Evidencias de discriminación en la represión.

INFORME CO.SO.FAM BARCELONA, MARZO DE 1999

  

 

Los malos tratos infligidos a los judíos durante la época del gobierno militar tienen sus antecedentes en los últimos años del precedente gobierno de la Sra.Martínez de Perón, en el que abusos perpetrados por la "Triple A", y posiblemente instigados por López Rega ya fueron denunciados por representantes de organizaciones judías (32).

El propósito de esta sección del Informe es documentar las dimensiones y los tipos de actitudes discriminatorias hacia los judíos de entre las víctimas del proceso militar. En palabras de uno de ellos, los golpes venían acompañados de la explicación. "Vos sos comunista y encima judío" (33).

Desde la instauración del gobierno civil en Argentina y sobre todo después de la presentación del Informe de la CONADEP, existen evidencias de que el trato hacia los judíos ha sido especialmente cruel. Si bien expresiones de la DAIA fueron usadas deliberadamente por funcionarios oficiales para invocar la ausencia de antisemitismo, esta institución, representativa del judaísmo argentino ha declarado lo contrario. En el informe publicado en enero de 1984 anteriormente mencionado, se declara que la DAIA estaba enterada de que los detenidos judíos durante los interrogatorios eran sometidos a castigos considerablemente mayores que a los demás detenidos, y que además eran agredidos verbal y físicamente por su condición de judíos.

En el marco de un informe presentado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el testimonio de la ex-detenida Ana María Careaga provee una generalización: "... el trato hacia los judíos era impresionante.. Cuando a veces nos sacaban para golpearnos, elegían a los judíos por el sólo hecho de serlo" (34). Más específicamente, la intensidad del maltrato y la tortura han sido fehacientemente documentados. Blanca Becher, detenida en la cárcel de Olmos, declara: "... en mi caso, cada vez que concluían de torturarme por la mañana, como otras prisioneras, me decían que volverían a la tarde porque soy judía, y numerosas veces lo hicieron" (35). Cristina María Navarro, testimonia ante la ADL de Nueva York, que uno de los guardias a quien llamaban "El Zorro" tenía una predilección especial por golpear a todos los detenidos de apellido judío (36).

También hay referencias de que detenidos judíos fueron puestos en pabellones con restricciones más severas, por el simple hecho de serlo, y sin tomar en cuenta sus presuntos delitos. Así se manifiesta en el testimonio de Ana María Careaga en el caso del centro de detención "la Leonera" (37), y en el caso de Sierra Chica, se dividió a los prisioneros en tres grupos: G-1 aquellos que no serían liberados mientras durase el gobierno militar; G-2 cuya liberación estaba en duda; y, G-3 quienes irían siendo liberados paulatinamente. Se estimaba que en G-1 había especialmente judíos, según testimonio de Grutzky, quien tambien agrega que en todos los casos, prisioneros judíos sufrieron algún tipo de actitud antisemita (38).

Las observaciones mencionadas destacan los aspectos discriminatorios en el tratamiento físico. A ello deben agregarse expresiones de humillación oral. Estas agresiones verbales pueden, en términos generales, clasificarse en tres grandes grupos, que históricamente se han generado a nivel universal en tres etapas cronológicamente sucesivas. El primero, al que se denominó "antisemitismo tradicional" resaltaba el rol del judío como anti-Cristo destacando los atributos estereotipados de la persona del judío connotando la supuesta condición de foráneo, extranjero. El segundo grupo podría llamarse "racismo nazi", y pertenece a los estereotipos desarrollados por el Tercer Reich en cuanto al peligro que acecharía a la humanidad por la mera existencia del judío, y la impostergable necesidad de exterminarlo físicamente. 

