Matar para robar, luchar para vivir
por Carlos del Frade
III Parte - Luces
Capítulo 26 - Josefina y Simón
Josefina y su hermana pasaron varios meses en el baño del Servicio de
Informaciones de la policía rosarina.
Era el invierno de 1976.
Pletórico de sangre, gritos de torturados a su alrededor, el frío atravesó los
huesitos de las chiquitas de cuatro meses y dos años y medio.
Hoy Josefina busca trabajo y es una de las tantas desocupadas crónicas de la
ciudad que era el corazón del cordón industrial más importante de América latina
después de San Pablo en la misma época en que los proveedores de la muerte le
robaban sus padres.
La historia de Josefina y Mariana tiene una versión oficial que se multiplica en
los expedientes de la justicia provincial, federal y militar, como así también
los sumarios de las llamadas fuerzas conjuntas.
Esa versión trata de falsificar la realidad del genocidio pero, al mismo tiempo,
es una irrefutable prueba de la existencia de distintos documentos y diferentes
testigos que todavía hoy podrían ser indagados si es que existe la voluntad
política para hacerlo.
A pesar de tanto dolor, el siguiente relato, enhebrado con los dichos
registrados en distintos expedientes y con las vivencias de la propia Josefina
que habla en primera persona, hay una innegable victoria del amor, los ideales y
los valores que todavía existen.
Un expediente más
El 29 de julio de 1976, bajo el dominio del General Ramón Genaro Díaz Bessone,
el sub comisario Oscar Oddone, jefe de la policía de menores de Rosario,
escribió la nota número 2.168 dirigida a la jueza Nelly Alcira Penares.
“Por la presente doy cuenta que con fecha 20 del actual, provenientes de la
Unidad Regional II Rosario y a disposición del Jefe de Policía, fue recepcionada
en la Sección Femenina de esta dependencia a mi cargo a la llamada Dolores
Aguirre, cuyos demás datos de identidad se ignoran, juntamente con sus hijitas
Josefina y Catalina Aguirre de cuatro meses y 3 años de edad respectivamente y
que en la víspera la menor Josefina y por orden telefónica de este tribunal fue
entregada a la empleada de esta dependencia, cabo Norma Pilar Ramos, quedando la
menor alojada en la Sección Femenina, quedando su progenitora mayor de edad
alojada en la Alcaidía de Mujeres”.
Nací el 17 de febrero de 1976. Mi papá, Dardo José Tosetto, jefe de Logística
del Ejército Revolucionario del Pueblo, había desaparecido dos meses antes entre
el 5 y el 10 de diciembre de 1975 en el bar “Crisol”, frente al Hospital
Español, en Rosario. Con mi vieja, Ruth González, estuvimos dando vueltas por un
montón de lugares, junto con mi hermana. Al principio vivimos en la casa de los
abuelos de mi prima, acá en Rosario.
Lo de mi nacimiento no estaba muy claro, porque mi vieja estaba viviendo en lo
de mi tía. Ahí es donde cae estando embarazada y con mi hermana.
Después se va una semana y vuelve conmigo...
Pero no se sabe ni adonde se fue ni dónde nací.
Ella dijo que había nacido en el Sanatorio Británico de Rosario, pero no, en el
expediente figura que no nací allí. Cuando pidieron el certificado de nacido
vivo, no estaba, así que no se sabe.
Después estuvimos durmiendo en la calle, ella -mi mamá- antes que yo naciera
estuvo viviendo en una estación de servicio, después de un tiempo volvió a la
calle, aparte no se podía quedar en ningún lugar concreto.
Aquella primera casa de los Vitantonio quedaba a dos cuadras de la Jefatura, no
era un lugar muy seguro. Cuando llegó el invierno nos enfermamos las tres. Y
terminamos en la casa de Pedro Paulón.
Allí estaban, además de Pedro, Inés que es enfermera, así que nos empezó a curar
a las tres.
Yo estaba bastante mal.
