Memorias enfrentadas. El voto a Bussi en Tucumán
por Emilio Ariel Crenzel
1. Introducción
Consultado acerca de la victoria
del General Bussi en los comicios para gobernador de Tucumán, el escritor
Ernesto Sábato manifestó: "Estoy muy dolido por la falta de memoria de los
tucumanos".
Diario "Clarín", 6 de Julio de 1995.
"Hay que cesar de describir siempre los efectos del poder en términos negativos:
"excluye", "reprime", "rechaza", "censura", "abstrae", "disimula", "oculta". De
hecho, el poder produce; produce realidad, produce ámbitos de objetos y rituales
de verdad. El individuo y el conocimiento que de él se puede obtener,
corresponden a esta producción". Michel Foucault, "Vigilar y Castigar", 1987,
Página 198.
El trabajo que aquí se presenta, deriva substancialmente de la tesis realizada
en la "Maestría en Investigación en Ciencias Sociales" de la Universidad de
Buenos Aires y expresa, a la vez, un esfuerzo investigativo de largo aliento.
(1)
El desafío de conocimiento que lo motivó, consistía en conocer las
representaciones sociales y motivaciones presentes en los votantes al General
Bussi en Tucumán. Dentro de las mismas, un aspecto sustantivo consistía en
investigar la posible relación existente entre las memorias colectivas del
pasado dictatorial y la identificación electoral y política presente, entre
quienes votaban y no votaban por Bussi. (2)
Esta inquietud surgió ante la emergencia, desarrollo y expansión en Tucumán, de
una fuerza política exitosa encabezada, nada menos, por quien fuera el conductor
de la represión política y gobernador del territorio provincial durante la
dictadura militar. (3)
Esta primera determinación, se articuló a mi desacuerdo, a mi discrepancia, con
relación a la tendencia que iban asumiendo en el campo de las Ciencias Sociales
y de la reflexión política las explicaciones que intentaban dar cuenta de la
emergencia y desarrollo de esta fuerza política original como de las
explicaciones en torno a su acumulación vertiginosa de fuerzas.
Las mismas adolecían, a mi criterio, de la ausencia de anclajes empíricos
concretos que las sustentaran, construidos a través de procesos teórico
metodológicos validables de construcción de los datos. En estas explicaciones
era, además, especialmente notoria la ausencia de indagaciones con relación a la
actualidad del recuerdo de la dictadura militar en la decisión electoral de los
votantes a Bussi.
Es por ello que consideraba que los caminos investigativos, hasta entonces
trazados, se traducían en verdaderos encierros epistemológicos y tendían a
encubrir el carácter sumamente original de esta fuerza política, obstaculizando
el análisis, enturbiando la mirada. (4)
En pos de intentar decodificar este proceso social de conformación de una
identidad política novedosa, fue sustantivo considerar la génesis y las
características del proceso de transición democrática al que asistió el país
desde 1983.
Cabe señalar que la transición no supuso, un corte automático y generalizado en
las formas de sociabilidad, en los valores y las conductas en la población,
cuando el momento dictatorial dejó lugar al momento constitucional en la vida
política Argentina en 1983.
Con esto se quiere hacer énfasis, que pese al fin de la dictadura militar, es
equivocado suponer que los procesos sociales acaecidos bajo la misma se hayan
"evaporado" con la sola llegada de la democracia y no hayan dejado sus huellas y
su impronta, a través de la persistencia de valores, conductas y
representaciones sociales constituidas en el período autoritario.
Por otra parte, el retorno constitucional en 1983, fue la resultante de procesos
políticos complejos y multicausales, entre los cuales, la derrota militar de la
dictadura en Malvinas, jugó un papel sustancial. Por ende, tanto las
características del desarrollo de la constitucionalidad en Argentina, como las
iniciativas presentes para el despliegue y desarrollo de la democracia y la
ampliación de los términos y alcances de la ciudadanía, fueron y son, objeto de
una ardua y permanente confrontación.
