Informe sobre la situación de los 
detenidos-desaparecidos judíos durante 
el genocidio perpetrado en Argentina (continuación)

Elaborado por el Centro de Estudios Sociales de DAIA

 

Capítulo 1
El tratamiento de los detenidos-desaparecidos judíos 
en los campos de concentración

 

Parte de los objetivos del genocidio instaurado en Argentina estuvo ligado al quiebre de las víctimas en tanto personas. Muchos de los testimonios brindados por los sobrevivientes describen esta situación. El papel sistemático de la tortura en los centros de detención clandestinos tenía como objetivo destruir la personalidad de los individuos que habían sido secuestrados. 

Eduardo Saiegh (quien fuera secuestrado durante siete días con el fin de apropiarse de sus bienes y obligarlo a liquidar el Banco Latinoamericano) dice, en su declaración entregada al Centro de Estudios Sociales de DAIA durante 1999 que: "Tuve la evidencia de que todo era usado para quebrarme. No había improvisación en nada de lo que hacían o me decían. No tendrían demasiado claro por qué estaba yo allí, pero la metodología era una y se había puesto en marcha. Eran ´profesionales´". (Véase Documento 2, Anexo I). 

En este sentido, el genocidio realizado por el régimen militar argentino vino a aplicar técnicas propias de todo proceso genocida, aprendidas de experiencias como las de los campos de concentración del nazismo, donde se procuraba convertir a los seres humanos en aquello que se decía que eran: una sub-especie, una raza sub-humana que no merecía el derecho elemental a la vida. Este tipo de procedimientos venían a garantizar un incremento de la obediencia de los criminales, dado que confirmaban un discurso que degradaba a las víctimas en tanto seres sub-humanos. 

Algunas de las técnicas del nazismo estaban ligadas a la negación del nombre, lo que constituía una forma de negar a la persona. En los campos de concentración nazis, los hombres perdían su individualidad como personas, la que era reemplazada por un número tatuado en su brazo y una serie de triángulos que lo identificaban como perteneciente a tal o cual grupo de secuestrados. En el testimonio brindado por un sobreviviente del campo de detención "El Atlético" ante el CES-DAIA, quien prefirió mantener su identidad reservada, queda explicitada esta misma operatoria: "Cuando me dicen que me saque todo: el cinturón, el cordón de los zapatos, entonces me di cuenta que la cosa no era para irse enseguida. Me llevan a otro lugar y me ponen cadenas en los pies, y me dicen: ‘Usted ya no se llama más como se llama, ojo, nunca pronuncie su nombre. Se llama Z-65’."  

No fue éste el único punto en común entre las modalidades operatorias del genocidio nazi y el genocidio argentino: también puede compararse el carácter destructivo y degradante de la detención y transporte, la existencia de centros clandestinos de detención distribuidos en todo el territorio, el resquebrajamiento físico y psíquico provocados por la tortura y la humillación, la matanza secreta y el ocultamiento de los cuerpos de las víctimas. 

Los procesos de resquebrajamiento de la personalidad se desarrollaban, al igual que durante el nazismo, a partir de dos tipos de procesos simultáneos: 

- Por una parte, un resquebrajamiento físico, vinculado a las acciones sobre el cuerpo (gritos, robos, y maltrato en la detención; golpes durante los transportes; torturas y marcajes durante las "sesiones" de destrucción; desnutrición y hacinamiento en las condiciones cotidianas de supervivencia); 

- Por otro lado, se superponía al anterior un resquebrajamiento psíquico, que buscaba la humillación, la denigración de la víctima, la "colaboración" por medio de la denuncia de conocidos, la deslealtad con los familiares, amigos o congéneres. 

Este doble proceso tendía a la destrucción del cuerpo y de la psiquis de los detenidos, a la destrucción y ruptura de las condiciones que estructuraban su humanidad. 
 
 

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Dada la similitud operatoria y la reproducción en el genocidio argentino de la metodología del nazismo, no es de extrañar que los detenidos-desaparecidos judíos sufrieran en forma particular esta destrucción de la personalidad, siendo víctimas de lo que se dio en denominar un "tratamiento especial". Considerados doblemente responsables al agregar su condición de judíos a las identidades perseguidas por los militares argentinos (militancia política, social, barrial, estudiantil o comunitaria, presencia casual en el lugar indebido u otras posibles causales difíciles de determinar), su resquebrajamiento debía ser también más completo y exhaustivo, en la cosmovisión de los responsables de implementar el genocidio. En algunos casos, inclusive, el solo descubrimiento de la condición judía decidió, ante la duda, materializar la detención o denegar una posibilidad de liberación. 

