Capítulo X. La multiplicación de nungún lugar.

CAMPO SANTO - Parte II

 

 

(Informe de situación)

El plan


El oficial inspector (RO) Rodolfo Fernández cumplió funciones en la Ayudantía Policial del Ministerio del Interior durante 1976. Según él, unos meses antes del golpe militar del 24 de marzo, "...el alto mando del Ejército -es decir, los generales de División y aquellos que ocupaban cargos correspondientes a esa jerarquía-, entre los que se encontraban el general Jorge Rafel Videla, comandante en jefe; general Roberto Viola, jefe del Estado Mayor; los comandantes del I Cuerpo, general Guillermo Suárez Mason; del II, general Luciano Jáuregui; del III, general Luciano Benjamín Menéndez y del V, cuyo nombre no recuerdo; los generales Diego Urricarriet y Bartolomé Gallino, director y subdirector de Fabricaciones Militares y el comandante de Institutos Militares, general Santiago Omar Riveros, elaboraron la doctrina de guerra a emplear para combatir a la subversión. La redacción final del documento estuvo a cargo del general Cesáreo Cardozo, director de la Escuela Superior de Guerra". 

Una vez resueltos los aspectos formales, desde el edificio Libertador, comando general del Ejército, muy discretos emisarios partieron rumbo a las sedes de la Armada y la Fuerza Aérea con copias del plan que debía ser aprobado por sus respectivos altos mandos. 

Aunque había sido concebida en su propio riñón, el Ejército se aseguró de que todos los hombres que integraban los niveles superiores de las tres armas conocieran y aprobaran la doctrina que guiaría sus pasos a partir de la Orden General de Batalla del 24 de marzo de 1976, comunicada a todos los generales, almirantes y brigadieres en actividad con mando de tropas. 

En el mismo testimonio, Fernández aseguró haber presenciado una conversación que el entonces ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, mantuvo con otros altos jefes militares, entre ellos Videla, Olivera Rovére, Ojeda, Galtieri y Viola. Al comentar los conceptos básicos de la doctrina, los militares comentaban que "...básicamente comprendía la eliminación física de la llamada 'subversión apátrida' y una orientación ideológica dentro de la 'tradición, familia y propiedad'." 

Fernández escuchó a un general subrayar que, según sus ideólogos, "la doctrina tenía, entre otros propósitos, el de implantar el terror generalizado en la población para evitar que la guerrilla se moviera como pez en el agua". 



Origen y perfección


El origen de la doctrina fue claramente expuesto en un artículo periodístico firmado por el general Ramón Camps en 1981: (1) 

"Todos los oficiales argentinos trabajaron basándose en la doctrina francesa utilizada en Indochina y aplicada en ese momento (1970) en Argelia. Esta forma de actuar fue mantenida hasta 1975, para ser más preciso, hasta el momento en que se inició el Operativo Independencia y su ampliación conocida como el 'pasaje a la ofensiva' que respondió a una resolución adoptada en septiembre de ese año por el comandante en jefe del Ejército (Videla) y que pudo tener plena vigencia desde el 24 de marzo de 1976. 

"Llegó el momento en el que asumimos nuestra mayoría de edad y aplicamos nuestra propia doctrina, que en definitiva permitió lograr la victoria argentina contra la subversión armada." 


El agregado que los militares argentinos hicieron a la doctrina francesa consistió, fundamentalmente, en la clandestinidad de las operaciones represivas basadas en la conciente ilegalidad de sus procedimientos. 

"En este tipo de lucha -explicó el general Tomás Sánchez de Bustamante-, el secreto que debe envolver las operaciones hace que no deba divulgarse a quién se ha capturado y a quién se debe capturar; debe existir una nube de silencio que rodee todo..." (2) 

"La lucha que libramos no reconoce límites morales; se realiza más allá del bien y del mal", sintetizó el teniente coronel Hugo Pascarelli ante una formación en el grupo de artillería de Ciudadela. (3) 



El método


La estructura represiva expuesta en las llamadas 'Ordenes de Batalla' de las Fuerzas Armadas comenzaba por dividir el territorio argentino en 'jurisdicciones' o 'zonas de seguridad'. Cada fuerza, por su parte, disponía la formación de los 'Grupos de Tareas' (GT), estructuras clandestinas medulares del aparato militar, que tenían a su cargo la ejecución concreta del plan de aniquilamiento dispuesto por los mandos castrenses. 

