Matar para robar, luchar para vivir

por Carlos del Frade

 

II Parte - Desaparecedores, Resistentes e Impunidades
Capítulo 18 - De Santa Fe a las Malvinas
 

   

EGaltieri, en los primeros días de 1982, les pidió la renuncia a los militares que ocupaban cargos en las empresas estatales y dio a conocer su declaración personal de bienes.
El 22 de enero el gobierno chileno fue notificado oficialmente de la decisión argentina de denunciar el tratado general de solución judicial de controversias firmado en 1972 y el 11 de febrero el general Llamil Reston fue puesto al frente de un recién creado IV Cuerpo de Ejército, denominado sugestivamente "Ejército de los Andes".
La preocupación, en esos días de febrero de 1982, no era el sandinismo, sino el proyecto de recuperación de las Malvinas.
"Como presidente voy a hacer política. No me pidan que en esto me maneje por el reglamento. No se asusten, señores generales, si me ven levantar un brazo o ambos al mismo tiempo", dijo Galtieri.
Y le dio un aliciente al general Mario Menéndez luego de comunicarle la decisión de tomar las islas: "Gobernar Malvinas es una pavada".
El 20 de marzo de 1982, Eduardo Roca, embajador argentino ante las Naciones Unidas, mostró su inquietud porque el comandante sandinista Daniel Ortega estaba a punto de denunciar ante el Consejo de Seguridad la participación argentina en la invasión a Nicaragua. Galtieri le comunicó, entonces, que la cuestión, de ahora en más, pasaba por Malvinas, "así que en Nueva York lo espera una gran tarea".
Diez días después se produjo una movilización de la CGT-Brasil que fue salvajemente reprimida. El presidente decidió jugar del lado de los más duros, como Nicolaides, que veía en la concentración "un rebrote subversivo" y ordenó a la Policía Federal subordinarse al comando en jefe del Ejército.
El primero de abril de 1982, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan se comunicó telefónicamente con Galtieri. Le advirtió sobre el futuro en caso de concretarse la invasión a las islas. Reagan afirmó, entonces, que Gran Bretaña contestaría con la utilización de fuerza militar y que le costaría a Estados Unidos mantener una posición neutral. Y calificó a Margaret Thatcher como su amiga. Galtieri no quiso entender lo que escuchó. Dijo que la única solución era que esa misma noche Gran Bretaña reconociera la soberanía argentina sobre las islas.
El dos de abril salió al balcón de la Casa Rosada por primera vez.
Por la noche, en un discurso por la cadena nacional de radio y televisión, dijo exactamente lo que había ocurrido: la recuperación de las Malvinas se hizo "sin tener en cuenta cálculo político alguno".
El único cálculo era el personal.
El que fue impulsado por todos los sectores que lo hicieron dueño de la vida y la muerte de miles de santafesinos, entrerrianos, correntinos, misioneros, chaqueños y formoseños durante casi tres años.
Galtieri era la máscara de esos sectores que hoy siguen teniendo grandes cuotas de poder en la Argentina crepuscular del tercer milenio.
La soberbia del general era directamente proporcional a todos los recursos que recibiera entre 1976 y 1979.
Por eso llegó a decir: "Si creen que nos van a amenazar con la fuerza militar se equivocan. ¡El viejo león inglés va a aprender lo que es el Ejército Argentino!", bramó ante otros generales.