Decenas de testimonios ilustran este padecimiento "extra". Entre los casos consultados para este Informe figuran, por ejemplo, los de: Santiago Bruschtein, Angel Bursztejn, Pablo Díaz, Ester Gerber, Eduardo Grutzky, Alejandra Jaimovich, Pedro Kreplak, Alejandra Lapacó, Osvaldo Levin, Víctor Noé, Alberto Pargament, Alicia Portnoy, Ernesto Scerszewiscz, José Siderman, Sergio Starlik, Jacobo Timerman, entre muchos otros que prefirieron mantener sus nombres en reserva. Nuevos testimonios son relevados a diario dentro de nuestras tareas de investigación, que no hacen sino confirmar esta situación. 

Este "tratamiento especial" constaba de procedimientos muy diversos, desde las vejaciones específicas hasta la utilización de fraseología nazi, desde la humillación hasta la búsqueda de información sobre el funcionamiento de las entidades judías, sobre sus características ideológicas o inquisitivos interrogatorios sobre figuras de la cultura judía o figuras judías de la cultura mundial. 

Hemos dividido a este "tratamiento especial" en sus diversos tipos, a los fines de ilustrar con mayor claridad las prácticas involucradas: 

a) Acciones antisemitas en el momento del secuestro o detención; 

b) Formas específicas de tortura y humillación a judíos durante su permanencia en los campos de concentración; 

c) Utilización de lenguaje, fraseología o simbología nazi; 

d) Interrogatorios "especiales" a judíos. 

e) Apoderamiento ilícito de bienes: extorsión 


Para ilustrar cada una de estas situaciones, hemos seleccionado algunos párrafos de testimonios de sobrevivientes de estas prácticas, que describen el carácter de cada una de las modalidades de este "tratamiento especial". 

  
 


a) Acciones antisemitas en el momento del secuestro o detención
 

En las denuncias presentadas por Gregorio Lerner ante diversos organismos de derechos humanos se sostiene que el 17 de marzo de 1977 fue asesinado Mario Lerner, hijo del denunciante, durante un "procedimiento de fuerzas conjuntas". La denuncia aclara que "entraron en el departamento, donde se quedaron una hora tomando whisky y entreteniéndose tirando los libros de la biblioteca al suelo, perforándolos con una cantidad de balas. Y ‘casualmente’ todos estaban en idish". (Véase Documento 4, Anexo I) 

En el testimonio de Juana Meller de Pargament se sostiene que el 10 de noviembre de 1976, ingresaron a su vivienda nueve hombres fuertemente armados y vestidos de civil. Afirma la denunciante que estos sujetos "robaron cuanto de valor encontraron" y que "al encontrar dos pasaportes de alguien que había ido a Israel, preguntaron si había alguien que era judío y como se les respondió afirmativamente, pues golpearon terriblemente a mi hijo diciendo que aquí hay judíos y así se lo llevaron". (Véase Documento 5, Anexo I) 

En el testimonio presentado por Carmen Elina Aguiar de Lapacó sobre el secuestro de Alejandra Lapacó se sostiene que "alrededor de las 23.30 horas del 16 de marzo de 1977 se presentaron en mi domicilio un grupo de doce hombres fuertemente armados". Afirma que "respecto a mi biblioteca hicieron hincapié en que teníamos libros de demasiados autores judíos y que en mi índice telefónico figuraban apellidos judíos. Yo les expliqué que eran parientes de mi marido, ya que él era de ascendencia judía. A partir de ese momento, nos trataron peor, sobre todo a mi hija, a la que trataban de judía, agregando insultos". (Véase Documento 6, Anexo I) 

En una de las entrevistas sostenidas en el Centro de Estudios Sociales de D.A.I.A., se relata que "ahí un tipo se pone a mirar la biblioteca y dice 'merá, merá, la historia de los judíos de Scholem Asch’, acentuando la burla en la pronunciación y posteriormente, le dice a otro ‘mirá, ¿mirá si incendiamos la casa? ¿Qué te parece? Dos judíos menos…". 
 
