Metodología Represiva

Informe de la Comisión Bicameral - Tucumán 1974-1983 (Anexo I)

 

5. Casos Especiales

Hemos escogido especialmente para esta sección, algunas causa que constituyen demostraciones muy claras de cómo operó la represión en nuestra Provincia, causas que hablan por sí solas.

Una de ellas se refiere al secuestro de un policía que no estaba de acuerdo con participar en los hechos criminales resaltados a lo largo de este informe; otra registra el testimonio de un grupo de amigos del secuestrado que siguieron al auto de los captores y lo vieron dónde entraba: una tercera, se refiere a la situación de un joven –casi adolescente– secuestrado y desaparecido, que figuró en una lista de detenidos legales; la cuarta: porque se identifica con meridiana claridad al jefe del operativo; y la quinta, finalmente, es la transcripción de la denuncia de un ex soldado conscripto obligado a participar de secuestros durante el servicio militar.


5.1 Desaparición de la Familia López y del policía W. Quinteros


Estamos en la lectura de la causa 416-L-85, referida a la desaparición de la familia López, hechos cuyo resumen es el siguiente:

“... en la madrugada del día 27 de febrero de 1976 (...) se presentó en el domicilio de sus padres y hermanos (Santiago 3750, S. M. Tucumán) un grupo de aproximadamente 15 a 20 personas, fuertemente armados, quienes entraron a la vivienda (...) y procedieron a sacar de sus camas a las víctimas, golpeándolas y golpeando también al padre Edmundo López que se encontraba durmiendo en la primera habitación junto al menor de los hijos, de diecisiete años entonces, en el segundo dormitorio dormían Ramón Francisco, de 21 y Rosa Ceferina de 20 años junto a uno de sus hijos de Sandra Mónica López, de 2 años y medio (la niñita fue entregada a su abuelo por la propia hija de ése antes que se la lleven) (...) En este estado manifiesta la compareciente que su señor padre, que fue testigo presencial de los hechos, reconoció al Comisario Roberto Albornoz (a) El Tuerto entre los que integraban el grupo de intrusos y secuestradores, a quien se dirigió preguntándole a dónde llevaban a sus hijos y éste le respondió por averiguaciones. A una nueva e insistente pregunta del padre, Albornoz lo amenazó en los siguientes términos: “que se calle o lo iba a dejar seco”, mientras le ponía un arma en el pecho; esto entre una serie de insultos que le proferían tanto Albornoz como otros miembros del grupo (...) Quiere agregar la declarante que la misma noche del secuestro de sus hermanos, alrededor de las 2 de la mañana, un grupo de encapuchados, salvo uno, de gran estatura y cara colorada, golpeaba puertas y ventanas para entrar a su casa (...) en el interior de la cual estaban su marido y los ocho hijos del matrimonio (...) Al abrirles la puerta la declarante (embarazada de seis meses en ese momento) entraron los individuos. Todos tenían uniforme azul y botas negras como los que usa la policía de la provincia y los rostros con capucha. Que ya habían tirado una ventana y una puerta del fondo, ella fue a abrir la de adelante; el primero que entró fue el mencionado individuo sin capucha, a quien preguntó qué querían recibiendo por respuesta una cachetada. Ahí su marido gritó que no le peguen, que estaba embarazada, entonces empezaron a pegarle a él”.

(...)