Alcaídía central
“Habiéndose tomado debida nota del contenido del presente expediente, cumplo en
llevar a su conocimiento que la llamada NN o Dolores Aguirre, ingresó a esta
dependencia el 24 de julio de 1976 a las 13.30 procedente de la Policía de
Menores con nota número 2.140, recuperando su libertad el 9 de setiembre de 1976
a las 20.40 por orden del señor Jefe de Policía de esta Unidad Regional II, Don
Agustín Feced, transmitida al señor Alcaide por el señor subjefe de esta unidad
por falta de mérito”, mintió el comisario Jorge Casim, jefe de la Alcaidía
Central de la policía rosarina, el 28 de octubre de 1976.
La mamá de Josefina y Catalina, ese día, no recuperó la libertad.
Fue llevada al centro clandestino de detención La Calamita, en Granadero
Baigorria a disposición del Ejército.
Las caídas
El 19 de julio hacen un operativo los milicos. Nos llevan. Suponemos que a Pedro
lo llevaron directamente a La Calamita.
A nosotras, como mi vieja tenía un documento falso, nos llevan al Servicio de
Informaciones. A mí me internan porque estaba muy mal.
Las tres terminamos en el Hospital de Niños por unos días.
Después a la Jefatura. A mi vieja la legalizan y a nosotras nos dejan en el baño
del Servicio de Informaciones. Nos llevan a varios interrogatorios de mi vieja y
la dejan vernos cada tanto. Cuando la reconocen a mi mamá la pasaron a La
Calamita en septiembre, entre el nueve o el diez de ese mes.
Mi vieja festejaba el cumpleaños de mi hermana ahí, que los cumple el 18 de
julio. Se acuerda que se enteró de la muerte de Santucho ahí adentro, así que
más o menos para esa fecha la deben haber bajado.
Diez días después secuestran a mis tíos, dejan a mi prima en la casa donde ellos
estaban viviendo, le dicen a un vecino que avisara a la familia de mi tío, que
si la querían a la nena que se la quedaran. Que ellos no la querían.
Supongo que tenía que ver con que Antonio, que es el padre de Lito, de mi tío,
los conocía a la mayoría de ellos, porque iban a comprarle el pan, por eso le
dejaron la nena.
Se los llevaron directamente a La Calamita con mi vieja alrededor del 23 de
septiembre. El 5 de octubre los matan a los tres diciendo que fue un
enfrentamiento.
Un absurdo: mi vieja por ejemplo estaba desnuda y mis tíos estaban con la misma
ropa, que era ropa interior que le habían sacado del departamento.
Le tocan el timbre a mi tía abuela, le dicen que por favor los busque, que es la
única que lo puede hacer.
Mi abuela todavía no había desaparecido.
Huellas
“Josefina Aguirre, argentina.
La madre está detenida.
Menor físicamente sana en general. Está bajo tratamiento médico por una afección
de bronquitis.
Psíquicamente no impresiona como deficitaria ni presenta trastorno mental.
Por su constitución general, estado de sus fontanelas, reflejos psicomotriz y
demás elementos de juicio, su edad probable es de 5 - 6 meses”.
Eso escribió el médico Oscar Infante el 18 de agosto de 1976.
Era el médico del Juzgado de Menores de la segunda nominación de Rosario.
Su informe no demuestra el mínimo temblor ético.
¿Qué pensaba Infante cuando le presentaban bebés cuyos padres estaban detenidos
por razones políticas?.
¿Cuántos chicos en iguales condiciones atendió en su consultorio del juzgado de
menores?.
¿Qué hizo con aquellas fichas que debió llenar?.
Una, dos, varias familias
Mi tía abuela decide buscarnos. A mi hermana se la dan bastante rápido, creo que
en noviembre. Conmigo no fue así. Hasta mayo del año siguiente no me entregaron,
después apareció la policía en la casa de mi tía diciendo que se había
encariñado conmigo, que si me podía seguir viendo y yo terminé hasta los diez
años viéndome con ella y su hijo.
Ellos tuvieron conmigo una relación que en una familia normal serían los tíos,
yo necesitaba algo y ellos estaban, para mi fue bastante shockeante el tema.
Cuando a los 10 años a mí me operan, la hermana de mi vieja, que también estuvo
en cana en jefatura la echa, entonces yo la eché a mi tía y le dije que si tenía
que elegir la elegiría a ella. Entonces me dijo si sabía que ella había
entregado a mi mamá. Me quedé sin poder emitir opinión. Fue bastante duro y tuvo
bastante poco tacto para hablar con una nena de diez años. Así me enteré y
después entré en contradicción, nunca mas la pude llamar...
