Memorias enfrentadas. El voto a Bussi en Tucumán
por Emilio Ariel Crenzel
 


   

2. Sobre la memoria colectiva

 

En las Ciencias Sociales, los estudios e investigaciones sobre memoria colectiva tienen, ya, una tradición desarrollada (17).

Las mismas han adquirido un nuevo impulso, por un lado, a partir de la reflexión desencadenada tras el estupor que suscitaron los procesos de exterminio masivo del Siglo XX y, por otra parte, luego que se sucedieron una serie de debates académicos y políticos ante la aparición de corrientes historiográficas "revisionistas" o "negacionistas" del genocidio perpetrado por los nazis (18).

Por otra parte, este impulso cobró fuerza también, al calor de las transformaciones desenvueltas con relación a la crisis contemporánea de las identidades estatales constituidas a partir de una historia-memoria nacional.

Este proceso, discurre paralelamente a un vertiginoso incremento de las conmemoraciones en el mundo occidental, complementario y, sólo contradictorio en apariencia, con la aceleración del tiempo social que promueve la disolución de las experiencias históricas a favor de la experimentación de un continuo presente (19).

En Argentina en los últimos años, de manera creciente, han surgido investigaciones de carácter sistemático acerca de la memoria colectiva del pasado reciente, específicamente sobre el período dictatorial y el proceso de desaparición de personas, paralelamente al recurrente regreso de la cuestión a primer plano en la opinión pública a través de múltiples formas (20).

Estos estudios, se han ocupado substancialmente del análisis de las políticas desenvueltas desde el Estado con relación al pasado dictatorial tras la recuperación constitucional, a los efectos en plano psicológico de este proceso, a la relación entre la acción de los organismos de Derechos Humanos y la constitución de la memoria social, a la reconstrucción de la identidad de los desaparecidos, a indagar los cambios en las formas del recuerdo y percepción de los desaparecidos de parte de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos y a investigar los cambios estético-políticos en dicha lucha (21).

Además, en los últimos años, se han multiplicado los libros autobiográficos y testimoniales de participantes directos de este proceso, familiares de desaparecidos y militantes políticos del período.

Sin embargo, a casi un cuarto de siglo del inicio de la dictadura y a más de quince años del retorno constitucional, poco se ha investigado sobre la memoria colectiva de la desaparición de personas y la dictadura militar "desde abajo" es decir, desde el análisis acerca de las formas y contenidos de los recuerdos y olvidos presentes en la población con respecto a estos procesos sociales (22).

Abordar el problema de la memoria colectiva desde una perspectiva sociológica, obliga a precisar los términos de los presupuestos teóricos utilizados.

Es posible definir inicialmente a la memoria colectiva como "el movimiento dual de recepción y transmisión de hechos y circunstancias pasadas, que se continúa alternativamente hacia el futuro". (23)

Desde el punto de vista teórico, no se partió de un análisis de los complejos procesos fisiológicos y psicológicos que intervienen en la constitución, emergencia o disolución del recuerdo, pese a que se consideraron los análisis que tratan de las consecuencias subjetivas de los llamados "traumatismos históricos" que, como hiatos imborrables, marcan a las sociedades y a los individuos en su relación consigo mismos y con su pasado (24).

Hecha esta advertencia, cabe otra. Es indudable que debemos guardarnos de trasladar mecánicamente a entidades supraindividuales aspectos discernibles en la configuración psíquica individual. Sin embargo, basta aceptar que la vida comunitaria supone y genera valores y experiencias comunes a los miembros de un grupo social, que en el individuo se expresa la sociedad o parte de esta, y que la sociedad es la resultante de la articulación - no mera sumatoria agregada- de los individuos, para poder postular la presencia de estos procesos a escala social (25).

Hablar de la construcción social de la memoria colectiva, supone a sí mismo, una particular relación epistemológica entre recuerdo y conocimiento. El recuerdo es tributario del conocimiento en sus diferentes niveles, aunque es posible "no recordar" aunque lo ocurrido se conozca.

¿En que dirección discurre esta afirmación?

Es imposible registrar mnémicamente aquello que, previamente, a través de múltiples formas, un sujeto epistémico - sujeto de conocimiento -, no ha asimilado a esquemas de conceptualización internalizados por diferentes modos de producción de saber. Recordar, interpretando lo sucedido sólo se torna posible si se es capaz de integrar un suceso evocado en una secuencia narrativa con sentido, en un sistema de solidario de conceptos y preconceptos previos (26).