Le hicieron ver que si Thatcher era la "dama de hierro", Galtieri sería "el presidente de acero".
El sábado 10 de abril volvió a salir al balcón para decir, ante 150 mil personas, que "estén tranquilos en la absoluta certeza de que el pueblo argentino será bien representado por el gobierno".
Luego agregaría: "Que sepa el mundo, América, que hay un pueblo con voluntad decidida, como el pueblo argentino. Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla".
Los principales asesores eran el ministro del Interior, Américo Saint Jean; el secretario general de la Presidencia, general de brigada Iglesias; y el jefe de la Casa Militar, contraalmirante Roberto Benito Moya.
El 15 de abril, Galtieri volvió a hablar con Reagan. "Las relaciones establecidas entre ambos gobiernos, acentuadas en estos últimos tiempos entre nuestras dos administraciones tan estrechas; es firme deseo nuestro continuarlas en todos los aspectos de la vida internacional, y temo que si las hostilidades inglesas continúan hacia el Atlántico Sur, se puede ir de las manos y de nuestro control, transformándose en un tema en extremo delicado en todo el mundo", advirtió Galtieri en una pretendida presión sobre el presidente del país más poderoso del planeta.
Remarcó que debía tenerse mucho cuidado porque "evidentemente se está buscando producir fisuras en las excelentes relaciones establecidas por nuestros dos gobiernos y nuestros dos países y nuestras administraciones".
"...Solamente le quiero agregar que el pueblo de Estados Unidos en 1776, allá en el norte del hemisferio, comenzó la lucha contra el colonialismo y logró su independencia. Nosotros acá en el Sur también en el siglo pasado, más tarde que ustedes, hicimos lo mismo, logramos nuestra independencia parcialmente, y el 2 de abril, apenas en 1982, tratamos de completarla, un poco más tarde que los Estados Unidos. Deseo que el señor presidente comprenda ese sentimiento del pueblo argentino", dijo Galtieri.
Del otro lado de la línea Reagan repitió que Estados Unidos permanecería en su papel.
Es decir del lado de Gran Bretaña.
Ante el secretario de Estado del imperio, Alexander Haig, Galtieri volvió sobre el argumento de la potencial pérdida para Occidente si no había apoyo a la causa argentina: "Se va a partir América en dos, Río Grande arriba y Río Grande para abajo. Unos más, otros menos, todos se van a acordar y se va a empeorar sustancialmente el panorama político y estratégico mundial".
Fuera de sí, Galtieri le espetó más tarde a Haig: "Vea, señor Haig. Usted es como yo, un general, y sabe cuál es la primera obligación de un general al que lo cercan: la de romper ese cerco. Yo le pido por favor que no me acorrale, porque yo estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para romper el cerco".
