Memorias enfrentadas. El voto a Bussi en Tucumán
por Emilio Ariel Crenzel
 


   

8. La guerra

 

"Tucumán podría convertirse, del día a la noche, en otra Sierra Maestra".
Palabras del Presidente del Jockey Club de Tucumán, recogidas por la Revista "Primera Plana" del 24 de Mayo de 1966.

 

A más de veinte años del proceso de violencia política que vivió Argentina, no es habitual ni dominante caracterizar lo sucedió en el país, entre finales de los sesenta y mediados de los setenta, en términos de guerra.

Sin embargo, en aquél período, desde distintas posiciones políticas y en diferentes momentos, eran frecuentes las interpretaciones que caracterizaban que el país atravesaba por un momento político-militar de la relación entre las fuerzas sociales que se enfrentaban.

Así lo entendieron las formaciones guerrilleras a principios de los setenta (239).

Con matices, esta estimación estaba fundada a nivel conceptual, en la articulación entre aspectos de la teoría de la guerra desarrollada por Karl Von Clausewitz a principios del siglo XIX y la de las luchas políticas y sociales hecha por Marx y Engels para quienes el momento de la revolución, expresaba la agudización de la lucha de clases, el momento en que la misma se manifiesta como "guerra civil abierta" (240).

Desde otra perspectiva teórica, una evaluación similar realizaba el capital norteamericano acerca del riesgo que corrían sus inversiones en América latina durante el período. Argentina ocupaba en la región, el tercer lugar en cuanto a país de riesgo y el segundo en monto de capital asegurado contra riesgos provenientes del ítem correspondiente a "revolución, rebeldía o guerra civil" (241).

Hacia el mismo período, la conducción de las Fuerzas Armadas y de las fracciones de clase que detentaban el poder económico más concentrado, mostraban una tendencia a analizar la situación del país bajo un prisma similar, poniendo de manifiesto su sensación de amenaza ante las características y la intensidad que asumía la lucha política.

Probablemente, este "estado de animo", explique la convicción y la ferocidad con la que estas fracciones sociales asumirían, como parte de la defensa estratégica de su poder acumulado, la decisión de "no detenerse ante nada" en la "lucha antisubversiva" (242).

Estas condiciones que asumía la lucha política en el país, explican el cariz y las características que, en lejanas latitudes, expresaban ciertas acciones sociales vinculadas de manera directa al devenir político local (243).

Desde diversos ámbitos de conducción de los partidos políticos, también se caracterizaba así el período y se otorgaba legitimidad a la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva (244). Incluso, esto implicó un modo de justificar el quiebre institucional que supondrá del golpe de Estado de 1976 (245).

A estas evaluaciones se les correspondería la contundencia de los hechos. El 25 de Marzo de 1976, un día después del golpe de Estado, comienzan a funcionar los Consejos de guerra especiales con carácter estable en todo el país. Dichos consejos juzgaban los delitos previstos cuya represión incluía la pena de muerte.

Desde varios años antes del golpe de 1976, los militares argentinos, a través de un proceso de formación teórico-metodológica, comienzan a instruirse en la llamada "Doctrina de Seguridad Nacional" (246).

Los aspectos principales de esta teoría, que será uno de los ejes teóricos medulares del golpe de Estado de 1976, se definen por el combate internacional contra el comunismo y toda otra alternativa ideológica a la que sustenta el "mundo libre".

Las características centrales en términos simbólicos y materiales que se derivan de esta perspectiva acerca del conflicto social pueden sintetizarse en a) la autoatribución por parte de las Fuerzas Armadas de la representación del conjunto de la nación. b) la equivalencia Fuerzas Armadas-patria y el monopolio de la institución militar de "lo patriótico" (los que rechazan el esquema son calificados de apátridas) (247), c) El propósito de aniquilamiento total de los "enemigos de la patria" (248).

Así, "este tipo de régimen sirve para hacer posible un tipo de acumulación de capital basado en altas tasas de ganancia, bajos salarios y, en lo posible, eliminación de los organismos de defensa de la clase obrera, sindicales y gremiales, entendiendo todo conflicto social como un problema de seguridad nacional" (249).

Pese a estas conceptualizaciones, las Fuerzas Armadas luego del golpe de Estado de 1976, suprimieron en el uso del lenguaje por razones tácticas originadas en su estrategia de negar un trato de acuerdo a las convenciones internacionales a los prisioneros, "toda referencia a guerra, guerrilla o guerrilleros que fueron reemplazados por "lucha contra la subversión", "bandas de delincuentes subversivos" y "terroristas"" (250).

Otros actores, como la iglesia católica, no necesitaban de ambigüedades para manifestar su punto de vista con relación a la situación del país y expresar su alineamiento en la confrontación (251).

Posteriormente, desde el comienzo mismo del período constitucional iniciado en 1983, la denominación, periodización y posición frente a los llamados "años de plomo", fue materia de confrontación política.

En el juicio a los comandantes, las defensas adoptaron, ahora sin medias tintas, la tesis de la existencia de una situación de guerra para justificar las graves violaciones a los Derechos Humanos sucedidas durante el período dictatorial, quedando prácticamente como los únicos actores sociales que denominaban así al período de enfrentamientos políticos violentos del pasado. Esta vertiente explicativa discurría y se combinaba, en el discurso militar, con el negacionismo sistemático de las atrocidades perpetradas por las Fuerzas Armadas bajo la dictadura militar.

