Capítulo XII. La vida es cosa de locos.

CAMPO SANTO - Parte II

 

 

(Informe de situación)

Ninguna otra obsesión debió ser tan contundente en la historia de Juan Carlos Scarpatti como la de sobrevivir a la muerte. 

Scarpatti, el 'Loco César', fue capturado por una patota del Ejército integrada por ocho hombres que lo emboscaron en una cita 'envenenada' el 2 de abril de 1977. La persona con la que debía reunirse había sido apresada el día anterior y esa misma noche sus torturadores le arrancaron los detalles del encuentro. 

A las ocho de la mañana, cuando 'César' giró su Fiat 125 para tomar por la calle Hernandarias rumbo a las vías del ferrocarril Sarmiento, ya era tarde. Dos autos le cerraron el camino. Saltó al empedrado y se resistió a los tiros detrás del auto con la esperanza de una fuga que no fue posible. Le metieron nueve balazos y ya no pudo correr ni seguir disparando. Uno en el tórax, otro en la cabeza, otro en la mano derecha, los demás en el resto del cuerpo. 

Lo tiraron sobre el asiento delantero izquierdo de su propio auto, al que le habían reclinado el respaldo. Antes de perder el conocimiento, escuchó que sus captores coincidían en "viajar sin apuro, ya que seguramente estaría muerto antes de llegar". 

No supo cuánto tiempo pasó hasta que lo despertó un intenso dolor. Dos hombres lo tironeaban del brazo derecho, herido con una bala, para arrancarlo del auto y aplastarlo contra el pasto en un lugar aparentemente descampado. Ahí lo dejaron tirado durante horas, esperando que se muriera. 

De acuerdo con su relato, cuando comprobaron que seguía con vida, decidieron trasladarlo desde ese lugar, que según se enteraría después, se trataba de una base operativa del I Cuerpo del Ejército llamada "Las Casitas", hasta otro centro de detención en Campo de Mayo, conocido como "Los Tordos" o "El Campito", donde podrían darle la atención médica necesaria como para que pudiera ser interrogado. 

Durante veinte días permaneció en estado de coma en el dispensario que se había montado en "El Campito", bajo el cuidado de una prisionera que le salvó la vida. Era una médica especialista en ginecología, a la que llamaban 'Yoli'. 

El 'Loco César' narró tiempo después, ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en ese entonces con sede en Madrid, España, que apenas recuperaba el conocimiento lo arrastraban hasta la oficina de los interrogadores donde era torturado. También relató que debido a su estado convaleciente ya no resistía la intensidad de los tormentos y que por eso, en una oportunidad, le pidió a 'Yoli' que lo matara con una inyección. Ella se negó a hacerlo, por sus convicciones religiosas, según le dijo. 

Con el tiempo, los interrogadores dejaron de interesarse por el 'Loco César'. Había pasado demasiado tiempo desde su detención hasta que estuvo en condiciones de ser interrogado, y sus compañeros, advertidos ya de su 'caída', habrían 'levantado' todos los lugares conocidos por él. Por otra parte, según afirmó en su testimonio, argumentó ante los interrogadores que su organización lo había trasladado recientemente a Buenos Aires, y eran muy pocos los datos que conocía. Que en la ciudad de La Plata, su zona anterior, la estructura de Montoneros había sido completamente destruida hacía pocos días y la información que podía brindar ya no tenía ningún valor. En su testimonio ante la CADH afirmó que durante las sesiones de tortura "... mis respuestas estuvieron referidas a la actividad, nombres y lugares de La Plata, que no sólo eran ya conocidos por los militares, sino que ya habían 'caído' antes de mi detención. De esa manera mostraba mi intención de colaborar, pero sin aportar datos de importancia que pusieran en peligro la seguridad de mis compañeros". 

Juan Carlos Scarpatti era 'oficial mayor' de la organización Montoneros, un oficial superior. Para los militares era un 'cuadro' que no dejó de combatir hasta que le acertaron la novena bala en el cuerpo, y se desangró a las puteadas. Se convirtió en un personaje que despertó la curiosidad del Servicio de Informaciones Navales y de la Contrainteligencia del Ejército, los que mantuvieron prolongadas entrevistas con el 'Loco César'. Mientras los del Ejército querían saber hasta qué punto los Montoneros se habían infiltrado en su fuerza, los marinos se interesaban en criterios políticos generales y métodos organizativos. 

