Metodología Represiva

Informe de la Comisión Bicameral - Tucumán 1974-1983 (Anexo I)

 

2. Saqueo de las casas durante el operativo. El botín de guerra

El pillaje y la rapiña cometidos contra las víctimas de la represión por parte de quienes participaron de la misma, es uno de los aspectos más repugnantes del terrorismo de estado. La reiteración sistemática del pillaje hace pensar en una verdadera organización clandestina montada para repartirse los bienes mal habidos durante los procedimientos, y la institución sui generis de “premios” para los brutales integrantes de los grupos de tareas. Puede verse a lo largo de los casi cinco centenares de denuncias recibidas por nuestra Comisión que el saqueo se convirtió en verdadera obsesión por parte de los represores, alucinados por la sed de rapiña de objetos de valor. Hacemos mención a que han trascendido a lo largo y ancho del país toda clase de denuncias sobre este punto, lo que nos hace pensar que el botín de guerra formó parte principal de la metodología represiva que estamos describiendo, y que se derivaba del código de disposiciones secretas que regían el aparato represivo durante estos años. Recuérdese que según han denunciado prisioneros sobrevivientes del campo de concentración de la ESMA, los integrantes del grupo de tareas que funcionaba en el interior de ésta habían montado verdaderas empresas para comercializar el producido de los saqueos.

En el Leg. 170-P-84 está asentada la denuncia por secuestro y posterior desaparición de Bernardo Puita Cáceres, boliviano nacionalizado argentino, hecho ocurrido el 17 de mayo de 1978; su compañera declara que tras ocupar los uniformados la vivienda (habla de uniformes verde oliva, botas y birrtes), golpear salvajemente a su marido, atarlo y trasladarlo al camión del Ejército que esperaba afuera:

“... volvieron y se dedicaron a romper las cosas de la casa (...) y luego se llevaron muchas de sus pertenencias, entre ellas las camas, ropas del secuestrado, la compareciente y los chicos, los documentos de identidad de todos, una cocinita a kerosén, una lámpara de gas, etc.”.


En la denuncia referida al secuestro y cautiverio de Rubén Bernardo Aráoz, liberado posteriormente, se menciona la pérdida durante el operativo de allanamiento a su domicilio, de un reloj pulsera, anillos, cadenas de oro, joyas de plata y cubiertos. (Leg. 296-A-84)

En la denuncia referida a la desaparición del matrimonio Julio Vicente Décima, técnico electricista, 28 años, y su esposa Lidia Flora Salazar Décima, de 26 años, empleada, hecho ocurrido el 5 de marzo de 1975:

“... esas personas estaban vestidas con ropa azul –igual a la que usa la Policía Federal o de la Provincia, no sabe exactamente– a cara descubierta, portando armas largas, sin ninguna tonada en especial, parecían tucumanos y luego de eso le causaron destrozos en la casa, le vaciaron la cartera y también la mesa de luz; levantaron los colchones de las camas, aparentemente buscando algo, le robaron un tocadiscos, una caja de cubiertos “nuevos”, un bolso vacío, juego de sábanas, ropas del hijo, para ese entonces de 4 meses de edad, una máquina de fotografía y ropas y zapatos del secuestrado, etc.”. (Leg. 180-S-84 Fecha: 5/3/75).


En el Leg. 159-R-84:

“... Que alrededor de las cinco de la mañana, volvieron presuntamente las mismas personas en dos vehículos, uno de marca que no alcanzó a reconocer y el otro un Rastrojero, cargaron de su casa en la camioneta: la bicicleta de su marido, otra de la dicente, una garrafa de gas, seis sillas”. (Fecha: 20/7/77);

y como la exponente dejara su casa al cuidado de un vecino, debiendo ausentarse tras el allanamiento:

“... y volviendo a los tres días, que fue cuando el vecino le contó, con lágrimas en los ojos, que un grupo de gente con uniforme policial había vuelto por su hogar, según le contaron eran altos, rubios, de gran contextura física, impidieron a los vecinos presenciar lo que ocurría. Fue así que cargaron en la camioneta en que habían llegado: 1) las cuatro camas; 2) una cocina de gas, marca Perpetua, la que habían comprado en “Castillo”; 3) una guardarropa; 4)una heladera chica a kerosén; 5) un televisor blanco y negro, en este momento no recuerda qué marca; 6) una radio de mesa, eléctrica y a pilas; 7( una mesa de madera con revestimiento de fórmica; 8) 24 chapas de zinc; 9) un triciclo de niño; 10) la documentación de los niños y la suya; 11) la ropa de cama. También le contaron los vecinos que este grupo le prendió fuego a lo que consideraban no servía”.


En el Leg. que lleva los número 133 y 134-S-84:

“... también manifiesta que los incursores saquearon totalmente su casa, llevándose varias cosas de valor, entre ellas tres relojes pulseras, un reloj de oro, un anillo de compromiso, de su marido, y la poca plata que tenían en ese momento”.


En el operativo se secuestro –para nunca más aparecer– de Agustín Sánchez, dirigente del Sindicato de Luz y Fuerza y su esposa Honoria Soria de Sánchez, ocurrido el 3 de setiembre de 1976:

“... al día siguiente, había personas en los techos y otras adentro (de la casa), de donde procedieron a saquearla, llevándose el televisor, el carrillo de una máquina de coser y prácticamente todos los elementos de la cocina, herramientas, y dejaron preparadas cajas, con intenciones de volver nuevamente”.


El señor Miguel Rubén López, ex Jefe de Compras del Departamento de Materiales y Construcciones, quien denuncia su detención ilegal producida el 23 de abril de 1976, tuvo que soportar asimismo el saqueo de su vivienda mientras se encontraba detenido, siendo despojado de todas sus pertenencias.

“... como ser, muebles en general y ropas personales suyas y de su esposa, sus documentos personales, joyas de valor, etcétera”. (Leg. 324-L-84).


Tal como surge de anteriores causas, muchas veces acontecía que los individuos participantes en los operativos, por alguna razón no podían concretar el saqueo durante el operativo, retornando después a realzarlo. Volvemos a encontrarnos con esta figura en la causa correspondiente al Leg. 140-P-84:

“... Días más tarde, hallándose ausente la declarante, por lo que ignora fecha, hora, etc., entraron a su casa y la desvalijaron dejándole únicamente los muebles grandes...”.


Al conocido periodista Maurice Jeger, francés nacionalizado argentino, 36 años, desaparecido desde el 7 de julio de 1975, tras ser secuestrado de su domicilio a altas horas de la noche le saquearon y desvalijaron toda su casa –calle General Paz 1031– llevándose hasta los muebles”. (Leg. 40-J-84).

A la familia Argañaraz (Leg. 21-A-84), de Simoca, le fue robado un tractor Fiat 500, de reciente adquisición.

El robo de los automóviles de las víctimas era moneda corriente, evidentemente por tratarse de un bien mueble susceptible de ser negociado ilegalmente. En el Leg. 268-B-84, denuncia del secuestro y posterior desaparición del ex diputado nacional Bernardo Samuel Villalba, vemos:

“... su hijo fue a abrir la puerta de calle (...) acto seguido le vendaron los ojos y le ataron las manos y fue introducido en el automóvil Ford Falcon color verde malva –con techo negro, modelo 1976, Chapa patente C639447– que era propiedad de su marido (...) luego de abandonar a su hijo, los captores se llevaron el vehículo y no supieron nunca más de él...”.


El ciudadano Ernesto Néstor Juárez, 26 años, vendedor, desapareció el día 19 de setiembre de 1978 en la esquina de Alem y La Plata, junto con su automóvil, luego de ser interceptado por un grupo numeroso de individuos que se desplazaban en un Ford Spring color verde, patente de la provincia de Córdoba y un Fiat 125 o 128 color bordó.