Todas NN
“Dando cumplimiento a lo ordenado, cumplo en informar a Usted que con fecha 20
del mes de julio próximo pasado, por orden del señor Sub Jefe de esta Unidad
Regional II, personal a mi cargo procedió a retirar de esa Oficina de Judiciales
a una persona del sexo femenino de alrededor de 22 años de edad juntamente con
dos criaturas de igual sexo, una de pocos meses y otra de unos cuatro años,
todas NN de acuerdo a lo ordenado por superioridad, siendo conducidas a la
Sección Femenina de la Policía de Menores, quedando alojadas en esta a
disposición del Señor Jefe de Policía de la Unidad Regional II, que
posteriormente se estableció que el nombre de la mujer era Dolores Aguirre y sus
hijitas Josefina y Catalina...”, repitió Oddone el 30 de octubre de 1976.
Ya no estaba Díaz Bessone al frente de las vidas y las muertes en las provincias
de Santa Fe, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones.
Ahora se encontraba a cargo el General Leopoldo Fortunato Galtieri.
Pero al frente de la jefatura de la policía rosarina seguía Agustín Feced.
Josefina volvería a sufrir las consecuencias de las decisiones de estos hombres.
De chiquita
Siempre fui muy introvertida. Siempre mi tía y mi hermana me cuidaron en exceso,
por dos razones, primero porque era la más chiquita, siempre fui hipersensible
en todo.
Después vino una enfermedad en el bazo. Yo sabía que estaba enferma, pero no
sabían qué tenía. En un momento pensaron que podía tener leucemia. Entonces era
un doble cuidado, no podía hacer mucho, no podía correr, tenía que tener
cuidado, no podía jugar a los juegos que jugaban mis compañeros, tenía que tener
muchísimo cuidado. Eso hizo que estuviera como en una burbuja dentro de la
realidad, todo el mundo cuidándome, era la enfermita y guarda con lo que se
hacía, si alguien me hacía algo, salía corriendo a buscar a mi hermana, la hacía
venir y que me defendiera.
Fui al Normal 1 que es donde terminó mi mamá y yo fui desde jardín de cuatro
años hasta quinto año. En realidad empecé a ir antes, porque estaba todo el día
pegoteada arriba de mi hermana. Tengo una foto de un acto de mi hermana en el 79
disfrazada de negrita con una cara como diciendo “cómo me rompe” y yo así al
lado, feliz de la vida porque mi hermana actuaba y tenía que estar conmigo al
lado, disfrazada exactamente igual, yo la agarraba de la mano y tenía que actuar
conmigo. Así que empecé a ir como a los dos años, porque no me podían sacar,
porque entraba en crisis de llanto y gritos en el medio del colegio y las
maestras decían “bueno déjela si quiere”.
Yo hasta los ocho años pensaba que mis papás se habían muerto en un accidente.
Cuando mi hermana me dice, “lo que pasa es que a nuestros viejos los mataron los
militares, porque ellos pensaban diferente y lo dijeron…”, entonces yo dije,
bueno listo, no hablo más, fantástico. Porque si a ellos los mataron por eso yo
no iba a hablar por ahí, hasta el día de hoy me cuesta, si hay un grupo cerrado,
dos, tres, cuatro, me puedo relacionar bien, pero en grupos mayores no.
Sobre la piedad policial
“La menor de autos que presuntamente se llamaría Josefina Aguirre, se encuentra
en su domicilio bajo su atención directa, por cuanto tenía problemas de salud
que han ido paulatinamente superando. Encontrándose bajo atención médica de una
afección bronquial. En su carácter de empleada policial de la Policía de
Menores, se apiadó de la criatura, la que había ingresado a dicha dependencia
junto con otra hermanita y la madre de ambas; ésta última se encontraría
detenida en razón de pertenecer a una organización de carácter subversivo. No
tiene inconveniente en hacerse cargo de dicha menor, hasta que se regularizara
su situación. Por lo tanto solicita su tenencia judicial y se le expida un
certificado de la misma”, sostuvo la entonces cabo de la policía rosarina, Norma
Pilar Ramos, el 18 de agosto de 1976 ante la jueza de menores, doctora Clotilde
Cariello.
Para la magistrada no hubo ningún problema.