Es por ello que se torna central, en la consideración en términos históricos de
las características del período democrático en ciernes, el análisis de la
envergadura y alcances de los cambios producidos como consecuencia del golpe de
Estado de 1976, en la transformación política, ideológica y cultural de la
sociedad Argentina.
Por un lado, los militares fracasaron en su intento de constituirse en actores
cuya presencia en la escena política tuviera por términos operar en ella en
tanto "garantes omnipresentes del ordenamiento político", tampoco pudieron
prolongar su tutela con el apoyo de masas tras el descalabro de la guerra de
Malvinas, ni pudieron constituir un partido propio, un "movimiento de opinión"
de alcance nacional que llevara su sello, como su prolongación o "cría" política
(5).
Sin embargo, la última dictadura, no sólo supuso una torsión en el plano de la
existencia y conformación de las distintas clases o grupos sociales, un cambio
del modelo de acumulación de capital con una brutal concentración y
centralización del mismo sino que, además, involucró cambios sustantivos en la
Weltanschauungen, esto es, en los patrones políticos, ideológicos y culturales
dominantes, expresando la clausura de un ciclo histórico en la historia política
del país (6).
Esta dictadura militar, a diferencia de las precedentes y reiteradas
intervenciones militares en la vida político-institucional del país durante la
gran parte del siglo XX, no expresó un ejercicio más o menos autoritario del
poder, donde la represión policial fuera severa, donde la muerte fuera una
excepción y la presencia militar, en última instancia, resguardara los
fundamentos del orden social (7).
A partir de la desaparición de personas, proceso de carácter sistemático y
planificado, la dictadura militar iniciada en 1976 operó destruyendo ciertas
identidades sociales de los períodos anteriores y construyendo nuevas, a la vez
que promovía el terror y el disciplinamiento social en amplias porciones de la
sociedad que excedían, en mucho, el círculo inmediato de los afectados directos
por la política de desaparición de personas.
La provincia de Tucumán, fue un territorio que había sido escenario durante la
década del sesenta e inicios de los setenta de confrontaciones sociales de
diverso carácter, protagonizadas por diversas fracciones sociales, pero de un
alto nivel de radicalización y masividad (8).
Previamente al inicio de la dictadura militar, la política de desaparición de
personas tuvo en la provincia su anclaje territorial inicial, que luego se
extendería, en escala ampliada, al conjunto del país como método y táctica
central de la guerra antisubversiva.
La importancia cualitativa y cuantitativa que tuvo este proceso social en la
provincia fue sustantiva, no sólo porque significó el descabezamiento de las
conducciones y cuadros de las organizaciones sindicales, estudiantiles,
políticas y sociales existentes, modo en que se cerró el período de "crisis de
la conciencia burguesa" en los sectores populares manifestada en el período
1969-1975, sino también por su intento de dejar una huella y realizar una
refundación con la impronta dictatorial de la subjetividad social de la
población (9).
El escenario político de la provincia, registra como hecho distintivo con
respecto al resto del país el hecho que el poder político residía ya, sobre
finales del gobierno constitucional de Isabel Perón, en el jefe militar de la
región, el General Bussi, que se haría cargo del gobierno con el golpe de Estado
de 1976. Esto contribuyó, en el ámbito local, a tornar aún menos perceptibles
las diferencias entre la ferocidad que asumían los enfrentamientos políticos en
el final del gobierno Peronista y la dictadura que emergía y entre las
personificaciones que conducían, en ambos períodos, el poder político.
En sentido contrario, lo que potenció en la subjetividad de la población
provincial la diferenciación entre ambos períodos, fue la fuerte concentración y
centralización del poder político-militar a partir de la dictadura militar
emergente, luego de la atomización del poder político y la ruptura del monopolio
de la fuerza durante el fin del gobierno Peronista.
Este hecho, distinguiría a Tucumán del resto de las provincias argentinas donde,
luego del golpe, se estableció una relativa dualidad entre el jefe militar del
territorio, área o subárea militar y el gobernador militar de la provincia.