 


b) Formas específicas de tortura y humillación a judíos,
durante la permanencia en los campos de concentración
 

A las condiciones particulares de detención, se sumó un ensañamiento especial durante las sesiones de tortura, situación que fue denunciada ya exhaustivamente en el NUNCA MAS, la publicación realizada por la CO.NA.DEP. (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), en el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA y en muchos otros informes producidos por organizaciones nacionales e internacionales. 

Por ejemplo, en la página 74 del NUNCA MAS, Daniel Eduardo Fernández (Legajo Nº 1131) declara que "contra los judíos se aplicaba todo tipo de torturas pero en especial una sumamente sádica y cruel: el ‘rectoscopio’, que consistía en un tubo que se introducía en el ano de las víctimas, o en la vagina de las mujeres, y dentro del tubo se largaba una rata. El roedor buscaba la salida y trataba de meterse mordiendo los órganos internos de la víctima". (Véase Documento 1, Anexo I) 

En la página 75, Pedro Miguel Vanrell (Legajo Nº 1132) declara que "los represores se reían y les sacaban la ropa a los prisioneros y les pintaban en las espaldas cruces svásticas con pintura en aerosol. Después los demás detenidos los veían en las duchas, oportunidad en que los guardias - identificándolos- volvían a golpearlos y maltratarlos". (Véase Documento 1, Anexo I) 

Cristina Navarro atestigua también sobre la situación de Ernesto Scerszewicz, relatando que la guardia que llevaba a cabo un represor conocido como "El Zorro", "tenía predilección clara en golpear a todos los detenidos de apellido hebreo. Un caso claro es el de un hombre, Ernesto Scerszewicz, al que hostigaba continuamente por puro placer diciéndole: ‘judío de m...´ y pegándole" 

Otra víctima de este tipo de tratamiento fue José Siderman. En un informe de la ADL (Anti-Defamation League), se sostiene que "durante las torturas, era llamado constantemente ‘judío bastardo’ y ‘judío de mierda’"y que "le dijeron que lo iban a matar porque era judío". (Véase Documento 7, Anexo I). Siderman fue víctima también de las prácticas de extorsión ya que, liberado, huyó a los EE.UU., aunque sus bienes, al igual que los de centenares de víctimas, fueron ilegalmente apropiados por funcionarios de la dictadura militar. Acciones legales iniciadas en los EE.UU. permitieron que, en 1996, la República Argentina llegara a un acuerdo extra-judicial para resarcirlo por daños y perjuicios, con una suma cercana a los seis millones de dólares. 

Muchos otros testimonios, entre ellos el de Jacobo Timerman y el de Pedro Miguel Vanrell, dan cuenta del objetivo deshumanizante de los represores, con su insistencia en hacer que los prisioneros judíos imitaran el comportamiento de un perro, obligándolos a desplazarse en cuatro patas, a imitar los ladridos del animal, etc. Es llamativa la semejanza entre estas prácticas y las insistentes vejaciones realizadas por el nazismo sobre el cuerpo de judíos y gitanos, en una frenética obsesión por demostrar un supuesto carácter sub-humano de sus víctimas. 
 
 


c) Utilización de lenguaje, fraseología o simbología nazi
 

Otro de los elementos presentes en los testimonios es la utilización, tanto en los operativos de detención como en los campos de concentración, de fraseología y simbología nazi. Las publicaciones de Amnesty International explicitan la presencia de svásticas como emblema de identificación de las fuerzas represivas (tanto en los operativos de detención como en los campos de concentración), la presencia de cuadros de Hitler en algunas salas de tortura o la pintura de svásticas con aerosol en los cuerpos de los detenidos. Alejandra Ungaro relata ante la CO.NA.DEP. que, luego de ser golpeada, "me pintaron el cuerpo con svásticas en marcador muy fuerte". 