Pesadillas
Tenía sueños reiterados. Me despertaba muy agitada y le contaba a mi tía que iba
por un lugar bastante oscuro, sentía que alguien me llevaba y que iba corriendo.
Sentía la agitación de la persona que corría, por eso yo me agitaba y sentía que
no era yo la que corría y sentía la angustia de esa persona, como que estaba
escapando de algo. Estuve así varios días, hasta que decidieron decirme mirá
pasó esto, en realidad me encaró mi hermana, porque mi tía no podía hacerse
cargo de decírmelo, a mi hermana se lo había dicho su psicóloga.
Cada vez que salían a comprar algo, mi hermana se hacía la mochila, se llevaba
las cosas que mas quería, su cepillo de dientes, su muñeca y algo de ropa. Le
preguntabas por qué y decía por si no podía volver, o sea que le tuvieron que
sacar un montón de hábitos, también le regalaban algo, lo rompía y decía no
quiero.
Cuando a ella le tocó decírmelo, estaba bastante mal, lo hizo de la mejor manera
que pudo, me llevaba dos años y medio, yo tendría siete años y ella nueve y
medio.
Cuestiones familiares
María Cristina Nocera tenía 25 años y era agente de policía cuando el 13 de
setiembre de 1976 se presentó ante la jueza de menores.
Dijo que “desde hace aproximadamente dos meses se encuentra en su hogar la menor
de autos, supuestamente llamada Catalina Aguirre, de aproximados cuatro años de
edad. Que con la anuencia de este Tribunal y dado su estado de salud en que la
menor se encontraba, es que cobijó en la casa de su familia. Presentaba un
problema de tipo bronquial, una cuestión que ya se encuentra plenamente
superada”.
Su intención, dice el expediente, “fue la de preocuparse más íntimamente de la
salud de la criatura en razón que en las dependencias de la Policía de Menores,
por más buena voluntad que hubiere, no se le podían brindar los cuidados que la
misma necesitaba”.
Sin embargo, a Nocera se le había acabado la voluntad: “...actualmente quiere
ponerla a disposición de este Juzgado, por cuanto ya cree haber cumplido con la
tarea que se había encomendado y ante la imposibilidad de seguirse manteniendo
la misma situación, por cuestiones de índole familiar”.
Argumentó que su padre tenía problemas cardíacos y que no deseaba generarle un
problema en el futuro en caso de que se encariñara con la criatura en caso de
que el Tribunal “luego disponga otro destino para la misma”.
La jueza contestó que la niña debía “depositarse provisoriamente en el domicilio
de la compareciente” y que era necesario librar un oficio a Feced “para que
informe con respecto a la situación de la presunta progenitora de los menores y
a disposición de qué autoridad la misma se encontraría y todo otro dato de
interés para la presente causa a fin de resolver la situación de los menores de
autos”.
La jueza de menores era Clotilde Cariello y nadie sabe hasta el momento cuántas
otras personas se presentaron ante ella en relación a los chicos hijos de
desaparecidos.
Descubrimientos
Cuando apareció Lelia que fue compañera de mi vieja le empecé a preguntar.
Recuerdo que por ejemplo cuando encontré un recorte de diario que decía que
habían matado a un militar, le pregunté a mi tía y mi tía decía, “yo no se
nada”, entonces fui, me tomé un colectivo, me fui hasta lo de Lelia y le dije, “explicame”.
Porque una cosa es que lo mataron por hablar, por pensar y otra cosa es que ahí
lo culpaban de haber matado a alguien, como que todo cambiaba de lugar, la
defensa no era tan así, desde la mentalidad de alguien de doce años.
Entonces me dijo. Ellos estaban militando, ellos no lo mataron. Entraron para
sacar armas y para protegerse cuando se iban se llevaron a un militar. Lo
tuvieron preso para pedirles que largaran gente. El tipo entró en una depresión,
lo descuidaron un día y se suicidó. Los militares saben que se suicidó, pero lo
ponen como muerto por la subversión. Entonces ahí se me empezó a complicar todo
y empecé a preguntar por el tema de la militancia.