Por último, la dictadura en su versión local, contó con el fuerte apoyo
económico de la Junta militar por el carácter prioritario que asumía la
provincia en la estrategia contrainsurgente del gobierno militar encabezado por
el General Videla.
En 1983, la democracia recuperada, revelaba un doble carácter. Por un lado,
expresaba la recuperación efectiva de los derechos políticos y las condiciones
sociales mínimas para la lucha por los términos de la ciudadanía y, por otra
parte, una fuerte y paralela metamorfosis en la escala de valores, en los grados
de organización y conciencia de los diversos actores sociales acerca de sus
intereses, en la cosmovisión de los ciudadanos acerca del proceso político y en
la transformación, en el seno de la opinión pública de la escala de prioridades
de la agenda política.
A su vez, a poco del retorno constitucional en la provincia, la crisis de
legitimidad político-institucional y el agravamiento de la crónica crisis
económica, con altas tasas de desempleo y un vertiginoso proceso de
empobrecimiento de sus fracciones medias, se constituyeron en las condiciones
sociales de producción de una expectativa con raíces provenientes del pasado, el
reclamo del advenimiento de una personificación social que exprese el regreso
del orden y la mano dura y que restaurase el brillo provincial del período de
esplendor azucarero, la realización de obras públicas y el empleo, ahora
perdidos.
De lo que esta investigación da cuenta es de la conformación subjetiva de una
fuerza política, conducida por quien encabezara la represión política en el
territorio provincial y sus diferenciaciones más sustantivas con los que no
adhieren a la misma. Nada es, por otra parte, más alejado de los propósitos de
esta investigación que demonizar o caricaturizar al otro, cuando de lo que se
trata es de describirlo y entender la lógica de las acciones, las identidades y
representaciones sociales que se hacen presentes en dicha fuerza política.
Así como el partido encabezado por Bussi reconoce en su composición social un
anclaje policlasista que recorre verticalmente a la sociedad tucumana, su
composición ideológica, de valores y motivaciones también expresa una
heterogeneidad, una alianza de expectativas y significados de una gradiente que
comprende adhesiones basadas en convicciones diferentes, en afectividades y
hasta en el sentido común dominante.
Más allá de esta heterogeneidad, en este trabajo se sostiene que la matriz
central y primordial del anclaje del apoyo a Bussi residía, en 1995 en la
elección que lo llevó a la gobernación provincial, en una memoria compartida por
una parte substancial de sus adherentes, con fuertes articulaciones con la
mirada dictatorial del pasado reciente del país y favorable a la experiencia de
gestión de su gobierno bajo la dictadura militar en 1976.
Una suma de valores correspondientes a la lógica del autoritarismo tradicional,
articulados con la originalidad que en materia autoritaria supuso la dictadura,
fueron internalizados por los actores, de manera tal de que estos apelan a los
mismos, en un presente de crisis institucional, política y económica, al
visualizarlos como los canales de sentido, naturales y necesarios, para atender
sus expectativas y necesidades materiales y simbólicas.
La emergencia y desarrollo del bussismo como fuerza significativa en el ámbito
de la provincia de Tucumán a partir de 1987, año en que Bussi retornó a la
escena política provincial desprocesado de las causas por las graves violaciones
a los Derechos Humanos, hasta 1995 cuando alcanza la gobernación de la
provincia, expresó un proceso múltiple de articulación de variadas formas de
persistencia y emergencia de una memoria social favorable al gobierno
dictatorial en la provincia en una importante porción de su población.
Al interior de esta memoria social es posible distinguir, como núcleo central,
una memoria colectiva basada en una "persistencia instrumental" del pasado,
personificada en los "bussistas orgánicos", grupo conformado por los primeros y
más consecuentes adherentes al partido conducido por el militar, aquellos que
expresan un mayor grado de convicción y homogeneidad ideológica en esta fuerza
política, que mantuvieron al compás de su conductor, de manera intencionada, el
recuerdo, la defensa y la valorización positiva del pasado militar y del "orden
antisubversivo" (10).