Las raíces de tal concepción enfatizan la alegada conspiración mundial que ese pueblo ejercería para lograr la dominación del resto de la humanidad. Y el tercer y último grupo, incluye la temática del "antisionismo", esta vez destacando al rol promotor de Israel en tales planes y conjuras, y la doble lealtad. Evidentemente, el intentar separar a un tipo del otro puede llevar a una artificial división, ya que los tres tipos de argumentos aparecen en la realidad repetidamente mezclados y mutuamente ligados. Uno de los testimonios de dicha conexión aparece en su forma quizá más vulgar, pero no obstante prueba fehacientemente de tal afirmación. Es lo ocurrido a la familia Dyszel, que al publicar en 1984 un anuncio en los diarios buscando a su hijo desaparecido en 1977 con su esposa Mirtha, recibiera como única respuesta, anónima, "Judío, hijo de Puta: Yo soy uno de los que mató al MIERDA DE TU HIJO y a la Puta de tu NUERA. Son 2 JUDÍOS SIONISTAS MENOS EN EL MUNDO. ¡Si vos supieras dónde lo ENTERRAMOS!! Te morirías, Judío puto". Es decir, el hecho de presentar al señor Juez tres aspectos separados, está basado en la búsqueda de una mayor claridad explicativa, pero no necesariamente reproduce la mentalidad mórbida del torturador donde generalmente estas imágenes se confunden en una nebulosa actitud de odio hacia la víctima.





Antisemitismo tradicional

 

Muchas de las humillaciones verbales están aparejadas de insultos, burlas sobre los orígenes extranjeros de los nombres y/o apellidos, a veces obligándoles a cambiarlos por aquellos que resonaran hispánicos, como el caso de Esther Gerver, a quién le cambiaron el nombre por el de María Esther y un apellido español. Por su parte, E. Kaufman recoge el testimonio de dos hermanos refugiados en Israel, cuyo apellido era de origen sefardita y como tal no distinto a otros de raíz española, fueron detenidos y torturados durante los primeros interrogatorios. Después de haber sido arrojados a la prisión por un período de meses, uno de ellos fue llevado nuevamente a una sesión de tortura, acusado de no haber mencionado en una primera instancia, su condición de judío. Otros, ocultaban y negaban su origen judío, diciendo, por ejemplo, que eran polacos católicos.

Abusos verbales eran comunes a todos los presos, aunque algunos fueron usados específicamente contra judíos, como el de "cerdos". El resaltar su carácter animal es tristemente atestiguado por Ana María Careaga: "Una vez escuché a un perro ladrando en el corredor y a alguien quien le ordenaba ir marcha atrás y adelante y de mover su cola. Nosotros creíamos que se trataba de realmente un perro. Pero no, era un ser humano, un joven quien tenía que pretender ser un perro por haber cometido el crimen de ser judío". Por su parte Pedro Miguel Vanrell (Legajo CONADEP nº 1132) confirma este "estilo" de trato hacia los prisioneros judíos recordando el caso de uno al que el guardián sacaba del calabozo y lo hacía salir al patio. "Le hacían mover la cola, que ladrara como un perro, que le chupara las botas. Era impresionante lo bien que lo hacía, imitaba a un perro igual que si lo fuera, porque si no satisfacía al guardia, este le seguía pegando.......después cambió y le hacía hacer de gato". Vanrell también testimonia que "Los represores se reían y les sacaban las ropas a los prisioneros y les pintaban en las espaldas cruces svásticas con pintura en aerosol. Despues los demás detenidos los veían en las duchas, oportunidad en que los guardias -identificándolos- volvían a golpearlos y maltratarlos". 

También se adjudicaban a judíos crímenes de índole económica, correspondiente a la saliente imagen del dinero en el estereotipo antisemita. Timerman menciona que en las denuncias del caso Graiver, los alegatos destacaban a sus presuntos socios judíos, hecho que se ha tratado previamente en el caso de las acusaciones del general Camps. En un caso afín, a un detenido del interior del país, quien fuera interrogado extensivamente sobre su judaísmo, y agredido al respecto, se le dijo: "Ustedes los judíos la única patria que conocen es el dinero, espero que con el tiempo que está pasando aquí se haga gente y termine poniendo un crucifijo sobre su cama".
Respecto a los simbolismos de índole religioso, el informe de la CONADEP expresa:

"El antisemitismo se presentaba como contrapartida a una deformación de lo cristiano en particular y lo religioso en general. Esto no era otra cosa que una forma de encubrir la persecución política e ideológica. La defensa de Dios y los valores cristianos fue una motivación ideológica simple para que pueda ser entendida por los represores, hasta en sus más bajos niveles organizativos y culturales. Esta necesaria identificación se hacía para forjar en todo el personal represivo una moral de combate y un objetivo tranquilizador de conciencias, sin tener obligación de profundizar las causas y los fines reales por los cuales se perseguía y castigaba, no sólo a una minoría terrorista, sino también a las distintas expresiones políticas, sociales, religiosas, económicas y culturales, con tan horrenda metodología" (39). Asimismo, en uno de los allanamientos, los secuestradores escribieron en la pared la leyenda "Viva Cristo Rey" y "Cristo salva" y otros se retiraron al grito: "Por Dios y por la Patria" (40).

