Capítulo XXVI. Solitario y triste final.

CAMPO SANTO - Parte II

 

 

(Del testimonio del ex sargento Víctor Ibañez)

Ultimo día en "El Campito" 


"Marito había sido montonero, pero se pasó a las filas de los interrogadores. Incluso él mismo se ocupó de torturar a sus ex compañeros. Estaba con su mujer y los dejaban vivir juntos en una pieza para ellos solos, separados de los demás prisioneros. 

"Era un buchón de los interrogadores, este Marito, les contaba si habíamos tomado vino, a qué hora nos acostábamos, si alguien había tenido un 'romance' con alguna de las detenidas. Ese día, cuando me echaron del campo, la cosa empezó por una buchoneada de Marito, que ya ni me acuerdo. 

"Hacía unos pocos meses que yo había dejado de ser 'perro', como les dicen a los cabos en el Ejército. Ya tenía las jinetas de cabo primero. Pero las recibí sin alegría. Andaba todo el tiempo nervioso, quería irme, salir de ahí. 

"La cosa es yo entré ese día a la oficina de los interrogadores y Marito, que la estaba limpiando, me prepeó como si fuera un jefe; él, que era un prisionero, andaba queriendo tener las facultades de un interrogador. Me calenté y lo saqué cagando, carrera march, como en la colimba. Lo recagué a pedos y le dí flor de baile. Pero apenas llegaron los interrogadores su nene mimado les fue a contar todas las novedades del campo en su ausencia y, por supuesto, el altercado que había tenido conmigo. 

"Ahí nomás, el 'Gordo Dos' (1) me fue a buscar al comedor, en el edificio principal, y se me vino al humo como para pelearme. Era un tipo gordo, grandote. Yo me dije: 'Este me mata'. Entonces agarré una silla y se la partí en el lomo. Una de esas sillas fuertes, duras. Fue mi último día en el campo. Me mandaron de regreso a mi antigua compañía en el Comando de Institutos Militares, pero como encargado del detall y furier. Nunca más pude volver a las caballerizas. Guarnaccia ya se había ido de pase y se había llevado los caballos con él.
 

"Había otro jefe, una clase de soldados nueva; no conocía a nadie. Pero muchos de ellos sabían dónde yo había estado y me querían tener medio cagando, como para demostrarme que eran más bravos. Pero creo que me tenían miedo. Yo venía más civil y rebelde, ya no era la misma persona; todo me quedaba chico. 



El final 


"Pocos meses después me dieron de baja en el Ejército por culpa de un gendarme que se quedó con un auto trucho. 

"Cuando se armó el despelote, a mediados del 78, yo ya no estaba en 'El Campito'. Como te conté, estaba de regreso en mi vieja compañía. Pero la historia comenzó en el campo. 

A 'El Campito' llegaban muchos autos; la patota traía a los detenidos y también al coche en el que viajaban en el momento de ser 'chupados'. Capaz que te lo dejaban al tipo muerto adentro del coche. Ellos se ocupaban de traerlos y se iban. Los autos, digamos 'secuestrados', se iban amontonando por ahí. Si eran viejos los usaban para jugar al tiro al blanco, para desarmarlos si estaban en buen estado, o como autos particulares si eran modernos y no tenían agujeros de bala. 

"Este gendarme, Pablo Carballo, sargento primero, de dijo a una revista que yo era el encargado de automotores, cuando era simplemente el encargado de la comida, del racionamiento de los detenidos. Lo que pasó es que como los jefes me llevaban en las salidas para 'hacer' autos, que los de la patota usaban después para los operativos o como autos particulares, autos 'truchos' como se dice ahora, se creyó que yo era medio capo de los coches. 

"A 'Napoléon' lo conocí en el campo. Supongo que le decían así por los antecedentes psiquiátricos que ya tenía antes de llegar, aunque ahí se le agravaron. Buena persona, un ser humano excepcional ese tipo. 

"Una madrugada en la que yo estaba de turno, llegó hasta el campo una patota que traía uno o dos detenidos, no recuerdo bien. Junto con ellos también trajeron el auto en el que viajaban los tipos cuando los 'chupan'. Era un Fiat 125; un auto lindo, como si hoy te dijera un Ford Escort. " 

'Napoléon' veía que todos se quedaban con algún auto, menos él. Tomó el ejemplo de sus jefes: todos tenían auto, hasta yo tenía un auto 'trucho', porque después de aquella operación frustrada, cuando a Pantera y a mí nos metieron en cana (2), hice lo del viejo Vizcacha: en vez de escarmentar, perfeccioné el sistema. 

"Esa misma madrugada, 'Napoléon' se me acercó y me dijo: 'Me quedo con este auto, Petete. ¿Total este auto a quién le importa?' Creo que le dije algo así como 'Qué sé yo, llevátelo'. Y el vago se lo llevó. Lo pintó, lo arregló, le quedó un chiche. 'Eso sí: a mí no me metás en nada, por favor, le dije. Vos sos sargento primero, yo cabo', me acuerdo bien que le aclaré eso. Insistí: 'Tené cuidado, no vas a decir que yo te lo dí, no me metas en líos', le avisé. 'No, quedate tranquilo', me aseguró él. 