"Los Grupos de Tareas estaban formados por personal de las diversas fuerzas armadas y de seguridad. Si bien se hallaban alojados en distintas dependencias militares o policiales, que otorgaban su infraestructura, los GT dependían directamente de la fuerza en la que tenían su origen: GT1 y GT2 de Ejército, con sede en la Central de Reunión del Batallón 601 de Inteligencia, ubicado en la esquina de Callao y Viamonte de la Capital Federal; GT3, del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) de la Marina de Guerra; GT4, del Servicio de Inteligencia Aérea (SIA) de Aeronáutica y GT5 de la SIDE". (4) 

Aunque funcionaron al margen de las estructuras oficiales de las Fuerzas Armadas, estos grupos operaron bajo las órdenes directas de los diversos Estados Mayores. 

Una vez organizadas las tareas, el paso siguiente consistió en disponer de los lugares adecuados para activar el arma elegida para la batalla: los centros clandestinos de detención, lugares ocultos donde poder torturar sin interferencias a los detenidos. 

Allí eran conducidos los sospechosos secuestrados por grupos operativos vestidos de civil o disfrazados. La aplicación de la tortura, en todas sus formas imaginables, completaba el plan de batalla. 

El objetivo de los interrogadores, tal como lo definió el general Camps, consistía en obtener la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible, para establecer los vínculos entre los militantes y el 'mosaico' del que formaban parte dentro de las organizaciones guerrilleras. Los límites no representaban una dificultad: no los había. Las diferenciaciones no estaban contempladas: "...cada detenido era un enemigo y se lo trataba como tal; fuera un guerrillero, un anciano o una mujer embarazada." (5) 

En un discurso distribuido a los medios de comunicación por el comando en jefe del Ejército el 27 de febrero de 1980, el general Santiago Omar Riveros, comandante de Institutos Militares, expuso las razones de la cuidadosa organización: 

"...La decisión de formar esos comandos (unidades especiales dentro de los cuadros castrenses) que actuaron en el desaparecimiento y posible exterminio de miles de personas fue adoptada en los más altos niveles de las Fuerzas Armadas con el objeto de descentralizar la acción antisubversiva y permitir que cada uno de los comandos dispusiera de un ilimitado poder en cuanto a sus facultades para eliminar a los terroristas o sospechosos de serlo. La Comisión Interamericana tiene la convicción moral de que tales autoridades, de un modo general, no podían ignorar lo hechos que estaban ocurriendo y no adoptaron las medidas necesarias para evitarlos." (6) 

"Niego rotundamente que existan en la Argentina campos de concentración o detenidos en establecimientos militares más allá del tiempo indispensable para indagar a la persona capturada en un procedimiento y antes de pasar a un establecimiento carcelario", afirmó el entonces jefe de la Junta de Comandantes, comandante en jefe del Ejército y presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla. (7) 

Luego se sabría que los campos de detención, tortura y exterminio que funcionaron en todo el territorio argentino superaron los 350: la incontenible magnitud de lo ocurrido no fue un hecho aislado. 

Cuando, en 1980, las evidencias hicieron que el jefe militar no pudiera sostener sus rotundas negaciones, Videla se explicó: "No reconocemos culpas bajo ninguna circunstancia, porque si hubo necesidad de matar, nunca fue por matar en sí, sino porque uno tenía necesidad de matar para defender ciertos valores". (8) 

Las últimas cifras, basadas en datos comprobados a pesar de la ausencia de las listas que las Fuerzas Armadas se niegan a dar a conocer, indican que unas 9506 personas fueron desaparecidas en los campos clandestinos de detención de la última dictadura militar. 

"Un Estado se convierte en terrorista cuando en forma deliberada y como decisión política utiliza en forma clandestina los medios de que dispone para amenazar, secuestrar, asesinar, torturar, colocar bombas y realizar estragos, con la complicidad de todos los órganos oficiales y dando lugar a que sus habitantes se encuentren en una situación de absoluta indefensión", señala Hannah Arendt en "Los orígenes del totalitarismo". (9) 

 
   

 




(1)   En: Camps, Ramón J. A.: "Apogeo y declinación de la guerrilla en la Argentina". Diario "La Prensa", Buenos Aires, 4 de enero de 1981.


(2) Diario "La Nación", Buenos Aires, 14 de febrero de 1980. 


(3) Citado por Duhalde, Eduardo Luis: "El Estado terrorista argentino", Ediciones El Caballito, Buenos Aires, 1983. Pág. 79.


( 4) 
Testimonio de un ex integrante de esos grupos. Nunca Más, Informe de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), Eudeba, Buenos Aires, 1985. Pág. 257. 


(5) Testimonio del ex sargento Víctor Ibáñez. 


(6) 
Diario "La Prensa", Buenos Aires, 28 de febrero de 1980. El subrayado es nuestro. 


(7)
Revista "Gente", Buenos Aires, 22 de diciembre de 1977.
 


(8)
Diario "The Times", Londres, 2 de junio de 1980.


(9)
Citada por Mignone,. Emilio: "La última dictadura militar", Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires. 

 

 

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