Estas observaciones, confrontan con dos convenciones de sentido común, que bien vale la pena poner en tela de juicio. La primera, refiere a la exigencia, formulada generalmente en términos abstractos, a "recuperar la memoria o tomar conciencia" como si este proceso fuese la resultante de la aprehensión, más o menos voluntaria por parte del sujeto de un objeto - la memoria o la conciencia- que lo preexiste.

En primera instancia, este tipo de convocatorias dejan de lado que el recuerdo siempre es una reconstrucción del pasado, un proceso social constructivo, que no resulta de una "toma o aprehensión" de parte del sujeto del hecho a recordar sino de una composición llevada a cabo a partir de una aproximación y elaboración gradual de los diferentes niveles de conceptualización del objeto o situación, nunca una "captura" que deviene en su reproducción literal (27).

La misma conceptualización de la acción o de los sucesos del pasado, parte de un mecanismo retrospectivo, al ser fuentes anteriores las que la proveen de sus elementos y se constituye como el emergente de aproximaciones graduales y sucesivas de la propia acción del sujeto o de las acciones que estos efectúan sobre los objetos. A la vez, forma parte de un proceso constructivo pues es creadora, en su desenvolvimiento, de nuevas relaciones entre los sujetos y/o entre el sujeto y la historia pasada.

En segundo lugar, las convocatorias mencionadas expresan un verdadero obstáculo epistemológico para la comprensión de las formas de constitución y reproducción de la memoria colectiva ya que localizan y presuponen, desde una imagen maniquea, a "la memoria" y "el olvido" como procesos antagónicos y excluyentes, obscureciendo que la omisión selectiva de los hechos es, a su vez, una manifestación del trabajo de reconstrucción de la memoria.

Desde esta mirada, caven dos resultantes posibles: la existencia de sujetos amnésicos, sin pasado ni identificación identitaria, o tribunos memorialistas de las gestas históricas. La ligazón entre recuerdo y olvido como par articulado y constitutivo de la memoria se pierde así de vista, se desconoce. Asimismo, las diferentes formas, intensidades, grados de mayor o menor espontaneidad, conciencia o voluntad en las que se manifiestan y desenvuelven los tipos de recuerdo y de olvido se dejan de lado.

En tercer término, la invocación a "recordar" el pasado, la "historia que todos vivímos", "para no repetirlo", se instala sobre varios falsos presupuestos. Por un lado, la posibilidad de que se produzca una reiteración mecánica de lo sucedido en el pasado, por el otro, la existencia de un pasado unívocamente interpretado, basado en la existencia de una memoria social de carácter común asimilable a la calidad de los hechos históricos que se pretende rememorar en el presente. De este modo se fomenta, sin saberlo, una ritualización de una memoria social episódica y no integrada en un contexto de significación (28).

En cuarto lugar, esta conceptualización de la memoria colectiva, deriva en prácticas prescriptivas y axiomáticas poco probables de articularse con los actores sociales a los que interpela. Esta epistemología del recuerdo, soslaya la identidad particular de un grupo social al que generalmente convoca en forma privilegiada, los jóvenes, a quienes incita a recordar algo que no vivieron y que sólo pueden llegar a conocer en la medida en que les haya sido activamente transmitido, de múltiples formas, por las generaciones que los precedieron.

Los jóvenes, no forman parte de los grupos sociales que pueden olvidar o rememorar sucesos del pasado, cuando el mismo es anterior a ellos, a su experiencia vital. En cambio, es un grupo social que ocupa un lugar substantivo en cuanto a la posibilidad, o no, de dar continuidad en el tiempo a ciertas memorias colectivas en la medida en que adquieran una representación acerca del pasado que no vivieron directamente y participen en el proceso socio-histórico de constitución de una memoria social.

Por último, desde esta mirada de la memoria que ponemos en discusión, tampoco se tiene en cuenta que los usos del pasado a través de las apelaciones realizadas desde el presente, son múltiples y por ende plurales, siendo este uno de los aspectos que distingue a la memoria colectiva de la historia.

Hay apelaciones al recuerdo del pasado que expresan una canonización tradicionalista o ritualista que, o permanece anclada en un panegírico de la propia historia particular o en la incapacidad por pensar el presente y la originalidad e innovación que suponen los nuevos procesos sociales que se desenvuelven en el mismo (29).

Por otra parte, la relación que suponemos entre conocimiento y memoria, confronta con la mirada que, partiendo de una imagen dualista, trata a los individuos y a la sociedad de manera separada, con una relación de exterioridad entre sí (30).

Esta concepción deviene en dos formulaciones relativas al problema que tratamos igualmente limitadas.