Preso otra vez 


" 'Napoleón' era medio pícaro y borrachín. A veces salía con los otros gendarmes a hacer control de rutas por su cuenta, para hacerse de unos pesos coimeando a la gente. 

Un día que pasé por la puerta de la Escuela Lemos, en la ruta 202, se me ocurrió mirar por si había alguien conocido en la guardia y vi un auto igualito al de 'Napoléon'. Estaba todo fajado. Me pregunté si no sería el de él. Bueno, afirmativo, ese era su auto. 

"A él ya lo tenían en el calabozo, ahí en la propia Lemos. Resulta que lo había parado la policía por una infracción, o algo así. 'Napoleón' nunca aprendió a manejar, siempre chocaba. Después de pararlo, los policías le pidieron lo de siempre. Registro: nada. Documentos del auto: nada. Estado: borracho. Marche preso. A mí me fueron a buscar con el juez al otro día y también fue preso. 

" 'Napoléon' declaró que yo le había entregado el vehículo. En el careo delante del juez, el coronel Ortiz, él dijo que yo se lo había dado, y yo que no, que no tenía nada que ver. 'Quedate tranquilo', me había dicho. Me pasé tres o cuatro meses en el calabozo. 

"En mi defensa le dije al juez que yo era un miserable cabo. En todo caso, para pedir el auto se tendría que haber dirigido al que era mi jefe, y no a mí. Es como si yo le dijera: 'Me llevo el auto que está abajo'. 'Llevalo, si no es mío, qué me importa', me diría usted. No hubo caso. Era un juez militar, y de dónde había salido el auto a él no le importaba, ni a quién le había pertenecido antes. No hicieron un juicio por un auto robado a un secuestrado. Me fueron a buscar a mi casa en una camioneta pese a que estaba de licencia por agotamiento psíquico como si ellos o fueran también unos delincuentes. 

Detrás de esto estaba la mano del general Riveros; él pasó mi sumario para que me serrucharan. Me volví loco, lo puteé al juez, que como te dije era un coronel de apellido Ortiz, compinche de Riveros. Resultado: autos de prisión preventiva por participación criminal, eso se dictaminaba en el sumario. En el Ejército hay un dicho que dice que el hilo se corta por lo más delgado y yo en ese momento era lo más delgado; y 'Napoléon' igual en la Gendarmería. 

"Por esto yo estuve detenido en la sala de disciplina. Me tenían con centinela a la vista. 'Napoleón' estaba enfrente, en el cuartel de los gendarmes, en las mismas condiciones que yo. Podía haber pedido la baja, pero no quería irme del Ejército, porque pese a todo yo seguía teniendo fe en él. 

"Me encerraron en el sector de los soldados desertores, después de venir de allá, del campo. Soldados desertores que sabés qué mal la pasaban en esa época, los pobrecitos. Cuarenta y cinco días, cincuenta, hasta tres meses estaban metidos en un calabozo por una deserción simple. Yo estuve noventa días en la sala de disciplina, que no era un calabozo. 

"El día pasaba según quién te tocara en suerte tener de centinela. Si era un tipo bueno, tomábamos mate con él, charlábamos, contábamos chistes. Vos dependés del estado de ánimo de tu carcelero. 

"Ahí me empecé a embolar, tenía mucho tiempo para pensar. Perdí a mi novia, mi vieja sufrió mucho. Pensaba si no irían a aprovechar las circunstancias para eliminar a los testigos que podían llegar a contar lo que había pasado en El Campito. Nunca me separé de la pistola, no la entregué, estaba dispuesto a usarla porque no sabía si no vendrían a buscarme a las dos de la mañana, a las tres para llevarme a mí también; eran días muy jodidos. Un infierno. Era jodido adentro, afuera, en el tren, en la calle. 

"No sabías quiénes eran más peligrosos: si tus compañeros o los subversivos. '¿Dónde me metí yo, Señor?', me preguntaba. Es por eso que, como te decía, nunca me separé de la pistola mientras estuve preso, ni de los tres cargadores; nunca. Después un vago me alcanzó dos granadas que no descubrieron, y mirá que me revisaban la pieza, ¿eh? ; todos los días venía el jefe de turno y daba vuelta la habitación, la revisaba de punta a punta. Menos el entretecho donde tenía escondidas las granadas junto con la pistola y los cargadores. Cuando se iban los tipos agarraba el arma, las granadas y dormía con todo eso en las manos. Estaba decidido a jugarme. 

"Un día en el que a estaba harto de que me tuvieran preso amenacé con fugarme. A las cuatro de la mañana sentí golpes. Me estaban poniendo rejas en todas las ventanas, rejas que todavía están. Más de una vez pensé, cuando lo veía pasar a Riveros, en hacer un manojo con las granadas y tirárselas al paso. Te lo juro, quería escaparme a sangre y fuego, pero después me acodaba de mi vieja. Hasta que llegó un teniente coronel de la compañía y con la complicidad de otros -sin que lo supiera Riveros, que todavía estaba al mando- me largaron. 