Para el 3 de mayo Galtieri había descubierto que Estados Unidos, efectivamente, jugaría junto a Gran Bretaña. Allí fue cuando redescubrió la historia de América latina y hasta se acercó a Cuba. En una conversación telefónica que mantuvo con el entonces presidente peruano Belaúnde Terry, le confesó: "Todos los que tenemos sangre hispana en las venas debemos sentir, como siente usted, esta indignación por los hechos que están ocurriendo". El 2 de mayo los ingleses habían hundido el ARA General Belgrano con información satelital estadounidense fuera de la zona de exclusión. Galtieri empezaba a sentir el derrumbe de su ilusión, de haberse creído el niño mimado de Estados Unidos. "...Va a costar varias décadas de la historia americana remontar esta situación al gobierno de los Estados Unidos; porque es incomprensible que dado su capacidad y su poder no pueda hacer sentir su influencia en una situación tan delicada dentro de América", dijo Galtieri.
A fines de mayo ordenó a Nicanor Costa Méndez, embajador argentino, viajar a La Habana para entrevistarse con Fidel Castro.
"Con mi amigo Fidel Castro haremos poner de rodillas a la Thatcher", dijo Galtieri.
El 10 de junio la situación en las islas era insostenible.
"Ponga todo lo que tenga alrededor de la capital. Allí resistiremos", le dijo el presidente a Menéndez.
El 11 y 12 de junio, el papa Juan Pablo II -que días antes había concretado una visita a Gran Bretaña planeada antes de la guerra- estuvo en Buenos Aires. Miles de personas se movilizaron y pidieron por la paz.
Sin embargo, Galtieri seguía en su limbo.
"Hay que contraatacar con espíritu", insistió por teléfono.
"Creo que usted no me entiende, general. Yo le dije que nos íbamos a prender en combate y así lo hicimos durante toda la noche. Pero esto no va más...", respondió el gobernador militar en Malvinas, Mario Menéndez, en la mañana del 14 de junio de 1982.
Para Galtieri, en su estrecha visión política e histórica, Malvinas fue Cancha Rayada. Y por supuesto, él era San Martín.
"No habrá lugar para la especulación ni el engaño. El ocio será una estafa. El aprovechamiento de la situación, una injuria a la sangre de los que combatieron, y el derrotismo será una traición", dijo el 15 de junio por televisión.
A las tres y media de la madrugada del 16 de junio, en una reunión mantenida con otros generales, Galtieri recibió una serie de planteos sobre los apoyos recibidos de países que "directa o indirectamente habían ayudado a la subversión, como Cuba y Libia, por ejemplo".
"Ante estos acontecimientos yo tenía dos alternativas. Una, aceptar el pedido de renuncia e irme, como lo hice. La otra, provocar el descabezamiento de la cúpula del Ejército, a través de algunos llamados a los generales de brigada que me respondían, con mando y con fierros. No lo hice, porque temí desatar una convulsión", dijo Galtieri.
En las islas habían quedado 750 soldados argentinos muertos.
"Estos se convirtieron así en los otros desaparecidos del proceso", apuntaron Cardozo, Van Der Kooy y Kirchsbaum.
El 17 de junio Galtieri presentó su renuncia.
El producto bruto interno había caído un 7 por ciento en el primer semestre y el salario real un 34,3 por ciento. El aumento del costo de vida fue del 14,7 por ciento en agosto y del 17,1 por ciento en setiembre. La deuda externa se estimaba en 39 mil millones de dólares. En Chaco y Formosa se registraban graves inundaciones y el primero de julio asumía el último presidente de la dictadura, el general Reynaldo Bignone. Un día después su ministro de hacienda, José Dagnino Pastore, ensayaría una frase original al decir que la economía nacional "se encuentra en un estado de destrucción sin precedentes, que puede calificarse de emergencia nacional".

