilusorias; se separó
del partido y formó una coalición de partidos de izquierda llamada Frente
Democrático. A esta nueva oposición de izquierda se une la sufrida oposición
de derecha de México, llamada PAN.
Tanto
el PAN como el Frente Democrático presentaron fuertes candidaturas, y el PRI, a
pesar de su afianzado aparato político y continuado fraude electoral, sólo
pudo obtener el 50% de los votos. Cárdenas y Manuel Clouthier, el candidato del
PAN, continúan cuestionando la legitimidad de las elecciones, lo que pudiera
obligar al PRI a una mayor apertura del proceso político y a instituir algunas
reformas reales.
El
continuado estatismo del PRI ha dado lugar a un desempleo o subempleo masivo que
a su vez da lugar a que una mayor cantidad de personas emigren. Este desempleo
estructural, que según se calcula abaraca el 40% de su fuerza de trabajo, tiene
que ser resuelto mediante la venta en liquidación de las masivas paraestatales.
Probablemente el 85 por ciento de la economía de México sea de propiedad
estatal y el sector privado restante depende de la benevolencia del gobierno.
Existen indicio de que hay funcionarios mexicanos que reconocen el problema; es
necesario estimularlos.
COLOMBIA
Propuesta
Nº 4
Además
de fortalecer el sistema judicial existente en Colombia, EEUU debe apoyar a los
tribunales especiales controlados conjuntamente por el Ministerio del Interior y
las fuerzas armadas para enfrentar la doble amenazad de la suversión y el
narcotráfico, que representan una guerra abierta contra el régimen democrático.
Propuesta
Nº 5
Estos
tribunales han de estar facultados para juzgar con prontitud y sentenciar a que
sean recluídos en centros de detención especiales, bajo el control del ejéricot,
los elementos subversivos y traficantes que operan actualmente contra la soberanía
del pueblo colombiano. El problema de El Salvador se repetirá en mayor escala
si no se adoptan pronto medidas enérgicas. Oportunamente, el apoyo y
financiamiento adecuado de EEUU pueden evitar así levantamientos y una guerra
civil de envergadura.
Colombia
enfrenta una doble amenaza para su seguridad e instituciones democráticas básicas.
Los insurgentes respaldados por los comunistas y cuyo número y esfera de
actividad aumetnaron durante la década de 1980, representan una de las
amenazas. De continuar la actual tendencia, Colombia se habrá convertido en
otro El Salvador para mediados de la década de 1990, por no decir antes, pero,
a diferencia de esa pequeña nación centroamericana, Colombia también enfrenta
otro enemigo: el poderoso y bien afianzado cartel del narcotráfico, cuyo centro
de operaicones se encuentra en las ciudades colombianas de Cali y Medellín.
Los
narcotraficantes ya han destruido de manera eficaz el sistema legal de Colombia,
mediante la intimidación y el soborno masivo del aparato judicial y la policía.
Con recursos que pueden llegar a ser de 9 mil millones de dólares anuales,
obtenidos a través de la venta de narcóticos ilícitos, fundamentalmente en
este país, los señores de la droga fácilmente se pueden dar el lujo de
mantener su privilegiada situación. Y para empeorar las cosas, los guerrilleros
colombianos y los carteles de la cocaína operan juntos para hacer avnzar sus
objetivos en ocasiones contradictorias.
En
contraste, el gobierno colombiano ha iniciado, en el mejor de los casos, una
campaña poco entusiasta contra estas dos amenazas. Las fuerzas de seguridad están
lamentablemente mal dotadas y equipadas. El anterior gobierno del presidente
Belisario Betancur redujo radicalemtne a la mitad el presupuesto para la defensa
en los críticos primeros años de la década de 1980. La administración del
presidente Virgilio Barco, más realista, ha restituido esta cantidad sólo
parcialemnte, y a pesar de algunas medidas adoptadas contra el terorismo y el tráfico
de narcóticis, aún no se ha anuncado un plan de estrategia nacional.