Desde el gobierno Radical de entonces se constituyó una explicación acerca del pasado reciente, que se popularizó con el nombre de "teoría de los dos demonios" o dos terrorismos, que igualaba, por el uso de la violencia, a las organizaciones guerrilleras con las Fuerzas Armadas. En esta teoría, el proceso de violencia política que atravesó el país, habría sucedido frente a una sociedad ajena al mismo, pacífica y "angelical", donde sólo se enfrentaron los soberbios de la violencia (252).

Por otra parte, los organismos de Derechos Humanos, confrontando con esta explicación, caracterizaron lo sucedido en el país en términos de la existencia del terrorismo de Estado para explicar el proceso político abierto el 24 de Marzo de 1976.

Esta explicación, expresa un claro enfrentamiento con la política del régimen en el momento del ejercicio de su decisión de exterminio. A su vez, implica un corte temporal, una periodización conceptual de lo sucedido, que supone la exclusión del análisis del período de enfrentamientos político-militares previo al golpe de Estado, que se inicia con el Cordobazo y recorre, en una espiral creciente, los gobiernos Peronistas entre 1973 y 1976. Este recorte, se torna especialmente conflictivo en Tucumán, donde los enfrentamientos armados y las violaciones a los derechos humanos tuvieron inicio durante el ejercicio de un gobierno constitucional.

Como consecuencia de esto, los organismos, si bien con matices, inicialmente tendieron a caracterizar a los desaparecidos, presos, y exiliados, como "víctimas" del terror estatal, ejerciendo una "política de la memoria" que ponía en segundo plano la identidad dominante de los desaparecidos, esto es, su condición de militantes políticos y sociales. Esto último, se tradujo en un principio, en un reclamo de justicia centrado en una memoria del dolor por las pérdidas familiares sufridas (253).

Crecientemente, - debilidad del poder político y asonadas militares mediante -, la voluntad política estatal fue expresando la articulación de la promoción de la amnesia colectiva mediante la amnistía. Esta perspectiva con relación al tema, se fue constituyendo en el período como parte central de la producción de una decisión de fondo, una toma de partido por el olvido, tendiente a desplazar en la sociedad el recuerdo de los desgarramientos del pasado reciente del país (254).

Es a partir del gobierno de Menem, en 1989, que se despliega como decisión estatal esta estrategia, centrada en la amnistía y de alineamiento abierto con la fuerza social vencedora.

Por un lado, inicialmente, Menem buscó "reconciliar" a "todos los argentinos" como manera de alcanzar la "la pacificación nacional" (255). Paralelamente impuso el "perdón", a través del indulto presidencial, para los comandantes militares presos a fines de 1990 (256). Años más tarde, otorgó el reconocimiento a una porción de la fuerza social triunfante, las Fuerzas Armadas, por su victoria en la guerra antisubversiva, a la vez que asumía como propia dicha empresa (257).

En el ámbito académico, el registro del devenir de los "años de plomo" fue abordado específicamente por Marín, en una investigación que, con anclaje empírico, desmenuza la intensidad y direccionalidad de los enfrentamientos político-militares previos al golpe de Estado de 1976. En la misma, se registran 8509 "hechos armados" ocurridos en todo el territorio nacional, en el período que discurre entre el 25 de Mayo de 1973 y el 24 de Marzo de 1976, de los cuales el 7% de los mismos, 484, tuvieron lugar en Tucumán (258).

La magnitud cuantitativa y la extensión en toda la geografía nacional de los hechos armados, señala el autor, ilustra el desenvolvimiento de condiciones de guerra civil en el período, en el cual el cuestionamiento del monopolio de la fuerza material es expresión de la crisis de la dominación política (259).

Los organismos de Derechos Humanos siempre rechazaron esta caracterización del período, como si subscribirla redimiera automáticamente a los perpetradores de la matanza de cualquier responsabilidad por la misma. Como si aceptaran, tácitamente, el enunciado de estos de que en la guerra no hay leyes ni reglas que obligan a las partes, como si no pudieran entenderse las atrocidades cometidas como las formas concretas que asumió, en ese período en Argentina, la defensa militar del territorio social y político de la burguesía.

También, entre quienes se oponen a la caracterización del período como de guerra, es posible citar el trabajo periodístico de Martín Andersen, para quien las Fuerzas Armadas manipularon discursivamente la supuesta existencia de una guerra y exageraron la envergadura de la amenaza guerrillera para acabar con la oposición política y social y tener, de esta manera, un justificativo de su asalto al gobierno en 1976 (260).

Andersen, como después lo hará el Coronel español Prudencio García (261), basan centralmente su oposición a la caracterización del período como de guerra, en la disparidad de fuerzas de la guerrilla y las fuerzas legales (262).

Pero... ¿Cual es la percepción subjetiva presente en los entrevistados acerca de lo ocurrido en Tucumán, territorio que antes y durante la dictadura militar fue un escenario destacado de las confrontaciones político-militares en el país?

Esta percepción del período por parte de los entrevistados, fue indagada a través de dos preguntas de características diferentes. Las mismas, bien podrían conformar un ejercicio ilustrativo de las formas de interrogación posibles en una encuesta de opinión.