Stella Marys Garategui salió en libertad vigilada el 22 de noviembre de 1980.
Una de sus tres hijas, Lucila, hizo los dos últimos años de la escuela secundaria en Concordia. Porque en 1981 Stella se casó con otro compañero que había sufrido la desaparición de su esposa e hija, a la que después encontró pero con la que no pudo reiniciar el vínculo.
Un tiempo después, la Nochebuena de 1982 sirvió para que 82 compañeros recuperasen la libertad por una conmutación que concedió Reynaldo Bignone. Entre ellas, Beatriz.
"Vuelvo a Santa Fe. Donde ya estaba mi compañero que vivía con mi hijo. Habíamos tenido una visita entre los tres, conseguida por monseñor Devoto, que me venía a visitar durante todos los años de cárcel. Era el obispo de Goya, Corrientes, donde estaba viviendo mi mamá. Durante toda la época de la dictadura él mantuvo una relación de contención con todos los presos que pudo, los que eran de su jurisdicción y otros que no. Mi mamá trabajaba en la parroquia con él, por eso me veía a mí y todos los compañeros en La Plata también. Con monseñor Devoto teníamos charlas muy interesantes porque él vivía una contradicción permanente en esa época por la postura de la iglesia. Yo en las entrevistas le pedía que él dejara de responder a su Papa, y él me decía que había aprendido a vivir así, y que él quería modificar desde adentro como nosotros alguna vez lo quisimos hacer desde un lugar parecido, y que era una lucha que iba a tener toda la vida y que iba a morir así, como efectivamente murió así, tan dudosamente. Ahí tenemos nuestro primer encuentro los tres, con Fernando y Luis, que lo conoció en la cárcel a su hijo. Así que fue la primer vez que nos vio a los dos juntos como papá y mamá, él ya tenía siete años. Yo lo había dejado a los diez meses. Lo hicimos divertido al encuentro y fue muy lindo, porque recién ese año pudimos cerrar aquella vieja historia de lo que significaba tener un hijo".
En 1983 Liliana y Víctor salieron en libertad y volvieron a Santa Fe. A militar en la JP, de nuevo.
"Laburé de albañil hasta que logré entrar en Tool Research, que era una metalúrgica. Duré un año hasta que me echaron por resistir una suspensión. Puse una verdulería y luego entré en la Bahco, una fábrica de herramientas que hacia 1986 todavía tenía como seiscientos trabajadores. La comisión interna estaba en manos de la UOM vandorista, así que me puse a laburar con los más veteranos y logramos formar una lista con la que ganamos las elecciones en 1988. La pelea era contra la empresa y también contra el sindicato. Nosotros estábamos en la sección matricería, que era la mejor paga, hasta que empezamos a corregir eso y era la primera sección en parar. En 1995 me despidieron. De nuevo en la calle. Todos los últimos viernes de cada mes, un grupo de compañeros de Bahco se junta a comer y me invitan. Para ellos sigo siendo el delegado y eso me hace sentir muy bien", cuenta Víctor, hoy gambeteando la mishiadura a bordo de un taxi.
También apuntó que se fueron a vivir al barrio Pompeya y que desde allí asistieron a los saqueos de 1989.
Le decían a la gente del barrio que no fuera al saqueo, que lo ideal era organizarse para empezar a darles de comer a los chicos y a los ancianos. Fue así que los torturados demostraban que no fueron quebrados.
"Organizamos una olla popular y fue muy bueno porque resolvimos el problema del hambre para los pibes, los viejos y las embarazadas, primero, y después ya comía todo el barrio. Nosotros íbamos al mercado a manguear y terminaba sobrando comida. Y después dijimos que hacía falta una escuela. Así que nos apropiamos de una hectárea que era del jardín botánico, plantamos el mástil que lo choreamos de otro lugar, llevamos al cura y después se hizo una ordenanza para que se diera legalmente el terreno. Obeid era el intendente y cuando firmó la ordenanza nos cargó y nos dijo: "No tengo otra".
Después vino una cooperativa de trabajo, un crédito de 35 mil dólares de las Islas Baleares y se construyeron seis aulas y seis baños. Casi medio millar de pibes anotados, todos de la villa. La escuela hoy se sigue llamando Esperanza Solidaria.
Hasta lograron que las mujeres que estuvieron desde los cimientos trabajando desde hacía siete años fueran nombradas como personal no docente.
"Nosotros nos oponíamos a un capitalismo salvaje... No sé si veíamos que iba a pasar lo que ahora está pasando, pero sabíamos que cuando la economía se basa en el crecimiento individual y no en el crecimiento solidario, termina cagando a la gente, concentrando la riqueza y haciendo que la mayoría quede destruida. Sabíamos que al perder nosotros ganaba ese proyecto".
La Lili y el Negro siguen juntos. Pelean por la memoria y los proyectos solidarios. A veces no tienen para comer. Pero no pueden con ellos. Sueñan y son invencibles. Como antes.