Ana Larrea, ciudadana francesa residente en Argentina, secuestrada, prisionera en instalaciones de la Fuerza Aérea, y luego liberada y sacada del país por las fuertes presiones de la embajada francesa en Buenos Aires, relata a COSOFAM Barcelona que durante la tortura era objeto de recriminación constante por haberse casado con un judío y se le obligaba a ponerse de rodillas y rezar, para luego continuar con la tortura física.

También han habido denuncias de una víctima en cuya espalda los torturadores habían grabado una estrella de David (41). Imputaciones de doble lealtad han sido frecuentes. Tal es el caso de Ernesto Scerszcwisz, una de las víctimas de "El Zorro", un feroz torturador, quien fue golpeado con las esposas en la espalda, hasta enterrarle uno de sus extremos, le gritaban "sos judío, vos", y le pegaban. Scerszewisz le contestó que él era argentino; el guardia le replicó que mentía, que él era judío y lo torturaban con golpes (42). En distintos testimonios, el cliché ya conocido vuelve a utilizarse, escribiendo por ejemplo en las paredes de las celdas de los prisioneros judíos: "Haga Patria, mate un judío", o una variación: "el único judío bueno, es el judío muerto" (43).





Simbología nazi

 

La presencia de simbolos nazis aparece en gran cantidad de testimonios connotando a la represión en Argentina de un carácter singular en el contexto latinoamericano. A un nivel general puede afirmarse que determinadas formas de persecución han tenido sus antecedentes durante el régimen de III Reich. Notoriamente, la táctica de las desapariciones forzadas, modeladas según el fiscal federal Julio Strassera en la operación "Noche y Niebla" del régimen nazi por el cual se capturaba a oponentes al régimen sin proporcionar información a los familiares. Pero si bien puede adjudicarse a tal comparación una similitud accidental, no cabe duda que la presencia de simbolismos concretos es la prueba más fehaciente del legado ideológico nazi. Estos elementos fueron destacadamente más ligados a los casos de los prisioneros judíos. Según Timerman, "hubo una gran conjura antisemita en todo ese (represivo) proceso y eso corresponde precisamente a la mentalidad nazi de que los judíos, los comunistas y la banca internacional forman una unidad nacional" (44). Las supuestas conexiones con el capitalismo y las finanzas fueron puestas en evidencia en las expresiones mencionadas en las páginas previas categorizadas dentro del marco del antisemitismo tradicional. Aquí se agrega otro polo a la conjura "internacional" que es la que conectaría al judío con el comunismo, intensificando así la percepción de una conspiración bifronte.

La referencia a la represión como una "guerra" y a las víctimas como el "enemigo", en el más amplio sentido de la interpretación, justificaría la necesidad de la "solución final" y le confiere legitimidad a los "traslados", a fin de poner fuera del contexto humano a aquellos "enemigos" irrevocables, cuyo arrepentimiento ni siquiera es concebible. Esta actitud extrema comparable a regímenes totalitarios como el alemán o el soviético puede encontrarse reiteradamente dentro del proceso represivo argentino.

El testimonio de dos personas ante el Comité Israelí de Familiares de Desaparecidos expresa, que al cliché del judío como "ruso" --que previamente tenía la connotación de "extranjero"-- debe ahora agregarse la del "comunista". El testimonio de Pedro Kreplak, destaca que a los judíos "les gritaban rusos comunistas mientras les pegaban y escupían" (45), y otro relata que uno de sus secuestradores declara que "los judíos traen al mundo subversivos, comunistas, para destruir a los demás pueblos" (46). 

