Matar para robar, luchar para vivir

por Carlos del Frade

 

III Parte - Luces
Capítulo 25 - Carolina
 

   

26 de marzo de 2002.
Una hija de padres desaparecidos enfrentó a un coronel retirado del Ejército, integrante de la fuerza de tareas que secuestró a los suyos.
Fue en la puerta de un tribunal federal santafesino, a veinticinco años de los hechos.
Una postal de dignidad.
Pero con un atraso de un cuarto de siglo.
En el tiempo hay una clave.
Porque esos edificios existían entonces, cuando la beba fue entregada a la Casa Cuna y el estado, el presuntamente mismo estado argentino, simplemente era una máquina de matar a favor de pocos.
Y en las mismas paredes donde hoy funciona un servicio público de justicia a favor de los entonces damnificados por aquel estado, también existían jueces pero se negaban estas dignidades para consagrar muchas impunidades.

-¡¿Por qué no me mira a la cara?! ¡¿Tiene miedo?! -le gritó Paula Cortassa, ahora también María Carolina Guallane.
El militar bajó la mirada, buscó algún punto fijo en la vereda y apuró el paso para escapar del cruce y de los periodistas que lo rodeaban.
Un rato antes, Batto sufrió un ataque de amnesia ante la fiscal Griselda Tessio, que instruye la causa, y negó cualquier responsabilidad en la masacre de calle Castelli al 4500, donde el 11 de febrero de 1977 un grupo de tareas de la dictadura secuestró a la familia Cortassa: Enrique sigue desaparecido.
Su esposa, Blanca Zapata, embarazada a término, apareció después con un tiro en la cabeza en el hospital Cullen, donde sobrevivió doce días y dio a luz un a varón.
Y Carolina, "por entonces una beba de un año y meses", terminó en la Casa Cuna, con custodia militar.
"Yo no participé en el operativo", dijo el coronel.
Batto declaró como testigo durante casi dos horas ante Tessio, pero apeló al olvido cuando la fiscal indagó sobre el ataque a la casa de la calle Castelli. "Nunca estuve al mando de operaciones represivas", afirmó quien en febrero de 1977 era mayor del Ejército y segundo jefe del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 121, con asiento en Guadalupe.

"Le dije que me mire de frente. ¿Qué miedo puede tener? Si tiene miedo es porque oculta algo, porque tiene un cargo de conciencia que no tolera. Quería saber si me recuerda, que me sacaron de la casa de Castelli al 4500 cuando era un bebé de un año y dos meses, que nada entendía de la situación. Pero hoy, después de veinticinco años, sí entiendo. Me llamó la atención que me mire con cierto temor a que le diga algo. Que no me mire de frente. Y no me miró, y huyó como un canalla", dijo la piba.

Antes, Batto había negado cualquier participación en el caso. "Nunca participé en operaciones represivas", dijo ante una pregunta de la fiscal. Tessio no quedó conforme, recordó una declaración anterior del ex jefe de la plana mayor del Comando de Operaciones Tácticas (COT), y lo mencionó.
"¿Tiene alguna explicación a la respuesta del teniente coronel (Adolfo Ernesto) Alvarez, donde contesta que usted puedo haber estado al frente de ese procedimiento?"
"No", balbuceó Batto.
La fiscal leyó entonces la mención de Alvarez. "Quiero aclarar todo porque está mi nombre de por medio. Yo no he participado. Recién ahora me estoy enterando de qué se trata", remató.

La otra noticia apareció el 30 de julio de 2002.
El pasado abierto en el presente.
Un abogado santafesino pidió la detención del otrora general Leopoldo Galtieri, el mismo que comandó la locura de la guerra de Malvinas.
Pero el tema no es aquella bravata contra ingleses y norteamericanos, sino el juicio que entabla una hija de desaparecidos contra el poder del que fuera titular del Comando de II Cuerpo de Ejército con jurisdicción sobre las provincias de Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos.
Jurisdicción es una palabra hueca, tramposa.
Quiere decir límites de sus decisiones sobre las vidas y las muertes en esa parte del mapa argentino entre los años 1976 y 1979.
Cuando el estado se volvió terrorista.
A pesar de que funcionaran, a su manera, las instituciones de la Justicia y otras, como la Iglesia Católica.

El abogado representa a una piba de veinticinco años.
Dos nombres tiene la chica.
Y los dos son verdaderos.
Paula Cortaza, el original; y María Carolina Guallane, el que le sirvió para vivir y buscar la verdad.

