Memorias enfrentadas. El voto a Bussi en Tucumán
por Emilio Ariel Crenzel
10. La vida cotidiana
"En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo... todos los vínculos... tienen derecho a reclamar que se los considere como fenómenos sociales".
Sigmund Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", Obras Completas, Tomo XVIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1984, Página 67.
El miedo.
El miedo tiene una historicidad en la cultura en general y puede considerarse un
atributo de la especie humana (277).
La historia política y la vida cotidiana en la Argentina moderna, por lo menos
desde la tercera década del siglo XX, estuvieron signadas por procesos
autoritarios que prescribieron las conductas e intentaron modelar las
representaciones sociales de la población. Su correspondencia fue instaurar, con
mayor o menor intensidad, una disciplina de los cuerpos de la que el miedo al
castigo fue uno de sus ejes.
En las últimas dos décadas, el país atravesó procesos de violencia política y un
continuo y creciente empobrecimiento de la mayoría de la población. Uno de los
efectos y a la vez premisa de estos procesos sociales fue el miedo
(278).
La profundidad y extensión de los mismos, podrían llevar legítimamente a
plantear sus efectos y consecuencias en el territorio del ejercicio del poder,
en la construcción de docilidad, de indefensión, de disciplinamiento social, de
ruptura de lazos solidarios (279).
Quizás uno de los aspectos centrales del período dictatorial había sido la
producción de un miedo omnipresente, extremo, al que comúnmente se denomina
terror (280).
Paradójicamente, una de las características comunes de los gobiernos
constitucionales iniciados en 1983, haya sido el ejercicio desde el poder de
variadas formas de amenaza, de producción y reproducción de miedos, muchas veces
basados en el uso político del recuerdo del terror experimentado bajo la
dictadura militar.
El período radical de gobierno se había inaugurado con un fuerte mensaje:
superar el miedo, superar la oscuridad de los años de terror dictatorial. Al
poco tiempo, la disidencia con la política de gobierno era relativizada con una
amenaza: ¡Nosotros o el regreso del caos, de la dictadura!
(281)
A estas frases disuasorias, se articularon amenazas de orden fáctico de parte de
otros actores sociales (282).
Posteriormente, tanto la amenaza del retorno dictatorial, expresada en los
levantamientos militares "Carapintadas", a los cuales el gobierno no logró
derrotar y frente a los cuales cedió; como los procesos hiperinflacionarios que
desembocaron en la entrega anticipada del gobierno a Menem, fueron procesos
sociales que, probablemente, potenciaron miedos pasados y generaron nuevos
(283).
Durante el período de gobierno de Menem, otra era la cara que asumía la amenaza.
La misma, ya no tenía dominantemente su personificación en los hombres
uniformados y armados materialmente, sino un rostro impersonal, tan "invisible"
como "la mano" de la metáfora de Adam Smith (284).
Esta amenaza sería instrumentada por el gobierno de manera reiterada, con una
exhortación excluyente: evitar el regreso de la gran inflación, ¡no volver a
1989! (285)
Otra amenaza y otro miedo, productos del período de gobierno de Menem, fueron
desplazando y/o articulándose con los anteriores.
La falta de posibilidades, para crecientes fracciones de la sociedad, de acceder
al mercado y vender su fuerza de trabajo, expresada en los crecientes niveles de
desempleo, fue creando una situación doblemente amenazante personificada en la
proporción creciente de desocupados. Estos, fueron adquiriendo para los ocupados
un doble carácter como amenaza. Por un lado, se constituyeron en un fantasma que
representa su situación potencial y, a la vez, en una amenaza presente, un
posible competidor o reemplazante de su puesto de trabajo, siempre listo para
ocuparlo aún en peores condiciones de trabajo de las que el ocupado enfrenta
(286).
También en estos años, se fue multiplicando el miedo a la violencia no
institucional o social, que creció al compás de la crisis económica y cuya
existencia es ampliamente difundida y a la vez mistificada por los medios de
comunicación de masas.
Con relación a la elección que nos ocupa, la candidatura de Bussi volvía a poner
en escena a uno de los protagonistas de la experiencia de terror ejercida
durante la dictadura militar, ahora con chances de ser electo gobernador.
También la propaganda del Partido Justicialista provincial cabalgaba sobre la
agitación de un fantasma: si gana un candidato no Peronista, Tucumán quedará
aislado del resto del país.
¿Qué lugar ocupa el miedo en la vida cotidiana de los entrevistados? ¿Qué
personificaciones asume? ¿De dónde visualizan que proviene la amenaza?
Cuadro 25
Sujetos o situaciones que producen miedo
según votantes y no votantes a Bussi (en porcentajes)
Situación o sujeto que produce miedo | Votantes a Bussi |
No votantes a Bussi | Total |
La violencia social | 30 | 12 | 21 |
Las condiciones sociales y económicas | 30 | 27 | 28 |
Nada / Nadie / Ninguno | 13 | 13 | 13 |
Otros | 11 | 13 | 12 |
No Sabe / No Contesta | 5 | 7 | 6 |
La muerte, el dolor, la enfermedad, la soledad, los accidentes | 6 | 9 | 8 |
La violencia ejercida por fuerzas armadas estatales | 5 | 19 | 12 |
Total | 100 (111) | 100 (93) | 100 (204) |
Los miedos que expresan sentir en su vida cotidiana los entrevistados son, en
todos los casos, "miedos sociales" (287).