Repetidamente los testimonios hacen mención del uso de siglas nazis. Comenzando por la svástica que el periodista Robert Cox encuentra dibujadas en gran tamaño en las paredes del Departamento Central de Policía de Buenos Aires (47). Adolfo Pérez Ezquivel, hace mención a svásticas dibujadas en las paredes de su celda. En el informe de la CONADEP se menciona al torturador "el turco Julián" que siempre llevaba un llavero con la cruz svástica y la cruz cristiana en el pecho (48). Numerosos testimonios relatan que "prisioneros judíos tenían svásticas grabadas en las espaldas" u otros lugares del cuerpo (49). En el caso de la captura de la familia Burstein, los autores del secuestro dejaron pintadas svásticas en el estacionamiento de la casa y otra persona, en sus primeros días de cautiverio, vio a un oficial de policía con una cruz svástica cosida a su uniforme (50).

También se establece la presencia de imágenes de Hitler a través del testimonio de un periodista uruguayo detenido en Argentina y publicado por The Sunday Times (7.6.81) que pudo observar la presencia de una gran imágen de Adolf Hitler y a su vez expresaba: "Sus guardias se jactaban de ser verdaderos nazis y la primera pregunta que hacían al comenzar a torturar a un prisionero era: sos judío?". Tanto Hitler como Mussolini aparecen mencionados en el informe de González y Cid de la Paz: "Desde el momento de que ellos (los judíos) eran secuestrados hasta ser incluidos en los "traslados" eran sistemáticamente torturados". "Algunos eran forzados a arrodillarse ante los cuadros de Hitler y Mussolini y renunciar a su origen y autoinsultarse". A Rudnik, se afirma, que en la cárcel de Córdoba lo torturaban haciéndole gritar "¡viva Hitler!" y en el club Atlético - testimonia D.Barrera y Ferrando, legajo CONADEP nº6904: "un torturador que se hacía llamar "el gran Führer", hacía gritar a los prisioneros "¡Heil Hitler!" y durante la noche era normal escuchar grabaciones de sus discursos". En otros casos se exigía a los prisioneros de origen judío que levanten la mano y griten "¡yo amo a Hitler!".

Un relato de secuestrados precisa que en el automóvil se les dijo que van a sufrir mucho por su conducta, pero principalmente por ser judíos y en el transcurso de las amenazas expresadas se incluía ... "vamos a hacer de vos jabón" . Portnoy relata que le aplicaban electricidad y después la golpearon y amenazaron con "hacerme jabón" por ser judía. A Kreplak le repiten la frase que "iban a hacer de él jabón, como lo hicieron con sus hermanos en Alemania", agregando que lo iban a llevar a la cámara de gas. En el informe de la CONADEP se menciona que cuando golpeaban a los prisioneros les decían "somos la Gestapo" como el caso de Jorge Reyes, legajo CONADEP Nº 2563 y en otros casos, "somos fascistas" (Jerusalem Post, 4.2.80).

Entre los carceleros e interrogadores se mencionan algunos de origen alemán. En Sierra Chica actuaban Sheffer (apodado "el Nazi" ) y el oficial Schwint. De acuerdo al testimonio de Grutzky, Sierra Chica se encuentra cercana a la Colonia Hinojo, que es una colonia de alemanes provenientes del Volga. "Los carceleros de origen alemán eran incultos, pero se sentían más identificados con el adoctrinamiento nazi que recibían". En un caso peculiar, un prisionero es interrogado por sus represores; cuando le dice que su apellido es de origen alemán, la reacción fue: "Caramba, vos podrías haber sido uno de la SS, y seguidamente ordenan que no se lo castigue más" (51) 

Finalmente, los castigos se multiplican y llevan a un callejón sin salida. De acuerdo al testimonio de Carreaga, "los policías iban y preguntaban si los judíos eran perseguidos en Argentina. Si ellos decía que no, eran golpeados y les decían '¡Si, todos los judíos serán matados, nosotros somos nazis!'. Si ellos (los judíos) contestaban que sí, eran golpeados y se les decía: 'entonces vos decís que los derechos humanos son violados en Argentina' ". (52)





Antisionismo y antisemitismo

 