Todos los demás hijos –6 mujeres y 2 varones– la mayor acaba de cumplir 15 años, se encontraban en otro dormitorio y también fueron goleados y amenazados a punta de pistola, y como la luz estaba cortada, alumbraban el rostro de los chicos con linterna (...) Que los insultos eran constantes y que después de recibir un nuevo golpe quedó descompuesta, dándose cuenta de pronto que estaba adentro de un vehículo, maniatada y vendada –habían roto un vestido recién hecho de una de sus hijas– (...) Luego la llevan a un lugar que supone era la Jefatura de Policía introduciéndola en una habitación o salón grande (...) allí escuchó que golpeaban a alguien y preguntaban ´”cuál es tu nombre”, a lo que su hermano respondió “yo soy Juan Carlos”, escuchó más golpes y que lo sumergían en algún lugar con agua pues su hermano pedía que no lo “metan más en el agua” (...) escuchó de nuevo “tu nombre” y la respuesta “Ramón Francisco”; a él no lo pusieron en el agua, pero escuchó cómo lo golpeaban y sus gritos y gemidos (...) y así sucesivamente supo que estaba con todos sus hermanos (...) Que al rato la llevaron a otra habitación tirándole de los cabellos y pegándole en el vientre diciéndole, entre otras cosas, que “iba a mal parir” (así la sometieron un largo rato a gritos, insultos y golpes) (...) hasta que una voz aporteñada dijo “esta negra no sabe nada”. La sacaron y la subieron a un vehículo, y la levaron (...) ella creyó que la matarían pero la dejaron en un lugar aflojándole las vendas y las ataduras, con la orden de no darse vueltas y seguir caminando derechito. Pese a ello la dicente se volvió ligeramente y vio –corriéndose las vendas– que se alejaba un patrullero con la luz prendida (...) Agrega que en cautiverio reconoció una voz, que la identificó como de algún conocido; ocurrió que al tiempo otro hermano se accidentó y fue a preguntar por el Manolín, un vecino de apellido Pérez, que era quien había estado la noche del secuestro. Que al poco tiempo de esto salió en los diarios que el Policía Pérez había muerto accidentalmente de un disparo en la Comisaría de Marcos Paz...”.


Del resto de la familia López no se supo nada más; pero del mismo testimonio de Marta, la hija secuestrada y liberada posteriormente, que nos está relatando la historia, surge lo siguiente:

“... Que a los pocos días de ocurrido el hecho (del secuestro de su familia) se presentó en su domicilio el policía Quinteros (sic), quien vivía aproximadamente a cuatro cuadras de la casa de la familia donde se produjo el secuestro, a hablar con su madre Juana Rosa Córdoba de López, fallecida en el año 1983; en esa oportunidad le manifestó que él personalmente había participado junto a Albornoz del secuestro de sus hijos, y que él había participado contra su voluntad y por orden de Albornoz...”.


Hasta aquí el relato de los hechos referidos a la desaparición de 3 integrantes de la familia López, hecho ocurrido 3l 27/2/76, y en cuyo párrafo final se hace mención a la intervención del “policía Quinteros” que vivía a cuatro cuadras de la casa de López, y finalmente agrega: “que tiene conocimiento que al poco tiempo habría desaparecido este policía Quinteros”.

Ahora nosotros: efectivamente, en fecha 1 de abril de 1985, se abrió en esta Comisión un expediente con el número 425-Q-85, al presentarse la señora Lilia Quiroga de Quinteros a denunciar la desaparición de su marido, siendo sus datos los siguientes:

Nombre: Quinteros, Wenceslao.
Domicilio: Marcos Paz 3582 (exactamente a 4 cuadras de López)
Ocupación: Policía (cesanteado) cargo de Comisario Principal.
Fecha del Secuestro: 11 de julio de 1977.


No cabe duda alguna de que se trata del mismo caso a que hace alusión la señora López, cuya declaración parece echar alguna luz en el oscuro episodio de su secuestro:

“... ese día salió de casa a las 8 hs. con su hermano José Américo Quinteros para su trabajo. Se bajó en la sucursal Ciudadela del Banco Nación; cuando volvió su hermano a hs. 11 no lo encontró (...) hasta el momento nunca más tuvo noticias suyas...”.




5.2 Desaparición de Javier Hipólito Centurión


Aquí el hecho sobresaliente es que existen dos personas, en calidad de testigos, que vieron cómo el automóvil conducía a Centurión a la Jefatura de Policía,

“... En su presentación, la denuncia manifiesta que su hijo Javier Hipólito Centurión fue introducido, el 19 de agosto de 1976, a horas 20.30 aproximadamente, por cuatro o cinco individuos vestidos de civil que portaban armas larga y cortas, en un automóvil Torino 4 puertas, de color azul-celeste, con chapa patente de la Capital Federal cuyo número se ignora. El hecho ocurrió en calle Mendoza al 500 de esta ciudad y fue presenciado por dos amigos de Centurión, quienes en otro automóvil siguieron al que llevaba a este último (fue introducido en él sin ningún tipo de violencia) hasta verlo detenerse en calle Santa Fe al 800, “lugar posterior de la Jefatura de Policía, y lugar donde funcionaba la tristemente célebre Sección Confidenciales”. Los seguidores, Dante Rolando Santilli y Romelio Rolando Maciel, debieron seguir transitando en su vehículo “para no ser descubiertos”. Se dice, además, que poco después del hecho referido (a una semana, aproximadamente), un oficial de policía reconoció que, efectivamente, Javier Hipólito Centurión se hallaba detenido en dicha dependencia, luego de insistentes intentos de averiguación en la Jefatura de Policía”.