También, como ya está mencionado, el médico Máximo Eduardo Jaroslavsky, desapareció junto con su auto, un Citröen Ami 8 Club, patente T049347.

No pocas veces lograron quedarse con los inmuebles de las familias vejadas o desaparecidas. En el caso de la familia MASAGUER, luego de soportar el atropello de un brutal allanamiento en busca de su hijo Juan Masaguer, dirigente de la Facultad de Medicina en 1975, fueron virtualmente desalojados de la casa, debiendo huir la familia de la provincia para salvar sus vidas. Dicha casa fue utilizada como base de asentamiento por efectivos militares y posteriormente ocupada como casa-vivienda por funcionarios policiales de la provincia. Es de justicia mencionar que a través de esta Comisión la familia de Masaguer, luego de trabajosas gestiones realizadas haciendo uso del estado de derecho, ha conseguido recuperar su casa, encontrándose éste en un estado avanzado de deterioro.

Otro ejemplo de brutal ensañamiento y saqueo descarado e inmoral lo consttuye el perpetrado en perjuicio de la familia Rondoletto, caso que alcanzó notoriedad internacional. Allí, junto a los integrantes del clan (véase Familias Desaparecidas) desaparecieron dos automóviles, un Citröen Ami 8 y un Citröen 3CV y la casa, que quedó abandonada, junto a una imprenta, propiedad de la familia y contigua a la casa vivienda, fueron sometidas a un prolijo vaciamiento:

“... a lo largo de los días subsiguientes, se produjo el saqueo de la casa de debajo de sus padres (...) Tres meses después de los hechos, personas que se identificaron como pertenecientes al Servicio de Inteligencia del Ejército procedieron a llevarse el auto de su hermano Jorge (en reparación en un taller) (...) El mismo mecánico se encargó de conducir el automóvil hasta la Jefatura de Policía, negándose los policías a extender cualquier tipo de constancia de la entrega, y que por pedirla... (el mecánico) fue interrogado durante casi cuatro horas en la dependencia policial”.

(...)

“Los saqueos se produjeron a lo largo de algún tiempo (...) y la casa se convirtió en una verdadera madriguera de malvivientes (...) En otra oportunidad, el señor Bermejo (suegro de uno de los hijos del matrimonio Rondoletto, N.C.) fue avisado por teléfono en forma anónima que la casa estaba siendo robada (se refiere a la de dicho hijo, que vivía en un departamento ubicado en los altos del inmueble, N.C.) inmediatamente se presentó (...) en momentos en que dentro de la vivienda se encontraban varios policías, los que le dijeron que se encontraban “haciendo un inventario”, pero que en ese momento se retiraban. Al día siguiente se repitió la misma operación y con las mismas personas, por lo que el señor Bermejo decidió seguirlos en compañía de otra persona. Vieron que en una camioneta se llevaban muchos objetos chicos, como ser regalos que su hermano había recibido en ocasión del casamiento con Azucena Bermejo, además de sábanas, y otros enseres. Tras un corto recorrido, al parecer, los incursores se dieron cuenta de que eran seguidos y los interpelaron, revólver en mano de que no los siguieran más o si no les iba a costar muy caro”.


Del LEG. 16-P-84, denuncia del secuestro de Rolando Coronel y de Marta Coronel, padre e hija respectivamente, interpuesta por el señor Ramón Edgardo Ponce:

“... en la última semana de mayo de 1977, un grupo de personas vestidas de civil, irrumpieron en el domicilio de las víctimas, con gran despliegue de armas con el propósito aparente de detener a la señorita Coronel, militante de la Juventud Peronista e integrante de comisiones de ayuda a los presos políticos. Ante la resistencia opuesta por el padre a tal procedimiento, se marcharon llevándose también a este último. Que una vez realizado el procedimiento, se llevaron gran cantidad de ropas...”.

 

 

 

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