La primera constriñe y limita el problema del recuerdo y del olvido al ámbito estrictamente individual, cuya producción asume un carácter "privado" (31).

Esta concepción del recuerdo y del olvido, parte de una concepción del individuo en términos de "homo clausus", esto es, un individuo aislado, ajeno a todo tipo de sociabilidad, producto de sí mismo, sin historicidad ni relaciones sociales constitutivas de su individualidad y de su desenvolvimiento.

Desde esta perspectiva, sería imposible hallar regularidades en las formas y contenidos que asume el recuerdo y el olvido del pasado susceptible de ser agrupadas a partir de rasgos comunes. Sólo serían posibles una infinidad de "memorias privadas" donde la interiorización de los significados de las experiencias fueran propios de cada individuo y donde no hubiese espacio para la constitución -a partir del lenguaje y las experiencias compartidas- de "memorias colectivas" (32).

La segunda consecuencia posible de la mirada dualista de los individuos y la sociedad, trata a esta última como mero "contexto", como algo que existe fuera y más allá de los individuos. Desde esta perspectiva, la historia social y política en general y la memoria colectiva en particular, son tratadas al margen de los individuos que la componen, que la producen y la expresan.

Por el contrario, hablar de la producción y reproducción de la memoria, supone pensar en un proceso colectivo, intersubjetivo, producto de un complejo entramado social que se desenvuelve en el tiempo y que se torna como posible en la medida que exista un proceso dialógico que permita la constitución de un conocimiento compartido, entre generaciones, de los sucesos pasados.

Esta cualidad intersubjetiva y transubjetiva, que inevitablemente supone cierta apropiación resignificada de la historia por las nuevas generaciones, crea las condiciones para la elaboración colectiva, el otorgamiento de significado social a un suceso. Esto último, se distancia de la idea que considera a dicha transmisión, como una mera y sucesiva repetición mecánica de lo sucedido entre un sujeto activo, el que narra y otro pasivo, que recibe y reproduce de forma literal lo relatado.

Entender a la memoria colectiva como una construcción social, como una composición producto del establecimiento de determinadas relaciones sociales entre grupos sociales contemporáneos, pone de relieve el carácter siempre transitorio y cambiante de la misma, la presencia de los procesos sociales y políticos en este proceso constructivo, como así también la importancia de las características concretas que asume el territorio social, en términos de su historia política y cultural, que expresa y en el que se materializa el proceso de rememoración del pasado.

El mismo, no se desenvuelve de manera abstracta, se constituye como parte de patrones ideológicos más amplios, a partir de grupos sociales que son sus portadores en cada período y que poseen marcos sociales específicos al interior de los cuales se significan, de maneras diversas, los eventos pasados. Estos procesos sociales, hacen a la misma producción y reproducción de la memoria colectiva. Es por ello que lo social, es constitutivo del recuerdo y del olvido colectivos y no meramente el "contexto" en el que se desenvuelven estos procesos.

Este último señalamiento puede ayudar a comprender e instalar, desde otra perspectiva, el tratamiento de las memorias colectivas del pasado dictatorial, proceso político que, consideramos, ha dejado marcas relevantes en las mismas formas de aproximarse a su estudio y, específicamente, en el abordaje de las memorias colectivas del mismo.

Las características distintivas de los procesos políticos autoritarios y dictatoriales, el uso del terror omnipresente, el sistemático aniquilamiento del opositor y el disidente, facilitan la potenciación de lecturas de tendencia "economicista" sobre los efectos y alcances de los procesos políticos y las políticas de la memoria desenvueltas desde el poder por estos regímenes políticos.

La concepción economicista de la memoria, derivada de una concepción similar sobre el poder, se limita a señalar y denunciar como política de los mismos "la destrucción de la memoria" que los estos regímenes llevaron a cabo (33). Su contracara maniquea fue, tras la recuperación constitucional, la atribución no corroborada empíricamente, de una direccionalidad unívoca plenamente consustanciada con los valores y tradiciones democráticas a la memoria social de la población con respecto al período dictatorial.

Esta mirada, por un lado, no contempla en su plenitud y en su desenvolvimiento real la "política de la memoria" de las dictaduras, que supusieron un doble carácter íntimamente articulado.

Este doble carácter expresa una originalidad basada, por un lado, en la búsqueda estratégica de escindir de manera deliberada, la producción de la muerte en escala del conocimiento y la memoria de lo sucedido, produciendo activamente el "olvido" y, paralelamente, constituir y producir identidades y memorias colectivas nuevas, de carácter heterónomo, que lleven su sello (34).