Según Víctor Ibañez, los militares sentían cierta admiración por Scarpatti. Lo consideraban un 'cuadro' político y militar. Entre ellos comentaban que con nueve plomos en el cuerpo nunca se rindió y combatió hasta la última bala. 



Buena racha


"Fui encapuchado y confinado a un pabellón donde estaba absolutamente prohibido hablar o moverse. En ese lugar pasé muchos días hasta que lo 'trasladan' a Juan, un compañero que se ocupaba de las tareas de mantenimiento en el campo. Después supe que la gente que se llevaban en esos supuestos 'traslados' era asesinada. 

"Otro compañero del campo que trabajaba como cocinero, apodado 'Charro', como me conocía de antes y sabía de mis conocimientos sobre mecánica y habilidades manuales, me propuso para que me ocupara del mantenimiento. En esos días se había secuestrado y llevado al campo a la conduccíon del PRT (1), que acaparó la atención de los torturadores, que se dedicaron por completo a interrogarlos y, gracias a ellos, pasé a un segundo plano", contó el 'Loco César'.
 

Debido a ciertas infidencias de un represor, el 'Loco César' se enteró tiempo después de que la patota que lo había capturado pertenecía al I Cuerpo de Ejército, que operaba bajo el mando del coronel Roualdés (2), quien tenía a su cargo las actividades represivas clandestinas de ese cuerpo. Supo que lo habían trasladado de urgencia a "El Campito", un centro de detención clandestino que estaba bajo otra jurisdicción, la del Comando de Institutos Militares que funcionaba, de hecho, como un cuerpo de Ejército. Que gracias a rivalidades entre las distintas zonas, sus secuestradores originales se negaron a entregarle a los interrogadores de "El Campito" la agenda y otro papeles que llevaba encima cuando fue apresado y que desde el regimiento de La Plata también se habían negado a darles información que confirmara sus declaraciones. 

"Mientras la represión en la Capital Federal estaba a cargo de la Armada y del I Cuerpo de Ejército, que son lo que me detuvieron -sigue el 'Loco César'-, la zona Norte correspondía a Campo de Mayo, donde estuve prisionero, y la zona de La Plata era jurisdicción del Regimiento IV, los que, como consideraban que les correspondía a ellos interrogarme sobre los temas de su zona, se negaban a ofrecer su colaboración. 

"Las tareas de mantenimiento me daban una relativa libertad de movimiento y, aunque no estaba autorizado a andar sin capucha, por mi trabajo me permitían llevarla semilevantada. Eso me permitió hacer poco a poco un reconocimiento del lugar, ya que tenía la firma decisión de fugarme de allí en cuanto se presentara la oportunidad, porque estaba convencido, y sigo creyendo, que de ese campo nadie iba a salir vivo", le dijo Scarpatti a la Comisión Argentina de Derechos Humanos en 1979.
 

Con respecto a qué se les decía a los prisioneros ante cada traslado, la versión de César coincide con la del ex sargento Ibañez. Ambos afirmaron que a los detenidos les hacían creer que serían legalizados, es decir, que pasarían a una cárcel común. Algunos dudaban, otros preferían creer que así sería. También aseguró que no había excepciones con aquellos que 'colaboraban'. Muchos de ellos fueron trasladados, ya que no se aplicaba un criterio de utilidad. 

"La suerte de cada prisionero dependía de la arbitrariedad del jefe o interrogador quienes, según las simpatías o antipatías que tuvieran por cada uno de los prisioneros, determinaban si sería trasladado en un viaje o en otro posterior, aunque más tarde o más temprano, a cada uno le llegaría su traslado". 



Combatientes de la burguesía


"Los interrogatorios -afirmó el 'Loco César'- tenían un fuerte sentido ideológico, de lucha ideológica, además de propósitos bien definidos. En una oportunidad un interrogador me dijo: 'Yo soy un combatiente de la burguesía y mi trabajo tiene una perspectiva de veinte años'. 

"Los interrogadores, quienes permanentemente mantuvieron las medidas de seguridad para evitar ser identificados y que en todo momento mostraron una gran sujeción a las estructuras orgánicas del Ejército, buscaban en lo inmediato obtener mediante tortura la mayor cantidad de datos sobre militantes y sus organizaciones. Esta es la primera etapa de la tortura, y no sólo buscaban que la víctima dijera todo lo que sabía, sino que recorriera sus zonas de actuación señalando en bares y calles a sus compañeros. Después querían conocer los criterios ideológicos y políticos de esa coyuntura para elaborar la contrainteligencia. 