En los testimonios de Alicia Portnoy y Pedro Kreplak ante la ADL, queda explicitada también la utilización de fraseología nazi sobre el destino de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. (Véase Documento 7, Anexo I) 

El testimonio de Barrera y Ferrando ante CO.NA.DEP. afirma que en el "Atlético" se hacía gritar a los prisioneros "Heil Hitler" y se pasaban grabaciones de discursos de líderes nazis durante la noche. (Véase Documento 1, Anexo I) 

En el testimonio de Perla Wainstein, se afirma que a su esposo "quisieron grabarle una cruz gamada en la calvicie", pero que, por el forcejeo, "sólo pudieron hacerlo parcialmente". 

En el secuestro de Mario Sergio Clar y su hijo, Sergio Andrés Clar, producido el 24 de mayo de 1978 en el domicilio de este último, las fuerzas de seguridad ingresaron a la vivienda, manifestando que "eran nazis". 

Jacobo Timerman relata en su libro que: "Cuando llevaban a un preso judío, las bromas se referían a las cámaras de gas, Auschwitz, ‘le mostraremos a los nazis cómo se hacen las cosas’". (Véase Anexo I, Documento 3) 

En el testimonio relatado por Graciela Trotta ante la CO.NA.DEP. se afirma la particular saña de los represores de El Olimpo (en este caso, uno apodado "El Turco Julián", quien luego fue identificado como Héctor Julio Simón) con los detenidos judíos y la utilización, por parte de este genocida, de una "cadenita con una svástica". Esta situación fue ratificada también por otros testimonios de sobrevivientes del campo de concentración "El Olimpo". 

En el testimonio brindado por Peregrino Fernández (oficial de la Policía Federal y miembro del grupo de colaboradores de Harguindeguy, Ministro del Interior) ante la CO.NA.DEP. se resume parte de la institucionalización de este accionar, cuando el denunciante afirma que "Villar y Veyra (oficiales de Policía Federal) cumplían las funciones de ideólogos: indicaban literatura y comentaban obras de Adolfo Hitler y otros autores nazis y fascistas". (Véase Documento 1, Anexo I) 

Queda claro, entonces, que no se trataba de un "exceso" particular de algún represor, sino de una concepción y una práctica institucionalizadas dentro de las fuerzas de seguridad actuantes en aquellos años. 
 
 


d) Interrogatorios "especiales" a judíos
 

Por último, también es denunciada en muchos testimonios una operatoria institucional que consistía en los interrogatorios especiales a judíos, buscando obtener datos sobre supuestas "campañas" judías como el "Plan Andinia" (invención de Walter Beveraggi Allende, que imaginaba la existencia de un plan judío para ocupar la Patagonia argentina). Pero no sólo se referían a "planes imaginarios" sino que también, en el curso de estos interrogatorios, se buscaba obtener datos sobre los movimientos de las comunidades judías, características de sus edificios, personal que trabajaba en los mismos, horarios, corrientes ideológicas de cada institución. Las víctimas cuentan que los torturadores demostraban contar con un conocimiento sorprendentemente preciso sobre algunas de estas cuestiones, y que incluso algunos de ellos hablaban hebreo o idish. 

Dice, por ejemplo, Sergio Starlik que "en la tortura no sólo los interrogaban en relación a sus ideas políticas (a los prisioneros de origen judío), sino también acerca de lo referido a la colectividad judía en Argentina. Con estas informaciones confeccionaban archivos en donde incluían nombres y direcciones de ciudadanos de ese origen, planos de singagogas, clubes deportivos, etc.". Allí mismo declara que tenían cierta precisión, por ejemplo, sobre los movimientos de algunas organizaciones judías. 

Jacobo Timerman, en su libro "Preso sin nombre, celda sin número", destaca la obsesión de sus captores por conocer las características del "sionismo", sus discusiones ideológicas y las características de las instituciones judías en Argentina. Dice por ejemplo: "Pero en aquellos momentos de mi arresto, en 1977, el tema los obsesionaba. A veces, fuera del marco del interrogatorio formal, conversaban conmigo a través de la reja de la celda sobre los antecedentes del sionismo, Israel, tratando de acumular datos y tomando notas. Les aconsejé dirigirse a la Agencia Judía para obtener más información de la que yo podía suministrarles de memoria y en las condiciones físicas en que me hallaba. Pero dijeron que podía resultar muy comprometedor para ellos. Yo pensaba que había hecho una broma, pero el tema era demasiado serio en su opinión, y los tenía realmente obsesionados". (Véase Anexo I, Documento 3) 