Por otra parte, el grupo de "bussistas orgánicos" expresa un marco cognitivo en
el que su lectura del pasado se sostiene en un universo simbólico anclado en una
"memoria nacional", basada en el culto a los símbolos patrios, el orden
jerárquico y la valoración positiva de sus portadores sociales, como parte de
una conciencia histórica acerca del pasado provincial que se funda y legitima,
buscando afanosamente sostener los valores "naturales" del orden social.
A este grupo se articularon, los "bussistas intermitentes", entre los cuales es
posible rastrear la persistencia cultural de una memoria colectiva de carácter
más inorgánico a los valores dictatoriales (11).
La direccionalidad o sentido del pasado que se hace presente entre los votantes
"bussistas intermitentes" se halla, por un lado, ligada a la búsqueda por
recobrar la expansión de la economía provincial y, en especial, el pleno empleo
y la realización de obras públicas que caracterizaron al gobierno conducido por
Bussi en la provincia durante la dictadura.
Entre estas fracciones sociales, el pasado traumático no posee relevancia para
la determinación de sus acciones sociales en el presente. Para estos sectores
sociales, se torna secundaria la participación de Bussi durante la dictadura y
las violaciones a los derechos humanos de ese período, si éste en cambio, puede,
como en el pasado, resolver los problemas más apremiantes del presente
provincial.
Este imaginario restaurador se expresa, entre estos grupos sociales, a través de
una evocación "economicista" del período dictatorial que revaloriza las obras
públicas y el crecimiento de la economía y el empleo. Esta memoria, se conforma
y se desenvuelve a partir de las condiciones de crónica y aguda crisis
económica, social y política existentes hacia fines de los años ochenta en la
provincia.
A esta forma social de la memoria, se le articula una moral de la disciplina del
trabajo y la vida cotidiana, una memoria social de la costumbre, de la
reiteración de pautas, comportamientos y valores de corte autoritario de tipo
tradicional.
Por ello la adhesión "economicista", antes descripta, no se desenvuelve carente
de un universo de valores, ni se halla en libre disponibilidad para otro tipo de
intervenciones ideológicas.
La misma se articula con un significado de adhesión a esta fuerza política donde
la restauración de "la moral" en la dirección de los asuntos públicos ocupa un
lugar substantivo en la subjetividad social de este grupo, en la cual la
combinación de manifestaciones autoritarias de corte tradicional, el prejuicio y
la discriminación hacia el diferente, la tendencia al rechazo a la política de
partidos, la preferencia por liderazgos fuertes y la valoración del "trabajo, el
rigor y la limpieza" como atributos de la buena gestión de gobierno, forman
parte de patrones simbólicos profundamente sumergidos en el grupo y, por ende,
sólidamente establecidos en su subjetividad. Este conjunto de valores, fijan los
límites de posibilidad a la traducción política de la perspectiva economicista
del pasado provincial.
A estas continuidades y transformaciones de la memoria colectiva que se expresan
en el voto a Bussi, se articula una peculiaridad substantiva relativa a las
formas sociales de transmisión y resignificación de la memoria social en la
provincia.
En ciertos grupos sociales, como una porción de los más jóvenes, la misma se
expresa en un doble par articulado. Por una parte, personifican la constitución
laboriosa, realizada de múltiples formas, de la ignorancia y el "olvido
espontáneo" del pasado reciente, por otra parte, su socialización en los valores
autoritarios se tradujo en la asunción, con rigidez, de estos postulados
adquiridos sin ponerlos en cuestión.
La articulación entre continuidad y ruptura, entre la persistencia de un
recuerdo favorable del orden dictatorial y la emergencia de una memoria
colectiva que expresa el cambio cultural operado en los individuos y la sociedad
a partir del terror y del corte histórico traumático, conforman las particulares
características de la repolitización de buena parte de la sociedad tucumana a
partir del autoritarismo dictatorial (12).