Una búsqueda que se hace en varios frentes.
Hay dos meses en la vida de María Carolina Guallane que son como un agujero negro. Es el tiempo que va desde el 11 de febrero hasta el 6 u 8 de abril de 1977. El tiempo que estuvo en manos del Ejército. Desde que María Carolina supo que era en realidad Paula, hija de los desaparecidos Enrique Cortassa y Blanca Zapata, se dedicó a la búsqueda de su hermano y de justicia para el crimen de sus padres. En ese camino avanzó su abogado, quien solicitó la detención del dictador Leopoldo Fortunato Galtieri y otros tres represores por el secuestro y ocultamiento de la niña y la desaparición de su papá.
Galtieri supo que podrá cumplir en su casa la detención que le impuso el juez federal Claudio Bonadío por la desaparición de 18 personas.
Jorge Pedraza, abogado de María Carolina (Paula), reclamó al juez federal de Santa Fe Reynaldo Rodríguez que interrogara y arrestara al dictador que fue jefe del II Cuerpo del Ejército con sede en Rosario; al coronel Juan Orlando Rolón, responsable del Comando de Artillería; al coronel Domingo Marcellini, jefe del destacamento de Inteligencia 122 de Santa Fe, y a su segundo, el coronel Manuel Eduardo Morales.
El 11 de febrero de 1977 el Ejército irrumpió en la casa de la calle Castelli 4531, de Santa Fe.
Allí fue herida Blanca Zapata, embarazada, y murió después de agonizar durante dos semanas en el Hospital José María Cullen. Y fue secuestrado Enrique Cortassa y Paula, su hija de un año, que tiempo después fue adoptada por la familia Guallane, que desconocía su origen.
En la causa judicial hay una nota firmada por el teniente Carlos Enrique Pavón, dirigida al juzgado de menores de Santa Fe, en la que se registra la entrega a los menores que vivían en la casa de la calle Castelli.
Paula y otros dos niños que fueron devueltos a su familia.
El documento lleva la fecha 4 de febrero de 1977, pero se trata de un dato falso, incorporado para desvincular al Ejército de los dos meses en los que la niña estuvo en sus manos en algún lugar incierto, probablemente un centro clandestino de detención de Santa Fe.
El hecho de que el dato es mentiroso surge incluso de la torpeza de los represores, quienes con el objetivo de encubrir la desaparición de la menor pusieron una fecha anterior a la del operativo, que se realizó el 11 de febrero. Además, el papel tiene el número de orden 238 y otro documento del Ejército del mismo tipo, pero del 8 de marzo de ese año, tiene el número 165. Por si faltaran evidencias, el ex juez de menores Luis María Vera Candioti aseguró en su declaración que no recordaba haber leído con anterioridad al mes de abril de 1977 el oficio firmado por el teniente Pavón.
"Recién cuando la niña Paula Cortassa desmejora notablemente en su salud, en manos de sus militares apropiadores, que se la quedaron no para adoptarla ilegalmente sino para utilizarla en el proceso de tortura de su padre, es cuando deciden pasarla a Casa Cuna y al Juzgado de Menores", aseguró Pedraza en un escrito.
El abogado destacó que este secuestro de la niña por dos meses "coadyudó a ocultar su verdadera identidad hasta veinte años después. Al entregarla al juzgado se omite indicar al menos el nombre del padre, secuestrado en su poder".
La causa en la que se investigan las desapariciones y asesinatos de los miembros de la familia Cortassa fue reactivada hace cuatro meses con las declaraciones del ex mayor Manuel Batto y el doctor José María Colli, quien consignó en el libro de la sala policial del hospital que Blanca Zapata tuvo, mientras agonizaba, un "parto normal prematuro con feto muerto".
Al dar su testimonio, Colli ratificó este hecho, pero para María Carolina (Paula) y su abogado el caso aún no está cerrado. Pedraza reclamó el arresto y procesamiento de Galtieri, Rolón, Marcellini y Morales por las desapariciones de Paula (María Carolina) y su padre. En el caso de Enrique Cortassa, solicitó que el juez declare la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que se contradicen con la Constitución y los ratados internacionales.

La pelea de Carolina, enancada en la lucha de los organismos de derechos humanos, modificó el sentido común impuesto en las instituciones de la República y en las diferentes áreas del estado argentino en los últimos veinticinco años.
En el año 2000 encontró los huesos de su mamá.
Y aquel estado terrorista, cómplice y luego productor de impunidades, retrocedió a sus formas originales.
Aquellas que fueron descriptas en el propio origen del país, en 1810.
Un estado que garantice la felicidad del pueblo, como sostuvieron Moreno, Belgrano, Artigas y San Martín.
Palabras que fueron desaparecidas de la conciencia política para justificar el presente rol de un estado a favor de pocos.
Las crónicas periodísticas dijeron que "por voluntad de Carolina Guallane, hija de Blanca Zapata y Enrique Cortassa, los restos mortales de su mamá, que fueron entregados por la Justicia el lunes 26 de junio de 2000 pasado, hoy descansan en el cementerio de Venado Tuerto", en el sur santafesino.
Carolina de esta manera llega al primer descanso de una larga escalera iniciada hace cuatro años, cuando determinó que necesitaba conocer su verdadera identidad y saber el destino de sus padres desaparecidos.
Con mayor intuición que certeza y una voluntad apuntalada por sus padres, Jorge y Delia , la joven periodista pudo reconstruir su historia, sabe que su madre la llamó la Paula, que heredó de ella la misma sonrisa "corazón", y de Enrique los ojos grandes y tristes. Sin embargo, con las fotos de una Blanca joven, bella y feliz, Carolina cada día se reencuentra con su madre y finalmente se afloja y siente la tristeza por esa mujer que murió a la misma edad que ella tiene hoy.
El reencuentro después de veintitrés años la emocionó sobremanera, finalmente Blanca dejaba de ser un sueño y pasaba a ser una realidad, ahí en una urnita están sus "huesitos" repite con ternura Carolina. Una ternura que recibe cada día a manos llenas de los Guallane, que la amaron y la protegieron desde el primer día en que se la entregaron en adopción, cargada de enfermedades, interrogantes, paralizada por el miedo y la angustia de haber sido separada de su madre. Pero los Guallane le dieron su nombre, su familia, la calidez del hogar y la fortaleza en la que se refugia cada vez que se siente cansada o siente que las fuerzas la abandonan.