En el conjunto y en ambos grupos de entrevistados, los miedos dominantes
provienen de las condiciones sociales y económicas en las que se desenvuelve su
vida cotidiana. Las mismas, producen un clima de incertidumbre y fluctuación que
incrementa la ansiedad y que influye sobre lo que estas personas imaginan que
podrían llegar a padecer en el futuro.
Es por ello que los temores remiten, centralmente, a la dificultad de insertarse
o permanecer en el mercado de trabajo; "quedarme sin trabajo", "no conseguir
trabajo" o directamente expresan la aprehensión ante un eventual tránsito hacia
las condiciones sociales de existencia por las cuales ya atraviesa una
importante y creciente fracción de la sociedad, el temor a "la pobreza"
(288).
Con similar intensidad, entre los votantes a Bussi, aparece el miedo a la
violencia social. Es un miedo cuya temporalidad tiene un anclaje en el presente,
en la actualidad.
Los robos, los asaltos, las violaciones, cuyas personificaciones asumen diversas
identidades delictivas: "los ladrones", "las patotas" y cuyo territorio de
ejercicio es el ámbito no institucional generalmente localizado, aunque no de
forma exclusiva, en la calle (289).
A diferencia de los votantes a Bussi, para quienes esta forma del miedo y de la
amenaza es la última que concentra sus respuestas, entre los que no lo votan, el
segundo lugar lo ocupa "la violencia ejercida por fuerzas de represión
estatales".
Aquí el miedo asume un carácter político definido. Su anclaje temporal, a
diferencia de lo que sucedía entre los votantes a Bussi, es más difuso. Se
localiza a partir de una resonancia que proviene del pasado, como la marca
imborrable del terror estatal en la subjetividad, pero también emerge frente al
posible ejercicio presente y futuro de dicha violencia.
Este tipo de miedo, se personifica en "los militares", "la policía" y, de manera
más abstracta, en "el golpe de Estado" o "el regreso del autoritarismo". A
diferencia del miedo a la violencia social, el territorio de ejercicio de esta
amenaza puede ser la calle, "que la policía reprima en una manifestación" pero,
de manera general, este miedo posee rostro pero no posee territorio
(290).
Los "otros"
Todorov, refiere al otro o a los otros, como aquellos que son "sujetos como yo,
que sólo mi punto de vista, para el cuál todos están allí y sólo yo estoy aquí,
separa y distingue verdaderamente de mí. Puedo concebir a esos otros como una
abstracción, como una distancia en la configuración psíquica de todo individuo,
como el Otro, y otro en relación con el yo o bien como un grupo social concreto
al que nosotros no pertenecemos. Este grupo, puede estar al interior de la
sociedad" (291).
La no contemplación de la alteridad del otro, la dificultad para vincularse con
lo diferente, desemboca en la articulación de un sistema clasificatorio que
implica un ordenamiento jerárquico, involucrando conductas o manifestaciones
cuyo punto de inicio puede ser el insulto o el anatema y tener por extremo de la
gradiente la práctica del exterminio.
Es posible, a la vez, distinguir diferencias en torno a las características de
los criterios de distinción de la propia identidad con respecto al "otro".
En este trabajo, por un lado, se exploró el grado de prejuicio con respecto a
los homosexuales y los enfermos de SIDA a partir de una serie de afirmaciones
corrientes sobre estos grupos sociales. Por otra parte, a los entrevistados se
les planteo la situación en que un hijo/a se casa con un otro perteneciente a
determinados grupos étnicos, culturales, sociales y políticos y se les pidió que
manifestaran si les molestaría a ellos esta situación. La igualación de la
situación planteada, buscaba determinar en que casos crecía la inclinación
discriminatoria del entrevistado, a la vez que quedaba neutralizada en su
capacidad explicativa la variable de contexto.
Este "otro", trataba en algunos casos de grupos sociales habitualmente objeto de
segregación - como los indígenas, los judíos, los árabes, llamados popularmente
en el noroeste "turcos", grupos disonantes por sus hábitos culturales y
actitudes, como los rockeros, o miembros de identidades colectivas de carácter
político, como un militante de un partido de izquierda, un sindicalista, una
persona de ideas nazis, y finalmente un miembro de las fuerzas de seguridad
estatal, como un policía o un militar.
Diferentes son las variables que intervienen en el trazado del perfil social del
discriminador según sea el perfil del sujeto que ocupa el lugar del "otro".
Por un lado, frente al indígena, es la localización geográfica del entrevistado
la variable más asociada a la respuesta discriminatoria. Son los entrevistados
de San Miguel de Tucumán en un 13%, a quienes en mayor medida les molestaría que
un hijo/a se casara con un campesino indígena. Otro 12% de los entrevistados de
esta ciudad, manifiesta que "no sabe" si este hecho le molestaría.