Cecilia Nazábal inventó un jardín de infantes en donde se trabajan los valores espirituales por encima de los materiales, lo colectivo sobre lo individual, y se hizo maestra a pesar de que no quería repetir lo de su madre. Hoy es una activa militante por la memoria, la justicia y la solidaridad. Tampoco la quebraron y todavía hoy se emociona con aquellas canciones de los primeros años de la década del setenta que entonaban junto al padre Osvaldo Catena.
Lucila fue la única piba santafesina que en 1995 fue al primer encuentro nacional de los hijos de desaparecidos.
"Yo siempre había militado. Cuando empecé la secundaria lo hacía en el Frente de Secundarios para la Resistencia, después en el Partido Intransigente, hasta que me di cuenta de que lo partidario no era lo mío. Fui a los barrios con los compañeros de Acción Educativa y Educación Popular para dar apoyo escolar y participar en grupos de mujeres".
Hoy, Lucila Puyol es una de las principales referentes de la Asamblea Provincial por el Derecho al Agua y como abogada representa los intereses de los que menos tienen y más son.
Hay una vieja luz que la anima y le sale por la mirada.
Por sus ojos se adivina un futuro que no pudieron matar.
En Santa Fe, Beatriz y su pareja alquilaron una casa chiquita.
Luis vendía vinos y los dos se metieron a militar en la Juventud Peronista. Tuvieron seguimientos durante varios meses pero lo que más les preocupaba era la recepción de parte de la gente.
Militaron en la seccional 17, con viejos militantes peronistas y con los nuevos. Juntaron libros, ayudaban en los comedores, blanquearon los antiguos salones de las vecinales y se fueron a Barranquitas Oeste.
Armaron otra guardería y otro comedor. Enseñaron computación para los pibes y hasta construyeron un gran salón, ollas nuevas, cocina, sillitas para los chicos que se sentaban en el piso, y allí la gente del barrio pudo hacer lo que quiso. Hasta que se recibieron los primeros alumnos del instituto de computación.
Mientras tanto, los primeros que comenzaron a armar las primeras listas de desaparecidos en Santa Fe fueron los integrantes de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Gremiales y Políticas.
"En aquella época me llega a mí una planilla del cementerio donde figuraban 35 enterramientos como NN. Me la dan no me acuerdo ni cómo, de manos de los compañeros, a principios de los años noventa. Yo hacía un tiempo que estaba en la búsqueda de una compañera que la habían matado acá el 24 de marzo del 77, y que había vivido conmigo. Porque acá como no había un centro clandestino, era como que se perdía mágicamente el rastro de los desaparecidos y de los muertos también. Hasta que aparece esta lista. Empiezo a asociar fechas y demás y se inicia la primera presentación buscando a esta compañera, que lo hago a través de un abogado, Pedraza. La compañera se llama Silvia Woolert. Ahí no había una sola compañera, había 35. Le pido a una compañera que es perita que hagamos algunas cuestiones juntas porque no sabíamos cómo avanzar, así que fuimos a la Subsecretaría de Derechos Humanos con esa planillita, ahí llamaron a los antropólogos y nos indican cómo iniciar las investigaciones puntuales de ese hecho. En la Subsecretaría era un informe nunca visto, pero en realidad ellos los tenían del informe de la Conadep. De ahí se empieza investigar quiénes eran...
Fue entonces que comenzó el trabajo de identificar la ruta de la muerte, pero también el camino de los sueños inconclusos.
En mayo de 1984 el todavía juez federal Víctor Brusa entregó ocho restos de cuerpos NN, y los familiares de distintos compañeros muertos hacia 1977 empiezan a preguntar y aportar datos.
Eso permitió armar "un mapa de caídas" y se fue identificando a los abatidos. Llegaron las primeras exhumaciones y una docena de identidades recuperadas, ya no eran NN. Y Beatriz, por fin, encontró a su compañera Silvia.
"No es fácil el papel de ser sobreviviente. Trabajar con el recuerdo, la memoria y el repaso de la historia permanentemente tiene sus costos, un desgaste interesante. Cada uno lo hace por una razón diferente. Mientras no se pierda la memoria nosotros vamos a poder avanzar en alguna cuestión de reconstrucción. Porque a alguna verdad, a algún escalón de justicia, es bastante difícil".
Beatriz tenía menos de veinte años cuando fue secuestrada y torturada.
Está convencida de que, más allá de los costos, es necesario mostrarles a los más chicos "que es posible volver a construir solidaridad, repasar la historia y generar justicia".
Porque la década del setenta no fue un lugar exclusivamente atravesado por la violencia, sino por el profundo amor en su más alto nivel, que fue el compromiso político de arriesgar la vida para que los que son más, sean felices en estos arrabales del mundo.

 

   

 

Matar para robar, luchar...

   

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