El estado supuestamente es el mismo.
Es el Estado de la Nación Argentina.
Sin embargo ni las personas ni la situación histórica son los mismos.
Entre 1977 y 2002, veinticinco años en los que ocurrieron demasiadas cosas.
Hechos que fueron modificando ese "Estado de la Nación Argentina" y que desmantelaron ciertas funciones y afianzaron otras.
Cambios que al afectar al estado también resonaron en el cuerpo existencial real de la llamada "Nación Argentina", las mayorías.

Dos años antes de que Carolina decidiera enjuiciar a los matadores de sus padres, ejecutores de otra política de estado, su mamá, lo que quedaba de ella, comenzó a descansar en paz.
Habían pasado veintitrés años entre el secuestro y la desaparición y la restitución de sus restos.

Fue el viernes 28 de junio de 2000.
"La dictadura militar terminó con tu vida. Te persiguieron. Te alcanzaron. Te torturaron. Te mataron. Te enterraron como NN y te desaparecieron. Hoy sólo recupero tus restos, no te recuerdo pero te admiro y reivindico tu lucha. Tu hija Paula".
Ese fue el epitafio que eligió Paula, es decir, Carolina.
Un homenaje y una denuncia.
Una etapa histórica en la que el estado se convirtió en desaparecedor, en multiplicador de NN para ningunear un rol definido en el mismísimo prólogo del país, allá por mayo de 1810.
Un rol político que le da encarnadura a todas las instituciones y sentido colectivo a la vida de las mayorías.
Un rol político que también está desaparecido y que necesariamente habrá que reaparecer para integrarlo como horizonte a cada uno de los argentinos.
Un mandato popular inconcluso y que está en el origen de un presente hecho a imagen y semejanza de los que son pocos. Y que, por ende, destruye la representatividad y el valor de las instituciones republicanas.
Porque la victoria de Paula o Carolina fue esa: transformar el rol del estado a través de la acción pública surgida de la verdad histórica y ser testigo de una respuesta distinta, acorde a funcionarios que encontraron otro contexto en medio de una crisis fenomenal.

"Cuando me entregaron los restos, no la estaba despidiendo, creo que me estaba reencontrando con ella. Es como que le estaba dando la bienvenida después de tanto tiempo. Como que me reencontré después de 23 años. No era lo mejor, aunque su espíritu seguramente estuvo siempre a mi lado", reflexionó.
Carolina no sólo recibió las fotos de Blanca y Enrique de parte de las abuelas, sino que también pudo reconocerla al momento de su muerte, ya que la foto de la agonía también estaba escrupulosamente agendada en su legajo militar. De esa manera se puede imaginar sus últimos momentos. La cabeza vendada, las manos llenas de sangre, los ojos ya idos de la realidad.
"Es toda una historia de recuperar identidades, en la urna venía un papelito que decía NN y se lo sacamos antes de enterrarla. Ahora ya le devolvimos la identidad a ella también. Es como que recuperamos un pedazo de la historia en la cual estoy involucrada, pero también en la que participaron otras personas", acota.
"Es una situación emocionante, triste. No sé lo que siento. Pero la cuestión es cerrar una etapa, no la historia. La historia no cierra nunca, porque forma parte de mi vida. Ahora debo seguir buscando los restos de Enrique, los de Blanca ya están a mi lado", expresó.

Y en esas palabras individuales, una clave para lo colectivo.
Es necesario cerrar un etapa y no la historia.
La etapa de un estado secuestrado por las minorías del privilegio, y recuperar la historia de un estado que sirva a las mayorías.
Desde del propio origen del país hay un proyecto político de estado que nunca se pudo mantener a favor de las mayorías.
Y en ese proyecto está el futuro, no el pasado.
Memoria, esquina esperanza.

 

   

 

Matar para robar, luchar...

   

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