Matar para robar, luchar para vivir
por Carlos del Frade
II Parte - Desaparecedores, Resistentes e Impunidades
Capítulo 16 - El Mundial, Chile y los negocios de Nicolaides
"A un general victorioso no se le cuestionan las batallas...".
Con esta frase, Galtieri, del brazo de César Luis Menotti, descendió la escalera
de la Bolsa de Comercio luego del triunfo de la selección argentina frente a
Perú por 6 a 0 en el Gigante de Arroyito. La dictadura estaba de fiesta: la
Argentina disputaría la final del Mundial contra Holanda y Galtieri, al mismo
tiempo, celebraba el rol protagónico de Rosario en las últimas semanas.
Rosario era su base de poder y no solamente de operaciones.
"De todo lo publicado acerca del Mundial me sigo quedando con el trabajo del
comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, general Galtieri... es lo más
realista, sensato y valioso... de modo que en medio de tanta confusión, el
domingo repetiremos sus tramos más orientadores", escribió Evaristo Monti el 26
de febrero de 1978.
Pero la sociedad Galtieri-Feced no podía continuar, por lo menos de manera
oficial y sobre la superficie, durante la disputa del Mundial.
Las atrocidades del jefe de la policía rosarina eran más conocidas que las
cometidas por el general.
"La guarnición militar, por mi intermedio, con todos sus integrantes, todos los
elementos a sus órdenes para la lucha contra la subversión, no podían dejar
pasar por alto esta circunstancia. Recuerdo los años 71, 72 y 73, eran épocas
difíciles. Usted cumplió ahí la primera etapa en la Regional Rosario. Epoca de
incomprensión, desconocimiento, inferioridad, pero de mucha responsabilidad. Ya
gestaba este comando, a las órdenes del teniente general Juan Carlos Sánchez, en
colaboración con su dependencia, la lucha contra la subversión. Llegó mayo del
73 y tuvo que abandonar su cargo. Viendo los asesinatos de civiles y de muchos
hombres de las fuerzas legales, policiales, de seguridad y del ejército. Rosario
es testigo y sus familias, padres, esposos, de lo alevoso de la situación, de la
actuación de esa banda de subversivos. Era la época en que llevábamos los
ataúdes de los camaradas apretando las mandíbulas. Donde cada uno de nosotros
sosteníamos el peso de los cadáveres y los llevábamos hasta la última morada;
atadas nuestras manos políticamente", se confesaba Galtieri.
"Pero cada asesinato, cada hora en la calle templaba aún más nuestro espíritu.
Creían poder derrotar al pueblo argentino. En mayo del 76 se liberan nuestras
manos atadas. Usted, al toque del clarín, se presentó nuevamente al puesto de
combate, un puesto de combate en primera fila al grito de ¡hay coraje!, donde se
muestra el temple de los varones. Poniendo el pecho en cada ataque. Comenzaron,
entonces, los reclamos por los derechos humanos, acá y en el extranjero,
reclamos que estuvieron ausentes en las decenas de asesinatos y de bombas
colocadas desde el 70 al 75. Usted ha contribuido, con las fuerzas policiales a
sus órdenes, a lograr casi el aniquilamiento militar de los adversarios. Sólo
quedan algunos elementos aislados, diezmados, incoherentes, también queda la
deuda del país", dijo el hombre que conoció a Feced, por lo menos oficialmente,
en octubre de 1969, luego del Segundo Rosariazo.
Galtieri siguió su discurso. "Para ello el gobierno de las Fuerzas Armadas ha
puesto en vigencia la legislación... Pero quede usted en absoluta tranquilidad,
señor comandante, al dejar su cargo, que las armas que usted empuñó, las
seguiremos empuñando, listos para combatir y disparar, para aquellos que aún
pretenden emplear la violencia de adentro en el exterior para atacar nuestra
nación. También quede tranquila su conciencia que hemos aprendido por la
experiencia de muchos años que la subversión cambia sus métodos periódicamente,
pero que no los dejaremos sorprendernos. El pueblo argentino y las fuerzas
armadas no tienen miedo de morir. Los irresponsables -que aún existen- deberán
comprender que este paso histórico emprendido por las fuerzas armadas es
definitivo para lograr una nueva Argentina y una nueva paz para los hijos que
nos sucedan. Los que así no lo entiendan que se queden en el extranjero. Acá no
tienen cabida", terminó su despedida.
Por aquellos días se abrieron las presentaciones para construir Yacyretá, que
ganaba la firma Decavial SA con el objetivo de levantar una villa permanente
adyacente a la ciudad de Ituzaingó, en la provincia de Corrientes, una de la
seis que estaban bajo el imperio de Galtieri. En Santa Fe, mientras tanto, la
firma Tecsa seguía ganando licitaciones para electrificar obras en San Javier,
Helvecia, Cayastá y Saladero Cabal.
"Este año va a ser un complemento de los dos anteriores, no sólo en la lucha
contra la subversión, sino también en los distintos ordenamientos del país.
Probablemente marque el término del corriente año una nueva fisonomía del
Proceso de Reorganización Nacional", dijo Galtieri previendo su ascenso
definitivo en la interna del partido militar.
"Con la victoria sobre la subversión, atacando lo que aún queda de sus
desgranadas raíces y vestigios, las fuerzas armadas y el pueblo argentino han
dado un paso importante en procura de los objetivos que anhela la nación. La
victoria sobre la subversión era el paso previo para despejar el camino que nos
llevará a lograr la grandeza del país. En síntesis, el ejército vive y convive
con la población. Late al mismo ritmo y, por lo tanto, a la par de fortalecer su
preparación como brazo armado de la nación, educando a sus cuadros y ciudadanos,
recientemente incorporados, contribuye dentro de sus posibilidades a atemperar
las necesidades existenciales colaborando con la acción de gobierno", remarcó en
una entrevista.
La Asociación Empresaria de Rosario, a propósito de los dos años del golpe,
expresaba su "beneplácito institucional" y sostenía que "el empresariado ha
comprendido que el actual no es un proceso más, sino más bien la única instancia
que la Argentina tiene para su futuro".
Al cumplirse seis años del asesinato del general Sánchez, el 10 de abril de
1978, Galtieri dijo que "estos son los héroes que permiten que un pueblo trabaje
y descanse tranquilo y confiado, porque sabe que bajo los pliegues de la
bandera, las fuerzas armadas, de seguridad y policiales sólo lo abandonarían
cuando deban dejar la vida. Cuando se cierra el último capítulo de lucha en la
tierra se abre el de la gloria y la grandeza".