Frente a una persona de origen árabe, un "turco", la actitud discriminatoria se
manifiesta en mayor medida en el grupo de entrevistados más joven. Un 11% de
ellos, manifiesta su rechazo a un "turco" en la situación planteada, dentro de
un contexto donde los habitantes de familias de origen árabe, relativamente
numerosos en el noroeste de Argentina, son bien aceptados.
Frente a la misma situación, pero siendo el otro un judío, la variable que
guarda mayor asociación con las respuestas de rechazo es el nivel económico
social del entrevistado. En este caso, a peores condiciones materiales de vida
aumentan las respuestas discriminatorias. Un cuarto de los entrevistados más
pobres manifiesta que se molestaría ante la situación planteada. Cabe poner de
relieve, que es "el judío" el que suscita mayor proporción de rechazo entre los
grupos de carácter étnico que se le propusieron en el listado a los
entrevistados (292).
Resalta a la vez, el registro de una pronunciada presencia de respuestas de
rechazo y discriminación frente a una identidad de la moderna cultura juvenil
urbana como el rockero. Nuevamente son los entrevistados más pobres, en un 42%,
quienes manifiestan su molestia frente a la posibilidad de que un hijo/a suyo se
case con la misma.
Frente a la identidad del dirigente sindical, los entrevistados de San Miguel de
Tucumán son los que sobresalen en el rechazo (20%). Este territorio social, es
donde se concentran y poseen más presencia las organizaciones sindicales de
mayor envergadura de la provincia y donde habitualmente se desarrollan las
formas de protesta sindical pero también donde, como se señaló, en la década del
sesenta se manifestaban entre las capas medias expresiones de rechazo hacia la
cultura obrera y a las formas de organización que asumía la misma
(293).
Con respecto a una persona de ideas nazis, es la localización económico-social
del entrevistado la variable que guarda mayor asociación con el rechazo de la
misma. Entre los entrevistados de clase media, es entre quienes se registra con
mayor intensidad este rechazo, 77%, mientras que entre los de mejores y peores
condiciones socioeconómicas el rechazo asciende al 59% y 65% respectivamente.
Únicamente con relación a las identidades de tipo político, que de alguna manera
hacen presente a los entrevistados la historia reciente del país y la provincia,
las opiniones de rechazo a ese otro se asocia con mayor intensidad al perfil del
voto del entrevistado, dicotomizada entre votantes y no votantes a Bussi.
Como podía esperarse, frente al militar, son los no votantes a Bussi de
fracciones medias de la capital provincial, quienes manifiestan mayor rechazo,
32%, mientras que los más pobres de este grupo sobresalen en su rechazo al
comisario de policía (21%).
A la inversa, cuando se trata del militante de izquierda son los entrevistados
bussistas, en un 43%, especialmente los ubicados en los extremos de la gradiente
socioeconómica de la capital provincial quienes manifiestan en mayor medida
opiniones de rechazo a esta identidad que recibe también un importante rechazo
en el universo de entrevistados.
Con relación a otras formas que puede asumir el prejuicio, son nuevamente los
entrevistados de menores recursos económicos y de peor situación social los que
más los manifiestan. Con relación a los homosexuales, un 66% de los mismos, los
catalogan con algunos de estos rótulos, que expresan todos con diferentes
grados, una actitud homofóbica. Son para ellos o "enfermos incurables",
sentencian que "deberían ir preso por inmorales" o que "deberían vivir en
lugares apartados del resto de la gente", o variantes que combinan estas
apreciaciones (294).
Este fuerte rechazo a los homosexuales, contrasta con la relativa aceptación de
los mismos en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, aunque el clivaje social
en que se asientan las respuestas discriminatorias con respecto a los mismos sea
similar al de dicho territorio (295).
Igual tendencia, se manifiesta con relación a la verbalización de postulados
discriminatorios con respecto a los enfermos de SIDA. También frente a estos, a
menor nivel económico-social, mayor es la tendencia al prejuicio y a la
discriminación. En este caso, el prejuicio alcanza al 42% de los entrevistados
más pobres. Estos, los catalogan como "barbudos y sucios", "vagos", "gente de
ideas raras", "solamente son homosexuales o drogadictos" o variantes que
combinan estas apreciaciones. Es probable, que las intensas campañas de
esclarecimiento acerca de las vías de contagio de esta enfermedad aún no hayan
sabido y/o podido romper ciertos obstáculos cognitivos de clase, y por ende no
haya disminuido, entre estos grupos sociales, la emisión de enunciados basados
en el prejuicio sobre los portadores de SIDA.
Contrasta con este dato, el bajo registro de manifestaciones de prejuicio - que
rondan el 18% de las opiniones- entre los entrevistados de clase media o alta de
la escala económico-social, más y mejor informados.