En los últimos años, el resurgimiento del antisemitismo ha aparecido conjuntamente con ataques a la legitimidad del Estado de Israel y el Movimiento Sionista. Si bien puede aducirse que teóricamente podría llegar a separarse una argumentación antijudía de una antisionista, lo que ha ocurrido frecuentemente es que el ataque antisionista ha sido una forma disfrazada del odio racial generalizado. Según S. Avineri, "En el profundo sentido,"antisionismo' es idéntico en sus actitudes fundamentales a los pasados modelos de antisemitismo tradicional. Similar a la teología cristiana de la Edad Media y el moderno antisemitismo racial, el antisionismo corriente está dirigido a extirpar la legitimidad de la existencia judía" (53). En América Latina, es aun más difícil separar la propia identidad de las comunidades locales, de Israel como país con una mayoritaria población judía. La legítima confusión que existe entre israelí (ciudadano del Estado de Israel) e israelita (sinónimo de judío, indicando su residencia fuera de Israel), ha tenido sus raíces en la falta de pluralismo en las sociedades de esa región, y con una prevalente identificación sionista de las instituciones comunitarias. Normalmente llamada "la colonia israelita", su relación con los representantes de Israel en el país se asume como la aceptación de la centralidad de Israel. Este fenómeno, sin duda atípico y complejo, aparece aún más confuso y tergiversado en la mentalidad de los militares. De acuerdo a un testimonio de dos prisioneros escapados, aquellos de origen judío eran interrogados no sólo sobre sus ideologías sino también sobre la comunidad judía en Argentina, nombres y direcciones de clubes y sinagogas y de negocios de propiedad judía eran sistemáticamente recolectados (54). La conexión del tema de la sección anterior con la presente puede encontrarse en el testimonio de Daniel Eduardo Fernández: "A todos los judíos se los castigaba solo por el hecho de ser judíos y les decían que a la subversión la subvencionaba la DAIA y el sionismo internacional, y a la organización de los pozos (centros de detención clandestinos) los bancaba ODESA (organización clandestina para el apoyo de los nazis escapados de Alemania)". Si bien pueden mencionarse situaciones en donde los interrogadores hacían hincapié en la distinción entre judaísmo y sionismo, la explicación producida no proporciona una clara línea divisoria (55).

Como puede observarse, el tema del sionismo aparece aquí relacionado con la presunta falta de lealtad de los judíos argentinos hacia su Madre Patria, y de esa forma se los acusa de traicionar la nacionalidad. En esta sección pueden encontrarse las expresiones verbales del antisemitismo tradicional actualizadas de forma tal que la conspiración denunciada en los Protocolos de los Sabios de Sión encuentra ahora su formalización concreta ahora en Israel. 

El caso Timerman constituye un caso paradigmático en el que afloró y se materializó la tesis surgida de la convicción de las fuerzas militares sobre la existencia de un "enemigo sionista". En el anexo 3 se transcriben partes de su libro "Preso sin nombre, celda sin número". Los relatos de Timerman en su libro vienen a ilustrar fehacientemente cómo el interrogatorio buscaba inquirir sobre la conjura organizada desde Sión en Jerusalén y que el antisemita militar integra tanto a los líderes del Kremlin "dominados por los judíos marxistas", como el capitalismo de Wall Street, dominado por la "plutocracia judía", que nos recuerdan a la conspiración "judeo masónica y comunista", pregonada por el régimen franquista. Para la paranoia militar, Timerman condensaba en su persona ese peligro, ya que nacido en Rusia, emigró a la Argentina, vivió en Israel en 1975, era amigo del embajador israelí en Buenos Aires y allegado a los círculos estadounidenses. En su testimonio, presentado al juicio oral a los nueve jerarcas militares, Timerman declaró que en el centro clandestino de detención se lo amenazó con una ejecución pero al confesar su condición de "judío, sionista y socialista, quienes comandaron el grupo que lo secuestrara, pensaron que era más acertado no eliminarlo, sino hacerlo comparecer en un juicio público en la convicción que habían descubierto la pista que los llevaría a desenmascarar una 'conspiración internacional de consecuencias imprevisibles' " (56). Los debates en los altos mandos militares en relación a la liberación de Timerman, llevaron a serias disensiones internas originadas en cuestiones de forma y no de fondo. Ninguno de ellos creía que correspondía o debía liberársele. Se impuso la tesis de que su liberación era inevitable. La presión del gobierno de los Estados Unidos — expresada también en la explícita mención del caso por parte del presidente Carter durante la visita del general Videla a Washington- condujo a un compromiso entre las distintas facciones al disponer que Timerman fuera puesto bajo arresto domiciliario. El traslado de la prisión a su casa provocó que se distribuyeran volantes por las calles de Buenos Aires, caratulándolo como "representante del Sionismo Internacional" y caracterizando al sionismo como terrorismo (57). La creciente presión internacional llevó al presidente de la junta militar a montar una operación sorpresa para sacarlo de su casa y transportarlo al exterior, desde donde continuaría su viaje con destino a Israel. Tal operativo llevó prácticamente a lo que puede ser considerado como un amotinamiento de la fracción "dura" del general Menéndez. 