Agregó que "estos sacrificios no fueron en vano. Estamos comprometidos en la
lucha hasta alcanzar la paz. Estos nombres grabados en bronce cumplieron su
misión. Nosotros continuaremos cumpliéndola. Dios está con nuestros héroes, que
el proteja a las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, que estas velarán
ahora y siempre por la patria y sus intereses vitales, con la firme convicción
de que jamás el grito de libertad dejará de oirse en nuestra bendita tierra",
remarcó el general.
La Papelera del Norte, en tanto, allá en Villa Ocampo, en el profundo norte
santafesino, pasaba también al capital privado. Fue adquirida por la firma
Albarracín SA, siendo el presidente del directorio Andrés Collado.
El 24 de abril llegó a Rosario el Almirante Cero, Emilio Eduardo Massera. Su
objetivo era acompañar al jefe de la Armada Boliviana, Gutemberg Barroso
Hurtado, a la toma de amarras de un buque de aquel país, el Libertador Simón
Bolívar, en la zona franca del puerto rosarino.
Galtieri sabía que Massera estaba, de paso, midiendo el potencial político del
general. Y ambos, en definitiva, apostaban a las curiosas relaciones que
mantenían con los militares bolivianos.
"El Mundial es de todos. En la calle y en la cancha, un gol de cordialidad. El
equipo es el país. Jugamos nuestro prestigio", decía una aviso en "La Capital",
auspiciado por la Junta Nacional de Granos. A mediados de mayo se inauguraba el
enlace del bulevar Avellaneda con el parque Alem, obra a cargo de la firma
Adjiman y Chegoriansky Ingenieros.
Galtieri aprovechó una vez más el Día del Periodista para hablar en términos
políticos: "Esta docencia que tan habitualmente, objetivamente, realizan los
señores periodistas es de un valor incalculable para lograr los objetivos que la
nación se ha impuesto para proyectarnos en el siglo XXI con una democracia
estable, fuerte y moderna, para que el hombre argentino se continúe
desarrollando en lo cultural, espiritual y en lo físico o material, con toda la
proyección que nuestra raza y nuestra tradición están imponiendo".
Cuando Kempes le metió los dos goles a Polonia en la cancha de Central, Videla,
según "La Capital", tuvo una "impresionante recepción del público". El 21 de
junio, luego del triunfo sobre Perú, el palco estaba ocupado por Videla,
Massera, Agosti, Harguindeguy, Martínez de Hoz, Liendo, Kissinger, Galtieri,
Desimoni, Cristiani, Viola, Bolatti y Lacoste.
En las tribunas, en tanto, la marcha oficial del Mundial era reinterpretada por
los habitantes anónimos: "25 millones de boludos, pagaremos el mundial...",
cantaban.
Antes de volver a Buenos Aires, los muchachos de la selección debieron soportar
la despedida de Galtieri, que aprovechó para sacarse algunas fotos,
especialmente con Kempes y Menotti.
Después del campeonato, Monti le volvió a ofrecer a Galtieri la popular columna
futbolera en el diario "La Capital" para que el general hablara de sus proyectos
políticos.
El periodista introdujo la lectura del artículo marcando que "la institución
Ejército tuvo mucho que ver con este éxito aportando hombres para puestos clave,
brindando logística, apoyo y garantizando la seguridad".
"En primer lugar, las fuerzas armadas deciden, al hacerse cargo del gobierno,
ratificar el Mundial. Lucimos en la Argentina capacidad de ejecución para lograr
ese objetivo, pero además altas dosis de imaginación, creatividad e
inteligencia, características que los argentinos debemos reconocernos y
valorar", respondió Galtieri.
Para el militar, "este Mundial despertó alegrías y sentimientos de hermandad
volcados en las calles realizadas en el clima de orden y seguridad que le
sirvieron de marco. Así pudo exteriorizarse en un ambiente distinguido por la
corrección de los festejos. Un indicio de que estamos transitando el camino que
nos conduce a la paz tan anhelada, para la cual fue preciso librar una lucha de
la que el país fue testigo. Cupo una gran responsabilidad a las fuerzas armadas,
anulando la acción corrosiva de las bandas subversivas".
A la hora de congraciarse con los rosarinos dijo que "en las instancias
decisivas le cupo a Rosario captar la expectativa por la selección
coincidentemente con la celebración del Día de la Bandera". Y fue entonces que
Galtieri expresó su sueño individual al decir: "Yo diría que consagraba a los
ojos del mundo la unidad cívico militar, ratificando una vez más el destino
compartido de los argentinos".
Después, en tono de sociología barata, Galtieri señaló: "El éxito deportivo
sirvió para canalizar emociones y sentimientos que estaban adormecidos,
recobrando el orgullo de sentirnos argentinos, de individualizarnos e
identificarnos como tales ante el mundo. En ese proceso de recuperación moral,
el pueblo extendió también su reconocimiento hacia quienes supieron conducir a
buen destino un compromiso de cuyo éxito algunos descreían. Esto no es un hecho
aislado, marca una nueva etapa en la vida nacional, ratificada con la adhesión
demostrada al presidente en sus presentaciones ante el público. Esto marca una
unidad de pueblo y gobierno, desmintiendo la falsa disociación que se promovió
desde el exterior".
Repitió su tono mesiánico al decir que convocaba a la población a meditar sobre
el destino de la patria porque "hay un destino superior reservado a la nación
Argentina".
El 19 de julio Videla regresó a Rosario para despedirse como jefe del Ejército
del Segundo Cuerpo. "Pero si es rica la historia mediata, no menos rica es la
historia inmediata protagonizada por los efectivos de este Segundo Cuerpo.
Cuando la agresión del terrorismo subversivo se insinuaba sobre la república fue
justamente desde este comando de cuerpo que voces claras, con visión de futuro,
con valentía, alertaron sobre esa amenaza. No fue casual que en la persona de
quien a la sazón fuera el comandante de este Segundo Cuerpo, la subversión se
cobrara en la persona del teniente general Juan Carlos Sánchez la primera
víctima", dijo el presidente de la Junta.
Galtieri confirmaría esta visión política de Videla. No sería casualidad que
tampoco él, como Viola, Martínez de Hoz y Antonio Caggiano fueran primero
poderosos en la región del Gran Rosario para luego, como síntesis de los años
sesenta y setenta, pasar a ser figuras de primer orden a nivel nacional.