En tres de los casos planteados, la verbalización discriminatoria se relaciona
con la localización socioeconómica del entrevistado -tal es así con relación al
judío, el nazi y el rockero- siendo en el primer y tercer caso los entrevistados
más pobres quienes más discriminan. Con relación al nazi, los que manifiestan
mayor rechazo a esta identidad autoritaria son los entrevistados de clase media.
Como se señaló, también los entrevistados más pobres manifiestan una tendencia
mayor a discriminar a los homosexuales y a los enfermos de SIDA.
Entre los entrevistados con peores condiciones materiales de vida, el
generalizado prejuicio y rechazo al otro, parecen tener como anclaje social las
limitaciones económicas y el bajo nivel educativo dominante en estas fracciones
sociales que explican el arraigo de tradiciones y creencias, factores de orden
sociocultural, -a decir de Germani -, que ejercen una presión ambiental, de
carácter cultural sobre los individuos (296).
Entre estos entrevistados, predominaría la persistencia del prejuicio por la
repetición, más o menos mecánica, de estereotipos extendidos en todo este grupo
social.
Con respecto a dos de las identidades propuestas, - el sindicalista y el
campesino indígena -, la localización geográfica del entrevistado se asocia en
mayor medida con los enunciados discriminatorios. En referencia a ambas, los
entrevistados de San Miguel de Tucumán son quienes expresan un mayor grado de
prejuicio que los que habitan el interior de la provincia.
Una sola de las identidades, "el turco", recibe una valoración diferente según
el tramo etario en el que se sitúa el entrevistado. Son los entrevistados más
jóvenes, quizás menos socializados con esta identidad, los que manifiestan en
mayor medida respuestas de rechazo. Por cierto, esta identidad étnico-cultural,
es de las que concentra uno de los porcentajes más bajos de rechazo.
Por último, como se señaló, las opiniones de rechazo frente a tres identidades
de corte político, el militante de izquierda, el militar y el policía, se
asocian con mayor fortaleza con la variable tipo de voto, describiendo la
tendencia ya señalada, el rechazo de los no votantes a Bussi a las
personificaciones de las fuerzas de seguridad estatal y el rechazo de los
votantes bussistas a la identidad "de izquierda".
Cabe destacar, que pese a no constituir la variable que se asocia con mas
intensidad con relación a las opiniones de rechazo frente al resto de las
identidades propuestas, los votantes a Bussi expresan en los casos del campesino
indígena, del judío, del rockero, del sindicalista y el turco, siempre en mayor
medida que los que no lo votan verbalizaciones de rechazo y prejuicio con
respecto a las mismas. Asimismo, son quienes manifiestan, en mayor proporción,
enunciados discriminatorios con respecto a los homosexuales y los enfermos de
SIDA.
Sin embargo, es sólo frente a las tres identidades de carácter político que la
variable voto se asocia más a la manifestación de rechazo. Esto constituiría,
una expresión de la presencia de ideologías más elaboradas y precisas expresadas
en las identidades políticas analizadas las que intervienen en la selección del
sujeto rechazado, a diferencia de la generalizada manifestación de creencias y
prejuicios autoritarios que expresan los entrevistados de poca instrucción, con
ocupaciones de poca o baja calificación y bajos ingresos.
La selectividad del rechazo, se expresaría en mayor medida entre los no votantes
a Bussi, que manifestaban, salvo hacia los miembros de las fuerzas armadas y de
la policía y con respecto a la persona de ideas nazis, una baja propensión a
rechazar y expresar su molestia frente al resto de las identidades propuestas a
los entrevistados.
La religiosidad
La gran mayoría, -96%-, de los entrevistados, manifestó creer en dios. La
variable que más se asocia a esta creencia es el nivel socioeconómico del
entrevistado, registrándose una asociación esperada, a menor nivel
económico-social, mayor es la proporción de los que creen, mientras que por el
tipo de voto, los votantes a Bussi se manifiestan más creyentes dentro de un
universo de entrevistados donde los que no lo son, sólo representan al 3%
(297).
La creencia en la virgen es también mayoritaria entre los entrevistados, -96%-,
y manifiesta similares tendencias, en su clivaje social, a las descriptas con
relación a la creencia en dios. Más allá de estas puntualizaciones, la creencia
en dios y en la virgen no son patrimonio de una fracción o grupo social
específico, sino una creencia generalizada, una pauta cultural de los
entrevistados tucumanos.
Estas creencias extendidas y generales, se decantan al interrogar a los
entrevistados acerca de sus prácticas habituales en materia religiosa; como
concurrir a iglesias y procesiones y, más aún, al indagar la intensidad con que
exteriorizan de forma concreta la fe que manifiestan.
Una gran mayoría de los entrevistados, -74%-, afirma concurrir a la iglesia o a
procesiones donde practican junto a otros, en espacios o manifestaciones
colectivas sus creencias (298).
Este tipo de prácticas, son realizadas predominantemente por los entrevistados
de menor nivel económico-social. Esta asociación entre práctica religiosa y
nivel económico- social describe una gradiente lineal entre los tres estratos
socioeconómicos en que se dividió el universo de entrevistados.