La misma, se expresa y materializa en que los valores centrales dominantes en el
voto a Bussi, sean el deseo de orden, el reclamo de una mano dura, el anhelo de
seguridad, una evocación positiva del golpe de Estado, el rechazo a cualquier
manifestación política o cultural contestataria y la asimilación del concepto de
autoritarismo al concepto de autoridad.
Por otra parte, también entre los no votantes a Bussi se expresa, en su rechazo
a Bussi y a su partido, una génesis cuyo anclaje lo constituye la experiencia
dictatorial, poniendo de relieve la actualización emotiva y cognitiva de la
experiencia traumática que supone, para estos entrevistados, la presencia de
Bussi en la escena política provincial.
Esta identidad "no bussista sistemática", remite de manera inequívoca en sus
componentes centrales a la oposición, con diversos grados, a la política de
aniquilamiento de opositores de la dictadura militar de la que Bussi formó parte
(13).
Tanto la presencia de una memoria favorable al pasado dictatorial, como la
oposición a la personificación política del mismo revelan las huellas
traumáticas del pasado represivo, poniendo de manifiesto que: "la dictadura
marca a la sociedad a veces de un modo decisivo" (14).
La consecuencia de esta confrontación, es la manifestación de una sociedad
dividida en el presente cuyo desgarramiento inicial se sitúa en el pasado
dictatorial, conflicto que los medios de comunicación pusieron de relieve al
conocerse la existencia una cuenta bancaria secreta en Suiza, a nombre de
Domingo Bussi (15).
La referencia a la existencia de memorias colectivas enfrentadas en torno al
pasado, es, en cualquier sociedad plural, nada más que un señalamiento obvio,
una verbalización reiterada del sentido común ilustrado.
La multiplicidad y diversidad de miradas acerca del pasado es una cualidad
inherente a esta forma de organización de lo social. Cual paradoja, el
autoritarismo y su pretensión de modelar las conductas y creencias de la
población e imponer una mirada unívoca del presente y una perspectiva de
entender el pasado, sólo puede existir a partir de un presupuesto, de una
condición social, la existencia de una sociedad abierta o plural.
El caso que aquí se procura analizar, sin embargo, expresa y se inscribe en las
excepciones poco frecuentes, porque pretende ser una narración que dé cuenta de
la existencia de memorias colectivas enfrentadas que dividen de manera tajante,
en dos a la sociedad y que asumen un carácter antagónico producto de un
desgarramiento radical de los individuos y la sociedad en torno a un pasado
traumático a partir de sucesos que los conmovieron y marcaron históricamente.
Esto último, es lo que se manifiesta en la vida política y cotidiana de Tucumán,
de manera abierta, desde mediados de la década del ochenta hacia fines de los
años noventa con la presencia de Antonio Bussi en la escena política local.
Si bien no forma parte de la investigación realizada, el declive del bussismo
tras la derrota del hijo del General en 1998 en las elecciones a gobernador de
la provincia, podría poner de manifiesto un relativo quiebre de la alianza de
expectativas que llevó a Bussi a la gobernación, tras su nuevo ejercicio del
poder provincial en la década del noventa.
El mismo se sucedió en condiciones diferentes a las de su gobierno bajo la
dictadura militar y no revirtió los principales indicadores de la crisis
económica y social de la provincia, como las altas tasas de desempleo y el
estancamiento productivo. No sólo eso, Bussi se alineó, contra sus postulados de
campaña electoral, con el gobierno nacional y su política privatizadora y se vio
envuelto en el escándalo del descubrimiento de las cuentas secretas en Suiza.