El 20 de octubre, el Comando del Segundo Cuerpo emitió un comunicado por el que
"desea poner especial énfasis en alertar a los padres para que no descuiden a
sus hijos, por cuanto el peligro de la captación de jóvenes por parte de las
bandas terroristas sigue vigente. Para ello se valdrán de hábiles subterfugios,
aprovechando sus buenos sentimientos e ignorancia, para captarlos
insidiosamente. Logrado esto se operaría en los jóvenes una deformación que los
inducirá a participar en la delincuencia terrorista, buscando la destrucción de
la sociedad y, con ello, la de su propia vida".
A fines de noviembre, Monti repetía elogios sobre Galtieri: "En política no hay
ni cara ni ceca, me dijo el general Galtieri, y es la más inteligente síntesis
que he escuchado. Como además me propuso que le mandara discutir con él a quien
no lo piensa así, opto por difundirlo unas cuantas semanas después de habérmelo
confiado".
"Esta es sólo una semilla. Pero es la vez todo un símbolo. En estas aulas donde
ayer se agraviaban nuestros símbolos, donde en las leyendas de sus muros
anidaban el rencor y el odio, hoy lucen enhiestos y orgullosos los símbolos más
caros de nuestra nacionalidad, de nuestras tradiciones, de nuestra historia",
dijo el coronel Roberto Villa al inaugurar el aula "Ejército Argentino", en la
escuela superior de psicología, en Rosario, y luego fue aplaudido por Galtieri.
En esos días de diciembre, Videla inauguró en Acindar una planta para la
producción de aceros semielaborados, mientras que la mayoría de los delegados y
dirigentes gremiales se encontraban secuestrados y muchos de ellos ya eran
desaparecidos.
"Brindo por ustedes periodistas por la contribución para el esclarecimiento de
la lucha contra el terrorismo, lo que permitió mantener adecuadamente informada
a la ciudadanía", les dijo el general en el que sería el último encuentro de fin
de año con los cronistas rosarinos.
Fue el año en que debió cerrar su laboratorio político, la “Quinta de Funes”.
Se la llamó la “Operación México”.
Fue el 13 de enero de 1978.
Desde el Aeropuerto de Fisherton, en Rosario, el general Leopoldo Fortunato
Galtieri subió al avión presidencial "Tango 01" con destino a la Capital
Federal. Frente a Jorge Rafael Videla y Eduardo Viola, explicó la "Operación
México".
Cuenta Miguel Bonasso en su imprescindible "Recuerdo de la Muerte" que el sábado
14 de enero de 1978, a las 12, aproximadamente, "el grupo compuesto por tres
miembros de la inteligencia militar (Sebastián, Daniel y Barba) y dos
prisioneros (Tulio Valenzuela y Carlos Laluf), emprenden la partida desde la
quinta de Funes. Valenzuela lleva el mismo documento falto que tenía en el
momemnto de la caída, a nombre de Jorge Raúl Cattone. El mayor Sebastián pasa a
ser el señor Ferrer. Barba es ahora Caravetta y Nacho Laluf se llama Miguel
Vila. Los documentos falsos de estos últimos han sido confeccionados en Funes,
utilizando el servicio de documentación que tenía la Columna Rosario de la
Organización Montoneros".
Valenzuela había convencido a Galtieri para que lo enviara a México con la
supuesta intención de infiltrar al Movimiento Peronista Montoneros en el exilio
y así permitir el asesinato de los principales dirigentes. Quedaban en Funes
nada menos que su compañera, Raquel Negro, embarazada de seis meses, y su hijo,
Sebastián, de un año y medio.
"...Ellos son los rehenes. Yo fui amenazado de que serían inmediatamente
ejecutados, si la misión de infiltración que yo iba a cumplir acá fracasaba o se
producía algún hecho como éste...Mi compañera manifestó que ella estaba
totalmente dispuesta a quedar en el país como rehén, para morir, para salvar
algo que era mucho más trascendente que nuestras propias vidas, para llegar acá
y poder informarle a nuestro partido y al mundo de los planes de la dictadura y
hacer un esfuerzo por desbaratarlos", dijo Tucho Valenzuela en aquella
conferencia de prensa del 18 de enero de 1978.
Agregó que "mi compañera, un hijo por nacer y mi otro hijo, están en manos, en
este momento, del general Galtieri. Yo responsabilizo por sus vidas y por su
integridad física a Videla, al general Viola, al general Martínez, que era el
cerebro de esta operación, y al general Galtieri, que la tienen en una quinta de
Funes, en las afueras de Rosario...".
El 19 de enero, las autoridades mexicanas reclamaron ante las autoridades
argentinas la violación de su soberanía por este grupo de tareas. Un día
después, en el diario mexicano "Unomasuno", se publicaron las declaraciones
telefónicas de Galtieri: "yo no tengo control de mis agentes fuera del país".
(Del testimonio de Jaime Dri).
"...Aproximadamente para el 28 de diciembre fue trasladado a la ciudad de
Rosario, provincia de Santa Fe, con jurisdicción del Segundo Cuerpo de Ejército
que comandaba el general Leopoldo Fortunato Galtieri y el segundo era el General
Jáuregui. Ahí estuvo detenido en la Quinta de Funes, llamada por ellos la
Ponderosa, que era una residencia con césped, plantas de pino y pileta. El
teléfono que a esa fecha tenía la residencia era el número 93200. Ahí permaneció
detenido aproximadamente hasta el día dieciocho de enero, junto a los siguientes
prisioneros: Pedro Retamar; Carlos Capella y su esposa apodada "Gringa"; Tosetti,
apodado "Leopoldo" y su esposa apodada "Flaca"; Carlos Laluf y su esposa apodada
"Nacha"; Juan Dusek, oriundo de Santa Fe; el "Pipa" (cordobés); Novillo, apodado
"Ignacio" (santafesino), de Venado Tuerto; María Raquel Negro, santafesina;
Tulio Valenzuela (sanjuanino); Reyna Lloveras (cordobesa); el cabezón Toniolli
(de Rosario) y dos personas apodadas "Soledad" y "Leticia" (santafesinas). En
ese mismo lugar tuvo oportunidad de conocer personalmente en una visita que hizo
a ese centro de detención clandestina al general Fortunato Galtieri, al Jefe de
Servicio de Inteligencia, apodado "Coco", al jefe de la base "Mayor Jorge", al
jefe de operaciones "Capitán Sebastián", al segundo jefe (Teniente Daniel), al
médico con grado de capitán apodado "El Tordo", a un jefe de guardia el teniente
apodado Juan, al capitán Emilio (correntino), Sergio I (procedente de
Aeronáutica), Sergio II (policía de la provincia de Santa Fe y militante de la
CNU), Carlitos (en esa fecha se casaba con una señorita de origen turco), el
tucu, Torres (policía de la provincia de Santa Fe), Armando o Cráneo (posible
médico dental), Barba o Bueno (interrogador). Asimismo en una oportunidad según
le manifestaron otros prisioneros y el propio personal militar fue interrogado
por el general Jauregui quien lo amenazó de muerte...".