Por otra parte, por tipo de voto, son los votantes a Bussi los que manifiestan
participar en mayor medida de estas prácticas religiosas, 84% versus 64% de los
que no lo votan. Esto ocurre, dentro de un universo caracterizado por una
importante proporción de entrevistados que practican sus creencias.
Entre estas prácticas, cabe destacar, que casi dos tercios de los entrevistados
que concurren a iglesias o procesiones dicen tocar alguna imagen religiosa al
concurrir a las mismas siendo los entrevistados más pobres los que manifiestan
una tendencia mayor a en ese sentido.
Un 84% de los entrevistados más pobres, toca alguna imagen en la iglesia o al
concurrir a procesiones y un 74% de los mismos afirman que las imágenes del
santo o la virgen sienten el contacto humano al tocarlas. Esto último, reafirma
la identificación de estas prácticas con este grupo social, el que además
sobresale en atribuirle, en mayor medida, cualidades propias de las capacidades
sensoriales humanas a la imagen que tocan, al relatar como la imagen percibe el
contacto de su mano (299).
Sin embargo, la gama de prácticas y creencias no se agota en las pertinentes a
la religión mayoritaria. Frente a otras formas de creencia extendidas en la
población, se manifiesta la misma preponderancia de la disposición de los
sectores más pobres a sobresalir entre los creyentes.
Los entrevistados más pobres, son los que más creen en la difunta Correa (55%),
en los horóscopos (23%) en que el destino de cada hombre se encuentra
predeterminado (44%). También, el sincretismo es predominante entre este sector
social, aspecto que distingue a los entrevistados más pobres del conjunto. A su
vez, los que menos tienen, son los que creen menos únicamente en dios, o
solamente en dios y la virgen y los que menos manifiestan no creer en ninguna
existencia sobre humana. Los entrevistados de las fracciones medias y los de
mejor nivel económico, muestran perfiles diametralmente contrapuestos a los de
este grupo.
Por el tipo de voto, los votantes a Bussi, manifiestan una tendencia levemente
mayor a la creencia en las representaciones de la fe católica, mientras los que
no lo votan se distinguen por una leve creencia mayor únicamente en dios, y por
concentrar los pocos casos de entrevistados no creyentes, posición subjetiva
inexistente entre los votantes a Bussi. Más allá de esto, las creencias y
prácticas religiosas se manifiestan poco asociadas a la decisión electoral del
entrevistado.
Más allá de esta ilustración general acerca de las creencias religiosas y las
actitudes de práctica o manifestación de la fe no se desconoce la necesidad de
explorar las diferentes articulaciones existentes entre las diversas corrientes
religiosas en el seno de la propia iglesia católica, con las identidades
políticas de los entrevistados (300).
Las formas de diversión
Como otro indicador del estado de la calidad de vida de sus habitantes, los
hogares de la provincia, a mediados de la década de los noventa, destinaban
únicamente un 5,8% del total de sus gastos al esparcimiento y la cultura. De
esta manera, Tucumán además de ubicarse por debajo del promedio nacional para
este tipo de gastos que alcanzaba para la misma fecha el 6,4% era, junto a
Santiago del Estero, la provincia donde los hogares destinaban menos dinero a
este tipo de gastos en todo el noroeste argentino (301).
En el universo de entrevistados, la forma recreativa o de diversión dominante es
la realización de actividades deportivas. Un cuarto de los entrevistados,
menciona este tipo de esparcimiento como el que habitualmente llevan a cabo, más
allá del nivel económico-social al que pertenecen (302).
Sin embargo, las formas de esparcimiento que realizan los entrevistados se
asocian en mayor medida, a su posición social.
Examinando las diferencias en los modos de uso del tiempo libre, los
entrevistados de bajo nivel socioeconómico son los que manifiestan, de variadas
formas, una mayor limitación de ese uso, un mayor encierro y pobreza en sus
relaciones sociales.
Son los que más manifiestan no realizar "ninguna actividad de diversión o
recreativa", 11% versus 4% y 3% entre los de clase media y alta, los que más
manifiestan "ver televisión" como única forma de esparcimiento, 15% versus 7% y
9% en las fracciones medias y altas. También, son los que más señalan los
"encuentros familiares", 15% versus 6% y 11% y las "salidas a pasear"
generalmente con miembros de su núcleo familiar, 13% versus 4% y 3% de los
sectores medio y alto respectivamente.
Con formas de diversión y recreación parecidas, se diferencian de este
agrupamiento los entrevistados de clase media y alta.
Si bien entre estos grupos la forma "deporte" es mayoritaria, siendo el
entretenimiento habitualmente preferido, ocupan también un lugar destacado "las
reuniones o salidas con amigos" 23% y 19% respectivamente versus 11% entre los
entrevistados más pobres.
Por otra parte, a diferencia de los entrevistados más pobres, entre los
entrevistados de clase media y alta adquieren mayor relieve otras formas de
esparcimiento como la lectura y las salidas al cine, 18% entre los entrevistados
de mejor situación económico social, 13% entre el sector medio y sólo el 4%
entre los más pobres. Al mismo tiempo que disminuye, como se señaló, el "mirar
televisión" como forma de distracción.