Entretanto, el esfuerzo del gobierno por alcanzar la paz a través del díalogo
y las negociaciones está en completo desorden. El papel de EEUU no ha sido
particularmente útil. Aunque la Administración de Reagan ha presionado enérgicamente
para la extradición de conocidos narcotraficantes, recientemente ha reducido el
programa norteamericano de asistencia a Colombia en materia de seguridad. Esa
decisión fue un grave error, porque ha restado fuerza a los enérgicos términos
empleados con relación a la necesidad de que Colombia tomara medidas drásticas
contra esta doble amenaza.
Así,
si las tendencias actuales no se cmabian, en Colombia se producirá una
importante rebelión en la década de 1990, rebelión que afecta directamente a
EEUU particularmente en lo que se refiere al aumentod e la cantidad de narcóticos
que como resultado arribará a nuestras costas. Por lo tanto, es posible que en
la década de 1990 Colombia hag que América Central, el singular problema de
política exterior de EEUU en la década de 1980, parezca bastante pequeña.
Colombia
y, en América Central, El Salvador, son ejemplos claves de la necesidad de una
reforma judicial. Un elemento necesario con vistas a lograr la estabilidad para
estos dos países azotados por la guerra es el restablecimiento del imperio de
la ley. El hundimiento del poder judicial en Colombia y El Salvador, constituye
una burla al fundador de Colombia, Francisco de Paula Santander, quien expresó:
"Las armas nos dieron la independencia, pero las leyes nos darán la
libertad".
En
El Salvador, los terroristas comunistas y los asesinos derechistas han
destruido, mediante la intimidación y el crimen, la capacidad de los tribunales
para juzgar y sentenciar a los que violan las leyes. En la década de 1980 los
guerrilleros comunistas y los narcotraficantes se las ingeniaron para lograr
algo similar en Colombia en una escala mucho mayor. Actualmente es casi
imposible condenar a cualquier terrorista o narcotraficante en ambos países.
Pistoleros de derecha de estos países también han sido dejados en gran parte
sin castigo por jueces que o bien viven sumidos en el miedo o han sido
sobornados abiertamente tanto por criminales como por rebeldes.
Es
muy tarde en Colombia y en El Salvador. Muchos creen que la guerra contra los
narcotraficantes ya se ha perdido en Colombia. Sin embargo, EEUU no puede
permitirse que esta situación se matnenga eternamente. La próxima Administración
tien que reconsiderar radicalmente sus programas de asistencia jurídica. Una
cantidad de dinero mucho mayor debe dedicarse a los tribunales especiales y a su
protección -un elemento clave para que estas instituciones lleven a cabo su
misión. A menos que lo haga, el debilitamiento de la ley y el orden se propagará
por todo el Hemisferio, incluido EEUU.
BRASIL
Propuesta
Nº 6
EEUU
debe dare pasos dirigidos a brindar asistencia a Brasil, por su creciente crisis
de endeudamiento antes de que la misma debilite su frágil democracia. Aun
cuando se produzca el hundimiento de un gobierno electo en la década de 1990,
se debe prestar asistencia a Brasil para guiarlo por una senda de crecimiento
económico, a fin de que avance hacia el régimen político que necesita.
En
la década de 1990, Brasil enfrentará problemas para equiparar su extensión
con su potencial. El gigante sudamericano está inmerso en una difícil transición
de retorno a la democracia, luego de más de dos décadas de gobierno militar.
Con un estilo típicamente brasileño, el ejército gobernó al país con mano
relativamente suave y se mantuvo libre de corrupción durante ese período; pero
para mediados de la década de 1980, los brasileños estaban en condiciones,
incluso deseosos, de tener un gobierno civil y plenamente democrático.