"La actividad represiva de todos los campos de concentración buscaba la degradación moral y política del detenido, porque ese era el elemento más contundente para quebrar a los nuevos prisioneros. A veces se torturaba a un familiar en presencia del detenido, incluso se mataba a un prisionero en presencia de otro para obligarlo a hablar y a colaborar con ellos." 




La fuga


Siempre según el relato de Juan Carlos Scarpatti, así se fugó cuando sólo era conocido como el 'Loco César'. 

El 17 de septiembre de 1977, cuando ya llevaba cinco meses secuestrado en "El Campito", lo subieron a un auto que salía con destino a un campo de concentración en la zona oeste del Gran Buenos Aires, previa escala en una base militar que, si bien no pudo ver porque estaba encapuchado, supuso que era el Regimiento de La Tablada. Después siguieron viaje hasta un lugar cercano al que llamaban el "Sheraton", en alusión a los hoteles, por el "buen trato" que recibían los prisioneros detenidos en ese lugar. 

A él lo recibieron muy amablemente. Le comentaron que otro prisionero, un militante montonero de la zona oeste llamado 'Clemente', había declarado bajo tortura que posiblemente él, 'César', conociera una vieja casa de La Plata donde aparentemente estaba funcionando una emisora de Radio Liberación. Querían que tratara de identificar la vivienda acompañado de una patota. Designaron dos coches con tres efectivos cada uno. 'Clemente' y 'César' viajarían en el asiento de atrás de uno de los autos. El 'Loco César' se mantuvo la mayor parte del viaje en silencio, pensaba en la fuga. "Es ahora o nunca", se dijo. 

Cuando el segundo auto se puso a la par de ellos indicando que por radio le habían ordenado ir hacia otro punto y que se separaban del grupo, el 'Loco' no lo podía creer. Como si fuera poco, por tratarse de un preso viejo con supuesta voluntad de colaborar, no lo habían esposado. En cambio, a 'Clemente', por ser un detenido nuevo, sí. 

Llegaron a La Plata y comenzaron a dar vueltas por la zona indicada por 'Clemente' para que el 'Loco César' reconociera el frente de la casa que buscaban. En uno de esos recorridos, 'Clemente' señaló una vivienda y bajó del auto con dos integrantes de la patota. 

En estos casos, todos los miembros de los grupos operativos trataban de llegar primeros al interior de los domicilios para quedarse con el botín de guerra que fundamentalmente consistía en dólares u objetos de oro. 

Mientras el conductor miraba como todos corrían hacia la casa, el 'Loco César' observó desde atrás, por sobre el respaldo del asiento delantero, que el conductor tenía su arma en la butaca del acompañante y, aprovechando su descuido, le arrebató la pistola y se tiró del coche. Uno de los que habían bajado se dio cuenta, pero no llegó a reaccionar a tiempo. 

El 'Loco' lo redujo, salió corriendo hacia una persona que estaba estacionando su automóvil y la hizo bajar del vehículo a punta de pistola para seguir su fuga en un Opel K 180 de color negro. 

Cuando 'César' revisó la cartera del propietario, descubrió que el auto pertenecía a un policía. Antes de entrar en la ciudad de Buenos Aires lo abandonó y robó otro, un Peugeot 504 que pertenecía a un puestero del Mercado de Abasto. En Constitución comenzó a perseguirlo un patrullero con efectivos de la comisaría 16, con quienes se tiroteó antes de abandonar el vehículo al borde del Parque Lezama. 

Inmediatamente fue hasta la casa de unos amigos para que le trajeran a su hijita; suponía que la tomarían como rehén para que él se entregase. No se equivocó: su suegro y su cuñado fueron secuestrados como represalia en Mar del Plata, golpeados y encarcelados.

 

 
   

 




(1) Partido Revolucionario de los Trabajadores, cabeza política del ERP. Esta versión coincide con las declaraciones de Víctor Ibañez, en las que afirma haber visto en "El Campito" a Domingo Menna, Liliana Delfino e incluso al propio Mario Roberto Santucho, jefe máximo de la organización. 


(2) Roberto Roualdés, jefe de la Sección Política del Batallón 601. Fue visto en la ESMA. Jefe de la Zona 1, Capital Federal, y responsable directo de la represión ilegal en esa área. Uno de los lugartenientes principales del general Suárez Mason. 

 

 

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