Entre los votantes y no votantes a Bussi no se establecen diferencias
sustantivas con relación a la forma que adopta el uso del tiempo libre y la
recreación. Solamente es posible apuntar un mayor "encuentro o salidas con
amigos" entre los no votantes a Bussi, -21% versus 15% entre los votantes a
Bussi -, y una leve inclinación mayor de los votantes a Bussi por "mirar
televisión", -12% versus 8% en los no votantes a Bussi -.
La familia
El grupo de entrevistados más pobres se distingue además, por una perspectiva
con respecto a las relaciones y al modelo de familia que guarda una estrecha
relación con otros componentes de sentido de su universo de valores. Este se
caracteriza por un marcado corte tradicional y autoritario. En la misma, el
lugar del padre como jefe del hogar no es discutido y la mujer y los hijos se
encuentran subordinados a su voluntad.
La mitad de los entrevistados del nivel educativo más bajo, con ocupaciones
menos calificadas y de ingresos menores y casi la mitad de los hombres,
manifiesta un parecer que involucra una perspectiva del lugar del hombre en los
vínculos familiares que hace presente y legitima el ejercicio de su autoridad al
interior de la familia: "debe ser firme y duro con su mujer y sus hijos", "su
palabra debe ser definitiva en las discusiones familiares", son alguno de los
postulados que aparecen mencionados por estos entrevistados.
También, esta perspectiva con respecto a la familia, mantiene una intensa
asociación con la variable edad. A mayor edad, se registran más respuestas de
este estilo, 44% de los adultos opina así, versus el 29% de los entrevistados
jóvenes. También los entrevistados que habitan el interior provincial opinan más
de esta manera que los que viven en San Miguel de Tucumán, -47% versus 32%-.
Si bien la variable tipo de voto no es la que más se asocia a estas opiniones,
son los votantes a Bussi quienes manifiestan mayor tendencia a postularlas, -42%
versus 31% entre los no votantes a Bussi -.
La mirada tradicional autoritaria se hace presente también, en los entrevistados
de nivel económico y social bajo, con relación al lugar de la mujer en la
familia. Un 60% de los mismos, recurre a afirmaciones que ponen de relieve esta
mirada. "la mujer no debe dedicarse a participar en actividades políticas",
"debe dedicarse a criar a los hijos", etc.
Frente a la posición con respecto al lugar de la mujer, la variable tipo de voto
alcanza una alta asociación con estas proposiciones. También son los votantes a
Bussi quienes manifiestan mayor tendencia a postular estos enunciados
conservadores y autoritarios, -52% versus 30% entre los no votantes a Bussi -.
Asimismo, nuevamente se localiza una asociación positiva con la variable edad,
con una tendencia que reproduce la orientación de sentido que describía la
posición frente al lugar del hombre; a mayor edad, mayor la presencia de
perspectivas o creencias tradicionales, 49% versus el 35% entre los jóvenes. En
el mismo sentido, los habitantes del interior, vuelven a mostrarse más proclives
a estas afirmaciones que los de San Miguel de Tucumán, -49% versus 39%-.
Con respecto al lugar de los hijos en la familia y la relación con respecto a
sus padres, dos variables, el nivel económico social y la orientación del voto,
se asocian con mayor intensidad a la posición que asumen los entrevistados.
Los entrevistados más pobres, vuelven a sobresalir concentrando la mayor
cantidad de respuestas que expresan una subjetividad tradicional y autoritaria
con respecto a los hijos. Sólo los postulados igualitarios crecen, entre los
entrevistados de mejores condiciones de vida.
Con respecto al tipo de voto, uno de cada cuatro votantes a Bussi manifiestan
una posición con respecto al lugar de los hijos, que expresa una doble sujeción
de estos a los padres ya que, según esta mirada, los hijos "les deben prodigar
obediencia y respeto" a la vez que se exige de ellos la prolongación de los
valores familiares que los padres les han transmitido, condicionando severamente
los límites posibles de sus elecciones ya que afirman reiteradamente que "no
deberían aceptar sólo algunos de los valores propuestos por sus padres y
rechazar otros".
De cualquier forma, la posición dominante en el conjunto de entrevistados es la
que combina la "obediencia y respeto" por parte de los hijos hacia los padres y
la posibilidad de que estos últimos elijan sus propios valores de vida.
No solamente los entrevistados más pobres reflejan indicadores de
representaciones de autoritarismo tradicional con relación a los lugares de cada
miembro de la familia, sino que esas posiciones asumen una "consistencia"
relacionando los diferentes interrogantes acerca de la posición de los
entrevistado relativos a la "forma familia". Más de un tercio de estos
entrevistados, asumen el conjunto de la mirada tradicional autoritaria con
relación a cada uno de los miembros de la familia (303).
Por otra parte, otras variables manifiestan una fuerte asociación con esta
mirada tradicional acerca de la familia y las relaciones entre sus miembros.
