Capítulo IX. Una novia de oro

CAMPO SANTO - Parte I

 

 

(Del testimonio del ex sargento Víctor Ibáñez) 

 
"A los 16 años salí del Bonifacio y me fui a vivir con mi madre a un hotel. Quedaba en Parque Centenario, Caballito. Teníamos una pieza de cuatro por cuatro; la cocina y el baño eran comunes y se compartían entre todas las habitaciones." 

"Yo empecé a trabajar en un taller de alhajas, era una joyería clandestina. Cuando venía un inspector todos teníamos que salir rajando; fue lo primero que me dijeron en mi primer día de trabajo. El taller funcionaba en los fondos de una almacén que habían puesto para disimular lo que pasaba atrás. Una almacén común y silvestre, que tenía quesos y fiambres. Ahí hice mis primeras armas en orfebrería: pulir, armar, fundir. Hacíamos anillos especiales, mallas para relojes, cadenas, llaveros. Los dueños eran dos hermanos; no sé si serían mayoristas, pero te aseguro que ahí entraba mucho oro." 

"Yo les afané un montón de oro que me lo terminó de quitar una mina. Una tucumana que estaba muy fuerte. Soltera, mayor que yo. Haydeé tenía 25 años, era una especie de novia que todos los días me pedía que le llevara unos gramos de oro. Vivía en el mismo hotel en que estábamos parando con mi vieja. Ella y sus hermanos laburaban como operarios en la fábrica Atma. A veces pienso que si yo me hubiera guardado todo ese oro habría tenido mucha guita, pero se lo di todo a ella y no me quedé con nada. Estaba enamorado, recién salía del Instituto y no sabía nada de la vida. Ella me quería para la joda. La dejé de ver cuando con mi mamá nos mudamos a San Miguel." 



Mudanzas y trabajos


Mi vieja alquiló una casilla en San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, que no tenía luz, en una calle sin asfalto ni nada. Fue como retroceder mil años. Volver al campo, a la prehistoria. Ahí comenzamos otra vida. Yo dejé mi empleo en la joyería porque me quedaba lejos, y empecé a trabajar como dependiente en el bufet del Hospital Alvear. Me llevó mi vieja, que ya trabajaba desde hacía unos meses en ese lugar." 

"En el bufet del hospital hice un montón de guita, ganaba más que en la joyería. Trabajamos ahí más de tres años. Quedaba por la avenida Warnes, cerca de la estación donde con mi vieja nos tomábamos el tren de vuelta hasta la casita de San Miguel. Yo me había convertido en una persona de confianza para el dueño, hacía de todo. El sabía que además de las propinas yo me quedaba con algún vuelto, pero lo tomaba como el pago de un sobresueldo y no decía nada." 

"Me compré una bicicleta, pilchas...iba al cine. Cambié dos o tres novias. No me gustaba ir a bailar, me metía en los bares que tenían esas vitrolas que andaban con monedas. Me gastaba toda la guita escuchando los discos de Trini López, Pedro y Pablo, Los Iracundos, Vivencia. Todos los de la 'nueva ola'." 

"Pero a mis novias nunca las llevaba a casa, ni a la de madera ni a la otra a la que después nos mudamos, de material y que tenía luz, aunque el bombeador de agua lo manejaba el dueño que nos llenaba el tanque de cien litros una vez semana. A mi vieja no le gustaban mis novias ni mis amigos; los corría. Nadie le gustaba, ninguna le caía bien. Por eso, a pesar de haber tenido muchas minas, al final me quedé soltero." 

"Como nos iba bien con el laburo del bufet, al poco tiempo nos volvimos a mudar. Nos fuimos a un departamento cerca del centro de San Miguel, en un primer piso con luz, agua corriente, cloacas. Civilizado. En ese lugar, que quedaba sobre la calle San José, vivimos muchos años." 

"Al poco tiempo dejé el bufet y me puse a trabajar, en combinación con el almacén que estaba al lado del hospital, levantando pedidos entre los enfermos. Iba sala por sala, cama por cama. Ellos ya me conocían de cuando trabajaba en el bufet, me tenían confianza. Entonces yo les decía que era más barato comprarme a mí. En una libreta anotaba: sala tal, cama tal, enfermo tal, llevar un agua mineral, tanto de fiambre y lo que me pidiesen. Retiraba el pedido del almacén y a la cuenta le agregaba mi ganancia. Pero duró poco, el negocio era mejor para el almacenero y no era lo que yo quería hacer. 



Vocación de policía


Yo quería ser policía. Me había hecho amigo de todos los vigilantes de la Comisaría 41°, en la jurisdicción de La Paternal, donde estaba el hospital. Quería ser policía de alma, de hecho soy un policía frustrado. Será por el uniforme, las armas, el respeto." 

"Lo intenté. En esa época se podía hacer la colimba en la policía, un año antes del sorteo. Yo me anoté y me salió como destino la montada. Pasé la instrucción pero después me dieron la baja porque no me daba el peso ni la altura; yo estaba muy flaco para ser policía.

 

 

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