La insatisfacción de los mismos puede atribuirse a la percepción por parte del grupo más extremo, de que claudicar frente a la presión internacional judía y sus ramificaciones que se manifestaban a través de Israel y Estados Unidos, entre otros, podrían resultar un primer paso hacia la derrota frente a las fuerzas hostiles en el mundo. Por lo tanto, se trataba de resistir en esos momentos a una presión que posteriormente podría llevar a la estrangulación del régimen.

Los interrogatorios descriptos en el libro de Timerman no dejan lugar a duda la relación que se hace entre actividades judías y sionistas. Se destaca el especial interés en su autodeterminación como sionista, en si conoce al embajador de Israel, si viajó a Israel, sobre las posibles relaciones del ex-premier de Israel, Beguin (quien en su juventud fuera jefe de uno de los movimientos clandestinos antibritánicos en Palestina antes de 1948), con la guerrilla montonera, etc. ¿A qué tipo de conspiración pertenecía: a la israelí, a la rusa o a la norteamericana? También la insistencia en que conectara su supuesto marxismo a su filiación sionista. Finalmente, se contentaron con su declaración de que era sionista, pero -según interpretaron los militares- del tipo que utilizaba el marxismo como instrumento dialéctico para explicar las contradicciones de la sociedad.

Preguntas a otros prisioneros judíos se relacionan a las actividades de los emisarios de Israel con la comunidad judía en Argentina y a las actividades de organizaciones juveniles sionistas (58). Finalmente, la conexión entre Israel, la conspiración mundial y la anti-patria, se destaca en los repetidos interrogatorios sobre el llamado "Plan Andinia". De acuerdo a esa superchería, la comunidad judía de Estados Unidos había enviado un rabino a Buenos Aires para entrevistarse con influyentes judíos locales e inducirlos a comprar tierras en la Patagonia, a fin de poder llegar a establecer en la zona sur de Argentina un "segundo Estado Israelita", que se denominaría Andinia.

Este infundio parecería justificarse, dado los peligros que se encontraba atravesando Israel, en la incierta situación del Medio Oriente. Aparentemente, la creencia de que este fuera un plan factible era bastante extensa dentro de los militares. El tema es mencionado por varias víctimas y a Timerman le preguntaron "qué tropas espera Israel utilizar para implementar el Plan Andinia" (59). Juan Ramón Nazar (CONADEP Legajo nº 1557) declara sobre uno de los interrogatorios a que fué sometido: " Los individuos mostraban una fuerte actitud antisemita. Me preguntaron si conocía el Plan Andinia, por el cual Israel se quedaría con una parte de la Patagonia".




Las organizaciones judías internacionales ante la represión y el antisemitismo

 

El rescate de judíos sometidos a cualquier forma de opresión ha constituído una de las mayores preocupaciones de las comunidades judías a través de la historia. En la época moderna se fundaron instituciones cuyo expreso propósito era socorrer a los judíos en peligro. Tal es el caso, entre otras, de la Alliance Israélite Universelle (Paris, 1860), el American Jewish Committee (Nueva York, 1906) y la Anti.Defamation League de la B'nai B'rith (Nueva York, 1913). Durante la época del nazismo, se replanteó el rol de las organizaciones y comunidades judías del mundo libre en el rescate de judíos. En la Argentina, la misma cuestión fue formulada durante la dictadura 1976-83, en particular a raíz de la publicación en Estados Unidos del libro de J.Timerman Prisoner Without a Name, Cell Without a Number (1981).