La casa fue alquilada como lugar de descanso, de parte de los militares
rosarinos, a la familia Fedele, aproximadamente en octubre de 1977.
Quien estaba a cargo de la misma era el teniente Daniel Amelong, hijo de un jefe
de personal de la empresa Acindar. Recibía órdenes de otros militares, Fariña y
Guerrieri, por entonces segundo en Inteligencia.
La Quinta estaba ubicada en San José y Ruta 9.
Ya existía otra casa que funcionaba como centro clandestino de detención, cerca
de la estación de YPF, y a pocos metros de las vías del ferrocarril.
Según Alicia Gutiérrez y Cecilia Nazábal, por allí pasaron "Pedro Retamar, "el
tío";Estela Hilbrand de Del Rosso; Jorge Novillo, "Ignacio"; Carlos Laluf,
"Nacho"; Marta María Forestello, "Lala"; Miguel Angel Tossetti, "Leopoldo";
Fernando Dante Dussex, "Juan" --esposo de Cecilia--; Liliana Nahs de Bruzzone;
Eduardo Toniolli; Raquel Negro; Oscar Daniel "Foca" Capella; Ana María Gurmendi,
"la Gringa"; Rena Lloveras; Tere; Pipa y Juana".
Desde allí, Cecilia recibió algunas postales hechas con cartulina de parte de su
compañero Fernando.
Le regalaba dibujos a su hijo y a su mujer.
"No esperes a poder lanzar tu luz a lo lejos...alegra e ilumina el rincón donde
vives". A ella le decía Bori y al pibe de los dos, Borosito.
"...Siento tristeza por no poder estar juntos, pero a la vez tengo una tremenda
alegría. Por muchas cosas. Porque con vos está Borosito. Porque a pesar de la
distancia y la comunicación a medias vamos a estar más juntos que nunca. Porque
hace dos años y días empezamos una nueva vida los dos. Que nos permitió crecer,
vivir, aprender un montón de cosas hermosas. Que tuvo accidentes pero siempre
estuvimos listos para seguir adelante. Y esto de hoy es un accidente que tal vez
no lo preveíamos. Algo que nos va a costar superar pero del cual, estoy seguro,
saldremos airosos..."
Los fusilaron.
Envolvieron sus cuerpos en frazadas y lo llevaron a un avión para tirarlos,
presumiblemente, en la bahía de Samborombón según le dijo el Tucu Constanzo a
los periodistas Reynaldo Sietecasse y Raúl Acosta.
Aunque después lo negaría.
Cecilia y Alicia siguieron con vida.
Alicia cruzó las sierras para escaparse de los proveedores de la muerte. Habían
discutido si convenía o no tener hijos. Si cuando se tuvieran, se quedaban en la
Argentina o se enviaban a Cuba.
Sentían que si ganaban un poco más de dinero que un obrero, el resto debía
socializarse. Eran montoneros, solidarios, jugados y después del 24 de marzo,
mal informados.
Trabajaban en las villas y sus amigas prostitutas también hacían política para
lograr el socialismo nacional, como recordaron de Mary.
Cecilia gambeteó a una patota saliendo por el costado de ellos cuando llegaron a
la pensión.
Sobrevivieron.
Hasta le hicieron crecer la culpa de estar vivos.
Increíble y perversa mutilación entre las víctimas.
Sus pibes crecieron y hoy están en HIJOS.
Eduardo Toniolli ahora será papá pero no podrá mostrarle la cintura cósmica que
el Paraná le dibuja a Rosario.
Vive en otra provincia como consecuencia de las amenazas y atentados recibidos
por seguir buscando justicia contra los desaparecedores de su padre.
Zazpe y el Beagle
-Veo una lucecita al final del túnel...-dijo el cardenal Antonio Samoré.
Era el enviado especial del entonces flamante papa Juan Pablo II para lograr
frenar la guerra entre las dictaduras militares de Jorge Videla y la chilena de
Augusto Pinochet.
El 8 de enero de 1979, en el Palacio Taranco de Montevideo, los cancilleres
argentino y chileno, Carlos Washington Pastor y Hernán Cubillos, estampaban su
firma en el Acta de Montevideo por el que ambos países pedían la gestión del
Papa para zanjar sus diferencias en el Canal de Beagle por las islas Picton,
Lennox y Nueva.
Junto a ellos firmó Samoré, un cardenal de 72 años, que estaba a cargo de los
Archivos y Biblioteca del Vaticano.
También el gobierno de James Carter percibió con certeza el camino irreversible
que seguían Argentina y Chile hacia el conflicto armado.
El embajador estadounidense en Santiago, George Walter Landau; el embajador en
Buenos Aires, Raúl Castro (que tuvo como aliado al nuncio apostólico, cardenal
Pío Laghi), y el representante de Carter en la Santa Sede, Robert Wagner, junto
al titular de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, Robert
Pastor, llevaron a Videla y a Pinochet el deseo de Carter: había que evitar la
guerra. Y al canciller del Papa, Agostino Casaroli, un ruego especial: la
Iglesia debía ser mediadora.
En mayo de 1977, el laudo arbitral de Inglaterra otorgó a Chile la soberanía
sobre las tres islas. Argentina desconoció el fallo en enero del año siguiente y
desde entonces desató una escalada militar que le fue correspondida con regodeo
del otro lado de los Andes.
Durante todo 1977 y buena parte del 78, el papa Paulo VI se había mostrado
reticente a intervenir. Cuando el Papa murió el 6 de agosto, los mensajes de
advertencia sobre la guerra inminente llegaron a su sucesor, Juan Pablo I. Pero
Albino Luciani murió un mes después y el 16 de octubre fue reemplazado por el
polaco Karol Wojtyla.
El enfrentamiento armado entre los dos países parecía inevitable.
Argentina tenía pensado atacar a Chile el 22 de diciembre. Pero a las doce de
ese día en Roma, las 8 en Argentina y las 7 en Chile, Juan Pablo II anunció el
envío de un representante personal para que buscara en su nombre "las
posibilidades de una honorable composición pacífica de la controversia".