La primera, poseía un carácter cuasi inductivo, cerrada sobre sí misma; en la que se presionaba al entrevistado a definirse con relación a la existencia o no, de una guerra en Tucumán. La segunda, ofrecía varias alternativas cerradas para caracterizar el período y una opción abierta.

Frente a la primera forma de interrogación, notablemente la mayoría de los entrevistados (70%), sean o no votantes a Bussi, caracteriza lo sucedido en Tucumán antes y durante el período militar como una guerra.

Es cierto también, que es disímil la concentración de respuestas según sean los entrevistados votantes a Bussi o no, ya que un 77% de los votantes a Bussi caracteriza así el período mientras que, entre los que no lo votan, esta misma respuesta alcanza al 61% de los entrevistados.

En la siguiente pregunta, la manera de interrogar cambiaba substantivamente y, también algunas de las respuestas obtenidas...
 


Cuadro 19
Caracterización de los enfrentamientos en Tucumán
según votantes y no votantes a Bussi (en porcentajes)

Caracterización de los enfrentamientos Votantes a Bussi
  
No votantes a Bussi Total
Guerra donde el pueblo apoyo a militares y guerrilleros 70 29 50
Otros 11 6 8
Dos Terrorismos 10 31 20
Terrorismo de Estado 9 33 21
No Sabe / No Contesta 0 1 1
Total 100 (111) 100 (93) 100 (204)


Ahora, al ofrecérseles a los entrevistados diversas opciones para denominar lo ocurrido en la provincia en ese período, el porcentaje cuasi abrumador de entrevistados que caracterizaban a los enfrentamientos del pasado provincial de esta manera en la pregunta anterior disminuye considerablemente.

Aún así, los entrevistados que afirman que los enfrentamientos en Tucumán constituyeron una guerra siguen siendo el agrupamiento más substantivo, ya que la mitad de los entrevistados caracterizan de esta forma al período.

Son los entrevistados votantes a Bussi quienes, en mayor medida, sostienen esta mirada de lo sucedido. A la vez, constituyen el grupo que, entre ambas preguntas, mantienen en mayor medida su convicción acerca de la existencia de una guerra en Tucumán.

Entre los no votantes a Bussi, esta nueva manera de interrogar sobre la caracterización de lo sucedido en Tucumán, produce una fragmentación de la concentración anterior de sus respuestas afirmativas con relación a la existencia de una guerra en la provincia.

Entre estos entrevistados, otras conceptualizaciones ahora pesan con igual intensidad, dividiendo en tercios al conjunto de votantes no bussistas entre "la guerra", "el terrorismo de Estado" y "los dos terrorismos".

Casi un tercio de los entrevistados localiza el período de enfrentamientos durante la última dictadura militar (1976-1983), mientras otro cuarto lo vincula al período de los gobiernos peronistas 1973-1976, especialmente los votantes a Bussi, quienes doblan en esta respuesta a quienes no lo votan (29% versus 13%).

Sin embargo, ambos grupos caracterizan de diferente forma los enfrentamientos, aún localizándolos en el mismo período temporal.

Entre los no votantes a Bussi, es al período dictatorial al que, de manera mayoritaria, caracterizan como de ejercicio del terrorismo de Estado. En cambio para los votantes a Bussi, este mismo espacio temporal, es un período considerado centralmente como de guerra, de enfrentamiento entre dos bandos armados materialmente.

Por otra parte, el período de los gobiernos constitucionales Peronistas (1973-1976), remite, para los votantes a Bussi, al desenvolvimiento de una guerra y en menor medida al enfrentamiento entre dos terrorismos. En cambio, entre los no votantes a Bussi, si bien está presente la imagen de la guerra asociada a este período, substantivamente consideran que en ese lapso se enfrentaron dos terrorismos.

Los no votantes a Bussi además, se diferencian de los que si lo votan, por la importancia relativa de quienes, entre ellos, "no saben o no responden" sobre la localización temporal de los enfrentamientos, 13% versus 4%, y por el peso de quienes localizan temporalmente los enfrentamientos en el período 1970-1983, (23% versus 11%). Cabe destacar, que estos entrevistados caracterizan la confrontación como la lucha entre dos terrorismos o como una larga y prolongada guerra, a la cual la mayoría fecha en su inicio en el año 1970, sin precisar su fecha de culminación (263).

Como puede observarse, los entrevistados que caracterizan los enfrentamientos en Tucumán de la misma forma, se diferencian en la localización temporal de estos procesos sociales según sean votantes a Bussi o no.

La ausencia de una localización temporal similar entre quienes denominan de igual forma lo sucedido, nos alertaría que dicha periodización, depende de esquemas de asimilación y de criterios de conceptualización de los procesos sociales internalizados por los actores. Es por ello que, en este caso, para una misma nominación de determinados procesos sociales, su datación varía según la conceptualización de la que parte el sujeto o el grupo social acerca de los mismos.

Substancialmente, en el imaginario de los votantes a Bussi, el período del gobierno de facto, se justifica por la permanencia durante el mismo de condiciones de enfrentamiento armado, entre el Estado y las Fuerzas Armadas contra las fuerzas subversivas que cuestionan dicha concentración del poder material.

Para quienes no lo votan, el período dictatorial expresa, en cambio, el ejercicio, sin ley, de la fuerza por parte del Estado, bajo la modalidad y determinación de exterminio de los opositores y disidentes al régimen militar.