En este apartado del Informe, nos limitaremos a reseñar los aspectos más relevantes del rol de las principales organizaciones judías de los EE.UU. durante los años de la represión militar y específicamente, su trabajo en defensa de las víctimas del antisemitismo. Hoy, bajo la perspectiva de más de veinte años, la dimensión del genocidio de judíos argentinos que surge de este Informe, permite valorar con mayor reconocimiento el extraordinario servicio que varias de ellas prestaron a la movilización internacional en favor de las víctimas.

El listado de organizaciones judías norteamericanas es extenso. Hemos considerado aquellas que tuvieron un papel relevante en la materialización de la presión internacional sobre la junta militar argentina:


Víctor A. Mirelman desarrolló una investigación completa sobre este tema en base -entre otros- al material de archivo del AJC y la ADL depositado en sus respectivas sedes de Nueva York. El acceso a los mismos fue facilitado por Jacobo Kovadloff y Morton M. Rosenthal. Asimismo, gracias a la cooperación del Dr.Karl Zukerman, pudo consultar los archivos de la Hebrew Immigrant Aid Society (HIAS) (60).

Los testimonios directos o indirectos que con posterioridad al golpe militar fueron llegando a las diferentes organizaciones a través de múltiples canales, permitieron componer un cuadro de situación altamente preocupante, que requería una urgente movilización ante circunstancias que sólo tenían como precedentes los acontecimientos de la Segunda Guerra y las purgas antisemitas de Stalin. El 16 de noviembre de 1976, el gran rabino de la Argentina, Menahem Fitterman, se reunió en Nueva York con un pequeño grupo de dirigentes de AJC, ADL y el American Jewish Congress, y ofreció una alarmante evaluación de la situación. Insistió en que las organizaciones judías internacionales debían salvar a los judíos argentinos y sacarlos del país (61). Por circunstancias como ésta y por la percepción directa que algunos dirigentes judíos internacionales pudieron tener, pensaron que la comunidad debía estar preparada para la peor de las eventualidades, y organizarse para una posible evacuación. La oficina de la HIAS en Buenos Aires tomó precauciones después del golpe de 1976 y estableció contactos con varios consulados locales, especialmente los de Canadá, Australia y Gran Bretaña, en tanto actuaba como representante de Nueva Zelandia. La conexión con los países europeos estuvo a cargo de la central de HIAS en Ginebra. La oficina de Montreal permaneció en contacto con las autoridades canadienses a cargo de asuntos de empleo e inmigración (62).

En 1977, altos dirigentes de la HIAS visitaron cuatro países del cono sur y se reunieron con miembros de AMIA (comunidad ashkenazi de Buenos Aires) y la Joint (American Jewish Joint Distribution Committee) para planificar un eventual rescate de los judíos argentinos. La HIAS y la Joint formalizaron contactos con las organizaciones centrales del los judíos en Argentina y con la AJC y ADL en Nueva York, para contribuir -si las circunstacias lo requerían- a un éxodo organizado (63).

El conocimiento directo que ADL y AJC tenían de la represión en los centros clandestinos de detención, especialmente dura con los judíos, el añadido de la crisis económica y los diversos atentados y campañas antijudías que se explicitan en este Informe, hicieron temer con fundamento, un brote antisemita generalizado. La prensa internacional informó, principalmente la israelí, que la HIAS había preparado un plan de evacuación aérea de 350.000 judíos a Brasil, como primer asilo, previo a una posterior derivación a otros países. Según Edwin Shapiro, presidente de la HIAS, el presidente de Brasil general Figueiredo se habría comprometido a este primer asilo (64). Por su parte, Mirelman afirma que el gobierno israelí y la Agencia Judía (organización responsable de canalizar la emigración judía a Israel) también consideraron esa posiblidad. Ya sobre finales de 1976, Albert Schindler, rabino y vicepresidente ejecutivo de la Union of America Hebrew Congregations se dirigió a las autoridades del Departamento de Estado y obtuvo la promesa de que, llegado el caso, los Estados Unidos extenderían 100.000 visas a refugiados judíos provenientes de Argentina (65).