Sin
embargo, la transición no ha sido fácil, y el actual presidente civil, José
Sarney, a duras penas pudo evitar un golpe de Estado el pasado mes de marzo,
debido a las acciones de un Congreso Nacional cada vez más imprudente e
irresponsable, que a la vez actúa como Asamblea Constituyente. Hasta que no
recibieron una advertencia definitiva por parte de los militares, los redactores
de la nueva Constitución estaban considerando seriamente una forma
parlamentaria de gobierno (un experimento similar llevado a cabo a principios de
la década de 1960 fracasó lastimosamente) y habían deidido celebrar
elecciones directas presidenciales el próximo año -decisión que hubiera
garantizado virtualmente una victoria izquierdista en 1989.
Los
problemas políticos de Brasil se agravan por sus actuales fracasos económicos.
El débil gobierno de Sarney ha exacerbado los problemas que ya eran severos.
Brasil tiene la myor deuda externa de los países subdesarrollados, y en los últimos
años no ha podido pagar el principal y los intereses a tiempo. La inflación
continúa con un índice de tres dígitos. La masiva intervención del Estado en
la eocnomía y los enormes déficits presupuestarios abruman la que debería ser
una de las econoías más florecientes del mundo. Incluso en el período de los
militares, en que se seguían políticas más prudentes, la preferencia se
inclinaba hacia el crecimiento a toda costa mientras se posponían las reformas
básicas de la economía.
Si
un gobierno abiertamente de izquierda asumiera el poder en 1990, los
problemas económicos no harán más que aumentar geométricamente en la
década siguiente. Antes de que eso ocurra, sin embargo, esprobable que la frágil
democracia de Brasil sea destruida por otro período de gobierno militar. El ejército
lo haría con renuencia, y posiblemente atacaría los problemas económicos sin
entusiasmo y los dejaría sin resolver. Pero si se ve obligado, el ejército
desempeñaría su papel histórico como poder moderador. Sin embargo, este nuevo
ciclo de inestabilidad e inseguridad no acercaría a Brasil a su objetivo de
covnertirse en un país desarrollado y, de hecho, en una importante potencia
para fines de siglo.
La
Administración de Reagan ha simpatizado mucho más con las ambiciones brasileñas
que su predecesora. La misma ha alentado de buena gana el proceso democrático,
al tiempo que divulga moderadamente críticas sobre violación de los derechos
humanos (y el programa de energía nuclear de Brasil) en contraste con el período
Carter.
Sin
embargo, después de un buen comienzo, las relaciones norteamericano-brasileñas,
nuevamente han experimentado un descenso. Brasil y, de hecho, toda América del
Sur, ha llegado a ocupar un lugar ecundario en relación a nuestros problemas en
América Central. Han surgido desavenencias en cuestiones concernientes al
comercio y las inversiones, especialmente en la muy sensible área de los
productos de alta tecnología, las computadores y, en particular, el software. Los problemas no son, en modo alguno, responsabilidad
exclusiva de los EEUU. Pero para que sean resueltos deben tener una prioridad
mayor que la que han tenido en años anteriorres. La clave de la diplomacia
norteamericana es que su política se lleve a cabo de un modo que anime a Brasil
a reestructurar su economía a fin de que favorezca las fuerzas del mercado,
tanto en el país como en el exterior.
El
mejor vehículo para ello ya está disponible. Creado por Henry Kissinger en
1976, el mimso establece que el secretario de Estado de EEUU y el ministro de
Relaciones Exteriores de Brasil se reúnan dos veces cada año. Pero las
reuniones por sí solas difícilmente resuelvan los problemas. Es necesario que
se evidencie la voluntad política de ambas partes. La próxima Administración
debe hacer ese esfuerzo para evitar que en la próxima década las discrepancias
económicas sean incluso mucho mayores y más enconadas.
CUBA
Propuesta
Nº 7
EEUU
debe sostener conversaciones de alto nivel con la Unión Soviética, a fin de
producir una retirada militar soviética de Cuba.
