Metodología Represiva

Informe de la Comisión Bicameral - Tucumán 1974-1983 (Anexo I)

 

1.2 Duración de los Operativos


El desarrollo de los operativos era el trámite rápido y sus secuencias vertiginosas, condición ésta básica, como ya vimos, para asegurar el cumplimiento del objetivo: llevarse consigo a la víctima del allanamiento. La superioridad numérica, la violencia, el despliegue ilimitado a los ojos del detenido, de una fuerza incontrastable por su dimensión y contundencia, etcétera, tenían como complemento necesario la rapidez de las acciones, sin perder nunca la iniciativa. Los efectivos copan la zona, rodean la casa o lugar del secuestro , irrumpen con energía inusitada y una actitud francamente agresiva, propinan golpes a todo aquél que intenta reaccionar, individualizan a la persona buscada, la reducen y la llevan hasta el vehículo operativo golpeándolo continuamente. Toda esta operación se realiza en un lapso que generalmente dura alrededor de 15 minutos.

Un factor imprevisto de demora de los plazos estará dado, generalmente por la ausencia de la víctima, lo que algunas veces suele suceder. En este caso, se inquirirá coactivamente sobre su paradero continuando el operativo en el lugar en que se crean encontrar a la persona buscada, o en caso de ello resultar imposible, había ocasiones en que optaban por esperarla, montando una “ratonera” en el lugar.

Un ejemplo típico de esta situación, acompañado por una larga permanencia en el lugar del secuestro –en este caso el domicilio– está planteado con referencia a la desaparición de María Teresa Sánchez, maestra diferencial, ocurrida el 2 de noviembre de 1976. (Leg. 88-S-84):

Los hechos que se describen a continuación, se desarrollan en el hogar de María Teresa, ubicado en calle San Martín 1326, de esta Capital, donde residía con su familia:

“A horas 2.30 de la madrugada, golpearon la puerta de su casa por el lado del garage. “Abra la puerta, señora, es la policía” (...) penetrando un grupo de 5 o 6 personas con pantalones de fajina, algunos azules, otros verdosos, y camisas comunes de color oscuro, calzados con zapatillas, todos con pañuelos que le cubrían la mitad del rostro. Ordenaron entonces a su esposo que se tirara boca abajo, en un sillón y le ordenaron a la dicente que se encerrara en el baño, mientras tanto le preguntaban a su esposo por su hija, mencionando el nombre de su apodo “Mori”, a lo que su esposo le contestó que no estaba en casa y que les había avisado que esa noche no iba a ir. Luego le preguntaron lo mismo a la dicente; preguntaron si era posible que estuviera en la casa de una amiga de su hija, que vivía a la vuelta, lo que también le extrañó a la que habla, ya que también la mencionaron por su nombre (...) Luego de esto los encerraron a la declarante y a su esposo en su propia habitación, bajo llave, mientras que un grupo se dirigió a las habitaciones de atrás y otros subían a los techos de la casa. Continúa su relato diciendo que el grupo se quedó en la casa toda la noche: en el comedor algunos, y otros en el consultorio de su hijo. Al día siguiente la despertaron a la doméstica y le pidieron que les hiciera el mate cocido (...) Que alrededor de las 10 de la mañana llegó a su casa su otra hija casada, que vivía a la vuelta, abriéndole la puerta los policías, haciéndola entrar y encerrándola en una de las habitaciones que estaban vacías; pero poco tiempo después pidió encarecidamente que la dejaran volver a su hogar, ya que había dejado el horno prendido y su pequeño hijo que nadie lo cuidara (...) Luego, a eso de las 11 de la mañana, llegó su otro hijo, haciéndolo entrar de igual manera e introduciéndolo en la habitación en la que estaban la que narra y su esposo; lo mismo ocurrió cuando llegó su hijo mayor de su comercio, encerrándolo en la misma habitación. A las 13.30 horas llegó su hija Mori de la escuela y el grupo la sorprendió; en ese momento pegó un grito que inclusive lo escucharon los vecinos (...) el grupo de secuestradores permaneció en su casa hasta las 7 de la tarde, hora en que se retiraron”.

 

 

 

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