El gobierno argentino se tomó hasta las seis y media de la tarde para aceptar
dar marcha atrás con la guerra. Pero la orden llegó a la frontera a la noche,
cuando algunas unidades militares habían invadido ya varios kilómetros de
territorio chileno.
El 26 de diciembre Samoré llegó a Buenos Aires. En quince días, junto a su
secretario, el español Faustino Sáinz Muñoz, se entrevistó tres veces con
Pinochet, cinco con Videla, usó la persuasión y los gritos, ofició misas,
atendió a la prensa y se refugió en el calor intuitivo de la gente que lo
vivaba, en Buenos Aires y en Santiago.
El cardenal murió cinco años después, el 4 de febrero de 1983.
En Santa Fe esta parte de la historia también tuvo como protagonista a otro
sacerdote, el arzobispo Vicente Zazpe.
El dirigente cristiano Agustín Santiso que llegó a presidir el todavía estatal
Banco Provincial de Santa Fe narró esta experiencia antes de morir.
Se trata de uno de los aspectos menos difundido de la lucha de Zazpe contra la
dictadura.
“En aquel entonces nosotros no distinguíamos mucho de la información oficial de
la veraz con respecto a la situación entre Chile y la Argentina. Integrábamos
movimientos cooperativos, netamente pacifistas que descartan la guerra y la
muerte. Buscábamos evitar de cualquier manera la guerra. Porque paulatinamente
nos llevaban hacia eso. Entonces dirigentes cooperativos fuimos a entrevistarlos
a Zazpe con quien teníamos habituales reuniones donde llevábamos nuestros
problemas y él apoyaba nuestros reclamos especialmente sobre créditos”, comenzó
relatando Agustín Santiso.
El entonces arzobispo santafesino le pidió ayuda “para desalentar el espíritu de
guerra que se estaba creando en el país y para el cual la prensa jugaba un papel
importante y la secretaría de prensa de la presidencia era la que comandaba la
información”.
Les dijo que había un “nudo ferrourbanístico que pasaba por acá en la provincia
de Santa Fe, cerca de Santa Teresa” y “en el cual iban a converger pertrechos
que iban hacia el sur y que estaban anticipando lo que iba a pasar. Era la
logística de las Fuerzas Armadas que estaban creando las condiciones para la
guerra. Fuimos hasta ahí para comprobar lo que estaba pasando. Nos encontramos
con trenes que llevaban unos soldados y otros llevaban cajones de muertos”,
apuntó Santiso.
Entonces allí con la prensa cooperativa los dirigentes convocados por Zazpe
empezaron “a despertar a la gente” y le mostraron que “los comerciantes de la
guerra estaban trabajando para que se entrara en ese conflicto bélico”.
Zazpe les dio su teléfono directo y pidió que no lo usaran si no era cuestión de
vida o muerte.
“El tenía la verdadera información y por eso luchaba y trataba de poner las
cosas en su lugar. Nos alentó mucho en trabajar por la democratización del país.
Estaba trabajando para la paz. El decía que la guerra no iba a solucionar nada
sino que lo único que se iba a conseguir era que los dos países perdiéramos la
independencia y la paz. Y sostenía que la Patagonia podía quedar en manos de
cualquier potencia extranjera, como Inglaterra o China que esperaban la guerra
entre los dos países”, remarcó Santiso.
Aquella denuncia de Zazpe también sirvió para frenar el impulso guerrero del
terrorismo de estado.
El arzobispado santafesino era cada vez peor mirado por los proveedores de la
muerte.
Palermo
Era el año del gran salto.
Lo que había comenzado a imaginar cuando por primera vez llegó al entonces
corazón del poder económico industrial del país, el Gran Rosario, a fines de los
años sesenta.
Luciano Benjamín Menéndez se hizo cargo del Tercer Cuerpo de Ejército con sede
en Córdoba y Antonio Domingo Bussi asumiría como director de Gendarmería. Suárez
Mason se encargaría de la jefatura del Estado Mayor del Ejército y él, Leopoldo
Fortunato Galtieri, comandaría el Primer Cuerpo de Ejército.
El escalón anterior a la presidencia.
"La hospitalidad y el afecto recibido, fruto del cual son la innumerable
cantidad de amigos, hace que esta permanencia en la Cuna de la Bandera conserve
para mí recuerdos imborrables", comenzó diciendo en su despedida del 29 de enero
de 1979.
Destacó "el espíritu solidario de sus hombres, que han dado el impulso necesario
para convertirla en una ciudad pujante, proyectándola a los primeros planos del
nivel nacional. En ella me ha tocado vivir días muy intensos, llenos de
patriotismo, y siempre me he sentido acompañado por esta ciudad que tan
laboriosamente construye su destino de grandeza junto a la nación toda. Durante
la permanencia en mi función de comandante de este glorioso cuerpo, el país ha
debido atravesar circunstancias muy significativas. En cada uno de esos
momentos, el pueblo de Rosario se ha manifestado siempre presente adhiriendo y
colaborando, ya sea en la lucha contra el terrorismo apátrida, o solidarizándose
con sus soldados cuando la patria requería resguardar su soberanía en la zona
austral. No puedo hablar de despedida, por cuanto los vínculos que me unen a
esta ciudad, que ya la siento tan cerca de mí, son tales que habrán de perdurar
a lo largo de mi vida", impostó.
"Son mis deseos que Rosario siga con la pujanza y con el entusiasmo con que la
conocí. Manteniéndose como ejemplo de la comunión cívico militar, espíritu que
se renueva anualmente con el júbilo del 20 de junio. Mi saludo a todas las
instituciones, fuerzas vivas, a los hombres y mujeres que desde su quehacer
específico edifican la grandeza de la nación, a los jóvenes que estudiando o
trabajando, creativa y tesoneramente, construyen el futuro del país. A todos
ellos vayan mis mejores deseos de progreso y ventura personal", se despidió el
general.
El primero de febrero de 1979, de la mano del entonces presidente de la Junta
Militar, Eduardo Viola, también ex titular del Segundo Cuerpo de Ejército, el
hombre nacido en Caseros asumió como comandante del Primer Cuerpo.
"Estoy totalmente convencido que el ejercicio del mando es la plena satisfacción
de un soldado. En mis treinta y seis años de servicio he tenido esa enorme
satisfacción en reiteradas oportunidades y no obstante ello, hoy, en este
momento, una gran emoción me embarga el espíritu al ver en esta plaza de armas
de Palermo sintetizada la historia del Ejército Argentino, en estas unidades que
están formando y que orgánicamente le pertenecen, con sus gloriosas banderas
cargadas de medallas, logradas en combates en la formación del país, allá cuando
la patria nacía con el sol de mayo, cuando nuestras viejas generaciones
construyeron palmo a palmo el país, asegurando nuestras fronteras, y dando nada
más y nada menos que la libertad a los pueblos hermanos, no puedo menos que
emocionarme al asumir esta tremenda responsabilidad", sostuvo.