Propuesta
Nº 8
Cuando
estas covnersaciones lleguen a una conclusión, o al menos a una etapa
prometedora, EEUU debe iniciar conversaciones con Castro o su sucesor, a fin de
prepararse para una Cuba posterior a Castro.
Propuesta
Nº 9
Teniendo
en cuenta que el castrismo está en bancarrota y ha fracasado como modelo de
desarrollo y libertad, EEUU debe ampliar sus transmisiones a Cuba por los medios
como una vía de educación cívica para crear un régimen democrático. La
TV-Martí debe comenzar a funcionar lo antes posible con programas dirigidos a
enseñar los elementos de la cultura democrática.
Cuba
permanece segura en la órbita de la Unión Soviética y bajo el puño de hierro
del envejecido caudillo Fidel Castro. Sin embargo, a finales de siglo, Castro
estará próximo a sus 75 cumpleaños. Por lo tanto, la próxima Administración
debe estar preparada para la futura crisis porfirista que bien pudiera ocurrir
en Cuba durante su mandato. En el caso del envejecido caudillo de México,
Porfirio Díaz, el régimen se derrumbó rápidamente cuando el anciano, desde
el punto de vista físico, perdió el control de sí mismo y luego de su país,
a principios de este siglo.
Aunque
la Administración de Reagan nunca buscó el origen de la descriptiva frase del
exsecretario de Estado, Alexander Haig, no se había hecho ilusiones acerca de
la naturaleza del régimen de Castro y de su propósito principal, dañar los
intereses de EEUU en cualquier momento y lugar que pudiera.
En
gran medida debido a presiones de EEUU, los éxitos de Castro declinaron
precipitadamente durante la década de 1980.
En
El Salvador no se produjo una ostensible y fácil victoria.
Se
perdió Granada; los jamaicanos eligieron y reeligieron a un gobierno
vehementemente anticastrista. En Angola, las fuerzas cubanas han tenido que
enfrentar a las fuerzas guerrilleras cada vez más agresivas y mejor armadas de
la UNITA, de Jonas Savimbi.
En
el frente interno, es evidente que la intención de Castro de crear una revolución
permanente al estilo stalinista, está fracasando. La economía continúa su
titubeante paso a medida que se queda cada vez más rezagada. A diferencia de
las otras economías controladas del Este, el líder de Cuba evita cualquier
indicio de reforma verdadera. En Cuba están estrictamente limitadas las
discusiones sobre la perestroica, por
no hablar de la glasnot.
Pero
en Cuba crece la oposición interna, oposición alimentada por Radio Martí, la
cual ha resquebrajado con éxito el monopolio de Castro sobre la información y
la propaganda. Según afirman los desertores, los militares se muestran cada vez
más intranquilos como resultado de las bajas sufridas en Angola. Activistas por
los derechos humanos que antes eran totalmente desconocidos han logrado en estos
momentos despertar el interés internacional por primera vez, en lo referente a
los deplorables antecedentes del régimen en ese frente.
En
resumen, el régimen está cada vez más a la defensiva y el costo de sus
aventuras en el extranjero continúa aumentando, sin que se vislumbre ningún
beneficio patente para el pueblo cubano. El futuro bajo el gobierno de Castro,
según él mismo ha admitido, es igualmente sombrío, a pesar de la confianza en
nuevas artimañas como las microbrigadas y una renovada y polémica guerra
contra la burocracia.
El
absoluto fracasod e Castro, que sólo ahora se comprende vagamente fuera de
Cuba, es el hecho fundamental y sbresaliente que la próxima Administración
debe enfrentar en la formación de un nuevo enfoque a la hora de tratar esa
esencial isla.