A fs. 16/17 de esta causa se encuentra agregado el testimonio que ante la Comisión Bicameral prestaron los mencionados XX y ZZ, quienes ratifican lo denunciado por la madre del desaparecido, aclarando que el automóvil en que los captores llevaban a Centurión...

“... dio vuelta en Marcos Paz hasta la calle Salta, y allí dio vuelta hacia Santa Fe; pero los exponentes no pudieron seguirlo puesto que en Salta y Santa Fe existía una barrera puesta por la policía. Con tal motivo, siguieron por Marcos Paz hasta calle Catamarca. Hasta allí es lo que conocen de este asunto...”. (Leg. 147-G-84).



5.3. Desaparición de Arturo Alberto Lescano



Identifica como especial a este caso, el hecho de que al haber sido incluido su nombre en una lista de presos políticos reconocidos –tal como se narra a continuación– resulta evidente que se encontraba, a partir de su captura, en poder de las fuerzas de seguridad.

“... La denunciante, madre del desaparecido, tomó conocimiento a través de una llamada telefónica anónima que su hijo habría sido detenido en esta provincia (la misma tiene su domicilio en Santiago del Estero), en un operativo policial. Por tal motivo viaja a ésta e intenta infructuosamente averiguar algo sobre el particular en la 5a. Brigada de Infantería y Jefatura de Policía (en ambos casos se le dijo que allí no estaba detenido Arturo Alberto Lescano). Tiempo después, el 15 de abril de 1978, el diario “El Liberal” de Santiago del Estero, publica una información sobre “una nueva lista de detenidos liberados...”, emanada del Ministerio del Interior, en la que figuraba su hijo. Ante ello, telegrafió al titular de dicha cartera pidiéndole que comunicase a su hijo que sus familiares iban en su busca a la Capital Federal. Llegada a ella se hizo presente en el Ministerio del Interior, donde un capitán “que dijo llamarse Jorge Fernández” le manifestó que en ningún momento su hijo había estado detenido a disposición del PEN y, consecuentemente, carecía de toda noticia sobre el particular. Al indicarle la dicente cómo era posible que las publicaciones periodísticas fueran coincidentes en lo que hace a la nómina de liberados (la lista en cuestión también la habrían publicado diarios de la Capital Federal) y que, por el contrario él (el militar) dijese todo lo opuesto, el mismo respondió que “nada más podía informarle”. Nunca más la compareciente tuvo noticias sobre el desaparecido, motivo de la denuncia”.




5.4 Desaparición de Juan Carlos Chaparro


La víctima trabajaba en YPF y fue secuestrada de acuerdo a los hechos que se relatan a continuación, siendo el rasgo sobresaliente del caso que siendo reconocido el Comisario Albornoz por un funcionario de la empresa –al identificarse dicho policía– inmediatamente presentó la denuncia en una comisaría citando dicha circunstancia.

En su apartado 3 (Procedimiento), se dice:

“Una dotación de seis personas, que actuó a cara descubierta, dirigidas por un señor de apellido Albornoz, que dijo ser Comisario de la Policía Federal de Tucumán, y que presentó una cédula de la que los testigos sólo vieron el número 38, se presentó al campamento de Arenales en 2 vehículos: un Ford Falcon color verde y un Renault 12. Detenido Juan Carlos Chaparro, fue conducido a su lugar de residencia, en la ciudad de Metán y luego trasladado con rumbo oficialmente desconocido”.


En el apartado 4.1, se expresa lo siguiente:

“El procedimiento ocurrió el jueves 19 de junio de 1975, siendo las 11.30 horas en el Pozo X 1 Arenales, dependiente de YPF, ubicado en Ovando, Dpto. de Rosario de la Frontera, provincia de Salta”.


A fojas 4, el apartado 6 (Ejecutores), dice el punto 6.1:

“El operativo estuvo a cargo del Comisario Inspector Albornoz, que si bien dijo que pertenecía a la Policía Federal, es de público conocimiento que prestaba servicios en la Policía Provincial de Tucumán. Su documento identificatorio, según consta en la denuncia policial adjunta, terminaba en 38. Se deja constancia como dato aclaratorio, y porque sabemos que hay otros “Albornoz” en el cuerpo policial provincial, que se trata de Roberto Albornoz, apodado “El Tuerto”, domiciliado en Banda del Río Salí, provincia de Tucumán”.