"Riveros ya se había olvidado de mí. Tenía cosas más importantes en qué pensar, como en la guita que tenía escondida la guerrilla y que se pusieron a buscar como locos. ¿Qué comunistas? Mirá qué intereses tenía el tipo. Yo creo que hasta se le cruzó hacerme bolsa, pero le faltó tiempo para dar la orden, no se acordó. Ahí estuvo la mano de Dios.
 



"Algún día, algún día Napoléon..." 


" 'Napoléon' sufrió mucho. El tenía el grado de suboficial superior, que es una jerarquía alta. Estuvo preso, sufrió mucho, mi vieja sufrió mucho, su familia sufrió mucho. El adelgazó, era un hombre gordo, grandote. El decía que lo querían matar. 'No te persigás', le decía yo. Dentro de todo siempre fui valiente, venía sufriendo desde chico, enfrentando siempre este tipo de cosas, ya estaba fogueado. Como que mi cuerpo ya era de amianto. 

"El, 'Napoléon', creía que lo iban a matar. Que durante la noche le iban a meter adentro de la pieza una manguera conectada a una garrafa. Que a mí también me querían matar. Yo lo consolaba, aunque lo tendría que haber hecho bolsa porque no se la bancó como un hombre, me traicionó; pero nunca tuve en cuenta eso. Le decía: 'Napoleón, alguna vez vamos a tener la oportunidad de contarlo, para que el pueblo sepa cómo pasaron todas estas cosas, las injusticias que se cometieron acá adentro', y él me contestaba que nunca íbamos a poder hacerlo, porque antes nos iban a eliminar. 

" 'No nos van a matar, Dios va a hacer que vivamos'. Yo ya tenía mi Biblia. Y hoy, 'Napoléon', que es de apellido Carballo, salió a avalar todo lo que yo conté en la nota que me hiciste para el diario La Prensa. A lo mejor quiere hacerme un daño o quiere zafar, o quiere hacerle un juicio a Gendarmería y me quiere de testigo, no sé. A él lo abandonaron como a mí, a él también lo echaron. 

"El tipo era maestro titulado de música, un eximio. Tocaba la trompeta, daba clases particulares. Hasta había hecho los trámites para entrar en la orquesta estable del Colón, y pasado las pruebas que ahí son difíciles. Me acuerdo de una vez que lo dejaron tocar un solo de trompeta de dos o tres minutos por la televisión, de lo bien que tocaba; y yo sé que los minutos de televisión son bien caros. Además de músico militar también tenía su banda. Eso son cosas que contaba él. 

"Todo esto que vivió en el campo lo arruinó, lo postró. Por lo que escuché, él se atiende con un psiquiatra desde hace diez años, desde la misma fecha que yo. Pero yo sabía que 'Napoléon' iba a hablar, tenía que saltar si le quedaba un poco de dignidad y valentía. El también fue una víctima. 

"No es que lo diga ahora. En ese momento ya lo pensaba tal cual te lo digo: 'Algún día voy a contar todo esto'. Le escribía a mi novia y después rompía las cartas, no las llegaba a mandar. No era el momento. No sabía con quién hablar, estaba impotente y enfermo. 

Leía mi Biblia y decía: 'Dios tiene que existir'. Dios no es como me lo mostraron las monjas, Dios tiene que ser un espíritu bueno. Yo conversaba mucho conmigo mismo o con algún soldado. Había un cabo primero, que hoy es principal, con el que me entendía mucho. El tipo sabía escuchar, sabía filosofar, era muy preparado. Tenía otros estudios, yo era un nabo. Estaba con bronca, no entendía nada, era muy joven. 

"A 'Napoléon' lo rajaron al poco tiempo. Firmó la baja. Yo no. La firmé después. El coronel Ortiz vino a verme un montón de veces presionándome para que lo hiciera. Este amigo, el cabo primero, me dijo que lo mejor era que la firmara. 'Total después te reincorporás'. Fue lo que hice. En la resolución me pusieron: 'Por pérdida de vocación'. Ese fue el fundamento. 

"Al año me avisaron que al coronel Ortiz le había dado el pase al Ministerio de Bienestar Social, y que en su lugar venía un teniente coronel de apellido Villalba. Un tipo buenísimo, al que habían rajado durante la Revolución Libertadora. Yo ya había firmado la baja y pedí verlo. Me recibió lo más bien y me dijo que todo esto había sido una calentura del coronel Ortiz, al que Riveros le daba los sumarios más jodidos para sacarse en encima a la gente que no ya quería. Y que en el legajo no figuraba nada en mi contra. 

"Los tipos me hicieron comer tres meses en el calabozo por nada, me dejaron fuera del Ejército por nada. Así me pagaron. " 




 

 

 



(1)  Se refiere a un agente del Batallón 601, al que distintas fuentes citan como César Ernesto Segal (Ver Anexo 4)


(2) Ver Capítulo 19: "Fuera de control".

 

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