Actualmente el partido conducido por el General Bussi, se debate entre su
desmembramiento, debido al alejamiento de los principales dirigentes y el
rechazo del pliego de Diputado Nacional por Tucumán a su conductor, por parte de
la Comisión de Peticiones Poderes y Reglamento de la Cámara de Diputados de la
Nación, por "manifiesta inhabilidad moral-política e ineidoneidad constitucional
consecuente" sentando un precedente en la historia parlamentaria argentina, ya
que esta decisión, limita el concepto de soberanía popular expresado en el
sufragio (16).
Sin embargo, el análisis de las condiciones de posibilidad favorables a la
emergencia y desarrollo de esta fuerza política debería servir para advertir
acerca de los contenidos y personificaciones políticas que pueden capitalizar la
actual crisis de representación política que trasciende la realidad tucumana y
se extiende por el país en un escenario de potenciación de las asimetrías
económicas y sociales y de complicidad de la dirigencia política en el proceso
social de creciente desciudadanización de amplias fracciones sociales.
El trabajo que a continuación se leerá, intenta permanentemente recorrer un
camino de doble dirección, entre teoría y momento empírico, entre el dato y la
interpretación.
Es un intento, entre otros posibles, que asume con pasión la búsqueda de
construir conocimiento, de un poder-saber que acorte la distancia entre nuestra
ignorancia y el desenvolvimiento concreto del presente estadio de la cultura y
de la política en Argentina.
(1) Desde 1988, el problema de la
emergencia y desarrollo del bussismo como identidad política, ocupó mi interés
intelectual y académico.
(2) El General Bussi comandó el operativo contrainsurgente "Independencia" en
dicha provincia desde el 20 de Diciembre de 1975 hasta el golpe de Estado de
Marzo de 1976. Fue gobernador de facto entre esta última fecha y diciembre de
1977. Durante su gobierno, casi 400 personas resultaron secuestradas y
desaparecidas y obran testimonios de su participación directa en este proceso
social. Al respecto ver CONADEP, 1986, páginas 213-217 y Comisión Bicameral de
la Provincia de Tucumán, 1991. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas, creada por el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín en 1983 para
investigar las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante la dictadura
militar, registra un total de 536 desaparecidos en Tucumán los cuales
representan el 5,5% de los 8.960 desaparecidos denunciados ante dicha comisión.
(3) Como señala Adrogué, 1993, en la abundante producción en el campo de las
Ciencias Sociales desde la restauración constitucional en 1983 referida al rol
de las Fuerzas Armadas en los denominados procesos de transición democrática, no
se contempló la posibilidad de que ciertos militares comenzaran a hacer política
dentro del marco de la legalidad constitucional.
Como ejemplo de ello, ver Portantiero y Nun (compiladores), 1987, Stepan, 1988,
Lowenthal y Fitch (compiladores) 1986, O'Donell, Schmitter y Whitehead 1988 y
Garretón 1988. Cabe destacar que, entre 1987 y 1997, varios ex militares fueron
candidatos a cargos electivos, entre ellos, el ex gobernador del Chaco bajo la
dictadura (1981-1983) Coronel (Re) José David Ruiz Palacios, El Capitán de Navío
(RE) Roberto Ulloa gobernador de Salta entre 1977-1983 y el Teniente Aldo Rico
jefe de los levantamientos anticonstitucionales de Abril de 1987 (Semana Santa)
y Enero de 1988 (Monte Caseros). Ulloa, fue electo gobernador de Salta entre
1991y 1995, a través del "Partido Renovador Salteño"; Ruiz Palacios, en la misma
elección, fue elegido intendente de Resistencia, capital del Chaco por el
"Movimiento de Acción Chaqueña". Rico, fundó el "Movimiento por la Dignidad y la
Independencia" (MODIN) fue electo diputado nacional por la provincia de Buenos
Aires en 1991, obtuvo el 15% de los votos en el ámbito nacional en los comicios
para la elección de convencionales constituyentes en 1994, en octubre de 1997
fue electo intendente del partido bonaerense de San Miguel en alianza con el
Partido Justicialista y en 1999 fue designado Ministro de seguridad de la
provincia de Buenos Aires por el gobernador justicialista Carlos Ruckauf
dimitiendo al cargo tras una crisis política, cuatro meses después.