Apartado 6.2: Un funcionario policial, sin duda implicado según se consigna en el punto 7.1.3, es el entonces Coronel Néstor Castelli, oficial del Ejército Argentino, que desempeñaba el cargo de Jefe de Policía de Tucumán en junio de 1975.

Punto 6.3:  “Sobre el destino definitivo de Juan Carlos Chaparro evidencia haber tenido conocimiento un capitán del Ejército Argentino llamado Jorge Lazarte, que aún reside en Tucumán, quien habría dicho en setiembre de 1975 que “el gordo Chaparro” (y tal era, en efecto, un apodo del antedicho) estaba muerto. Textualmente, conforme a las versiones indirectas que recibimos: “ese es el gordo Chaparro, y ya está tocando el arpa con los angelitos”. “Díganle a esa familia que no pregunte más, porque se compromete”. Lamentablemente los receptores directos del mensaje no querrán testificar”.

Punto 6.4:  “A fines de 1975 un policía apellidado Cirnio o Sirnio respondió frente a otra consulta: “¿Todavía preguntando por ése? Díganle a su viuda que ya puede ir sacándose el luto”...”.

El punto 7.1.3 dice:  “El 25/7/75 se entrevistó al Dr. M. Cuezo, presidente de la Cámara de Senadores. Como consecuencia de este contacto, el 29/7/75 se obtiene una información oficial pero telefónica, a través del funcionario gubernamental, señor Rubén Chebaia. Luego de expresar: “esto es oficial, de parte del gobierno de Tucumán”, Chebaia comunica que el coronel Néstor Castelli –previa comunicación, según dijo, con el General Luciano Benjamín Menéndez, anoticiado de los hechos por el mismo Chebaia– se habría presentado en casa de Gobierno y reconocido la detención de Chaparro por personal de su dependencia. Atestiguó asimismo el Coronel Castelli en dicha oportunidad que Juan Carlos Chaparro había sido trasladado a Famaillá y puesto a disposición del General Acdel Vilas, Comandante de la V Brigada de Infantería con asiento en Tucumán, jefe, además, del “Operativo Independencia”. El señor Rubén Chebaia no podrá lamentablemente actuar como testigo porque fue secuestrado en marzo de 1976, figurando hoy como un desaparecido más”.

A fs. 8 corre agregada fotocopia de denuncia policial autenticada por escribano público, en la cual se menciona expresamente por el denunciante (Vicente Arsenio González) al “Comisario Inspector Albornoz”, al que el “detenido” reconoció.

A fs. 9 se agrega una fotocopia de una carta dirigida al señor Raúl Chaparro (padre del desaparecido) por el Administrador de Yacimiento Norte de YPF, en la que se dice:   “... se presentó al citado campamento un señor de apellido Albornoz, con cinco acompañantes, exhibiendo...”, etc. 

A fs. 10 hay fotocopia de una carta suscripta por un funcionario de YPF en la que se alude también a la presencia de Albornoz en el campamento Arenales, donde procedió a “arrestar a su hijo”. 