“Yo te ofrezco empezar a buscar gente que los haya conocido en la militancia,
porque ellos te van a explicar mejor, yo no se”. A partir de los doce y trece
años empecé a conocer cada tanto un compañero de mi viejo, de mi vieja. Así fui
juntando los datos. Hay cosas que yo se que mi tía de verdad no sabe...
Problemas de conducta
María Cristina Nocera no quería saber nada con Catalina en noviembre de 1976.
El 10 de aquel mes volvió a presentarse ante la doctora Clotilde Cariello “para
que el Tribunal disponga lo pertinente con respecto a la menor depositada
provisoriamente en su domicilio”. Ya no se hablaba de los problemas del corazón
de su padre y el futuro desencanto en caso de un nuevo traslado de Catalina.
“...la referida presenta a esta altura problemas de conducta y le está
complicando la vida a sus padres. Teniendo en cuenta que se ha presentado un
presunto familiar de la menor sugiere que le sea entregada la menor en depósito
a dicho familiar, por cuanto la situación familiar se ha tornado insostenible”,
sostuvo.
La doctora Cariello tomó debida nota.
En el expediente, mientras tanto, no había una sola nota que aclarara el destino
de la madre de las chicas.
Feced no se tomaba el trabajo de jugar a la supuesta legalidad que suponían los
requerimientos judiciales.
Los quince
Dos meses antes de cumplir los 15 años se supo el nombre y ahí me dieron la
primera foto, que está por ahí ampliada. Después, una semana antes de que
cumpliera los 15 apareció en mi casa parte de mi familia paterna. Y después del
cumpleaños conocí a toda la familia que era un montón...
Vivía en Corrientes y Pellegrini con mi tía, mi hermana y con mis primos.
Ese día a mi abuelo se le llenaron los ojos de lágrimas. Fue así: entre una
multitud te llama alguien y ese era mi abuelo paterno.
Lloré todo el tiempo y a mí que me cuesta mucho llorar, fue muy fuerte.
Esto habrá sido en 1991.
Una forma de volver
Su tía Judit Brunet fue a buscarlas.
Era el quince de noviembre de 1976.
Llevó varios documentos, desde partidas de nacimiento a certificados de
defunción.
Por ahora era una sobreviviente.
Ante la justicia rosarina que hacía de cuenta que no pasaba nada, tuvo que
demostrar que Josefina y Catalina eran hijas de Ruth González Brunet que nació
el 25 de setiembre de 1953.
Y “que habiendo sido impuesta que la depositaria provisoria de la menor Mariana
González, que figura en autos como Catalina Aguirre, no puede seguir haciéndose
cargo de la misma, viene a solicitar al Tribunal que la declarante sea designada
depositaria de dicha menor, hasta tanto se regularice la situación de autos”.
Era una forma de volver al seno materno...
Por lo menos para Mariana.
De Josefina se sabía poco o casi nada.
Búsquedas
Un año después, alrededor de 1992, viajé hasta la sede de Abuelas de Plaza de
Mayo. Me hice la filiación materna y se suponía que todos los trámites para
conseguir mi verdadera identidad iban a ser fáciles y rápidos y todavía no hay
sentencia.
Lo de mi viejo era más complicado porque la familia jamás lo denunció, yo le
planteo a mi abuelo que quiero su apellido, empecé todos los trámites.
Así que ahora estoy con eso, peleándola...
También tengo que presentar una desaparición forzada de mi papá. De mi vieja
tenemos que recuperar el cuerpo.
Lo que saben ellos
A fines de 1998, José Rubén Lo Fiego, imputado de 69 delitos de lesa humanidad,
seguía en funciones en la policía rosarina.
En esos días entregó una serie de papeles en los que informaba que distintos
expedientes que formaban parte de la justicia federal fueron remitidos al
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y que nunca más se supo de ellos.
Allí hace mención que en el legajo de la Comisión Nacional sobre Desaparición de
Personas número 4.316, Ruth González fue vista en la Alcaidía de Mujeres hasta
setiembre de 1976 cuando la sacaron y la cargaron en un taxi Agustín Feced,
Guzmán Alfaro y el mencionado Lo Fiego.
El torturador escribió en esos papeles que Ruth murió en “un enfrentamiento” el
5 de octubre de 1976.
¿Cuánto más sabe Lo Fiego?.
¿Alguna vez volverá a declarar sobre los hechos en los que participó entre 1976
y 1983?.