(4) En Alemania, hasta mediados de los años ochenta, la sociología en particular
le prestó escasa atención al Nazismo como objeto de estudio. Herz, 1987, páginas
560-570.
(5) De Riz, 1984, página 13.
(6) Anderson, 1986, página 11. Sobre los cambios de las condiciones de
existencia y relaciones entre las clases en el período, ver Acevedo, Basualdo,
Khavisse, 1990; Arceo, 1991; Azpiazu, 1989; Basualdo, 1987; Basualdo, Khavisse,
1993; Khavisse, Azpiazu, Basualdo, 1986; Schvarzer, 1988. Son ininteligibles,
desde la perspectiva que aquí se asume, los cambios en las orientaciones de las
políticas económicas de los partidos tradicionales hacia el liberalismo de
mercado, sin atender a la hegemonía de la gran burguesía diversificada y el
capital financiero y transnacional, hegemonía cuyas bases materiales se
constituyeron en el país en el período dictatorial.
(7) Como hipótesis de trabajo consideramos que cierta normalización y una tardía
toma de conciencia, una marcada innobservabilidad desde las Ciencias Sociales de
la peculiaridad de la última dictadura militar en la vida política nacional, se
deben, en parte, a cierta naturalización involuntaria de las intervenciones
militares en la vida política producto de su carácter crónico y reiterado.
(8) La provincia de Tucumán, registra, hasta el golpe de Estado de 1976, una
serie de agudas luchas sociales y políticas. Entre 1966-1968, se desenvuelven
las luchas de la clase obrera azucarera contra el cierre de 11 de los 27
ingenios de la provincia. Entre 1969-1972, se destacan las luchas de masas en
las calles con tomas parciales de la ciudad capital, la emergencia de fracciones
autónomas y radicalizadas en el seno del movimiento obrero, del movimiento
estudiantil y de la iglesia católica - los curas tercermundistas -, el
surgimiento de guerrillas rurales y urbanas y una extendida presencia en la
sociedad civil de una cultura crítica y radicalizada. Las identidades sociales
que expresaban de manera heterogénea esta subjetividad social en la provincia,
fueron aniquiladas de manera decisiva, a partir del golpe de Estado de 1976.
Para comprender como visualizaban las Fuerzas Armadas la situación política y
social previa al golpe de Estado de 1976 en Tucumán, conviene leer el manuscrito
inédito del General Vilas quien fuera comandante de operaciones del Ejército en
la zona, de Enero de 1975 a Diciembre del mismo año. Vilas, describe el estado
de indisciplina social en que se hallaba la provincia y la radicalización
política que se expresaba en diversos ámbitos de la misma. La guerrilla era,
desde la perspectiva de Vilas, solamente la manifestación violenta de este
estado de subversión del orden social. Vilas, 1977.
(9) La crisis de la conciencia burguesa fue la resultante de un proceso social
cuya génesis tiene lugar varias décadas atrás y cuyas manifestaciones sociales y
políticas se fueron construyendo en las luchas contra las dictaduras militares
del periodo y fundamentalmente, con creciente intensidad, se expresaba en el
enfrentamiento con las condiciones sociales de existencia de amplias fracciones
sociales y con el modo que asume el ordenamiento de lo social en el capitalismo.
Esta ultima ruptura, se expresaba en la cooperación entre las fracciones más
expropiadas de la sociedad y los que, a partir de tener acceso al conocimiento
teórico del modo en que se organiza lo social, se comprometían con las
necesidades y luchas de los desposeídos. Esta alianza social que se constituyó a
través de procesos sociales de enorme complejidad comenzó, de forma embrionaria
a cuestionar lo existente, a desnaturalizarlo, a pensar que otro ordenamiento de
los social, mas justo e inclusivo era posible y que era necesario y justo que se
intentara construirlo. El proceso social que, desde los sectores sociales que
detentaban en el poder social y económico del país fue caracterizado como "la
emergencia de la subversión", observable desde 1969 y derrotado en 1976 a partir
del golpe de Estado, expresaba la crisis moral, la ruptura embrionaria de la
obediencia a la autoridad, la indisciplina de importantes fracciones sociales
ante el modo de organizar lo social más allá de las formas que esta
desobediencia y rebeldía asumiera.