Con
la muy real posibilidad de la desaparición de Castro en algún momento de la década
de 1990, los estrategas políticos norteamericanos deben estar conscientes de
que se está gestando una crisis del régimen. Es muy poco probable que el
sistema actual, sin caudillo, pueda sobrevivir durante largo tiempo sin una
masiva intervención soviética para imponer un títere de su propia elección,
al estilo de Afganistán. Pero Cuba no es Afganistán. Cuba está en nuestra
esfera de intereses, no en la de Moscú. Eso debe aclararse con energía en los
primeros momentos de la próxima Administración.
Al
mismo tiempo, la próxima Administración puede ayudar a preparar el terreno
para un rápido y positivo cambio en Cuba después de la desaparición del máximo
líder. EEUU debe prepararse para covnersar con los principales poseedores del
poder, especialmente las Fuerzas Armadas cubanas que han pagado con lealtad un
alto precio por las ambiciones globales de Castro.
Por
lo tanto, previendo la inevitable y cercana crisis del régimen cubano, la próxima
Aministración debe reconsiderar todo su enfoque respecto a la alianza soviético-cubana.
La nueva Administración debe tomar la iniciativa en cuanto al futuro del régimen
cubano. Es vital que se incien conversaciones de largo alcance mientras Castro aún
mantenga el control. EEUU debe indicar su deseo de normalizar rápidamente las
relaciones con una cuba desovietizada -una normalización que incluya la
suspensión del embargo comercial. Las conversaciones serían incondicionales,
directas y de alto nivel, sin la ayuda de intermediarios cuestionables.
El
objetivo es restituir a Cuba como un miembro libre e independiente de la
comunidad internacional y, en particular, del Hemisferio Occidental, para que la
guerra de treinta años entre cubanos y norteamericanos finalmente concluya.
PANAMÁ
Propuesta
Nº 10
La
expulsión de Noriega y la celebración de elecciones no serán suficientes para
instaurar un régimen democrático en Panamá. EEUU tendrá que centrar su
atención en toda la gama de problemas que entraña un régimen democrático: la
reforma de las Fuerzas de Defensa Panameñas, el apoyo a un sistema judicial
independiente y la restauración de la economía serán los más esenciales.
La
crisis del régimen de Panamá se produce ahora. Durante veinte años, la
exhuberancia democrática natural y algo desorganizada del páis fue ahogada por
una dictadura seudopopulista.
La
Administración de Carter cifró sus esperanzas en forjar una alianza con un
gobierno corrupto, que creía estable, mediante la firma de dos tratados sobre
el Canal de Panamá, que garantizaran el control por ese país de esa vital vía
interoceánica para finales de siglo.
Ya
en este momento la ilusión de Carter es evidente para todos. Sin embargo, la
Administración de Reagan sólo ha podido formular una nueva política hacia
Panamá a tontas y a locas, centrada casi exclusivamente en despojar el país de
un individuo, su influyente general Manuel Antonio Noriega.
Pero
el derrocamiento del dictador difícilmente resuelva los problemas de Panamá o
cree condiciones para una sólida asociación norteamericano-panameña.
En
la década de 1990, la próxima Administración tendrá que enfrentar serios
problemas que aún están por aborar. Las leyes bancarias tienen que ser
revisadas para evitar que el país se hunda una vez más en la corrupción
basada en el cartel de las drogas. La Constitución panameña debe ser enmendada
para que permita la extradición de ciudadanos panameños culpables de delitos
en terceros países, aunque sería preferible en gran medida, que esta tarea
fuera asumida por un sistema judicial panameño depurado.
Además
de eso, EEUU y Panamá, una vez que esté en el poder un gobierno democrático,
deben comenzar a planear seriamente la adecuada administración del Canal, que
pronto requerirá una importante y costosa reparación general. Al mismo tiempo,
deben iniciarse las discusiones sobre una defensa realista del Canal después
del año 2000. Esas conversaciones deben incluir la retención por EEUU de un número
limitado de instalacoines en Panamá (principalmente la base aérea Howard y la
estación naval Rodman) para una adecuada proyección de fuerza en todo el
Hemisferio Occidental.