El período anterior a la dictadura militar de enfrentamientos políticos violentos, es caracterizado por este último grupo, más allá de si lo consideran como el enfrentamiento entre dos terrorismos o como el espacio temporal en que se desenvolvió una guerra, de manera mayoritaria como la lucha entre grupos armados, donde el atributo de la manipulación de armas materiales no le es atribuible a una sola identidad social.

 

Cuadro 20
Consideración de quien triunfó en los enfrentamientos en Tucumán
según votantes y no votantes a Bussi (en porcentajes)
 

Identidad de los triunfadores Votantes a Bussi
  
No votantes a Bussi Total
Las Fuerzas Armadas / El Ejército 46 38 42
La sociedad / El País / Tucumán 25 2 13
Nadie / Ninguno 15 41 28
No Sabe / No Contesta 6 11 9
Las Fuerzas Armadas y el pueblo 4 2 3
El poder económico y político 2 5 3
Otros 2 1 2
Total 100 (111) 100 (93) 100 (204)


Más allá de la caracterización presente en cada grupo acerca de los enfrentamientos sucedidos en Tucumán, la mayoría de los entrevistados localiza en los militares y en las fuerzas de seguridad a los triunfadores de la confrontación, mientras que otra porción considerable de los entrevistados, - casi un tercio-, sostiene que no hubo triunfadores en la lucha.

Los votantes a Bussi, entre quienes se destaca el grupo que considera que Tucumán atravesó por una guerra durante el período dictatorial, se localizan en casi la mitad de los casos, entre quienes aluden a "los militares" como los triunfadores. Sin embargo, donde se diferencian substantivamente con respecto a quienes no votan por el militar es al localizar en "la sociedad" a los triunfadores de estos enfrentamientos.

Por otra parte, los no votantes a Bussi, en especial aquellos que consideran a lo ocurrido durante la dictadura militar como el ejercicio del terrorismo de Estado, se concentran, de manera mayoritaria respondiendo que "nadie o ninguno" triunfó en dichos enfrentamientos. Esta consideración, nuevamente los diferencia y distancia de manera notable en la evaluación de la resultante de los enfrentamientos de los votantes a Bussi (264).

Complementariamente se manifiestan, entre los entrevistados de ambos grupos, miradas contrapuestas con relación a la identidad de los derrotados en los enfrentamientos del pasado.
 


Cuadro 21
Consideración de quién resultó derrotado en los enfrentamientos en Tucumán,
según votantes y no votantes a Bussi (en porcentajes)
 

Identidad de los derrotados Votantes a Bussi
  
No votantes a Bussi Total
La subversión/ la guerrilla 68 23 45
La sociedad / El País / Tucumán 8 45 26
Nadie 7 9 8
No Sabe / No Contesta 7 11 9
Los opositores / los guerrilleros / el pueblo 6 7 7
Otros 4 5 5
Total 100 (111) 100 (93) 100 (204)



La mayoría de los entrevistados localiza en "la subversión/la guerrilla" a la identidad derrotada, y ahora el porcentaje de entrevistados que responde que "nadie" resultó perdedor desciende con respecto a igual respuesta con relación a la identidad de los victoriosos.

Los entrevistados votantes a Bussi, especialmente aquellos que caracterizan los enfrentamientos en términos de guerra localizan, en más de dos tercios de los casos, en "la subversión / la guerrilla" a la identidad que resultó derrotada en los enfrentamientos.

Por otra parte, los no votantes a Bussi, especialmente quienes sostienen la caracterización del terrorismo de Estado para explicar los enfrentamientos del pasado, responden de manera mayoritaria, que "el conjunto del país, la sociedad, Tucumán" resultó derrotada.

Las identidades consideradas como derrotadas, vuelven a poner de manifiesto las diferentes caracterizaciones presentes en ambos grupos de entrevistados con respecto a lo ocurrido en el período de violencia política.

Para los votantes a Bussi, la identidad derrotada remite a un bando particular de la guerra, mientras que para los no votantes a Bussi la identidad del derrotado refiere a un colectivo no diferenciado, situado más allá de las divisiones y parcialidades de las que se compone la sociedad, como si el Estado terrorista no se hubiese ensañado con ninguna identidad social o política particular, y sus acciones se hubiesen desenvuelto contra los intereses del conjunto de la sociedad civil.

También resulta disímil, para ambos grupos de entrevistados, la caracterización de la situación en que quedó Tucumán después de los enfrentamientos en los que para algunos triunfó la "sociedad", para otros "nadie", donde perdieron para algunos "todos" y para otros una parte, la "subversión" y que, para la mayoría de los entrevistados, podría caracterizarse como una situación de guerra.

Casi la mitad de los votantes a Bussi, (48%), en especial aquellos que caracterizan al período de la dictadura militar como de guerra y a las Fuerzas Armadas y a la sociedad como los triunfadores, afirman en un 60% de los casos que Tucumán quedo "mejor", "bien", "en paz" y "en orden".

Por su parte, los no votantes a Bussi, que consideran al conjunto de la provincia como la derrotada, más allá de como caracterizan al período de enfrentamientos, se dispersan en tres respuestas que, sin embargo, comparten el atributo de reflejar una situación de deterioro de la provincia tras los hechos de violencia: "mal o en estado de caos" (23%), "herida, dolorida" (21%) y "con miedo" (13%).