¿O los jueces federales rosarinos seguirán trabajando para el olvido?.
HIJOS
En ese lío de mi vida, allá por 1995 entré a HIJOS, que se había creado en
abril. Yo entré en mayo....
Para mi llevar el apellido de mi papá va mas allá de una cuestión legal.
Es primero tener la certeza de quién fue mi papá, el apellido me lo va a
determinar, yo creo que lo tendría si ellos no lo hubieran matado, es como que
vuelva todo a la normalidad y más que nada impedir que realmente lo hayan hecho
desaparecer, porque para la ley está todo bien, mi viejo está por algún lugar.
Pero al mismo tiempo yo soy la hija y acá estoy, quiero que mi papá, sea mi papá
y que figure que es mi papá y que figure que mis hijos van a ser los nietos de
él, no quiero que se pierda mi viejo.
Por ahí lo que siento es que los extraño, los necesito y no los tengo y eso es
algo que no va a cambiar nunca, pero creo que cuando empecé a investigar más el
tema de la militancia empecé a entenderlos más. Pero cuando entré a HIJOS,
cuando aprendí de verdad lo que es militar y los sentimientos que a vos te
genera el compañero y lo que te genera a vos estar absolutamente seguro de lo
que querés hacer y no te importa o ponés en riesgo tu integridad física por eso,
creo que puedo entenderlos más.
Yo no tengo hijos, pero siempre fue incluso una batalla bastante interna y
fuerte con respecto a si tengo un hijo qué hago, voy a permitirme seguir
militando si eso implica que él pueda llegar a pasar por lo mismo.
Y digo que si, quiero que mi hijo aprenda a luchar.
La burocracia del terrorismo de estado
El caso de Josefina y Mariana consta en la Justicia de Instrucción Militar y en
varios expedientes de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario.
El 11 de abril de 1986 se podía leer que: “Se procede a agregar al presente
sumario fotocopias obrantes a fojas 476 a 481 que han sido extraídos del sumario
nº 32.901.
“Chorobik de Mariani, María Isabel s/su presentación”, bajo el título de
“Detalle de expedientes caratulados NN, ingresados en la secretaría civil del
juzgado de menores de la segunda nominación durante el período 1976 - 1983”,
dado que en tal listado, en el año 1976, se encuentran insertados los siguientes
obrados: el expediente número 595: Aguirre, Josefina y Catalina s/situación (hoy
González Mariana y Josefina Victoria s/situación), siendo tales menores las
hijas de las llamadas Ruth González Brunet, femenino de figuración en el sumario
número 562 de la causa AT 40.965/2665, Feced, Agustín y otros, s/homicidio,
violación y torturas; el expediente número 5, Bettanin, Mariana y Carolina
Luchetti, Cristina Inés s/situación, siendo las tales menores las hijas del
matrimonio conformado por Leonardo Bettanin y María Inés Luchetti, personas
estas de figuración en el sumario número 6/84 de la causa AT 40.950/2665 antes
mencionada, como asimismo, se observan los expedientes números 8: Maggio, Paula,
s/amparo y número 9, Tossi, Bárbara s/amparo, hija de Clotilde Rosa Tosi y
siendo los padres Roque Ramón Maggio y Clotilde Rosa Tossi, personas de
figuración en el sumario número 6/84 de las causas AT 40.950/2665, todo lo cual
se asienta en la presente diligencia firmando de conformidad y para constancia
en presencia del juez de instrucción militar y del secretario que certifica”.
Lo firmaba Higinio Salvador Pérez, sargento primero, oficial secretario del JIM
52 y Genaro Alberto Monzón, coronel, juez de instrucción, JIM 52, Comando Cuerpo
Ejército II.
Juguetes
Me gustaba jugar a la mamá. Cuando me daban plata para la merienda yo gastaba
menos, ahorraba y me compraba ropa de bebés para las muñecas.
Yo creo que con mi hermana en algún momento llegamos a tener ciento y pico de
muñecas.
Tengo algunas, a mis preferidas las tengo guardadas, todas. En realidad siempre
fui muy pegote con las cosas, cuando necesitaba cosas de mis viejos y no las
tenía.