Por otra parte, la ilusión del florecimiento de una memoria social, comprometida con los valores democráticos y los Derechos Humanos fundamentales apenas recuperada la vida constitucional supuestamente cualidad y propiedad del conjunto de la sociedad, inadvertidamente obstaculizó la visualización del carácter plural que asumía el recuerdo del pasado dictatorial según las diversas culturas y tradiciones políticas, ideológicas y de clase en la población del país y la profunda marca que la dictadura imprimió en la subjetividad emergente tras la misma.

Desde la perspectiva del reconocimiento de la pluralidad de memorias colectivas con relación al pasado de terror y violaciones a los Derechos Humanos, asumimos el tratamiento de esta huella viva, la persistencia de una memoria colectiva favorable a la mirada dictatorial de la historia reciente del país y su relación con el conjunto de motivaciones electorales y representaciones sociales de los votantes a Bussi, como el objeto de estudio central de este trabajo.

 


Notas

(17) El primer estudio sociológico que postula la construcción social de la memoria colectiva fue realizado por Halbwachs en 1925. Este autor, propone que al recordar nos atenemos a un pasado producido y reproducido socialmente. Esto determina que no haya un pasado inmutable, sino que este siempre se encuentra disponible a ser moldeado por las experiencias e ideas dominantes en el presente. De esta manera, Halbwachs se distancia tanto de las teorías de Platón como de Bergson con relación a la memoria, al considerar al pasado como reconstrucción que se produce - de manera colectiva- en el presente. Para Platón, el pasado es estable y lo cambiante el presente, para Bergson, el pasado y el presente, por su carácter fugaz, se yuxtaponen y prácticamente se superponen en un conjunto de presentes - pasados. La mirada de Halbwachs, permite distinguir a la memoria - entendida como el pasado vivido y revivido- y por ende plural y múltiple de la historia, entendida como el pasado cristalizado. Ver Halbwachs, 1980. Discípulo de Durkheim, fue asesinado en Buchenwald, campo de concentración nazi en 1945.

(18) Ver Habermas, 1987 y Vidal-Naquet, 1987.

(19) Nora, 1984-1992, Introducción. El autor caracteriza a los últimos diez años del siglo XX como un período caracterizado por la multiplicación de las conmemoraciones, la pasión memorialista a la que denomina "explosión de la memoria". Sobre la aceleración del tiempo en las sociedades contemporáneas y las múltiples formas que adoptan las memorias colectivas y sus usos sociales y políticos, Ver Huyssen, 1995.


(20) Es periódico el desencadenamiento en el país de alguna situación vinculada directamente a este proceso social. Desde el descubrimiento de tumbas NN en algún cementerio de la provincia de Buenos Aires, el inicio de los llamados "juicios por la verdad histórica" que, sin consecuencias punitivas, buscan establecer la verdad acerca de las desapariciones en varias ciudades del país, el surgimiento de nuevas organizaciones de Derechos Humanos como H.I.J.O.S (Hijos por la identidad, por la justicia, contra el olvido y el silencio) integrada por los hijos de desaparecidos, la aparición de nuevas formas de lucha como el "escrache" o denuncia pública frente a la casa de represores que inauguró esta organización, el descubrimiento de archivos oficiales con datos de presos políticos y desaparecidos, el hallazgo de algún niño apropiado o entregado por las fuerzas represivas, las controversias en torno a la realización de exámenes genéticos para establecer la identidad de algún supuesto niño apropiado, los juicios internacionales iniciados en Europa contra represores, declaraciones públicas con respecto al pasado dictatorial, pedidos y realizaciones de mea culpas y autocríticas, debates en torno a la creación de museos de la memoria, la colocación de placas y la realización de homenajes a los desaparecidos, la creación de comisiones de la memoria en Facultades, sindicatos, etc., reiterados llamados a la reconciliación entre los argentinos, además de las renovadas manifestaciones y actos en demanda de justicia. Sobre las diferentes formas que pueden adoptar las ceremonias conmemorativas y prácticas corporales constitutivas de la memoria social ver Connerton, 1989.

(21) Sobre las políticas de memoria desde el Estado con respecto al pasado dictatorial, cabe destacar los artículos de Sábato y Sarlo, 1989, páginas 8-14; con respecto a las consecuencias psicológicas Kordon, 1986 y Puget, Kaes y otros, 1991; sobre la lucha de los organismos de Derechos Humanos ver Veiga, 1985 y Jelin, 1995; con respecto a la reconstrucción de la identidad de los desaparecidos ver Izaguirre, 1992, sobre los cambios de la política de memoria de los organismos de Derechos Humanos ver Izaguirre, 1998, páginas 28-34 y sobre los cambios estéticos en la lucha de los organismos de Derechos Humanos ver Amigo, 1997.