En este grupo, sobresale un cuarto de los entrevistados que no alcanza a precisar, -"no saben"-, como quedó la provincia tras los enfrentamientos.

A continuación se le pidió a los encuestados que imaginaran o especularan como hubiese quedado la provincia en caso de que los que perdieron en dichos enfrentamientos hubiesen ganado.

Los votantes a Bussi, para quienes en su mayoría la identidad política derrotada asume el perfil de la guerrilla, responden de manera dominante "peor, en el caos" doblando el porcentaje de los no votantes a Bussi, (69% versus 12´%).

Los no votantes a Bussi, por su parte, para quienes de manera mayoritaria la identidad derrotada alude a un colectivo social amplio, abarcador y no diferenciado: "la provincia", "Tucumán", "todos", si bien superan a los votantes a Bussi respondiendo que Tucumán estaría "Mejor" (20% versus el 1%) responden que "no saben" en más de la mitad de los casos (56%).

Estos datos, reafirman las tendencias puestas de manifiesto anteriormente. En las representaciones sociales acerca del pasado violento de los votantes a Bussi, para quienes la identidad dominante que asumen los derrotados es "la subversión/la guerrilla" y la de los victoriosos las "Fuerzas Armadas" o "la sociedad" se le corresponde la imagen de una provincia "peor" en caso de que los grupos derrotados hubieran triunfado en dichos enfrentamientos. Imágenes igualmente desoladoras plantean quienes, al interior de este grupo, imaginan que "proseguiría la guerra" y que Tucumán hubiese adquirido las características de "un país socialista" abarcando el conjunto de estas repuestas al 75% de los votantes a Bussi.

Lo que se aprecia en los no votantes a Bussi no deja de llamar la atención.

Pese a que su opinión mayoritaria se concentra en que "la sociedad, Tucumán, el país" fue la globalidad derrotada en los enfrentamientos, sólo una porción de estos entrevistados afirma que la provincia hubiese estado mejor si "triunfábamos todos". En cambio, a esta hipotética situación ideal se le corresponden en las respuestas, de manera mayoritaria, imágenes de duda o ignorancia de lo que hubiese sucedido en tal situación.

Esta última relación, es solidaria con la trayectoria de respuestas precedentes, que ilustran y remiten a las diferencias entre las conceptualizaciones presentes acerca de los enfrentamientos ocurridos en la provincia en ambos grupos de entrevistados.

No resulta entonces aventurado afirmar que, en la mayoría de los votantes a Bussi, ganadores y perdedores y las consecuencias del enfrentamiento para la provincia, expresan perfiles nítidos y una convicción mas desarrollada y consistente acerca de lo que representó o hubiese representado para la provincia la victoria de unos u otros.

Remiten en su conceptualización a una sociedad de proyectos enfrentados, contrapuestos, situación que no se visualiza entre los no votantes a Bussi.

A la vez, devela como, para este grupo, su caracterización del desenvolvimiento de una guerra en el territorio, diluye y opaca el ejercicio de la decisión de persecución y exterminio de los opositores políticos por parte del poder armado del Estado dictatorial.

Por el contrario, entre los que no votan a Bussi, se manifiesta un estado de "desarme moral" sintetizado, por un lado, en la dificultad de visualizar claramente la identidad de quienes se encontraron enfrentados y la nula especificidad que adquiere, para este grupo, la identidad de los derrotados. Con ello, el Estado terrorista cobra autonomía de las diferencias y confrontaciones que se desenvuelven en la sociedad civil y se torna, entonces, menos inteligible su política de exterminio (265).

Esta debilidad se pone especialmente de manifiesto en el extrañamiento y/o escasa convicción, - aún cuando se visualice en los derrotados a un sujeto colectivo abarcador, como "la provincia", "Tucumán", "todos"-, de la justicia de la causa y las metas de las que esta identidad social derrotada era portadora.

Esto último, se traduce en buena parte de los entrevistados de este grupo en un obstáculo epistemológico del que deviene su imposibilidad de imaginar qué hubiese sucedido en caso de que el resultado de los enfrentamientos hubiese sido inverso al ocurrido.

Finalmente, las diferencias entre ambos grupos en torno al pasado de confrontaciones en el territorio provincial, reflejan y alertan acerca de la insuficiencia del nominalismo para la comprensión y caracterización de los procesos sociales, y por cierto la necesidad, pero a la vez el posible encierro, que suponen las discusiones que giran únicamente en torno a este aspecto en los debates acerca de las confrontaciones sociales ocurridas en el país en "los años de plomo".

Esto se pone de manifiesto especialmente, cuando porciones de ambos grupos coinciden en denominar igual a los enfrentamientos sucedidos, pero le asignan contenidos diferentes, los enmarcan en períodos temporales distintos e interpretan, de manera disímil, tanto que identidades sociales y políticas se enfrentaron, como la resultante misma del proceso de confrontación social.