Y luego comenzó a enunciar el alcance político de su nueva gestión,
supuestamente militar.
"Responsabilidad de mantener el prestigio del Ejército, de este cuerpo de
Ejército, en esta jurisdicción donde habitan 12 millones de habitantes, la mitad
de la población de la Argentina, a la que tenemos la obligación de dar seguridad
para su trabajo fecundo. Cuerpo de Ejército que le ha caído la responsabilidad,
junto con el resto del Ejército y de las fuerzas en la lucha contra el
terrorismo. Que la ha cumplido brillantemente y ha derrotado al adversario. Que
nuestras armas están bendecidas por la sangre de nuestros mártires caídos y
están endurecidas en la lucha del Ejército de hoy... No titubear en el
cumplimiento de la misión asignada: el exterminio de la delincuencia terrorista
demencial y el apoyo al Proceso de Reorganización Nacional", reivindicó
Galtieri.
La cuestión chilena
Diciembre de 1979.
El Comando de Ingenieros del Ejército realizó la primera compra de materiales
para la construcción. Sin embargo serán caratulados como “de guerra”. No hubo
licitación pública internacional alguna.
Aquella primera adquisición fueron paneles y estructuras por 35 mil metros
cuadrados cotizados a 490 dólares por metro cuadrado. Sumaban 17 mil dólares
pagados por el estado argentino.
La empresa vendedora era la firma “Corat Corporation”.
En algún momento previo a la ejecución de la venta, otra firma estadounidense,
“Panel Fab” había ofrecido los mismos paneles a 320 dólares el metro cuadrado.
No se tuvo en cuenta.
En febrero de 1981 se pagaron 8 millones de dólares a razón de 500 el metro
cuadrado.
De acuerdo al dictamen de la Fiscalía: “estas operaciones habrían dejado al
grupo intermediario jugosas utilidades de alrededor de los 10 millones de
dólares”.
El Ejército Argentino contestó que el material fue comprado en los Estados
Unidos con imputación a la cuenta especial secreta 764 del Comando de Ingenieros
del Ejército Argentino en cumplimiento de las leyes 48.302/69 y Decreto ley
176/81 de carácter secreto.
“Toda la documentación requerida…en virtud de la resolución emanada del entonces
Comandante en Jefe del Ejército de fecha 5 de diciembre de 1983 de acuerdo al
Boletín Reservado del Ejército 4853 del 14 de diciembre de 1979 fue incinerada”,
dice el expediente de la Fiscalía.
La respuesta del Ejército fue que aquellos materiales se destinaron a la
construcción de viviendas, cuadras de tropas, cocinas -comedor, depósitos,
enfermerías en unidades de combate ubicadas en distintas localidades argentinas.
Según Molinas “es obvio que el entonces Comandante en Jefe del Ejército asumió
plena y absoluta responsabilidad, no solo por la destrucción de toda la
documentación interna probatoria de la operación de compra, sino que -además- y
expresamente -así lo señala- los funcionarios intervinientes en la misma
cumplieron plenamente con las funciones encomendadas. A tal punto fue así que el
propio general Nicolaides corrobora su cumplimiento a través de los fundamentos
de su medida, expresando que ha estado permanentemente informado de ello,
realizando comprobaciones a través del personal militar delegado y siendo las
erogaciones efectuadas por órdenes impartidas en forma personal”.
Extrañaba que el descargo se basara en las disposiciones del Boletín Reservado
de Ejército 4647 que preveía el empleo de los fondos de carácter secreto para
las operaciones antisubversivas. Es decir que los materiales para la
construcción de galpones, barracas y cocinas tenía como fin operaciones
antisubversivas. No fue así.
Hasta el propio Nicolaides afirmó que esos materiales se compraron en relación
“al conflicto existente en ese momento con la República de Chile”.
Pero esa documentación no era secreta, sino administrativa.
De tal forma Nicolaides produjo un delito de falsedad impropia por supresión o
destrucción de documentación pública.
Las “empresas”
Roberto Ubaldi, presidente de la firma Novida Argentina SA, representante de la
empresa norteamericana “Panel Fab Corporation”, dijo que se contactó con el
llamado coronel Molinari para explicarle las bondades de los materiales
producidos por la firma que acreditaba y en agosto de 1980 comenzó un
intercambio de elementos técnicos y de cotizaciones a través del coronel Luera
del Comando de Ingenieros del Ejército Argentino que se prolongó hasta fines de
ese año.
Novida luego se enteró que en Miami se estaban fabricando y embarcando
cantidades muy importantes de material relativo a paneles industrializados con
destino al Ejército Argentino.
Coletto, Valverde, Bertini y Villagra, en el año 1980, constituyeron una
sociedad denominada en un primer momento “Nelson Coletto SRL” y luego “Agrinsor
SA” representantes de la firma “Corat internacional Inc”, a su vez intermediaria
de los productos fabricados en los Estados Unidos por “Coniel Brothers”.
Antonio Crespo, uno de los que quedó afuera del negocio, declaró que el precio
del metro cuadrado era de 220 dólares. El Ejército Argentino, en salvaguarda del
honor nacional, pagó a razón de 700 dólares el metro cuadrado. Se firmaron seis
contratos. El primero de ellos por una cifra cercana a los 13 millones de
dólares.
Todos coincidieron en afirmar que el material comprado en el país del norte era
de uso civil “significando que podía ser adquirido con facilidad en cualquier
supermercado de los Estados Unidos, resultando por lo tanto que tal material no
obedecía a los rótulos de elementos bélicos secretos”.
Declararon entonces todos los militares involucrados: el coronel Antonio Enrique
Luera que era el segundo comandante de la rama Ingenieros; Carlos Marcos Harmour,
jefe de la división contrataciones; Celso Oscar Baca, jefe de la división
presupuesto del departamento finanzas; Eduardo Alfredo Espósito, comandante de
Ingenieros; Osvaldo Jorge Díaz, jefe del departamento finanzas; Emilio María del
Sagrado Corazón Brocca, segundo comandante; Roberto Angel Eito, segundo
comandante; Antonio Francisco Molinari, jefe del departamento operaciones e
inteligencia; Raúl Talento, jefe de la división del departamento obras y Aníbal
Mario Acconcia, jefe de la división ingeniería, agua y energía.