Entre los entrevistados portadores de este estilo de pensar, se destacan los
hombres, los entrevistados mayores de treinta años y los que habitan el interior
de la provincia.
Si bien, el tipo de voto es una variable que se asocia en menor medida que otras
a esta mirada, son los votantes a Bussi quienes, en mayor proporción, expresan
tendencias autoritarias de corte tradicional.
En esta concepción, subyace una estructura de sentido que privilegia a la
familia como sujeto de derecho por sobre el individuo. Eso no es todo. Como otro
de los rasgos sobresalientes de esta mirada, la igualación de los miembros de la
familia entre sí, cede a favor de la heteronomía de la voluntad de la mujer y de
los hijos respecto de la autoridad del hombre dentro del núcleo familiar.
(277) Freud, 1984, Tomo XVIII,
página 12 y Canetti, 1994, página 22.
(278) Las diferentes formas sociales en las que se expresan los miedos
colectivos y las respuestas frente a los mismos, tienen una fuerte
correspondencia con las identidades sociales de sus portadores y las
características del período en las que se desenvuelven. Durante los años
setenta, entre las clases dominantes, la sensación de amenaza, emergió frente al
cuestionamiento de su hegemonía por parte de los sectores populares.
Desde mediados de esa década, como indicador del miedo a la pérdida de valor de
la moneda nacional, ha sido generalizada la tendencia en la población de huir de
la misma y "refugiarse" en el dólar.
Desde los años noventa, entre las fracciones medias, es dominante la sensación
creciente de amenaza y de inseguridad frente al deterioro de sus condiciones de
vida material, la ausencia de horizontes de futuro y el crecimiento de la
inseguridad urbana. Una resultante de este proceso es una creciente tendencia a
la emigración y a la búsqueda por obtener otra ciudadanía a partir de la cual
mejorar sus condiciones de vida material.
Entre los sectores más empobrecidos, el miedo predominante se localiza con
relación a la falta de trabajo y a la pobreza extrema, con el consiguiente
incremento de la tendencia al "refugio" en el consumo de alcohol y drogas. Las
diferentes formas sociales de respuesta a situaciones de amenaza, podrían
resumirse, de manera genérica y provisoria, en tácticas de lucha dominantes en
los sesenta y setenta, mientras que en los años noventa predominan, por un lado,
respuestas de "huida y fuga" y por el otro conductas de "encierro" en un "mundo
privado", "seguro", en el seno del hogar o a través de la extensión de conductas
adictivas.
(279) Foucault, 1987.
(280) Jacoby, 1986 b, página 3. "Sobre las diferencias entre el miedo y el
terror conviene revisar la gradiente que construye Freud en "Más allá del
principio del placer" donde diferencia angustia, miedo y susto. Para Freud, lo
primario no sería el miedo, sino la angustia y el susto sería lo primero que
ocurre en una situación traumática. El yo está desprotegido, sufre un susto,
ante esto aparece la angustia, la angustia intenta actualizar de alguna manera
los elementos de la realidad frente a los cuales podría producirse lo temido y
el miedo organiza las defensas. Pero mientras que el miedo es la forma en que la
subjetividad organiza las defensas en aras de la autoconservación, el terror es
un desmantelamiento de toda defensa posible. Se caracteriza por una fractura de
las defensas operativas que el miedo permitiría estructurar como modo de
ordenamiento subjetivo y social. En ese sentido, la función del terror es de
desestructurar toda defensa". Silvia Bleichmar en, PI.CA.SO 1995, Tercera
charla, páginas 3 y 4.
(281) Jacoby, 1986 b, página 3.
(282) En las semanas previas a las elecciones para diputados nacionales de 1985,
una ola de intimidaciones telefónicas, - se sucedían decenas durante cada día
alertando sobre supuestos artefactos explosivos a punto de detonar- recorrieron
dependencias y establecimientos públicos, estatales y privados, obligando a
evacuaciones diarias de los mismos. Los autores de esta "campaña" nunca fueron
sancionados. El gobierno declaró el estado de sitio y responsabilizó de las
mismas a sectores desplazados de los servicios de inteligencia del Estado.
(283) "Una inflación es un fenómeno de masa en el sentido más propio y más
restringido de la palabra. El efecto perturbador que ejerce sobre la población
de países enteros en ningún caso se halla limitado al momento de la inflación
misma. Puede afirmarse que en nuestras civilizaciones modernas, fuera de guerras
y revoluciones, no hay nada que, en su envergadura, sea comparable a las
inflaciones". Canetti, 1994, página 191.
(284) Sin embargo el uso político del recuerdo del terror dictatorial prosiguió.
El 9 de Julio de 1992, mientras se desarrollaban manifestaciones masivas de
docentes, padres y alumnos contra la "Ley Federal de Educación", Menem desde
Tucumán, donde asistía al acto en conmemoración del día de la independencia,
advirtió que esas movilizaciones: "eran el territorio en el que los terroristas
se infiltraban", que las mismas podrían contribuir a un "resurgimiento de la
subversión" y que, si proseguían con las mismas, podría haber "otro grupo de
madres en la Plaza de Mayo reclamando por sus hijos e hijas". Diario "Clarín",
10 de Julio de 1992.