 


Notas

(239) El Partido Revolucionario de los Trabajadores, de origen marxista, en su V Congreso en Julio de 1970 determinó la creación del "Ejército Revolucionario del Pueblo", instrumento militar que: "uniendo su actividad combatiente a la de otras organizaciones hermanas, ha asumido junto a ellas la responsabilidad política y militar en el proceso de guerra revolucionaria que ha empezado a vivir nuestro pueblo". Partido Revolucionario de los Trabajadores, 1973. Por su parte, los "Montoneros" de origen Peronista, la otra organización guerrillera de importancia en el período, señalaban en uno de sus primeros comunicados justificando el empleo de la violencia que: "Para hacer posible el retorno de Perón y el pueblo al poder, tenemos que derrotar definitivamente al Ejército de la oligarquía y el imperialismo. Para ello no bastan las movilizaciones, las huelgas, la lucha electoral, porque si bien todas las formas de lucha son legítimas, lo son encuadradas en una estrategia de guerra popular, ya que a un Ejército sólo se lo derrota con otro Ejército". Revista: "Cristianismo y Revolución", Septiembre de 1971.

(240) "Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el punto en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando a la burguesía por la violencia, implanta su dominación". Marx y Engels, 1983, página 50.

(241) Jacoby, 1978, página 170. Fuente: Elaboración del autor a partir de datos de "Survey of Current Bussines", "lnvesting in developing countries", OECD, 1970.

(242) Al respecto, señala Lanusse, 1977, página 22: "Al día siguiente - del "Cordobazo"- volví a conversar con Onganía. Desde mi punto de vista, había ya que tener en claro que se había perdido una batalla, porque solamente así, podrían tomarse medidas eficaces para no perder la guerra". "Después de un siglo, la nación está nuevamente en guerra y el Ejército en operaciones. La guerra se está librando por la conquista de las mentes y los corazones". Ob. cit., página 177.
Asimismo, el 13 de Diciembre de 1975, el presidente de la Sociedad Rural Argentina, que nuclea a los grandes propietarios de tierra del país, Celedonio Pereda, afirmaba que: "Debemos asumir plenamente el hecho de que se está librando una guerra decisiva y de que no somos ajenos a ello y esa guerra se libra en muchos frentes, unos visibles, que son regados por la sangre de nuestras heroicas Fuerzas Armadas, otros disimulados, y más peligrosos aún, como la infiltración en las fábricas, en las escuelas, en las universidades, como así también en la administración pública nacional". Fuente: Diario "La Nación".

(243) El 12 de Diciembre de 1974, tripulantes del buque de guerra argentino "Cándido de Lasala", tuvieron que cargar 50 toneladas de municiones, ante la negativa de los estibadores de un puerto de Suecia de hacerlo, ya que la legislación Sueca, -argumentaron-, prohibe vender material bélico a países beligerantes o en estado de disturbio interno. Fuente: Diario "La Nación".

(244) Según el diario "La Nación" del 2 de Septiembre de 1975, en el programa televisivo "Tiempo Nuevo" Ricardo Balbín se manifestó preocupado por la guerrilla de fábrica que atenta contra la producción. "Se debe encarar una acción integral contra la guerrilla", señaló. Balbín, entonces presidente de la Unión Cívica Radical, quien calificaba bajo el rótulo de "guerrilla fabril" a la resistencia obrera encarnada en el clasismo combativo. El líder radical ya había apoyado la intervención militar en Tucumán al iniciarse el Operativo "Independencia".
El ex presidente Carlos Menem, entonces gobernador de la provincia de La Rioja, en un reportaje de la revista Peronista de derecha "El caudillo", el 5 de Marzo de 1975, consultado sobre la participación militar en el combate a la guerrilla afirmaba: "En particular, estoy profundamente de acuerdo. La participación de las Fuerzas Armadas no podía demorarse, además los compañeros de las fuerzas conjuntas y de seguridad están haciendo patria con mayúsculas". Sobre el desabastecimiento señaló: "Es otra clase de guerrilla, tan nefasta como el marxismo, pero guerrilla al fin, porque van contra lo más sagrado que tenemos: el pueblo y la patria".

(245) El 31 de Octubre de 1975 en el club de abogados de empresas, el ingeniero Alsogaray dijo que: "El país atraviesa una etapa peligrosa ya conocida en otros países que media entre la destrucción del ordenamiento económico-social, que en nuestro país se completa en estos momentos y en el instante en que la pseudo democracia híbrida causante por lo general de esa situación cae víctima de su debilidad y de sus errores y abre el camino al comunismo. Tal ocurrió en Rusia en 1917, estuvo a punto de ocurrir en Brasil en 1964, en Chile en 1972 y está ocurriendo en Portugal. Los "soviets de fábrica, ya la están sobrepasando, los políticos, dirigentes sindicales y empresarios que cogobiernan no atinan más que a defender sus fueros y privilegios... del orden jurídico de la constitución nacional no queda nada, no se dictan verdaderas leyes sino simples normas arbitrarias. Vivimos en una democracia de masas expresión degradada de la democracia verdadera". Fuente: Diario "La Nación".

(246) Según datos oficiales del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, entre 1950 y 1975, 2766 militares argentinos recibieron instrucción especializada en más de doce escuelas militares norteamericanas, incluida la de la zona del canal de Panamá. En el mismo período, otros 3676 militares argentinos más fueron adiestrados en otros lugares fuera de los Estados Unidos. Entre 1970 y 1975, 69 militares recibieron instrucción especializada en contrainsurgencia e inteligencia (incluidos interrogatorios) en la más famosa de todas aquellas escuelas; la "Escuela de las Américas". Luego del golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976, el 80% del primer elenco de gobernadores provinciales incluido el intendente de Buenos Aires, habían participado de dichos cursos". "Escalera a la fama. Militares argentinos en la Escuela de las Américas". Nota de Horacio Verbitsky, Diario "Página 12", 19 de Marzo de 1987. Antonio Bussi no sólo fue instruido en los Estados Unidos en guerra contrainsurgente, también fue observador militar en la guerra de Vietnam.