Todos coincidieron que se compraron esos materiales para construir cuarteles y
barrios militares para alojar a los nuevos regimientos asentados en la Patagonia
por el clima político reinante entre Chile y Argentina.
Ninguno vio la documentación correspondiente a aquellas compras.
Se dijo que otras empresas habían cotizado: Tecsa, Desaci, La Flor, Edilsur y
Lar de Las Flores. No hubo tal llamado a las empresas. El que avaló todo el
monumental y multimillonario negociado fue el general de división Guillermo
Suárez Mason, por aquel entonces Jefe del Estado Mayor Conjunto.
“En síntesis, se adjudicaron los trabajos de provisión de material a una firma
norteamericana, de dudosa existencia material, carente de antecedentes técnicos
en el país por un precio y montos indeterminados y en base a una presumible
emergencia y/o necesidad no debidamente aclarada y justificada”, dice el
dictamen del doctor Ricardo Molinas.
La Empresa Líneas Marítimas Argentinas informó que durante los años 1979 y 1981
“fueron trasladadas a solicitud del Comando de Ingenieros, viviendas
prefabricadas desarmadas en contenedores con destino al puerto de Punta Quilla,
provincia de Santa Cruz, siendo la firma proveedora Corat International Inc
embarque éste que fue llevado a cabo desde los puertos de Miami y Tampa”.
Por su parte la Administración Nacional de Aduanas notificó que desde el 10 de
setiembre de 1980 y hasta el 28 de julio de 1982 se recibieron en el puerto
local de Punta Quilla cargas de contenedores destinados al Comando de Ingenieros
de parte de la firma mencionada anteriormente. Ingresaron un total de 1.622
contenedores de 20 pies y 498 de 40 pies, todos ellos portando una carga de
10.629 toneladas. No hubo control aduanero. Los militares recibían la mercadería
y decían que se trataba de “material bélico secreto”.
El Cónsul Argentino en Miami demostró que Corat International Inc. “ya no
existía en el domicilio que se proporcionaba” por los militares involucrados y
que tampoco había registros de una supuesta quiebra en la llamada Corte Federal
de Bancarrotas del Distrito Sur de Florida. “Por lo tanto, prima facie se puede
aseverar que la firma dirigida en los Estados Unidos por el señor Eduardo
Beltrán y que fuera proveedora de material industrializado para el Ejército
Argentino por cifras multimillonarias tuvo una existencia efímera”, escribió el
fiscal Molinas.
Las cuentas especiales
Los balances de movimientos de fondos y rendiciones de cuentas del Ejército
Argentino por mes calendario entre 1979 y 1981 correspondientes al Comando de
Ingenieros muestran que no hay especificaciones ni aclaraciones.
“Estas rendiciones secretas por el período febrero de 1979 a diciembre de 1981,
fueron efectuadas por cifras siderales, basta para ello compararlas con el rubro
haberes. Así se colige que en las diversas especificaciones mensuales las
partidas secretas fueron superiores a los haberes percibidos por la totalidad
del personal civil y militar del Ejército Argentino”, sostiene el dictamen de
agosto de 1988.
Toda la documentación de este fenomenal negociado fue incinerada por orden de
Cristino Nicolaides.
El hombre había conferido ciertas atribuciones en relación al manejo del dinero:
créditos destinados a atender gastos de carácter reservado y/o secreto cuenta
especial 764, fueron delegados en los Comandos y Elementos de la Fuerza, como
responsables en sus respectivas áreas, los créditos y/o fondos que se asignaran
por la citada cuenta.
Las conclusiones de Molinas
“No puede dejarse de señalar que actitudes de esta naturaleza ofenden a la
República. La publicidad de los actos de gobierno -aunque estos constituyan
secretos de la defensa estadual en un momento histórico- debe observarse
celosamente, cuando los impedimentos invocados desaparecen. La destrucción de
los documentos acreditados no sólo vulnera ese principio republicano, sino que
-precisamente- siembra dudas sobre la realidad de lo acontecido. Por ello deben
conservarse los comprobantes oficiales, aunque ellos constituyan un remanido
secreto. El pueblo contribuyente, en razón de su esfuerzo, merece la condigna
rendición de cuentas por parte de las autoridades aunque estas sean de facto o
estén libradas a un ostentoso arbitrio”, escribió indignado y esperanzado, al
mismo tiempo, Ricardo Molinas.
El fiscal denunció penalmente a Nicolaides por destrucción o supresión de
documentos públicos.
Hasta hoy Nicolaides no dijo nada sobre el destino de aquellos fondos.
Buenos muchachos
Los principales involucrados en este negociado en pleno auge del terrorismo de
estado fueron jefes de la vida y la muerte en las seis provincias del litoral
argentino.
Antes de ser el Comandante en Jefe del Ejército, Cristino Nicolaides, como
General de Brigada fue Comandante de la Brigada de Infantería VII, con sede en
Corrientes, entre abril de 1976 y diciembre de 1977.
Su jurisdicción abarcaba las provincias de Misiones, Chaco, Formosa y los
departamentos correntinos de Capital, San Cosme, San Luis del Palmar, Empedrado,
Saladas, Bella Vista, Lavalle, Goya y Esquina. Era lo que se conocía como la
subzona 23 en la burocracia militar.
Fue el máximo responsable por la masacre de Margarita Belén, ocurrida en
diciembre de 1976 en la provincia del Chaco, como también de varias decenas de
casos de desapariciones de personas dentro de su jurisdicción.
Por otra parte, la Cámara Federal porteña confirmó el 27 de marzo de 2003, el
procesamiento con prisión preventiva del último jefe del Ejército en la
dictadura militar, Cristino Nicolaides, por la presunta comisión de los delitos
de secuestro, torturas y desaparición de una veintena de miembros de Montoneros.
Eduardo Espósito, en tanto, fue Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército entre
el 6 de noviembre de 1982 y el 26 de diciembre de 1983.
El 14 de mayo de aquel año se produjo el secuestro y la desaparición de los
militantes Montoneros, Eduardo Pereyra Rossi y Osvaldo Agustín Cambiaso.
Ni sus asesinatos ni sus negociados han sido condenados.
El robo de las joyas de la Virgen de Guadalupe
La dictadura seguía su curso a pesar del aniquilamiento de las organizaciones
armadas.
Se multiplicaban los negociados sobre la sangre derramada.
Y todavía los generales y almirantes tenían enemigos en Santa Fe.
Uno de ellos era el arzobispo Vicente Zazpe.
Había que eliminarlo.