5.5. Revelaciones de un participante en operativos de secuestros: testimonios de Causa 248-A-84

“... Que el 1 de marzo de 1975, le tocó hacer el servicio militar obligatorio y que fue destinado al Regimiento 19 de Infantería, que en una fecha determinada, el oficial de semana les dijo que se prepararan porque tenían que salir de recorrida por la zona y que para ese efecto se formarán grupos de 12 personas más o menos, ese Oficial de semana estaba acompañado por un Teniente 1° de apellido Trucco; cuando salieron del Regimiento, los soldados y él incluido, fueron introducidos en la parte de atrás de un camión del Ejército, el que estaba cubierto en toda su extensión por una lona, cuando emprendieron la marcha, el exponente y sus compañeros creyeron que tenían que hacer un recorrido por la ciudad, pero como habían andado bastante tiempo, miraron hacia fuera y vieron que se encontraban en el campo, sobre una ruta y que para los costados se podía ver plantaciones de caña, para esto eran alrededor de las 0.30 de la madrugada, en un momento determinado pararon en un pueblo y estacionaron frente a una comisaría de donde salió un grupo compuesto por tres personas uniformadas con uniforme clásico de la policía, los que hablaron con el jefe de su grupo militar que para ese entonces era el Teniente 1° Pérez Cometo, que a la misma vez era el jefe de la compañía en que revistaba el compareciente. Luego de que éste habló con los policías, lo trasladaron a todos bajo un foco y en ese lugar les avisaron que estaban en la localidad de “La Florida”, Dpto. Cruz Alta, y mostrando una lista que le habían dado a los policías les dijo que tenían que efectuar un procedimiento en varias casas de la zona y llevarse a 9 personas. Cuenta el compareciente, que los hicieron poner de rodillas en tierra mientras le explicaban lo que ha expuesto y que los policías con los militares se entendían por seña, vale decir, los policías señalaban con la mano a una casa determinada; entonces, los militares procedían a secuestrar a las personas que estos señalaban, pero acota que los policías jamás se bajaban de sus vehículos, para que no pudieran ser reconocidos por los futuros secuestrados y que normalmente se estacionaban a una distancia prudencial de la casa en donde debían efectuar el procedimiento. Que el grupo antes de proceder obraba de la siguiente manera: una parte rodeaba la parte de atrás de la casa, otra la parte de adelante, dos frente a las ventanas de las casas en caso de que tuvieran; otros dos, frente a la puerta de entrada de las viviendas, en donde generalmente era designado el compareciente. Que el Teniente 1° Pérez Cometo, estaba armado con un revólver normal y ellos con rifles “F.A.L.”, vale decir, armas largas, que tenían la orden de golpear la puerta de la casa y cuando de adentro le contestaban, ellos debían responder “Los militares”, pero cuando no contestaban, tenían la orden de que con la culata de los rifles que tienen una chapa metálica y un hueco, golpear la puerta hasta derribarla. Que de ninguna de las casas en donde efectuaron procedimientos se enteró el nombre de sus habitantes, ni el nombre del secuestrado; sólo le dijeron que lo hacían por razones políticas. Que la forma en que procedían era así: luego que entraban en las casas, el Teniente 1° Pérez Cometo, leía en el papel que le dieron los policías, el nombre de las personas, cuando éste se daba a conocer diciendo “yo soy”, le vendaban los ojos con cualquier elemento que tuvieran a mano, ya sea una bufanda, etcétera, pero nunca con vendas tipo farmacéuticas. No le ataban las manos. Que de las 9 personas que tenían que sacar llevaron únicamente siete, porque dos no las encontraron. Entre las personas que fueron a buscar, desea contar una anécdota: Que fueron a la casa de una señora, aparentemente la madre de la persona que buscaban, cuando ésta les dijo que allí no se encontraba, le pidieron el domicilio de su hijo y cuando fueron a buscarlo éste ya no se encontraba, por lo que el Teniente 1° Pérez Cometo sacó afuera a una hija muy pequeña del buscado, y engañándola, ofreciéndole un caramelo, le preguntó por su padre, a lo que la chiquita les dijo: que recién estuvo en la casa, pero que se había ido, no sabe adonde. Que esas siete personas detenidas fueron conducidas al Regimiento 19 y el exponente, preocupado por la suerte de esa gente, quedó con un compañero suyo en ir a la guardia al día siguiente, y cuando recogieran la leche preguntar o ver adónde se encontraban los detenidos. Cuando fueron a la guardia, se dieron con que ya no estaban allí, a pesar de que en la madrugada lo habían dejado en ese sitio. Que cuando nuevamente el oficial de semana y en otra oportunidad y varias más, solicitaban los voluntarios para salir afuera a efectuar procedimientos, ya ninguno se ofrecía, pues ya se imaginaban que era para seguir efectuando ese tipo de procedimientos, que el compareciente, en forma particular, no aceptaba ni estaba de acuerdo, por lo que los militares procedían a designar por medio de orden las personas que saldrían. Que a los pocos días los militares designaban gentes o soldados para que fueran a distintos lugares de la provincia, por más o menos un mes cada grupo, que cuando un grupo volvía salía otro y así sucesivamente, que a él le tocó en una oportunidad estar un mes por la zona de Santa Lucía y Caspinchango, esta última localidad es en la actualidad el pueblo Teniente Berdina. Que luego de ese mes en que estaban en los pueblos donde debían efectuar procedimientos, los premiaban con 15 día de licencia”.

 

 

 

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