Nora Strejilevich (en su testimonio ante la CO.NA.DEP.) afirma que "me preguntaban los nombres de las personas que iban a viajar a Israel conmigo (...) el interrogatorio lo centraron en cuestiones judías. Uno de ellos sabía hebreo, o al menos algunas palabras que utilizaba adecuadamente en la oración. Procuraba saber si había entrenamiento militar en los kibutz, pedían descripción física de los organizadores de los planes de estudio (...) descripción del edificio de la Agencia Judía (que conocía a la perfección), etc." (NUNCA MAS, pág. 73). 

Por su parte, Miriam Lewin de García relata que "En una oportunidad me preguntaron si entendía idish, contesté que no, que sólo sabía pocas palabras. No obstante me hicieron escuchar un cassette obtenido en la intervención de un teléfono (...) Con las informaciones obtenidas, confeccionaban archivos, donde incluían nombres y direcciones de ciudadanos de ese origen, planos de sinagogas, de clubes deportivos, de comercios, etc.". 

Esta información, reiterada por numerosos testimonios, deja en claro la existencia de un plan sistemático, dirigido a llevar a cabo tareas de inteligencia sobre las comunidades judías y sobre las personas de procedencia judía.  
 


e) Apoderamiento ilícito de bienes: extorsión
 

En el caso de la mayoría de los judíos, el "tratamiento especial" se vinculaba, por lo general, a la forma en que eran particularmente vejados durante las sesiones de tortura o a la continua alusión a las prácticas desarrolladas por el nazismo y al paralelo de esta situación con aquella. A diferencia de esto, apareció en el caso de los empresarios judíos una práctica ligada al "secuestro extorsivo". Los empresarios judíos eran incluidos en los operativos de secuestro con el fin de obligarlos a autoliquidar sus bienes, entregándolos a funcionarios ligados a la dictadura militar. En algunos casos, eran "liberados" a partir del desapoderamiento de bienes (fue así, por ejemplo, el caso de José Siderman y de Eduardo Saiegh). 

El caso de Eduardo Saiegh ilustra la modalidad de la operatoria. Saiegh fue detenido el 31 de octubre de 1980. Fue mantenido secuestrado durante una semana sin tener contacto con juez alguno. Durante dicha semana fue torturado, mientras se le exigía que confesara delitos económicos que justificaran la liquidación del Banco Latinoamericano, cuyo directorio integraba. Liberado una semana más tarde, el directorio que integraba fue presionado para solicitar "voluntariamente" la autoliquidación del Banco Latinoamericano, pero manteniendo como contragarantía los bienes patrimoniales de Eduardo Saiegh. 

Similar fue el caso de José Siderman quien, secuestrado el 24 de marzo de 1976 fue liberado en las afueras de Tucumán una semana después, con una nota en su bolsillo que le sugería abandonar el país. Una vez que hubo emigrado, sus propiedades fueron confiscadas y divididas por el Estado. 

Llama la atención la similitud ideológica de estas operatorias con las prácticas de "arianización" de la propiedad practicadas por el nazismo, en las que los propietarios judíos eran desposeídos de sus bienes porque, en palabras del nazismo, debían "pagar los gastos del traslado de sus congéneres a los campos de trabajo" (en verdad, se los obligaba a cubrir los gastos de su propia eliminación). 

 
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Estas diversas y complementarias ramificaciones antisemitas del proceso genocida instaurado en Argentina ratifican, por tanto, el nivel de institucionalización en el que se encontraban ancladas las prácticas discriminatorias antijudías y la percepción global del judío como "enemigo" y, por lo tanto, como "víctima especial". Por otra parte, desvela que, en gran parte de los cuadros operativos y dirigenciales de las fuerzas de seguridad operantes en este proceso genocida, el antisemitismo y el filo-nazismo se desarrollaban como una parte sustancial y relevante de su cosmovisión ideológica y de sus prácticas sociales concretas. De aquí también las similitudes entre ambas operatorias sociales. 

Queda claro, entonces que, si bien la figura del judío no era la figura central perseguida en aquel momento por los represores, constituía, sin duda alguna, una "víctima especial", particularmente expuesta al accionar represivo. 

 

 

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