Si no se podía físicamente como hicieron con Enrique Angelelli y Carlos Ponce de
León, buscarían la manera de aislarlo y desprestigiarlo.
El 31 de mayo de 1980 robaron las joyas de la corona de la Virgen de Guadalupe,
la imagen sobre la cual se edificó la Basílica más popular de Santa Fe. Un
verdadero centro de gravedad sobre el que siempre giró la religiosidad de las
mayorías.
Eran las nueve y media de la noche cuando se produjo el hecho. Esas joyas
estaban desde el año 1928.
Los que entraron sabían los lugares exactos y operaron mientras el párroco del
lugar, Edgardo Trucco, no estaba porque celebraba su cumpleaños.
Los policías de la seccional octava de la ciudad capital apenas prestaron
atención a los dichos de Trucco.
Los ladrones se llevaron la corona de la Virgen labrada en oro, de
aproximadamente 20 centímetros de alto, 15 centímetros de diámetro en su parte
más ancha y 6 centímetros en la baja, con un arco en su parte superior de 12
estrellas de oro e incrustaciones de piedras preciosas de diversos tipos y
colores; un cáliz de plata, dorado presumiblemente bañado en oro, con tres
imágenes en el pie de ángeles y una inscripción en la parte inferior de la base
que dice “El padre Nicolás Genón a la Virgen de Guadalupe”, de 27 centímetros de
alto; una cruz pectoral de obispo, con cadena de doble enlace de un metro de
largo, la cruz posee incrustaciones de esmeraldas y en su parte central un
medallón oval de marfil con un Cristo tallado; un cáliz de plata con
incrustaciones de oro, de aproximadamente 28 centímetros; una cruz pectoral lisa
de doble chapa de oro y varias cajas que contenían cruces, relojes, medallas,
rosarios de perlas y anillos episcopales, entre ellos el perteneciente a
monseñor Boneo, primer obispo santafesino.
“El robo del siglo”, tituló el diario “El Litoral”.
“El arzobispado ha declarado a todos los intervinientes en el robo sacrílego
incursos en excomunión, reservada al ordinario del lugar. Es decir, quedan
privados de los bienes espirituales de la iglesia y de las funciones que en ella
pudieran desempeñar, no pudiendo reconciliarse con Dios y los hermanos sin
especial recurso del mismo señor Arzobispo”, sostenía la letra de un comunicado
emitido desde la arquidiócesis santafesina.
El 10 de junio apareció un documento en el diario “La Razón”, de Capital
Federal, firmado por un autodenominado “Movimiento Católico Argentino contra el
comunismo”. Venía en una carta remitida desde Mar del Plata.
“Unico aviso”, decía el papel.
“Señor director del diario La Razón:
Las joyas sustraídas a la Virgen de Guadalupe serán restituidas en el mismo
momento que el señor arzobispo de Santa Fe se aleje de sus funciones.
Las joyas no serán negociadas.
Monseñor Vicente Zazpe no tiene autoridad moral para excomulgar a nadie.
Las joyas se encuentran custodiadas las 24 horas del día.
Se pide perdón a los fieles por el mal momento.
Movimiento Católico Argentino contra el comunismo”; y seguía la fecha del 4 de
junio de 1980.
El papel estuvo acompañado por una cruz de metal amarillo, combinado con blanco
y piedras incrustadas que procedían del material robado.
Algunas horas después llegaba un mensaje similar a la redacción de “Clarín”, con
otra cruz de parecidas características.
A mediados de 1977, en uno de los confesionarios de la Iglesia Catedral de Santa
Fe, luego de confesar a un hombre, Zazpe encontró un papel dirigido a su
persona: “Zurdo hijo de puta, te vamos a matar”.
Esa amenaza y otras tantas fueron recordadas en aquellos días.
El padre Trucco recibió una llamada telefónica en la que una mujer le contaba
que el autor del robo de las joyas era Agustín Feced que, ya por entonces, no
era más el jefe policial rosarino.
Sin embargo dos presos en Coronda revelaron parte de la operación. “Relataron
que en las oficinas de Feced en Rosario se diseñó a principios de 1980 el
operativo llamado Corona, con el fin de robar las joyas de la Virgen de
Guadalupe. El golpe -según dijeron- contó con la participación de dos comisarios
de la policía, que a su vez utilizaron a otros dos delincuentes que
frecuentemente colaboraban con los operativos de represión en la ciudad de Santa
Fe. Estos últimos tenían la misión de ingresar a la casa parroquial y apoderarse
del tesoro, mientras los uniformados vigilaban la zona para evitar cualquier
interferencia. El plan incluía el reparto del botín. La corona debía quedar en
manos de la superioridad, mientras que las alhajas menores serían repartidas
entre los ladronzuelos para luego ser reducidas”, cuentan los periodistas
Guillermo Tepper, Maximiliano Ahumada y Juan Manuel Berlanga en su libro
“Monseñor”.
Otro de los que sabía del operativo fue Ricardo Castro Lagos quien fuera
reclutado por los servicios del Ejército Argentino para distintas comisiones.
-Esto no se va a aclarar nunca, es muy peligroso. Hay pesados muy grandes
metidos en esto. Y además, esto te lo digo acá. Ante el juez, nada -le dijo
Castro Lagos al entonces jefe de Robos y Hurtos de la policía santafesina,
comisario Avelino Cantelli.
El expediente del robo de las joyas fue reabierto en 1999 por el juez de
instrucción Roberto Prieu Mántaras, pero el caso nunca fue resuelto.
“El proceso militar agonizaba y se comentaba que las joyas de la Virgen de
Guadalupe eran exhibidas como trofeo de guerra entre los allegados al fallecido
jefe de la policía rosarina. Algunos dijeron tiempo después que la corona, luego
de ser despojada de algunas piedras preciosas, fue arrojada a las aguas del río
Paraná frente a las costas de la ciudad de Rosario, a fines de 1983, cuando la
Argentina comenzaba a recuperar la democracia”, dicen los autores del libro
citado.
Más allá del misterio, Feced estaba acostumbrado a investigar y presionar a los
arzobispos. Ya lo había hecho con Guillermo Bolatti, en Rosario y son varias las
personas a las que le confesó su odio contra Zazpe.
Pero no sería el ex comandante de Gendarmería quien acabaría con la pastoral del
arzobispo santafesino, sino la propia iglesia en complicidad con los sectores
denunciados por la prédica del profeta.
Feced seguía trabajando para el Batallón 601 de inteligencia militar y Zazpe
comenzaba a transitar sus últimos años de vida aunque no lo sabía.