(247) García, 1995, página 44. Con esta operación ideológica falaz, los militares etiquetaron a todo aquel que cuestionara el orden social vigente de hallarse al servicio de intereses extranjeros, monopolizando así, el espacio simbólico como portadores de la defensa de los valores y "el modo de vida" de los argentinos.
Fueron sumamente frecuentes, en la caracterización que utilizaron las Fuerzas Armadas, las metáforas organicistas que definían a la subversión como un cuerpo extraño, un cáncer, que corroe al cuerpo de la nación y que, por ello, debía ser extirpado. García, op.cit, página 409. El día 20 de octubre de 1975, al celebrarse el día del agente de policía, el jefe de policía de Tucumán, Teniente Coronel Arrechea señalaba: "La patria tan amada y tan querida por todos los argentinos, que se encuentra enfrentada en una guerra traidora y sucia, manejada, dirigida y financiada por unos enfermos, mercenarios internacionales, a quienes el pueblo argentino va a colocar un insecticida celeste y blanco, infalible, para eliminar las ratas que quieren infectar a nuestros montes, a nuestros ciudadanos y que quieren hacer que la dulzura de nuestros cañaverales se transforme en sal". (La negrita me pertenece). Fuente: Diario "La Nación". El Teniente Coronel citado, participó además de torturas y otras violaciones a los derechos humanos a los prisioneros políticos. Su bestialidad no estaba exenta de sutilezas, por ejemplo el interrogar en idioma francés a los prisioneros de esa ascendencia. Testimonio de Graciela Jaegger, San Miguel de Tucumán, 1995.
El día 18 de Diciembre de 1975, El general Antonio Domingo Bussi al asumir el mando del "Operativo Independencia" en un acto llevado a cabo en Famaillá, señala: "Sólo el saneamiento moral y físico total, hasta las últimas consecuencias de la República, nos permitirán erradicar de una vez y para siempre esta subversión que nos repugna como ciudadanos, como sociedad y como Estado". Fuente: Diario "La Nación".

(248) García, 1995, página 44.

(249) IEPALA, 1980, citado por García, 1995, página 45.

(250) Verbitsky, Horacio, en Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, 1988, página 13, Introducción. Este reconocimiento, señala el autor, hubiese significado la violación al Derecho Internacional Humanitario expresado en los Convenios de Ginebra firmados el 12 de Agosto de 1949, en especial de los artículos 3ero y 4to (relativos al trato de los prisioneros de guerra y relativos a la protección debida a las personas civiles en tiempos de guerra), los cuáles Argentina ratificó en 1969. Cabe señalar, que en otros países el reconocimiento de una situación o período como de guerra ha sido notablemente tardío. Recién el 10 de Junio de 1999, Francia, a través de su parlamento reconoció la existencia de una guerra en Argelia, cuando este territorio era colonia francesa.

(251) El 15 de Mayo de 1976, el documento de la Conferencia Episcopal Argentina señalaba: "Hay que recordar que sería fácil errar con buena voluntad contra el bien común si se pretendiera que los organismos de seguridad actuaran con pureza química de tiempos de paz, mientras corre sangre cada día. Que se arreglarán desórdenes, cuya profundidad todos conocemos, sin aceptar los cortes drásticos que la situación exige; o no aceptar el sacrificio, en aras del bien común, de aquella cuota de libertad que la coyuntura pide". Fuente: Diario La Nación (La negrita me pertenece).

(252) Larrea y Zaremberg, 1993, realizan, a partir del análisis de discurso, una adecuación de esta teoría para explicar el ascenso de Bussi. Vinculan al mismo, con la persistencia en la transición democrática, de la cultura política de la década del setenta, la cual involucra -para estos autores- ciertas modalidades vinculares entre la dirigencia política y sus representados de carácter delegativo, discrecional y autoritario en el ejercicio del poder político, a partir del culto a la violencia, a las acciones heroicas de personas y organizaciones y al mesianismo, de las que, el discurso bussista, sería expresión al igual que el de la izquierda revolucionaria.
Esta explicación, reduce la cultura política de los setenta a las acciones y a la representación del mundo de las Fuerzas Armadas y de la guerrilla, a la vez que equipara a ambas por el uso de la violencia. Este tipo de esquematización, por un lado, empobrece la mirada sobre el período y, por otra parte, soslaya el carácter de clase de los sujetos sociales que se enfrentaron, sus metas en cuanto al perfil del orden social que propugnaban y los intereses materiales que defendían, obscureciéndose el alineamiento de vastos sectores de la sociedad en el proceso de enfrentamiento social y político del período.
Por otra parte, las limitaciones del análisis del discurso para la comprensión de las representaciones sociales de los receptores de los mismos fueron puestas de manifiesto por Nun: "Esta postura de cuño iluminista no distingue entre la emisión y los efectos de los mensajes porque les atribuye a estos una suerte de significación inmanente a las que supuestamente está en condiciones de acceder cualquier receptor racional. Es así que, con notoria frecuencia, tanto los analistas como los usos de la "ideología justicialista" han coincidido en adoptar como punto de mira inminente "lo que dijo Perón" dando por sentado que, con eso, ya podía llegarse a saber "lo que pensaban los trabajadores Peronistas". Nun, 1984, página 146.