(285) En sucesivas confrontaciones electorales, el presidente Menem y su partido
hicieron un uso político de la amenaza y del miedo al retorno de la
hiperinflación de 1989. Aún a ocho años de estos procesos, en la campaña
electoral de renovación parlamentaria de 1997, el Partido Justicialista apeló a
la misma. Sus carteles rezaban: "Se acuerda de los cortes de luz, de la
hiperinflación, de los viejos teléfonos públicos de cuando viajar por la General
Paz era un caos? Argentina cambió, presidencia Menem. Otros carteles remarcan
"No lo olvide". Esta invocación a la memoria colectiva de la hiperinflación y de
los saqueos a comercios sucedidos en ese período se vio alimentada por un
paralelo uso del olvido de las hiperinflaciones menemistas de 1990 y 1991 y por
el llamado a silencio y la decisión de no confrontar con este discurso del
partido radical, que evitó señalar las responsabilidades políticas de la fuerza
social que expresa el Peronismo y sus aliados liberales en dichos procesos
hiperinflacionarios.
(286) Néstor López, exposición en la conferencia "Efectos psicosociales de la
desocupación y la subocupación", Fundación Centro Psicoanálitico Argentino,
Buenos Aires, Junio de 1996.
(287) Jacoby, Ob. cit, 1986 b, página 4 los distingue de los miedos a las
manifestaciones de la naturaleza y a los derivados de creencias en poderes
sobrenaturales.
(288) Ya se señalo los elevados porcentajes de desocupación abierta que
registraba la provincia y el país según los datos de la Encuesta Permanente de
Hogares del INDEC correspondiente a la medición de Mayo de 1995.
(289) Varios entrevistados, mencionaron su temor a que esta violencia se llevara
a cabo en el seno de su propio hogar. Entre los votantes a Bussi que ven la
amenaza en la violencia social, se destacan los entrevistados de los sectores
medios y las mujeres. En el mismo grupo, entre los que sienten que la amenaza
proviene de las condiciones sociales y económicas, sobresalen los entrevistados
de los sectores altos y medio. Cabe resaltar que, paradójicamente, Tucumán en
1995 presentaba, en comparación a otras provincias del país, bajas tasas de
delincuencia. (173,0 por cada diez mil habitantes) INDEC, 1999 b, página 238.
(290) Jacoby, 1986 b, página 5. Entre los no votantes a Bussi, los entrevistados
de los sectores medios y más pobres y los de más de treinta años son quienes
sobresalen entre quienes perciben que la amenaza proviene de las condiciones
sociales y económicas. Los entrevistados que viven en San Miguel de Tucumán se
destacan entre los que sienten que la amenaza proviene del ejercicio de la
violencia estatal.
(291) Todorov, 1991, página 13.
(292) Esta proporción de rechazo al judío es similar a la hallada para la ciudad
de Buenos Aires en la década del sesenta por Germani, 1969, página 467.
(293) Hernández, 1965, páginas 4 y 13.
(294) Esta última propuesta fue realizada por el entonces Arzobispo de Buenos
Aires y Cardenal primado de la Argentina Antonio Quarracino.
(295) Vujosevich, Pecheny, Kornblit, 1998, páginas 86 a 88.
(296) Germani, 1969, página 469.
(297) Un porcentaje similar de entrevistados que manifiestan creer en dios, 97%,
es registrada por una encuesta de 2211 casos realizada en el Área Metropolitana
de Buenos Aires por Jorrat y Cantón, 1998, página 4.
(298) Similar porcentaje, 76%, al relevado para el área metropolitana por Jorrat
y Cantón, 1998, página 2.
(299) Estos son indicadores de lo que Piaget, 1984, caracteriza como estadio del
realismo mágico y Marx, 1983 describe como atributos de la mirada fetichista. En
este estadio, el individuo le atribuye capacidades antropomórficas a las cosas.
En este caso, en la mente del sujeto se sucede un proceso de no disociación
entre el creyente y la imagen. Esta última es revestida de vida, conciencia, a
la vez que se establece una relación de correspondencia y reciprocidad entre la
acción realizada por el sujeto al tocar la imagen, y la atribución a la misma de
la capacidad de sentir.
(300) Por lo menos desde el golpe de Onganía, se manifiestan en Tucumán, una
serie de enfrentamientos en el seno de la iglesia católica, básicamente entre
los llamados "sacerdotes tercermundistas" enrolados en la "teología de la
liberación" y los "cursillistas católicos" de origen católico-fascista que
apoyaban el proyecto corporativo de Onganía.
(301) INDEC, 1999 a, página 55.
(302) Entre los entrevistados de mayor poder económico encontramos practicantes
de Rugby y Tenis entre los deportes más usuales, mientras que entre los del
nivel medio se destacan quienes practican fútbol.
(303) En 1965, Babini, registraba una similar correlación entre sectores
populares y conductas y actitudes autoritarias en un estudio entre 300 familias
de la Capital Federal.