(10) En el grupo de votantes "bussistas orgánicos" se incluyó a los
entrevistados que siempre votaron por Bussi o su partido en las sucesivas
elecciones para cargos provinciales desde 1987 fecha en que Bussi constituye su
primer agrupamiento político y se presenta a elecciones.
(11) En el grupo de votantes "bussistas intermitentes" se incluyó a los
entrevistados que en alguna ocasión votaron por Bussi o su partido en las
elecciones para cargos provinciales desde 1987.
(12) Nos referimos al concepto de repolitización, en el sentido estricto que le
asigna Germani, 1979, al autoritarismo moderno.
(13) En el tipo ideal de "no votantes a Bussi" se incluyó a modo de grupo de
control y exclusivamente a los fines analíticos, a los entrevistados que no
votaron por Bussi en las elecciones de 1995. Por otra parte, en el grupo de "no
bussistas sistemáticos" se agrupó, a quienes nunca sufragaron por Bussi en las
elecciones provinciales desde 1987. No se desconoce, sin embargo, las
identidades políticas y culturales heterogéneas que incluyen ambos
agrupamientos.
(14) Delich, 1986, página 198.
(15) En Febrero de 1998, a pedido del juez español Baltazar Garzón, la fiscal de
Suiza Carla Del Ponte comunicó la existencia de una cuenta bancaria a nombre de
Domingo Bussi. Luego de negar su existencia, Bussi osciló en atribuirle a la
ultraizquierda una campaña en su contra, en afirmar que la cuenta databa de la
época de la hiperinflación (cuando fue abierta en 1986) y por último en restarle
importancia al asunto: "son sólo unos ahorritos", dijo. El Ejército, a través de
su tribunal de honor, en fallo dividido lo sancionó por haber omitido la
existencia de la cuenta con una amonestación por falta grave. Bussi respondió a
la sanción señalando que: "había actuado como político y no como militar" y que
"la izquierda buscaba reeditar enfrentamientos de la década pasada". En el
ámbito de la legislatura local se conformó una comisión investigadora que
decidió suspenderlo por 60 días en su cargo de gobernador e iniciarle un proceso
de juicio político por desórdenes graves de conducta e incumplimiento de los
deberes de funcionario público. Luego de 52 días de suspensión, el tribunal
legislativo lo encontró culpable por 16 votos contra 12 cifra menor a la
necesaria (dos tercios), para destituirlo en su cargo de gobernador al que
retornó el 5 de Junio de 1998.
(16) Esta decisión política se basa en la normativa de la constitución reformada
en 1994, que en su artículo 75, inciso 22, incorpora con "jerarquía superior a
las leyes" los tratados y convenciones internacionales sobre Derechos Humanos.
Esta reforma legal, se inscribió en la creciente tendencia a la conformación de
un derecho y una jurisprudencia internacional, por encima de las legislaciones
nacionales, cuestión que se puso en abierto debate con el intento de juicio en
España al ex dictador chileno Augusto Pinochet. Los cargos que excluyeron a
Bussi del Congreso nacional son su participación directa en la "represión
ilegal", el enriquecimiento ilícito y la falsedad ideológica, ya que no declaró
fehacientemente sus bienes al ser electo diputado nacional en 1993. El diario
"La Nación", del Domingo 16 de Abril de 2000, en su editorial, se oponía
resueltamente a este fallo de la comisión de diputados por considerarlo de corte
político, con causales arbitrarias y subjetivas, con un título elocuente: "No se
debe privar a Bussi de su banca".