(253) Sobre las diferentes historias y políticas de la memoria de los organismos de Derechos Humanos en Argentina conviene leer Veiga, 1985. Es probable que este proceso se deba a múltiples factores entre los cuales podemos nombrar como los más destacados las condiciones políticas en las que se ejerció la lucha por el reclamo acerca del destino de los desaparecidos, hecho por sus familiares ante instancias estatales durante la misma dictadura militar lo que dificultaba una expresión abierta acerca de la identidad militante del desaparecido. Por otra parte, a este perfil que asumió la lucha humanitaria contribuyó otro factor sustancial; el carácter familiar de la relación con el desaparecido de parte del denunciante, en el cual prevalece la valoración emotivo-afectiva de la identidad de quien desapareció. De un tiempo a esta parte, como señala Izaguirre, 1998, páginas 28-34, se fue reconstituyendo una "memoria de la política" en el reclamo de los familiares de desaparecidos. Esto se ha visto expresado en el reconocimiento, a través de diversos homenajes o en los reclamos por el destino de sus seres queridos, de la militancia o el compromiso que asumieron los desaparecidos. Este observable, pondría de manifiesto que en el transcurso del largo proceso de lucha, los familiares fueron integrando en sus reclamos, de manera creciente, la identidad política de los desaparecidos.

(254) Tempranamente, desde la historia de Grecia, nos llegan los relatos a través de las tragedias del lazo indisoluble entre memoria y política, entre memoria y poder. Loraux, 1989, página 27, propone una analogía entre la amnesia (olvido) y la amnistía. Dos sucesivas prohibiciones a recordar, la primera referida a la derrota griega ante los persas teatralizada en "La toma de Mileto", censurada ante el padecimiento y el sufrimiento que provocó en el auditorio su puesta en escena y la segunda prohibición, la de la evocación, también teatral, de los desgarramientos al interior de Atenas luego de la guerra civil que sellara en el 403 A.C la caída de la oligarquía de los treinta, marcan la vinculación entre la producción social de la memoria y el olvido, los procesos políticos y la política en sí. En estos casos, la política se ubica como el momento de constitución del olvido, que tiende a desplazar el recuerdo de la guerra, e impone la selectividad de lo que tenderá a recordarse u olvidarse.

(255) En Agosto de 1989, intentó infructuosamente celebrar una misa de "reconciliación", en la basílica de Luján, entre ex jerarcas de la dictadura militar y ex dirigentes de la organización guerrillera peronista "Montoneros".

(256) Decreto Número 2741 del Poder Ejecutivo Nacional del 28 de Diciembre de 1990.

(257) El 2 de Noviembre de 1994, en la sede del Ejército, en el edificio "Libertador", Menem señalaba: "Nosotros, gracias a la presencia de las Fuerzas Armadas, en este caso el Ejército - lo cortés no quita lo valiente- triunfamos en esta guerra sucia que puso al borde de la disolución a nuestra comunidad". Diario "página 12", 3 de Noviembre de 1994.

(258) Marín, 1984.

(259) Sobre la caracterización de la guerra civil y sus especificidades, ver Gurr, Capítulo 1, 1970. Este autor, toma en cuenta como variables intervinientes para considerar como tal a determinados enfrentamientos sociales, el número de contendientes de ambos bandos, los grados de organización de la violencia - que este dirigida y no sea preponderantemente anómica-, el número y la extensión de los hechos de violencia, su prolongación en el tiempo y la existencia de un territorio en disputa.

(260) Andersen, 1993.

(261) García, 1995.

(262) Esta disparidad de fuerzas, remite por un lado, a los distintos momentos de constitución de las fuerzas sociales que se enfrentan y a la acumulación de poder diferente entre ambas. Mientras las fuerzas legales realizaban un poder acumulado históricamente, la fuerza de la "subversión" se encontraba en un período de acumulación de poder. Cabe preguntarse si la paridad de fuerzas, materiales y humanas, a las que aluden Andersen y García como condición para caracterizar el período como de guerra, se verifica en la realidad de las guerras civiles y aún en las guerras convencionales entre naciones.

(263) Entre los que ignoran, se destacan los entrevistados más pobres. Los entrevistados de más de treinta años localizan preferentemente los enfrentamientos en períodos largos 1973-1983 o desde 1970 sin precisar la fecha de culminación.

(264) La dificultad de localizar a los triunfadores se agudiza entre los entrevistados más pobres de este grupo. Un 25% de los mismos no logra precisar la identidad vencedora.

(265) Otro indicador que ilustra este estado de desarme moral, es la presencia el hall de entrada de la sede del Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria Azucarera (F.OT.I.A), de una placa en honor del sindicato colocada por la dictadura militar, a través de su interventor, el 8 de Junio 1982, al cumplirse su trigésimo octavo aniversario. Esta placa, convive con otra en el mismo hall, colocada por el propio sindicato el 22 de Marzo de 1986 que rinde homenaje con nombre y apellido a tres de los desaparecidos durante la dictadura y de manera genérica al resto de los desaparecidos de "la segunda década infame".

 

   

 

"Memorias enfrentadas"  

   

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