Por ejemplo mi pequeño Pony que está ahí, me lo regaló mi hermana, después de
haberlo deseado muchísimo tiempo, para mi es re importante, yo lo pongo a mi
pequeño Pony y cuando viene Aymará que es la hija de una amiga, es re lindo
verla jugar con mi pequeño Pony, es como darle una parte más mía y se que lo que
guardo es para poder dárselo a mis hijos. Quiero que ellos lo tengan, que
después pueden optar por no usarlo, pero que lo tengan. Hay un montón de cosas
mías, están mis cuadernos de tercer grado, algunos trabajos míos de la
secundaria, cosas que para mí han sido importantes, por eso hay tanto quilombo
acá, yo soy de guardar.
Mi sueño es tener una familia y tener un jardín de infantes.
Los recuerdos de una celadora
El 15 de abril de 1986, la ahora sargenta Norma Pilar Ramos declaró que
“recuerda haber ingresado 3 NN femeninas, una de ellas de 23 años
aproximadamente, otra de 3 años más o menos y la última una bebita de cuatro
meses. La persona mayor femenina y las dos menores entraron a la policía de
menores femenina y posteriormente la persona mayor fue trasladada a la alcaidía
quedando en custodia las dos menores. A la niña menor (la de cuatro meses) al
día siguiente de su ingreso tuvo que ser internada en el Hospital de Niños
Héctor Vilela a raíz de un examen médico practicado en dependencias quien
determinó diagnosticando un cuadro de broncolitis. Permanenciendo internada en
dicho nosocomio durante el lapso de una semana. Que la bebita (de cuatro meses)
le fue entregada en forma provisoria por orden del juzgado de menores de la
señora Norma a cargo de la doctora Clotilde Cariello. Con respecto a la segunda
menor (de tres años) estima que fue llevada en forma provisoria por la celadora
Cristina Nocera. A los ocho o nueve meses de haber permanecido con la bebita fue
solicitada por el juzgado de menores de la segunda nominación civil para ser
entregada a un familiar”.
El nombre del documento
Ahora, en el documento, mi nombre es Josefina Victoria González, que es igual al
de mi mamá, porque me lo pusieron porque es un apellido común, a los NN cuando
le ponen el apellido, le ponen González, Pérez, Gómez, López.
El apellido verdadero de mi papá es Toseto. Aguirre es el nombre de guerra de mi
viejo. Dos por tres me preguntan por qué me dicen Tana y cuando ven González,
entonces dicen que el sobrenombre es es una cargada...Entonces tengo que
explicar todo.
Los archivos policiales
María Lina Ruiz, sargenta, jefa de la sección femenina de la policía de menores
declaró ante la justicia federal rosarina que revisó memorandum de guardia del
año 1976 “como así también el índice correspondiente, no hallándose registrados
en los usuarios la recepción de las menores Mariana y Jorgelina (sic) González”.
Estos dichos fueron formulados el 17 de marzo de 1986.
A diez años del principio del terrorismo de estado, todavía era posible
reconstruir cada una de las fichas elaboradas por la policía rosarina.
El comisario Roberto Scardino, el 25 de marzo de 1986, fue capaz de relatar lo
sucedido el 20 de julio de 1976.
La versión oficial de la desaparición de Ruth González.
Aquel día, una unidad del Comando Radioeléctrico llegó hasta la casa ubicada en
Sánchez de Bustamante 845 en donde se encontraron con “un femenino de joven
edad, aparentando un fuerte estado psíquico anormal, al parecer por la
consumición de estupefacientes, acompañada por dos niñas de corta edad,
procediéndose al secuestro de gran cantidad de medicamentos, jeringas
hipodérmicas y literatura de corte subversivo”.
“Dolores Aguirre” fue remitida a la Alcaidía de Mujeres el 24 de julio de 1976
y, según el parte oficial, fue puesta en libertad el 9 de setiembre de aquel
año.
En esa misma respuesta aparece la versión que recoge Lo Fiego años después: el 5
de octubre de 1976 en un enfrentamiento armado con fuerzas legales caen abatidos
dos femeninos y un masculino. Una de ellas era Ruth González, de acuerdo al
análisis que se hizo por comparación dactiloscópica.
Pura historia oficial.
Pura mentira histórica.
Pero con un dato nada menor: la existencia de archivos policiales que permitían
reconstruir los hechos sucedidos durante el primer año del terrorismo de estado.