(22) Sobre la necesidad y pertinencia de este enfoque ver Hobsbawm, 1998, páginas 18 y 19. Para un análisis sociológico de las memorias colectivas con relación a diversos procesos históricos de carácter traumático, ver Jodelet, Páez, Pennebaker , Rimé y Valencia, 1998.


(23)Yerushalmi, 1989, página 19.

(24) Sobre el tratamiento psicológico del tema, puede consultarse Freud, 1984, Tomo XII, páginas 145-157. Sobre los procesos neorobiológico ver Izquierdo, 1992. Sobre los efectos traumáticos del pasado dictatorial en la sociedad argentina, puede consultarse entre otros, Kordon, 1986; Bodni, Sakali y otros, 1986 y Puget, Kaes y otros, 1991.

(25) Esta perspectiva tiene su anclaje en la mirada de la relación individuo-sociedad desarrollada por Elías, 1987, Introducción.

(26) "Cuando los sujetos evocan un evento, un proceso, o un conjunto de hechos determinados lo hacen de acuerdo a su propio esquema de asimilación, es decir, evocando de él los aspectos que se hayan logrado constituir como observables. Una de las formas en que se expresa el realismo en la historia de la ciencia y en la epistemología consiste en considerar que existen observables directos. No los hay por elementales que sean. Un simple registro perceptivo está subordinado a un esquema de acción que supone un conjunto de relaciones e imbricaciones"... "Un hecho es siempre el producto de una composición de una parte provista por los objetos y otra construida por el sujeto" Piaget y García, 1984, página 24.

(27) Ver Piaget, 1985, página 9.

(28) Como bien aprecia Schutz, 1974, página 78, "no hay duda que actuamos en la vida cotidiana de una manera razonable si aplicamos las recetas que encontramos en el acervo de nuestra experiencia y que ya han sido puestas a prueba en una situación análoga. Pero actuar racionalmente significa, a menudo, evitar la aplicación mecánica de los precedentes, abandonar el uso de las analogías y buscar una nueva manera de hacer frente a la situación".


(29) Este ritualismo no sólo se manifiesta en el resurgir de las prácticas religiosas sino que, puede ser registrado en la retórica ideológica de los nacionalismos en las cuales abundan las referencias a un pasado mítico, al recuerdo de ancestrales expoliaciones sufridas, la apelación a resarcir derechos vulnerados. Estos también, no solamente son usos posibles del pasado, sino quizás los más recurrentes aún en el presente histórico, período caracterizado por la secularización de la política y de la vida cotidiana y por la crisis del Estado-Nación. Al respecto ver Nora, 1996-1998, Capitulo 17, páginas 614 y 615.

(30) Al respecto ver Elías, 1987, páginas 34 y 35.

(31) En el campo de la filosofía, a partir de Locke la concepción de la identidad personal comienza a secularizarse. Este autor concibe una filosofía de la conciencia independiente de la sustancia. Pero en esta concepción, cada yo es una mónada privada que se conoce a sí mismo a partir de la interioridad. La identidad, entonces, no supone la otredad. Desde esta perspectiva, Locke localiza el problema de la memoria, estrechamente ligado a la identidad y a la conciencia del sí mismo ya que la define "en tanto conciencia que se extiende hacia atrás a toda acción o pensamientos pasados". Locke, 1984, Libro II, Capítulo 27.


(32) Por supuesto que con ello no estamos negando la existencia de inscripciones subjetivas e individuales de aspectos fácticos del pasado, pero señalamos que siempre su rememoración y las coordenadas en que los eventos se tornan significativos e inteligibles se desenvuelven a partir de marcos grupales de lenguaje y de cultura compartidos.

(33) Esta mirada es solidaria de una conceptualización de la identidad de las fuerzas represivas en tanto partícipes de una máquina burocrática, monstruosa y ciegamente obediente de matar. En esta perspectiva, se pierde de lado la presencia de la convicción en la justeza de sus actos en la mayor parte de sus integrantes y el ideario de las "metas refundacionales" que las Fuerzas Armadas y la burguesía más concentrada aspiraban establecer a partir de la dictadura militar.

(34) Considero que uno de los puntos extremos de la gradiente de este intento refundacional, como política de los cuerpos en el caso de la dictadura argentina, fue la apropiación de los hijos de los desaparecidos y la sustitución de su identidad por la de las familias apropiadoras.

 

   

 

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