La organizaciones judías de EE.UU. realizaron intensas y permanentes gestiones ante el Secretario de Estado y ante miembros del Congreso norteamericano que obtuvieron resultados en casos específicos por la mejora de la situación de prisioneros o la aparición con vida de algún secuestrado, pero no implicaron un cambio relevante en la acción represiva cotidiana que se practicaba en los centros de detención en relación con los prisioneros judíos.

En septiembre de 1979, el rabino Joseph Glaser, en su viaje a Buenos Aires en representación del movimiento reformista de EE.UU., fue portador de un listado de detenidos o detenidos-desaparecidos cuyo número ascendía a 1.200. La misma formó parte de Proyecto Prisioneros en la Argentina (Argentine Prisoners Project) que el rabino Rosenthal de la ADL intentó, sin éxito, llevar adelante con el apoyo relativo de las organizaciones judías locales y la embajada de Israel en Buenos Aires.

Existieron determinados casos en que fue necesaria la sumatoria de una movilización diplomática, presiones económicas y activación de alguna congregación religiosa e incluso la intervención de algún cardenal católico, para salvar una vida. Numerosos testimonios de personalidades judías que actuaron en esa época, revelan al describir sus gestiones ante la junta militar, la enorme resistencia que encontraban en los militares para lograr tan sólo el reconocimiento de que determinada persona se encontraba detenida en un centro de detención. 

Su mayor efectividad se materializó en la difusión y movilización internacional con referencia a la 'cuestión judía' durante la dictadura argentina y en atenuar las campañas y atentados antisemitas. 

No obstante, cabe preguntarse, a la luz de los resultados obtenidos, respecto al manejo de los instrumentos que en aquellos años ofrecía la acción diplomática de terceros países y la movilización de las organizaciones humanitarias internacionales, en la opción 'diplomacia silenciosa' versus 'denuncia pública' y en que grado la primera se constituyó en gran medida y en la mayoría de los casos, en una coartada para, con una actitud de 'dejar hacer', ocultar compromisos económicos o complicidades políticas injustificables.

A pesar de ser complejo evaluar el alcance de la acción de las organizaciones judías norteamericanas, la documentación aportada en el trabajo de Mirelman revela que los efectos fueron importantes y que por lo menos obligaron a la junta militar a contener su brutal y desproporcionada acción represiva sobre los prisioneros de origen judío. Si a pesar de esta intervención internacional, la judeofobia del régimen ascendió a los niveles que este Informe pone en evidencia, no es difícil imaginar los límites que se hubieran podido alcanzar si esta intervención no se hubiera producido. Los horrores del régimen militar eran menos evidentes dentro de la Argentina que vistos a la distancia. Según Mirelman, el régimen fue descripto como "un sistema infinitamente más difuso, refinado y escondido" en el que los prisioneros eran transferidos de un lugar a otro y la compartimentación de las zonas militares de represión dificultaba aun más la acción de los familiares o las organizaciones humanitarias. Por efecto del terror del sistema represivo, las organizaciones internacionales judías y observadores diplomáticos notaron en la población, por una parte, una determinación de ignorar los horrores del régimen, y por otra, un temor indefinible no sólo a hablar, sino también por su presente y futuro en un nivel personal.

En general, la intervención de las organizaciones judías norteamericanas, cumplió el complejo doble papel de actuar de conformidad con su propio análisis de la grave situación de los prisioneros que respondía a las perentorias demandas de los familiares, y al mismo tiempo, aliviar en una importante medida la situación comprometida a que se vieron sometidas las organizaciones locales como consecuencia de su proximidad a una realidad de gran violencia institucional hacia los ciudadanos en general y hacia los ciudadanos judíos en particular.

Esta síntesis permite dimensionar desde la óptica de estas organizaciones, avezadas en la defensa internacional de los judíos frente al antisemitismo, la calidad y profundidad de la persecución producida sobre los judíos argentinos. Para esto, cada una de ellas, en correspondencia con su percepción de la realidad, se sintieron moralmente justificadas a intervenir y moralmente obligadas a hacerlo. 

 

 

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