Los sentidos y lo mágico
Así somos los hijos de los desaparecidos. Tenemos algunas cosas en común. Por
ejemplo yo no escucho bien, pero hay ruidos que los reconozco. Y tampoco tengo
olfato a lo que se suma que siempre tengo la nariz tapada por la alergia, pero
hay olores que reconozco.
Un día que entré acá y todavía no estaba terminada la casa, sentí un fuerte olor
a ratas. Fui, le pregunté a un tipo, y dice no, averigüé y las ratas no tienen
olor, los que tienen olor son los murciélagos y que murciélagos acá no hay.
Insistí: acá hay olor a rata. Tres días después descubrieron que debajo de ese
piso había un nido de ratas y yo no tengo olfato prácticamente.
También suceden cosas increíbles.
Hace un par de años yo tuve una depresión bastante fuerte. Digamos que terminé
de caer.
Un día, en medio de esa situación, estaba tirada en mi cama llorando, sola y
cerré los ojos y me vi tomando la teta y escuchando un corazón y me calmó
absolutamente.
Ahí me di cuenta que mi mamá estaba conmigo.
Después tuvimos un encuentro de Hermanos donde estaba la psicóloga. Mirá, me
pasó esto, yo quiero saber si puede haber sido un recuerdo.
Yo sentí que era mi mamá, lo sentí y no te puedo decir si la vi.
Pero ella. Ahí estaba.
Conmigo.
Y fue verdad...
Un Clemente con manos.
Así es Simón, el personaje y secretario de Raúl Milito.
Inventado cuando iba a las escuelas de la República de la Sexta, uno de los más
emblemáticos barrios rosarinos.
“Su paso por las aulas es recordado por su compromiso, inteligencia y sentido
del humor. Desde sus primeros pasos fue un hábil dibujante, creando personajes
como Simón”, escribió uno de sus hermanos, sobreviviente de la noche carnívora
iniciada el 24 de marzo de 1976.
Simón se colaba entre los papeles de la facultad de Arquitectura y en las
reuniones de la Juventud Universitaria Peronista y del Peronismo de Base.
Ahí andaba la sonrisa de Simón dibujada en un solo trazo, mezcla de ternura y
picardía, con grandes ojos y tres pelos locos que partían hacia el universo.
Vestido de polerón, con panza y pies grandes, Simón saludaba a los compañeros y
cada tanto aparecía con una pelota de tientos.
También aparecía en las cartas de amor para Silvia Bianchi, la pareja de Raúl
que tenía entonces 23 años. Vino de Entre Ríos, estudió psicología y se metió en
el barrio San Francisquito “a repartir caricias y enseñar letras y cuentas” y se
convirtió en militante peronista y montonera, como contó Eduardo Bertolino años
después.
“Porque fue tu opción y tu elección. Una decisión meditada.
Peronista y montonera. Con orgullo, con pasión y con tu humildad de siempre,
pero con una responsabilidad mucho más grande. Ya no había lugar para flaquezas
y muy poco espacio para las dudas. Se blindaron las palabras, se endurecieron
los gestos, se retempló el alma. Pero hubo lugar para el amor. Conociste a Raúl.
Y los besos y las caricias poblaron tus días y tus noches. Tus ojos estallaban
de felicidad y tus mejillas se coloreaban de pudor cuando te cargábamos. Y pucha
que era duro enlazar los deseos personales, las pasiones íntimas con la
responsabilidad política y la lucha revolucionaria...”, siguió Eduardo.
Y allí estaba Simón.
En la noche del 20 de agosto de 1976 entraron a la casa y los fusilaron. No
importó que Silvia estuviera embarazada. Destruyeron todo lo que encontraron.
Pero Simón resistió.
Una gambeta del amor que burló a los asesinos y le ganó a la invención del
olvido.
Un cuarto de siglo después, ahí está Simón.
Dibujado sobre el pizarrón, en los pupitres, en papeles y cartas varias.
Se metió en las manos de uno de los sobrinos de Silvia y Raúl y su cuello amplio
de polerón de los setenta desafía silencios y solemnidades del principio del
tercer milenio.
La memoria hecha caricatura.
El amor viajando en la manito de un pibe que no se olvida y sigue divirtiéndose
con Simón, como sus tíos.